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Elecciones en Cataluña
RAFAEL LÓPEZ PINTOR*
P
OR tercera vez consecutiva desde 1980, la coalición nacionalista y liberal-democristiana, Convergencia i Unió, (CiU)
gana unas elecciones autonómicas. Es la segunda vez que obtiene
mayoría absoluta de escaños, consolidando a su líder, Jordi Pujol
como Presidente de la Generalitat para un nuevo mandato. Los
socialistas catalanes del PSC quedan como segunda fuerza parlamentaria y principal grupo de oposición. La coalición comunista
Iniciativa per Catalunya (IC), los partidos Esquerra Republicana y
Alianza Popular permanecen con representación minoritaria. Por
último, el CDS, que no se había presentado en la anterior convocatoria autoriómica de 1984, consigue sobrepasar el tres por ciento
mínimo paria entrar en el Parlamento. Todo ello en un contexto
de participación política más bien baja, aunque no sin precedentes
en Cataluña,
Ante estos resultados y la pregunta de qué cambios introducen
estas elecciones en la vida política de Cataluña, la respuesta casi
clara es que no implican ningún cambio significativo, aunque aparecen algunos elementos nuevos de relevancia marginal.
CONTINUIDADES
BÁSICAS
* 1942. Catedrático de Sociología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Las continuidades básicas son: una mayoría absoluta de CiU;
la segunda posición, a considerable distancia, del PSC-PSOE y la
presencia de fuerzas minoritarias en el Parlament ya de proyección estrictamente nacional (AP, CDS) o nacionalista de distinto
carácter (ERC, IC).
Si se analiza con atención la distribución de los votos válidos y
los escaños, no sólo no ha cambiado nada en la estructura de la
distribución: del poder entre mayoría y minorías, sino que tampoco ha cambiado la correlación de fuerzas ya sea en términos de
izquierda-derecha o nacional-nacionalista. Tomando el eje izquierda-derecha, la suma del voto CiU, ERC y AP en 1984 ascendía al 62 pqr 100 del apoyo a los partidos que obtuvieron representación parlamentaria. Esa suma en 1988 ha sido del 61 por
100. Por su parte, los partidos de izquierda sumaron el 38 por 100
del voto coii representación parlamentaria en 1984 y la suma ascendió al 39 por 100 en mayo pasado.
En el eje nacional-nacionalista, la suma del voto CiU-ERC
ascendía al 54 por 100 en 1984 y al 52 por 100 en 1988; la del voto
PSC-PSUC en 1984 a 38 por 100 y la PSC-IC en 1988 a 39 por
100; y el voto a AP fue del 8 por 100 en 1984, subiendo la suma
AP-CDS al 9,4 por 100 en 1988.
A diferencia del País Vasco, donde las sucesivas elecciones autonómicas muestran un electorado más nacionalista y más a la
izquierda, en Cataluña permanece inalterable tanto la pluralidad
izquierda-derecha como la nacional-nacionalista. Nada, pues,
esencialmente nuevo en la distribución del voto válido ni en su
traslación a la estructura del poder.
¿Cuáles son las novedades que considero de relevancia margi- NOVEDADES
nal de estas elecciones? Aclaro enseguida que la calificación de MARGINALES
marginal debe aplicarse en relación a la dinámica política catalana; a lo que se trata de dilucidar en unas elecciones; quién gobierna y con qué limitaciones. En ningún caso pienso que los cambios
merezcan un interés marginal estratégico para los partidos que los
protagonizaron; con resultados positivos o negativos para ellos
mismos.
Estamos ahora en la perspectiva de cuánto apoyo social se gana
o se pierde entre una elección y la precedente. Hay que mirar
entonces los votos en sus números absolutos y como porcentajes
del censo electoral.
Lo primero que hay que decir es que todos los partidos han
sacado menos votos que en 1984, con excepción de ja coalición
Iniciativa per Catalunya IC, que en estas elecciones representaba
una nueva fórmula política (incorporando al antiguo Partido de
los Comunistas de Catalunya PCC que en 1984 obtiítvo más de
70.000 votos). Si al voto de IC se le restan los votos #el PCC en
1984, también el apoyo social restante del PSUC sería inferior al
de anteriores elecciones.
La causa general de este menor apoyo social a todos los partidos radica en el incremento de la abstención, que perjudicó algo
más a CiU que al PSC. Para el partido de AP, sin embargo, el
mayor descenso de su voto se debe a la presencia del CDS (la suma
del voto CDS y AP es ligeramente superior al voto de leste último
partido en 1984, cuando el CDS no se presentó a las elecciones).
Para la coalición comunista IC, el incremento se debe fundamentalmente al hecho de haber incorporado al PCC, aunque nunca se
suman completamente los votos de los partidos que se fusionan o
coaligan (en este caso, la suma del voto PSUC y PCC en 1984
ascendía al 5,3 % del censo electoral y la coalición IC lia obtenido
sólo el 4,6% en 1988).
Son tres pequeños cambios en el voto los que modifican la
TRES
distribucióá de escaños, que siempre resulta más espectacular que
CAMBIOS
EN EL VOTO las ligeras diferencias que pueden darle origen en el voto: la abstención de 4 puntos más que en 1984; la fractura del voto AP por
la presencia del CDS y la incorporación del PCC a la coalición IC.
Pero estos ¿arabios por significativos que estratégicamente lleguen
a ser para las respectivas fuerzas políticas, no le dan a esta elección
un carácter particularmente significativo como modificadora del
statu quo político en Cataluña.
Una consideración especial merece el nivel de participación y
abstención registrado en estas elecciones por cuanto ha centrado
mucho el interés de los medios de comunicación después de las
elecciones. Una abstención del 40 por 100 es sólo cuatro puntos
más alta o en torno a un 10 por 100 superior a la registrada en las
elecciones autonómicas de 1984. Por otra parte, tiene precedentes
en Cataluña en contextos electorales de mayor interés objetivo que
el de mayo pasado: así, en el referéndum del Estatut de autonomía
de Cataluña en 1979 se abstuvo exactamente el 40 por 100; en las
primeras elecciones municipales del mismo año, la abstención fue
aún más elevada, rondando el 44 por 100; y en las primeras elecciones autonómicas de 1980 se registró una abstención similar a la
del mes pasado (39 %).
En consecuencia, una abstención del 40 por 100 no es nueva
en Cataluña, y no debe considerarse indicativa de ningún tipo de
crisis en el sistema de representación política. Sin embargo, tal vez
sí marque el límite superior de una barrera de «desimplicación
nacionalista» del electorado (entre 35-40 %) en este tipo de elec-^
ciones y podría constituir ya un rasgo de la cultura política de Cataluña.
LA CLAVE
DÉLA
PARTICIPACIÓN
En mi opinión, y a falta de nuevos trabajos que confirmen o
desmientan la hipótesis, es en las características del nacionalismo
catalán dónde habría que buscar la clave principal del nivel de
participación en las elecciones autonómicas. Me atrevería a proponer que cuanto más teñida de reivindicación nacionalista está la
elección, menos interés por la misma sienten los electores que no
son catalanes de origen y, en consecuencia, van menos a votar.
Ello explicaría los más bajos niveles de participación en él referéndum del Estatuí de Sau de 1979 y las primeras autonómicas de
1980. En esta última convocatoria de mayo, todo hace pensar que
los votantes menos catalanistas son los que más se han Abstenido.
El incremento de la abstención en el área industrial de BarcelonaGerona ha sido el doble que en las otras dos provincias y particularmente notable en el cinturón de Barcelona; allí donide más se
asientan los que fueron llamados hace tiempo «els altres catalans»
y allí donde Pujol aumentó espectacularmente sus apoyos en
1984. En Barcelona se ha votado un 16 por 100 men0s que en
1984, siendo la media de Cataluña un 11 por 100 y de Lérida y
Tarragona un 8 por 100. Como indicadores de la coloración nacionalista más reivindicativa de estas elecciones, pueden mencionarse los siguientes: el tono casi exclusivamente reivindicativo de
la campaña, especialmente de CiU y ERC, tratándose! ya de las
terceras elecciones autonómicas; la elección de candidatos de ERC
que han realizado planteamientos claramente independbntistas; y
la presencia de Terra Lliure con acciones violentas que, en muchos electores no catalanes de origen, ha podido suscitar ¡el temor a
una futura radicalización política en Cataluña y potenciar su alienación del escenario político regional.
¿Tienen estas elecciones algún significado de caracal estado
general de la política nacional española? Creo que sí, pero también
me parece marginal. Primero, se confirma en el ámbito autonómico catalán la incisión relativa del CDS en el electorado :de AP, ya
manifiesta nacionalmente en los resultados de las elecciones generales de 1986 y las municipales de 1987. Segundo, y sorpresivamente, el deterioro general del PSOE —evidente en las elecciones
de 1986 y 1987, así como en los indicadores recientes de opinión
pública— no se traslada al PSC en el ámbito autonójnico. Las
razones deben buscarse en la reducción del electorado a Sus fronteras más catalanistas y al hecho de que los líderes nacionales del
SIGNIFICADO
POLÍTICO
PSOE esta yez no han participado en la campaña electoral, evitándose así uiia imagen de sucursalismo. Finalmente, queda la aparente decepción de los líderes de CiU por una mayoría absoluta
que no ha resultado plebiscitaria a tenor de lo que pronosticaron
algunos sondeos preelectorales y del día de la elección. Esta aparente decepción tal vez impida cualquier eventual intento, por
parte de CiÜ de repetir incursiones electorales nacionales del tipo
«operación! Roca» de 1986. Si así fuere, los convergentes se librarían en su propio provecho de confundir una vez más la naturaleza de sus apoyos políticos, ya que lo que hace fuerte a CiU en
Cataluña es exactamente lo que limita la eventual extensión de sus
bases sociales en el resto de España.
FACTORES
DÉLA
ABSTENCIÓN
Hay dos factores adicionales que han favorecido sin duda la
apatía de los electores, muy especialmente de los que más se acercan al perfil de «ciudadano pasivo» (personas con bajo nivel socioeconómico, con escasa información e interés político). Se trata
del carácter rutinario de la elección —sin mayor novedad ni drama en la njisma— y del efecto de la difusión de los resultados de
las encuestas de opinión que predecían la mayoría absoluta de
Jordi- Pujol y la estabilidad básica del mapa político catalán desde
un mes antes de las elecciones. La radio y la televisión se han
hecho repetidamente eco de las encuestas publicadas en la prensa
y, aunque el «ciudadano pasivo» es el que menos atención presta a
las encuestes, los medios de comunicación masiva esta vez han
transmitido repetidamente el mensaje de que todo seguiría igual
en Cataluñ^. Al menos algunos de los doscientos mil nuevos abstencionistas habrán pensado que entonces para qué votar.
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