El cerebro humano: un repositorio de fortalezas diversas Katherine Benziger, Ph.D., Sue Holmes El cerebro humano es una máquina compleja y delicadamente conectada diseñada para ayudarnos a vivir, a negociar con la realidad, y por último, a prosperar. El grado de desempeño del cerebro en el cumplimiento de estas metas depende de dos procesos muy distintos aunque relacionados: nuestra comunicación interna con nosotros mismos, en la cual “escuchamos” o no, y respondemos respetando la evaluación y las señales de nuestro cerebro respecto de lo que experimentamos o hacemos; y las presiones externas ejercidas por el entorno (como ser, el clima), y por los patrones sociales, económicos y laborales dominantes, que usan o recompensan capacidades específicas en forma diferente. Por eso, aunque fundamentalmente el cerebro humano está diseñado para responder a un sinnúmero de “problemas” o “situaciones” en forma adecuada – utilizando las capacidades acordes con dichas situaciones- en la práctica, nuestra realidad a menudo suele conducir a una flexibilidad reducida. 1. Estructura del cerebro humano: Para los fines de este análisis, sirve observar el cerebro humano como un órgano compuesto por tres categorías de estructuras neuronales, cada una con incidencias y funciones específicas: Las estructuras más antiguas o profundas, que a veces se denominan “cerebro primitivo”, se componen del sistema de activación reticular, que hace de intermediario de nuestro nivel de excitación; el corazón reptiliano que maneja nuestros procesos autonómicos y patrones de repuesta frente a las crisis; y las estructuras límbicas, que operan como intermediarias de las emociones y facilitan la formación de la memoria y el acceso a ella. Los procesos a cargo de estas estructuras se dan sin necesidad de nuestra voluntad. Como tales, no requieren del pensamiento consciente. El siguiente grupo de estructuras neuronales son lo que se conoce como el “cerebro nuevo”, o corteza. Cabe observar que la corteza se divide en cuatro áreas altamente especializadas: en la zona posterior, las secciones izquierda y derecha de la convexidad cortical posterior; en la zona anterior, los lóbulos frontales izquierdo y derecho. Cada una de estas cuatro áreas tiene sus propios métodos de selección especializados que hacen que perciban únicamente lo que les corresponde para cumplir su tarea; además, cada área cuenta con modos de procesamiento muy diferenciados que utilizan la información percibida para concretar tareas que contribuyen a alguna de las cuatro Tareas de Vida Generalizadas: Formación y Mantenimiento de Bases Productivas, Formación y Mantenimiento de Bases Pacíficas, Adaptación y Dirección (por ejemplo: evaluación de la realidad actual y determinación de cuál es la mejor respuesta). En términos más específicos: El lado izquierdo de la convexidad cortical posterior ve más que nada: formas o masas delimitadas que: (1) rotula con las palabras que oye y emplea; y (2) toma o maneja con el fin de elaborar un producto o realizar un servicio. Es más, esta área de la corteza se especializa en el secuenciación. Como resultado, se destaca en las tareas físicas rutinarias que son la base de la producción del alimento, la vivienda y la vestimenta, en particular en nuestra sociedad altamente automatizada. Se trata del área que emplea divisiones y líneas para procesar la información; divisiones del trabajo o las clases, rangos de autoridad, relaciones disyuntivas (“o una cosa o la otra”), razonamiento maniqueísta (donde no se admiten “zonas grises”). Desglosa las cosas paso a paso y trozo a trozo. Este modo tiene la apariencia de ser objetivo y no estar sujeto a las emociones, y puede obtener control a través de su uso de reglas, órdenes, estructuras y sistemas. Los hombres y la ciencia lo han explotado al máximo. El lado derecho de la convexidad cortical posterior es también muy inmediato y concreto, pero sin embargo, percibe elementos muy distintos del entorno. Advierte la presencia o ausencia de relaciones armónicas – auditivas, visuales y táctiles o kinestésicas- en su entorno. Es más, el procesamiento especializado inherente a esta área le permite actuar para lograr la armonía y el vínculo cuando éstos faltan. Como resultado, esta área se destaca en la formación de la buena voluntad, la confianza y la lealtad, todas bases para la paz, la cooperación y la solidaridad En comparación con las áreas posteriores o basales, los lóbulos frontales son abstractos y conceptuales. No obstante, hay diferencias fundamentales entre lo que percibe cada uno de ellos y la modalidad de procesamiento que los caracteriza. Por ejemplo, el lóbulo frontal derecho percibe patrones y relaciones abstractos. Mientras que el primer modo ve formas delimitadas (por ejemplo, la cabeza de una persona), y el segundo modo nota las relaciones concretas dentro de los espacios (por ejemplo, el rostro, los gestos, los ojos y la mirada), este modo, el tercero, percibe la abstracción o “caricatura” facial. En la práctica, los patrones abstractos más útiles percibidos por esta área se denominan “tendencias”, dictadas o bien por los datos estadísticos o por las actividades macroeconómicas a largo plazo. Estas tendencias, que nada significan para el “productor” o el “solidario”, señalan el cambio y activan los procesos internos de esta región –es decir, la imaginación- para inventar una respuesta satisfactoria al cambio observado: un nuevo producto, servicio o estrategia. Por ende esta área es ideal para ayudarnos a adaptarnos al cambio. La cuarta área o lóbulo frontal izquierdo está diseñada para percibir funciones y relaciones funcionales: qué apoya qué y con qué grado de tolerancia; qué contribuye a qué; qué estimula qué; qué impide qué. Es más, dada su habilidad de análisis lógico, es muy eficaz cuando se trata de calcular, evaluar, diagnosticar y prescribir. Por ende, esta región se destaca en las tareas de dirigir, priorizar y crear estrategias para lograr sus propias metas o las de un grupo. Nuevamente, las cuatro áreas corticales pueden usarse en forma consciente, dado que son nuestras herramientas primarias para “pensar y decidir”. Tomadas en conjunto, perciben la visión detallada y también general de nuestra realidad de una manera holística, que si se la utiliza adecuadamente, puede conducir al éxito. Por último, el tercer grupo de fibras neuronales integran lo que se conoce como “cuerpo calloso” – una agrupación de entre 200.000 y 300.000 neuronas que actúa como un potente vínculo entre la convexidad cortical posterior izquierda y derecha, y entre los lóbulos frontales izquierdo y derecho. Un hecho interesante es que en la mujer, el cuerpo calloso es un tercio más grande que en el hombre, y se activa con mucha más velocidad. Esta observación explica la costumbre que tienen las mujeres de procesar tareas múltiples en forma simultánea y su habilidad o tendencia a rastrear cosas, tareas o ideas diversas al mismo tiempo. Tal vez haya dos hechos que sean aun más importantes: 1. No existen “puentes” que unan las áreas diagonales del cerebro (es decir, que unan el área posterior izquierda con la frontal derecha; o la posterior derecha con la frontal izquierda); y 2. El desplazamiento desde la parte posterior a la anterior exige que el individuo hable o emprenda la acción. Visto como un todo, el cerebro humano parece estar perfectamente diseñado para alcanzar el éxito material y existencial: es capaz de generar un producto en forma confiable, puede forjar la buena voluntad y adaptarse con creatividad de ser necesario, y está equipado para evaluar su realidad actual para decidir qué combinación de funciones dará origen a la “mejor respuesta”. No es desacertado afirmar que el cerebro humano es un repositorio de fortalezas flexibles y diversas. 2. Dinámica del cerebro humano: Hay dos grupos de fuerzas internas que nos orientan para garantizar nuestro éxito: (1) el sistema de respuesta emocional; y (2) la preferencia innata de nuestro cerebro por uno de los cuatro modos de la corteza. Cuando atendemos el feedback proporcionado por cada uno de estos sistemas y actuamos según él lo indica, nos sentimos naturalmente felices, como individuos que funcionan como “parte del equipo”. Cuando ignoramos uno o ambos sistemas de orientación, somos proclives a tener problemas: Como “pilares” de nuestra respuesta emocional a la vida – nuestro “sí” y nuestro “no”- las partes de nuestro “cerebro primitivo” nos guían constantemente y nos informan sobre el dolor (la incomodidad, el peligro y las amenazas) y el placer (la comodidad, el entusiasmo, la alegría, el éxtasis) que un entorno o tarea dados provocan en nosotros. Si nos dejamos guiar por este feedback y seguimos sus “consejos”, nos encontraremos en lugares saludables y haciendo cosas que son gratificantes y tienen sentido para nuestro ser. Es más, cuanto más estemos en situaciones que nos validen y que recompensen y hagan uso de nuestros dones, más entusiasta será nuestra actitud con respecto a la vida y a los demás. Se trata de la experiencia de vida en que sentimos que “el cielo nos sonríe” – similar a la sensación de estar enamorado o sentirse amado. La abundancia de validación da origen a una autoestima positiva y a la felicidad, lo que nos conduce al deseo de ayudar y dar al otro. Si por el contrario nos distanciamos de la comunicación interna de nuestro cerebro (cuerpo-mente), si la ignoramos y actuamos en su contra, lo más probable es que decaiga nuestro entusiasmo y crezca el cansancio, la frustración y el miedo. Más aun, es posible que nuestro interés solidario y nuestra capacidad de trabajar en equipo se vean mermados porque nuestro enojo y/o miedo nos alejan de los demás. Asimismo, aunque todos podemos aprender a usar todos o cualquiera de los cuatro modos corticales, casi siempre suele darse que hay un modo que nos resulta naturalmente fácil de usar. Esta preferencia natural es en apariencia el resultado de que ese modo goza de un nivel de intercambio eléctrico naturalmente menor en comparación con los otros modos. Por lo tanto, cada individuo siente mayor interés, motivación e inclinación hacia el uso de su modo preferido; con el mismo criterio, exhibe menor interés, motivación e inclinación hacia las tareas o actividades que se sirven de los otros tres modos. En otras palabras todos tenemos un “prejuicio” natural en cuanto a lo que percibimos como energizante y significativo. Dicho de otro modo, al igual que las herramientas y maquinarias que construimos y utilizamos, cada ser humano se especializa en lo que hace en forma eficiente y por tanto correcta. Cabe notar que desde la perspectiva del sistema, este “prejuicio” no sólo contribuye a nuestra individualidad, sino que también nos establece como seres sociales que se necesitan unos a otros. Es más, cuando utilizamos nuestros dos sistemas de orientación en un contexto que reconoce, valora y hace uso de los aportes de todos los modos, nos sentimos naturalmente plenos de energía en cuanto a la vida y al trabajo, y además aceptamos, ayudamos y nos compadecemos de las personas que nos rodean. 3. Adaptación del cerebro y las diferencias culturales como respuesta al clima: En la práctica, la capacidad de utilizar toda nuestra gama de fortalezas diversificadas se ve limitada por factores históricos y contextuales tales como el clima. En el norte de Europa Central, por ejemplo, donde hay suficientes extensiones de tierra para cultivo, también hay inviernos muy crudos: en estas regiones, el uso del área posterior izquierda del cerebro para cultivar y cosechar en forma confiable es algo fundamental, al igual que lo es el uso del área frontal izquierda para evaluar el entorno a fin de saber cuándo realizar cada cultivo para asegurar suficiente alimento para toda la población en el invierno. Como resultado, puede argumentarse que las culturas germánicas han, a lo largo del tiempo, recompensado a los individuos que utilizan los dos modos izquierdos: esto ha dado origen a una cultura famosa por su énfasis y valoración de la precisión, la confiabilidad y otras virtudes de este tipo. En forma opuesta, las culturas mediterráneas, que cuentan con extensiones de suelo para cultivos además de temporadas de labranza que duran todo el año, no tienen esta tendencia hacia las áreas izquierdas del cerebro. De hecho, podría decirse que a lo largo del tiempo, su entorno las ha conducido a una deficiencia y falta de valoración de las habilidades y competencias que hacen uso de las áreas izquierdas, con lo cual la predominancia más común en estas culturas es la de uno o los dos modos derechos. 4. Adaptación del cerebro como respuesta al compromiso social con un conjunto dado de prácticas económicas: En los países que hacen un culto de la tecnología, la automatización y la fabricación en líneas de montaje, por ejemplo, evoluciona un claro patrón de desarrollar y recompensar las capacidades del hemisferio izquierdo. De hecho, para mayor precisión, en repuesta a más de 500 años de pujante desarrollo tecnológico que ha culminado en más de cien años de intensa automatización, las economías de Europa y Estados Unidos han formado sus culturas para producir un pequeño porcentaje de “líderes reales” con capacidades y entrenamiento en el área frontal izquierda y (como lo requería la infraestructura industrial de sus sociedades) una fuerza laboral del 80% de la población capacitada en forma casi exclusiva para cumplir tareas asociadas con el área posterior izquierda. Por eso el impacto social de la automatización en el ser humano fue el siguiente: La formación de una amplia base de trabajadores de producción con mucha capacidad de cumplir con procedimientos rutinarios, pero con capacidades mínimas para el pensamiento crítico, el ingenio y la búsqueda de la armonía solidaria; y La creación de un entorno creado por el hombre con pocas oportunidades o recompensas para los modos derechos, que ven reducidas sus posibilidades de percepción de formas, colores, relaciones y patrones de comunicación. 5. En otras palabras, la automatización nos ha escindido de la mitad de nuestros Recursos Diversos y Flexibles. Estos constituyen nuestras habilidades perceptivas y competencias de procesamiento que son necesarias para lograr: Una verdadera paz en la práctica, tanto a nivel local como global; y La creatividad suficiente para resolver la crisis ambiental y económica global que han ocasionado nuestras propias acciones. Lo bueno es que la habituación es sólo eso: un conjunto aprendido de respuestas, y no un adaptación genética del cerebro. Nuestros recursos diversos siguen estando disponibles en su totalidad. Lo malo es que el resultado de la habituación, combinado con el hecho de haber aprendido a desconectarnos o ignorar los dos sistemas de orientación internos que han estado insistiendo en que esta tendencia hacia el área izquierda es insalubre, ha dado origen a un aumento del estrés, la fatiga y la enfermedad, sobre todo en los individuos con dones o preferencias en los modos derechos. De hecho, hay pruebas que sugieren que el costo de la adaptación en individuos forzados por factores ambientales a desarrollar y utilizar competencias de un modo que no es su talento natural es sumamente elevado, y suficiente para afectar el equilibrio de oxígeno natural (que es de 20:80) entre el cerebro y el resto del organismo, lo que crea las condiciones ideales para la enfermedad. Es más, estos individuos, al estar rodeados de objetos y elementos ambientales que no perciben con facilidad, sienten que la vida pierde sentido. Estos dos infortunios –el agotamiento y la falta de sentido- a menudo conducen a fallas crecientes del sistema, además de ataques de ira y violencia. En tales contextos, nuestras capacidades poderosas, nuestras fortalezas diversas y flexibles y nuestro entusiasmo natural por la vida y otras personas se ve deteriorado y convertido en violencia iracunda y caótica, en guerras y en la muerte. Por suerte el conocimiento de nosotros mismos y de cómo hemos generado esta realidad puede también ayudarnos a reformarla, a darle plenitud y equilibrio, a corregir sus defectos. PARTE II: EL PROCESO DE CURACIÓN Y LA RUEDA DEL CAMBIO 6. Si cambiamos nuestra manera de hacer las cosas, atendiendo y respetando nuestras respuestas emocionales y nuestra necesidad innata de utilizar nuestros dones (nuestro modo preferido), podremos transformar nuestros entornos laborales en lugares energizantes, emocionantes y gratificantes. También abriremos la puerta al progreso como seres humanos, y podremos crecer y prosperar como individuos triunfadores y llenos de amor. Cómo atender nuestro sistema de respuesta emocional: El punto de partida consiste en asegurarse de que nuestros patrones de repuesta escuchen y valoren nuestras emociones en cuanto señales. Tenemos que aceptar en lugar de negar nuestros sentimientos, que deben participar de nuestros procesos de pensamiento y de toma de decisiones. No hay que olvidar que, además de procesar información en forma similar a las computadoras, somos seres humanos que cuidamos de nosotros mismos, de los demás y del futuro del mundo. En un nivel, esta “percepción y valoración” de nuestros dos sistemas de orientación internos es fácil. De hecho, una vez que sabemos qué aspecto de nosotros mismos requiere atención, y comprendemos que nuestra tensión y cansancio o la dificultad para concentrarnos indican que estamos ejecutando una tarea incorrecta para nuestro cerebro, y exigen que cambiemos y nos dediquemos a algo que sea energizante y vigorizador, nos asombraremos al notar que estuvimos viviendo tanto tiempo ignorando estas señales, que son tan fáciles de interpretar. En otro nivel, prestar atención a nuestras emociones puede resultar difícil por un tiempo, porque el cerebro almacena las emociones reprimidas y las experiencias de invalidación crónica y abstinencia del uso de las preferencias no sólo como algo amenazante (lo que nos enoja o asusta) sino también como algo inexorablemente desalentador (lo que nos deprime). Para gozar de buena salud, es necesario que la energía de la respuesta emocional fluya. Es necesario que expresemos nuestro dolor, nuestro miedo y nuestro enojo, además de nuestro entusiasmo y compasión. Las cuatro emociones son fundamentales para nuestro bienestar. El enojo nos indica que nos enfrentamos a una resistencia y nos impulsa a “defendernos y defender a nuestra familia”, a superar tal resistencia. Como es una señal que nos prepara para hacer frente a la resistencia, el enojo dota nuestro organismo de tensión porque prepara los músculos para la acción. La compasión nos indica que estamos viviendo nuestra propia plenitud, y que vemos lo humano en el otro, en particular si ese otro no vive con la misma plenitud que nosotros. También nos impulsa a ayudar, a conectarnos con un sentimiento de amor, y a asistir al otro en la superación de sus penas. En contraposición a lo anterior, el miedo y la pena hacen que nos repleguemos y distanciemos de los demás. Sin embargo, las dos emociones son válidas, y cada una tiene su mensaje. El miedo indica que nos enfrentamos a una resistencia que tal vez sea demasiado grande para confrontarla directamente. Como tal, señala la necesidad de verificar la información con que contamos y considerar maneras de salir del problema sin sufrir daños. Si reevaluamos una situación que nos asusta y determinamos que no reviste peligro alguno, nos invade una sensación de alivio y alegría. Si, por el contrario, confirmamos que sí reviste peligro, pero nos arreglamos para salir de ella sin sufrir daños, también sentiremos estas emociones energizantes y alentadoras. Tras prestar atención al miedo y actuar en consecuencia de manera exitosa, nos tranquilizamos. La pena, una emoción aun más abrumadora, es también una señal importante. Nos dice que nuestra situación no tiene salida y que debemos cambiarla, dentro de lo posible. Cuando nos sentimos apenados y deprimidos, a menudo es porque nuestras emociones nos dicen que la tarea que efectuamos o la situación en la que estamos inmersos menoscaba o subestima nuestros dones. Aquí podemos actuar (cambiando de trabajo, por ejemplo) para elegir un trabajo que valide y haga uso de nuestros dones. Cuando la pena es resultado de la muerte de un ser querido, no es posible cambiar la situación. Lo que sí es posible es el duelo, y con el sentimiento de duelo viene la liberación del dolor de la pérdida. Las respuestas emocionales pueden ser muy variadas. El enojo puede expresarse como una leve frustración o como ira. El miedo puede manifestarse como indecisión o como terror. La pena puede acompañar la última mirada a la casa que fue nuestro hogar durante años, o bien la pérdida inconsolable de la muerte de un hijo. Por último, la compasión puede variar entre un sentimiento de familiaridad y el sentir que somos uno con otra persona. Es importante notar cómo aprendemos en nuestra infancia y dentro de la familia cuáles emociones son “aceptables”, y cuál es la manera adecuada o “correcta” de expresarlas. El resultado es que muchos hemos aprendido a no prestar atención a nuestras emociones, y a privarnos de expresar todas o algunas de ellas. Como ha sido demostrado por los estudios del famoso biólogo alemán del siglo XX Konrad Lorenz, muchos mamíferos expresan enojo, miedo y pena. Los simios cuidan de sus crías y si una de ellas muere, la lloran. Se ha visto a los elefantes reunirse en un círculo alrededor de la tumba de uno de los integrantes de su manada en actitud de duelo. Cuando a un perro se le muere su compañero, sea un ser humano u otro perro, yace sumido en la pena durante días o semanas. Es más, se ha visto que tanto los perros como los delfines han ayudado a los humanos cuando los han visto en peligro. Sin embargo, el ser humano es el único animal que puede reflexionar sobre sus emociones y hablar de ellas. Por eso nos damos cuenta de cuando estamos tristes o temerosos y actuamos en consecuencia, para cambiar nuestra vida. Podemos replegarnos para considerar nuestras opciones y encarar un nuevo plan de acción. También podemos invitar a otro individuo para ser partícipes de su punto de vista, y cambiar el nuestro tras haber conocido el suyo. Si en un proceso decisorio individual o grupal no se atienden, comparten, ni escuchan las respuestas emocionales, y si no se da respuesta a ellas, dichas emociones entrarán a jugar en contra del cambio y de las decisiones. Las cosas no resultarán según lo planeado, sin importar lo bien concebido que esté el plan. El cuerpo del individuo va a declararse en huelga, de la misma manera que lo hacen los empleados a quienes no se les ha consultado sobre los cambios que quiere hacer la empresa en la que trabajan. Cuando hay apertura a las emociones, la tensión y la ansiedad pueden liberarse desde las lágrimas, que pueden ser tanto de tristeza como de alegría. Al igual que con las situaciones antes mencionadas, cuando las emociones se liberan y el entorno presta atención a los mensajes que éstas envían, el individuo regresa a un estado natural de interés y entusiasmo, y a su ocupación de continuar con su vida y realmente vivirla. Cómo escuchar nuestra necesidad y la de la sociedad de utilizar las preferencias de cada uno: Es positivo experimentar los problemas que se viven a nuestro alrededor y la presión de desarrollar más y mejores ideas y productos en el ámbito laboral y en el mundo, además del apremio de buscar maneras de manejar los problemas de relaciones públicas y de la moral de los empleados para evitar que se transformen en onerosos juicios, huelgas o violencia. Todas estas presiones tienen tanto peso que han logrado que estemos listos para hacer un cambio para mejor. Todo lo que hace falta es concientizar a todos de que es necesario hacer uso de los dones innatos que Dios ha dado a muchos de nuestros empleados. Será notable la mejoría de nuestra capacidad de responder a los problemas interpersonales si incluimos en nuestro personal de toma de decisiones el asesoramiento de personas con dones basales derechos que contribuyan a la armonía, la confianza y las buenas relaciones con los demás. En forma similar, habremos de mejorar asombrosamente nuestra capacidad de responder en forma creativa si explotamos las habilidades de los individuos frontales derechos, que tienen un talento natural para la inventiva. CONCLUSIÓN Hoy en día nos enfrentamos a un desafío emocionante: es el desafío de cambiar la manera de usar nuestro cerebro, a fin de reflexionar como estamos diseñados para pensar, y hacer lo que estamos diseñados para hacer, utilizando como guía nuestra sensibilidad innata y nuestros sentimientos. Los sistemas empresariales y gubernamentales de la actualidad fueron construidos sobre la base de un conjunto de supuestos distintos que no deseaban o necesitaban el aporte del modo derecho o de las emociones. Estos sistemas deberán ser educados en forma efectiva para que vayan obrando en concordancia con los cambios, en vez de oponer resistencia. Al fin y al cabo terminarán respaldando estos cambios, y acabarán por transformarse. Esto se debe no sólo a que estos cambios son naturales y evolutivos, y honran el plan de Dios y la Naturaleza para que cada hombre, mujer y niño de la Tierra puedan llevar una vida plena de sentido, alegría y amor que haga su aporte a los demás; se debe también a que tales cambios transformarán nuestras organizaciones empresariales y gubernamentales hacia una mayor productividad, resultante de una colaboración más dispuesta y efectiva por parte de los empleados, además de una modalidad de razonamiento más flexible y ágil, una mejor toma de decisiones, y un desarrollo de más y mejores soluciones creativas a los problemas que nos afectan a todos. FUENTES Ageless Body, Timeless Mind. Deepak Chopra, M.D. Harmony Books, New York. 1993. The Art of Using Your Whole Brain. Katherine Benziger, Ph.D. KBA Publishing, Rockwall, Texas. 1989. Developing Positive Self Esteem. Katherine Benziger, Ph.D. KBA Publishing, Rockwall, Texas. 1990. 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