Num114 023

Anuncio
Carta personal de
Camilo García de Polavieja
S
Eñor don Luis Ferrer y Vidal
Mi distinguido y querido amigo: Mucho agradezco á V. su carta del 22 del pasado mes,
pues ella me permite el que hablemos algo de política con la seriedad y franqueza que
exige la afectuosa amistad particular que nos profesamos.
Se queja V. en dicha carta, y con sobrada razón, que siendo yo Ministro no contestara a varias
suyas de interés político; y esta queja no tendría disculpa justificada si entonces me hubiera estado
permitido leer y escribir.
Esta prohibición, hija del estado en que tenía el ojo que tanto me ha hecho sufrir, se combinó con
haber muerto mi secretario particular, con el veraneo de V., con mis viajes a la Bourboule y á
Asturias, con la actitud de los gremios de esa ciudad, y, para decirlo todo de una vez, con el
desencanto que sufrí al ver que apenas, y gracias á mis esfuerzos, fueron aprobadas las actas de los
diputados catalanes, los que hasta entonces se habían llamado Polaviejistas fueron los primeros en
manifestarme que no había que pensar en planes de defensa ni en la reorganización de nuestro
ejército, olvidando sus compromisos conmigo y con el país.
Este repentino cambio de opinión en asunto de tanta gravedad y de tanta importancia para la vida de
la Patria, unido á ciertas modificaciones involuntarias en las ideas de algunos de los diputados que
se llamaron amigos míos, acabaron por hacerme ver que entre nosotros no había desgraciadamente,
y por ello a nadie culpo, la comunida d de sentimientos y aspiraciones indispensables á toda causa
para luchar y vencer.
No extrañe V. que haya dado y dé tanta importancia á mis planes de defensa y de reorganización
militar, pues abrigo la firmísima opinión, y quiera Dios que acontecimientos graves que se avecinan
no me den la razón, que si España no adquiere, y pronto, la capacidad militar defensiva que le es
indispensable y que por fortuna puede tener, será tiempo perdido y dinero mal gastado todo el que
se emplee en intentos de progreso moral, intelectual y económico.
Pensando y sintiendo así y obligado á dar por propio interés de la causa, gran autoridad al Presidente
del Consejo de ministros, que siempre me había ofrecido y sigue ofreciendo realizar nuestro común
programa, me entregué con alma y vida, dentro del Gobierno, al cumplimiento de los graves deberes
que me imponía el cargo que me estaba confiado.
Mucho trabajé y, por causa de todos conocida, fui vencido en los que yo creo eran patrióticos
empeños.
¿Podía y debía yo dar á mi salida del Gobierno otro carácter del que realmente tuvo?
Incurrir en error, es acto involuntario, y no lo es el faltar á la verdad.
Hoy, sin comprender yo el motivo, veo que para V. no soy más que un silvelista, y crea V. que estoy
donde estaba; yo no he modificado mi programa y me separaré de Silvela si no lo cumple.
No se ganó Zamora en una hora, y yo, que por lo menos debo tener alguna experiencia en las cosas
de Gobierno, no podía aceptar el que con visos de razón se me tachara de impaciente; debí esperar y
he esperado, mas la espera no irá más allá de sus racionales límites.
No es arcaico el sufragio por clases, ni son arcaicas las ideas descentralizadoras, mas, en concepto
mío, si lo es en varias de sus partes el programa de Manresa, que crea V. no aceptarían los Estados
Unidos en ninguna de las Repúblicas de la América Española. Podrá V. citarme, como único
ejemplo, el imperio Austro- Húngaro y todos sabemos como está y á dónde va.
Mi cortedad de alcances no me permite comprender que, entendimientos claros y bien intencionados
pretenden llevar a Cataluña á vida que pasó para no volver, pues el hombre siempre, en mi concepto,
ha pensado y sentido y seguirá pensando y sintiendo política y socialmente con sujeción a su tiempo
y á las necesidades que éste le imponga.
Las naciones de la Edad Media tuvieron la extensión territorial y las organizaciones políticas
adecuadas á su estado social, á sus fuerzas económicas, á sus medios de comunicación y á lo que
eran en aquellos tiempos las armas ofensivas y defensivas.
El descubrimiento de América y de los pueblos del extremo Oriente, engradeciendo el mundo
antiguo, motivó poderosa revolución económica que, unida á la mayor facilidad y rapidez alcanzada
en las comunicaciones y al uso de las armas de fuego en los ejércitos, impulsó, por ley inexcusable
del progreso humano, á las naciones de Europa en los siglos XVI, XVII y XVIII en su lucha por la
vida mayores necesidades y más fuertes é imperiosas exigencias.
El que está terminando, esclavo, como todos, de los adelantos de las ciencias y de sus aplicaciones á
las artes de la paz y de la guerra, ha dado vida á grandes y poderosos imperios, que por disponer del
vapor y de la electricidad, de las pólvoras sin humo, de las armas de tiro rápido y de las modernas
encuadras de combate, prepara un siglo XX en que la pícara lucha por la vida y la conservación de
ésta, impondrá desde su primer día, por estarlo imponiendo en el de hoy, tales gastos a las naciones,
que, la que no pueda soportarlos ó no quiera hacerlos por pobreza de espíritu ó abundancia de
sentimientos egoístas, tendrá, voluntariamente ó involuntariamente, que entregarse perdiendo toda
su personalidad á otras que, por tener cuanto a ella falta, es decir, capacidad política, capacidad
administrativa y capacidad militar, sean ricas y fuertes.
Los hombres nunca han dispuesto ni creo puedan disponer jamás de fuerzas capaces, no digo de
hacer retroceder, sino de detener por breves momentos á la humanidad en la marcha que por Dios
le ha sido impuesta.
Nosotros tenemos hoy afortunadamente la necesaria extensión territorial y la suficiente población y
riqueza para sostener nuestra independencia y preparar á nuestra patria útiles y honrosos destinos;
y cuando toda nuestra labor debiera encaminarse a dichos fines, sólo, por desgracia, nos ocupamos
en todas partes y por todos los medios de cuanto pueda empobrecerla, debilitarla y empequeñecerla.
¿Somos pueblo condenado á pronta y segura muerte?
La insensata lucha entre peninsulares y criollos, al poner Cuba y Puerto Rico en manos de los
Estados Unidos, dió á éstos la primacia en América; nuestra falta de capacidad política,
administrativa y militar entregando también á dicho pueblo los últimos restos de nuestro gran imperio
colonial, prepara nuevas y grandes luchas económicas en la Occeanía y en el Asia Oriental; luchas
que motivarán grandes cambios en la política general del mundo.
¿A quién y á quiénes será al presente ó en el porvenir beneficioso el que los españoles tampoco
tengamos capacidad de enmienda?
Acerté por desgracia en mis previsiones respecto á Cuba y Filipinas y las realidades han ido más allá
de lo que dieron en llamar mis pesimismos. Con toda mi alma pido á Dios no tener más aciertos.
Perdone V, le moleste con tan larga carta que creo era deuda mía á la buena y sincera amistad
particular que nos profesamos, á la lealtad de su carácter y á la del mío.
Desea á V. mucha salud, así como a su distinguida señora (q.p.b.), y con afectuosos recuerdos de
mi mujer para ustedes, queda de V. afectísimo y buen amigo q.b.s.m. C.G. de P.
Sevilla, Marzo de 1900
Descargar