Tema 12: El espacio y las actividades agrarias en España

Anuncio
Tema 12: El espacio y las actividades agrarias en España
1.-Los condicionantes físicos de los espacios agrarios españoles: clima, relieve,
suelo.
2.-Los condicionantes humanos: históricos, socioeconómicos, políticos y técnicos.
3.-La estructura agraria: regímenes de propiedad, tenencia y explotación de la
tierra.
4.-La política agraria común en cultivos, ganadería y espacios forestales.
1.- Los condicionantes físicos de los espacios agrarios españoles: clima, relieve,
suelo.
La actividad agrícola en España presenta diferencias notables entre las zonas,
principalmente a causa de la diversidad climática y de la distribución desigual de la
tierra.
Los factores condicionantes de la actividad agraria pueden ser físicos y
humanos. Entre los condicionantes físicos destacan:
1.- El relieve: La topografía puede facilitar o dificultar las prácticas agrícolas.
- La altitud elevada de la mayor parte de la península sobre el nivel del mar contribuye
a realzar la continentalidad climática y sus efectos agrarios.
-Las pendientes y desniveles afectan a la formación de los suelos y a las condiciones y
formas de laboreo, a la circulación del agua, etc.
También es importante el roquedo en el origen y evolución de los suelos, que son el
soporte de al actividad agrícola.
2.- El clima: Condiciona los principales tipos de paisajes agrarios. Está presente a
través de las temperaturas, las precipitaciones y restantes elementos climáticos
(insolación, nubosidad, vientos, etc).
3.-Los suelos: De igual manera condicionan la agricultura por su diferente naturaleza,
estructura y composición, ubicación, Etc.
4.-La vegetación: En ocasiones ha sido totalmente eliminada para permitir la plena
ocupación agrícola. En otras, constituye la base de los aprovechamientos forestales, o
sirve de pasto al ganado en las dehesas.
2.-Los condicionantes humanos: históricos, socioeconómicos, políticos y técnicos.
Son los responsables de la ordenación y de los usos que presenta el espacio agrario,
y la expresión de las condiciones sociales, económicas, técnicas, políticas, etc, en las
que se desenvuelve la actividad.
En relación con los condicionantes históricos, la primera ordenación del territorio
tuvo lugar en época romana: se instauraron unos sistemas agrarios basados en la trilogía
mediterránea y en la gran explotación agraria. Posteriormente, la ocupación musulmana
supuso una reordenación en la que se da importancia al regadío y a la producción de
frutas y hortalizas. La reconquista y la repoblación cristianas llevaron al uso de la tierra
basado en la coexistencia entre aprovechamientos cerealistas y ganaderos, y, por otra ,
un sistema de posesión de la tierra que estuvo en vigencia hasta mediados del siglo
XIX, con las desamortizaciones.
En cuanto a los condicionantes sociales y económicos, puede decirse que hasta
bien entrado el siglo XX la sociedad española ha sido básicamente rural . Ha sido a
partir de los últimos años cuando la actividad agraria ha tomado una orientación hacia el
mercado, la producción especializada y a gran escala en el marco de una economía
integrada en los mercados internacionales.
El ingreso de España en la Unión Europea ha ampliado los mercados agrarios,
españoles, su participación en las políticas comunitarias y ha posibilitado nuevas
condiciones de financiación de la producción agraria.
3.-La estructura agraria: regímenes de propiedad, tenencia y explotación de la
tierra.
La propiedad de la tierra.
La propiedad, consiste en el derecho a gozar, disponer libremente y aprovechar
la tierra sin más limitaciones que las contenidas en las leyes.
La propiedad dominante en España es la propiedad privada, que acusa una notable
dualidad: un número muy elevado de pequeños propietarios que posee poca tierra y, en
el otro extremo, un reducido número de grandes propietarios que concentra mucha
tierra. Así, los dueños de menos de cinco hectáreas, que representan más de la mitad de
los propietarios que existen en España, sólo poseen la décima parte del territorio,
mientras que los que tienen más de 100 hectáreas, sin llegar a representar una centésima
parte, concentran la mitad de la superficie.
A este problema estructural se añade la extraordinaria fragmentación de la tierra en
multitud de parcelas, que es un inconveniente para la explotación.
Geográficamente existen diferencias en cuanto al tipo de propiedad. La propiedad
pequeña y muy atomizada es dominante en la mitad septentrional, en el Levante y en la
franja mediterránea; las grandes fincas tienen, en cambio, una mayor implantación en el
sur, particularmente en Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía occidental.
Estas circunstancias tienen sus antecedentes en los procesos históricos de ocupación
del territorio y en su evolución posterior. Históricamente existieron tres tipos de
propiedad bien diferenciados: colectiva, estamental y particular.
La propiedad colectiva era aquella cuya titularidad correspondía a las villas y a los
municipios. Estaba integrada por las tierras pertenecientes a la colectividad, que se
dividían en lotes o suertes para el aprovechamiento individual (bienes comunales), o se
arrendaban a particulares a cambio de una cantidad de dinero para atender las
necesidades de la villa (bienes de propios).
La superficie perteneciente a la Iglesia y a la nobleza constituía la propiedad
estamental. La mayor parte de las tierras pertenecientes a la nobleza integraban los
señoríos, cuya integridad territorial estuvo protegida durante siglos por la institución del
mayorazgo. Los bienes de la Iglesia procedían de compras y de donaciones de los fieles.
Los titulares de ambos tipos de propiedad no tenían capacidad de enajenar o vender,
razón por la cual se decía que estos bienes estaban en manos muertas. En consecuencia,
unos y otros se encontraban apartados del mercado de la tierra y de la partición
hereditaria, lo que redundaba en la escasez de tierra para los particulares y en su
encarecimiento.
Ilustrados y reformistas clamaron contra esta situación y, finalmente, en el siglo
XIX se le puso fin mediante los procesos desamortizadores. La desamortización afectó a
los bienes propiedad del clero y de los municipios; la primera fue llevada a cabo por
Mendizábal en 1836 y supuso la incautación de numerosas fincas pertenecientes al clero
y su venta a particulares. La desamortización civil tuvo lugar más tarde, a partir de
1855, y se llevó a efecto al aplicar la Ley de Madoz, la cual dio origen a la privatización
de la tierra que formaba el patrimonio comunal de los municipios españoles.
La influencia de estas medidas en la estructura agraria fue muy grande, pues supuso
el trasiego de una cantidad ingente de tierra de propiedad colectiva a manos de
particulares. En contra de lo que se pretendía, vino a reforzar la gran propiedad, pues,
por lo general, los compradores ya tenían la condición de propietarios. Asimismo, la
desamortización civil privó a los municipios de un amplísimo patrimonio, a base de
sustento de los más humildes.
En lo que a los bienes de la nobleza se refiere, la abolición del mayorazgo y la
supresión del régimen señorial permitieron que, en adelante, los bienes de la nobleza se
rigiesen por las leyes sucesorias normales y entraran en un proceso de fragmentación
por herencia, aunque preservando su condición de latifundios.
El resultado de estos procesos fue una concentración notable de la propiedad y,
como quiera que los vecinos habían perdido sus tierras públicas y que a finales del siglo
XIX la población iba en aumento, la proletarización del campesinado se incrementó al
haber más personas y menos tierras que labrar. La desigualdad en la distribución de la
tierra o la carencia e ella estuvieron en la base de la conflictividad social y de las
demandas de reforma agraria, que se materializaron en la Segunda República, aunque
sus efectos quedaron anulados tras la Guerra Civil.
La explotación agraria.
La noción de explotación agraria hace referencia a las condiciones técnicas y La
explotación agraria guarda relación con la propiedad y, como sucede con ésta, también
se caracteriza por la dicotomía existente entre las pequeñas explotaciones o minifundios
y las grandes explotaciones o latifundios, de tanta implantación en el sur y en el
suroeste peninsular.
Los datos extraídos del último censo agrario nos indican que más de la mitad de las
explotaciones agrarias de España son minifundios de extensión inferior a cinco
hectáreas, y que las explotaciones de extensión superior a 300 hectáreas, representan tan
sólo un 1%, aunque concentran una cantidad considerable de tierra.
Regímenes de tenencia de la tierra.
En lo que a tenencia de la tierra se refiere, distinguimos entre régimen de
explotación directa y régimen de explotación indirecta.
El primero consiste en que el titular de la explotación agraria, con independencia de
que trabaje físicamente en ella o no, es propietario de la tierra.
La explotación indirecta resulta cuando el titular de la explotación y el propietario
de la tierra no es la misma persona. En estos casos, el propietario cede la tierra para su
explotación en régimen de arrendamiento, aparcería o bajo cualquier otra fórmula.
El arrendamiento, es de hecho, un alquiler y se establece mediante el pago de una
renta cierta, convenida de antemano, en metálico o en especie, con independencia del
resultado de la cosecha.
La aparcería es una sociedad a la que el sueño aporta la tierra y el aparcero, el
trabajo; los gastos se satisfacen a medias y los beneficios o productos de la cosecha se
reparten en la proporción establecida. Como la producción se desconoce en el momento
de la firma del contrato, la renta es variable, y propietario y aparcero comparten por
igual ganancias en los años buenos y pérdidas, si las hubiera, en los años malos.
Hoy se tiende al incremento de la explotación directa, al mantenimiento del
arrendamiento y a la drástica reducción de la aparcería, que se agudizó con el éxodo
rural.
4.-La política agraria común en cultivos, ganadería y espacios forestales.
Los principales productos agrícolas españoles tienen sus zonas de especial cultivo
según sean más aptas las condiciones para ello. El maíz es el cereal más importante y se
cultiva en las zonas de secano con sistema de barbecho. Casi todo el estado produce
maíz, pero predomina sobretodo en las dos Submesetas y en el Valle del Guadalquivir y
del Ebro.
El olivo tiene un área de expansión menor. Comprende el Valle del Ebro y la mitad
sur de la península, aunque predomina en el Valle del Guadalquivir y sobretodo en la
provincia de Jaén.
La viña tiene una extensión similar al olivo. Las zonas de importancia destacada son
La Mancha, La Rioja, el Priorat, Jerez y El Penedés.
Otros cultivos importantes en España son el maíz dulce, principalmente en la zona
de clima atlántico.El arroz, que necesita agua abundante, por eso se cultiva
especialmente en la huerta de Valencia, en las zonas de regadío del Valle del
Gualdalquivir y en el Delta del Ebro. Las patatas son propias de la zona de clima
atlántico y zonas de montaña, aunque encontramos también en las zonas de regadío.
Los frutales y las hortalizas ocupan las zonas de regadío del país. Los almendros en
tierras de secano –costa mediterránea, Mallorca, Ibiza y parte del Valle del Ebro-, los
manzanos en la costa cantábrica, los naranjos-los frutales más importantes de la
agricultura española- en Valencia, Murcia y Andalucía.
En cuanto a los cultivos industriales, es decir, aquellos que sirven de primera
materia a la industria, como la remolacha azucarera y el algodón, destacan en el Valle
del Guadalquivir. Las plantas forrajeras (tréboles, o nabos, según la zonas) , se cultivan
sobre todo en la costa cantábrica y zonas de regadío.
La agricultura española actual es una agricultura de mercado caracterizada por la
intensificación de las tierras cultivadas mediante nuevas tecnologías y la reducción del
barbecho: el aumento de fertilizantes artificiales, el uso de semillas escogidas y
mejoradas genéticamente, el uso extendido de herbicidas y pesticidas, la expansión del
regadío y la proliferación de los invernaderos. En la última décadas ha habido cambios
en el uso del suelo: reducción de la superficie agrícola, aumento de tierras de regadíos y
disminución de las de secano.
Las agroindustria están también en aumento. ¾ partes de los productos que
consumimos actualmente tiene algún tipo de transformación agroindustrial, de forma
que los productos frescos tienden a disminuir.
En cuanto a la ganadería, desde la Edad Media ha sido un elemento básico en la
génesis de nuestros paisajes agrarios, no olvidemos la influencia ejercida por La Mesta
y la transhumancia, a cuyo servicio se gestó una red de cañadas, veredas, y caminos que
tuvo plena vigencia hasta mediados del siglo XIX.
En la actualidad, la ganadería tiene una importancia numérica y económica sin
precedentes, a excepción de la equina, cuyo grado de presencia sobre el paisaje ha
disminuido. Ha habido una intensificación ganadera basada en la mejora genéticas, en
la introducción de mejoras alimenticias y de sanidad animal, y en un decidido paso
hacia la estabulación.
El ganado bovino reúne unos efectivos próximos a los seis millones de cabezas. La
cabaña de ganado ovino ha tenido un crecimiento más sostenido, y hoy se halla
concentrado en las penillanuras occidentales, en la submeseta sur y en las vertientes de
los Pirineos y del Sistema Ibérico.El ganado caprino ha alcanzado casi los tres millones
de cabezas gracias a las subvenciones europeas. El ganado porcino es el más numeroso:
se aproxima a los veinte millones de cabezas. Hoy responde a dos modelos ganaderos:
uno semiextensivo, configurado sobre el cruce de razas autóctonas y articulado en
tormo a la dehesa; y otro estabulado, intensivo, con animales de razas precoces
importadas y una clara dimensión industrial. Igual ocurre con las granjas de pollos y
conejos, que tanto han prosperado, y a las nuevas ganaderías recién surgidas, como, por
ejemplo, de avestruces.
En cuanto a la superficie forestal, en España es reducida (unos 16 millones de
hectáreas) debido tanto a los condicionantes naturales como humanos. Los
aprovechamientos giran en torno a las especies arbóreas, y, dentro de ellas, a las
coníferas y frondosas, que se dan sobre todo en la España atlántica, y de las que se
obtienen madera (la mitad en Galicia), pasta de papel y otras utilidades como el corcho,
que se extrae de la corteza del alcornoque, concentrado en Cádiz y en Cáceres.
Otros aprovechamientos tradicionales del bosque han estado relacionados con la
recolección de semillas y de plantas, con la explotación de colmenas, con la caza, etc.
Junto a éstos han comenzado a darse otros usos derivados de los espacios protegidos en
un contexto de desarrollo sostenible con el medio.
En cuanto a la comercialización de la producción agrícola española, aumenta mucho
a partir de la adhesión a la Unión Europea, convirtiéndose en el destino mayoritario de
la exportación española y el origen principal de lo que se importa. Se exportan
sobretodo frutas, legumbres productos de huerta , aceite y conservas vegetales.
La integración de España en la Unión Europea hizo notorio el desfase de este sector
en relación a otros países, sobretodo a nivel de mecanización, de precios y de la
situación social en el campo. La productividad era mucho menor que la de otros países,
concretamente la mitad de la de Francia. Los recursos obtenidos a través del FEOGA
(Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria) han sido muy importantes, pero las
relaciones comerciales no han resultado tan favorables como se esperaba, puesto que las
multinacionales europeas tienen mucho peso en la industria alimenticia y también se
han generado conflictos en los sectores excedentarios (carne, leche) al tenerse que
someter a cuotas limitantes de producción, y en las nuevas tentativas de regulación de
los mercados, como el caso de la OCM del aceite de oliva..
Descargar