CRÓNICA/RESUMEN DEL VOLUNTARIADO FAMILIAR DEL AÑO 2014 Por Pascual Barberán (Secretario de la Asociación) Entre los días 2 al 8 de agosto de 2014 se desarrolló el correspondiente VOLUNTARIADO FAMILIAR de Los Olmos en la localidad de Saucelle (Salamanca) Asistieron las siguientes familias: --‐ Familia Guijarro (Carlos, Pilar, Pablo y Javier) --‐ Familia Perdices (José, Pilar, Rodigo, Dani, Miguel y Luis) --‐ Familia Gómez (Nacho, Gema, Julián y Claudia) --‐ Familia Barberán (Pascual, Myriam, Miguel y Alejandra) --‐ Familia Jiménez (Javier, Almudena, Álvaro, Javier, Ana y Elena) --‐ Familia Cecilia (Martín, Paz, Pablo y Marcos) --‐ Familia Álvarez de Toledo (Alonso, Leticia, Tomás e Isabela) --‐ Familia Sánchez (David, Lorena, Rodrigo y Mateo) --‐ Familia Díaz (Ramón, Laura, Natalia, Fernando y Martina) Se echaron de menos a quienes por un motivo u otro no pudieron acudir en el último momento al voluntariado, especialmente a Laly y Juan, este último con rotura de pié justo antes de la salida. Comenzando por el principio, el sábado 2 de agosto fueron llegando las familias a los alojamientos de Saucelle, tras un agradable viaje de unas tres horas y unas pocas curvas solo al final. La primera impresión de todos fue sorpresa con los alojamientos, una serie de chalets casi nuevos con su jardincito. Los voluntarios ocupábamos un lugar lleno de vegetación e instalaciones deportivas al lado de un pantano sobre el río Duero que originariamente se construyó para los trabajadores de la presa, en el que, además, solo estábamos nosotros, sin peligros de tráfico o extraños. Hasta los más pequeños pudieron corretear sin peligro durante toda la semana. Esa misma tarde conocimos a las dos nuevas familias voluntarias, los Sánchez y los Díaz. Unas incorporaciones fenomenales, cuyos miembros, niños y adultos, se integraron en el grupo de modo ejemplar aportando sangre nueva al voluntariado (Hablando de sangre, afortunadamente durante la semana Lorena no tuvo que dar ningún punto de sutura o arreglar un descalabramiento, pese a lo cual se trajo su “maletín”) A medida que se iba tomando posesión de los alojamientos nos pusimos en movimiento para organizar la situación. Nacho requisó una bicicleta de montaña y montó un campo de tiro en el porche de su casa, para asombro de los más pequeños que disfrutaron de sus tirachinas de fabricación propia. El Domingo día 3, tras una misa a la que acudió la mayor parte del pueblo y en la que Don Víctor anunció nuestra presencia y agradecimiento, los voluntarios llegaron a la conclusión de que el inicio los trabajos no podía esperar al lunes, así que esa misma tarde comenzaron, desplazándonos a Saucelle (8 km de los alojamientos, 350 habitantes, 665 metros de altitud, lugar de nacimiento del jugador de fútbol internacional Patxi Ferreira...) Martín, David y Pascual se ocuparon de la la valla de forja de la Iglesia principal del pueblo (Nuestra Señora de la Concepción); las chicas de restauración con sus tallas, figuras y candelabros; Nacho en la puerta de madera del Cementerio; Carlos, Luis (Lucho), Alonso, Ramón y los infantes pintando el muro exterior del Cementerio; Myriam y Lorena en guardería y Pilar, Almudena y Laura en cocina y José de enlace/aprovisionamiento. La actividad realizada esa tarde fue crucial para calibrar el volumen de trabajo y la velocidad en su realización, extremos estos muy importantes en todo voluntariado. El lunes 4, comenzó con la misa de 8:30 oficiada por Don Víctor en la iglesia de los propios alojamientos. A partir de entonces se adelantó a las 8:00 por su extensión, pues no era la misa “ultra rápida” a la que solemos estar acostumbrados los voluntarios. El grupo se trasladó de los alojamientos a a sus lugares de trabajo en el pueblo de Saucelle, donde progresaron más que adecuadamente, adquiriendo inusitada velocidad. Es este día cuando se detecta un elemento desconocido e intranquilizador, al menos para los mayores. En el cementerio “olía raro”. Nadie se atrevía a comentarlo. Tuvo que ser de uno de los voluntarios del pueblo (Jesús el de la Karcher) el que, nada más llegar, señaló al Don Víctor que allí “olía a muerto”, a lo que este último respondió, con toda naturalidad, que debía ser “La cuca” (O “la Cloti”) que acababa de ser enterrada y, al parecer, no fueron muy generosos con la tierra que la cubría, además estaba un poco rellenita. Tal circunstancia se silenció a los más pequeños, que hasta el momento no habían tenido ningún reparo para ir saltando entre las tumbas del cementerio al desarrollar sus labores. Por cierto, también se tenía a nuestra disposición el depósito de cadáveres, con su mesa de autopsias y todo. Tampoco despertó ningún temor o reparo a los niños y adultos, ya curados en salud tras las series tipo “The Walking Dead”, los cuales entraban y salían de ese depósito como Pedro por su casa para lavarse las manos, llenar cubos, o depositar el material al acabar el trabajo. Una vez terminada la jornada, se bajó a los alojamientos, donde las encargadas de cocina nos obsequiaron son sus habituales manjares regados por abundante tinto de verano en el entorno magnífico de la casa del ingeniero, rodeados de árboles y naturaleza. Después del café los voluntarios se retiraron a sus aposentos dedicando la tarde a múltiples actividades (Fútbol, pesca, piscina...) Por la noche, como sucedió durante toda la semana, los mayores nos reunimos en el porche de la familia Díaz, mientras que los pequeños jugaban a las cartas con los mayores o correteaban por los alojamientos. El martes 5 continuaron las actividades, a muy buen ritmo. Como Don Víctor constató que nuestra eficacia excedía lo previsto pronunció esa palabra que siempre nos pone un poco nerviosos a quienes desarrollamos habitualmente nuestra vida sobre rasante: ANDAMIOS. Menos mal que Javier, David y Ramón eran diestros en el arte de montar, desmontar y circular por andamios, por lo que tuvieron que dejar sus actividades de forja y pintura e instalar dichos mecanos en el altar de la Iglesia, para su limpieza, bajada de figuras, etc. Al parecer todo tenía que quedar “con mucho brillo”. Tanto Ramón como David demostraron una gran destreza y valentía al moverse a varios metros de altura. Una circunstancia, sin embargo, preocupaba un poco a las voluntarias, no había lugar medianamente aceptable para “hacer las necesidades”. Don Víctor, resolutivo, facilito las llaves de una casa cerca de la iglesia. Casualmente la vivienda pertenecía a la señora que “olía” en el cementerio (Cuca o Cloti) y así, de momento, se pudo solucionar en parte este problema, hasta que un día la puerta se encontró cerrada por dentro. La habían atrancado (no sin parte de razón) los únicos herederos de esta señora, unos tales Christian y Sheila, ambos, como se dice ahora, de etnia gitana, cuya capacidad intelectiva no terminaba de entender como entraba y salía gente de esa casa que ya creían suya. No se llegó a aplicar la solución propuesta por alguno en el sentido de señalar que éramos “los herederos de Madrid”, pues la cosa podría haber concluido mal. Por la tarde se efectuó la primera excursión organizada, consistente en un crucero por los Arribes del Duero, en un barco que salía de la localidad de Aldeadávila. Unas familias optaron por el barco, otras por las ya tradicionales piraguas y baño en pantano. Estas últimas, bajo el mando de Dani, atravesaron el Duero y pusieron pie en Portugal, siendo los primeros en cruzar la frontera. El crucero fue muy interesante, navegando hasta la presa de Aldeadávila, una de las más importantes de España en producción de energía eléctrica. Durante el trayecto una guía nos ilustró sobre la fauna autóctona. Casualmente aparecieron todas las especies protegidas, pese a ser algo que no se veía todos los días. Según Nacho y Pascual los numerosos buitres y fauna que vimos eran “de pega” y se movían con unos botones que apretaba el capitán del barco durante la travesía. Al parecer Nacho y Gema montaron en un barco similar en los Universal Studios cuando vivieron en Los Ángeles. Desgraciadamente el capitán no apretó el botón del tiburón blanco, que hubiera animado mucho la situación. El miércoles 6 prácticamente se terminaron los trabajos en el cementerio, desplazándose el equipo de restauración a la Iglesia y los pintores a la Ermita de San Lorenzo, descartada en un primer momento, pero ahora requerida de ayuda por Don Víctor gracias a la profesionalidad del equipo de pintura. Esta ermita también requería de andamios, lo cual no fue problema alguno. Martín y Pascual terminaron con la valla de forja de la Iglesia y se desplazaron al Cementerio, que ya había quedado vacío. Con ellos se fueron Miguel Barberán y Tomás, que, entre brochazo y brochazo idearon un dispositivo de desplazamiento rápido en el transportín de ataúdes por la rampa del cementerio. El bloqueo de una pierna de Miguel en dicho aparato les convenció de que no era vehículo para vivos, abandonándolo, no sin antes haber adquirido cierta destreza en su manejo. A esta altura del voluntariado ya se empezaba a insinuar por algunos que el equipo de forja no iba tan rápido como el resto. Martín y Pascual lo tomaron como una lógica envidia sana de los atléticos contra quienes han ganado la décima Copa de Europa, por lo que siguieron trabajando “a su ritmo”, aplicando las enseñanzas de Rabindranath Tagore “La luciérnaga orgullosa le dijo al sol: Dicen los sabios que un día te apagarás. Y el sol guardó silencio” (Era algo así, creo recordar) Por la tarde del día 6 se organizó la visita a Ciudad Rodrigo, acompañados de Don Víctor, natural de esta localidad. Allí la Catedral, abierta solo para los voluntarios, nos fue enseñada por un guía de excepción: El mismo Canónigo, que a parecer llevaba en ese puesto ¡Desde 1951! La visita fue un poco especial, pues lo único que entendíamos claramente de este señor era “¡Venga señoras..., si es que no se quieren enterar!”, quizás estaba un poco nervioso de tanto niño corriendo por allí. Tan solo tuvo palabras de aliento para Álvaro Jiménez que adivinó la presencia de un pozo donde tenía que haber una columna. (Creo que por lo bajinis le dijo que qué hacía un chico como él con nosotros) Pero la catedral nos encantó, sobre todo las luces del final, que nos explicaron el pórtico detalladamente. Después de esta guía tan traumática tocaba la exposición de San Francisco de Asís y el museo de orinales, pero aunque la primera estaba justo delante de la catedral todo el grupo escapó a una heladería estupenda en la plaza de Ciudad Rodrigo, por lo que solo acudieron con Don Víctor (que ya empezaba a desesperarse) Martín, Nacho, Luis y Pascual. Los orinales se cambiaron por las murallas. El jueves 7, se siguieron con las actividades habituales, con la sorpresa de que los andamios que se habían desmontado en la Iglesia principal al haber terminado los trabajos en el altar aparecieron al día siguiente otra vez montados y con un piso más, y lo había hecho solito Don Víctor (Quizás por la noche), para que se llegara a la parte más alta de dicho altar. Cuando lo vieron David y Ramón dijeron al unísono y con los ojos saliéndoseles de las órbitas: “¡Yo ahí no me subo!” Pues al parecer no estaba convenientemente fijado y se movía bastante en la parte superior. Pero había un voluntario del pueblo, antiguo equilibrista de Iberdrola que se jugó la vida, consiguiéndose todos los objetivos. Por su parte en la Ermita de San Lorenzo los trabajos de pintura y puerta iban a toda velocidad. Como se necesitaba agua para lavar los rodillos, cubos, brochas, etc., una vecina “desinteresada” cambió el líquido elemento a cambio de que se pintara la fachada de su casa (o almacén colindante) Cuando se terminó de pintar cortó el agua. Como Don Víctor, el último día, nos dijo que pagaba de agua 22 euros cada 5 años, le contamos este suceso. Puso una cara como diciendo “Ya verá esta” Posiblemente en su próxima confesión multiplicará por 5 su penitencia. Por la tarde se hizo una expedición a Portugal, a Freixo. Pero el objetivo de compra de manteles y cosas de esas que hay en Portugal no se materializó, al no encontrar las tiendas. Al parecer estaban en viviendas particulares, según nos dijo Ana, de recepción (Por cierto, en Salamanca todas las mujeres se llaman Ana) Por la noche se celebró una animada cena común en el chalet de los Jiménez. El viernes 8 se terminaron las tareas que quedaban pendientes, y la mayor parte de los niños se quedaron ya en la piscina de los alojamientos, para disfrutar de la misma, la Play Station, etc. A las 19:00 horas la caravana de voluntarios partió para Saucelle, donde se visitaron por parte de todas las familias los distintos puntos en los que se habían efectuado tareas de restauración, es decir, la Ermita de San Lorenzo (Pintura y puerta) El Cementerio (Pintura del muro exterior, de la ermita, barnizado de la puerta de la ermita y restauración de las puertas de forja del cementerio) y de la Iglesia del Pueblo (Valla de la puerta, restauración de imágenes del altar, barnizado y limpieza de altar y retablos, etc.) En la Iglesia del Pueblo Don Víctor ofició una misa de despedida después de la cual un grupo folclórico local nos interpretó un emocionante himno nacional (Estamos en Castilla) con flauta, tambor y palos, seguidas por unas danzas populares en la plaza del pueblo (Para quien le interese este es el enlace de otro año en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=GchGJQg7fJ4) Finalmente el grupo se retiró al restaurante de los alojamientos donde compartieron una agradable cena acompañados por Don Víctor. La jornada terminó con el tradicional festival de fin de voluntariado, en donde Don Víctor contó un chiste que no me atrevo a repetir. Cuando estábamos finalizando la fiesta hizo presencia, por primera vez en la semana, una de las Yoguis que compartían los alojamientos, para indicarnos que hacíamos ruido. Solo era la 1 de la madrugada. En este caso las técnicas de relajación orientales no pudieron con el volumen sonoro de los descendientes de los vetones. Como suele suceder, con un poco de pena al terminar estos días tan especiales, el sábado 9, los voluntarios regresaron escalonadamente a sus lugares de origen, para continuar con sus vacaciones con el orgullo del trabajo bien hecho. Una de las cosas que diferenciaron a este voluntariado de los anteriores es la colaboración activa de distintos vecinos del pueblo en las labores de restauración. En especial hemos de mencionar la figura de Jesús, el de la karcher, (El “Capitán Pescanova”, para los niños, por su uniforme impermeable), un policía rebajado de servicio hace más de 20 años que se tiró tres días trabajando a destajo limpiando las paredes de las ermitas del cementerio y de San Lorenzo. Quizás no se fiaba mucho de que nosotros manejáramos correctamente ese artilugio mecánico, sobre todo cuando Nacho le preguntó como se regulaban los niveles de potencia y contestó que ni se le ocurriera tocar esos botones, pues el nivel prefijado era el que venía “de fábrica” y hasta entonces había funcionado. Algunos intuimos que Jesús era el mejor amigo de Don Víctor en el pueblo y que se apoyaban mutuamente, pese a no ir a misa, hasta el punto de que le dedicó unas palabras el día de la misa de despedida. También colaboró otro señor, cuyo nombre no recuerdo, que al parecer era militar jubilado. Las encargadas de restauración manifestaron que les había dicho que era Teniente General, aunque los que hemos hecho la mili pensábamos que más bien podía ser el Subteniente del General. No quiero terminar sin expresar, en nombre del grupo, una serie de agradecimientos individuales. En primer lugar al Presidente y Vicepresidente de la Asociación Javier Jiménez Aldasoro y Martín Cecilia. Fue Martín quien descubrió este increíble sitio y estableció contacto con Don Víctor. Esta es la fase más delicada del voluntariado. Explicar a un desconocido de la España profunda que un grupo de voluntarios de Madrid van a restaurar sus iglesias, ermitas, etc., y permitir que nos dejen entrar y salir de ellas como Pedro por su casa, manejar sus obras de arte, disponer de hasta las llaves del cementerio no es cosa fácil. Javier llevó toda la coordinación de esta expedición, los pagos y cobros sin que nadie se escaqueara de sus obligaciones pecuniarias y, además, desinteresadamente, puso a disposición del grupo un segundo vehículo de su propiedad para el traslado de los materiales, teniendo que dividir a la familia en dos, al menos en los viajes de ida y vuelta y cargando y descargando unos cuantos cientos de kilos de comida, pintura, cacerolas, etc., etc. A Gema, que sin queja alguna acudió con su familia al voluntariado y trabajó duramente pese a haber sido operada de un pie poco más de un mes antes, y de paso presumió de cicatriz cual torero de pro. A las encargadas de cocina y guardería, que sin rechistar estuvieron recluidas toda la semana en los alojamientos, sin participar en la animación de los grupos de trabajo. A José Perdices, sin cuyos desplazamientos entre los alojamientos, lugares de trabajo, panaderías, bocadillos, almacenes, etc., no se hubiera podido funcionar. A las dos nuevas familias, que se empaparon en la filosofía del voluntariado perfectamente y esperemos que su presencia sea ya permanente. Por último a los hijos mayores de las familias Perdices, Guijarro, Gómez y Jiménez. Es increíble ver con que cariño comparten estos días con niños a los que les separan los años y las “ondas” de la edad. Fernando, con sus cuatro añitos lloró cuando se fue su amigo Julián, y es que durante estos días ganó, de repente, un metro ochenta de altura y se paseó por parte de la Provincia de Salamanca a los hombros de sus nuevos colegas. Don Víctor merece un apartado especial, porque él es especial. De esto nos dimos cuenta de modo inmediato los que visitamos por primera vez Saucelle en marzo de 2014. Durante la semana nunca puso reparos a nada, trabajó con el grupo desde el primer momento, nos ofició misa todos los días, enseñándonos la vida de unos cuantos santos de paso. Pese a tener miedo a las alturas el solo montó un andamio de tres plantas en la Iglesia (Cuando ya lo habíamos desmontado el día anterior) Abrió su corazón a los voluntarios y respondió sin reparos a cuantas preguntas se le hacían algunas de tinte personal, cosa difícil en un castellano recio. Nos contó como empezó sus estudios de veterinaria, dejó la carrera llamado por la vocación sacerdotal, pidió un lugar pequeño y sustituyó a un cura que acababan de asesinar (En Castilla no se entiende eso del “mal fario”) y se implicó con la comunidad hasta el punto de ser un cura tipo SAMUR, disponible las 24 horas del día para la atención de sus feligreses en la visita a enfermos, ayuda espiritual, etc. También nos habló sin tapujos de sus problemas anímicos... Lo mismo se le veía subido a un tractor, que pintando un muro o atendiendo a alguien que lo necesitaba. Además era refugio de tres perros, otros tantos gatos, una lechuza, un criadero de hamsters (Para la Lechuza), periquitos, etc. Y pese a ello, por expreso deseo del Obispo, tiene que dormir en varios sitios a lo largo de la semana. Preguntado por si era posible un traslado después de 12 años en el pueblo nos señaló que prefería que no, ya que entendía su labor como un apoyo espiritual y material a su comunidad de modo indefinido. ¿No os ha dado pena dejarle solito? Y con esto termina todo. Perdonad la mala redacción del Domingo a la 1 de la madrugada, por los olvidos, también por las fotos, pero es que no es fácil llevar una crónica detallada cuando también se tiene que trabajar, en muchos casos separados del resto del grupo. Sin duda habrá más del mil anécdotas que se me han escapado. A partir de ahora a pensar en el voluntariado 2015. Buena suerte a todos Pascual