relaciones laborales y comunidades autónomas

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XXI Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
RELACIONES LABORALES Y COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Carolina Martínez Moreno
SUMARIO: 1. Algunas reflexiones de partida; 2. Un breve repaso a la delimitación
constitucional de competencias en materia laboral; 3. Declaraciones programáticas y
proclamaciones de derechos sociales y laborales en los Estatutos de Autonomía; 4. Los
marcos autonómicos de relaciones laborales; 5. La negociación colectiva autonómica; 6. La
participación institucional y la concertación social en las Comunidades Autónomas; 7. La
igualdad entre mujeres y hombres como ejemplo de la influencia entre acción política y
negociación colectiva autonómicas; 8. La ordenación de la actividad económica en las
Comunidades Autónomas y su proyección sobre las relaciones laborales
1. Algunas reflexiones de partida
Transcurridos treinta años desde la puesta en marcha del proceso autonómico, no parece
difícil de compartir la opinión según la cual la complejidad, diversificación y desarrollo que ha
adquirido en la actualidad el ordenamiento jurídico laboral, junto a la ampliación de las
competencias asumidas por las Comunidades Autónomas, tanto por la vía de la reforma
estatutaria como a resultas de la consumación del proceso de transferencias de las ejecutivas
que por principio les corresponden a las instituciones de gobierno autonómicas, constituyen
variables del problema que arrojan un panorama sobre la distribución competencial en materia
laboral que escapa con mucho al esquematismo del art.149.1.7ª CE.1
Incluso si se ciñe estrictamente el balance de situación a la ordenación de la relación
individual de trabajo asalariado y al funcionamiento de las instituciones del sistema de
relaciones laborales –excluidas por tanto las cuestiones relativas al empleo, la formación y las
cualificaciones profesionales, la seguridad, la salud y la prevención de los riesgos laborales, el
trabajo de los inmigrantes, el fomento de la economía social, el trabajo autónomo, la
protección y la asistencia sociales y otras cuestiones conexas— se comprobará que los
Por todos, véase el reciente estudio de J. CALVO GALLEGO, “Leyes de participación institucional y
Consejos de Relaciones Laborales en el actual mapa autonómico”, TL, Vol. II, nº100, 2009,
Monográfico Especial sobre las Relaciones Laborales en Andalucía, p.577
1
1
diversos Estatutos de Autonomía –todos ellos, de hecho—no renuncian a hacer declaraciones
o apuntar ciertas intervenciones reguladoras en aquellos ámbitos, a veces no estrictamente
ejecutivas o de mera acción política. Al contrario, la referencia a los derechos laborales es una
constante, pues de un modo u otro aparecen aludidos en todas las normas estatutarias, casi
siempre de forma acumulada o conjunta con algunas o la mayor parte de las restantes
materias susceptibles de aglutinar bajo la rúbrica de los derechos sociales y principios de
actuación en el ámbito socio-económico.
Por otra parte, casi sin cesar emergen preocupaciones y cuestiones novedosas, que a su vez
conforman o delimitan nuevos ámbitos de regulación en los que confluye esa acción política
que decididamente asumen las Comunidades Autónomas con un pujante afán normativo que
en ocasiones hacen que una y otra esfera de competencias o ámbitos de actuación resulten
difíciles de separar con nitidez. Es el caso, por tomar algún ejemplo de la realidad reciente, de
cuestiones como la igualdad entre mujeres y hombres –a la que aquí se hará una referencia
especial— o la conciliación de la vida laboral y familiar o personal;2o de la puesta en práctica
de nuevas formas de trabajo. Buena prueba de ello, en relación con esto último, es una
iniciativa adoptada hace aún pocos meses en la Comunidad de Castilla y León, mediante la
aprobación de la Orden ADM/2154/2009, de 17 de noviembre,3sobre el Programa
Experimental de Teletrabajo “Trabaja desde Casa” en la Administración de dicha Comunidad.
Disposición que, entre otras muchas medidas, actúa sobre la ordenación de la jornada laboral
de los empleados públicos –funcionarios y personal laboral— que decidan acogerse a esta
modalidad de trabajo.4No deja de ser interesante, para lo que aquí se pretende poner de
relieve, tomar en consideración que esta iniciativa tiene su origen más inmediato en un
acuerdo de mejora y modernización de la Administración autonómica alcanzado entre esta
última y las organizaciones sindicales CCOO, CSIF y CEMSATSE, y aprobado por el
Gobierno Regional el 11 de junio de 2009. Es decir, que proviene del diálogo o concertación
social de alcance o ámbito autonómico.
Específicamente sobre ese particular, véase A. COSTA REYES y M.J. RODRÍGUEZ CRESPO, “La
actuación de las comunidades autónomas para la conciliación de la vida laboral y familiar”, TL nº71,
2003.
3
BOCYL de 20 de noviembre de 2009.
4
En el preámbulo de esta Orden se hace alusión al Decreto 69/2007, de 12 de julio, por el que se
establece la estructura orgánica de la Consejería de Administración Autonómica, que otorga a ésta
competencia para el desarrollo general, la coordinación y el control de la ejecución de la política de la
Junta de Castilla y León en materia de Función Pública. Así como al Plan Estratégico de
Modernización de la Administración de Castilla y León 2008-2011, que contempla la implantación de
experiencias piloto como el teletrabajo.
2
2
El Empleo público –comprendido el empleo en algunos sectores particulares, como la
Administración de Justicia,5las fuerzas y cuerpos de seguridad o el personal de las
Universidades públicas— es, desde luego, un ámbito de gran interés, donde además las
Comunidades Autónomas asumen más competencias y de mayor relevancia, y respecto de
cuya ordenación el nivel de complejidad alcanza, por esa y otras variables, cotas más
elevadas. La especificidad y ese alto grado de complejidad de sus respectivos regímenes
jurídicos son las razones por las cuales su análisis o tratamiento quedará fuera de las
reflexiones y consideraciones que aquí se hagan, y que pretenden proporcionar una visión
mucho más general o de conjunto.
En fin, a todo ello ha de añadirse el propio nivel de desarrollo y madurez de las instituciones
del sistema de relaciones laborales, y su fuerte interacción con la acción política y el ejercicio
de competencias de ejecución por las autoridades y organismos de las Comunidades
Autónomas, fundamentalmente, pero no sólo, a través de la participación institucional, que ha
podido servir todos estos años como cauce por excelencia para compensar el déficit
competencial autonómico de partida en relación con la materia laboral.6
De estas reflexiones resultan los aspectos que se han considerado centrales a propósito del
problema más general de las relaciones laborales y las Comunidades Autónomas, y que –
aunque no necesariamente siguiendo ese mismo orden— serán objeto de la siguiente
exposición. El primero de los ejes alrededor del que girará la misma será el referido a ese
fenómeno que podría denominarse el “desbordamiento” de las competencias autonómicas en
relación con los derechos sociales y de los trabajadores, y resulta, por un lado, de un recorrido
panorámico e integral sobre el contenido de los diversos Estatutos de Autonomía, con inicial
5
Los Estatutos de Autonomía de Andalucía y Cataluña resultan especialmente llamativos al atribuir a
sus respectivas autoridades e instituciones la competencia normativa y ejecutiva y de gestión sobre el
personal no judicial al servicio de la Administración de Justicia de la Comunidad Autónoma;
competencia que se declara exclusiva en relación con el personal laboral (art.147 Estatuto de
Andalucía; y en análogos términos, el art.103 y el 136.2 c) del Estatuto de Cataluña); mientras que el
Estatuto de Aragón atribuye competencia exclusiva a la Comunidad Autónoma en relación con los
medios personales y materiales de la misma Administración (art.71.59ª), y delimita competencias
compartidas, de desarrollo normativo y ejecución de la legislación básica del Estado en materia de
especialidades del personal laboral derivadas de la organización administrativa y la formación de este
personal (art.75.13ª).
6
Ya lo destacaba en un momento inicia de ese desarrollo institucional en algunas Comunidades
Autónomas J. GARCÍA MURCIA, El papel del Consejo Económico y Social de Asturias en la solución
de los conflictos laborales, Consejo Económico y Social del Principado de Asturias, 1994, pp.11 a 13.
3
atención a las declaraciones genéricas y de principios que en los mismos se realizan.
Después, de modo especial, se intentará proporcionar una visión sistemática de las diversas
competencias, no sólo ejecutivas, sino en ocasiones también de desarrollo normativo y
regulación, respecto de la ordenación de ciertos sectores de la actividad económica. Sectores
o actividades y ámbitos de regulación que inevitablemente pueden conformar o acotar
espacios tangentes con la materia estrictamente laboral, cuando no sencilla y llanamente
invadir el espacio propio de ésta. En segundo lugar, pero no menos importante, tal y como se
adelantaba hace un momento, hay esferas de actuación política y jurídica emergentes como la
igualdad efectiva entre mujeres y hombres que constituyen un excelente campo de
experimentación no sólo del engrosamiento de las competencias o capacidades de actuación
de las Comunidades Autónomas que nítidamente inciden en el tratamiento de derechos
laborales o aspectos de la ordenación de las relaciones de trabajo asalariado, sino que se
erigen en muestra por excelencia de esas nuevas formas de interacción o acción combinada
entre las autoridades y organismos autonómicos en ejercicio de sus diversas competencias y
los interlocutores y agentes sociales a través, sobre todo, del diálogo social, la participación
institucional y la negociación colectiva.
Enlazando con lo anterior, el presente análisis se centrará en el sistema de relaciones
laborales en sentido estricto, en el encuadre de las distintas instituciones que lo integran –
fundamentalmente, negociación colectiva y participación institucional— en la lógica
competencial; y en el modo en que el fortalecimiento y desenvolvimiento de esas instituciones,
y la interacción de las mismas con la acción de los poderes públicos y el ejercicio de la
competencia ejecutiva por las Administraciones autonómicas ha escapado y de algún modo
superado ese molde diseñado en la Constitución española de 1978 en relación con la
ordenación de las relaciones de trabajo, individuales y colectivas.
2. Un breve repaso a la delimitación constitucional de competencias en materia laboral
Desde un principio se pudo extender la impresión de que la organización territorial del Estado
español en Comunidades Autónomas no tenía particular trascendencia o no planteaba en
principio especiales problemas de delimitación competencial en relación con la ordenación
jurídica del trabajo asalariado, por cuanto, específicamente en relación con la materia laboral,
de conformidad con lo dispuesto en el art.149.1.2ª y 7ª CE, y con apoyo en los principios de
4
unidad constitucional e igualdad,7el Estado se había reservado en exclusiva la competencia
legislativa.8 De acuerdo con la interpretación que desde un comienzo llevó a cabo el Tribunal
Constitucional, ello suponía que toda la legislación, entendida esta actividad en sentido
amplio, incluida la potestad reglamentaria de ejecución y desarrollo de las normas básicas o
mínimas de carácter legal, correspondía a los poderes y autoridades estatales.9Y que las
Comunidades Autónomas únicamente podían asumir las competencias de ejecución, entre las
que se consideraban integradas la organización de los servicios necesarios para el cabal
cumplimiento de aquella normativa, comprensiva a su vez de la facultad de creación de los
organismos, dependencias y entes administrativos oportunos, así como para la adopción de
los pertinentes reglamentos internos de organización; y, en fin, la actividad de vigilancia y la
competencia sancionadora.10
En paralelo y en contrapartida, el calificativo “laboral” era objeto de una interpretación más
estricta, quedando restringido al ámbito de las relaciones de trabajo asalariado. De modo que
espacios de regulación que han ido adquiriendo cierta autonomía e identidad propia o que se
encuentran en la periferia de la ordenación de las relaciones laborales propiamente dicha o en
territorios limítrofes han ido siendo asumidos por las Comunidades Autónomas. Es el caso de
la disciplina del empleo, la formación, la regulación del trabajo no asalariado o prestado en
régimen no laboral como el trabajo autónomo, el cooperativo, el voluntario, el de las
profesiones liberales también en régimen autónomo o societario o buena parte del empleo
público.
Es sin duda laboral –y éste si es un dato de mayor relevancia ahora— la normativa
ordenadora de las instituciones del sistema de relaciones laborales. La libertad sindical y de
7
A la unidad, solidaridad e igualdad como principios inspiradores de la atribución de la competencia
legislativa en materia laboral al Estado español aluden M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO y Mª L.
PÉREZ GUERRERO, en “El reparto competencial entre el Estado y la Comunidad Autónoma
andaluza en materia de empleo: perspectivas tras el nuevo Estatuto de Autonomía”, TL nº100. 2009,
Vol.I, p.194.
8
Entre los estudios doctrinales clásicos en la materia pueden citarse, L.E. DE LA VILLA GIL y A.
DESDENTADO BONETE, “Delimitación de competencias Estado-Comunidades Autónomas en
materia de relaciones laborales y de Seguridad Social”, CDT núm.4, 1979; y Mª.E. CASAS
BAAMONDE, “Las competencias laborales de las Comunidades Autónomas en la Constitución y
Estatutos de Autonomía y su interpretación por el Tribunal Constitucional”, RL nº6, 1985.
9
Por ejemplo, la STC 57/1982, con reiteración de la doctrina contenida en las SSTC 18/1982,
35/1982 y 39/1982.
10
SSTC 249/1988 y 195/1996. Cfr. J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y presentación”, Legislación
social del Principado de Asturias (dir. J. GARCÍA MURCIA), Gobierno del Principado de Asturias, Lex
Nova, Valladolid, 2006, p.26.
5
asociación empresarial, el derecho a la negociación colectiva, la participación y
representación de los trabajadores en la empresa, el derecho a adoptar medidas de conflicto
colectivo y el derecho de huelga son, pues, materias laborales en el sentido del art.149.1.7ª
CE.11Por lo cual, el desarrollo legislativo de los derechos constitucionales sobre los que se
asientan tales instituciones –o la propia configuración legal de algunos de ellos—
corresponderá únicamente al Estado. Ello ha tenido su reflejo en los Títulos II y III del ET y en
la LOLS, fundamentalmente, además de en algunas normas preconstitucionales, que han
sobrevivido
hasta
el
momento
presente,
naturalmente
depuradas
en
su
constitucionalidad.12Dicho lo cual, conviene no obstante subrayar el hecho de que el ejercicio
de los derechos constitucionales en los que aquellas instituciones encuentran su fundamento,
y por consiguiente el desenvolvimiento natural de estas últimas, se asienta sobre el
reconocimiento y consagración del principio de autonomía colectiva,13piedra de toque de todo
el sistema, y precisamente por ello, al margen del esquema competencial a que se viene
aludiendo. Pero sobre este relevante aspecto del funcionamiento del sistema se insistirá más
adelante, pues resultará ser una de las claves del planteamiento que aquí se formula.
Por fin, otra previsión básica que hay que sopesar es la posibilidad de que las Comunidades
Autónomas ejerzan competencias para la organización de su propio gobierno. Pues bien, la
doctrina constitucional ha aclarado asimismo que en el ejercicio de esas facultades y
competencias –y con independencia del derecho a la participación institucional que reconoce
la LOLS a los sindicatos más representativos a nivel estatal y autonómico, y en parte para
compensar ese resabio “centralista”— las Autonomías podrán decidir integrar en los órganos
de autogobierno e instituciones de participación a organizaciones sindicales que no tengan
aquella condición. El Tribunal Constitucional razona de este modo con ocasión de la
resolución del problema de la calificación como normativa básica del régimen jurídico de
dichas Administraciones la referida a la determinación de las asociaciones que habrán de
Así lo recuerda recientemente, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO Y BRAVO FERRER, “Comunidades
Autónomas y negociación colectiva”, TL nº100/2009, Vol.I, pp.23 y ss.; y, específicamente referido a
la “intervención estatal estructural” en relación con el sistema de negociación colectiva, F. NAVARRO
NIETO, “Problemática de la estructura de la negociación colectiva en España”, TL nº100, 2009, Vol.II,
p.634.
12
Básicamente, el DLRT 1977, con el alcance que deriva de la STC 11/1981, de 8 de abril.
13
Véase, de nuevo, J. GARCÍA MURCIA, loc.cit., p.18.
11
6
participar en dichos órganos en representación de los intereses que les son propios. De modo
que la competencia en ese punto corresponde igualmente al Estado.14
Atentos a estas reglas sobre las competencias en materia laboral, la mayor parte de los
Estatutos de Autonomía15 –que no dejan de ser normas para la organización político14
Y en la STC 98/1985, tantas veces citada, pero también en otras posteriores como las SSTC
57/1989 y 140/1990.
15
La alusión a los respectos Estatutos de Autonomía habrá de entenderse referida a las siguientes
leyes: Ley Orgánica 2/2007, de 19 de marzo, de reforma del Estatuto de Autonomía para Andalucía
(«BOE» núm. 68, de 20 de marzo de 2007); Ley Orgánica 5/2007, de 20 de abril, de reforma del
Estatuto de Autonomía de Aragón («BOE» núm. 97, de 23 de abril de 2007;corrección de errores en
«BOE» núm. 294, de 8 de diciembre); Ley Orgánica 7/1981, de 30 de diciembre, de Estatuto de
Autonomía del Principado de Asturias («BOE» núm. 9, de 11 de enero de 1982), texto integrado con
las modificaciones operadas por Ley Orgánica 1/1994, de 24 de marzo («BOE» núm. 72, de 25 de
marzo; corrección de errores en «BOE» núm. 90, de 15 de abril), Ley Orgánica 1/1999, de 5 de enero
(«BOE» núm. 7, de 8 de enero) y Ley 20/2002, de 1 de julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley
Orgánica 1/2007, de 28 de febrero, de reforma del Estatuto de Autonomía de las Illes Balears («BOE»
núm. 52, de 1 de marzo de 2007; corrección de errores en «BOE» núms. 77, de 30 de marzo y 173,
de 20 de julio); Ley Orgánica 10/1982, de 10 de agosto, de Estatuto de Autonomía de Canarias
(«BOE» núm. 195, de 16 de agosto de 1982), texto integrado con las modificaciones operadas por
Ley Orgánica 4/1996, de 30 de diciembre («BOE» núm. 315, de 31 de diciembre de 1996; corrección
de errores en «BOE» núm. 61, de 12 de marzo de 1997) y Ley 27/2002, de 1 de julio («BOE» núm.
157, de 2 de julio); Ley Orgánica 8/1981, de 30 de diciembre, de Estatuto de Autonomía para
Cantabria (“BOE” núm. 9, de 11 de enero de 1982), texto integrado con las modificaciones operadas
por Ley Orgánica 11/1998, de 30 de diciembre («BOE» núm. 313, de 31de diciembre) y Ley 21/2002,
de 1 de julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley Orgánica 9/1982, de 10 de agosto, de Estatuto de
Autonomía de Castilla-La Mancha («BOE» núm. 195, de 16 de agosto de 1982), texto integrado con
las modificaciones operadas por Ley Orgánica 7/1994, de 24 de marzo («BOE» núm. 72, de 25 de
marzo), Ley Orgánica 3/1997, de 3 de julio («BOE» núm. 159, de 4 de julio) y Ley 26/2002, de 1 de
julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley Orgánica 14/2007, de 30 de noviembre, de reforma del
Estatuto de Autonomía de Castilla y León («BOE» núm. 288, de 1 de diciembre de 2007); Ley
Orgánica 1/1983, de 25 de febrero, de Estatuto de Autonomía de Extremadura («BOE» núm. 49, de
26 de febrero de 1983), texto integrado con las modificaciones operadas por Ley Orgánica 12/1999,
de 6 de mayo («BOE» núm. 109, de 7 de mayo) y Ley 28/2002, de 1 de julio («BOE» núm. 157, de 2
de julio); Ley Orgánica 1/1981, de 6 de abril, de Estatuto de Autonomía para Galicia («BOE» núm.
101, de 28 de abril de 1981), texto integrado con las modificaciones operadas por Ley 18/2002, de 1
de julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio), así como las LLOO de transferencia de competencias,
16/1995, de 27 de diciembre y 6/1999, de 6 de abril; Ley Orgánica 3/1982, de 9 de junio, de Estatuto
de Autonomía de La Rioja («BOE» núm. 146, de 19 de junio de 1982), texto integrado con las
modificaciones operadas por Ley Orgánica 3/1994, de 24 de marzo («BOE» núm. 72, de 25 de
marzo), Ley Orgánica 2/1999, de 7 de enero («BOE» núm. 7, de 8 de enero) y Ley 22/2002, de 1 de
julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley Orgánica 3/1983, de 25 de febrero, de Estatuto de
Autonomía de la Comunidad de Madrid («BOE» núm. 51, de 1 de marzo de 1983), texto integrado
con las modificaciones operadas por Ley Orgánica 10/1994, de 24 de marzo («BOE» núm. 72, de 25
de marzo), Ley Orgánica 5/1998, de 7 de julio («BOE» núm. 162, de 8 de julio) y Ley 30/2002, de 1 de
julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley Orgánica 4/1982, de 9 de junio, de Estatuto de Autonomía
para la Región de Murcia («BOE» núm. 146, de 19 de junio de 1982), texto integrado con las
modificaciones operadas por Ley Orgánica 4/1994, de 24 de marzo («BOE» núm. 72, de 25 de
marzo), Ley Orgánica 1/1998, de 15 de junio («BOE» núm. 143, de 16 de junio) y Ley 23/2002, de 1
de julio («BOE» núm. 157, de 2 de julio); Ley Orgánica 13/1982, de 10 de agosto, de Reintegración y
Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra («BOE» núm. 195, de 16 de agosto de 1982;
7
administrativa e institucional de las Comunidades Autónomas— incorporan una declaración
sobre sus propias competencias de ejecución de la legislación laboral del Estado. 16 Algunos
de ellos añadiendo el matiz de que con ello se asumen las facultades que en ese momento
ostenta el Estado en el ámbito de las “relaciones laborales” y en concreto las de organizar,
dirigir y tutelar los servicios necesarios para aquella ejecución.17
En el momento actual, consumado como se ha dicho el proceso de asunción de competencias
ejecutivas en plenitud en todos los territorios, el recuento de las mismas arroja el siguiente
resultado. En materia laboral las Administraciones o Autoridades laborales autonómicas
asumen con carácter general el conocimiento, tramitación y resolución de cuantos
expedientes o procedimientos exijan la intervención de la Autoridad laboral.18Y así, conocen
de los trámites de apertura, reapertura, alteración o modificación, ampliación o cierre de los
centros de trabajo, instalaciones y dependencias de la empresa, incluidos economatos y
comedores; se ocupan de cuantos aspectos de la contratación laboral imponen algún tipo de
intervención pública, de modo señalado, el registro de contratos, prórrogas y denuncias de los
mismos; autorizan la actuación de las ETT; reciben las comunicaciones sobre el desarrollo de
trabajo nocturno, la realización de horas extras, y ejercen competencias respecto de otras
cuestiones relativas a la jornada, calendarios y horarios de trabajo; se ocupan igualmente de
relevantes aspectos del trabajo de extranjeros y menores; intervienen en los traslados
colectivos y en la tramitación de los expedientes de regulación de empleo; y asumen
corrección de errores en «BOE» núm. 204, de 26 de agosto), texto integrado con las modificaciones
operadas por Ley Orgánica 1/2001, de 26 de marzo («BOE» núm. 75, de 28 de marzo; Ley Orgánica
3/1979, de 18 de diciembre (Jefatura del Estado), de Estatuto de Autonomía para el País Vasco
(«BOE» núm. 306, de 22 de diciembre de 1979); Ley Orgánica 1/2006, de 10 de abril, de reforma de
la Ley Orgánica 5/1982, de 1 de julio, de Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana («BOE»
núm. 86, de 11 de abril de 2006); y Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de
Autonomía de Cataluña («BOE» núm.172, de 20 de julio de 2006).
16
Así, el art.12.10 del Estatuto del Principado de Asturias; el art.32.11 del Estatuto de las Illes
Balears; el art.33.2 del Estatuto de Canarias; el art.26.11 del Estatuto de Cantabria; el art.33.11 del
Estatuto de Castilla-La Mancha; el art.76.1 del Estatuto de Castilla y León; el art.9.11 del Estatuto de
Extremadura; el art.11.3 del Estatuto de La Rioja; el art.28.1.12 del Estatuto de Madrid; o el art.12.10
del Estatuto de Murcia. En un alarde de precisión y detalle el art.170 del Estatuto de Cataluña, bajo el
título de “trabajo y relaciones laborales”, enumera todas las competencias ejecutivas que asume la
Generalitat.
17
Art.12.2 del Estatuto del País Vasco; art.veintinueve. uno del Estatuto de Galicia; art.58.1 b) de la
LO 13/1982, de 10 de agosto, de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra;
art.51.1.1ª Estatuto de la Comunidad Valenciana.
18
Un recuento exhaustivo en, J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y presentación”, Legislación social
del Principado de Asturias, cit., pp.28 y ss.
8
igualmente un trascendente papel en relación con la materia relativa a la prevención de
riesgos y seguridad y salud en el trabajo.
Tiene mayor interés, de todos modos, hacer aquí el repaso de las competencias
administrativas de mera ejecución referidas al funcionamiento del sistema de relaciones
laborales, que habrá no obstante de completarse y sobre todo matizarse con lo que luego se
dirá sobre los marcos autonómicos y sobre la interacción de la actuación administrativa y las
propias instituciones del sistema. Por de pronto merece la pena recordar que muchas de esas
facultades de actuación por parte de la Administración laboral constituyen una muestra
residual del intervencionismo que caracterizó el período histórico precedente, y que aún
pervive aunque desprovisto del sentido y alcance o de las connotaciones que tuvo en el
sistema corporativo, gracias a los arduos esfuerzos doctrinales y al cambio de estilo y actitud
en todos los agentes, sociales e institucionales, autoridades e instancias de gobierno, que
intervienen y se interrelacionan en el desenvolvimiento cotidiano de las relaciones laborales.
Las Comunidades Autónomas se ocupan, así, del depósito de estatutos sindicales y de las
asociaciones empresariales que operen o circunscriban su ámbito de actuación a su territorio
en la oficina pública correspondiente, y asumen las competencias conexas en relación con la
publicidad, la subsanación de defectos, o la denegación del depósito (art.4.1 LOLS y arts.1 y 2
LAS). También llevan a cabo los actos de gestión, cesión, alteración y revocación relativos a
los bienes y derechos integrantes del patrimonio sindical acumulado (art.6.1 de la Ley 4/1986).
E igualmente en el ámbito de los derechos de sindicación y actividad sindical, se ocupan de
expedir las certificaciones sobre el nivel de representatividad de las organizaciones que
necesiten acreditar tal extremo para una concreta actuación o el ejercicio de sus derechos
(d.ad.1ª LOLS).
Específicamente en relación con los procesos de elecciones sindicales y con el ejercicio de
las facultades y atribuciones de los órganos de representación unitaria de los trabajadores, las
autoridades laborales, que serán las autonómicas, asumen competencias como la recepción
de la comunicación de promoción de las elecciones –el conocido preaviso electoral—, y el
registro de las actas con los resultados electorales (arts.67.1 y 75.6 ET); y a ellas habrán de
comunicarse asimismo las eventuales sustituciones, revocaciones, dimisiones y extinciones
de los mandatos de los miembros de aquellos órganos de representación (art.67.5 ET). Por
último, la Administración laboral conserva una curiosa competencia, más jurisdiccional que
9
administrativa o ejecutiva en sentido estricto, que es la resolución de las discrepancias que
puedan surgir en relación con el derecho de los representantes al uso de un local y un tablón
en el centro de trabajo. La explicación quizá se encuentre en que para dirimir tales
controversias el factor más relevante que hay que tener en cuenta no es tanto jurídico como
físico o locativo, al depender sobre todo de las condiciones de las instalaciones de la
empresa, para lo que el conocimiento técnico del que disponen los órganos competentes de la
Administración resulta más idóneo u operativo. Además de la mayor celeridad con que podrá
resolverse la referida discrepancia.
Mucho más trascendente, sin duda, por su complejidad y capacidad de incidencia en el
devenir de las relaciones laborales y en la garantía de ciertos derechos básicos es la
intervención de las Autoridades laborales en relación con los conflictos colectivos de trabajo o
el ejercicio del derecho a la huelga. Para empezar, la Administración laboral recibe la
comunicación del acuerdo de declaración de huelga y la decisión empresarial de cierre, en su
caso, habiendo de ordenar mediante la correspondiente resolución la reapertura del centro o
reanudación de actividades, de conformidad con lo dispuesto en la legislación del Estado
(arts.3.3 y 13.1 DLRT); participa en la fijación de los servicios mínimos en las huelgas en
servicios esenciales (art.10.2 DLRT);19y puede decretar el arbitraje obligatorio en los
supuestos a que alude el art.10.1 DLRT.20 Respecto de los conflictos colectivos, además del
procedimiento administrativo que regulan los arts.17 y ss. DLRT, el RDL 5/1979, de 26 de
enero, desarrollado por el RD 2756/1979, de 23 de noviembre, establecía procedimientos de
conciliación, mediación y arbitraje con la intervención del extinto IMAC, al que han sucedido
organismos equivalentes, con denominaciones diversas, en todas las Administraciones
autonómicas, que asumen además la conciliación administrativa previa al procedimiento
jurisdiccional (arts.63 y ss., y 153 LPL). Y, en fin, al margen del recurso a los procedimientos
extrajudiciales de solución de los conflictos institucionalizados, seguramente las propias
partes en conflicto pueden decidir que sea la Administración la que intervenga como
mediadora con base en lo dispuesto genéricamente en los arts.85 y 91 ET. Sin olvidar el
19
Aclarada la competencia autonómica desde la STC 33/1981, seguida de otras posteriores; sin
perjuicio de la que pueden tener igualmente las autoridades locales (STS cont.-adm., de 1 de octubre
de 2003).
20
SSTS, cont.-adm., de 9 de mayo de 1988 y 29 de enero de 2001. Cfr. A. MARTÍN VALVERDE, F.
RODRÍGUEZ-SAÑUDO GUTIÉRREZ y J. GARCÍA MURCIA, Derecho del Trabajo, 17ª ed., Tecnos,
Madrid, 2008, pp.393y 394.
10
apoyo que los poderes públicos prestan al procedimiento de arbitraje electoral diseñado en el
art.76 ET.21
Con afán de respeto exquisito y no interferencia en la autonomía colectiva de los
representantes de los trabajadores y empresarios, la Autoridad laboral desarrolla aun hoy un
papel de cierta relevancia en relación con la negociación colectiva. Toma cuenta, por ejemplo,
del inicio del proceso mediante el registro de la copia que incorpora la solicitud o iniciativa de
promoción del mismo por cualquiera de la partes legitimadas; puede intervenir –como ya se
ha dicho— como mediadora en cualquier momento del transcurso de las negociaciones si las
partes así lo deciden; y se ocupa de la tramitación final del convenio ya suscrito, registrándolo,
procediendo a su depósito y ordenando su publicación oficial y gratuita en el correspondiente
diario oficial, al igual que ocurre con los acuerdos de adhesión a otro convenio ya vigente en
distinto ámbito, si esa es la decisión final o la técnica preferida por los negociadores (arts.89.1,
90.2 y 92.1 ET). Destaca, para concluir, el papel de los organismos laborales autonómicos en
la información y resolución de los procedimientos de extensión de los convenios colectivos, y
en el ejercicio del control de legalidad del convenio colectivo (arts.92.2 y 90.5 ET). Este último,
sobre todo, y si se ejercita verdaderamente y a fondo,22 puede actuar como una especie de
mecanismo de “regulación negativa”, y tiene una indudable incidencia en el propio proceso
negociador; y aunque la calificación sobre la legalidad o ilegalidad del convenio la adopte un
órgano jurisdiccional, no deja de situar a la Administración en una relevante posición en la
definición de posibles contenidos convencionales. Luego se aludirá, no obstante, a otros
mecanismos e instrumentos mucho más decisivos para el logro de ese objetivo.
3. Declaraciones programáticas y proclamaciones de derechos sociales y laborales en
los Estatutos de Autonomía
Como no podía ser de otro modo, el primer conjunto de declaraciones significativas que
suelen contenerse en los Estatutos de Autonomía aparecen referidas, por un lado, a la
necesidad de conjugar el reconocimiento de los particularismos territoriales –históricos,
culturales, lingüísticos o de cualquier otra índole—, así como de los ámbitos de autonomía y
autogobierno con la proclamación contenida en el artículo 139.1 CE según la cual todos los
21
Un sucinto repaso de todas esas posibilidades de intervención administrativa en conflictos, en J.
GARCÍA MURCIA, loc.cit., pp.20 y ss.
22
En la práctica parece que cada Autoridad laboral, la central y las autonómicas, tienen sus propios
estilos, consignas y formas de hacer a ese respecto.
11
españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del
Estado.23 Aunque luego, de la lectura comparada de los diferentes textos, se alcance en
muchos casos con suma facilidad la conclusión contraria. Precisamente, es el afán de
diferenciación al alza de los ciudadanos en el plano de los derechos, ventajas y beneficios
políticos, económicos, sociales, culturales, lingüísticos, entre otros, el que clara y
contundentemente inspira algunas de las recientes versiones de los textos estatutarios más
significativos. Este particular sesgo unido a un lenguaje netamente retórico, y quizá a un cierto
vacío de poder real, explica que se les haya dedicado, por parte de algunos sectores
claramente reacios al reforzamiento autonomista, el calificativo de textos “marcadamente
ideologizados”.
Otro enunciado básico añadido al anterior consiste en que la interpretación, aplicación y
desarrollo de esos derechos y principios habrán de verificarse de acuerdo y sin menoscabo de
los que se contienen en la Constitución y en los tratados y convenios internacionales
ratificados por España, algunos de los cuales, en ocasiones, se citan expresamente, cuando
no se hace remisión al propio texto constitucional.24 El papel que como criterio integrador del
ordenamiento interno y canon hermenéutico en relación con el alcance y significado de los
derechos básicos y libertades fundamentales de la persona puedan desenvolver esos textos
internacionales sin la menor duda alcanza al ámbito que nos ocupa.
Por fin, a estos postulados de partida se suele sumar la afirmación de que el reconocimiento y
defensa de todos esos valores, principios y derechos no podrá suponer alteración de la
atribución y distribución de competencias realizada por el propio texto de la Norma
Fundamental ni la creación de nuevos títulos competenciales o la modificación de los
existentes. Lo cual no deja de ser, una vez más, una declaración de alcance más bien
retórico, puesto que ningún Estatuto ni cualquier otra norma autonómica están capacitados
para violentar el texto de la Constitución, ni en materia de distribución competencial ni en
ninguna otra, so pena de tener que someterse a un proceso de inconstitucionalidad. De mayor
impacto resulta, en cambio, el compromiso de efectividad de los principios rectores de las
23
En el art.6 del Estatuto de Navarra, por ejemplo, se hace hincapié en esa igualdad de derechos de
los navarros con los demás españoles.
24
Art.6.1 Estatuto de Autonomía de Aragón; art.9.1 Estatuto de Asturias; art.5.1 Estatuto de
Cantabria; art. 4. Uno del Estatuto de Castilla-La Mancha; art.8.1 Estatuto de Castilla y León; art.4
Estatuto de Cataluña; art.6.1 Estatuto de Extremadura; art. Cuarto del Estatuto de Galicia; art.7
Estatuto de La Rioja; art.7 Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.9 Estatuto de la Región de
Murcia; art.9.1 Estatuto del País Vasco; art.8.1 Estatuto de la Comunidad Valenciana.
12
políticas públicas de ámbito autonómico, cuyo reconocimiento y protección, se dice en algún
caso, informará las normas legales y reglamentarias, la práctica judicial y la actuación de los
poderes públicos en general, pudiendo ser alegados ante jueces y tribunales de conformidad
con lo dispuesto en las leyes que los desarrollen.25
Es asimismo una especie de seña de identidad, sobre todo en los Estatutos de nuevo cuño, la
coincidencia en reproducir o reformular algunos de los principios inspiradores y valores
superiores del ordenamiento que ya están presentes en la Constitución Española. Y así
aparecen expresamente aludidos como objetivos básicos o principios rectores de las políticas
públicas autonómicas la libertad, la justicia, la igualdad, la paz, la solidaridad, la cohesión
social, la dignidad de la persona y la defensa de los derechos humanos, incluida la protección
frente a la explotación y los malos tratos. Complemento de todo ello es el compromiso de las
instituciones, autoridades y poderes públicos para hacer efectivos esos derechos y remover
los obstáculos que dificulten su plenitud. En honor a la verdad hay que decir que estas
declaraciones han podido tener un reflejo en la puesta en práctica de políticas autonómicas
con incidencia real en el funcionamiento de las instituciones y en la vida de los ciudadanos,
como luego se tendrá ocasión de comprobar.
Acorde con el carácter democrático y participativo de nuestro sistema constitucional, los
Estatutos de Autonomía no dudan en adscribirse al fomento de la participación de todos los
ciudadanos y de algunos particulares colectivos en la vida política, económica, cultural y
social; o de proclamar el compromiso explícito de garantizar que la igualdad entre hombres y
mujeres sea real y efectiva, incluso mediante la adopción de medidas de acción positiva.
Todas esas declaraciones de compromiso y buenas intenciones tienen en verdad una
incuestionable proyección en el ámbito de las relaciones laborales, sobre todo desde el
momento en que se alude de forma expresa a la erradicación de cualesquiera
discriminaciones, en especial, la laboral y por razón de sexo o género, entre todas las demás,
que también se contemplan, como es fácil de comprender. Cosa distinta es determinar en qué
actuaciones concretas se pueden reflejar esos propósitos. Se puede hacer mención al
contenido de alguna de las más prolijas normas estatutarias que sirven ahora de referente,26
en la que se enumeran con algo más de detalle e incluso algunas reiteraciones los objetivos
en que aquellos compromisos se traducen, tales como el pleno empleo estable y de calidad, la
25
26
Art.40 del Estatuto de Andalucía.
El Estatuto de Andalucía.
13
mejora de las condiciones de vida y trabajo de los ciudadanos de la Comunidad Autónoma, 27
la salvaguarda de la seguridad y salud laborales, la protección de la familia u otras formas de
convivencia, la preservación de la infancia y los derechos de los menores, la conciliación de la
vida laboral y familiar, la reserva de puestos de trabajo para las mujeres y las jóvenes
generaciones y la protección frente a la violencia de género;28 o la plena integración social,
económica y laboral de las personas discapacitadas, de los inmigrantes o de las minorías.29
27
Ésta, en el Estatuto de Aragón, en el de Asturias [art.9.2 b)]; el de La Rioja [art.7, Tres]; o el del
País Vasco [art. 9.2 b)].
28
El art.73.2 del Estatuto de Andalucía atribuye a la Comunidad Autónoma la competencia
compartida en materia de lucha contra la violencia de género, la planificación de actuaciones y la
capacidad de evaluación y propuesta ante la Administración central, el establecimiento de medidas e
instrumentos para la sensibilización sobre la violencia de género y para su detección y prevención,
así como la regulación de servicios y la aplicación de recursos propios para conseguir una protección
integral de las mujeres que hayan sufrido o sufran este tipo de violencia.
29
El art.16.2 del Estatuto de las Illes Balears alude a la aprobación mediante una Ley del Parlamento
autonómico de una Carta de Derechos Sociales de la Comunidad Autónoma, y en el art.16.3 se
contemplan, en el marco del reconocimiento y promoción de los derechos sociales, la protección de la
familia, los menores y jóvenes, las personas mayores y las situaciones de dependencia, los
inmigrantes, la marginación, pobreza y exclusión social, la igualdad de mujeres y hombres –en
especial en materia de empleo y trabajo—, y la violencia, sobre todo la de género. En el Estatuto de
Cantabria se incluye entre las competencias exclusivas, y junto a la asistencia, el bienestar social y el
desarrollo comunitario, la política juvenil, para las personas mayores y la promoción de la igualdad de
la mujer (art.24.22). También en el art.14.1 y 2 del Estatuto de Castilla y León, bajo la rúbrica de “no
discriminación por razón de género”, se establece el compromiso de introducir transversalmente el
principio de igualdad de género en todas las políticas autonómicas, así como de promover acciones
positivas para lograr la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, en concreto, en el ámbito
“laboral”, y en particular en relación con las víctimas de violencia. Ello se acompaña de la atribución
de una competencia exclusiva en la materia (art.70.11º), como también en relación con la promoción
y atención de las familias, la infancia, la juventud y los mayores, y de la atención de las situaciones de
discapacidad, dependencia y exclusión social. El art.10.2 y 3 del Estatuto de la Comunidad
Valenciana proclama, por un lado, la elaboración por medio de una Ley de Cortes de una Carta de
Derechos Sociales, centrando a su vez primordialmente la actuación de la Generalitat en la defensa
integral de la familia, los derechos de las uniones legalizadas, la protección social del menor, la no
discriminación de las personas con discapacidad, la participación y protección de la juventud y de las
personas mayores, la igualdad de derechos de hombres y mujeres, en particular en materia de
empleo y trabajo, y la protección contra la violencia, especialmente la de género y actos terroristas.
En el art.11 se insiste en la igualdad de mujeres y hombres, con referencia expresa a la
“compatibilidad de la vida familiar y laboral”. En el Estatuto de Cataluña, en un extenso art.40 titulado
“protección de las personas y de las familias”, se menciona igualmente la conciliación, el acceso de
los jóvenes al mundo laboral, la protección de las personas con discapacidad, las personas mayores
y la promoción de la igualdad en toda su extensión. En el art.26.1.23 del Estatuto de Madrid se
atribuye competencia exclusiva a la Comunidad Autónoma para la promoción y ayuda a la tercera
edad, emigrantes, minusválidos y demás grupos sociales necesitados de especial atención, mientras
que en el apartado 1.25 del mismo precepto se hace lo propio en relación con la promoción de la
igualdad de la mujer. El art.44.18 de la LO 13/1982, de 10 de agosto, de Reintegración y
Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra se delimita asimismo una competencia exclusiva de
dicho territorio en relación con el desarrollo comunitario, la condición femenina, la política infantil y
juvenil y de la tercera edad; y en idénticos términos, el art.10.39 del Estatuto del País Vasco.
14
Sigue siendo el Estatuto andaluz el que insiste y abunda en el compromiso de los poderes
públicos en la protección de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores en todos
los sectores de actividad; y en la igualdad de oportunidad de las mujeres en el empleo, lo que
circunscrito o referido específicamente a las condiciones de trabajo –en particular las
retribuciones— y a la no discriminación en razón del embarazo o la maternidad irrumpe de
lleno en el ámbito de lo laboral. Lo mismo o algo muy parecido ocurre cuando se habla de
conciliación de la vida laboral y familiar;30o del derecho al descanso y al ocio, en conexión con
el derecho constitucional al trabajo.31
No menos dudas podría suscitar una previsión como la contenida en el art.70 de ese mismo
Estatuto que se refiere a la promoción de la participación de los trabajadores en las empresas,
y el acceso a la información sobre los aspectos generales y laborales que les afecten. Que, o
no significa novedad ni añadido, o atañe a una materia típicamente laboral, a la que alude el
Titulo II del Estatuto de los Trabajadores, bien es verdad que el precepto de apertura de dicho
Título se cuida en decir que el marco de participación y representación legal que diseña la
norma estatal no excluye “otras formas de participación”. Con cierto esfuerzo interpretativo y
algunas incógnitas podría abrirse paso la posibilidad de establecer sistemas autonómicos de
participación y representación de los trabajadores en las empresas.
Como viene siendo habitual, junto al andaluz resulta obligada la mención del Estatuto de
Cataluña, que ha servido de clara inspiración para los textos posteriores. 32El texto catalán ya
en su art.45 contiene genéricas declaraciones en materia socioeconómica que atañen
realmente a la materia laboral, por ejemplo cuando encomienda a los poderes públicos la
adopción de medidas que garanticen los derechos laborales y sindicales de los trabajadores,
su participación en las empresas y la de las organizaciones sindicales y empresariales en la
definición de las políticas públicas que les afecten; la ocupación y la estabilidad laboral, la
formación, la prevención de riesgos y la seguridad y la salud laborales, el derecho a unas
30
También el art.26 del Estatuto de Aragón, bajo el enunciado de empleo y trabajo, alude
conjuntamente a la promoción del pleno empleo de calidad, a la seguridad y la prevención, la
igualdad de oportunidades en el acceso al empleo y las condiciones de trabajo, la formación y
promoción profesionales y la conciliación de la vida familiar y laboral.
31
Art.26.1 d) Estatuto de Andalucía.
32
A día de hoy resulta casi imposible pronosticar el futuro del propio Estatuto catalán, no digamos del
resto de los textos autonómicos que se miraron en él, y que no han sido objeto de recurso de
inconstitucionalidad alguno.
15
condiciones de trabajo dignas, la garantía del descanso necesario y las vacaciones retribuidas
o la no discriminación por razón de género.
En algunos Estatutos, en fin, las políticas de juventud suponen la atribución a las
Comunidades Autónomas de competencia exclusiva para adoptar medidas de promoción de
la integración de los jóvenes, entre ellas, iniciativas normativas dirigidas a lograr el acceso de
aquellos al trabajo.33
En ocasiones, algunos de esos propósitos o declaraciones programáticas se recogen a su vez
en el diseño de concretas políticas públicas, como es el caso paradigmático de las políticas de
género, lo que explica o justifica la atención que aquí se dedica a ese asunto. Y así, el art.73.1
del Estatuto de Andalucía, tras declararse respetuoso de la competencia estatal delimitada por
el art.149.1.1ª CE, asume competencia exclusiva en ese ámbito, en el que en todo caso
considera incluida la planificación y ejecución de normas y planes en materia de políticas para
la mujer, así como el establecimiento de acciones positivas para erradicar la discriminación
por razón de sexo. También el Estatuto de las Illes Balears declara la competencia exclusiva
de la Comunidad Autónoma en materia de protección social de la familia, conciliación de la
vida familiar y laboral y políticas de género (art.30.16 y 17).
Pero es de nuevo el Estatuto de Cataluña el que establece el marco de referencia más
ambicioso y completo en el ámbito de la defensa del principio de igualdad y no discriminación
entre mujeres y hombres, dedicando el art.41 específicamente a describir lo que se considera
supone introducir en las políticas públicas la “perspectiva de género”. El precepto citado
comienza por una genérica declaración del compromiso de los poderes públicos en la garantía
del cumplimiento del principio de igualdad, que será incorporado de manera transversal en
todas las políticas, con participación de los grupos y asociaciones de mujeres en la
elaboración y evaluación de las mismas.34 Y prosigue afirmando otro compromiso, el de
33
Art.74 Estatuto de Andalucía. Mucho más impreciso es el art.30.13 del Estatuto de las Illes Balears
que incluye una competencia exclusiva en materia de juventud pero referida al genérico diseño y
aplicación de políticas, planes y programas destinados a ella. También entre las competencias
exclusivas, el art.7.1.19 del Estatuto de Extremadura alude a la promoción de la participación libre y
eficaz de la juventud y de la mujer en el desarrollo político, social, económico y cultural. Y el
art.49.1.25ª y 26ª del Estatuto de la Comunidad Valenciana, sin mayores precisiones, incluye juventud
y promoción de la mujer.
34
El art.153 del Estatuto catalán delimita ya la competencias exclusiva de la Generalitat en relación
con las políticas de género, que incluirán de modo general la planificación, diseño, ejecución,
evaluación y control de normas, planes y directrices generales en materia de políticas para la mujer,
16
fomento del reconocimiento del papel de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, incluido
el socio-económico, que enlaza con el viejo propósito de valorar en términos económicos el
trabajo de cuidado y atención en el ámbito doméstico y familiar. Además de otras cuestiones
sin conexión con la materia laboral, se insiste, en fin, en la necesidad de hacer frente de modo
integral a todas las formas de violencia contra las mujeres y los actos sexistas y
discriminatorios. Pero con todo lo que suponen estas declaraciones de riesgo de bordear
algunas competencias estatales, la que con toda probabilidad no ofrece dudas de incurrir en
una invasión competencial es la referida a la garantía de igualdad en las condiciones de
trabajo, incluida la retribución y la no discriminación de las mujeres por causa del embarazo o
la maternidad. Salvo que la actuación autonómica en este punto se limite a la acción política,
a la promoción, el fomento, la recomendación, el incentivo o acciones similares. Lo cual
enlaza, dicho sea de paso, con un grupo de previsiones de especial interés y relevancia
práctica, que es el referido al reconocimiento del papel del diálogo y la concertación social.
Pero sobre todas estas cuestiones se volverá con mayor grado de concreción al aludir al
funcionamiento de las instituciones del sistema de relaciones laborales en el ámbito de las
Autonomías.
Por concluir este apartado, un buen número de Estatutos se refieren también de forma
expresa a las relaciones con otras Comunidades Autónomas, a su papel en el contexto
internacional y a su presencia y relaciones con las instituciones y el derecho de la Unión
Europea, lo que, al menos en una primera aproximación, no puede excluir los aspectos de
ordenación de las relaciones de producción y la materia de índole laboral, y atañe sin duda
igualmente al desenvolvimiento del sistema de relaciones laborales y la ordenación y el
funcionamiento de sus instituciones.
4. Los marcos autonómicos de relaciones laborales
Son varios los presupuestos a los que hay que prestar atención para examinar la posibilidad
de referirse a la eventual existencia o conformación de los que se han dado en llamar “marcos
autonómicos de relaciones laborales”,35 entendidos como un singular y específico entramado
institucional, y unas políticas públicas y prácticas propias, capaces de incorporar y servir como
así como el establecimiento de acciones positivas para conseguir erradicar la discriminación por
razón de sexo que tengan que ejecutarse con carácter unitario para todo el territorio de Cataluña.
35
En la doctrina, por todos, puede verse J. LÓPEZ LÓPEZ, Marco autonómico de relaciones laborales y de
protección social, Marcial Pons, Madrid, 1993.
17
canal de expresión de la identidad y de una forma peculiar de organizar y dinamizar el
funcionamiento del sistema dentro de cada territorio. Sobre todo, de algunos de ellos con más
tradición en el establecimiento de rasgos propios y diferenciales, también en este concreto
ámbito.
Por de pronto, hay que partir de que el funcionamiento de los sistemas compromete y afecta
al principio de unidad económica del Estado, con el riesgo cierto de fracaso para las políticas
económicas comunes. No hace falta poner excesivamente el acento en la virtualidad que este
peligro adquiere en momentos de crisis, no sólo ahora, sino ya en plena época de la transición
democrática. Ello explica en cierto modo la tensión centralista o centralizadora introducida por
el recurso a algunos instrumentos que entonces se pusieron en juego y que han caracterizado
desde ese momento al sistema español. En especial los grandes acuerdos marco de
concertación social, en cuyo papel más tarde se insistirá.
En un plano más formal, ya la STC 98/1985 calificó esta pretensión como una opción política
legítima pero no como una imposición constitucional, marcando con ello una línea de
separación entre el diseño territorial del Estado y el funcionamiento del sistema de relaciones
laborales. Es más, no puede dejar de insistirse en que la ordenación por ley de las
instituciones centrales del sistema, la regulación legal de los derechos de libertad sindical,
negociación colectiva, participación y representación de los trabajadores en la empresa,
huelga y conflicto, corresponde al Estado, puesto que se trata sin lugar a dudas de legislación
sobre materia “laboral”, además de constituir desarrollo de derechos fundamentales y básicos,
que han de inspirarse y respetar en su ordenación los principios de unidad constitucional e
igualdad. Criterios que rigen igualmente cuando esos derechos se refieran al personal al
servicio del sector público autonómico,36razón por la cual en este último caso las bases de esa
ordenación se encuentran también encomendadas al Estado.37
36
Aunque ya la STC 57/1982, a propósito de un Decreto del gobierno vasco sobre regulación
colectiva de las condiciones de trabajo de la Administración Local, había sostenido que la
determinación de las peculiaridades del derecho de sindicación de los funcionarios correspondía
únicamente al legislador estatal, pues implica desarrollo de un derecho fundamental, y ha de hacerse
en términos que aseguren la igualdad en su ejercicio; y, de otra parte, forma parte del régimen
jurídico de las Administraciones públicas y del régimen estatutario de sus funcionarios. Recoge esa
doctrina la relevante STC 98/1985.
37
Por todos, puede verse I. MARÍN ALONSO, “La estructura de la negociación colectiva en la
Administración Pública andaluza”, TL nº100, 2009, Vol.II, p.712; autora que además proporciona el
dato de que, salvo excepciones, las leyes autonómicas de función pública no regulan los derechos
colectivos de los funcionarios (p.713).
18
Resulta sumamente ilustrativo, a este respecto, lo que razona el Tribunal Constituciones,
entre otras muchas, en la STC 140/1990, dictada en un conflicto de competencia suscitado a
raíz de la aprobación del Decreto Foral 236/1984, de 21 de noviembre, del Gobierno de
Navarra, por el que se adoptaba el Reglamento para la Elección de los Órganos de
Representación de los Funcionarios. Pues bien, en dicha sentencia se afirma que la Ley
9/1987 –que acababa de ser modificada por la Ley 7/1990—, constituía la legislación básica
del Estado en la materia, y que a dicha normativa deberían acomodarse cuantas
disposiciones autonómicas mantuvieran una conexión con los derechos esenciales de los
funcionarios, en este caso, nada menos que con el de libertad sindical. Resulta asimismo de
gran interés advertir que en el voto particular que a esa sentencia se formula se va algo más
allá de lo razonado y resuelto por la mayoría, al cuestionarse un eventual derecho histórico de
Navarra a regular los derechos de representación colectiva de los funcionarios, competencia
que no se considera pueda sustraerse al límite general que impone el art.149.1.18ª CE. La
Ley 9/1987, además, había de considerarse en ese momento desarrollo de principios, valores
y derechos constitucionales que pretendían contribuir a configurar una función pública
adaptada al orden democrático, lo que parecía esgrimirse como argumento proclive a la
necesaria uniformidad y a la igualdad en todo el territorio nacional.
Pero, al mismo tiempo, resulta especialmente llamativo y significativo el hecho de que las
instituciones del sistema de relaciones laborales queden en su desenvolvimiento práctico al
margen del juego de la distribución de competencias. Todas ellas, de modo más o menos
directo, encuentran su fundamento constitucional en los arts.7, 28.1 y 37, 1 y 2 CE, y son
susceptibles de reconducir a la negociación colectiva, medio crucial de la acción sindical, al
ejercicio de los restantes derechos que integran el complejo contenido del derecho mismo de
libertad sindical y al concreto despliegue del principio de autonomía colectiva, que constituyen
–como ya se ha señalado— los ejes sobre los que gira el sistema en su integridad.
Es, por otro lado, la propia normativa estatal la que otorga relevancia al hecho autonómico
desde el momento en que regula la mayor representatividad –pieza clave para el correcto y
eficiente funcionamiento del sistema— en dos niveles, el estatal y el autonómico (arts.6 y 7
LOLS). Procurando, además, armonizar ese hecho diferencial con los intereses generales
otorgando presencia a los sindicatos más representativos de Comunidad Autónoma en el
conjunto del sistema nacional; y, al revés, considerando la posición de los sindicatos más
19
representativos a nivel estatal en el ámbito autonómico. De hecho, la tan citada STC 98/1985
sostiene que no invade competencias autonómicas ni obstaculiza las facultades de
autogobierno de las Comunidades Autónomas el reconocer la posibilidad de que los
sindicatos más representativos a nivel estatal tengan presencia en organismos de ámbito
autonómico.
Indicaciones adicionales imprescindibles, dados los factores en apariencia contradictorios que
confluyen en el tratamiento de estos problemas, apuntan en el sentido de garantizar que la
operatividad de los instrumentos de acción colectiva, no pueda actuar en detrimento del
régimen de competencias definido en relación con la materia laboral. Dicho en otras palabras,
que no puedan convertirse en “sucedáneo” del poder legislativo estatal, y que, por el contrario,
actúen como complemento y factor de cohesión, colaboración y enriquecimiento del propio
sistema estatal diseñado en sus rasgos generales por los principios y derechos consagrados
en la Constitución.38
Para un análisis más pormenorizado de cómo y en qué medida han podido llegar a
conformarse marcos autonómicos de relaciones laborales es imprescindible examinar el modo
en que algunas de las instituciones, las llamadas a cumplir un papel más significativo, han
encontrado posibilidades de desarrollo en los distintos territorios. A ello se dedicarán los
siguientes apartados.
5. La negociación colectiva autonómica
El punto de arranque para abordar cualquier análisis sobre la negociación colectiva en su
condición de elemento estructural del sistema de relaciones laborales con toda probabilidad
no puede ser otro que el de la afirmación de su carácter de verdadera pieza central y clave de
dicho sistema. La negociación colectiva es la expresión por excelencia de la autonomía
colectiva que la Constitución Española de 1978 en su art.37.1 atribuye a los representantes de
los trabajadores y de los empresarios, y que en su condición de poder autónomo de
organización, regulación y tutela de intereses se erige en la columna vertebral del entramado
de las relaciones laborales, la noción alrededor de la que giran y a partir de la cual se articulan
Con validez para cualquier territorio, vid. J. CRUZ VILLALÓN, “Las relaciones laborales en
Andalucía”, TL nº100, 2009, Vol.I, pp.41 y ss.
38
20
el resto de las instituciones laborales colectivas.39 Además de todo eso, el derecho a la
negociación es, ante todo, un medio crucial para la acción sindical, como se ha ocupado en
destacar la doctrina del Tribunal Constitucional en numerosas ocasiones, en una
interpretación sistemática de los arts.7, 28.1 y 37.1 CE,40con lo que ello supone en cuanto al
reconocimiento de una facultad o posibilidad de actuación integrante del contenido esencial y
propio de un derecho fundamental constitucionalmente consagrado y tutelado. Y esto es así,
se trate del conjunto del sistema, del marco estatal del mismo, delimitado a partir de las bases
institucionales que la propia CE contiene, define y consagra, o de cualquiera de los territorios
que componen el Estado español.
Para referirse a un eventual marco autonómico o sistema territorial de negociación colectiva, o
más modesta y realistamente para examinar las singularidades del papel de la negociación en
el ámbito de las relaciones laborales de las Comunidades Autónomas, hay que partir de tres
postulados básicos, el primero, sobre el que ya se ha tenido la oportunidad de insistir, que la
ordenación de los elementos estructurales del derecho a la negociación constituyen materia
laboral y su regulación legal corresponde al Estado. Aunque parezca un tanto ingenuo decirlo,
al marco que fija el Título III ET habrá, por tanto, que estarse, incluso cuando se negocie en
ámbitos territoriales inferiores al del Estado; y, en su caso, tomando en consideración lo que
puedan establecer los Acuerdos Marco e Interprofesionales o los acuerdos sobre materias
concretas a que alude el art.83.2 y 3 ET. Que, estos últimos sí, podrían haber sido adoptados
específicamente en el ámbito de una Comunidad Autónoma, como a veces ha ocurrido en la
práctica. De todos modos, específicamente en materia de negociación colectiva el
protagonismo, sobre todo en estos últimos años, y fuera de ámbitos como la función o el
empleo públicos, ha correspondido a los sucesivos Acuerdos Interconfederales para la
Negociación Colectiva, que son, como se sabe, de carácter estatal.
El segundo dato importante que conviene retener es que el contenido posible del convenio
colectivo en su integridad se encuentra sometido al principio de legalidad, al necesario respeto
a la ley (art.85.1 ET). Con independencia o sin entrar en la polémica relativa a si la única
manera de concebir el convenio en nuestro ordenamiento es integrado en el sistema de
39
El acervo doctrinal sobre el papel de la negociación colectiva en nuestro país es, como de sobra se
sabe, inmenso y de un valor inconmensurable. Pero, entre todos, puede verse la obra de F. VALDÉS
DAL-RE, Relaciones laborales, negociación colectiva y pluralismo social, MTSS, Madrid, 1996.
40
Por todas, y con referencia a la doctrina constitucional precedente, puede verse la STC 238/2005.
21
fuentes de la relación laboral como una norma jurídica más.41Teniendo en cuenta que el
contenido natural y propio del convenio es por excelencia la ordenación de la relación
individual de trabajo asalariado, de las condiciones de trabajo y productividad, de los derechos
y deberes que para las partes se derivan del contrato de trabajo, el bloque de legalidad que
aquí entra en juego sigue siendo en su mayor parte legislación o normativa estatal. Dicho de
otro modo, el grueso del marco de referencia del convenio en el que los sujetos negociadores
se fijan y al que deben sujetarse para establecer los diferentes contenidos o materias
susceptibles de negociación está regulado en normas y disposiciones emanadas del Estado.
No se quiere decir con ello que el convenio no pueda abordar la regulación de materias en las
que las Comunidades Autónomas asumen competencias de ejecución y desarrollo, tales
como el empleo o la prevención de riesgos y la seguridad y salud, por poner algún ejemplo
significativo. Pero se trata sin duda de cuestiones respecto de las que la propia actividad
negociadora –quizá con alguna excepción— no ha llegado ni con mucho al desarrollo de
contenidos y al despliegue de posibilidades que sí ha puesto en evidencia en relación con
otras materias más clásicas, netamente laborales.42
En sentido contrario o complementario de cuanto aquí se constata, y como ya se ha advertido,
interviene la garantía o prevención para que el juego de la autonomía colectiva, la
participación institucional o la puesta en práctica del diálogo social no actúen en modo alguno
como mecanismos de fuga para eludir la delimitación competencial que respecto de la materia
laboral fija la Constitución, y que permite a las Comunidades Autónomas asumir estrictamente
las competencias ejecutivas en relación con dicha materia. Ni siquiera para determina la
acción política de aquéllas o atribuir facultades o funciones a sus órganos e instituciones de
autogobierno al margen de ese sistema de competencias. Aunque, como luego se apuntará,
sí tengan esas instituciones y la mutua interacción entre las mismas –acción política,
participación, concertación y diálogo social— una decisiva y en absoluto despreciable
41
Una reformulación de la teoría contractual sobre el convenio colectivo y un intento de explicación y
superación de las tesis normativistas los ha llevado a cabo con profundidad y seriedad recientemente
J. LAHERA FORTEZA, Normas laborales y contratos colectivos, Ed. Reus, Madrid, 2008.
42
Respecto del papel del convenio en relación con la prevención de los riesgos laborales y la
seguridad y salud en el trabajo es clarificador el balance que llevan a cabo G. TUDELA
CAMBRONERO y Y. VALDEOLIVAS GARCÍA, La Seguridad y la Salud en la negociación colectiva,
CCNCC, Informes y estudios, MTIN, Madrid, 2009; y, con abundante cita de trabajos precedentes,
A.B. MUÑOZ RUIZ, El sistema normativo de prevención de riesgos laborales, Lex Nova, Valladolid,
2009, pp.265 y ss.
22
capacidad de influencia en los estilos y actitudes de la negociación y en los contenidos
concretos de los convenios colectivos suscritos en cada ámbito autonómico.43
Un tercer elemento central de la propia ordenación de la negociación colectiva que viene al
caso traer aquí a colación es el que atañe a la estructura y articulación de la misma en
diferentes unidades de negociación o ámbitos funcionales y –sobre todo, y por lo que ahora
interesa— territoriales.44 Referido a esta trascendental cuestión y a la incidencia de la misma
en la posible conformación de una identidad negociadora territorial o autonómica, de nuevo
hay que empezar afirmando que a la estructura de la negociación se refieren sucintamente y
de manera no excesivamente clara unas pocas reglas contenidas en el Título III ET. Y que el
entramado de convenios, el tejido de nuestra negociación colectiva, resulta de la aplicación y
puesta en práctica de esas pocas pautas o indicaciones en los concretos procesos de
negociación, además de ser producto de la tradición corporativa precedente y de la estructura
organizativa de las representaciones profesionales en el seno del Sindicato Vertical.45 En el
momento presente, de conformidad que la regla de partida en esta materia, 46 como ocurre en
tantas otras, la selección de la unidad de negociación y el ámbito del convenio resultante de
esa inicial decisión es autónoma, esto es, corresponde a la libre opción y decisión de las
propias partes negociadoras, de los sujetos que se proponen iniciar un proceso de
negociación colectiva concreto. Eso sí, siempre que su capacidad y legitimación se
correspondan con el ámbito funcional y territorial seleccionado o inicialmente delimitado,
puesto que el sistema legal español de negociación colectiva se basa en la correspondencia
entre tres elementos básicos, la especial legitimidad y capacidad representativa de los sujetos
a quienes se reconoce la posibilidad de negociar convenios de eficacia general, el ámbito de
43
Así lo pone de relieve, partiendo de la doctrina contenida en la STC 35/1982, M. RODRÍGUEZPIÑERO Y BRAVO FERRER, loc.cit., p.31.
44
Para el análisis de este concreto aspecto del sistema, sin perjuicio de otros estudios, resulta
imprescindible el trabajo ya citado de F. NAVARRO NIETO, “Problemática de la estructura de la
negociación colectiva en España”, loc.cit., pp.629 y ss.; y, desde un punto de vista más general, el
mismo autor en F. NAVARRO NIETO, La estructura de la negociación colectiva: marco jurídico y
disciplina contractual, Editorial Bomarzo, Albacete, 2009; con anterioridad, pueden citarse los de A.
MARTÍN VALVERDE, “Estructura y proceso de la negociación colectiva”, Revista y Economía y
Sociología del Trabajo nº18, 1992; y J. RIVERO LAMAS, “Estructura y funcionamiento de la
negociación colectiva tras la reforma laboral de 1997”, REDT nº89, 1998.
45
Véase F. NAVARRO NIETO, La estructura de la negociación colectiva: marco jurídico y disciplina
contractual, cit., pp.11 y ss., y la bibliografía que allí se cita, particularmente la obra de F. VALDÉS
DAL-RÉ, “Crisis y continuidad en la estructura de la negociación colectiva”, en Relaciones laborales,
negociación colectiva y pluralismo social, MTAS, Madrid, 1996.
46
Art.83.1 ET.
23
aplicación del convenio y la propia eficacia reforzada del convenio colectivo de trabajo
negociado conforme a las reglas contenidas en el Título III del ET.47
La siguiente clave para entender el diseño de la estructura negocial española es que, en
correspondencia con el reconocimiento de ese espacio de libertad, con la autonomía de los
sujetos y con la propia estructura organizativa interna de los sindicatos y patronales que
negocian, no se puede detectar ni hablar de la existencia de una ordenación jerárquica de los
distintos productos de la negociación, ni conforme a criterios funcionales, ni territoriales ni
siquiera derivados de la trascendencia o relevancia de las materias incorporadas a los
respectivos contenidos de los distintos tipos de convenios y acuerdos colectivos. De manera
que el establecimiento de criterios de racionalización o reglas de prelación o preferencia
aplicativa, en buena medida, quedan en manos de los propios agentes sociales, de los sujetos
con capacidad para negociar, sometidos a escasísimas pautas legales, poco ordenadas y
menos claramente formuladas. Veamos cuáles serían esas pautas. Pueden inducirse algunas
orientaciones de los preceptos que se refieren a concretas condiciones de trabajo o aspectos
de la ordenación de las relaciones laborales, que en ocasiones aluden con preferencia al
convenio sectorial estatal, pero que no excluyen en principio la posibilidad de abordar todas
esas cuestiones en convenios colectivos de ámbito inferior, incluido el de empresa, siquiera
sea con carácter supletorio. A ello ha de añadirse la existencia de algunas remisiones directas
a este último ámbito, el empresarial, para regular, fijar o concretar algunas de esas u otras
cuestiones, materias o aspectos, cuando no para permitir el descuelgue e inaplicación de las
cláusulas del convenio, cumpliéndose ciertos presupuestos de fondo o sustantivos y
exigencias de procedimiento.
Casi se podría decir que la única regla tajante de articulación u ordenación de la estructura de
la negociación colectiva que se contiene en el ET es la prohibición de concurrencia de
convenios de distinto ámbito, mediante el expediente de otorgar prioridad aplicativa al
convenio anterior en el tiempo. Aunque también aquí la jurisprudencia y la doctrina han ido
introduciendo infinidad de matices a la hora de interpretar el alcance del enunciado del
ciertamente complejo art.84 ET. El inconveniente de este precepto es que, en su redacción
47
En parte lo subraya la STC 57/1989, con referencia a la anterior STC 12/1983, que aclara o explica
el sentido de la precisión que la regulación contenida en el Estatuto de los Trabajadores en relación
con la legitimación para negociar hace de lo dispuesto mucho más genéricamente en la LOLS,
cuando regula la mayor representatividad a nivel estatal y autonómico y establece las consecuencias
derivadas de esa condición o cualidad.
24
original difícilmente ha podido constituir un elemento de racionalización, simplificación u
ordenación de la estructura de la negociación colectiva española. Todo lo más, ha podido
tener alguna virtualidad y eficacia para resolver concretos problemas de aplicación de
convenios colectivos de ámbitos secantes o parcialmente coincidentes. Y además, por si eso
fuera poco, ha sido el precepto sobre el que el legislador decidió actuar para dar respuesta a
las demandas de los sindicatos con presencia y cierto peso en las Comunidades Autónomas,
como enseguida se dirá.
Un último elemento que ha de considerarse, quizá el más significativo al día de hoy, consiste
en la posibilidad autónoma –aunque ni impuesta ni siquiera verdaderamente fomentada a
pesar de lo dispuesto en los sucesivos AINC— de articular la estructura negocial mediante
acuerdos marco o convenios sectoriales estatales, según contempla y reconoce el art.83.2
ET. Ésta ha sido en verdad la vía para intentar frenar la incontestable e indeseada
preponderancia en nuestro sistema del convenio sectorial de ámbito provincial, e introducir un
elemento centralizador de la estructura de la negociación colectiva, que armonizase además
con las medidas anticrisis que los sucesivos pactos y acuerdos resultantes del diálogo social
pretendían introducir con cierto éxito.48Quizá merezca la pena aprovechar la ocasión para
aclarar que cuando desde el FMI –o desde entidades e instancias similares— se alude a la
“rigidez” de nuestro sistema y a la incidencia que a esos efectos tiene la “excesiva
centralización” de la negociación colectiva en puridad no están haciendo referencia a los
problemas reales de estructura que preocupan a la doctrina laboralista, a los responsables
políticos de impulsar el cambio del diseño normativo del sistema de negociación o a los
propios agentes sociales, sino simplemente a la inexistencia, insuficiencia o deficiente
operatividad –a su juicio— de los mecanismos de descuelgue de ciertas condiciones de
trabajo reguladas en convenio –particularmente las salariales— a nivel de empresa.
Pues bien, retomando lo que se decía hace un momento, el retoque o la reformulación del
enunciado del art.84 ET en la reforma de la normativa legal operada en virtud de la Ley
11/1994 buscaba precisamente dar respuesta a las demandas autonómicas de mayores
Ya se refiere al efecto centralizador de esas medidas, Mª.E. CASAS BAAMONDE, “Las
competencias laborales de las Comunidades Autónomas en la Constitución y Estatutos de Autonomía
y su interpretación por el Tribunal Constitucional”, loc.cit., p.1009; pero mucho más recientemente lo
constata, respecto de los Acuerdos Interconfederales para la negociación colectiva, J. CRUZ
VILLALÓN, “Las relaciones laborales en Andalucía”, loc.cit., p.46. Ver también, F. DURÁN LÓPEZ,
Concertación social y crisis económica: el modelo neocorporativo, Universidad de Córdoba, 1985; y
VV.AA. (dir. y coord. A. OJEDA), La concertación social tras la crisis, Ariel Barcelona, 1990.
48
25
espacios de respeto a la negociación por las organizaciones con presencia o peso específico
en dichos ámbitos. Y que aun cuando hubiere existido negociación sectorial al máximo nivel,
en el ámbito estatal, la regla de cierre al convenio posterior de un ámbito inferior que se
desprende de la prohibición de concurrencia no se aplicase o cediese para los convenios
sectoriales autonómicos. Con alguna excepción referida a materias no negociables en ningún
caso en niveles inferiores o más reducidos. Excepción ya de por sí de cariz centralizador, que
a su vez ha sido objeto de una especie de blindaje a través de la interpretación llevada a cabo
por los tribunales, que le han otorgado el carácter de regla indisponible para la propia
autonomía colectiva.49 En efecto, la reciente SAN de 12 de febrero de 2010, con referencia a
la STS de 22 de septiembre de 1998 (RJ 1998, 7576), recuerda que el párrafo segundo del
art.84 ET concede preferencia aplicativa al convenio inferior posterior siempre que sea de
ámbito superior a la empresa, y cuando las materias afectadas –o más bien “afectantes”— no
sean las que se enumeran en el párrafo tercero del propio art.84 ET. Y que ese mandato no
es disponible a través de los instrumentos contractuales que en el propio precepto se
mencionan, de manera que los pactos en contrario serían ineficaces, cualquiera que fueran
sus ámbitos territorial y funcional. En definitiva, las expresiones empleadas por el art.84 ET
dejan patente que tal disposición prevalece sobre el art.83.2 ET y que se trata de un precepto
de derecho necesario absoluto, no susceptible de alterar mediante convenios colectivos o
acuerdos interprofesionales.
Así y todo, las estadísticas sobre convenios colectivos arrojan resultados decepcionantes
desde ese estricto punto de vista; y, por el contrario, resulta fácil de advertir que en España se
mantiene el predominio o la hegemonía del convenio de ámbito provincial en detrimento de los
convenios estatales o de otros ámbitos territoriales, también, y sobre todo, del autonómico,
que es prácticamente insignificativo en el conjunto del tejido negocial español. 50Seguramente,
la razón de ser de este statu quo haya de buscarse también en las propias estructuras
Lo pone de relieve F. NAVARRO NIETO, “Problemática de la estructura de la negociación colectiva
en España”, loc.cit., pp.638 y ss.
50
Puede verse el dato comparativo del porcentaje de trabajadores afectados por convenios
provinciales, nacionales, de empresa y autonómicos, y la evolución desde el año 2002 al 2009, en la
gráfica que incluye el Boletín nº 19, enero-febrero 2010, del Observatorio de la negociación colectiva
de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos, MTIN, p.3; pero también lo pone de
relieve la doctrina, entre otros, el propio F. NAVARRO NIETO, loc.cit.; y también J. CRUZ VILLALÓN,
loc.cit., que subraya el hecho de que en el seno del Consejo Andaluz de Relaciones Laborales se
constituyese una comisión de racionalización y articulación de la negociación colectiva, precisamente
con el fin de corregir esa situación (pp.62 y 63).
49
26
organizativas internas de los sindicatos, más que de las patronales,51 y sus respectivos
planteamientos estratégicos; en algunas resistencias al cambio, en el temor a la pérdida de
poder de las organizaciones territoriales o a que la actividad negocial en ámbitos más amplios
no sea capaz de cubrir el espacio tradicionalmente ocupado por los convenios provinciales.
En suma, a factores que se añaden a todo lo dicho, pero que escapan al propio diseño legal
de la estructura de la negociación y a los espacios que en el mismo se hayan podido abrir
para facilitar un marco autonómico de negociación.
Da la impresión, por todo lo dicho, de que las mayores dificultades prácticas para la
conformación de marcos autonómicos de negociación colectiva provienen de la ordenación de
la estructura de la propia negociación y de las actitudes, decisiones estratégicas o
posibilidades de acción de los propios agentes sociales en cada ámbito o ante cada proceso
concreto. A pesar de todo, la potenciación de la autonomía colectiva como fuente de
regulación de los derechos y deberes de las partes en el contrato de trabajo y, en general,
como instrumento de ordenación del propio sistema de relaciones laborales, que ha sido
imparable desde la democratización de este último, pero más decidida aún desde mediados
de los años noventa, debería de haber jugado un papel de claro signo diverso o contrario. En
la medida en que la norma legal se ha podido ir retirando a favor de la fuente convencional, o
remitiendo en mayor medida y más ocasiones a esta última, y que a un tiempo la negociación
como institución del sistema queda fuera de la dialéctica o de la lógica de las competencias
Estado/Comunidades Autónomas en su desenvolvimiento práctica o concreto, los convenios
colectivos autonómicos podrían haber estado en condiciones de marcar o establecer los
perfiles propios o peculiares, como mínimo, de subsistemas de carácter territorial.
Pero las conclusiones pesimistas o decepcionantes sobre este extremo tampoco serían del
todo justas ni completamente acertadas. Hay algunas instituciones y algún ejemplo reciente
sobre materias emergentes para la actividad negociadora sobre las que merece la pena
detenerse para completar esta visión un tanto panorámica sobre el papel de la negociación
colectiva en los marcos de relaciones laborales autonómicos. Y queda también por ver qué
incidencia ha tenido en ese mismo sentido la concertación social y participación institucional
en las Comunidades Autónomas.
J. CALVO GALLEGO, “Leyes de participación institucional y Consejos de Relaciones Laborales en
el actual mapa autonómico”, loc.cit., resalta la potenciación de las estructuras territoriales de los
agentes sociales, precisamente como factor de potenciación de la participación institucional en las
Comunidades Autónomas (p.578).
51
27
6. La participación institucional y la concertación social en las Comunidades
Autónomas
Ya se ha tenido oportunidad de decir que las Comunidades Autónomas, en ejercicio de su
capacidad de auto-organización, pueden crear organismos y dotarlos de la correspondiente
estructura y régimen de funcionamiento interno. Desde luego, muchos de esos organismos e
instituciones desenvuelven su papel y llevan a cabo sus funciones en relación con la materia
laboral, en virtud del ejercicio de las competencias de ejecución que las Comunidades
Autónomas han ido asumiendo integralmente en ese ámbito concreto. Pero donde ahora
interesa establecer el punto de mira no es tanto en el régimen jurídico y de atribuciones y
funcionamiento de los órganos de la Administración laboral autonómica propiamente dichos,
los que ejercen aquellas competencias de ejecución que ya se han repasado con anterioridad,
sino en aquellos que se han ido creando precisamente con el fin de poner en práctica esa
interacción de la que se ha venido hablando entre la decisión política, la acción administrativa
y la participación de los agentes sociales, y que a través del ejercicio de sus facultades de
estudio, asesoramiento, apoyo, debate, deliberación, consulta o propuesta, han conseguido
potenciar
e
incrementar, a
veces
exponencialmente,
el verdadero
papel
de
las
Administraciones autonómicas con competencias sobre trabajo.52
Como se ha recordado recientemente la participación institucional, que forma además parte
integrante del derecho de libertad sindical, encuentra su fundamento en los art.7, 9.2 y 28.1
CE, y consiste en el ejercicio de tareas y actividades de promoción y defensa, desde la
Administración autonómica, sus organismos y entidades, de los intereses generales,
comunes, sectoriales e intersectoriales, de trabajadores y empresarios.53Y a través de la
misma se expresa con nitidez la cultura del consenso, se hace posible la cooperación entre
los poderes públicos y los interlocutores sociales, y el mantenimiento de la sintonía entre las
Ver, de nuevo, J. GARCÍA MURCIA, El papel del Consejo Económico y Social de Asturias… cit.,
pp.11 y ss., y 43 y ss.; el mismo autor no duda en afirmar que “respecto del buen funcionamiento del
sistema de relaciones laborales, el campo de juego de las Comunidades Autónomas se ensancha
extraordinariamente” (cfr. J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y presentación”, Legislación social del
Principado de Asturias, cit., p.24).
53
Así la define textualmente J. CALVO GALLEGO, loc.y págs.cit.; mientras que J. VIDA SORIA, “La
Administración laboral en España. Una aproximación crítica de síntesis”, TL nº100, 2009, Vol.I,
recuerda que la doctrina administrativista se refiere a la participación institucional como
“Administración mixta” (p.173).
52
28
políticas públicas estatales y autonómicas en materia laboral.54 Sin eliminar, sino todo lo
contrario, la definición de singularidades en la acción política y administrativa en cada
Comunidad Autónoma.
Como cabe imaginar, los Estatutos de Autonomía contienen numerosas previsiones referidas
al papel de la concertación y el diálogo social,55 con o sin alusión explícita a la función
atribuida a las organizaciones sindicales y patronales más representativas en relación con
ellos y con la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios
en el ámbito de la respectiva Comunidad Autónoma.56 Y también se configuran ya en aquellas
normas organismos de participación institucionalizados, en particular, Consejos de Relaciones
Laborales y Comités o Consejos Económicos y Sociales de carácter autonómico,57remitiendo
a veces la regulación de su composición, organización y funcionamiento a una ley
autonómica. Y, en el caso más señalado, con el propósito declarado de promover la creación
de un espacio autonómico de relaciones laborales, que atienda a la realidad productiva y
empresarial específica de la Comunidad Autónoma y de sus agentes sociales, y en el contexto
del cual los poderes públicos fomenten el diálogo social, la concertación, la negociación
54
J. CRUZ VILLALÓN, loc.cit., pp.53 y ss.
En la doctrina, pueden verse al respecto los estudios de A. MARTÍN VALVERDE, “Concertación
social y diálogo social”, RL nº22, 1994; y VV.AA., Concertación social, neocorporatismo y democracia,
MTSS, Madrid, 1991.
56
El art.26.2 Estatuto de Andalucía alude genéricamente a la participación institucional de las
organizaciones sindicales y empresariales, que se desarrollan en los términos reseñados en los
arts.159 y 160; bajo la genérica rúbrica de “derechos relativos a la ocupación y al trabajo”, y tras
hacer mención al compromiso de la Comunidad Autónoma en el impulso de la formación permanente,
el acceso a los servicios públicos de ocupación y la ocupación estable y de calidad, el art.27.2 del
Estatuto de las Illes Balears proclama no sin cierta redundancia “el valor de la concertación y del
diálogo social como instrumento indispensable de cohesión social”, y el “papel institucional que en tal
resultado tienen los interlocutores sociales más representativos”, a los que a continuación reconoce
las facultades que, si cumplen los requisitos legales, tienen atribuidas por la legislación general del
Estado. Entre los principios rectores de las políticas públicas, el art.16 del Estatuto de Castilla y León
insiste en el compromiso en la creación de empleo estable y de calidad, la garantía de la seguridad y
salud laboral de los trabajadores, y su formación permanente; y en el “fomento del diálogo social
como factor de cohesión social y progreso económico, reconociendo el papel de los sindicatos y
organizaciones empresariales como representantes de los intereses económicos y sociales que les
son propios, a través de los marcos institucionales permanentes de encuentro”, con alusión concreta
a la posibilidad de constituir un Consejo de Diálogo Social de Castilla y León. El Estatuto de Cataluña,
en fin, alude a la concertación social en su art.25.5, tras haber proclamado en el apartado anterior el
derecho de los trabajadores o sus representantes a la información, consulta y participación en las
empresas.
57
Art.102 Estatuto de Aragón; art.78 Estatuto de las Illes Baleares; art.36 Estatuto de Canarias; art.72
Estatuto catalán; art.42 Estatuto de la Comunidad Valenciana.
55
29
colectiva, la resolución extrajudicial de los conflictos laborales y la participación en el
desarrollo y la mejora del entramado productivo.58
Como se acaba de decir, los principales organismos –aunque no los únicos—
específicamente creados para la participación institucional en relación con la actividad socioeconómica de las Comunidades Autónomas han sido los Consejos de Relaciones Laborales59
y los Consejos Económicos y Sociales autonómicos.60 Estos últimos, con clara evocación o
inspiración en el CES estatal. Y, como es fácil de comprender, de nuevo plantean la dificultad
o el reto del trazado de fronteras en términos de competencias Estado/Comunidades
Autónomas, dado que la actividad de este tipo de organismos alcanza a infinidad de aspectos
y ámbitos de regulación y acción política respecto de los que esa delimitación puede ser muy
dispar.61
Pero ciñendo este repaso a los de mayor especificidad laboral, quienes se han ocupado de
analizar más en profundidad los modelos existentes han constatado la existencia de una
considerable variedad.62Desde que a principios de los años ochenta surgiera la primera
experiencia en el País Vasco, que fue la Comunidad pionera en el deseo y voluntad de crear o
hacer visible un marco autonómico de relaciones laborales y en tener un sistema propio de
solución extrajudicial de conflictos,63los organismos que se han ido creando han adoptado,
desde el punto de vista de su configuración, dos patrones básicos. Inicialmente, prevalece el
modelo de órgano consultivo paritario con presencia exclusivamente de los agentes sociales,
las organizaciones sindícales y patronales más representativas. Sin embargo, con el tiempo
se ha tendido a dar entrada a la propia Administración, a veces insertando el organismo en las
58
Art. 45 del Estatuto de Cataluña. Y sobre la promoción del marco autonómico para la negociación
colectiva y de medios de resolución extrajudicial de conflictos, el art.173.3ºy 4º del Estatuto de
Autonomía para Andalucía.
59
Los han estudiado, principalmente, A.V. SEMPERE NAVARRO, “El Consejo de Relaciones
Laborales como institución autonómica”, REDT nº12, 1985; y, más recientemente, y con un completo
balance de los distintos modelos, J. CALVO GALLEGO, loc.y págs. cit.
60
Véase, V. MARTÍNEZ ABASCAL, F. PÉREZ AMORÓS y E. ROJO TORRECILLA, Los Consejos
Económicos y Sociales. España y otros países comunitarios, Ibidem, Madrid, 1993; y A. OJEDA
AVILÉS (dir.), Los Consejos Económicos y Sociales, Trotta, Madrid, 1992; para el caso asturiano, J.
GARCÍA MURCIA, ÇEl papel del Consejo Económico y Social…, .cit.
61
Lo pone de relieve J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y presentación”, Legislación social del
Principado de Asturias, cit., p.24.
62
Véase, en particular, el reciente balance que lleva a cabo J. CALVO GALLEGO, “Leyes de
participación institucional y Consejos de Relaciones Laborales en el actual mapa autonómico”, loc.cit.,
pp.597 y ss.
63
Mª E. CASAS BAAMONDE, “Sobre el marco autónomo vasco de relaciones laborales y el Acuerdo
sobre procedimientos de resolución de conflictos colectivos y la negociación colectiva”, RL nº1, 1985.
30
estructuras organizativas de aquélla, y, en ocasiones, incorporando o fusionando órganos, al
haberse observado que la duplicidad y excesiva proliferación no era deseable o del todo
funcional, e incluso que algunos de esos órganos estaban desprovistos de cometidos reales. 64
No cabe duda de que esta conformación favorece esa interacción y cooperación permanente
entre la acción administrativa o política y la participación de los agentes sociales de modo
integral, y combina las propias facultades que competen a la Administración autonómica 65 –
por ejemplo en relación con la tramitación de los convenios, la resolución de los expedientes
de extensión de convenios colectivos o las consultas sobre ámbitos funcionales, o el control
de legalidad— con las labores de estudio, informe, consulta, asesoramiento, propuesta, o, en
fin, cualesquiera otras que como observatorios de negociación colectiva suelen asumir ese
tipo de organismos.66
También desde el punto de vista de la fuente de creación los modelos varían, combinándose
la fuente normativa heterónoma –ley o decreto autonómicos— con la convencional autónoma
–un acuerdo sobre materia concreta, por lo general, alcanzado por los propios interlocutores
sociales de la Comunidad Autónoma—. De nuevo esta última versión constituye la opción que
mejor sintetiza y expresa ese modo en que la actuación de los agentes sociales, el
funcionamiento del sistema de relaciones laborales, incide en la actuación de las Autoridades
laborales autonómicas, y viceversa.
En fin, en cuanto a las funciones encomendadas existe una mayor similitud u homogeneidad,
y junto a las propias o estrictas de un órgano consultivo (algunas de las cuales, las referidas a
la negociación colectiva ya se han mencionado), se añaden otras muy variadas, de estudio,
preparación, asesoramiento, informe, propuesta o seguimiento de la actuación de la
Administración en el ejercicio de todas sus competencias en materias socio-económicas o
64
J. CALVO GALLEGO, loc.cit., menciona a ese respecto o pone como ejemplo la Mesa de Diálogo
Social de las Islas Baleares (p.599).
65
En el caso de Asturias, el órgano creado por Decreto 122/2002, por el que se regula la
organización y funcionamiento del Consejo de Relaciones Laborales, Políticas Activas y del Servicio
Público de Empleo, asume también –como se comprueba por su misma denominación— las
competencias de los servicios públicos de empleo (de nuevo, J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y
presentación”, op.cit.).
66
J. CALVO GALLEGO, loc.cit., pone el ejemplo de la Comunidad Valenciana, donde el CRL
absorbió al CES autonómico, asumiendo no sólo el papel de desarrollo de las relaciones laborales
sino también las facultades en relación con la negociación colectiva.
31
socio-laborales, incluidas las normativas o de regulación.67 Pero también respecto del propio
funcionamiento del sistema, lo que enriquece aún más el intercambio y provecho mutuo que
deriva del derecho a la participación institucional.68 Esto es particularmente interesante en
relación con dos instituciones, la negociación colectiva y la solución extrajudicial de los
conflictos colectivos. Y permite, por ejemplo, que los contenidos de los convenios se mejoren
técnicamente y se enriquezcan por medio de las recomendaciones que en aquellos órganos
se estudien y diseñen;69 o que la actividad negociadora se oriente, tanto en su estructura y
posible articulación, como en armonía con los objetivos de las políticas públicas autonómicas,
más de acuerdo con las necesidades derivadas del sistema o de la situación económica
concreta, con las peculiaridades de los sectores productivos con mayo presencia en la
Comunidad Autónoma o con las características del tejido empresarial del territorio.
En otras ocasiones desde esos organismos se presta apoyo y orientación al proceso de
negociación, se colabora en la constitución y funcionamiento de las Comisiones Paritarias, se
lleva a cabo el seguimiento de los acuerdos alcanzados en el diálogo social, se gestionan
incluso los Códigos de Conducta –que no son propiamente convenios—, o, en fin, se impulsan
acuerdos interprofesionales o sobre materias concretas.70 No se escapará que la acción
puntera en este caso es la creación o el establecimiento de los sistemas de solución
extrajudicial de conflictos, que siguiendo bastante fielmente el esquema de los sucesivos
ASEC y del SIMA, han ido apareciendo en todas las Comunidades Autónomas. Las variantes
en este caso71 se centran en la gestión del sistema, a veces encomendada no a una
fundación con presencia exclusiva de los agentes sociales, sino –cerrando ya el círculo— a la
propia Administración, a través precisamente de los órganos de participación institucional; y
en el alcance del mismo y la extensión de sus competencias, el tipo de conflictos que se
someten al medio concreto de solución –mediación o arbitraje, en prácticamente todos los
67
M. RODRÍGUEZ-PIÑERO Y BRAVO FERRER, loc.cit., alude a la creación en el seno del CARL de
grupos de trabajo especializados para el estudio de diversas materias, p.32.
68
A la mejora general de las relaciones laborales se refiere, en relación con el organismo consultivo
asturiano, J. GARCÍA MURCIA, “Introducción y presentación”, loc.y págs. cit.
69
Lo destaca igualmente respecto del CARL, J. CRUZ VILLALÓN, loc.cit., pp.56 y ss.; y
específicamente en materia de igualdad, lo analiza T. PÉREZ DEL RÍO, “Diálogo social y negociación
colectiva en Andalucía: una óptica de género. Los Planes de Igualdad en las empresas en el ámbito
andaluz”, TL nº100, 2009, Vol.III, pp.879 y ss.
70
Lo menciona, J. CALVO GALLEGO, loc.y págs.cit.
71
Se pueden ver un par de buenos balances, una vez más, en J. CALVO GALLEGO, loc.cit., y J.
CRUZ VILLALÓN, loc.cit., que subraya que los rasgos de identidad del sistema andaluz son que los
mediadores pertenecen a las propias organizaciones y que la gestión se encomienda a la
Administración autonómica, pp.66 y ss.
32
casos—,72 sólo los conflictos colectivos, o al menos como línea de tendencia e inicialmente
sólo de modo voluntario u optativo, ampliándose a los individuales. Y, en los casos más
avanzados, llegando incluso a vaciar de contenido las propias competencias administrativas
en la materia.73
Parece innegable que el funcionamiento integrado de todos los instrumentos, organismos y
agentes que participan en el sistema favorece la fluidez, la coherencia y, en suma, la
eficiencia del mismo, y que esta forma de hacer supera con creces las limitaciones del modelo
de reparto de competencias contenido en la Constitución, sin necesidad de forzar el mismo.
7. La igualdad entre mujeres y hombres como ejemplo de la influencia entre acción
política y negociación colectiva autonómicas
La materia relativa a la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres resulta un campo
especialmente abonado para analizar la interacción e influencia mutua entre instituciones del
sistema de relaciones laborales y actuación de las Administraciones autonómicas en ejercicio
de sus competencias, y comprobar la medida en que, en estos tiempos, estas últimas se
intensifican y adquieren un nuevo sentido y alcance, en particular en el ámbito sociolaboral o
con incidencia mediata en el mismo. Para ello tampoco es preciso hacer un repaso integral o
completo de todas las disposiciones que las Comunidades Autónoma han ido adoptando en
relación con la igualdad, por cierto, desde hace ya un buen número de años. 74 Bastará con
centrar la atención en dos de las más recientes, la Ley 2/2007, de 28 de marzo, del trabajo en
igualdad de las mujeres de Galicia75--promulgada prácticamente al tiempo que la norma
estatal, la LO 3/2007, de 22 de marzo—, y la recientísima Ley 1/2010, de 26 de febrero,
72
Aunque las estadísticas muestran el arrollador predominio de las mediaciones respecto de los
arbitrajes.
73
En las Islas Baleares, por ejemeplo, el TAMIB ha logrado ocupar por completo el espacio de la
conciliación administrativa previa a cualquier litigio.
74
Anteriores a la propia LO 3/2007 son la Ley 3/1991, de 14 de enero, de creación servicio gallego de
promoción igualdad del hombre y la mujer (BOE 23 de febrero); Ley Foral 33/2002, de 28 de
noviembre, de fomento de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres (BOE 15 de enero
de 2003); Ley 1/2003, de 3 de marzo, de Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en
Castilla y León (BOE 24 de marzo); Ley 9/2003, de 2 de abril, para la igualdad entre mujeres y
hombres de la Comunidad Autónoma Valenciana (BOE 8 de mayo); Ley 7/2004, de 16 de julio,
gallega para la igualdad de mujeres y hombres (BOE 21 de septiembre); y Ley 4/2005, 18 de febrero,
para la igualdad de mujeres y hombres de la Comunidad Autónoma del País Vasco (BOPV 2 de
marzo).
75
BOE de 18 de mayo de 2007.
33
Canaria de Igualdad entre Mujeres y Hombres,76más programática y prolija quizá, aunque las
dos normas se parecen enormemente y contienen numerosos puntos de coincidencia, como a
continuación se tendrá oportunidad de comprobar.
Por de pronto, ambas tienen en común el propósito hecho explícito de introducir el principio de
igualdad transversalmente y que la dimensión de género esté presente en el ejercicio de las
competencias autonómicas sobre empleo y relaciones laborales, con alusión expresa al
trabajo por cuenta propia, la formación y promoción profesional y, lo que resulta más
sugerente e interesante en este momento, a las condiciones de trabajo,77 con singular
preocupación por las de carácter retributivo y la diferencia de trato que en relación con estas
últimas se advierte, la tristemente famosa “brecha salarial”.78Otra de las constantes cuando se
abordan las cuestiones que tienen que ver con la igualdad efectiva entre mujeres y hombres
es la mención de los problemas relativos a la conciliación de la vida laboral y familiar o
personal, y a la corresponsabilidad o reparto equilibrado de las cargas familiares y
domésticas, cuestiones a propósito de las cuales las dos leyes a que se alude se refieren en
términos de cierta originalidad e imaginación, acogiendo buena parte de los tópicos que
aparecen en los estudios, análisis, informes –también internacionales— y propuestas
dogmáticas sobre la materia.79 La ley canaria, por ejemplo, contempla,80 junto a actuaciones
más imprecisas o inconcretas en relación con el uso y distribución de espacios públicos, o el
estudio de los tiempos y desplazamientos, una batería interesante de medidas, como la
conciliación de los horarios laborales con los de los centros educativos, contando para ello
con la colaboración de las instituciones locales, el establecimiento de incentivos para las
empresas o el impulso de la creación de centros infantiles en polígonos industriales y parques
76
BOE de 5 de marzo de 2010.
La norma canaria alude a todas esas cuestiones con carácter general en el art.4.1; pero luego las
desarrolla en el Título II, Capítulo II, dedicado a la igualdad en el acceso al empleo, que contempla la
posibilidad de adoptar acciones positivas para eliminar la segregación profesional y las diferencias
salariales.
78
De nuevo la ley canaria se muestra particularmente expresiva, al recoger desde el comienzo esa
preocupación, en el art.5.2 b); en la que insiste en el art.29.2, donde se prevé promover la especial
presencia de ese problema en los planes de actuación de la Inspección de Trabajo.
79
Al margen del informe español, Mujer y mercado de trabajo, Secretaría General de Empleo, MTIN,
2009, y de numerosos estudios y trabajos doctrinales, resultan de especial interés los siguientes
documentos, Reconciliation between work, private and family life in the European Union, Eurostat,
European Commission, 2009 eidition; La igualdad de género como eje del trabajo decente,
Conferencia Internacional del Trabajo, 98ª reunión, 2009; Annual report on equality between women
and men of the European Commission [COM (2009) 694 final {and statistical annex: SEC
(2009)1706}].
80
En el Capítulo III del Titulo II.
77
34
tecnológicos. Este tipo de actuaciones se extienden, como es natural, al empleo público,
respecto del que la norma canaria contempla introducir sistemas de flexibilidad horaria y
jornadas parciales. Por su parte, y también con el propósito de mejorar la conciliación, en el
Título VI de la ley gallega se regulan los bancos municipales de tiempo y los planes de
programación del tiempo de la ciudad, cuya gestión se encomienda a los Municipios, aunque
con el apoyo del departamento de la Administración autonómica con competencias en materia
de trabajo.
Por fin, la ley de la Comunidad Autónoma canaria hace referencia al teletrabajo como método
para la conciliación de la vida laboral, personal y familiar, y en su art.42 dice textualmente que
se reconoce la posibilidad de que las empresas ofrezcan esa modalidad u opción a los
trabajadores y trabajadoras. Esta previsión no deja de ser más bien declarativa y hasta un
tanto retórica, puesto que aceptado que no existe un derecho del trabajador a teletrabajar,
serán en cualquier caso las empresas las que hayan de ofrecer tal posibilidad, que desde
luego podrá articularse en el convenio colectivo de aplicación y que, conforme a la doctrina del
Tribunal Supremo en interpretación y aplicación de lo dispuesto en el Acuerdo Marco Europeo
sobre Teletrabajo,81habrá de contar con la oportuna aceptación del trabajador, puesto que se
trata de un cambio de régimen contractual y, en definitiva, de una verdadera novación del
contrato de trabajo. La norma autonómica de referencia añade que tal posibilidad se llevará a
efecto “cuando las condiciones laborales lo permitan”, lo que se mueve de nuevo en el terreno
de las declaraciones más bien vacías de contenido.
Mayor virtualidad, en cambio, tiene seguramente el inciso final del precepto comentado que
alude a la necesidad de previo informe positivo de impacto de género en relación con los
efectos de dicha medida y al acuerdo en tal sentido con la representación sindical. El impacto
de género no implica otra cosa que valorar si la medida podría comportar un abundamiento en
la marginación y segregación laboral de la mujer y en su relegación al ámbito doméstico, idea
que no es ni mucho menos descabellada, y que debería extenderse, dicho sea de paso, a
cualesquiera iniciativas en pro de la conciliación, entre otras muchas. De otro lado, la
referencia al informe de los representantes “sindicales” es probable que haya de ser
interpretado en sentido amplio, y referido a los representantes legales de los trabajadores,
unitarios y/o sindicales, si estos últimos existieran en la empresa que hubiesen tomado la
81
STS de 11 de abril de 2005 (Rc 142/2004).
35
iniciativa de introducir el sistema de teletrabajo. Y, puestos a entenderlo de este modo, el
inciso no puede sino suponer una modulación del alcance de los derechos de información y
consulta de dichas instancias representativas o, si se quiere decir de otro modo, una
especificación de las competencias y atribuciones de aquéllas, puesto que la regulación legal
de esas cuestiones corresponde al Estado, al tratarse sin duda de materia laboral. De todos
modos, este matiz tampoco parece problemático en exceso, dada la amplitud y generalidad en
ocasiones con que el Título II del ET,82 y por remisión a este último la propia LOLS, se refieren
a estos aspectos, más aún después de las competencias adicionadas por la LO 3/2007, en
relación con las medidas de igualdad entre mujeres y hombres.
Una verdadera novedad de estas leyes autonómicas sobre igualdad respecto de la ley estatal
es la previsión relativa a la afiliación y participación en las organizaciones sindicales y
empresariales o en cualquier organización cuyos miembros ejerzan una profesión concreta,
previsión que se incardina en la idea o noción de presencia equilibrada en las organizaciones
y en los órganos de decisión de las mismas.83
Ocurre, sin embargo, con estas normas algo que no dejaba de apreciarse ya en la propia LO
3/2007, sobre todo en su articulado central, que desprovisto de las disposiciones adicionales
que es donde en verdad se refleja su capacidad reguladora y su incidencia directa en un sinfín
de ámbitos normativos cuyas leyes de cabecera se modifican efectivamente, no deja de
constituir una herramienta capaz de acoger disposiciones o proclamaciones meramente
programáticas, finalistas, declarativas o simbólicas. De modo que no sería posible definir o
perfilar la virtualidad de las leyes autonómicas que se comentan sin tener en cuenta el
auténtico papel que las Comunidades Autónomas pueden asumir o desempeñar en relación
con todas esas materias, que en ocasiones, y en el mejor de los casos, será de mera
ejecución o adopción de las acciones políticas, de fomento, orientación o influencia de la
82
El art.64.3 ET atribuye a los comités de empresa la competencia para recibir información sobre la
aplicación por la empresa del principio de igualdad entre mujeres y hombres, y de la adopción de
medidas orientadas a la consecución de la efectividad de dicho principio y, en su caso, planes de
igualdad; el art.64.5 ET contempla derechos de información y consulta de las representaciones
legales de los trabajadores en la empresa sobre cambios organizativos y contratos de trabajo (con
toda probabilidad, ello comprendería sin excesiva necesidad de forzar la interpretación de la norma la
implantación del teletrabajo); y por fin, el mismo art.64, en su apartado 7 c) 3º, encomienda a los
comités la función de vigilancia en la aplicación del principio de igualdad entre mujeres y hombres, y
el 64.7 d) ET la de colaborar en el establecimiento de medidas de conciliación.
83
En esa misma línea se orienta la previsión contenida en el art.31.4 de la Ley 1/2010, de 26 de
febrero, Canaria de Igualdad entre Mujeres y Hombres, que alude a la presencia equilibrada de
mujeres en los órganos de dirección de las organizaciones sindicales.
36
actuación de otras instancias con verdadera capacidad de regulación. Y de ahí que los
contenidos que se pueden considerar de mayor relevancia son los que aluden a la función de
la negociación colectiva, y a la creación de nuevos y específicos organismos de participación
institucional. Es en ese punto donde la llamada a las Administraciones, a sus departamentos y
organismos con competencias en materia de trabajo, empleo o función pública o, si se diera el
caso, igualdad u otras materias limítrofes o transversales semejantes, adquiere pleno y cabal
sentido.84
Y así, la norma gallega dedica, en efecto, su Título III a promover la igualdad en el campo de
la negociación colectiva y de las relaciones de trabajo colectivas, para lo cual se crea además
un órgano sumamente especializado, la Comisión Consultiva Autonómica para la Igualdad
entre Mujeres y Hombres en la Negociación Colectiva. Se trata de un órgano de
asesoramiento, control y promoción de la igualdad, adscrito al Consejo Gallego de Relaciones
Laborales y llamado a colaborar con el departamento de la Administración autonómica
competente en materia de igualdad. Las atribuciones y facultades de ese organismo serán la
redacción y aplicación de cláusulas que promuevan la igualdad, el análisis de los convenios
colectivos y la organización de actividades formativas en relación con esa misma materia. A
su vez, dentro del organismo autonómico competente en materia de trabajo se prevé la
creación de una unidad administrativa de igualdad, que se coordinará con el departamento de
igualdad. Y que, entre otras muchas atribuciones, habrá de verificar la revisión de los
convenios colectivos, se entiende que para comprobar si contienen cláusulas discriminatorias
o adoptan alguna medida en relación con la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, con el
fin, seguramente, de permitir que se ponga en marcha el mecanismo del control de legalidad
del convenio en cuestión, de conformidad con lo dispuesto en el art.90.5 ET, y para el que es
sí es competente la Administración laboral autonómica.
Además, se declara el compromiso de impulsar desde esas instancias la elaboración de un
acuerdo marco interprofesional de ámbito autonómico sobre la igualdad de oportunidades
entre mujeres y hombres. Contemplándose, en fin, en relación con la adopción por las
empresas de planes de igualdad, la creación de la Marca Gallega de Excelencia en Igualdad.
84
Sobre la incidencia del ejercicio de las competencias autonómicas en esos ámbitos tangentes, y la
intervención de las Administraciones autonómicas en materias transversales, vid., recientemente, J. CRUZ
VILLALÓN, loc.cit., pp.72 y ss.
37
Por si fuera poco, la proliferación de organismos de participación autonómicos especializados
se completa en este caso con la regulación contenida en el Título VII de un Consejo Gallego
de Participación de las Mujeres en el Ámbito del Empleo y de las Relaciones Laborales, de
composición tripartita, al que se prevé que se puedan adherir las asociaciones de mujeres, y
en el que se integrarán las secretarías de la mujer de los sindicatos y de las organizaciones
empresariales –con alusión expresa a la Confederación de Empresarios y Empresarias de
Galicia—, junto con una representación del departamento de la Administración autonómica
competente en materia de igualdad.
En este mismo sentido, el art.31 de la Ley canaria considera o configura una actividad
administrativa autonómica de fomento con miras a la inclusión de cláusulas en la negociación
colectiva que promuevan y garanticen la igualdad de oportunidades, a la elaboración de
recomendaciones y cláusulas tipo, también para la conciliación de la vida laboral y familiar; a
la realización de actividades y campañas de sensibilización para promover la participación de
las mujeres en la propia actividad negociadora; la inclusión del papel de la mujer en la
negociación en los estudios que se realicen, se entiende que bajo patrocinio de la
Administración autonómica; la garantía por parte de la Administración de que los convenios no
incluyen cláusulas discriminatorias o diferencias retributivas por razón de sexo; o del uso de
un lenguaje no sexista o de la promoción de estudios sobre el impacto de género de los
propios convenios colectivos.
Todo ello desvela varias cosas, la primera, que el ejercicio de las competencias de las
Comunidades Autónomas en materia laboral o en cuestiones limítrofes –respecto de las que
no dispongan de capacidad reguladora o legislativa— se lleva a cabo, sobre todo, mediante
actividades de fomento, promoción, impulso, recomendación, estudio, apoyo y asesoramiento,
y control. Pero, además, que ello se ha instrumentado mediante la creación, al margen o
dentro de las propias estructuras organizativas de la Administración autonómica, de
organismos consultivos y de participación de los agentes sociales y organizaciones
representativas de intereses, a través de los cuales se canalizarán aquellas actividades. Y,
por último, que todo lo anterior se orienta, fundamentalmente, a la negociación colectiva que
tenga lugar o se desarrolle dentro del territorio de la Comunidad Autónoma de que se trate,
que se convierte así, como se ha puesto de relieve en la realidad y por quienes recientemente
38
han analizado y hecho balance de estas cuestiones, en verdadero rasgo de identidad de las
relaciones laborales y la regulación de condiciones de trabajo en el ámbito autonómico.
8. La ordenación de la actividad económica en las Comunidades Autónomas y su
proyección sobre las relaciones laborales
La ordenación de ciertos sectores o actividades económicas sobre los que sí asumen
competencias normativas o de desarrollo legislativo las Comunidades Autónomas, puede
tener incuestionablemente conexión con lo laboral, al incidir de modo más o menos directo en
las condiciones de ejecución de la actividad, afectando con ello a las condiciones de trabajo
de las personas que presten servicios en las empresas o entidades del sector de que en cada
caso se trate.85 Además del supuesto paradigmático de los horarios comerciales,86 esto puede
acontecer en otras muchas ocasiones.
Los Estatutos de Autonomía –que por lo general parten para ello de proclamar el respeto a la
delimitación competencial contenida en los arts.147 a 149 CE—87 atribuyen competencias a
las respectivas Comunidades Autónomas e incorporan numerosas previsiones en materia de
ordenación de un sinfín de actividades económicas. Previsiones que, una vez más, van desde
las que tienen un alcance más bien programático, declarativo o de fomento, coordinación o
compromiso de promoción de las condiciones idóneas para el desenvolvimiento de cada
específico ámbito de actividad, hasta las que pretenden, ya en un plano mayor de concreción,
planificar, organizar o gestionar los medios materiales y humanos necesarios. Como es bien
lógico, con las variantes derivadas de los oportunos títulos competenciales, combinando pues
la atribución de competencias exclusivas, compartidas, de desarrollo legislativo o de mera
ejecución, según los casos. En todo caso, es fácil intuir que algunas de esas regulaciones
tengan una inevitable incidencia, más o menos directa, en ciertas condiciones de trabajo del
personal al servicio de las entidades y empresas del sector, en el funcionamiento de las
relaciones laborales en dicho sector, e incluso del conjunto del sistema. Lo cual, salvo en el
85
Circunscrito al ámbito de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias existe un
completísimo análisis y recopilación de esas normas, contenido en la obra Legislación social del
Principado de Asturias (dir. J. GARCÍA MURCIA), Gobierno del Principado de Asturias, Lex Nova,
Valladolid, 2006, ya citado.
86
A. MARTÍN VALVERDE, F. RODRÍGUEZ-SAÑUDO GUTIÉRREZ y J. GARCÍA MURCIA, Derecho
del Trabajo, 17ª ed. Tecnos, Madrid, 2008, p.107.
87
De nuevo el ejemplo se encuentra en el art.42 del Estatuto de Autonomía de Andalucía.
39
caso de competencias de mera ejecución, no deja de suscitar ciertas dudas sobre una posible
invasión de las competencias que pertenecen en exclusiva al Estado.
Así ocurre, paradigmáticamente, con la ordenación de la actividad comercial, que incluye sin ir
más lejos la fijación de calendarios y horarios; o de las ferias y mercados,88 la artesanía y las
empresas artesanales.89Pero alcanza igualmente a otros sectores, como el de las Cajas de
Ahorro, bancos, entidades de crédito y compañías de seguro o mutualidades no integradas en
el sistema de Seguridad Social;90al sector turístico;91a los espectáculos, deportes y
actividades recreativas, de entretenimiento o tiempo libre, incluyendo, por ejemplo, los casinos
y la actividad de juego;92a la actividad agrícola y pecuaria y la industria agroalimentaria,93o la
88
A la competencia en materia de comercio y ferias se refiere el art.121 del Estatuto de Cataluña, que
en su apartado 1 c) se refiere a la regulación de los horarios comerciales “respetando en su ejercicio
el principio constitucional de unidad de mercado”; o el art.10.27 Estatuto del País Vasco.
89
Art.58 Estatuto de Autonomía de Andalucía; art.71.25º y 47º del Estatuto de Aragón, entre las
competencias exclusivas atribuidas a la Comunidad Autónoma aragonesa; art.10.14 y 16 Estatuto de
Autonomía de Asturias; art.30.18, 20 y 42 Estatuto de las Illes Balears; art.30.11 y 12 y art.31.3
Estatuto de Canarias; art.24.13 y 15 Estatuto de Cantabria; art.31.11 y 14 Estatuto de Castilla-La
Mancha; art.70.20 y 25 Estatuto de Castilla y León; art.7.11 y 33 Estatuto de Extremadura; art.
Veintisiete, dieciséis y diecisiete del Estatuto de Galicia; art.8.7 y 8 Estatuto de La Rioja; art.26.1.13 y
15 Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.10.10 y12 Estatuto de la Región de Murcia; art.44.12 y 22
Estatuto de Navarra; art.139.3 Estatuto de Cataluña; y art.10 Estatuto del País Vasco.
90
Art.75 Estatuto de Andalucía, que alude, por ejemplo, a la determinación de la representación de
los intereses sociales en los órganos rectores de dichas entidades; art.71. 33º del Estatuto de Aragón;
art.10.36 Estatuto de Asturias; art.30.41 Estatuto de las Illes Balears; art.31.6 Estatuto de Canarias;
art.24.35 y 26.15 Estatuto de Cantabria; art.31.13 Estatuto de Castilla-La Mancha; Art.70.19 Estatuto
de Castilla y León; arts.7.36 y 9.14 Estatuto de Extremadura; art. Treinta, cinco Estatuto de Galicia;
art.8.37 Estatuto de La Rioja;art.28.1.3 Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.10.32 Estatuto de la
Región de Murcia; art.56.1 e) y f) Estatuto de Navarra; arts.10.26 y 11.2 a) del Estatuto del País
Vasco; y art.50.4 Estatuto de la Comunidad Valenciana.
91
De nuevo marca la diferencia el art.71 Estatuto de Autonomía de Andalucía, que atribuye
competencias exclusivas a la Comunidad Autónoma para establecer los derechos y deberes de los
prestadores de servicios turísticos; y el amplio art.171 del Estatuto de Cataluña. Aunque en la mayor
parte de los casos se alude a la “promoción del turismo” en el ámbito de la Comunidad Autónoma; ver
al respecto el art.71.51ºEstatuto de Aragón; art.10.22 Estatuto de Autonomía de Asturias; art.30.11
Estatuto de las Illes Balears; art.30.21 Estatuto de Canarias; art.24.20 Estatuto de Cantabria;
art.70.26 Estatuto de Castilla y León; art.7.17 Estatuto de Extremadura; art. Veintisiete, veintiuno
Estatuto de Galicia; art.8.9 Estatuto de La Rioja; art.26.1.21 Estatuto de la Comunidad de Madrid;
art.10.16 Estatuto de la Región de Murcia; art.44.13 Estatuto de Navarra; y art.10.36 Estatuto del País
Vasco.
92
Art.68.2 Estatuto de Andalucía; art.71.54º Estatuto de Aragón; art.10, 23 y 28 Estatuto de Asturias;
art.30.12 Estatuto de las Illes Balears; art.30.31 Estatuto de las Illes Balears; art.30.20 Estatuto de
Canarias; art.7.24 Estatuto de Extremadura; la competencia en materia de espectáculos públicos fue
transferida a la Comunidad Autónoma de Galicia en virtud de la LO 16/1995, de 27 de diciembre;
art.8.29 Estatuto de La Rioja; art.26.1.30 Estatuto de Madrid; art.10.24 Estatuto de la Región de
Murcia; art.44.15 Estatuto de Navarra. En el Estatuto de Cataluña, en materia de juego y
espectáculos, el art.141 atribuye competencia exclusiva a la Comunidad Autónoma, entre otras
cuestiones, para la regulación de las empresas dedicadas a la gestión, explotación y práctica de
40
ordenación del sector pesquero;94 los aprovechamientos forestales;95 la caza, la pesca fluvial y
lacustre, el marisqueo y la acuicultura.96En materia de energía y minas se encomienda a las
Comunidades Autónomas, de acuerdo con las bases y la ordenación de la actuación
económica general, la regulación de actividades de producción, depósito y transporte de
energías.97Y en el art.133 del Estatuto de Cataluña se atribuye a la Generalitat la
estas actividades, y la ordenación del sector. Ver también el art.10.35 y 38 del Estatuto del País
Vasco.
93
Art.71.17º Estatuto de Aragón; art.10.10 Estatuto de Asturias; art.31.1 Estatuto de Canarias;
art.24.9 Estatuto de Cantabria; art.31.6 Estatuto de Castilla-La Mancha; art.70.14 Estatuto de Castilla
y León; art.7.6 Estatuto de Extremadura; art. Treinta, tres Estatuto de Galicia; art.8.19 Estatuto de La
Rioja; art.10.6 Estatuto de la Región de Murcia; art.50.1 a) Estatuto de Navarra; el art.10.9 del
Estatuto del País Vasco atribuye a la Comunidad Autónoma competencia exclusiva en materia de
agricultura y ganadería, de acuerdo con la ordenación general de la economía.
94
Art.48 Estatuto de Andalucía, que se refiere a la agricultura, ganadería, aprovechamientos
agroforestales, desarrollo rural, pesca marítima y recreativa, marisqueo y acuicultura, almadraba y
pesca con artes menores, buceo profesional, y formación y titulaciones en actividades de recreo,
incluido lo relativo a las condiciones profesionales para el ejercicio de la pesca, y la formación,
promoción y protección social de los pescadores y trabajadores de la pesca; al desarrollo legislativo y
ejecución en relación con la ordenación del sector pesquero se refiere el art.11.7 del Estatuto de
Autonomía de Asturias; art.30.50 y art.31.8 del Estatuto de las Illes Balears; art.32.16 Estatuto de
Canarias; art.24.12 y art.25.10 Estatuto de Cantabria; art. Veintiocho, cinco y seis Estatuto de Galicia,
que alude también a los puertos pesqueros; art.11.6 Estatuto de la Región de Murcia; y art.11.1 c)
Estatuto del País Vasco. Por su parte, el Estatuto de Cataluña atribuye competencia exclusiva a la
Comunidad Autónoma en relación con las actividades marítimas, que incluyen el marisqueo y la
acuicultura [art.119.3 a)], y competencia compartida en materia de ordenación del sector pesquero.
Mientras que el Estatuto de la Comunidad Valenciana reitera la competencia exclusiva en materia de
pesca en aguas interiores, marisqueo, acuicultura, caza y pesca fluvial y lacustre, y cofradías de
pescadores (art.49.17ª); y la de desarrollo legislativo y ejecución para la ordenación del sector
pesquero, en el art.50.7.
95
Art.32.2 Estatuto de Castilla-La Mancha; art.49.1.10ª Estatuto de la Comunidad Valenciana; entre
las competencias de desarrollo y ejecución, el art.11.1 del Estatuto del Principado de Asturias y el
art.71.8 Estatuto de Castilla y León; art.8.2 Estatuto de Extremadura; art. Veintisiete diez del Estatuto
de Galicia; art.9.11 Estatuto de La Rioja; art.27.3 Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.11.2
Estatuto de la Región de Murcia; art.10.8 Estatuto del País Vasco. Mientras que el art.116 del
Estatuto de Cataluña alude a las competencias exclusivas de la Comunidad Autónoma en materia de
agricultura, ganadería y aprovechamientos forestales, aunque con respeto a lo dispuesto por el
Estado en ejercicio de las competencias del art.149.1.13 y 16 de la Constitución.
96
Art.71.23ª Estatuto de Aragón; art.10.13 Estatuto de Asturias; art.30.22 Estatuto de las Illes
Balears; art.30.5 Estatuto de Canarias; art.31.10 Estatuto de Castilla-La Mancha; art.7.8 Estatuto de
Extremadura; art. Veintisiete quince Estatuto de Galicia; art.8.21 Estatuto de La Rioja; art.26.1.9
Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.10.9 Estatuto de la Región de Murcia; art.50.1 b) Estatuto de
Navarra; art.10.10 Estatuto del País Vasco.
97
Art.49.2 b) Estatuto de Andalucía; art.32.8 Estatuto de Castilla-La Mancha; art.8.9 Estatuto de
Extremadura; art.10.32 Estatuto del Principado de Asturias. El art.70.24.º del Estatuto de Castilla y
León se refiere a la competencia exclusiva en materia de “instalaciones de almacenamiento,
producción, de distribución y de transporte de cualesquiera energías, cuando se circunscriban al
territorio de la Comunidad y su aprovechamiento no afecte a otra Comunidad Autónoma”; al igual que
el art.7.28 del Estatuto de Extremadura; el art.8.18 del Estatuto de La Rioja; el art.10.11 del Estatuto
del País Vasco, que las menciona conjuntamente con los aprovechamientos hidráulicos, canales y
regadíos, y las aguas minerales, termales y subterráneas. Por su parte, el art.133.1 a) del Estatuto de
Cataluña, al aludir a la competencia compartida en materia de energía, declara que la misma
41
“competencia compartida sobre el régimen minero, que incluirá en todo caso la regulación y el
régimen de intervención administrativa y control de las minas y los recursos mineros que estén
situados en el territorio de Cataluña y de las actividades extractivas que se lleven a cabo.”
Llaman la atención y son altamente ilustrativas de cuanto aquí pretende ponerse de manifiesto
previsiones como las contenidas en el art.72 del Estatuto de Autonomía de Andalucía en
relación con la gestión de museos, bibliotecas, archivos y otras colecciones de naturaleza
análoga de titularidad estatal situados en su territorio pero que no se encuentre atribuida en
exclusiva al Estado. Mientras que la mayor parte del resto de los Estatutos se limitan a
enunciar la competencia ejecutiva que ejercerán en la materia, en el caso de Andalucía se
añade una especificación según la cual esa competencia comprenderá, en todo caso, la
regulación del funcionamiento, la organización “y el régimen de su personal”.
Pero aún hay algunas otras cuestiones respecto de cuya ordenación no es posible excluir la
afectación a las condiciones de ejecución de la actividad o servicio y, por consiguiente, la
posible incidencia en las condiciones de prestación de los servicios del personal a ellas
adscrito. Es el caso de las actividades vinculadas a la organización del transporte, la logística
y la distribución ubicadas en el territorio de la correspondiente Comunidad Autónoma; 98o del
transporte de mercancías y pasajeros,99 también el fluvial, que en el Estatuto de Cataluña se
atribuye, cuando transcurra en territorio de la Comunidad Autónoma, en exclusiva a ésta, y
que comprenderá en todo caso, entre otras, la regulación, la planificación, la gestión, la
coordinación y la inspección de los servicios y las actividades, la regulación del transporte
urbano y de los servicios de transporte discrecional de viajeros en vehículos de turismo, la
regulación específica del transporte turístico, escolar o de menores, sanitario, funerario, de
comprenderá, en todo caso, la regulación de esas mismas actividades de producción, almacenaje y
transporte.
98
Art.64.1.4ª Estatuto de Andalucía; art.169.4 y 5 Estatuto catalán, que alude a la competencia
exclusiva sobre los centros de transportes y los operadores de dichas actividades. El art.10.7 del
Estatuto de Asturias alude a la competencia exclusiva en materia de centros de contratación y
terminales de carga; y el art.30.5, 6 y 7 del Estatuto de las Illes Balears se refiere conjuntamente a
buena parte de esas actividades. También el art.10.32 del Estatuto del País Vasco.
99
Como competencia de ejecución, en el art.64.2.2ª del Estatuto de Andalucía; el transporte de
viajeros y mercancías se incluye igualmente entre las competencias de ejecución en el art.32.2 del
Estatuto de las Illes Balears; en el art.33.15 del Estatuto de Castilla-La Mancha; en el art.76.12º del
Estatuto de Castilla y León, junto con los puertos y aeropuertos (art.76.10º); art.9.12 Estatuto de
Extremadura; art.11.1º Estatuto de La Rioja; art.28.1.13 Estatuto de la Comunidad de Madrid; art.12.9
Estatuto del País Vasco
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mercancías peligrosas o perecederas y de otros que requieran un régimen específico
respetando las competencias estatales en materia de seguridad pública, marina mercante y
puertos.100
Por lo general, en relación con los puertos, aeropuertos, helipuertos, también deportivos o de
refugio y pesqueros, y demás instalaciones de navegación, siempre que no tengan la
calificación de interés general del Estado, las Comunidades Autónomas asumen las
competencias exclusivas en dicha materia.101
100
Art.169.1 a), c), d) y 169.6 a), b) y c) del Estatuto de Cataluña.
Art.10.9 Estatuto de Asturias; art.32.15 Estatuto de las Illes Balears; art.30.22 Estatuto de
Canarias; art.24.8 Estatuto de Cantabria; art.31.5ª Estatuto de Castilla-La Mancha; art. Veintisiete
Estatuto de Galicia; art.8.28 Estatuto de La Rioja; art.26.1.7 Estatuto de Madrid; art.44.3 Ley Orgánica
13/1982, de 10 de agosto, de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra; y
art.51.2 Estatuto de la Comunidad Valenciana.
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