17 beinstein informe

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Infomecon_Prospect_1­2007
Evaluación prospectiva del contexto
global de Argentina.
2007-2010
Jorge Beinstein
3
1, Introducción
2, Interrogantes estratégicos sobre el futuro del
sistema global, horizonte 2010
11
2.1, Primer interrogante: la evolución de los Estados Unidos
12
2.2, Segundo Interrogante: el comportamiento de la otras
potencias
25
2.2.1, El futuro del renacimiento ruso
26
2.2.2, La recuperación de Japón
33
2.2.3, Sustentabilidad de la expansión china
40
2.2.4, Unión Europea: los interrogantes de una integración compleja
48
2.3, Tercer Interrogante: ¿Crisis energética global?
57
2.4, Cuarto Interrogante: Evolución del proceso global de
financierización
70
2.5, Quinto Interrogante: Despolarización o repolarización
83
2.6, Sexto Interrogante: América Latina, entre la despolarización y
la repolarización
88
2.7, Séptimo Interrogante: Tendencias de la mutación tecnológica
global
96
3, Escenarios globales
101
4, Argentina: productos y clientes
115
Anexos
125
Anexo I: Metodología
126
Anexo II: Crisis energética
128
2
1. Introducción
Incertidumbres
Una de las “novedades” más representativas de la coyuntura actual es la creciente dificultad para
realizar pronósticos económicos internacionales rigurosos, situaciones similares se produjeron a
comienzos de los 1970 y hacia fines de los 1980. Estaban señalando el ingreso en un período de
fuertes turbulencias pero también los primeros pasos de etapas históricas signadas por la
aparición de nuevas complejidades, fenómenos desconocidos cuya irrupción provocaba crisis de
percepción que bloqueaban las evaluaciones de la realidad y en consecuencia las tomas
racionales de decisiones. En ambos casos se produjeron verdaderas “revoluciones”
metodológicas y conceptuales en la ciencia social especializada en pronósticos.
El período 2007-2010 comienza a nivel global con la presencia de un abanico de interrogantes
estratégicos en cuyo centro se encuentran las incertidumbres respecto de la evolución en el corto
y mediano plazo de los Estados Unidos, su economía, su despliegue político-militar e incluso su
estabilidad institucional.
A partir de allí se desprenden dudas respecto del comportamiento futuro de las otras grandes
potencias (China, Rusia, Unión Europea y Japón) y de las naciones que les siguen en importancia.
Desde 2001 el panorama mundial ha sufrido modificaciones significativas. Durante ese año la
economía norteamericana parecía ingresar en un período de estancamiento e incluso de recesión
derivado del desinfle de la burbuja bursátil. Sin embargo con la llegada de George W. Bush se
produjeron cambios en la política económica que rápidamente se tradujeron en un repunte del
crecimiento. Junto a ello y luego de los atentados del 11 de Septiembre surgió un unilateralismo
con fuerte sesgo militar e imperial apuntando prioritariamente hacia Eurasia, en especial el área
rica en recursos energéticos (Medio Oriente y Cuenca del Mar Caspio) y sus flancos orientales y
occidentales, es decir la larga franja que va desde los balcanes hasta Afganistán. Todo parecía
señalar el comienzo de un periodo probablemente muy largo de expansión y hegemonía global de
los Estados Unidos, pero ahora en 2007 la apariencia es totalmente diferente, asoman síntomas
claros de desaceleración económica en los Estados Unidos cuyo primer disparador sería el
desinfle de la burbuja inmobiliaria mientras el despliegue eurasiático se va convirtiendo en
repliegue político donde se destaca el empantanamiento militar en Irak. Mientras otras potencias
regionales como Rusia y China ganan terreno incluso más allá de Asia, por ejemplo en África, la
Unión Europea se ha seguido extendiendo y Japón parecería haber superado su largo
estancamiento... aunque asoman dudas acerca de la fortaleza real de estos fenómenos. Por otra
parte la hipertrofia financiera global continua su curso ascendente aumentando los temores sobre
próximas avalanchas especulativas. El panorama de incertidumbre es completado por la
presencia amenazante de una probable crisis energética. Estas componentes del contexto global
reducen la capacidad de previsión, hacen extremadamente difícil (pero cada vez más necesaria)
la construcción de escenarios prospectivos.
Tendencias hacia la despolarización de las relaciones internacionales como la consolidación de la
Organización de Cooperación de Shangai, la reaparición de Rusia o la persistencia del Mercosur
se combinan con otras en sentido contrario provenientes de Washington como el posible rediseño
de la política latinoamericana de los Estados Unidos, sus intervenciones en África (Somalía), las
amenazas contra Irán. En fin, presencias desestabilizadoras como las perspectivas de subas de
precios del petróleo o del oro, pero también factores de estabilización (operaciones de la FED, del
Banco Central Europeo, etc., desarrollo de alternativas energéticas como los biocombustibles...).
3
El difícil pronostico del precio del oro
El caso del precio del oro es un buen ejemplo de la incertidumbre reinante.
Hacia noviembre del 2005 el precio del oro estaba a punto de perforar el techo de los 500
dólares por onza, el acontecimiento hizo sonar numerosas alarmas. Keith Rabin y Scott
MacDonald, dos especialistas prestigiados en el mundo de la especulación financiera,
señalaron en ese momento que “con el oro acercándose a los 500 dólares aparece la
tendencia a suponer que el tan esperado “final de juego” se encuentra ahora delante de
nosotros” (1). El acontecimiento no tardó mucho en producirse, el 2 de diciembre la
cotización trepó a 504 dólares, el 31 de diciembre se despedía del año viejo a 513 dólares
y el 3 de enero de 2006 saludaba al nuevo año con una cotización de 520 dólares, para el
1 de marzo ya llegaba a los 562 dólares. Pero el “final de juego”, es decir la crisis general
del sistema monetario vigente y el ingreso en un período de alta turbulencia no se había
producido. El 22 de febrero de 2007 rondaba los 678 dólares en un ambiente donde se
multiplicaban los pronósticos de próximas subas. Ahora las tres preguntas clave son:
1, ¿cuando será perforado el techo mágico de los 1000 dólares y en que contexto?,
2, ¿cual es el límite superior del precio del oro? Y 3,¿cual será el ritmo de su
ascenso?. Si recorremos las paginas web especializadas en el tema veremos aparecer
cifras “asombrosas”, Dana Samuelson en el sitio de “American Gold Exchange” señala lo
siguiente: “Considero que nos encontramos en un período de crecimiento explosivo del
precio del oro que puede llegar al doble de su anterior precio superior de 850 dólares
(durante la breve euforia de 1980)... el estudio del ciclo del mercado y de la coyuntura
económica actual (la deuda pública de los Estados Unidos, la burbuja de créditos, la
super expansión de la oferta monetaria, la precariedad del dólar, etc.) me llevan a
pronosticar 1700 dólares la onza” (2).
El ascenso del precio no comenzó hace unos pocos meses, tiene una antigüedad de casi
cinco años (ver el Gráfico 1.1: “Precio del oro...”), no se expresó solo con relación al dólar
sino también respecto del resto de monedas globales (euro, yen franco suizo, libra
esterlina). En 1999 los bancos centrales europeos decidieron limitar sus ventas de oro
durante los próximos cinco años sin provocar la suba inmediata del precio ya que la
euforia de las bolsas ofrecía grandes atractivos a los especuladores, pero al comenzar el
milenio el globo bursátil perdió velocidad y entre abril y mayo de 2001 se produjo el
despegue del oro, primero tímidamente pero muy pronto de manera clara, no fue un alza
brusca sino gradual, persistente, a través de una larga sucesión de subas y bajas. En un
primer momento muy pocos se preocupaban por el fenómeno pero hacia el 2004 empezó
a llamar la atención el alza continua del precio, y aunque la burbuja bursátil era ya parte
del pasado habían aparecido nuevos y vigorosos negocios de reemplazo, en primer lugar
la mega burbuja inmobiliaria que en poco tiempo superó en volumen a la que habían
generado las bolsas.
4
Casi nadie se alarmó porque el mercado internacional del oro seguía aparentemente bajo
control gracias a las manipulaciones de los grandes bancos centrales, sus ventas
dosificadas les permitían intervenir cada vez que la demanda se calentaba. Pero esas
nuevas restricciones de la oferta señalaban también que dichas instituciones no estaban
dispuestas a vender cantidades ilimitadas de oro... tal vez porque ya no podían hacerlo.
Ahora casi nadie pone en duda que el precio de 800 dólares por onza puede ser
alcanzados en alguna próxima “suba fuerte”, el mercado se hace cada día más atractivo
para toda clase de especuladores que buscan refugio cargados con inmensas masas de
papeles (dólares, acciones, bonos de deuda pública, etc.). Uno de los motores de la suba
es la fragilidad estratégica del dólar, como lo señala Adam Hamilton “nacida en 2001 la
evolución de la burbuja del oro es altamente dependiente de los avatares de las fortunas
monetizadas en dólares. Como en la imagen invertida de un espejo, el oro sube cuando el
dólar baja y viceversa: El oro compite con el dólar, aunque hasta el presente la demanda
global de los inversores no ha conseguido despegar al oro de la hegemonía del dólar”(3),
cuando ese despegue se produzca el alza del oro no tendrá más contrapesos. John
Taylor, de “Gold and Technology Stocks”, agrega a esto que “ante los temores frente al
futuro del dólar observamos el incremento del número de países que buscan diversificar
sus tenencias de divisas comprando euros o yens pero con especial discreción y
determinación cada vez más oro. Algunos países como China alientan a sus ciudadanos
hacia esas compras”(4).
Pronósticos
Si fijamos como horizonte de pronostico del precio del oro al año 2010 podríamos utilizar
diversas aproximaciones metodológicas para intentar recorrer todo el espacio temporal
2007-2010 o por lo menos una buena porción del mismo.
Comparar la situación actual con anteriores corridas hacia el oro resulta inevitable, la más
cercana es la de los años 1970, según ciertos expertos existen paralelismos notables
entre ese período y la actualidad: la suba del precio del petróleo, déficits fiscales y
aumentos de los gastos militares en los Estados Unidos que sufre la competencia de
naciones emergentes (Japón y Corea del Sur en los 1970, India y China hoy) en ambas
5
épocas esas nuevas potencias presionan sobre los mercados internacionales de
materias primas debido al crecimiento de sus demandas. Recordemos que a comienzos
de los años 1970 un factor decisivo fue la decisión del presidente Nixon (1971) de no entregar
más oro a cambio de dólares (la cotización era de 35 dólares la onza), a mediados de 1975 el
precio alcanzó los 100 dólares, la carrera se acentuó y a principios de 1980 estalló el pánico y el
precio trepó a 850 dólares, luego comenzó una larga caída.
El estudio de esa euforia y su comparación con algunas anteriores fue la base del diseño de un
modelo de burbuja que permite prever su repetición en esta década (5). Se trata de un proceso en
tres etapas de aproximadamente diez años de tendencia alcista (ver el Gráfico 1.2: “Las tres
etapas de la burbuja del oro”), la primera fase es la de compras baratas y gradualmente
crecientes, el precio sube poco a poco, de manera continua, recuperándose del período depresivo
que la precedió. La lentitud de la corriente, la aparición de algunas caídas momentáneas, llevan a
subestimar lo que está ocurriendo casi hasta el final de la etapa. Es lo que ocurrió entre
aproximadamente 1971 y 1974 y repetido entre 2001 y finales de 2005 cuando según Hamilton (6)
y otros defensores de este enfoque empezamos a ingresar en la fase número dos. La segunda
etapa es la de la expansión del mercado que pasa a ser uno de los centros de la especulación
mundial, los grandes inversores intervienen cada vez más activamente, el precio sube a mayor
velocidad, pero existe todavía una opinión mayoritaria afirmada en la creencia de que la situación
esta bajo control, es lo que no cesan de repetir actualmente las autoridades monetarias y los
grandes banqueros. Así fue entre 1974 y 1978, pero al final del período la incertidumbre se
extiende porque los supuestos controles muestran cada vez más su ineficacia y porque el
contexto de turbulencia económica de la burbuja tiende a agravarse. El paso a la tercera etapa es
veloz y entonces comienza la manía especulativa que integra a vastos sectores sociales, ya no
son solo los grandes inversores los que participan de la euforia sino también una inmensa multitud
de pequeños y medianos especuladores... en cierto momento, a causa de factores “inesperados”
(económicos, políticos u otros) cunde el pánico y el precio sube alocadamente, fuera de todo
control (fue lo que sucedió en 1980). Hasta la última crisis, de hace algo más de tres décadas,
después del delirio el precio bajaba para llegar a niveles razonables coincidentes con la
restauración de la gobernabilidad financiera: Hasta ahora ocurrió así... ¿seguirá ocurriendo lo
mismo en el futuro?
6
Otro método consiste pronosticar la evolución del precio evaluando movimientos cíclicos
de larga duración de ciertas variables decisivas, por ejemplo el cociente entre el índice
bursátil Dow Jones y el precio del oro.
La trayectoria de esa relación describe a lo largo del siglo XX dos ciclos completos y casi
la mitad de otro actualmente en curso (ver el Gráfico 1.3 “Dow Jones vs precio del oro”).
Cuando la curva asciende es porque los inversores prefieren volcar sus esfuerzos hacia la
bolsa dejando a un costado al oro, es lo que ocurrió desde el fin de la primera guerra
mundial hasta la crisis de 1929 y también en los años 1950 y la mayor parte de los 1960.
Fueron épocas de prosperidad industrial que generaban ilusiones de expansión
productiva indefinida volcando a una enorme masa de especuladores hacia la compra de
acciones de empresas consideradas negocios seguros. Pero las fiestas llegaban a su fin y
las cotizaciones se estancaban o caían, entonces el cociente Dow Jones/oro empezaba a
reducirse expresando las preferencias crecientes de los inversores por el oro cuyo precio
subía, es lo que pasó a fines de los años 1960 y durante toda la década de los 1970 hasta
llegar al delirio especulativo de 1980, un comportamiento similar se produjo a partir de la
crisis de 1929... actualmente nos encontraríamos en el inicio de una época de ascenso
del oro y de estancamiento de los negocios de bolsa evidente desde de esta década.
Observando el Gráfico 1.3 es posible constatar que los puntos de máximo auge bursátil
fueron cada vez más altos mientras que los de mínimo en la relación dow-oro (es decir de
máximo auge del oro) fueron cada vez más bajos. Lo que significa que nos encontramos
ante una trayectoria histórica de desequilibrios financieros crecientes que extrapolada nos
permitiría suponer muy elevados precios futuros del oro. La segunda constatación es que
el período transcurrido entre el máximo de 1966 y el mínimo 1980 (cima del precio del
oro) es de 14 años, la repetición del fenómeno en el presente significaría que la corriente
favorable al oro, iniciada según el gráfico en torno de 1999, debería prolongarse por lo
menos durante toda la década actual.
7
Otro ciclo útil es el de la producción de oro que muestra a lo largo de más de un siglo y
medio regularidades que pueden (extrapolando) servirnos para pronosticar cambios en la
oferta y en consecuencia en el precio. Respecto del pico productivo de 2001 (superior a
las 2500 toneladas) existe actualmente la disputa entre quienes sostienen que se trata de
una cima cíclica similar a las de 1970 o 1915 luego de la cual se inicia un periodo de
descenso de la oferta (provocando el ascenso del precio) y aquellos que consideran que
dada la tendencia al alza del precio durante el último lustro existen margenes de
rentabilidad que compensan incrementos de costos impulsando nuevos aumentos de la
producción, el descenso productivo que se insinúa desde 2001 no sería sino un breve alto
en el camino ascendente. Nos encontraríamos entonces en un período caracterizado
por un desborde (tal vez creciente) de la demanda que va más allá de los aumentos
en la producción. El problema (grave) es que resulta sumamente difícil prever ese
“desborde” dada la enorme magnitud (financiera) de su volumen potencial.
Empleando las técnicas cuantitativas usuales (ver el Anexo 1- Metodología) sea
extrapolando de manera más o menos sofisticada una serie temporal de precio de
oro, por ejemplo la del gráfico 1.1, o bien asociando dicha serie con otras, como las
de los gráficos 1.2, 1.3 y 1.4, podemos obtener trayectorias-pronósticos
(ascendentes) del precio del oro para los próximos tres años cuyos puntos
máximos no superaran los 1700-1800 dólares la onza.
8
¿Son realistas esos resultados?, algunos datos tenderían a señalar que dichas previsiones son
demasiado conservadoras. Veamos algunos de ellos.
En China el mercado del oro se ha ido liberalizando y según los pronósticos oficiales será (casi)
totalmente libre hacia el final de la década actual y deberá tomar nota de que aproximadamente
un tercio de los ahorros familiares podrían volcarse hacia el oro, siguiendo a esa fuente de
información y haciendo algunas extrapolaciones llegaríamos a una demanda de cerca de 70 mil
millones de dólares, aproximadamente 3 mil toneladas de oro, que no puede ser satisfecha por la
producción nacional (200 toneladas anuales) y que es superior a la producción mundial (del orden
de las 2500 toneladas). A esta presión privada debemos agregar la creciente preocupación de las
autoridades chinas que han acumulado reservas dolarizadas por más de un billón de dólares, ante
la progresiva desvalorización de dicha moneda seguramente buscarán diversificar sus reservas
orientando una porción de las mismas hacia el oro.
Un segundo ejemplo es el de India, que representa la mayor acumulación privada de oro del
mundo (13 mil toneladas en 2004, aproximadamente 11-12 % de las existencias mundiales
totales, publicas más privadas) y con un nivel importante de reservas (185 mil millones de dólares
en febrero de 2007). Se trata de un mega-país con buenas tasas de crecimiento cuyos sectores
medios-superiores incrementan rápidamente sus ingresos, además las autoridades han
explicitado reiteradamente su voluntad de diversificación de reservas tratando así de protegerse
de la desvalorización del dólar (7) Esa convergencia entre crecimiento de ingresos, tradición muy
arraigada favorable a la acumulación de oro en diversas formas y voluntad gubernamental de
diversificación de reservas constituye una fuente internacional de demanda de oro de primera
importancia.
Un tercer ejemplo es el de Rusia, cuyas reservas llegaban en febrero de 2007 a 311 mil millones
de dólares que las autoridades buscan desdolarizar, según información del FMI Rusia incrementó
sus reservas oficiales de oro en 9,2 toneladas entre fines de agosto y fines de noviembre de 2006,
las compras no se detuvieron allí y según algunos analistas durante el último cuatrimestre del año
pasado habría adquirido en el mercado internacional alrededor de una tonelada por semana,
como parte de la decisión gubernamental de aumentar el porcentaje en oro de sus reservas hasta
llegar al 10 % (8), a ello debe ser sumada la tendencia de la población a desdolarizar sus ahorros.
A estos tres casos “nacionales” podríamos agregar algunos datos de carácter global.
Las existencias mundiales de oro rondan actualmente las 150 mil toneladas cuyo valor a 670,75
dólares por onza (precio del 19 de febrero de 2007) es del orden de los 3,2 billones de dólares,
cifra equivalente a las reservas (dolarizadas) de los países periféricos. La producción mundial de
oro no supera las 2500 toneladas anuales, aproximadamente 53.800 millones de dólares al precio
ya señalado. Supongamos que una fuerte caída del dólar o alguna catástrofe político-militar
impulsa a dichos países a destinar el 2 % de sus reservas (64 mil millones de dólares) a la compra
de oro. Estarían agregando al mercado una demanda adicional superior al valor de la producción
anual... tomemos además en consideración que el negocio con productos “derivados” es hoy
superior a los 370 billones de dólares e imaginemos que una pequeña porción de esa masa
financiera es volcada a la compra-venta de oro...
Todos esos datos nos llevan a poner en duda la validez de los pronósticos “conservadores”
(apoyados en técnicas de extrapolación del pasado), no se trata de descartarlos pero si de
agregarles, en este caso concreto, escenarios de alta euforia especulativa. Dicho de otro modo, el
acelerado proceso de financierización global y el crecimiento de las amenazas de turbulencias nos
obligan a realizar esfuerzos metodológicos capaces de introducir en la evaluación prospectiva los
nuevos datos de la realidad. La otra alternativa consiste en seguir aferrados (limitados) a modelos
elegantes restringidos a datos aparentemente seguros atribuyendo las “desviaciones” en el
comportamiento de los fenómenos analizados (respecto de los modelos) a “factores exógenos” de
origen desconocido.
9
Método de trabajo, resultados.
Como es posible ver en el “apéndice metodológico” (Anexo 1 – Metodología) a pártir de la
selección e interacción entre variables y actores esenciales del sistema bajo evaluación
deducimos un conjunto restringido de interrogantes estratégicos que nos permitirán
esbozar escenarios de evolución para el período 2007-2010.
Los resultados obtenidos son los siguientes:
A - Interrogantes estratégicos sobre el futuro del sistema globalhorizonte 2010
Primer interrogante: La evolución de los Estados Unidos.
Segundo interrogante: El comportamiento de las otras potencias (restringido a Rusia,
China, Japón y la Unión Europea).
Tercer interrogante: ¿Crisis energética global?
Cuarto interrogante: Evolución del proceso global de financierización
Quinto interrogante: Despolarización o repolarización
Sexto interrogante: América Latina entre la polarización y la despolarización
Séptimo interrogante: Tendencias de la mutación tecnológica global
B – Esbozos de escenarios globales
Escenario 1: Unipolaridad acosada (prolongación degradada de la situación actual).
Escenario 2: Unipolaridad recompuesta (control y manipulación imperial de turbulencias...)
Escenario 3: Crisis sistémica (con despolarización caótica y fuerte recesión)
Escenario 4: Despolarización ordenada (con desaceleración suave de la economía mundial)
Escenario 5: Multipolaridad dura (reparto del mundo entre los Estados Unidos y las otras
potencias...)
C – Argentina, productos y clientes
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2. Interrogantes estratégicos sobre
el futuro del sistema global,
horizonte 2010.
Del análisis de las variables y actores del sistema global aparecen una serie de
interrogantes estratégicos referidos al futuro (horizonte 2010). Por razones de eficacia han
sido agrupados en solo siete grandes temas: en primer lugar la evolución de los Estados
Unidos cuyo peso económico-político y en especial la magnitud de sus desajustes sobre
determinan aspectos esenciales de la dinámica mundial. El centro de la evaluación es la
situación económica pero tratando de evitar reduccionismos integrando así aspectos
sociales, institucionales, políticos y militares. Existe por ejemplo una interacción muy
fuerte entre la estrategia político-militar estadounidense en Eurasia y componentes
decisivas de su funcionamiento económico (papel internacional del dólar, déficit
energético, etc.).
En segundo termino aparece el interrogante acerca del comportamiento de las “otras
potencias” restringidas a Rusia, China, Unión Europea y Japón. Ello implica pasar a un
segundo plano a países importantes por su peso regional o global como India, Brasil,
Venezuela o Irán y también “matices” muy marcados como por ejemplo la diferencia de
roles entre Francia e Inglaterra al interior de la Unión Europea o la incidencia de
organizaciones como la OPEP. Sin embargo estos y otros aspectos no son descuidados
sino incluidos dentro de observaciones más amplias.
En tercer lugar la crisis energética, sus principales componentes, perspectivas y el tema
de las fuentes de reemplazo entre ellas los biocombustibles cuyo desarrollo podría llegar
a tener una gran importancia en la dinámica de la exportaciones argentinas.
Cuarto, el proceso de financierización mundial: redes, tendencias, corridas potenciales,
incluyendo instrumentos de control como las autoridades financieras de las grandes
potencias. Su volumen-velocidad-de-expansión le otorga rasgos de autonomía
generadores de alarma.
Quinto lo que aparece como un fenómeno muy reciente, de porvenir incierto y que de
manera muy simplificadora podemos denominar “despolarización”. Es decir la
combinación de la pérdida de hegemonía de los Estados Unidos (empezando por la
declinación del dólar) y el ascenso de potencias y organizaciones regionales y globales
(China, Unión Europea, Organización para la Cooperación de Shangai. MERCOSUR,
etc.). Todo ello empujado por una movimiento complejo de transformación de la economía
mundial.
Sexto, reflexiones en torno de interrogantes estratégicos que sugiere la coyuntura
latinoamericana.
Séptimo, algunos aspectos decisivos de la mutación tecnológica global son de gran
importancia para el esbozo de escenarios. Aunque el horizonte fijado es relativamente
corto en términos de evolución tecnológica (2007-2010) resulta sumamente útil destacar
componentes de un proceso que anunciado hace aproximadamente tres décadas se va
cumpliendo en lo esencial tal como fue previsto. En efecto, las grandes transformaciones
en torno de los nuevos materiales, la informática y la biotecnología revolucionan al
sistema global.
11
2.1. Primer interrogante: la evolución
de los Estados Unidos.
El auge neoliberal de los años 1990 y la euforia militarista que le siguió son hoy desdibujados recuerdos, sus
impactos mediáticos se han agotado. El tema ahora cada vez más presente es el de la crisis. Hacia agosto
del 2005 Stephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley, alertaba sobre la inminencia de la “primera
crisis energética de la era de la globalización” y los numerosos puntos débiles de la economía norteamericana
ante dicho fenómeno (9). Un mes mas tarde Roach colocaba en el primer nivel de peligrosidad al déficit del
balance de cuenta corriente de Estados Unidos (10). Por su parte “The Economist” apuntaba en agosto de
ese año hacia la burbuja inmobiliaria mundial con centro en Estados Unidos, cuyo desinfle sería inevitable a
no muy largo plazo (11), la profecía se cumplió a lo largo de 2006. Otras amenazas aparecen desde los
Estados Unidos: la deuda publica, el déficit fiscal, la fragilidad del dólar, el circulo vicioso comercial-financiero
establecido entre Estados Unidos y China (el primero acumulando deudas y déficits y el segundo dólares y
bonos del Tesoro norteamericano), etc. Y mirando más allá de la economía asoman las consecuencias del
fracaso de la ocupación de Irak que podría desatar una reacción en cadena; por ejemplo enlazando la caída
del dólar con la reconversión de grandes reservas dolarizadas hacia otras monedas, su impacto recesivo
sobre los Estados Unidos y desde allí hacia el resto del mundo. A comienzos de 2007 el desinfle de la burbuja
inmobiliaria hacia sentir sus primeros impactos, y Alan Greenspan anunciaba en febrero la probabilidad de
que los Estados Unidos entren en recesión antes de fin de año (12).
Como la economía mundial gira en torno de los Estados Unidos (su consumo interno sobredetermina la
evolución de la demanda mundial) resulta útil observar las grandes transformaciones (y desequilibrios) que
allí se han acumulando en el largo plazo influyendo sobre la coyuntura actual.
Es posible destacar tres grandes fenómenos. Primero, el desarrollo convergente de un conjunto de procesos
negativos con fuerte carga parasitaria que han ido deteriorando la integración social, el funcionamiento
económico y el equilibrio institucional. Segundo, la acumulación de desequilibrios externos y tercero, el
ascenso de una montaña de deudas.
Expansión del parasitismo
Durante el último cuarto de siglo se ha producido en los Estados Unidos una sorprendente combinación de
elitización social, consumismo y declinación del la cultura productiva. Desde la Segunda Guerra Mundial se
había afianzado la desconcentración de ingresos; a lo largo de los años 1960 y 1970 el 1% de mas rico de la
población acaparaba aproximadamente el 8 % del Ingreso Nacional, pero en torno de 1980 cambió la
tendencia y se desarrolló un proceso de rápida concentración actualmente en curso, en el 2000 ese 1 % ya
absorbía el 16 % del Ingreso Nacional (ver el Gráfico 2.1: “Estados Unidos: concentración de ingresos”).
Contrariamente a lo que enseña cierta ortodoxia económica la concentración por arriba no engrosó la
corriente del ahorro y la inversión sino la del consumo que en términos reales creció en promedio al 4 % anual
entre 1985 y 2003 mientras que el Producto Bruto Interno lo hacía al 2,2 % (13). La tasa de ahorro personal
se fue contrayendo hasta llegar ahora a niveles negativos (ver el Gráfico 2.2: “Caída del ahorro personal en
Estados Unidos") sin ser compensada por el ahorro empresario y estatal que también declinaron, en
consecuencia el ahorro nacional neto (empresario, público y personal) que representaba en promedio el 7,5%
del Ingreso Nacional en el período 1960-2000 cayó al 1,5% durante 2001-2005, como resultado de ello las
inversiones fueron crecientemente financiadas por capitales externos.
Paralelamente se expandió el comportamiento especulativo en detrimento de la cultura productiva, entre los
años 1952 y 1979 los ingresos financieros representaban en promedio un 10 % del ingreso de las familias
pero entre 1980 y la actualidad dicho porcentaje casi se duplicó, recordemos que cuando ocurrió la crisis de
1929 solo entre 3% y 4% de la población estadounidense estaba involucrada en negocios bursátiles, esa cifra
rondaba el 50 % hacia el año 2000.
12
Frente a ello se reducía la masa de obreros industriales, no se trató de un fenómeno exclusivamente
norteamericano sin embargo en ninguno de los países desarrollados el mismo se manifestó de manera tan
aguda. Por otra parte la flexibilización laboral alentada a partir de la presidencia de Reagan (1981-1989)
deterioró a largo plazo la "cultura empresaria" de importantes segmentos de trabajadores frenando el
dinamismo de los procesos innovativos industriales. La competitividad ganada en el corto plazo por las
13
empresas (desaceleración de las presiones salariales) fue perdida en el mediano y largo plazo al hacerse
más caros y menos creativos los sistemas de innovación, los productos norteamericanos comenzaron a ser
cada ves menos competitivos frente a los de países desarrollados como Alemania o Japón que podían ofrecer
mayor calidad y en ciertos casos también mejores precios, pero también frente a bienes tecnológicamente
menos sofisticados fabricados por naciones emergentes como China con bajos costos, principalmente
salarios.
Desequilibrios externos
Una segunda tendencia importante ha sido la expansión incesante de los desequilibrios externos. El balance
comercial se fue degradando, todavía en los años 1960 era positivo pero al comenzar los 1970 aparecieron
algunas cifras negativas al comienzo modestas pero en 1977 se produjo el primer gran déficit de 27 mil
millones de dólares, que trepó a 57 mil millones en 1983 y a 109 mil millones en 1984, persistió por lo general
en esos niveles durante el resto de la década y en la mayor parte de la siguiente y en 1998 saltó a 165 mil
millones comenzando una vertiginosa carrera ascendente: 378 mil millones en el 2000, 494 mil millones en el
2003, 617 mil millones en el 2004, 716 mil millones en 2005, 836 mil millones en 2006 arrastrando en su
caída al balance de cuenta corriente cuyo déficit llegó a representar entre el 5 % y el 7 % del Producto Bruto
Interno norteamericano a partir de 2004 (14).
En el pasado los ingresos de las inversiones en el exterior contrarrestaban en parte los desequilibrios
comerciales pagados con papeles-dólares por los Estados Unidos pero con el correr del tiempo esos papeles
se fueron transformando en activos norteamericanos en manos extranjeras que produjeron beneficios que en
una porción significativa salían al exterior. Hacia fines de 1976 los activos, públicos y privados, de los
norteamericanos (sector público y sector privado) en el exterior sumaban unos 457 mil millones de dólares y
los activos de los extranjeros en los Estados Unidos llegaban a 292 mil millones de dólares, en 1986 ambas
posiciones estaban equilibradas en 1, 5 billones, en 1996 los activos norteamericanos en el exterior
14
representaban unos 4 billones de dólares pero los extranjeros en los Estados Unidos alcanzaban los 4,5
billones y en 2005 los estadounidenses habían subido a 10 billones aunque los extranjeros estaban en 12,7
billones, la diferencia entre ambas posiciones se ha ido ampliando con el correr del tiempo (ver el gráfico
2.1.4a: “Activos de los norteamericanos... en el exterior...”).
Sin embargo el balance entre ingresos y egresos de fondos de esas inversiones ha seguido siendo favorable
a los Estados Unidos... pero cada vez menos. En 1960 ese saldo representaba el 70 % de las entradas de
fondos por inversiones en el exterior, en 1980 había bajado al 40 %, en 1992 al 22 % y en 2004 oscilaba entre
el 9 % y el 10 % (15),(ver el Gráfico 2.1.4b: “ Estados Unidos: Declinación del saldo de negocios con el
exterior”).
Este panorama se ve agravado a causa de la creciente dependencia energética, desde comienzos de los
1970 viene cayendo la extracción interna de petróleo, en consecuencia la economía es cada ves más
sensible a los vaivenes de una producción mundial que estaría llegando a su cenit lo que acelera la suba de
su precio.
15
Deudas y déficit fiscal
A las dos tendencias negativas descritas se suma una tercera; si nos remitimos a las últimas
cuatro décadas los superávit fiscales constituyen una rareza, desde los años 70 los déficits fueron
creciendo hasta llegar a niveles muy altos a comienzos de los 90 sin embargo Clinton se despidió
a fines de esa década con algunos superávits significativos, pero desde la llegada de Bush-hijo el
déficit regresó alcanzando cifras sin precedentes: 160 mil millones de dólares en 2002, 380 mil
millones en 2003, 320 mil millones en 2005.... La combinación de recortes tributarios a las
empresas e incrementos de gastos militares no fueron compensados con mayores ingresos
aportados por la reactivación, en consecuencia la deuda pública que había frenado su empuje
hacia finales de la era Clinton avanzó incontenible y ahora llega a casi 8,8 billones de dólares,
(ver el gráfico 2.1.5: “Deuda pública de los Estados Unidos”), integrando una deuda total -pública,
personal y empresaria- cercana a los 48 billones de dólares a comienzos del 2007, equivalentes a
más de tres veces el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos y superior al Producto Bruto
Mundial. Luego del enfriamiento económico de 2001 la Casa Blanca consiguió con estos
desequilibrios, la reducción de la tasa de interés y una política de crédito fácil impulsar el consumo
y hacer subir el ritmo del crecimiento... pero también logró expandir el déficit comercial, las
deudas y una burbuja especulativa (inmobiliaria) mucho más grande que la (bursátil) desinflada a
comienzos de la década actual.
Esto ha hecho a Estados Unidos mas dependiente del ahorro internacional, los ingresos de
capitales externos oscilan entre 2000 y 3000 millones de dólares diarios, sin ellos el Estado no
cerraría sus cuentas, las empresas no conseguirían sostener sus inversiones y los consumidores
no podrían seguir gastando al ritmo actual. Resultado: las deudas privada y pública de los
norteamericanos con el exterior rondaban en 2004 los 4,5 billones de dólares (en 1995 llegaban a
1,5 billones) y los bancos centrales extranjeros que en 2003 compraron el 14 % de los bonos a
largo plazo del Tesoro adquirieron el 28% en 2004 (16).
16
17
Los estadounidenses consumen, importan y acumulan deudas como nunca antes lo habían hecho alentados
por un gobierno que inunda con dólares el planeta, el resto de los países, en especial los asiáticos, colocan
esos billetes en sus reservas, los cambian por bonos del Tesoro norteamericano contribuyendo a paliar el
déficit fiscal de la superpotencia o invierten en Estados Unidos. A simple vista nos encontraríamos frente a un
mega parásito que se alimenta del ahorro y la producción del planeta, sin embargo eso es una verdad a
medias; chinos, japoneses o alemanes no están haciendo beneficencia a cambio de nada, en realidad lo que
hacen es sostener al primer mercado del mundo. Es de buen tono en los medios académicos hacer referencia
a la necesidad de un ajuste fuerte en Estados Unidos apoyado en una marcha forzada hacia el equilibrio fiscal
que seguramente enfriaría el consumo y por consiguiente las importaciones, reduciendo en consecuencia el
déficit del balance de la cuenta corriente. En realidad se trata de una aspiración de difícil cumplimiento,
porque si ello llegara a ocurrir arrastraría hacia la recesión a la economía mundial (si la recesión llega en el
futuro no se tratará de un hecho buscado sino de un acontecimiento inevitable). Mientras tanto el déficit del
balance de cuenta corriente de los Estados Unidos ya equivale al 70 % del conjunto de déficits en cuenta
corriente del mundo... y la tendencia es creciente, pero el flujo de fondos externos que sostiene a la
superpotencia no puede mantener de manera indefinida su ritmo actual, incluso antes de declinar podría sufrir
algunas fluctuaciones que harían crujir al sistema global. En síntesis; si el desajuste sigue tarde o temprano
causará un sacudón financiero internacional grave, pero si es “corregido” de manera significativa las
consecuencias depresivas serían inevitables.
La declinación del dólar
Una consecuencia evidente del debilitamiento financiero de los Estados Unidos es la declinación del dólar
como moneda universal más allá de algunas recuperaciones efímeras (ver gráficos 1.1 y 2.1.7). Japón
acumula reservas (en buena parte dolarizadas), las de China ya superan el billón de dólares, el conjunto de
países periféricos acumulan más de 3,2 billones de dólares. Recientemente Corea del Sur anunció su
voluntad de diversificar sus reservas, Japón hizo los mismo, India ya lo viene haciendo y China duda en
desatar un proceso de desdolarización de consecuencias imprevisibles., todos saben que si venden
masivamente dólares el precio de ese billete caerá en picada lo que causaría una drástica contracción en el
valor de sus reservas mucho antes de que puedan reconvertirlas, por consiguiente intentan una complicada
operación consistente en deslizarse muy suavemente hacia otras divisas y activos buscando no provocar el
derrumbe de la moneda norteamericana. Aunque la debacle podría comenzar impulsada por otros factores,
por ejemplo un avance significativo de la desdolarización del mercado petrolero; si una parte importante de
importadores y exportadores deja de aceptar dólares privilegiando por ejemplo al euro se produciría una
fuerte declinación del dólar con su secuela recesiva en Estados Unidos. Hechos como la convergencia
industrial-energética entre China, Rusia e Irán podrían precipitar constitución de un bloque euroasiático que
apuntaría hacia la desdolarización de los intercambios comerciales.
En el horizonte de los próximos tres años la desdolarización aparece como un fenómeno muy probable
planteando serios riesgos a todos los poseedores de esa divisa, públicos o privados, grandes o pequeños.
Pero lo que es difícil para los grandes atesoradores no lo es tanto para las naciones de pequeña y
mediana dimensión que pueden desdolarizar porciones importantes de sus reservas sin causar
demasiado ruido.
18
Fracasos militares
Andre Gunder Frank solía insistir en que todo el poderío norteamericano se asienta en dos pilares: el dólar y
el Pentágono apoyándose mutuamente en un juego de hegemonía global. El primero de ellos muestra claros
signos de debilidad, el segundo, luego de un despliegue mediático inusitado como súper héroe de la llamada
“guerra contra el terrorismo”, ha quedado atrapado en el pantano irakí... y en el de Afganistán (que se va
irakizando gradualmente). La expansión de los gastos militares norteamericanos no se desató luego del 11 de
septiembre de 2001 sino antes (ver el gráfico 2.1.8: “Gastos militares de Estados Unidos”), uno de sus
objetivos principales era el establecimiento del dominio de Estados Unidos sobre los recursos energéticos
mundiales lo que le habría permitido preservar su hegemonía financiera (el “petrodólar” como componente
esencial del dólar-moneda-universal). El desarrollo de la aventura irakí muestra a una gran potencia
alcanzando las fronteras de la “sobre extensión estratégica”, concepto popularizado por el historiador
norteamericano Paul Kennedy para señalar como los imperios cuando entran en decadencia se ven obligados
a multiplicar sus intervenciones militares en el mundo con el fin de sostener sus conquistas. Pero el
financiamiento de esas intervenciones es cada vez más problemático (las guerras se convierten en
multiplicadores de deudas) mientras los despliegues bélicos son crecientemente ineficaces: la solución militar
se convierte así en un catalizador de la crisis (17).
Una retirada (derrota) de las tropas norteamericanas de Irak afectaría directamente a su poderío económico,
empujaría al dólar hacia abajo y seguramente al precio del petróleo hacia arriba con efectos recesivos sobre
Estados Unidos que se propagarían globalmente. En consecuencia las tropas estadounidenses no se pueden
retirar... aunque tampoco pueden quedarse porque sus posiciones se deterioran de manera irresistible.
El control de la franja sud-central de Eurasia (desde los Balcanes hasta Pakistán)
tapizándola de tropas y bases militares, imponiendo “gobiernos amigos”, constituyó el
corazón de la estrategia global de los Estados Unidos durante los últimos tres lustros. Los
historiadores tratarán de descubrir en el futuro si se trató de una estrategia explicita,
completamente elaborada desde el primer momento o si bien fue el resultado “natural” del
derrumbe de la URSS que dejó un enorme espacio territorial desbordante de recursos
energéticos a la merced de la superpotencia victoriosa, una suerte de “regalo” de la
difunta Unión Soviética a sus vencedores. En realidad y visto desde el largo plazo se trató
de un regalo envenenado porque brindó a las élites ascendentes de los Estados Unidos
19
(complejo militar-industrial-petrolero-financiero) la oportunidad histórica para controlar el
sistema nacional de poder y lanzarse a una cruzada internacional “demasiado grande”
cuyas exigencias concretas terminaron por desbordar su capacidad económica, cultural y
bélica. Aunque también podría afirmarse que la lógica de la economía y de la política
imperial “obligó” a los sucesivos gobiernos norteamericanos (Bush padre, Clinton, Bush
hijo) a seguir ese camino: primera guerra del Golfo y luego acoso militar permanente
contra Irak, penetración político-militar de Asia Central y de la Cuenca del Mar Caspio,
guerra de Kosovo, conquista de Afganistán, conquista de Irak... . Porque esa alternativa,
aparentemente de fácil realización (ninguna potencia podía oponerse efectivamente a sus
acciones) lograría al mismo tiempo frenar la declinación financiera-energética
norteamericana y establecer el imperio universal de los Estados Unidos. Sin embargo el
desborde estratégico produjo resultados totalmente opuestos a los buscados: repliegue
internacional de la influencia política y económica de los Estados Unidos y agravación de
sus problemas económicos.
Desinfle de la burbuja inmobiliaria y fin de la era Bush
La política económica de Bush consiguió poner en marcha nuevamente el crecimiento afectado por el desinfle
de la burbuja bursátil sobre la base de bajas sucesivas en la tasas de interés y la consiguiente expansión del
crédito en especial el orientado hacia el sector inmobiliario, a ello agregaron importantes reducciones fiscales
y nuevos incrementos en los gastos militares. Uno de los principales resultados de dicha estrategia fue el
desarrollo de una gigantesca burbuja inmobiliaria que asumió un protagonismo mundial. Según The
Economist se trata de la burbuja especulativa global más importante de la historia, superior de lejos al globo
bursátil de fines de los años 1990.
La política de dinero barato implementada por el gobierno de Bush como salida al estancamiento de 2001
20
expandió el mercado de tal manera que en 2004 el valor total de las viviendas residenciales en Estados
Unidos llegó a los 15 billones de dólares contra 7 billones siete años atrás. ¿A cuanto ascendía la burbuja
norteamericana hacia fines del 2005?, según estimaciones conservadoras sumaba unos 3 billones de dólares
de sobreprecios que amenazaban evaporarse de un día para otro (19), si llevamos este cálculo al nivel
mundial probablemente rondaríamos los 6 billones dólares, cerca de la mitad del Producto Bruto Interno
norteamericano. Para entender el fenómeno debemos retrotraernos a los años 1970 cuando se inició un
proceso mundial de financierización que en los 1990 recorrió una sucesión de estallidos de burbujas: Japón al
iniciarse la década, Asia del Este en 1997, Rusia en 1998, Estados Unidos en el 2000, cada desinfle fue
sucedido por un globo de mayor magnitud que el anterior, pero la serie especulativa está arribando ahora a
un nivel que hace muy difícil su control. En 2006 comenzó el desinfle de la burbuja inmobiliaria
norteamericana con fuertes caídas en los precios, los volúmenes de ventas y la construcción de nuevas
viviendas. Su impacto sobre la demanda general y el ritmo de crecimiento económico ya se hacían sentir
hacia el final del año.
Durante el primer trimestre de 2007 abundaron los malos presagios, a fines de febrero-comienzos de marzo el
sacudón bursátil global indicaba que la declinación estadounidense no será un fenómeno aislado. Dicho
proceso marca el fin de los sueños imperiales de los halcones de la Casa Blanca y debería producir cambios
profundos en las estrategias nacionales e internacionales de la superpotencia. En Eurásia el fracaso de la
estrategia militarista abre el juego al rediseño de alianzas, en función de ese nuevo panorama los Estados
Unidos seguramente intentaran recuperar posiciones en África y América Latina. Uno de los pilares de esa
probable tentativa de recomposición política es sin duda el tema energético incluyendo en el caso
latinoamericano el capítulo biocombustibles. A nivel interno la desaceleración de la prosperidad apoyada en
deudas debería generar tensiones económicas y sociales de difícil manejo.
21
Escenarios
Immanuel Wallerstein viene sosteniendo desde hace tiempo que los Estados Unidos tienen dos
grandes alternativas en su camino descendente: practicar una suerte de decadencia honorable o
bien “tirar la casa por la ventana”. En el primer caso se trataría de acordar diversos repliegues
estratégicos con las otras potencias, suavizar en la periferia viejas presiones imperialistas tratando
de llegar a nuevas formas de interacción con Asia, África y (sobre todo) América Latina,
abandonar delirios consumistas (insostenibles a largo plazo), aplicar frenos al gasto público
combinándolos con medidas tendientes s la desconcentración del Ingreso Nacional, etc. La
segunda opción, practicada desde 2001, consiste en agravar la concentración de ingresos y los
desajustes fiscales y comerciales (y el endeudamiento público y privado) y sobre todo utilizar
plenamente el poder militar con el fin de imponer al planeta las decisiones políticas y económicas
del Imperio. A comienzos del 2007 los Estados Unidos no han entrado en colapso, tal vez ello se
deba en gran parte al comportamiento moderado y apaciguador de las otras potencias que entre
otras cosas han suavizado (hasta ahora) las tendencias a la desdolarización de la economía
mundial. La situación económica de los Estados Unidos es hoy mucho peor que la existente en
2001 y el empantanamiento en Irak y Afganistán ha reducido considerablemente el poder
disuasivo de su sistema militar. En fin su posición energética (uno de los factores que decidieron
la embestida bélica de los últimos años) es también mucho más débil que hace un lustro, la Casa
Blanca creía que la victoria fácil en sus acciones militares le permitirían en el corto plazo poner
bajo su control el grueso a los países donde se localizan la mayor parte de los recursos petroleros
del mundo, pero hoy experimenta retrocesos políticos significativos en Asia, África y América
Latina. Mientras se reduce su influencia política internacional aumenta su dependencia de las
fuentes externas de abastecimiento (ver el gráfico 2.1.11: “Estados Unidos: consumo, producción
e importación de petróleo”).
Es con ese contexto de fracaso político y fragilidad financiera que hacia el final de la
administración republicana aparecen elementos de lo que podría llegar a ser en un futuro
impreciso una reconversión estratégica de los Estados Unidos. Por ahora son visibles algunos
movimientos diplomáticos en Medio Oriente de diálogo con Irán como la Conferencia de Bagdad
celebrada a comienzos de Marzo, algunas iniciativas en África y la reciente gira de Bush por
América Latina. En todos esos casos el rostro conciliador se combina con reiteraciones de la
tradicional agresividad de los halcones o por lo menos de sus integrantes más extremistas
(amenazas contra Irán, bombardeos en Somalía, antichavismo furioso en América Latina, etc.). En
22
América Latina el capítulo energético es ampliado integrando una componente nueva: los
biocombustibles, que otorgan a la región una enorme importancia desde la visión norteamericana.
A diferencia de los comienzos de los 1990 (cuando fue tomando cuerpo la estrategia centrada en
el control de la franja central-sud de Eurasia) en momentos en que los Estados Unidos venían de
ganar la Guerra Fría y aparecían como el gran vencedor del siglo XX, ahora un rediseño
estratégico global del Imperio (si llega a concretarse) sería elaborado e implementado con un telón
de fondo de derrota (Irak, súper endeudamiento, desajustes financieros, declinación del dólar,
etc.).
Por otra parte dicho rediseño no debe ser interpretado solo como la reacción de la Casa Blanca
ante su fracaso global sino como la probable construcción de una nueva “política de estado” que
al igual que la anterior (1991-2007... ?) atraviesa tanto a demócratas como a republicanos
involucrando al conjunto del sistema de poder norteamericano.
Desde ese enfoque la gira de reciente gira de Bush por América Latina puede ser entendida como uno de los actos
finales de la administración republicana pero también como un anticipo de lo que podría llegar a ser la política hacia la
región del futuro gobierno de los Estados Unidos.
Partiendo de la constatación de que (aún) la casa no ha sido totalmente tirada por la
ventana y que la desaceleración económica (motorizada por el desinfle de la burbuja
inmobiliaria) puede ser suave o catastrófica; es posible esbozar una abanico de
escenarios para los próximos tres años que oscilan entre dos caminos extremos; el del
aterrizaje (económico, político, militar...) suave y bien controlado y el del colapso general
del Imperio.
En el primer escenario podríamos imaginar a un gobierno-Bush crecientemente acotado
por la mayoría parlamentaria demócrata que limitaría o bloquearía los despliegues
militares empujándolo a remplazarlos por negociaciones y presiones políticas y
económicas. De ese modo la etapa final de la actual administración seria un periodo de
transición concertada hacia el gobierno futuro. Este clima facilitaría las negociaciones
económicas y políticas con las otras potencias lo que permitiría por ejemplo el desarrollo a
23
mediano plazo de una desdolarización global gradual controlada, el dólar no se derrumbaría sino
que pasaría a compartir (de manera declinante) la escena comercial y financiera internacional.
La desaceleración económica suave de los Estados Unidos (sin brotes inflacionarios ni
deflacionarios significativos) impactaría sobre el sistema mundial enfriando las tasas de
crecimiento de las grandes economías y moderando el ascenso del precio del petróleo y de
numerosos productos primarios. El repliegue de los Estados Unidos en Eurasia sería
relativamente ordenado lo que le permitiría conservar posiciones de fuerza importantes, no habría
efecto-dominó como consecuencia de la retirada (negociada) de Irak.
Uno de los pilares de la nueva estrategia norteamericana para América latina sería la búsqueda
de vías para la integración energética (convencional y biocombustibles) lo que abre el espacio
para distintas alternativas: intentos de penetración-dominación económica (compras masivas de
tierras, control de estructuras industriales y comerciales, etc.), desarrollo de concertaciones con
estados y empresarios locales, agresiones políticas y económicas contra países considerados
hostiles (por ejemplo Venezuela), etc. En el segundo escenario el aterrizaje económico no sería
suave sino caótico a causa de diversas “rigideces” que bloquearían la adaptación a los nuevos
tiempos, las mismas son el resultado de aproximadamente un cuarto de siglo de mutación elitistaneoliberal de la sociedad norteamericana. Por una parte la hipertrofia financiera que ha generado
grupos de poder basados en la especulación y con expectativas de altas ganancias a corto plazo
que resistirían medidas de enfriamiento a sus actividades. Por otra lado el desarrollo del llamado
“complejo industrial-militar” que ya ocupaba una posición fuerte durante la Guerra Fría pero que
desde los 1990 aceleró su expansión combinando sus intereses con otros grupos (financieros,
petroleros, etc.) hasta llegar a formar parte decisiva de una convergencia (altamente concentrada)
política-industrial-militar-financiera-energética-etc... y que dispone de una enorme capacidad
operativa. Finalmente es posible destacar un complejo proceso de desintegración social (paralelo
a la concentración de ingresos) que ha introducido factores de degradación cultural e institucional
por ejemplo el doble fenómeno de ascenso de la criminalidad (en todas las clases sociales) y de
la criminalización de las clases bajas, en especial las minorías étnicas, uno de cuyos indicadores
mas notables es el crecimiento vertiginoso de la población carcelaria (ver el Gráfico 2.1.12:
“Presos en las cárceles de los Estados Unidos”). La lista podría ser más larga pero son suficiente
los factores mencionados para percibir la importancia de las tendencias irracionales que podrían
desatarse en un contexto de crisis aguda. Entre ambas rutas son posibles varios caminos
intermedios, combinaciones de escenarios, etc.
24
2.2, Segundo interrogante: el
comportamiento de las otras potencias
En los tres últimos años se ha podido constatar el retroceso del poder global de los Estados Unidos, su
debilitamiento económico marcado por graves desajustes financieros crecientes se ha sumado al
empantanamiento en Irak y a partir de allí la pérdida de influencia en varios países de Asia. Esos retrocesos
han sido aprovechados por otras potencias, por ejemplo Rusia y China que no solo han conseguido avanzar
en Asia sino, especialmente los chinos, en otros continentes.
Me ha parecido conveniente limitar el análisis de “las otras potencias” a solo cuatro: Japón, la Unión Europea,
China y Rusia. Quedan fuera Brasil e India.
El PBI de la Unión Europea ya supera al de los Estados Unidos y si bien no dispone de una cohesión política
(estatal) ni de una fuerza militar comparable con la de la superpotencia; su envergadura económica, su
dinámica de expansión territorial hacia el Este (en 2007 quedó constituida la Unión Europea de los 27) y el
ascenso del euro frente al dólar le otorgan una capacidad de decisión considerable.
Rusia ha podido superar (¿de manera durable?) el desastre de los años 1990 cuando su PBI se redujo a la
mitad en menos de una década. Su economía es mucho más pequeña que las de China, la UE o Japón sin
embargo todavía sigue siendo la segunda potencia militar del mundo, dispone de un enorme arsenal nuclear
aunque inferior al de los Estados Unidos, es la segunda exportadora de armas (probablemente cerca de 8 mil
millones de dólares en 2007), tiene capacidad real de influir sobre su vasto entorno geográfico y posee un
potencial energético que le permite presionar sobre la Unión Europea, China, etc.
China es ya una potencia capaz de incidir sobre la economía mundial, su PBI medido en paridad de poder de
compra es el segundo del planeta y comienza a traducir su fuerza económica en influencia política.
Finalmente Japón, aunque perdiendo poder económico relativo a escala global luego de casi tres lustros de
estancamiento sigue siendo, por la dimensión de su economía y su desarrollo tecnológico, un factor de primer
orden en la marcha del sistema mundial.
Brasil e India son dos países emergentes de gran importancia pero todavía no juegan en el primer nivel del
tablero global, tienen peso regional ascendente (en América Latina y Asia respectivamente) e incluso suelen
aparecer cada vez más en los pronósticos de largo plazo referidos a los poderes dominantes del futuro, sin
embargo en el horizonte temporal de este trabajo (año 2010) ambos países no pueden ser ubicados en el
círculo de las grandes potencias.
25
2.2.1, El futuro del renacimiento ruso
Se puesto de moda hablar del “renacimiento de Rusia”, a lo largo de la década actual su
PBI crece año tras año, su gobierno ya no solicita sumiso la ayuda financiera de
Occidente, por el contrario sus reservas de oro y divisas se expanden velozmente, el rublo
se consolida. En política internacional Moscú ha comenzado a jugar de manera cada vez
más independiente recuperando su influencia en varias ex repúblicas soviéticas de Asia
Central como es el caso de Uzbekistán, el país más poblado de esa zona, cuyo déspotapresidente Islam Karimov, acaba de abandonar su romance con los Estados Unidos
exigiéndoles desmantelar la base militar que tenían instalada en su territorio, para retornar
al regazo de su hermana mayor rusa. En 2006, después de un prolongado
distanciamiento, Rusia realizó maniobras militares conjuntas con China, mientras
aumentan las relaciones económicas entre ambas potencias que codirigen ahora al Grupo
de Shangai, proceso de integración de alcance eurasiático que puede llegar a cambiar de
manera decisiva el sistema de poder global (18). Han quedado atrás las humillaciones de
los años 1990 cuando el Kremlin aceptó pasivamente la primera guerra del Golfo y
apenas se quejó ante las sucesivas intervenciones de la OTAN en Yugoslavia que
culminaron con la instalación de una súper base militar en Kosovo. Ahora Moscú desafía
a Washington y anuda acuerdos energéticos con Irán a quien brinda asistencia militar e
invita a integrarse al Grupo de Shangai. Es evidente, Rusia esta de regreso, los medios
internacionales de comunicación van remplazando sus envejecidos informes sobre la
“decadencia rusa” por otros muy diferentes, algunos haciendo referencia al resurgimiento
económico y político del ex gigante enfermo, otros a su posible belicosidad futura, a su
poder de chantaje en el área energética, a la recuperación de porciones importantes de
sus viejas áreas de influencia en Asia.
La implosión
Tres lustros atrás el panorama era muy distinto, la implosión de la Unión Soviética (1991)
fue acompañada por un discurso oficial acerca de la instauración acelerada del
capitalismo llevada adelante por los dirigentes del régimen que acababa de ser disuelto.
Sin embargo en lugar de una nueva elite de empresarios emprendedores emergió una
avalancha de redes mafiosas dedicadas a depredar el aparato productivo convirtiendo a la
economía en un caos. En Rusia contra (casi) todas las predicciones occidentales las
elecciones legislativas de 1995 y las presidenciales de 1996 mostraron a los comunistas
como alternativa de gobierno aunque luego de varios años de presencia amenazante y
pese a la crisis de 1998 y el desprestigio del gobierno de Yeltsin demostraron su
incapacidad para recuperar el poder naufragando en una interminable sucesión de
amagos y gestos teatrales. Todo aparecía como una coincidencia (decadente) de
impotencias: la de Yeltsin y sus aliados para gobernar y la de Ziuganov (el líder del
reconstruido Partido Comunista) para sacar del Kremlim al primero, ambos enmarañados
en infinitas disputas internas.
La producción se reducía año tras año, las evaluaciones no son muy seguras debido al
desorden y la corrupción del estado pero según numerosos expertos entre 1991 y 1998 el
PBI cayó mas del 50 % (ver el gráfico 2.2.1.1 “Producto Bruto Real ruso, 1989-2006”), las
inversiones productivas bajaron un 90 %, la esperanza de vida masculina pasó de 69 a 58
años, la tasa de natalidad cayó del 14 % al 9 %, la tasa de escolarización descendió un
10%, el 70 % de la población pasó a vivir por debajo de la línea de pobreza (19).
En la base del desastre se encontraba el proceso de “desestatización” iniciado en 1992
(cuando Igor Gaidar asumió como primer ministro), cuyo objetivo era la privatización de
26
unas 115 mil empresas a través de un operativo calificado por el periodista francés Henri
Alleg como “el robo mas grande de la historia” (20), que permitió su apropiación por parte
de los miembros de la vieja Nomenclatura (directores de empresas, altos funcionarios del
Partido, etc) y sus amigos por sumas irrisorias. Muchas de esas firmas fueron llevadas al
borde de la ruina o liquidadas a causa del pillaje desenfrenado del que fueron víctimas.
Dicho proceso fue acompañado por el derrumbe de las estructuras de seguridad social,
de los sistemas sanitarios y educativos; varias decenas de millones de rusos se
encontraron de la noche a la mañana sumergidos en la indigencia.
La desindustrialización se realizó a un ritmo mucho mas acelerado que la industrialización
de los años 1930, el desastre fue superior tanto en términos absolutos como relativos al
causado por la invasión nazi; según las estimaciones publicadas por la OCDE el PBI de
1946 era un 23 % inferior al de 1939 (21) mientras que como vimos antes descendió más
de 50 % entre 1991 y 1998. En Agosto de 1998 Alexey Leseyev, un veterano de la
Segunda Guerra Mundial, publicaba un artículo en el periódico “Pravda Rossiyi” de Moscú
en el que comparaba la situación rusa de ese momento con los planes del alto mando
nazi citando un documento firmado por el General SS Wetzel, responsable de la
colonización de los llamados “territorios del Este”, en el que afirmaba: “Nuestro objetivo
no es el de derrotar a un país cuya capital es Moscú. Al que tenemos que derrotar es al
pueblo ruso desintegrándolo” y proponía diversas medidas practicas. Leseyev señalaba
que “ese plan trazado en 1942 es ahora mas de cincuenta años después desarrollado por
las actuales autoridades rusas, incluso en muchos aspectos ha sido sobrepasado” (22).
El pasado soviético
Sin embargo ese derrumbe no fue el resultado exclusivo de una fulminante epidemia
privatista sino la culminación de un largo proceso de decadencia productiva e institucional,
las tasas de crecimiento del PBI venían disminuyendo desde los años 1970 (ver el gráfico
2.2.1.2: “URSS, crecimiento del PBI real por habitante”), a medida que la economía se
desaceleraba avanzaban las tendencias parasitarias en las elites dominantes que como
27
señalaba K. S. Karol “no creían mas en los valores de su propia sociedad y orientaban
secretamente su mirada hacia los verdaderos ricos de Occidente” (23).
Formas muy extendidas de corrupción se hicieron visibles desde los años 1970, la
importación legal o ilegal de bienes de lujo para la elite se expandió al mismo tiempo que
lo hacían las compras al exterior de productos básicos para la supervivencia del conjunto
de la población, la decadencia cultural consumista de los privilegiados avanzaba
paralelamente a la ineficacia productiva, por ejemplo la URSS importaba cada vez mas
cereales que su sistema capaz de sofisticadas proezas militares y espaciales era incapaz
de producir.
Ello ocurría en una sociedad altamente militarizada que venía de sufrir dos enormes
impactos: la dictadura de Stalin y la invasión alemana. Bajo Stalin y sobre todo en los
años 1930 la URSS realizó importantes progresos productivos, entre 1928 y 1937 las
cosechas de cereales pasaron 73 a 96 millones de toneladas anuales, el stock de
tractores de 2 millones a 50 millones, la producción de electricidad de 5 mil millones a 35
mil millones de Kwh y el PBI creció más del 80 % (24). Pero esa expansión fue realizada
por medio de un sistema despótico que encuadró de manera brutal a la población, la
desestalinización posterior preservó las estructuras burocráticas de esa época
bloqueando las posibilidades de recomposición cultural.
Por su parte la invasión alemana significó la muerte de 27 millones de soviéticos, en su
mayoría rusos, en su informe ante el Comité Central del PCUS, N. Voznessenski, que
había sido el responsable de la economía de guerra, consideraba que la invasión nazi
había causado la pérdida casi total de la ganadería, la liquidación de unas 32 mil
empresas industriales y de 65 mil kilómetros de vías férreas, 100 mil empresas agrícolas,
la destrucción completa de 1700 ciudades importantes y de 70 mil pequeñas ciudades, 25
millones de personas quedaron sin vivienda, etc. (25). Según Fürtrantt-Kloep “las lesiones
de la URSS eran de tal dimensión que los 45 años que le quedaron por delante (19461991) no alcanzaron para una plena reconstrucción, lo cual quiere decir que el 3 de
Diciembre de 1991 (liquidación de la URSS) fue un día de triunfo no solo para Ronald
Reagan sino también de manera póstuma para Adolf Hitler” (26).
Luego de la victoria se inició un duro proceso de recuperación condicionada por la guerra
fría enfrentando a los Estados Unidos cuyo PBI era en 1946 cuatro veces superior al suyo
lo que significó para la URSS un esfuerzo industrial-militar desmesurado. Según ciertas
estimaciones desde el inicio de la guerra fría hasta el derrumbe de la URSS el 70 % de
los recursos dedicados a la investigación científica estaban consagrados a fines bélicos,
los gastos militares representaban cerca del el 25 % del PBI. Es difícil imaginar a un país
empleando de ese modo sus recursos en tiempos de paz y durante un período tan
prolongado sin sufrir graves deterioros estructurales. Visto desde el largo plazo a partir de
la revolución (1917) hasta la implosión (1991) la Unión Soviética nunca dejó de ser una
sociedad militarizada.
La declinación final del sistema, desde comienzos de los 1980 hasta 1991 coincidió con la irrupción a nivel
mundial de la hipertrofia financiera que tuvo su era de gloria en los años 1990, cuando los dirigentes ex
soviéticos se lanzaron a depredar su propia economía encontraron fácilmente vínculos con las redes de
negocios de los especuladores globales. Pudieron así concretar una gran succión de riquezas que colocaron
en Occidente, se han realizado distintas evaluaciones de los fondos evadidos por los nuevos ricos rusos:
entre 1990 y 1998 sumarían unos 400 mil millones de dólares. La era Yeltsin significó el ascenso de diversas
elites exitosas (los rusos suelen llamarlas “oligarquías”), unas basadas en los negocios “bancarios” que en
gran parte servían de escudo legal de actividades mafiosas, otras en el área agrícola integradas
principalmente por funcionarios que “administraban” los créditos al sector, y otras en la exportación de gas y
petróleo. En el sector de gas se destacó en ese momento la figura del primer ministro Viktor Chernomyrdin
(Gazprom), en el petróleo aparecía dominante Vagit Alekperov, presidente de Lukoil. la más importante
empresa extractora. Pero todos esos nuevos ricos que solían pasar velozmente de un negocio a otro, más
allá de su inserción económica específica asumían el aspecto de una “elite de saqueadores”, que cabalgaba
28
sobre realidades efímeras, imprimía una muy alta velocidad a sus operaciones, solía emplear la violencia
directa para resolver problemas de negocios. En buena medida se trataba de una versión deformada extrema,
caricatural, del capitalista de Occidente a quien quería imitar.
La recuperación
Tal vez el nivel más alto del caos fue alcanzado hacia 1998 cuando estalló la crisis financiera, la
incapacidad fiscal del estado había generado una avalancha de deudas que sumada al
desenfreno importador terminó por hacer colapsar al rublo. Yeltsin hizo un intento final para
contener el derrumbe y nombró como primer ministro a Sergei Kiriyenko, un neoliberal ortodoxo
que aceleró aún más la descomposición. Fue en ese punto cuando comenzaron a manifestarse
desde las estructuras del estado, principalmente su sistema de seguridad, las reacciones que
terminaron por imponer un nuevo curso político. Primero tímidamente a través del
encumbramiento como primer ministro de Yevguieni Primakov, fundador en 1991 del SVR, el
servicio de inteligencia exterior heredero del célebre KGB: que intentó imponer algunos matices
económicos proteccionistas y un cierto tinte “nacionalista” a la política exterior, fue sobre todo lo
primero y sus aspiraciones de suceder a Yeltsin de manera independiente lo que precipitó su
destitución. Pero la nueva tendencia ya estaba en marcha, y aunque el yeltsinismo impuso como
sucesor a quién aparecía como su hombre: Vladimir Putin, proveniente del corazón de la ex KGB,
este no tardó mucho en ponerse al frente de la restauración estatal. La devaluación del rublo
precipitada por la crisis generó de hecho un paraguas proteccionista a la industria facilitando la
recuperación de empresas y empleos y frenando la evasión de capitales al exterior y más
adelante, cuando se afirmó la corriente alcista del precio del petroleo, dispuso de fondos para
reconstruir estructuras productivas y de seguridad de las Fuerzas Armadas.
El “renacimiento ruso” que marca la década actual puede ser explicado a través de la
convergencia final de tres fenómenos que despegaron en distintos momentos.
En primer lugar la reacción del núcleo duro del estado contra el caos de la era Yeltsin durante la
cual el complejo industrial-militar formo parte del bando de los “perdedores”. Dicho sector había
sido durante más de seis décadas la espina dorsal de Rusia y del conjunto de la URSS, es decir
del gigantesco aparato estatal, articulador social y fundamento último de todos los espacios
geográficos bajo influencia o control directo o indirecto de la superpotencia. Pero no se trata solo
29
de una “herencia soviética” sino de un proceso histórico mucho más largo que está en los
fundamentos del origen de Rusia como país y de sus sucesivas expansiones imperiales (todas
orquestadas “desde arriba” desde el Poder despótico) comenzando con Ivan el Terrible que se
proclamó Zar (Cesar) en 1547, siguiendo con Pedro el Grande (1672-1725) no menos brutal que
Ivan y que sentó las bases del Imperio Ruso moderno, sus fuerzas armadas, su gigantesca
burocracia. Y llegando en el siglo XX a Stalin (continuador del estilo autoritario de sus
predecesores) que no solo reconstruyó sobre nuevas estructuras industriales ese viejo aparato
sino que lo llevó luego de la Segunda Guerra Mundial a dominar un espacio eurasiático inmenso
desde el Pacífico hasta el centro de Europa. En realidad la aspiración liberal de “desestatizar
Rusia” intentada por el yeltsinismo y sus amigos occidentales fue desde el punto de vista de la
larga duración histórica una suerte de tentativa (fracasada) de “desrusificación”, de eliminación de
su raíz cultural más profunda: pretendieron desestructurar en unos pocos años varios siglos de
desarrollo del país más extendido del planeta. El resultado, por ahora, de esta curiosa mezcla de
privatismo caótico de los 1990 con resurrección estatal es una suerte de “burguesía de estado” en
un país donde utilizando una expresión hoy muy común en Moscú: “nadie se hace rico sino que
es designado como tal”. En Rusia es ahora posible pasar sin transición alguna de funcionario a
millonario y de millonario a residente en alguna prisión, todo depende del juego cambiante de
influencias e intrigas en torno del Poder político. El caso Jodorovsky puede servir de ejemplo. En
1989 con solo 26 años de edad Mijail Jorodorsky creó Menatel. uno de los primeros bancos
privados de la ex URSS, en 1995 gracias a sus vínculos con el clan Yeltsin se apoderó de la
empresa estatal Yukos “privatizada” a la medida del joven comprador que en poco tiempo la
convirtió en la primer empresa petrolera del país con más de 100 mil empleados . Hacia el 2003
Jodorosvky era el hombre más rico de Rusia, su fortuna personal era evaluada en ese momento
en unos 11 mil millones de dólares... pero entró en disputa con Vladimir Putin y en Agosto de ese
año fue llevado a prisión acusado de diversos delitos económicos. De inmediato renunció a la
presidencia de la compañía pero su gesto sirvió de poco, la justicia congeló las cuentas bancarias
de la empresa, la fiscalía del estado le exigió unos 10 mil millones de dólares en impuestos
impagos, etc. En Diciembre de 2004 se ponía al descubierto una compleja operación por medio de
la cual la petrolera estatal Rosneft adquiría Baikalfinancegroup, una empresa fantasma que poco
antes había comprada en “subasta pública” a la firma Yuganskneftegaz, la joya del grupo Yukos
(extraía el 60% de su petróleo).
30
Petróleo y repliegue norteamericano
Un segundo factor del resurgimiento ruso ha sido el crecimiento sostenido del precio
internacional del petróleo que representa cerca del 40 % de las exportaciones totales de
Rusia. Desde el punto de vista fiscal su peso es enorme, constituye algo más del 50 % de
los ingresos del Presupuesto 2006. Gracias al comercio energético Rusia no solo ha
reducido su deuda sino que viene acumulado reservas de oro y divisas de manera
exponencial: 12 mil millones de dólares en 1999, 37 mil millones en 2002, casi 200 mil
millones en 2005 y unos 370 mil millones a mediados del 2007 según el pronóstico de
Alexei Kudrin, Ministro de Finanzas (27).
Esta coyuntura favorable no ha hecho más que aumentar la dependencia de la economía
rusa respecto de la producción petrolera. Las autoridades y principales empresarios del
sector admiten que la extracción se encuentra en la cima, su descenso es inevitable en un
horizonte cercano, así lo advertía hacia fines del 2004 Yuri Shafranik, director de la
Cámara de Productores de Gas y Petróleo de la Federación Rusa y antiguo ministro de
energía: “La producción de petróleo casi ha llegado a su cenit de manera que las
exportaciones se restringirán automáticamente de aquí a dos años” (28). Pero aun cuando
descienda gradualmente (no se espera una caída fuerte), el efecto negativo podría ser
compensado por la tendencia de mediano-largo plazo a la suba del precio internacional
impulsada por la cercanía del cenit global de la producción (29).
De todos modos en los próximos años el gobierno ruso dispondrá de fondos cuantiosos lo
que seguramente fortalecerá las tendencias intervencionistas cada día más visibles.
Actualmente en tanto segundo exportador mundial de crudo después de Arabia Saudita
pero también como poderoso participante en otros mercados energéticos como el del gas
y el carbón, Rusia dispone de un instrumento de primer orden para sus despliegues
políticos y económicos globales especialmente en Eurasia.
A los dos factores señalados (recomposición del estado y auge energético) es necesario
agregar un tercer elemento, exógeno, que se ha convertido en un aliado inesperado de la
actual recuperación de Rusia en el plano internacional: las crecientes dificultades de los
Estados Unidos en Eurasia. Su empantanamiento militar en Irak y Afganistán, la derrota
de Israel en Líbano (que frenó la ofensiva norteamericana sobre Siria e Irán), el retroceso
de su influencia sobre las ex repúblicas soviéticas de Asia central unido a sus crecientes
problemas financieros han creado el terreno propicio para la ampliación y consolidación
del Grupo de Shangai, la intensificación de los lazos económicos y militares de Rusia con
China e Irán, etc.
Paradojas, contradicciones, escenarios.
El renacimiento ruso está atravesado por contradicciones y zonas borrosas que hacen
difícil su diagnóstico. A simple vista se trata de la emergencia de una petro-economía
copiando el modelo de otros países subdesarrollados que se han visto inundados por una
avalancha de dólares, pero sus reservas de petróleo aunque inmensas no se expandirán
mucho más, en consecuencia esa producción milagrosa comenzará pronto a disminuir. La
evaluación de las otras áreas energéticas, en especial la del gas, no mejora
sustancialmente el panorama.
La recuperación industrial de los últimos años empieza a agotarse porque los dos factores
que la estimularon han ido perdiendo peso: la brecha de costos producida por la
devaluación del rublo de fines de los años 1990 y la utilización de capacidad productiva
ociosa (gracias a la hiper recesión de la década pasada).
El complejo industrial-militar ha dado signos de recuperación impulsado por
disponibilidades de fondos provenientes del comercio exterior. Pero su retaguardia
31
estratégica, el sistema educativo y científico heredado de la ex URSS, sufrió deterioros
decisivos durante la era Yeltsin de los que no se ha recuperado, en realidad la industria
militar rusa parasita sobre las glorias del pasado.
El estado despótico parece renacer pero no se trata del retorno a los tiempos de Stalin
porque su recomposición no se funda en el aislamiento político internacional sino por el
contrario en la rápida internacionalización de su base económica (exportaciones de
productos energéticos, armas, etc.) lo que genera contradicciones culturales significativas
entre la recuperación de tradiciones imperiales y nacionalistas (como lo viene haciendo
Putin en los últimos tiempos) y el carácter globalizante de sus áreas productivas líderes.
Además el renacimiento estatista esta curiosamente asociado a los vaivenes de redes
privadas, mafiosas, cuyo peso es enorme conformando innumerables zonas grises muy
inestables donde es sumamente difícil diferenciar lo público de lo privado.
En fin la decadencia social, que tiene varias décadas de desarrollo (acelerada en los
1990) continúa su marcha. Prueba de ello es el proceso de declinación demográfica que
se combina con el deterioro de la cultura industrial, de los sistemas educativo, sanitario y
la persistencia de un enorme espacio de pobreza e indigencia.
En fin, el redespliegue imperial también puede ser visto como aprovechamiento efímero
del repliegue norteamericano en Eurasia.
Como vemos cada expresión de renacimiento esconde señales negativas, en
consecuencia el trazado de trayectorias (escenarios) de la sociedad rusa en los próximos
trés años debe tomar en cuenta las fragilidades que se esconden detrás de las
apariencias de fortalecimiento económico e institucional.
Es posible esbozar un escenario “optimista” de crecimiento económico y
desconcentración del Ingreso Nacional fundado en el boom de las exportaciones de
petróleo y gas. Pero el mismo debería ser matizado a partir diversas consideraciones,
entre ellas:
a, la probable desaceleración de la economía norteamericana y su impacto negativo sobre Japón,
la Unión Europea y China deberían enfriar la demanda y moderar el alza de los precios de los
productos energéticos.
b, el probable crecimiento más lento (o nulo) del suministro mundial a partir de 2008 en adelante
si es que como afirman algunos expertos ya estaría muy cerca del “peak oil” , es decir la cima de
la producción petrolera global, operaría en sentido contrario de lo señalado en “a” (lo precios
seguirían subiendo incluso apurando el paso).
c, es dificl pronosticar si el crecimiento de los ingresos energéticos rusos marchará más o menos
rápido que el proceso de concentración de ingresos, pilar fundamental de su modelo “capitalista”,
menos fuerte ahora que en el período Yeltsin pero de todas maneras importante. Todo depende
del mayor o menor freno que las autoridades y los sectores sociales postergados ejerzan sobre
los nuevos ricos y las rades mafiosas.
d, el carácter marcadamente transnacional de las elites económicas rusas, incluidas las redes
mafiosas las hace muy sensibles a los vaivenes financieros internacionales. Una parte sustancial
de sus ganancias han sido colocadas en diversas “inversiones” en el exterior, principalmente en
Europa y los Estados Unidos y preferentemente en negocios especulativos de alto riesgo. En
consecuencia un encadenamiento de turbulencias financieras como la ocurridas a partir del
“martes negro” bursátil del 27-02-2007 muy posibles este año y hasta el fin de la década, puede
tener consecuencias imprevisibles en Rusia (movimientos masivos de capitales fuera de control,
etc.). En oposición extrema a la alternativa “optimista” es posible elaborar un escenario
“pesimista” donde un crecimiento flojo del valor de las exportaciones energéticas combinado con
fuertes disputas por el Ingreso Nacional genere desórdenes económicos convergentes con un
ascenso generalizado del descontento popular. La apariencia de poder-fuerte del régimen de
Putin y sus sucesores estaría escondiendo agudas contradicciones en el marco de una sociedad
que prolonga la decadencia del último tramo del sistema soviético (la declinación demográfico es
uno de sus indicadores). Entre ambas rutas extremas es posible trazar algunos escenarios
intermedios.
32
2.2.2, La recuperación de Japón
Japón transita actualmente por su tercer ciclo de crecimiento prolongado desde la
Segunda Guerra Mundial, el presente es el más largo de los tres.
En el remoto pasado un boom conocido como “Izanagi” (derivado del nombre del dios
mitológico creador de las islas del actual Japón) brindó 57 meses de expansión
ininterrumpida entre noviembre de 1965 y julio de 1970, fue el período de oro de la
economía japonesa que crecía a un ritmo anual promedio ubicado entre el 11% y el 12%.
Se expandieron las clases medias y las exportaciones industriales, mejoró
sustancialmente el nivel de vida de la población. Le siguió otro ascenso durable, el
llamado boom “Heisei” (30) (diciembre 1986-enero 1991), en realidad se trató de una
burbuja financiera sucedida por un largo estancamiento, fueron 51 meses de orgía
especulativa que los medios de comunicación global confundían con un “nuevo milagro”
donde el crecimiento promedio anual llegaba al 5 % (menos de la mitad del período
Izanagi). El actual “boom” es el más largo pero su modestia es notable, iniciado en febrero
de 2002 ya sobrepasó a todos en tiempo de vida aunque con un crecimiento promedio
anual del PBI del 2 % (menos de la mitad del Heisei). Durante el mismo las clases medias
han sufrido el efecto de la concentración de ingresos, además aumentó
considerablemente el trabajo precario deteriorándose seriamente una vieja tradición de
estabilidad laboral. ¿Cuanto durará esta expansión?, las autoridades sostienen que
seguirá hasta mediados del 2007, sin embargo con el enfriamiento de la economía
norteamericana a la vista y sus probables repercusiones globales los pronósticos oficiales
están siendo revisados pese al triunfalismo voluntarista del nuevo primer ministro Shinzo
Abe. Detalle curioso, este ciclo no tiene nombre, ni mítico ni de ningún otro tipo, según el
especialista Hisane Masaki ello se debe a que el grueso de la población no desea darle
las gracias a ningún dios por una expansión que no llega a sus bolsillos (31). En otros
tiempos todas las etapas de expansión recibían algún nombre, era una manera de
preservarlas en la memoria popular, parecería como que ahora (casi) nadie tiene
demasiado interés de que en el futuro se recuerde demasiado esta recuperación.
Éxitos y fracasos
Esta falta de entusiasmo (o excesiva prudencia) se debe a que el estancamiento del cual
ha salido Japón fue demasiado largo y al igual que el auge especulativo que le antecedió
dejo huellas negativas importantes. Los medios de comunicación suelen reducir la mala
época a los años 1990 cuando las tradicionales altas tasas de crecimiento industrial
fueron muy bajas e incluso negativas, sin embargo fue en los 1980 mientras Japón
aparentemente lograba continuar con sus éxitos cuando comenzaron a notarse serios
problemas económicos, institucionales y morales.
Numerosos expertos se han referido a deterioros de aspectos considerados hasta ese
entonces claves de la prosperidad como el sistema educativo, la estabilidad laboral, la
eficacia administrativa o el esfuerzo tecnológico continuado en el largo plazo. En pleno
“milagro” estuvieron de moda explicaciones de sus causas basadas en formulas simples,
mayormente “triángulos”como los “tres tesoros” de la fidelidad laboral (empleo vitalicio,
salarios interesantes toda la vida y presencia de sindicatos integrados al sistema), los
“tres pilares” de la dinámica económica (educación, ahorro y presencia estatal) o el
“triángulo de hierro” de la estabilidad (hegemonía política del partido conservador,
funcionamiento de una jerarquía indiscutida de funcionarios públicos y poder económico
de un pequeño grupo de jefes de grandes empresas), también era mencionada la
combinación no menos mágica entre “tecnología y largo plazo”, es decir esfuerzo
tecnológico sistemático como parte de una programación de largo aliento. El fin del
33
“milagro” dejó en el olvido esos esquemas que habían nutrido notas periodísticas,
conferencias y libros de gurúes que encandilaban a auditorios occidentales y del mundo
subdesarrollado. Podríamos tratar de entender las prosperidades y los estancamientos
analizando las expansiones, contradicciones, agotamientos y recuperaciones de sus dos
grandes motores históricos: por un lado la expansión hacia afuera, exportadora, ampliada
luego con inversiones directas y por otra parte el rol activo del Estado. Ambos factores se
complementaron formando parte de un proceso original que después intentó ser copiado
por otros países de la región como Corea del Sur o Taiwan.
La fuerza exportadora
Las fuertes tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno estuvieron durante mucho
tiempo asociadas al aumento de las exportaciones, visto como prueba de competitividad
industrial basada en una fuerza de trabajo capacitada y disciplinada, en una eficaz
intervención pública (donde se destacaba el MITI, Ministerio de industria y comercio
internacional) y en la utilización de técnicas gerenciales avanzadas. Con respecto a esto
último se hacía casi siempre la salvedad de que la gestión empresaria japonesa
aprovechaba tradiciones locales difíciles de imitar que se traducían en seriedad
profesional y planeamiento paciente de largo plazo. En realidad el hiperactivismo
exportador nipón fue una respuesta eficaz a las limitaciones del mercado interno y
también a la necesidad imperiosa de suministro externo de materias primas claves (ver el
cuadro “Crecimiento de las exportaciones y del PBI).
Crecimiento de las exportaciones y del P.B.I
en términos reales, promedios anuales en %
Exportaciones
Producto Bruto Interno
1960-69
15,7
10,4
1970-79
8,6
4,6
1980-89 1990-2001 2002-6
5,1
3,8
8,8
3,9
0,8
2,04
Fuente: OCDE.
En el último medio siglo las exportaciones siempre crecieron (mucho) mas rápido que el
PBI, en la primera etapa de la expansión los grandes grupos industriales lograban altos
beneficios gracias a salarios relativamente baratos respecto de los competidores externos
y a la disponibilidad de un extendido ahorro popular que aparecía bajo la imagen de
austeridad en el consumo. Entre los años 1960 y 1969 la productividad real del trabajo
industrial aumentó un 171 % mientras que los salarios reales lo hicieron en un 83%, entre
1970 y 1979 la productividad subió un 66 % y los salarios un 45% (32), un aumento rápido
de la demanda interna vía mayores salarios habría afectado las ganancias.
La solución externa al riesgo de sobreproducción industrial fue en buena medida lograda
gracias a las ventas a los Estados Unidos, en 1954 representaban el 17 % de las
exportaciones japonesas, en 1967 llegaban al 28 % en 1984 al 34% (33). Japón siempre
podía contar con los saldos positivos obtenidos del comercio con la superpotencia
compensando así los saldos negativos con los países petroleros y otros suministradores
de materias primas. Los grandes superávits comerciales han sido una constante de la
evolución económica japonesa, sin embargo desde mediados de los 1980 esas ventajas
fueron mostrando su insuficiencia con relación al grado de desarrollo de un aparato
productivo que generaba crecientes excedentes financieros, lo que le obligó a expandir
sus inversiones directas en el exterior provocando en ciertos casos deslocalizaciones
industriales que eliminaban puesto de trabajo y afectaban negativamente a la demanda
local. La dinámica exportadora se fue desinflando, la revaluación del yen en esa época
produjo pérdida de competitividad, sin embargo en períodos anteriores Japón había
34
podido superar problemas similares a través de empujes innovativos que incrementaban
la productividad y generaban nuevos productos, esa vez la respuesta fue pobre, la
industria estaba perdiendo dinamismo. Esto tenía inevitablemente que afectar a un tejido
productivo altamente sensible al empuje exportador, hasta mediados de los 1980 la
participación de las exportaciones en el PBI siguió un tendencia ascendente, en 1984 se
acercaba al 15 % pero en 1986 decreció bruscamente al 11,3 %, a partir de allí comenzó
una etapa descendente, en 1995 había bajado al 9,4 %, luego comenzó una difícil
recuperación que tomo vuelo en la década actual (ver el Gráfico 2.2.2.1: “Japón:
participación de las exportaciones en el PBI”). No podemos dejar de asociar a ese cambio
negativo de mediados de los 1980 con diversos síntomas de crisis, el desarrollo de la
especulación financiera y otras formas de parasitismo que fueron minando la salud
económica del país.
La desaceleración de las exportaciones entre fines de los 1980 y mediados de los 1990 se
combinó con un rápido incremento de las importaciones, medido en yens y en términos
reales en 1996 el superávit comercial representaba el 56% del obtenido en 1991. Los
ingresos por ventas a los Estados Unidos bajaban y la compras subían, entre 1986 y 1996
los primeros cayeron un 21%, los segundos aumentaron un 55% y el superávit comercial
bilateral se redujo (34). Japón se replegó hacia su espacio regional, Asia comenzó a
absorber crecientes porciones de sus exportaciones, la super economía japonesa
apabulló a esos países con mercancías e inversiones lo que contribuyó al recalentamiento
de sus estructuras agudizando distorsiones que se hicieron visibles durante la crisis de
1997. De todos modos el asiatismo llegó para quedarse, los Estados Unidos siguen
siendo hoy todavía el principal comprador de productos japoneses pero su peso relativo
ha disminuido de aquel 34 % de 1984 bajó veinte años después al 24 % en tanto China
pasaba de un porcentaje ínfimo en los 1980 a 13 % en 2004. Si en esta última fecha
adicionamos a las exportaciones hacia China (incluyendo a Hong Kong) las dirigidas a
Corea del Sur, Taiwan, Tailandia y Singapur llegaríamos al 42 % (35).
35
Mientras tanto el peso de Japón en el comercio global ha ido declinando, en 2004 era
34% menor que en 1993 (ver el Gráfico 2.2.2.2, “Participación de Japón en las
exportaciones mundiales”), Alemania, por ejemplo, vende hoy 50 % más.
El rol del Estado
El segundo motor del desarrollo japonés, el papel activo del Estado, fue por lo general
enfocado desde el ángulo de su apoyo a las exportaciones (grandes programas
tecnológicos, estrecha vinculación estado-industrias exportadoras, etc.) sin embargo su
importancia ha sido mucho mayor. A mediados de los 1960 Loockwood coincidiendo con
numerosos expertos occidentales afirmaba que en Japón “la mano del gobierno está
presente en todas partes. Desde los ministerios emana una enorme suma de consejos,
orientaciones, persuasiones y amenazas. Las oficinas industriales del Ministerio de
Industria y Comercio Internacional (MITI) multiplican las metas y planes para distintos
sectores, discuten, intervienen, exhortan. Es una economía dirigida por la administración
pública a un nivel inconcebible en Washington o Londres. Se toman pocas decisiones de
negocios importantes sin consultar con la autoridad gubernamental apropiada, la inversa
es igualmente cierta” (36).
La “restauración Meiji” en 1868 (37) aparece como el puntapié inicial del estatismo
36
modernizador. Sin embargo ese hecho no constituyó un acto de magia, una decisión
imprevista, se inscribió en una historia muy larga que por lo menos abarca la era
Tokugawa (1603-1868) cuando Japón se aisló de un mundo que empezaba a ser
dominado por las potencias occidentales, gracias a lo cual devino un caso excepcional en
el espacio no-europeo: nunca fue colonizado. Ello le permitió forjar una identidad nacional
muy sólida, no ser afectado por desestructuraciones coloniales y luego hacia el final de
ese período desarrollar las bases de su posterior salto hacia adelante. Por ejemplo el
desarrollo en el siglo XIX, antes de la ruptura de 1868, tanto de la productividad agrícola,
como de las actividades comerciales, financieras e incluso de ciertos emprendimientos
industriales. A mediados del siglo XIX entre el 40% y el 50% de la población masculina y
cerca del 15 % de la femenina habían recibido algún tipo de educación escolar, cifra
internacionalmente inusual en esa época (38).
El primer ciclo histórico del capitalismo japonés arrancó en 1868 y concluyó de manera
catastrófica en 1945. Durante el mismo la expansión de la industria y las exportaciones se
combinó con el desarrollo del militarismo y del colonialismo en las zonas próximas al
Imperio (Corea, China, etc.), la participación en la Segunda Guerra Mundial fue el
resultado de una loca fuga imperial hacia afuera. Entre 1900 y 1939 la producción
industrial se multiplicó por diez en términos reales mientras que las exportaciones lo
hicieron por trece. Los gastos públicos cumplieron un rol central en especial durante la
expansión de los años 1930 a través de gastos militares, obras públicas, gastos
gubernamentales destinados a la colonización de China (Manchuria), etc.
El segundo ciclo de desarrollo comenzó con la reconstrucción de la posguerra en los años
1940, esta vez no hubo expansionismo militar ni colonial sino una singular
complementación entre sucesivas ofensivas tecnológicas y exportadoras y (nuevamente)
el papel decisivo del Estado.
En su momento de auge Japón disponía de un complejo sistema de empresas públicas,
sociedades mixtas y agencias semioficiales que cubrían los mas diversos aspectos de la
vida económica, social y cultural abarcando desde el transporte ferroviario o aéreo y las
comunicaciones telefónicas, hasta la cooperación tecnológica internacional pasando por
la construcción de viviendas o la construcción aeronáutica, las obras públicas, el
financiamiento de cooperativas o la estabilización del precio del azúcar. Dicha estructura
estatal interactua con los grandes grupos privados para conformar el núcleo decisivo de la
economía en cuyo interior es posible distinguir un área esencial según numerosos
expertos: el sector de la construcción, corazón de las distintas reactivaciones económicas.
Gavan McCormack uno de los estudiosos del tema señalaba en 1996 que se trata de un
fenómeno “sin igual en el mundo, emplea 6 millones de personas y su facturación anual cerca de 80 billones de yens - es casi equivalente al presupuesto público nacional. De los
mil billones de yens invertidos en construcción de viviendas y obras públicas entre 1960 y
1991 (9,2 billones de dólares al tipo de cambio de 1996) el 30 % estuvo a cargo del
estado. Este fenómeno es a menudo descrito como el “doken kokka” (“el estado
constructor”) y ha sido comparado al complejo militar-industrial norteamericano. El mismo
cuenta con redes de políticos, funcionarios y hombres de negocios y sirve para financiar
represas, autorutas, vías férreas para trenes de alta velocidad, centrales nucleares,
amurallamientos de ríos y costas marítimas. Para que funcione este sistema es necesario
desarrollar proyectos suficientemente faraónicos como para absorber gastos gigantescos.
Sawa Takanitsu, profesor de la Universidad de Kyoto, lo compara con la construcción de
pirámides en Egipto” (39).
Gastos y créditos públicos fueron creciendo tanto en épocas de prosperidad como de
estancamiento, en el primer caso en tanto factor de la expansión y en el segundo como
amortiguador del descenso, cuando en los 1990 se deterioró la dinámica industrial el
gasto público asumió un peso considerable, en 1991 representaba 31 % del PBI, en 1996
el 36% y en 2000 superaba el 40%. Como la generosidad estatal no podía ser solventada
37
con incrementos paralelos de presión tributaria (ello hubiera causado procesos recesivos
que precisamente el gobierno trataba de frenar) la deuda pública aumentó sin cesar (ver
el gráfico 2.2.2.3: “Deuda pública como porcentaje del PBI”).
Vientos negros
En los 1980 la economía comenzó a perder dinamismo, se desaceleraban las
exportaciones y el PBI, las primeras más que el segundo. Empezaron a sobrar fondos
privados y el estado corrió a tomarlos con el fin de evitar efectos recesivos. Se derivaron
capitales hacia el exterior (deslocalizaciones industriales, colocaciones financieras de
distinto tipo) y hacia canales especulativos locales. La imagen austera de Japón cambió,
la especulación inmobiliaria y bursátil alimentada por créditos baratos y favorecida por una
liberalización sin frenos se expandió de manera explosiva, en un par de años el índice
Nikkei se duplicó, los valores de las propiedades urbanas y rurales crecieron
aceleradamente, en 1987 Japón contaba con el 42 % de la capitalización bursátil mundial
relegando a los Estos Unidos al segundo lugar, en la cima del auge la Bolsa de Tokio
llegó a “valer” unos 3,6 billones de dólares. Al finalizar la década la burbuja explotó
marcando el comienzo del estancamiento, el desastre pudo ser amortiguado gracias al
aumento de los gastos públicos y a la expansión de las economías emergentes de Asia
del Este… 1997 estaba relativamente lejos.
La profundidad de la crisis puede ser demostrada a través de diversos indicadores como
el enfriamiento del comercio exterior o el retroceso de la estabilidad laboral, tal vez uno de
los aspectos más sorprendente ha sido el ascenso de la corrupción y la proliferación de
redes mafiosas. La fiebre especulativa fue el caldo de cultivo del fenómeno que incluyó a
jefes de empresas, altos funcionarios del estado y dirigentes políticos derivando en una
sucesión interminable de escándalos, la cultura productivista comenzó a ser desplazada
38
por conductas cortoplacistas que burlaban permanentemente las normas. De ese modo
se desarrolló lo que algunos autores han denominado “corrupción estructural” japonesa
derivada de la estrecha relación entre la cúpula del poder político y los grandes grupos
industriales y financieros. La presión de las empresas por contratos y créditos públicos, se
exacerbó al declinar el dinamismo productivo quebrando las reglas de juego, las fronteras
legales.
La expansión de la economía especulativa cobijó la de las redes mafiosas donde se
imbricaban gangsters, especuladores, políticos y empresarios en negocios bursátiles,
inmobiliarios, contratos públicos, “protección” y espionaje industrial. La mafia nipona (la
“yakuza”) penetró profundamente en la economía.
En realidad tanto en el primer ciclo de desarrollo (1868-1945) como en el segundo (desde
los años 1950) el capitalismo japonés ha sido víctima de su propio éxito, ello es así
porque desbordó las fronteras locales apoyado en el voluntarismo estatal, pero el espacio
de crecimiento externo siempre encontró un techo y la apoyadura interna terminó por
engendrar deformaciones parasitarias (militarismo antes de la guerra, financierización
después).
Cambio de tendencia o breve respiro en el largo estancamiento
A partir de 2002 parece haber terminado el estancamiento, ¿es realmente así o se trata
solo de un respiro al interior de una tendencia larga hacia el envejecimiento de la que
hace no más de dos décadas aparecía según numerosos gurús como la primera potencia
mundial del siglo XXI?. En los círculos dirigentes de Japón no domina hoy el pesimismo
aunque tampoco se ve demasiado optimismo, más bien predomina una suerte de
prudencia temerosa. El altamente probable enfriamiento de la economía norteamericana,
el primer cliente de la industria japonesa, es un tema preocupante, la carta asiática puede
servir de amortiguador pero no de reemplazo. China compra cada vez más a Japón y es
hoy su principal vendedor, en 2004 el 21 % de las importaciones japonesas provenían de
China contra 14 % de los Estados Unidos. Y el 8 % de las exportaciones japonesas iban a
Corea del Sur que le suministraba el 5 % de sus importaciones, y la lista de clientes
asiáticos sigue creciendo. Pero casi todos esos países son extremadamente sensibles a
cambios negativos de la demanda norteamericana, los chinos colocan en los Estados
Unidos un tercio de sus exportaciones, los sudcoreanos o taiwaneses no son menos
norteamericano-dependientes, el salvavidas regional tiene su parte de plomo.
Por otra parte tanto el período de estancamiento como ciertos aspectos de la reactivación
han producido cambios que fragilizaron a una estructura social tradicionalmente sólida.
Por arriba el relajamiento de la moral empresaria y por abajo la expansión del trabajo
irregular han afectado la cohesión cultural de la población (es difícil evaluar cuanto).
Además la era Bush estimuló una cierta emergencia de lo que algunas analistas califican
de halcones a la japonesa. En los círculos de poder han aparecido reivindicaciones
nacionalistas en algunos casos nostálgicas del pasado militarista lo que ha provocado
fuertes contradicciones con los vecinos chinos y sudcoreanos.
Lo sucedido como consecuencia del “martes negro” cuando el 27 de febrero se derrumbó
la bolsa de Shangai muestra la fragilidad de la economía japonesa, en la semana que
cerró el Viernes 2 de marzo la Bolsa de Tokio tuvo pérdidas del orden del 5,5 % donde se
destacaron las bajas en las acciones de empresas exportadoras como Sony, Canon o
Toyota. El regreso al estancamiento o el ingreso a una recesión aguda forman parte de
los futuros posibles en la medida en que se va confirmando el enfriamiento
norteamericano y una menor velocidad en la expansión de la economía china. Todo
parecería indicar que el escenario de los próximos tres años oscilará entre el crecimiento
modesto, el estancamiento y la recesión.
39
2.2.3, Sustentabilidad de la expansión china
A comienzos de los años 1990 estaba de moda pronosticar el derrumbe chino, los
acontecimientos de la Plaza de Tien An Men eran presentados como un indicador seguro
del próximo desenlace, solo faltaba la aparición de un Yeltsin oriental, pero el
acontecimiento nunca se produjo, y no faltaron gurúes para explicarnos que en realidad
la reforma capitalista ya se había consumado ante lo cual los yeltsins y gorbachovs eran
históricamente innecesarios.
Luego, sobre todo después del colapso de los tigres y dragones en 1997, empezaron a
aparecer cifras apabullantes sobre el crecimiento chino, algunas nuevas y otras
relativamente viejas que los medios de comunicación venían dejando de lado o pasando a
un segundo plano.
En primer lugar el ritmo de la expansión económica excepcionalmente alto y sostenido
durante los últimos veinticinco años: aproximadamente 9 % de crecimiento anual
promedio del PBI, que se duplica cada ocho años y que era hacia fines de 2005 diez
veces superior al de 1978 cuando comenzaron las reformas económicas. Es imposible
encontrar otra experiencia similar en la historia del mundo moderno por su continuidad y
por el hecho de que involucra de manera directa a 1300 millones de personas.
Segundo, se trata de un crecimiento marcado por la industrialización acelerada y las
exportaciones industriales. El tránsito ha sido veloz, la industria representa ahora la mitad
del PBI (no llegaba al 20 % en los años 50), las exportaciones, en un 90 % productos
industriales, han crecido por lo general mucho más rápido que el PBI (22 % en 2002,
34% en 2003, 35 % en 2005), entre 1980 y 2000 aumentaron catorce veces, en 2004
medido en dólares corrientes se exportó casi el 64 % de la producción industrial. Y
aunque las importaciones han experimentado también tasas elevadas los altos superávits
comerciales han sido la norma, resultado de ello y de otros flujos externos positivos: las
reservas chinas son en 2007 las primeras del mundo: pasaron de algo más de 600 mil
millones de dólares hacia fines del 2004 a un billón de dólares al finalizar 2006.
Tercero, una expansión apoyada por gigantescos flujos de inversiones extranjeras, año
tras año los medios de comunicación nos informan que las inversiones directas
extranjeras en China son mayores que las del resto de la periferia, llegaron a 42 mil
millones de dólares en el 2000, 50 mil millones en 2002, 60 mil millones en 2004 y en
2006 alcanzaron los 63 mil millones. Durante los últimos 25 años las inversiones
extranjeras directas sumaron unos 600 mil millones de dólares (40).
La consecuencia de todo esto es un proceso de modernización acelerada que entre otras
cosas fabricó entre 1980 y 2000 unos 200 millones de nuevos habitantes urbanos y que
va dando a ese país un creciente peso en la economía mundial. Medido en dólares
corrientes el PBI chino de 2004 rondaba los 1,6 billones de dólares bien detrás de varias
economías desarrolladas como Japón, Francia, o Alemania, pero si lo medimos de una
manera más realista a “paridad de poder de compra”, tal como lo hace el Banco Mundial o
la CIA (41) superaríamos los 7 billones de dólares lo que coloca a China como la numero
dos global pisándole los talones a los Estados Unidos, casi el doble que Japón, tres veces
Alemania, más de cuatro veces Francia. Midiendo de ese modo, desde hace por lo menos
una década expertos del FMI y de otras organizaciones pronostican en que año el PBI
chino alcanzará al de los Estados Unidos, casi todos coinciden en que la fecha clave se
encontraría entre el 2015 y el 2025, algunos la ubican en un momento mucho más
próximo.
El peso internacional de China se ha incrementado de manera sustancial: compra el 40 %
del cemento mundial, el 25 % del aluminio y representa un tercio aproximadamente de la
demanda adicional de petróleo en 2004 y 2005 en el mercado internacional. Según
señalaba recientemente un informe del Banco Mundial: “China se ha convertido en la
40
locomotora del crecimiento de varias economías de Asia. En 2003 el mercado chino
supuso el 18 % de las exportaciones de Corea del Sur, el 12 % de las exportaciones
japonesas... desde principios del 2002 entre el 20 % y el 90 % del incremento de las
exportaciones de los países de Asia oriental se ha debido a ventas en el mercado chino” .
En fin, el crecimiento global de los últimos diez años se debió en casi un 25 % a China
(20% a Estados Unidos, un 15 % a la Unión Europea, solo 2 % a Japón) (42).
Problemas
Sin embargo por debajo de la euforia emergen problemas graves que pueden llegar a poner en
jaque al nuevo “milagro asiático”. Uno de ellos es la combinación explosiva entre la concentración
de ingresos y la desocupación crecientes. En realidad las grandes transformaciones iniciadas
hace más de un cuarto de siglo (urbanización, privatizaciones e inserción en la economía global)
que fueron dejando atrás al modelo maoísta agravaron el fenómeno. La expansión de la economía
urbana y privada en detrimento de los sectores rural y estatal, unido a las exigencias de la
competencia internacional (no solo en la industria de exportación) han impulsado un crecimiento
económico cada vez mas “moderno” es decir menos intensivo en mano de obra. La tasa real de
desempleo en las ciudades se aproximaría al 15 % (cerca de 35 millones de personas) y el
subempleo tocaría a unas 80 millones de personas instaladas en el sector informal de las
ciudades y a unas 150 millones en el campo, en realidad fluctuando entre trabajos precarios y mal
pagos rurales y urbanos (43). De la Población Económicamente Activa (evaluada en unos 770
millones de personas a comienzos de 2005) más del 30 % está desocupada o sobrevive con
trabajos precarios.
Por otra parte el avance de la “economía de mercado” ha creado una masa de “ricos”
(empresarios y alta burocracia) que concentra velozmente ingresos. El Coeficiente Gini que mide
la distribución de ingresos (más equitativa cuando el coeficiente se acerca a cero y menos cuando
se acerca a uno) oscilaba entre 0,3 y 0,35 a comienzos de los 1980 y se acercaba a 0,4 en 2001
según la información del Banco Mundial (44), y estaría próximo a 0,5% en la actualidad (ver el
Gráfico 2.2.3.1: “China, evolución del coeficiente Gini”). Dicho proceso ha sido hasta ahora en
buena medida “aceptado” por el grueso de la población porque las altas tasas de crecimiento han
permitido que tanto pobres como ricos, aunque cada vez más distanciados, mejoren en términos
absolutos su nivel de vida (los dirigentes chinos suelen señalar que en el último cuarto de siglo,
gracias a las reformas, la mayoría de la población ha podido pasar de la “indigencia” a la
“pobreza”). Sin embargo el grado de “aceptación” se viene restringiendo como lo indican las cifras
oficiales que señalan el incremento de las protestas sociales (ver el Gráfico 2.2.3.2: “Protestas
sociales en China”). ¿Que ocurrirá cuando China reduzca, aunque sea suavemente, sus
excepcionales tasas de crecimiento?, el gobierno lo está intentando desde 2003, con medidas de
restricción del crédito y de bloqueo a ciertas inversiones, con el fin de ordenar el sistema, impedir
la formación de cuellos de botella inflacionarios y prevenir futuros derrumbes empresarios.
Recientemente las autoridades han anunciado que el PBI no crecerá este año 2007 más del 8 %
en términos reales. ¿Cuales serán las consecuencias de la inevitable desaceleración de las
exportaciones industriales frenadas por el enfriamiento de la economía norteamericana o de una
intensificación de las innovaciones en ese sector (que aumentarán la productividad laboral) para
hacerlo más competitivo internacionalmente?. ¿Cuales serán las consecuencias del
“saneamiento” de las empresas estatales y de la administración pública considerado “inexorable” e
“inminente” por las propias autoridades?. ¿Cuales serán las consecuencias de la liberalización
importadora y financiera acordada por el gobierno como condición para la entrada de China en la
Organización Mundial de Comercio?(45). Evidentemente todo eso traerá mucha desocupación
urbana y rural, y también mayor concentración de ingresos ya que las clases altas tratarán (muy
probablemente lo consigan) compensar un crecimiento menor de la torta con una mayor tajada. La
relación estrecha entre el poder político-militar, la burocracia media y superior y los nuevos ricos
(industriales, comerciantes, campesinos prósperos) hace más que probable esta alternativa. Si
eso ocurre seguramente grandes masas de la población verán que sus ingresos se estancan o
descienden, en ese momento (que según algunos expertos ya ha comenzado, aunque por ahora
de manera marginal) es probable que la cohesión social sufra graves deterioros. El problema se
41
agudizará en el largo plazo (aun cuando la tasa de crecimiento demográfica pueda ser mantenida
a niveles bajos) debido a la presión de la población rural sobre las ciudades y al incesante
aumento de la productividad industrial sobredeterminada por las exigencias del comercio
internacional.
Todo esto debe ser inscrito en la geografía concreta del país que presenta disparidades
regionales cada vez más agudas, sobre todo entre el interior abrumadoramente rural (y
mayoritario), con bajos niveles de ingresos, y la zona costera con sus grandes ciudades donde
emergen los sectores prósperos. Estas diferencias territoriales unidas a las brechas sociales en
las zonas “modernas” conforman una mezcla explosiva que podría detonar en un plazo de difícil
pronóstico.
42
El límite energético
China se ha convertido en una mega devoradora global de materias primas, lo que ha
constituido un factor dinamizador de numerosas economías periféricas, por ejemplo
Argentina o Brasil exportadores de soja. Todavía su participación en el comercio global es
bien inferior a la de los países ricos pero su expansión vertiginosa le da una presencia
decisiva en las demandas adicionales de numerosos insumos estratégicos. En el caso de
los metales las compras chinas rondan el 20 % de las importaciones mundiales pero si
consideramos la demanda adicional en 2003 y 2004 la participación china es del 50 %. En
el tema energético la situación es aún más notable: sus importaciones representaban en
2003 y 2004 el 7 % de las importaciones mundiales, pero su demanda adicional en ese
período representó aproximadamente un tercio de las nuevas compras globales (46). A
comienzos de los años 1990 el crecimiento no pudo ser más abastecido por lo recursos
petroleros propios, desde ese momento las importaciones crecieron sin parar (ver el
gráfico 2.2.3.3, “China: producción y consumo de petróleo”).
Tres reflexiones resultan inevitables. Primero, China ya es un gran consumidor mundial de
petróleo y en la medida en que el proceso de modernización prosiga el curso actual su
presión sobre el precio internacional (que viene subiendo) será cada vez más fuerte. Su
déficit petrolero se agravará y los mayores precios terminarán por afectar sus costos
industriales, los podrá compensar pagando menores salarios reales u otorgando subsidios
financieros a las empresas. pero no lo podrá hacer de manera indefinida.
Segundo, la presión china sobre los recursos petroleros globales se transformará
inevitablemente en enfrentamientos con otros grandes importadores, en especial los
43
Estados Unidos, su principal cliente comercial. Eso ya está empezando a ocurrir, su
penetración en África, Latinoamérica (Venezuela), Medio Oriente (Irán) y Asia Central
genera conflictos con los estadounidenses. Tarde o temprano estos antagonismos se
convertirán en enfrentamientos políticos duros.
Tercero, nos encontramos muy cerca de la cima de la producción petrolera global (el
celebre “Peak Oil”), en el mejor de los casos la misma podría empezar a declinar hacia
mediados de la próxima década, aunque son cada vez más numerosos los expertos que
anuncian que antes del fin del decenio actual estaremos sumergidos en una crisis
energética mundial. Como China es una gran importadora de petróleo (al igual que los
Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) en algún momento no demasiado lejano su
expansión encontrará un cuello de botella energético insuperable por lo menos a mediano
plazo. Allí tendrá que optar entre desacelerar drásticamente su crecimiento (con aumento
de los conflictos sociales internos) o avanzar sobre los recursos petroleros globales
chocando con los otros grandes consumidores. Aún cuando durante un cierto tiempo
tenga éxito en su estrategia de abastecimiento energético terminará estrellándose contra
el muro de la penuria petrolera sin el tiempo necesario para una reconversión tecnológica
ahorradora de energía y/o apuntando a la utilización de otros recursos más accesibles
(“reconversión” extremadamente difícil aún para economías mucho más desarrolladas
como las de Europa o Estados Unidos).
Comercio y burbujas
Las exportaciones industriales han sido el motor del crecimiento acelerado chino, si nos
remitimos a la década actual observaremos que las mismas se han dirigido principalmente
hacia Estados Unidos (cerca del 28 % de sus exportaciones en 2005) y en menor medida
a Japón con 24 % y Corea del Sur con 14 %, si a esos tres países sumamos Taiwan
llegaríamos al 78 % del total de las exportaciones chinas (47). Es evidente la dependencia
comercial directa respecto de los Estados Unidos y de países cuyas exportaciones tienen
una alta dependencia de la superpotencia.
Principales clientes de China, 2005
miles de millones de dólares
Exportaciones totales de China
762
Estados Unidos
211,6
27,7 %
Japón
184,4
24,2 %
Hong Kong
136,7
17;9 %
Corea del Sur
111,9
14,7 %
Taiwan
91,2
12 %
Alemania
63,2
8,3 %
Singapur
33,1
Fuente: The US-China Business Council
4,3 %
El déficit comercial norteamericano con China ha ido en aumento; en 2001 por primera
vez China superó a Japón en el primer lugar como causa de déficit comercial de los
Estados Unidos, en 2004 representó un cuarto de dicho déficit (en valor nominal fue diez
veces más alto que una década atrás), en 2005 llegaba a los 102 mil millones de dólares
(48). En los Estados Unidos la alarma ya ha empezado a sonar, como parte de la angustia
ante el mayor déficit comercial general de su historia, los reclamos proteccionistas están
44
de moda especialmente dirigidos contra China. Una causa decisiva de estos déficits se
encuentra en el abismo salarial existente entre el trabajador chino y el norteamericano.
Pero la realidad es más compleja cuando se trata localizar a los beneficiarios reales. El
Wall Street Journal publicó hace algún tiempo (49) una nota en la que citaba el ejemplo
de Logitech International para demostrar como la mano de obra barata china beneficia a
importantes empresas norteamericanas. La firma basada en California se estableció en
China y actualmente exporta desde ese país unos 20 millones de dólares anuales de
mouses de computadoras. El mouse de marca Wanda se vende en los Estados Unidos a
40 dólares por unidad. De ese monto 8 dólares son para Logitech y 15 para los
mayoristas y minoristas, los proveedores de Logitech, como Motorola y Agilent
Technologíes obtienen otros 15. A China le quedan sólo 2 dólares para el pago de
salarios, consumo de energía, transporte y gastos de administración. Señalaba además la
nota que ingreso total de los 450 vendedores de Logitech en California es mucho más alto
que el volumen global de los 4.000 obreros que trabajan en su fábrica china.
Entre las exportaciones de alta tecnología de China, las empresas extranjeras ocupan
más de tres cuartas partes. Motorola y Seagate Technology, dos empresas
norteamericanas, han sido catalogadas por el Ministerio de Comercio de China como dos
de las 10 principales empresas exportadoras de ese país (50). En síntesis: elevados
beneficios para las empresas norteamericanas instaladas China que acumula superávits
comerciales principalmente gracias a las compras de los Estados Unidos.
Podríamos trazar un esquema sencillo de lo que podríamos denominar “el circulo vicioso
chino-norteamericano” (ver Gráfico 2.2.3.4: “El círculo vicioso chino-norteamericano...”)
que funcionó a pleno durante el auge de la era Bush . Los Estados Unidos manteniendo
un fuerte ritmo económico gracias a un conjunto de estímulos (por ejemplo: reducciones
de impuestos, créditos accesibles y baratos para los particulares) que lograron elevados
niveles de consumo e inversión abastecidos en gran parte con importaciones industriales
baratas provenientes de China. Las empresas radicadas en ese país obtienen enormes
ganancias exportando a Estados Unidos porque pagan salarios insignificantes y se
benefician con subsidios de todo tipo (fiscales, cambiarios, etc.). China acumula dólares
que van a engrosar directamente sus reservas o que son utilizados para comprar Bonos
del Tesoro norteamericano. Estas reservas llegaban a 168 mil millones de dólares en el
2000, a 292 millones en 2002, a 614 mil millones en 2004... más de 1 billón de dólares
hacia fines de 2006. Esta lluvia de papeles norteamericanos (de valor futuro incierto) se
ha visto engrosada por masivas inversiones extranjeras productivas o especulativas: La
mano de obra barata, la perspectiva de una muy probable revaluación de la moneda china
(cada más enérgicamente exigida por los Estados Unidos), la emergencia de una masa
de ricos y semi ricos (pequeña con relación a la sociedad china pero enorme en términos
absolutos) son algunos de los atractivos para estos inversores. A ello se agregó una
política de crédito fácil y muy barato con la que las autoridades han impulsado el
desarrollo acelerado. Todo esto generó una gran burbuja de inversiones industriales,
inmobiliarias, comerciales, etc., que ha calentado la economía hasta niveles alarmantes.
El gobierno trata desde 2003 de aplacar la euforia restringiendo créditos e inversiones
pero tratando al mismo tiempo de evitar una caída demasiado brusca. Los resultados de
este juego no han sido suficientemente exitosos, en algunos momentos la desaceleración
inversora enfrió las importaciones pero las exportaciones siguieron subiendo, en
consecuencia el superávit comercial aumentaba y con él las reservas dificultando la
política monetaria en curso. ¿Que hacer?, medidas más restrictivas podrían provocar un
aterrizaje violento, pero si todo sigue como hasta ahora la burbuja seguirá creciendo y con
ello los riesgos de un estallido con fuertes repercusiones en el sistema mundial.
Por el lado norteamericano el déficit comercial está llegando a niveles muy altos al igual
que el déficit fiscal y el conjunto de deudas, el endeudamiento público supera los 8,5
billones de dólares, pero si sumamos todas las deudas (estatales, empresarias y de los
45
particulares) nos acercaríamos a los 48 billones de dólares. Ahora la hiperburbuja de
deudas con centro en la especulación inmobiliaria, se empieza a desinflar y el
enfriamiento puede llegar a causar un aterrizaje nada suave. En realidad ambas burbujas,
la china y la norteamericana, están muy vinculadas.
46
Los problemas de la doble legitimidad
Si nos atenemos al discurso oficial a partir de 2007 China debería concretar importantes
objetivos, entre ellos el anunciado enfriamiento de una economía sobre calentada, el
“saneamiento” del sector bancario (cuya liberalización total es inminente) y de las
empresas estatales, a lo que se agregan los ya serios problemas de empleo,
concentración de ingresos y disparidades regionales. Todo en medio de una burbuja
económica de muy difícil manejo y de una situación internacional crecientemente
conflictiva.
Entre la superpotencia instalada en la escena global y la potencia emergente existe un
antagonismo estratégico ineludible, exacerbado a mediano plazo por la disputa en torno
de los recursos energéticos globales. Es evidente también que el modelo industrialexportador seguido hasta ahora está empezando a encontrar limites, los antecedentes de
los ex tigres asiáticos y de Japón no pueden dejar de preocupar a los dirigentes chinos.
En los próximos años tal vez deban enfrentar una decisiva “crisis de crecimiento” que
también podría llegar a ser “de agotamiento” del proceso de modernización iniciado hace
un cuarto de siglo. Se aproximan a ese momento invadidos por un creciente
desgarramiento ideológico, un tironeo cultural entre dos legitimidades. Por una parte su
“legitimidad de origen”, socialista, igualitaria, campesina, marcada por un fenómeno
histórico decisivo: la revolución encabezada por Mao en 1949 y que recompuso la
identidad china (así como 1789 recompuso de manera irreversible la identidad francesa).
La misma les sigue otorgando autoridad moral sobre centenares de millones de pobres
cada vez menos favorecidos por la modernización y posiblemente desfavorecidos en
términos absolutos dentro de no mucho tiempo. Frente a ella se encuentra una nueva
legitimidad, emergente pero frágil, basada en la prosperidad de la economía de mercado,
la apertura a las inversiones extranjeras. Sostenida por los nuevos grupos sociales
ascendentes, cuya cúpula es una mezcla híbrida de hombres de negocios y hombres del
aparato político-militar, atravesados por intrincadas redes de corrupción. La primera
legitimidad constituye un factor esencial en la gobernabilidad del sistema aunque el
modelo económico que la engendró ha sido enterrado por la actual clase dirigente, la
segunda legitimidad está en construcción, pero su desarrollo futuro (y su posible
deterioro) debería llevarla a enfrentarse abiertamente con la primera. Se trata de una
confrontación ideológica cuyos protagonistas potenciales son enormes masas humanas y
que se inscribe a comienzos del siglo XXI en un mundo donde declina la unipolaridad
estadounidense.
47
2.2.4. Unión Europea: los interrogantes de
una integración compleja
Las incertidumbres de la década pasada
En los 1990 Europa Occidental tuvo un crecimiento débil a medio camino entre el
estancamiento japonés y la euforia norteamericana, el balance de ese período confirmaba
la tendencia hacia la desaceleración del crecimiento económico iniciada veinte años atrás.
El crecimiento real promedio anual del PBI del conjunto de las economías que
conformaban la Unión Europea a comienzos de la década actual fue del orden del 4,2%
en los 1960, bajó al 3,3 % en los 1970, a 2,2 % en los 1980 y a cerca del 1,8 % en los
1990 (51). A mediados de los 1990 las ilusiones de expansión rápida hacia el Este
parecían diluirse mientras buena parte de los países de esa región se hundían en el
desastre económico y afloraban síntomas de descomposición social (por ejemplo en
Yugoslavia), la crisis rusa de 1998 presagiaba más y peores turbulencias.
Mientras tanto la desocupación siguió aumentando, en 1981 los estados de lo que hacia
fines de los 1990 sería conocido como la Unión Europea de los 15 (UE-15: Inglaterra,
Irlanda, España, Portugal, Francia, Luxemburgo, Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca,
Austria, Grecia, Suecia, Finlandia e Italia ) reunía cerca de 10 millones de desocupados,
en 1990 llegaba a 12 millones y a lo largo de esa dácada la situación no mejoró afectando
muy duramente a los jóvenes. En 1997 la tasa general de desempleo alcanzaba en
Francia el 12,5 % de la población económicamente activa, pero el desempleo juvenil
llegaba al 28%, en Bélgica las cifras respectivas eran 9,7% y 22,4%, en Inglaterra 6% y
16%. Por otra parte el “desempleo de larga duración” abarcaba en 1997 al 50% de los
desocupados de la UE-15 (52).
Mientras en la sociedad civil se deterioraban las tendencias a la integración social los
estados acumulaban deudas haciéndose cada vez mas dependientes de los vaivenes de
la especulación financiera. En 1981 la deuda pública bruta de los países de la UE-15
alcanzaba 1,3 billones de dólares, en 1997 rondaba los 5,8 billones (4,4 veces mas)
mientras tanto el PBI solo había aumentado 2,6 veces, en consecuencia la deuda que
representaba un 42 % del PBI en la primera fecha llegaba al 72 % en la segunda (ver el
Gráfico 2.2.4.1: “Deuda pública de los países de la Unión Europea /UE-15”)
El endeudamiento público permitió durante un buen tiempo amortiguar la caída de la
demanda pero llegado a un cierto nivel su peso comenzó a provocar efectos contrarios a
los originalmente buscados. Las necesidades de fondos por parte del estado mantuvieron
altas las tasas reales de interés frenando las inversiones, las obligaciones de pago de la
deuda se expresaron en cargas tributarias que introducían bloqueos adicionales a la
demanda. Sin embargo una fuerte reducción del ritmo de endeudamiento (bajando el
gasto público y/o subiendo la presión fiscal) habría tenido efectos recesivos afectando la
recaudación impositiva ampliándose así el déficit que se quería combatir y para colmo con
menor actividad económica. A ello es necesario sumar otros factores adversos como el
envejecimiento poblacional o el ascenso de la desocupación que imponen aumentos en
las erogaciones sociales (jubilaciones, subsidios a desempleados, etc.).
Los acuerdos de Maastrich, paso decisivo de la integración europea impusieron ciertos
frenos al endeudamiento buscando de ese modo evitar futuras crisis echando uno que
otro balde de agua fría a la demanda sin por ello evitar que la deuda siguiera creciendo: al
iniciarse el año 2000 superaba los 6 billones de dólares.
48
El neoliberalismo inglés
Inglaterra se había convertido en la vitrina europea de las estrategias neoliberales confrontando
con los restos de “estatismo” y “economía social” conservados en el continente. Sin embargo por
debajo de sus éxitos aparentes profusamente publicitados emergió una realidad sombría, entre
1979 y 1994 el número de personas viviendo en la calle se duplicó, el volumen de niños
dependientes para sobrevivir del servicio de asistencia social pública pasó del 7 % al 26 %. Entre
mediados de los 1970 y mediados de los 1990 la población definida formalmente como “pobre” (la
que percibe menos de la mitad del ingreso medio) pasó de 5.000.000 de personas a 13.700.000
mientras que el 10% mas pobre de la población bajo su poder de compra en un 13 % y el 10 %
mas rico lo incrementó en un 65 % (53). En un informe de la OCDE era señalado que en
Inglaterra “la desigualdad de ingresos se ha agravado más rápidamente que en la mayor parte de
los países de la OCDE” ( 54).
Una de las victorias exhibidas por el neoliberalismo inglés fue la reducción de la desocupación
frente a su agravamiento en el resto de Europa, ello se habría debido según la propaganda oficial
a la eliminación de diversas formas de proteccionismo social dejando paso a una “flexibilización
laboral” extrema. Desde la llegada al poder de Margaret Thatcher (1979) hasta comienzos de
1997 los conservadores modificaron 32 veces la forma de calcular el desempleo con el objetivo
evidente de reducir dicha cifra a través de sucesivas exclusiones (menores de 17 años, mayores
de 55, desocupados de larga duración, etc.), de ese modo al iniciarse 1997 según las estadísticas
gubernamentales Inglaterra contaba con 1,7 millones de desocupados, utilizando la metodología
empleada inmediatamente antes de la formación del gobierno ultraliberal los desocupados habrían
alcanzado los 3 millones y según un informe del Midland´s Bank sería necesario subir esa cifra a 4
millones. Cuando el 4 de febrero de 1997 el Gobierno volvió a modificar el método de cálculo esa
vez no para excluir sino para incorporar nuevas categorías, el Reino Unido “descubrió”
oficialmente de un día para otro la existencia de cerca de medio millón de desocupados
adicionales (55). El deterioro social no fue “compensado” con grandes logros macroeconómicos, el
balance comercial se mantuvo crónicamente negativo, las tasas de crecimiento del PBI estuvieron
dentro de los niveles modestos obtenidos por la mayor parte de la Unión Europea.
49
El motor de la economía europea
Pero la Unión Europea fue forjada en torno de la alianza franco-alemana. Francia no pudo en los
1990 superar los males que arrastraba de las dos décadas anteriores, la tasa de crecimiento del
PBI persistió en niveles mediocres, la desocupación y la deuda pública siguieron subiendo. En
1981 la tasa de desocupación alcanzaba el 7,4 % de la población activa, había llegado al 9,4 % en
1991, el promedio para 1998 fue del 12,4 %, en diciembre de ese último año unas 3 millones cien
mil personas eran consideradas oficialmente desocupadas, mientras tanto el endeudamiento del
estado francés que representaba el 30 % del PBI en 1981, llegaba al 40 % en 1990 y al 66 % en
1998 (56). Hacia fines de 1995 se desató una ola de protestas sociales contra el neoliberalismo
que derivó tiempo después en la caída del gobierno conservador y el retorno de los socialistas
acompañando un vasto proceso de “socialdemocratización” del poder político en Europa
Occidental (laboristas en Inglaterra, socialdemocracia en Alemania, centroizquierda en Italia,
etc.).
Pero es en Alemania, considerada tradicionalmente como el motor de la economía europea
donde es necesario centrar el análisis. Ya en los 1980 aparecieron los primeros síntomas de
deterioro de la dinámica del “milagro”, la anexión posterior de la RDA perecía marcar una gran
salto hacia arriba, pero no fue así, por el contrario ese hecho pareció exacerbar a mediano plazo
las tendencias negativas. La observación de un conjunto de indicadores confirma esta hipótesis.
La tasa de crecimiento de la productividad del trabajo fue descendiendo desde un promedio del
5% anual en los 1960, hasta llegar al 1,5 % en el primer lustro de los años 1990 (57). Esto causó
pérdida de competitividad, expresado a lo largo de los 1990 por el estancamiento de las
exportaciones y la declinación de su participación en las del conjunto de países industrializados
(ver los gráficos 2.2.4.2, “Exportaciones de Alemania” y 2.2.4.3 “Participación de las exportaciones
alemanas...”.), incluso perdió posiciones entre sus socios europeos, un ejemplo de ello fue la
modificación de las corrientes comerciales con Francia crecientemente favorables a esta última.
50
En enero de 1999 Alemania contaba con mas de los 4 millones de desocupados, la tasa
de desempleo fue pasando del 4,5 % en 1981, al 6,2 % en 1990, al 8,8 % en 1993 y al
11,4 % en 1998, el panorama se agrava cuando es analizada la estructura de la población
desocupada constatándose el peso relativo creciente de la desocupación de larga
duración, en 1974 representaba el 7 % de los desocupados, en 1980 el 13 %, hacia
mediados de los 1980 rondaba el 24 %, en 1994 llegaba al 33 % (58).
La evolución negativa no pudo ser revertida con la anexión de la RDA pese a la
gigantesca transferencia neta de riquezas en beneficio de empresas y familias del Oeste.
El proceso fue orquestado por diversos mecanismos, uno de ellos fue la restitución
masiva de propiedades por lo general a ciudadanos de la República Federal (de esa
manera cerca de la mitad de la población oriental fue afectada en sus alojamientos
principales, casas de campo, etc.). Entre restituciones y privatizaciones la mayor parte del
patrimonio inmobiliario de la ex RDA pasó a manos de alemanes occidentales
produciendo un notable “efecto riqueza” que apuntaló su consumo e inversión.
La “Treuhand”, organismo encargado de administrar las empresas estatales del Este, tuvo
a su disposición unas 30 mil empresas (con 4 millones y medio de asalariados) cuya
privatización benefició a reducidos grupos del Oeste y dejó sin empleo a mas de tres
millones de personas. La caída de la demanda del Este fue amortiguada con subsidios al
desempleo y otras transferencias que fueron pagados con impuestos que afectaron a toda
la población alemana.
La expansión europea
Uno de los resultados de la primera fase de de la integración (hasta fines de los 1990) fue
la existencia de lo que ha dado en llamarse “la Europa a dos velocidades”, una de alta
velocidad compuesta por Alemania, Francia, Holanda y el resto de países de elevado
desarrollo y otra de nivel menor abarcando a Portugal, Grecia, las regiones menos
desarrolladas de Italia y España, etc., y en los 1990 la Alemania del Este. De todos modos
51
la integración pudo avanzar a través de un sistema de subsidios y programas de
asistencia que buscaban homogeneizar económicamente a la región. Ello no impidió que
las diferencias se sigan reproduciendo, por ejemplo en los niveles salariales (ver el
gráfico 2.2.4.4 “Pagos directos horarios...”). Hacia comienzos de la década actual existía
un abanico de salarios desde Alemania con casi 19 euros por hora hasta llagar a Portugal
con algo menos de 4 euros. La tendencia a la homogeneización vía traslado de
trabajadores de las zonas salariales peores hacia las mejores se ha visto contrarrestada
por barreras como la lingüística y otras rigideces culturales que reducen los
desplazamientos, en especial desde países cuya integración a la UE ha mejorado de
manera significativa el nivel de vida de la población. El salario horario promedio de un
trabajador español es algo menos de la mitad del recibido por un trabajador alemán,
además existe una fuerte tradición de emigración española a Alemania, sin embargo la
mejora (y las expectativas de mejora) en las condiciones de vida en España, parecería en
numerosos casos “compensar” la diferencia.
La heterogeneidad de la Europa de los 15 se profundizó a partir del 2004 cuando empezó
a concretarse la integración de los países de Europa central y oriental, con un primer
tramo de diez países: República Checa, Chipre (sector grecochipriota), Eslovaquia,
Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. El 1 de enero de 2007 se
incorporaron Rumanía y Bulgaria ... mientras aguardan en la puerta otros estados algunos
con estatus oficial de “candidatos“ como Turquía, Croacia y Macedonia. Ha quedado así
conformada la Europa de los 27 (UE-27), un verdadero rompecabezas de niveles de
desarrollo. Desde Luxemburgo en el corazón de Europa occidental con 500 mil habitantes
y un ingreso anual per cápita de 40 mil euros o Alemania (21800), Austria (23300),
Bélgica (24300) hasta llegar a Rumanía (6300 euros), Polonia (8100) o Lituania (7000).
De ese modo la UE dispone en el Este de un vasta periferia sometida a un intenso
proceso de “adaptación”. Desde el punto de vista económico los países de la vieja UE-15,
en especial su núcleo de alto desarrollo, al incorporar a esos estados se asegura
mercados y mano de obre barata y de buen nivel técnico aunque también deberá afrontar
presiones migratorias, el financiamiento de asistencias, subsidios, etc. Pero es desde el
52
punto de visto político cuando aparecen los grandes beneficios estratégicos, la
conformación de la “Gran Europa” (por ahora con casi 500 millones de habitantes y un
PBI del orden de los 11,5 billones de dólares) otorga a sus países líderes, principalmente
Francia-Alemania, una enorme capacidad de intervención a nivel global.
El euro
Es impulsada por su vocación política que la UE creó el Euro y su “zona” al interior de la
Unión integrada solo por 12 países (Bélgica, Alemania, Grecia, España, Francia, Irlanda,
Italia, Luxemburgo, Holanda, Austria, Portugal y Finlandia) que se diferencian así de las
naciones periféricas de Europa central y oriental y de otras de alto nivel de desarrollo
53
como Inglaterra o Suecia reacias a someterse a la estrategia monetaria común. Se trata
del “núcleo duro” de la UE, su espacio central. De ese modo a partir del 1 de enero de
1999 (inauguración del Euro) pertenecer a la UE no es lo mismo que formar parte de
Eurolandia (zona-euro) que apunta hacia tres objetivos de largo plazo evidentes:
1, Homogeneizar en torno de la alianza franco-alemana al espacio central de la UE.
2, Otorgar a ese espacio central la conducción estratégica de la UE apartando a un país
poderoso como Inglaterra pero demasiado dependiente de los Estados Unidos y
subordinando completamente a la periferia menos desarrollada del Este.
3, Brindar un instrumento monetario decisivo a Eurolandia en la disputa por la hegemonía
financiera global.
Vasapollo y Arriola, dos especialistas en el tema sostienen que “la importancia del euro
no se encuentra en los cambios de la política económica que induce, sino en una
estrategia de largo plazo en la cual se está definiendo el nuevo mapa de las relaciones
entre las grandes potencias el siglo XXI. La política económica del euro – la probable y la
posible- no se puede entender sin tomar en consideración el nuevo momento histórico
que se define a partir de la decisión de creación de una soberanía monetaria europea... la
fecha clave es el 15 de agosto de 1971 (fin del patrón dólar-oro) cuando el gobierno de
los Estados Unidos reconoce de facto la pérdida de la hegemonía económica de su país y
la quiebra del sistema económica internacional basado en el dólar como medio de pago
internacional y activo de reserva” (59).
En ese plano la confrontación entre Eurolandia y los Estados Unidos resulta inevitable, los
norteamericanos tratando de desestabilizar al euro promoviendo fluctuaciones en su
precio (tipos de cambio, tasas de interés) con el fin de frenar o bloquear la aceptación
universal de dicha moneda (ver el gráfico 2.1.7, “Dólar-Euro”). Pero Eurolandia no se
queda con los brazos cruzados, afirma la subordinación económica de los países
recientemente integrados de la Europa del Este, estrecha vínculos con Rusia y con el
inmenso espacio eurasiático en general (no solo en temas energéticos sino en un
espectro mucho más amplio de temas). Aunque ni los europeos apuestan al derrumbe del
dólar ni los norteamericanos a turbulencias excesivas en el comportamiento del euro, se
trata de una disputa que no va más allá de ciertos límites. Los estadounidenses saben
que un fuerte deterioro del euro podría afectar flujos de capitales indispensables para el
funcionamiento de su economía y los europeos están convencidos que una caída
estrepitosa del dólar los arrastraría también a ellos hacia una crisis de consecuencias
impredecibles.
Crecimiento lento, conflictos internos, vulnerabilidades, fortalezas.
Mientras tanto la Unión Europea prosigue su expansión territorial. Y en la década actual
ha recuperado un dinamismo económico que parecía perderse en los 1990. Las
exportaciones alemanas crecieron (ver los gráficos 2.2.4.2 “Exportaciones de Alemania” y
2.2.4.3 “Participación de las exportaciones alemanas...”) como parte decisiva del
crecimiento exportador de la Unión (ver el gráfico 2.2.4.5 “Unión Europea-25,
Exportaciones y Producto Bruto Interno”).
El crecimiento lento pero persistente permitió frenar y finalmente hacer retroceder
suavemente la tasa de desocupación: 9,1 % en promedio anual para el periodo 19972001 contra 8,7 % para el período 2002-2006 (9.1 % en 2004, 8,8 % en 2005, 8,2% en
2006) (60). La mejora ha sido leve pero según numerosas publicaciones oficiales de la UE
estaría señalando un cambio de tendencia.
Por otra parte el ascenso exportador impulsó a la economía europea en su conjunto. La
expansión de la demanda global alentada por el crecimiento chino-norteamericano
cumplió un rol significativo, lo que hace temer que al cambiar el contexto internacional el
empuje europeo pierda fuerza (dicho contexto está empezando a cambiar arrastrado por
54
los primeros síntomas de enfriamiento en Estados Unidos, Japón... más la altamente
probable desaceleración de China... si se cumplen los pronósticos de sus autoridades).
De todos modos cerca de dos tercios de las exportaciones del conjunto de países de la
Unión Europea son compradas por la propia Unión Europea. Esto reduce la vulnerabilidad
externa que de todos modos sigue siendo un problema importante. También los países
no-UE son fuertes receptores de excedentes de capitales europeos, los Estados Unidos
cumplen en este tema un rol significativo, lo que aumenta la vulnerabilidad respecto de la
coyuntura global. A esto debemos agregar factores sociales y políticos que pesan
negativamente en la construcción europea. La crisis de legitimidad de las instituciones
comunitarias (Banco Central Europeo, Parlamento Europeo, etc.) sumada a los desniveles
sociales entre Eurolandia y los países del Este y a la persistencia de altas tasas de
desocupación (especialmente entre los jóvenes) ofrecen fisuras que podrían ampliarse si
el crecimiento se detiene. De todos modos es necesario considerar que la arquitectura
compleja de la UE obedece a una voluntad política de largo plazo: desde la proclama
europeista de Robert Schuman de 1950 y la constitución de la Comunidad Europea del
Carbón y del Acero en 1951 ha pasado más de medio siglo de elaboración paciente y
sistemática. La decisión estratégica de integrar a Europa ha sobrevivido a grandes
cambios políticos.
55
Para los próximos tres años es posible prever un primer escenario de crecimiento muy lento
cercano al estancamiento, de ese modo la UE acompañaría a las otras dos grandes potencias
industrializadas: Japón y los Estados Unidos. En esas condiciones la desocupación debería crecer
y con ella los conflictos sociales y políticos, la brecha entre Eurolandia y los países integrados del
Este se hará sentir con mayor crudeza.
Un segundo escenario presenta un panorama de recesión aguda acompañada por depresiones en
los Estados Unidos y Japón... y una caída fuerte del crecimiento chino, seguida por estallidos
sociales y crisis políticas en los distintos grupos de países de la UE que harían peligrar el proceso
de integración.
Un tercer escenario mostraría a la Unión Europea eludiendo las consecuencias negativas de la
desaceleración de Estados Unidos, Japón, etc. El hecho de que una parte decisiva de las
exportaciones europeas van hacia Europa contribuiría a ello, también empujaría en el mismo
sentido una mayor integración económica de la UE con el espacio Eurasiático, sería el comienzo
del desplazamiento histórico hacia el Este, Europa occidental (sobre todo el dúo FranciaAlemania) tomaría distancia de su viejo amigo norteamericano y comenzaría a anudar lazos cada
vez más intensos con China, India, Rusia, Irán, Turquía... Japón.
56
2.3, Tercer interrogante: ¿crisis energética
global?.
A principios de abril-2007 el precio internacional del barril de petróleo rondaba los u$s 65.
Si observamos el gráfico 2.3.1 (“La suba del precio del petróleo”) podremos constatar la
existencia de una tendencia ascendente que arranca con un primer impulso a comienzos
de 1999 y un segundo envión fuerte en 2002. La curva está marcada por una sucesión de
avances y retrocesos que los medios de comunicación masiva han atribuido a factores
políticos, militares, logísticos o climáticos del momento. Una amenaza terrorista en Arabia
Saudita, la posibilidad de un ataque norteamericano contra Irán, algún traspié militar grave
de las tropas de ocupación en Irak, la aparición de cuellos de botella en la capacidad de
refinamiento de crudo en los Estados Unidos o un huracán en el Golfo de México suelen
“explicar” cada suba, aunque siempre queda sin explicación porque cuando esos hechos
pasan el precio no desciende de manera durable al nivel anterior o bien porque cuando
baja un poco luego asciende mucho más. También suele ser culpabilizado el crecimiento
económico global voraz consumidor de combustible (61).
¿Cual es el límite del alza?, Matthew Simons (director del banco de inversiones
energéticas Simons & Co y asesor del presidente Bush) viene señalando en numerosas
conferencias y artículos que pensar para un futuro no demasiado lejano en un barril a 100
dólares es bastante razonable y que para el 2010 alcanzaría los 200 dólares (62),
Goldman Sachs, el negociante mundial de productos financieros en el área energética
sostenía lo mismo (63). Según David J. O'Reilly, CEO de Chevron (mega firma petrolera
global): “una cosa es cierta: la era del petróleo fácil ha terminado” (64), y agregando
pólvora Simons concluye que “nos encontramos ante un universo energético que carece
de mapa y en el que nadie ha estado antes” (65).
Detrás de la incertidumbre aparece una nutrida masa de expertos en problemas
energéticos, altos funcionarios de los estados desarrollados y organismos internacionales
especializados y directivos de las grandes empresas petroleras que por lo general han
preferido en los últimos años recurrir a explicaciones superficiales con el fin de no generar
pánico (lo que haría subir todavía más los precios) o bien para seguir sin perturbaciones
con sus negocios o rutinas burocráticas. Pero las informaciones serias han empezado a
circular desde comienzos de la década actual más allá de los pequeños círculos de
especialistas: las reservas de petróleo y gas no son superabundantes sino limitadas, y
todo indica que su flujo tenderá a reducirse en el futuro próximo. Recientemente el grupo
energético ExxonMobil señalaba que “El mundo enfrenta hoy un enorme desafío
energético para el que no existen respuestas fáciles” (66), por su parte el directivo de
Chevron citado anteriormente alertaba contra la sobreutilización del petróleo (“en los
últimos treinta años hemos gastado tanto petróleo como en los 198 años anteriores”) y
sobre la necesidad imperiosa de actuar para prevenir un futuro desastre (67). Es lo que
empieza a hacer la Agencia Internacional de la Energía que agrupa a las naciones de alto
desarrollo y cuya posición oficial tradicional ha sido la de negar la posibilidad de
dificultades significativas en el futuro suministro de petróleo. La Agencia hizo sonar la
alarma en febrero de 2005 a través de un “borrador” difundido desde su página web (68)
en el que se detallan programas de emergencia focalizados en el transporte de pasajeros
(principal consumidor de combustible) ante posibles caídas significativas del suministro de
petróleo o incrementos importantes de su precio. Dichos programas-catástrofe incluyen
ahorros en el consumo que van desde fuertes restricciones en la utilización de vehículos
privados, la promoción de su uso colectivo, hasta llegar a la gratuidad de los transportes
públicos, la reducción de la semana laboral y el desarrollo del trabajo domiciliario. Con ello
la Agencia busca impulsar el debate acerca de las llamadas “políticas de restricción de
57
demanda energética”, tema archivado desde los shocks petroleros de los años 1970 (ver
el Anexo II, “Crisis energética”).
King Hubbert
King Hubbert (1903-1989) fue en su tiempo el más prestigioso geólogo especialista en
petróleo de los Estados Unidos, trabajó en Shell durante dos décadas y enseñó en las
universidades de Standforf y Berkeley. Fue el primero en realizar pronósticos certeros
respecto del agotamiento de los recursos petrolíferos (69), en 1956 publicó un texto ahora
célebre donde pronosticaba que la extracción de petróleo en los Estados Unidos llegaría a
su máximo nivel hacia 1970 luego de lo cual comenzaría a descender. El vaticinio fue
tomado con sorpresa y hasta con cierta ironía por parte de muchos de sus colegas, de las
firmas petroleras y de los políticos. Su modelo matemático se basaba en la constatación
de que cuando en un pozo petrolífero se ha extraído la mitad de sus reservas originales la
producción llega a un pico máximo o cenit (el llamado “Peak Oil”) desde donde sigue una
tendencia declinante. Ello se debe a que en el tramo ascendente se extrae el petróleo
fácil de menor costo, la caída de la producción corresponde a extracciones técnicamente
más complejas y caras, por ejemplo según algunos estudios sobre el tema en los Estados
Unidos de 1950 con la energía equivalente a un barril de petróleo se podían extraer 50
barriles, actualmente solo se pueden conseguir cinco (70). El ciclo productivo toma así la
forma de una campana ahora conocida como Curva de Hubbert, factores políticos,
militares o económicos pueden hacer cambiar su forma, por ejemplo prolongando su
etapa ascendente (a veces con el riesgo de hacer colapsar el pozo) pero tarde o
temprano la cantidad de combustible extraída descenderá. Hubbert tuvo que esperar más
de tres lustros para que su descubrimiento fuera reconocido, desde 1970 la producción
petrolera de los Estados Unidos comenzó a caer y hoy su nivel es inferior al existente
hacia el final de la Segunda Guerra Mundial (ver los gráficos 2.3.2:”Estados Unidos,
producción de petróleo y curva de Hubbert” y 2.3.3: "La declinación de la extracción de
petróleo en los Estados Unidos"). Más adelante extendió sus estudios al sistema petrolero
58
internacional, seguido por prestigiosos geólogos como Colin Campbell (Universidad de
Oxford y Texaco), Jean Laherrére (Total) y otros, su conclusión fue que el “Peak Oil”
global llegaría en torno del año 2010 aunque investigaciones recientes tienden a correr
hacia abajo la fecha: el momento de crisis estaría muy cerca a partir del cual caería la
extracción y en consecuencia se produciría la irresistible suba del precio (ver los gráficos
2.3.4a: "La cima de la producción petrolera mundial" y 2.3.4b :”Petróleo y Gas...”). Un
factor decisivo es que los descubrimientos de nuevos yacimientos declinan desde
comienzos de los años 1960 (ver el gráfico 2.3.5: "Cada vez menos yacimientos nuevos"):
queda muy poco por descubrir.
59
60
Reservas
Las cifras reales de las reservas de hidrocarburos constituyen un secreto celosamente
guardado por países productores de primer orden como Rusia o Arabia Saudita y
empresas petroleras gigantes, recordemos el caso reciente del descubrimiento de la
sobre valuación de reservas propias hecha por Shell. Existen zonas oscuras en el tema
generadoras de incertidumbres e ilusiones desmedidas, de todos modos es posible
conocer la realidad con un alto grado de certeza, expertos como Colim Campbell, Jean
Laherrére o Kenett Deffeyes (71) coinciden en que las reservas globales actuales de
petróleo se sitúan entre 950 y 1000 billones de barriles cifra no demasiado diferente de la
difundida por Britsh Petroleum a fines del 2000 y luego algo infladas (72).
Al ritmo del consumo actual quedaría petróleo para tres a cuatro décadas más, ello
partiendo del supuesto difícil de aceptar de una estabilización indefinida del consumo en
el nivel de 2005 gracias al estancamiento del Producto Bruto Global o de muy leves
crecimientos combinados con fuertes ahorros de energía (la primera hipótesis implicaría
entre otras cosas el desborde de la desocupación). Si extrapolamos la tasa promedio de
crecimiento del consumo de la última década deberíamos reducir el horizonte de
agotamiento en por lo menos una década...¿pero con que precios?.
En realidad cálculos más realistas adicionarían un poco más de reservas en los próximos
años (no muchas más) aunque partiendo de la base de que hasta ahora hemos gastado
cerca de la mitad de las reservas existentes desde el inicio de las extracciones de
petróleo (a mediados del siglo XIX), nos encontraríamos entonces encima o muy cerca del
“Peak Oil” . En consecuencia dentro de poco no podríamos siquiera mantener el actual
nivel de suministro de petróleo, la producción entraría en su etapa declinante, sus costos
subirían debido a las crecientes dificultades en la extracción (estaríamos explotando la
parte más difícil de las reservas) y los precios crecerían cada vez más. Pero además será
imposible evitar las presiones especulativas sobre un producto cada día más caro y difícil
de remplazar... el fantasma del estancamiento o de la recesión inflacionarios podría
61
regresar desde los lejanos años 1970. Peor aún, como lo saben muy bien los técnicos un
pozo nunca es explotable hasta su agotamiento total, mucho antes de llegar a ese punto
la extracción debe ser abandonada por la desproporcionada suba del costo y el riesgo de
colapso.
Otros datos agregan dramatismo a este escenario: el 50 % del suministro mundial de
petróleo proviene de 150 grandes yacimientos de los cuales el 40 % tienen más de 40
años de explotación y el 95 % más de 25 años, además el 65 % del gas extraído
proviene de pozos cuya producción es declinante, solo un 10 % de las reservas
petroleras del mundo son sometidas a auditorias completas, el resto solo es examinado
en menos de un tercio (73).
Medio Oriente dispondría de cerca de dos tercios de las reservas mundiales, seguido por
los países de la ex Unión Soviética con algo más del 10 %, en esas zonas se
concentraron muchas ilusiones. Sin embargo los datos sobre la ex URSS son confusos,
como lo señala Simons informaciones de los servicios de inteligencia norteamericanos
indicaban en 1977 que la producción soviética de petróleo había alcanzado el “Peak Oil”
(74), sin embargo siguió creciendo hasta llegar a 12,5 millones de barriles por día en
1988, pero a partir de allí empezó a declinar hasta llegar a los 7 millones de barriles
diarios en 1995. Luego volvió a aumentar desde 1999 para llegar a más de 11 millones de
barriles diarios en 2004 (75), al parecer buena parte de sus yacimientos están siendo
sobre explotados y el derrumbe productivo similar al de 1995 o una declinación gradual
son probables.
En cuanto al Medio Oriente el grueso de los expertos coincide en que todos sus países
petroleros ya han alcanzado el “Peak Oil” aunque también en este caso existe
información confusa sobre dos naciones clave: Irak, segunda reserva petrolera del
mundo, y Arabia Saudita, primera reserva. Irak sigue en guerra, su producción está
permanentemente sometida a los sabotajes de la resistencia, además su “Peak Oil” data
de un cuarto de siglo (76), solo la explotación salvaje de sus recursos podría levantar
sustancialmente la producción durante algunos años para luego caer abruptamente (tal
vez ese sea el objetivo real del lobby petrolero que promovió la invasión). En cuanto a
Arabia Saudita, el 90 % de la extracción se concentra en solo seis grandes campos
petrolíferos en primer lugar el de Ghawar que representa casi la mitad de la producción de
ese país y entre el 6 y 7 % de la mundial. Pero según numerosos estudios técnicos este
campo al igual que los otros cinco ya pasó su “Peak Oil” y actualmente estaría siendo
super explotado con riesgo de colapso (77).
En síntesis, una recorrida por los principales yacimientos del mundo nos llevaría a la
conclusión de que el grueso de los mismos ya ha pasado o se encuentra próximo de la
producción máxima tecnológicamente sustentable más allá de la cual cabe esperar su
declinación equilibrada o extracciones irracionales seguidas por agotamientos rápidos o
colapsos. Obviamente son posibles todavía algunas proezas técnicas a bajo riesgo que
permitan prolongar por un período no muy largo la actual tasa de crecimiento de la
producción mundial pero se va generalizando la convicción de que en materia petrolera
estamos jugando en tiempo de descuento, esa es la explicación decisiva de la suba del
precio.
Petroguerras
El mapa energético global se divide claramente entre los productores-exportadores y los
grandes consumidores-importadores, de este último bando forman parte las tres áreas de
superdesarrollo; los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón al que se han incorporado
recientemente dos gigantes periféricos: China e India. La atención debe ser focalizada en
los Estados Unidos y China; desde comienzos de la década actual la suma de ambos
62
representa más del 60 % de los incrementos en la demanda mundial. La producción
petrolera de la superpotencia desciende desde 1970 y la tendencia se aceleró en los
1980, hoy más del 60 % de su consumo es importado y la cifra asciende rápido. Esto le
confiere un papel único en la escena energética mundial, sus reservas son muy pequeñas
(menos del 3 % de las existencias globales), produce solo el 10 % pero consume el 25 %
de la producción mundial, uno de cada cuatro barriles de petróleo que se venden en el
mercado internacional va a parar a los Estados Unidos. Dado su nivel actual de reservas
el horizonte de agotamiento del recurso es de unos 10 años, pero si hipotéticamente
debería apoyar todo su consumo en la extracción local acabaría con las reservas en
menos de cinco años. Se trata de un mega devorador de petróleo acosado por los
desequilibrios económicos.
Pero es necesario considerar también que la norteamericana es esencialmente una
“petroeconomía”, uno de los pilares de su prosperidad fue en el pasado el alto consumo
energético barato basado en la abundante producción petrolera local, cuando esta
empezó a declinar pasó a depender cada vez más de los suministros externos; Venezuela
y México en América Latina y el Medio Oriente fueron (y aun son) lugares privilegiados de
su abastecimiento. El derrumbe de la URSS le abrió la puerta de la cuenca del Mar
Caspio y Asia Central ampliando su espacio de proveedores, pero la creciente
competencia por los recursos con las otras potencias desarrolladas y las periféricas en
expansión, en especial China, y sobre todo la cercanía evidente del “Peak Oil” global hizo
cada vez más agresiva su estrategia de abastecimiento. Si trazamos una elipse
cubriendo el Medio Oriente y la Cuenca del Mar Caspio nos encontraríamos con el
70 % de las reservas petroleras del mundo y es hacia esa zona donde se orientó
prioritariamente el poderío norteamericano desde los años 1990 asumiendo un
perfil claramente militar en la década actual (ver el gráfico 2.3.6: "Distribución de las
reservas petroleras. El centro de las disputas globales"). El sudoeste de la región contaba
tradicionalmente con presencia militar estadounidense (Turquía, Arabia Saudita y otros
países del Golfo), la guerra de Yugoslavia posibilitó hacia fines de los 1990 la instalación
de una gigantesca base militar en Kosovo, el flanco izquierdo, la ocupación de Afganistán
en 2001 la atenazó desde el flanco derecho, a lo que se agregaron bases y misiones
militares en las ex repúblicas soviéticas de Asia central. La invasión de Irak coronó la
ofensiva a la que debería haber seguido la ocupación de Irán. Al controlar el Medio
Oriente y la franja eurasiática que va desde Afganistán a Yugoslavia (incluyendo la
cuenca del Mar Caspio) los Estados Unidos habrían asumido automáticamente el dominio
de un espacio que contiene el 70 % de las reservas petroleras del planeta, surcada por
oleoductos de los que depende buena parte del abastecimiento energético europeo, por
ejemplo el recientemente terminado que une Baku al borde de Mar Caspio, Tilbisi
(Georgia) y Ceyhan al sur de Turquía en el Mediterráneo. No solo Europa, sino también
India y China habrían sido sometidas a una presión estadounidense avasalladora
situación ideal para el inicio de una “segunda etapa” apuntando hacia Rusia.
La estrategia energética tiene inmediatas repercusiones en el sistema financiero global
del que Estados Unidos es todavía un gran beneficiario gracias al dólar aceptado como
moneda universal de reserva, comercio y especulación, pero un pilar esencial del poder
del dólar es su empleo en el comercio petrolero: la superpotencia está apoyada sobre una
masa de petrodólares.
Aunque ahora la ofensiva del Imperio empieza a flaquear, la guerra de Irak deviene un
verdadero pantano, Afganistán se encamina hacia una suerte de “irakización” con
multiplicación de combates y atentados y la invasión a Irán aparece como un objetivo
inalcanzable después del fracaso de la tentativa de control rápido de Irak.
63
Petroalianzas
Mientras tanto China prosigue su expansión (tal vez menos acelerada en lo que resta de
la presente década si se cumplen los planes gubernamentales), de cada diez barriles de
petróleo de demanda adicional 3 corresponden a ese país que todavía representa una
parte relativamente pequeña del consumo y las importaciones globales de hidrocarburos
(cerca de 7 % en 2005) pero que antes de una década pasará a ser decisiva. Las
primeras escaramuzas serias con el competidor norteamericano ya han comenzado,
China extiende pacientemente sus redes comerciales hacia los suministros de África,
América Latina (Venezuela), Medio Oriente (Irán) y Rusia.
Por otra parte la ofensiva militar estadounidense ha provocado crujidos y reagrupamientos
inquietantes en el tablero político internacional. El rechazo a la guerra de Irak y las
necesidades energéticas acentuó las relaciones de Francia y Alemania con Rusia, pero
64
razones comerciales más amplias las van extendiendo hacia China, India y otros países
de Asia aproximándose a una aparente convergencia que ciertos geoestrategas
denominan bloque o alianza eurasiática opuesta a la hegemonía atlantista (con centro en
Estados Unidos), aunque esa alianza posible está atravesada por numerosas
contradicciones y dobles lealtades que solo quedan atenuadas cuando es necesario
aquietar de manera conjunta los ímpetus bélicos de la superpotencia.
Pero lo que si comienza a emerger como eventual núcleo duro del eurasiatismo sobre
bases energéticas es la convergencia entre China, Rusia e Irán, algunos analistas la
califican de “Gran Alianza Energética de Asia” destinada a cambiar radicalmente las
relaciones económicas y políticas internacionales (78), la misma podría operar como
catalizador de una compleja trama periférica de intereses abarcando desde América
Latina hasta la India y seduciendo a la Unión Europea y Japón. La integración entre China
y Rusia se acelera (maniobras militares conjuntas, acuerdos económicos, etc.) y al mismo
tiempo se estrechan los lazos comerciales entre Irán, Rusia (que incluye el tema nuclear)
y China (petróleo, nuclear, productos industriales) acompañados por una densa red de
inversiones.
Límites y alternativas
De todos modos es necesario poner límites a la imaginación ya que la interpenetración
económica mundial suele establecer puentes y ataduras que aplacan las rivalidades
energéticas. Por ejemplo China compite con Estados Unidos por los recursos petroleros
pero al mismo tiempo le envía cerca de un tercio de sus exportaciones industriales e
importantes empresas norteamericanas obtienen hoy grandes beneficios produciendo en
ese país de mano de obra barata para vender lo producido en su propio mercado.
Además China ha acumulado dólares y bonos del Tesoro de EE. UU por más de un billón
de dólares (lo que genera una doble dependencia chino-norteamericana), y el segundo
comprador de China es Japón que a su vez tiene una gran dependencia de la demanda
de los Estados Unidos. Podríamos tejer una historia no demasiado diferente entre Rusia y
la Unión Europea y de esta con los Estados Unidos.
La interdependencia global unida la proximidad del “Peak Oil “ y su acompañamiento de
alianzas aparentemente estratégicas y aventuras militares están configurando un clima
internacional de amistades y enemistades, peleas y reconciliaciones sumamente volátil,
cuya teorización económica o geopolítica desborda las concepciones del siglo XX acerca
de las disputas entre estados. Que en numerosos casos abrazan el camino militarista
mientras navegan en el océano financiero global común: curiosa conjunción de violencia y
zancadillas económicas.
Es dentro de ese contexto que debe ser ubicado el debate sobre alternativas energéticas.
Ante todo es preciso constatar que la extracción de hidrocarburos está a punto de
ingresar en su etapa de descenso (la actual suba de precios lo anticipa) mientras que las
reconversiones técnicamente posibles requieren tiempo y capacidad de decisión.
Las energías solar y eólica solo pueden abastecer el consumo de energía eléctrica que
cubre una porción del consumo global de energía, extender esas alternativas implicaría
por ejemplo la reconversión de las estructuras industriales que actualmente emplean
energía no-eléctrica, la realización de esa obra ciclópea excede los plazos impuestos por
la crisis energética en ciernes e incluye la resolución de inmensos problemas de
almacenamiento y transporte de energía.
La reconversión basada en la energía nuclear (obviando los problemas de seguridad
ambiental que la misma implica) significaría impondría un enorme esfuerzo de inversión ,
además su funcionamiento plantearía a mediano plazo el tema del agotamiento de un
recurso natural limitado: el uranio cuyo consumo al nivel actual (la energía nuclear cubre
el 7 % del consumo energético mundial) se agotaría en unos 60 años. Si la producción
65
nuclear llegaría a abastecer el 50 % del consumo mundial al nivel actual quedaría materia
prima para apenas una década. Y su reemplazo por reactores de fusión nuclear
controlada no estará a punto desde el punto de vista técnico-comercial durante todavía
mucho tiempo. En el caso del hidrógeno la situación es aún peor, su obtención con las
técnicas disponibles consume más energía que la que posteriormente genera.
Todo indica entonces que nos encaminamos hacia un sistema económico global
condenado a reducir en un plazo relativamente corto su consumo energético. Ello abrirá el
espacio para el desarrollo de estrategias de reconversión que muy probablemente
incluirán combinaciones de distintas opciones energéticas: solar, eólica, hidráulica,
utilización controlada del carbón, biocombustibles, uso muy dosificado de petróleo y gas,
ahorro de energía, etc., cuyas consecuencias económicas y sociales serán enormes, el
ciclo de casi 200 años de civilización industrial tal vez esté llegando a su fin, y con él sus
esquemas de concentración del poder económico y político. Mientras tanto domina el
panorama la peor de las opciones posibles, denominada por Richard Heimberg como
“Plan Guerra” (79): los mas fuertes buscan apropiarse de los recursos escasos
(militarismo mediante) para superexplotarlos hasta su agotamiento, es lo que ahora
aparece como alternativa dominante encabezada por Bush y sus halcones.
Biocombustibles
La Unión Europea y los Estados Unidos apuestan a los biocombustibles buscando así
moderar la futura penuria energética. No se trata de la única apuesta, la energía nuclear
por ejemplo aparece como una de las opciones prioritarias de Francia.
En mayo de 2003 el Parlamento Europeo emitió una “directiva” destinada a promover el
uso de biocombustibles en el transporte fijando como objetivo que los mismos
representen el 2 % de los combustibles utilizados para transportes en la Unión Europea
en 2005 y 5,75 % en 2010. De ese modo impulsaba una de las soluciones posibles a su
creciente déficit energético (ver el gráfico 2.3.7: “Unión Europea-25, tendencias
energéticas”). Las metas eran de difícil cumplimiento y en el 2005 se pudo constatar que
la fijada para esa fecha no se había concretado debido a problemas de costos, de
disponibilidad de insumos y de aplicación técnica. La Unión Europea en especial algunos
de sus países como Alemania viene desarrollando la producción de biodiesel (entre 40 %
y 50 % de la producción de la UE) pero mucho menos la de etanol (ver el gráfico 2.3.8:
Producción de biocombustibles en la Unión Europea”). La UE con déficit energético
creciente apunta hacia el objetivo estratégico de lograr una menor dependencia de sus
abastecedores de petróleo y gas. Para lograr dicho objetivo debe aumentar la producción
de insumos energéticos alternativos y/o diversificar sus fuentes de importación. En el caso
de los biocombustibles su producción local es cara y su extensión a gran escala implicaría
por ejemplo desplazar cultivos alimentarios. En consecuencia necesitará aumentar las
importaciones de zonas con precios relativamente bajos: un vasto abanico de países
periféricos podrían ofrecerle esa posibilidad.
Por ejemplo la firma DI Oils con sede en Inglaterra productora de biodiesel, además de
abastecer el mercado europeo vende también su producción a países como Japón, China,
Taiwan o Australia. Especializada en la producción de biodiesel a partir de jatropha, una
planta apta para zonas subtropicales, cultiva actualmente en total unas 260 mil hectáreas
en Madagascar, Ghana, Sudáfrica, India y Filipinas y según sus directivos aspira
expandirse a 9 millones de hectáreas...(80).
66
67
Por su parte los Estados Unidos se han lanzado más ruidosamente hacia alternativas
similares. En enero de 2006 el presidente Bush en su “ Mensaje sobre el estado de la
Unión” lanzó la “Iniciativa de Energías Avanzadas”, uno de cuyos pilares es la producción
de biocombustibles, con el objetivo para el año 2025 de reemplazar más del 75 % de las
importaciones de petróleo provenientes del Medio Oriente. En su siguiente “mensaje” de
enero de 2007 planteó la meta de reducir en un 20 % el consumo de gasolina en los
próximos diez años (2017) llegando a producir 35 mil millones de “combustibles
renovables (básicamente biocombustibles). Por otra parte su hermano y ex gobernador de
Florida Jeb Bush ha pasado a dirigir desde fines del año pasado la “Comisión
Interamericana de Etanol” basada en un acuerdo empresarial norteamericano-brasileño
de cuyo lanzamiento formaron parte el presidente del BID, Luis Moreno, y Roberto
Rodrigues, presidente del Consejo Superior de Agronegocios de San Pablo y ex ministro
de agricultura del gobierno de Lula. Es necesario constatar la coincidencia temporal entre
el frenesí oficial por los combustibles alternativos. principalmente etanol, y dos hechos
mayores:
1, El empantanamiento de la invasión a Irak, disparador del fracaso de la estrategia de
control de los recursos energéticos de Eurasia (en el “mensaje” de Bush se insiste en
reducir de manera drástica la dependencia respecto del petróleo proveniente de Oriente
Medio).
2, El lanzamiento de una fuerte ofensiva empresaria-diplomática sobre América Latina en
la que se destacan la creación de la Comisión Interamericana de Etanol y la reciente gira
de Bush por la región cuya componente central fue el acuerdo estratégico sobre etanol
entre los Estados Unidos y Brasil, los dos grandes productores mundiales de ese
biocombustible.
El etanol derivado del maíz es el principal (casi único) biocombustible producido en los
Estados Unidos. En 2006 fue destinado a la producción de etanol el 17 % de la cosecha
de maíz lo que produjo el encarecimiento del grano. En Dakota del Sur, por ejemplo, las
plantas de etanol utilizan actualmente la mitad de su cosecha anual de maíz. Pero el
incremento de la producción de etanol plantea dos problemas graves, el primero de ellos
es el del costo real del producto. Se trata de un producto caro, para hacer su precio
competitivo el estado nacional otorga un subsidio de 51 centavos de dólar por galón de
etanol y sumando subsidios locales y de los estados se llega a casi 80 centavos de dólar.
El costo del etanol de maíz en los Estados Unidos era evaluado a fines del año pasado en
1,24 dólares el litro pero como el etanol representa un 66% de la energía contenida en un
volumen equivalente de gasolina, el costo real del litro de etanol-equivalente-gasolina es
de 1,88 dólares... contra 0,33 dólares de costo para la gasolina (81). Se trata entonces de
una producción subsidio-intensiva difícil de sostener en el largo plazo si se cumplen los
ambiciosos planeas oficiales de expansión del sector.
Por otra parte su producción absorbe porciones crecientes de la cosecha nacional de
maíz, lo que resta tierras a su destino alimentario y al elevar la demanda empuja hacia
arriba el precio (local e internacional).
La estrategia (pensada por la Casa Blanca) de salida a esta encrucijada es desarrollar las
importaciones baratas de etanol, pero también de biodiesel provenientes de la periferia,
principalmente de América Latina donde se encuentra el segundo productor y primer
exportador mundial de etanol: Brasil (que obtiene el producto a partir de la caña de azucar
cuyo costo de producción es netamente inferior al del etanol-maíz). Argentina, Colombia,
América Central, etc., aparecen para los estrategas de la Casa Blanca como futuros
exportadores de biocombustibles (etanol y biodiesel).
El (muy) probable boom de los biocombustibles involucra no solo a las demandas del
conjunto de grandes potencias industriales tradicionales (EE.UU, UE, Japón) sino también
de las emergentes igualmente deficitarias en materia energética (China, India, Taiwan ,
Corea del Sur).
68
Pero como con las otras revoluciones tecnológicas la de los biocombustibles no es solo
una tabla de salvación para las grandes potencias (energía-dependientes) sino también
una posibilidad de desarrollo para una amplia variedad de sociedades periféricas que sin
reducir la superficie de sus tierras dedicadas a la producción de alimentos podrían
incorporar superficies nuevas a la producción de biocombustibles.
Perspectivas de crisis
La crisis energética global está en sus comienzos, resultará difícil sostener las actuales
tasas de crecimiento mundial. Los biocombustibles y otras fuentes alternativas de energía
no podrán remplazar sino en pequeña escala en el mediano plazo a los combustibles
tradicionales (no renovables). Como estamos encima o muy próximos de la cima de la
producción petrolera el precio del petróleo seguirá subiendo, su ritmo estará determinado
por diversas circunstancias: el nivel real de las reservas petroleras globales, las tasas de
crecimiento de la economía mundial, turbulencias políticas (y militares) derivadas de la
puja entre las grandes potencias por esos recursos o de iniciativas desestabilizadores de
alguna/s de ellas.
Es posible describir algunos escenarios posibles para los próximos tres años que van
desde un gran estampida del precio del petróleo (y su consecuencia estanflacionaria)
hasta una administración relativamente eficaz de la penuria energética.
Sin embargo la “administración eficaz” tal como la plantean la Unión Europea y
principalmente los Estados Unidos incluye el rápido aumento de la producción
internacional de biocombustibles lo que planteará la disputa por la tierra cultivable entre
alimentos y biocombustibles y por consiguiente el aumento de los precios de los insumos
agrícolas destinados a ambos fines (maíz, soja, etc.).
69
2.4, Cuarto Interrogante: evolución del
proceso global de financierización
Globalización, financierización
y crisis constituyen tres realidades estrechamente
vinculadas. La crisis de los países centrales iniciada en los años 1970 pudo ser
amortiguada, postergada, gracias a un complejo mecanismo de desarrollo mundial de
negocios financieros. La prosperidad de la posguerra terminó en 1973-74 con el shock
petrolero que encontró a una economía mundial muy fragilizada por hechos previos como
los desordenes monetarios, la caída en la rentabilidad empresaria, la desaceleración del
circuito de endeudamiento y consumo privados, el incremento de la capacidad productiva
ociosa.
Con el telón de fondo de una crisis de sobreproducción las economías industrializadas
ingresaron en la llamada “estanflación”, los precios subían al igual que la desocupación y
los aparatos productivos se estancaban.
A partir de allí sus tasas de crecimiento económico fueron cayendo tendencialmente en el
largo plazo, el fenómeno se ha prolongado hasta hoy. Esto se tradujo en altos niveles de
desocupación y precarización laboral agravados por la guerra tecnológica entre las
empresas que buscaban preservar o conquistar mercados cada vez mas duros. Debido a
las condiciones culturales e institucionales especificas de los mercados de trabajo, en
Europa Occidental se hizo más visible la desocupación abierta y en los Estados Unidos la
precarización laboral. En consecuencia se fue imponiendo una tendencia pesada, de larga
duración de desaceleración de la demanda lo que a su vez frenó la expansión productiva
convirtiendo a la sobreproducción de comienzos de los 1970 en un fenómeno crónico que
pudo ser en ciertos momentos frenado o reducido pero nunca eliminado.
La desaceleración económica fue la base de los déficits fiscales, un achicamiento del
gasto público o una mayor presión tributaria habrían tenido efectos recesivos, por otra
parte existían excedentes financieros de empresas y bancos (petrodólares, etc.) con
serias dificultades para convertirse en inversiones productivas debido a la situación de
estancamiento.
La solución al problema fue encontrada por medio del crecimiento de la deuda pública, de
ese modo el endeudamiento de países ricos desde los 1980 sucedió al endeudamiento de
países pobres del segundo lustro de los 1970.
Ello se vio facilitado por la liberalización financiera y cambiaria que empujó hacia arriba
las tasas reales de interés y eternizó la inestabilidad de las paridades entre las monedas
fuertes. Los estados necesitaban fondos para sostener las demandas internas (pagos de
pensiones, subsidios a desempleados, gastos militares, etc.) desbordando las
disponibilidades monetarias locales y acudiendo a los inversores internacionales lo que
los indujo a eliminar las trabas a la libre circulación de monedas, a la compra-venta de
títulos públicos y privados y al desarrollo de negocios financieros. La financierización
empresaria completo el círculo, las empresas colocaban fondos en títulos públicos pero
también en papeles que intercambiaban entre ellas.
La interacción perversa de tres fenómenos, desaceleración del crecimiento económico,
crecimiento del endeudamiento público y financierización empresaria , generó un
monstruo que creció sin cesar hasta convertirse en hipertrofia financiera.
Hacia comienzos de los 1990 los endeudamientos estatales comenzaron a ser percibidos
negativamente por lo gobiernos centrales y los grandes grupos económicos, el salvavidas
liberal se hacia cada vez mas pesado amenazando con hundir a las economías
desarrolladas. Por otra parte los excedentes acumulados por el sistema financiero
mundial requerían nuevas áreas de expansión que les permitieran preservar sus niveles
de rentabilidad, diversos mecanismos adicionales posibilitaron el sostenimiento de su
70
reproducción ampliada.
La ingeniería financiera aceleró ese desarrollo; fondos de pensión y de inversión, bancos
y empresas crearon “productos financieros derivados”, se articuló una red bursátil y
cambiaria internacional operando las 24 horas del día, etc. Esos negocios atraparon
también a familias y pequeños ahorristas que se incorporaban de manera directa o
indirecta, principalmente en los Estados Unidos, a la euforia de las élites. Se inflaron
valores de acciones y otros activos especulativos: aumentó la masa financiera global.
Por otra parte se acentuó y generalizó el fenómeno de las llamadas “economías
emergentes”, hacia allí fueron flujos monetarios que adquirieron e instalaron empresas,
compraron papeles públicos y privados, todo ello en una lógica de beneficios altos y
rápidos que expandieron aun mas la marea financiera incentivando (deslocalizaciones
industriales mediante) la desocupación y/o la precarización laboral en los países ricos. El
desmantelamiento de la ex Unión Soviética y su bloque de países del este europeo
generó una gran evasión de capitales hacia las economías centrales reforzando dicho
proceso.
Finalmente se desarrolló un mecanismo en sus comienzos marginal pero que luego se fue
instalando en el corazón de la economía internacional: el área de los negocios ilegales
(drogas, armas, prostitución) y sus extensiones en la economía formal (“blanqueos”)
visibles, desembozados en la periferia, discretos en el centro (donde residen sus jefaturas
estratégicas). Estos negocios de muy alta rentabilidad se expandieron como una mancha
de aceite acelerando su marcha en los 1990 (ya importante en los 1980). La hipertrofia
financiera encontró otro factor adicional de crecimiento y se fue plagando de brotes
mafiosos.
La crisis financiera de 1997 apareció primero como una catástrofe de la periferia (todavía
a mediados de 1998 numerosos expertos seguían reduciéndola a la imagen de
“turbulencia monetaria asiática” y sus consecuencias extraregionales), sin embargo se
trató de una crisis global cuyo corazón se encontraba en los países centrales atrapados
por la dinámica financiera. La burbuja especulativa asiática que estalló en 19997 y luego
la rusa (1998) constituyeron epifenómenos de la marea financiera de los países centrales.
Pero la crisis nos permite ver mas allá de los juegos conceptuales que fabricaban
universos económicos “monetarios” y “virtuales” despegados de la llamada “economía
real”. Las interrelaciones concretas, históricas, entre los fenómenos descritos demuestran
el carácter ilusorio de las fronteras entre esas supuestas esferas diferenciadas, no se trata
sino de una sola realidad, estructural, material, social donde la producción de bienes, su
intercambio, los medios monetarios, el empleo, pero también la política, el Estado, la
tecnología, etc., conforman un solo sistema.
Las sucesivas burbujas y turbulencias financieras (Asia del este en 1997, Rusia en 1998,
las burbujas bursátil de fines de los 1990 e inmobiliaria de la década actual) aparecen así
como consecuencias necesaria del proceso de globalización, la esfera financiera no podía
expandirse indefinidamente de manera ordenada, tarde o temprano llegan los desinfles y
las crisis, la sobrevalorización de activos financieros no ha sido otra cosa que un
mecanismo entrópico de concentración mundial de ingresos.
71
1, La caída del crecimiento en los países centrales provoca déficits fiscales e induce a los gobiernos a
impulsar la demanda a través de gastos no respaldados por recaudaciones tributarias: deuda pública. el
creciente peso de la deuda pública empujó hacia arriba las tasas reales de interés frenando inversiones
productivas y el crecimiento en general.
2, La expansión de la deuda pública alimenta la hipertrofia financiera global.
3, El endurecimiento de los mercados impulsa a las empresas a reemplazar inversiones productivas de
rentabilidad declinante por la compra-venta de papeles públicos y privados y a acudir al mercado para
financiar su lucha por la competitividad.
4, Las empresas financierizadas adquieren títulos públicos.
5, Los papeles adquiridos y emitidos por las empresas generan excedentes que realimentan la hipertrofia
financiera.
6, Una porción creciente de excedentes financieros se orientan hacia los negocios ilegales cuyos beneficios
incrementan los excedentes, etc.
7, Parte de los excedentes financieros empresarios se orientan hacia la periferia imponiendo una lógica de
hiperbeneficios rápidos.
8, Los hiperbeneficios derivados de los negocios ilegales y/o periféricos potencian ambos fenómenos
9, Los beneficios ilegales alimentan la esfera financiera global (compra de papeles públicos y privados, etc.).
10, Los hiperbeneficios periféricos alimentan la esfera financiera global.
72
1970­2000: desarrollo de componentes de la hipertrofia financiera global
A. Desaceleración del crecimiento
73
74
B. Crecimiento de la deuda pública
Aumento de las tasas reales de interés a largo plazo
Tasas anuales medias en %.
1970-79
Francia
-0,5
Estados Unidos
-0,3
Alemania
3,2
Italia
-6,1
Inglaterra
-3,0
Japón
-0,1
Países del G.7 (promedio)
-0,5
Fuente: FMI
75
1980-89
6,8
6,5
4,9
5,3
5,8
5,2
6,0
C. Hipertrofia financiera global
Mercados de capitales en los países centrales, 1995, billones de dólares
P.B.I
Acciones* Títulos de Títulos de
Total de
Total de
deuda
deuda
papeles*
papeles*
pública*
privada*
como % del
PBI
Unión
8,43
3,78
4,81
3,86
12,45
147,68
Europea
EE. UU
7,25
6,86
6,73
4,32
17.91
247,03
Japón
5,13
3,67
3,45
1,88
9,0
175,43
TOTAL
20,81
14,31
14,99
10,06
39,36
189,13
(*) acciones y títulos según el origen de la emisión.
Fuente: FMI
76
Operaciones transfronterizas en bonos y acciones (1)
En procentaje del Producto Bruto Interno.
1975-79
1980-89 1990-94
1999
Estados Unidos
5,9
43,2
108,7
178,9
Japón
8,2
73,0
84,3
85,1
Alemania
6,9
32,3
102,5
334,3
(1) Compras y ventas de títulos entre residentes y no residentes.
Fuente: BIS/Banco de Basilea
D. Financierización empresaria
Francia: origen y destino de los recursos de las empresas (en %).
DESTINO DE LOS RECURSOS
1979
1982
1989
Inversiones (1)
78,0
71,0
47,5
Compra de activos financieros (2)
2,9
10,4
36,4
Otros destinos
19,1
18,6
16,1
Total
100,0
100,0
100,0
ORIGEN DE RECURSOS
Ahorro bruto
60,9
43,9
Emisión de activos financieros (2)
13,4
14,5
Otros orígenes
25,7
41,6
Total
100,0
100,0
(1) Formación bruta de capital fijo, compra de terrenos, etc.
(2) Acciones, obligaciones, etc
39,7
27,6
32,7
100,0
Fuente: INSEE, Francia
E. Hiperbeneficios rápidos en la periferia
Capitalización bursátil de mercados emergentes, billones de dólares
(36 mercados seleccionados por el FMI)
1990
1991
1992
1993
1994
Capitalización
0,615
0,802
0,859
1,567
1,801
bursátil (1)
Participación en 6,5 %
7,1 %
7,9 %
11,1 %
11,9 %
la capitalización
bursátil mundial
Fuente: FMI
Evolución de la capitalización bursátil en algunos
mercados emergentes (en % del Producto Bruto Interno)
Chile
México
Corea del Sud
Hong-Kong
India
Indonesia
Malasia
Singapur
Tailandia
Jordania
Zimbawe
Fuente: FMI
1983
13,2
2,0
5,3
70,8
3,5
0,1
76,1
89,2
3,8
56,7
2,8
1993
102,1
55,5
42,1
350,8
44,8
23,1
341,9
254,3
105,5
94,4
25,2
77
Reproducción de la nota publicada en el diario “Clarín”, Buenos Aires,
página 21, 30 de Julio de 1998
Seminario en la Bolsa de Comercio
LOS INVERSORES EXTERNOS BUSCAN GANANCIAS DEL 30 %.
Ese es el piso que piden los Fondos de inversión. Buscan comprar empresas que
facturen entre 2 y 70 millones anuales. A los 5 o 7 años las venden.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------Para los fondos privados de inversión hacer incursiones en la Argentina puede resultar atractivo
siempre y cuando la propuesta que les acerquen tenga garantizada una tasa de retorno que no
baje del 30 % anual. En definitiva una empresa local puede soñar con un aporte de capital de
estos fondos solo si a cambio puede ofrecer perspectivas de un muy buen negocio.
Esta es la conclusión que quedó al cierre de la jornada inicial que organizada por la Agencia de
Desarrollo de Inversiones (ADI) juntó a unos 30 fondos privados de inversión con cerca de 80
empresas argentinas.
Con los oídos abiertos a ofertas atractivas, llegaron a Buenos Aires representantes de estos
fondos. Según datos de los organizadores, había en escena ejecutivos que, en conjunto,
administran carteras por 20.000 millones de dólares y empresas argentinas que facturan entre 2
y 70 millones de dólares anuales.
Alan Stoga, representante del fondo Zemi Investment, resumió en uno de los paneles realizados
ayer, que buscaba su fondo de inversión para “bajar” a hacer negocios a la Argentina.
* Queremos entrar a empresas que, luego de analizadas, lleguemos a la conclusión de que
podemos obtener un retorno de al menos el 30 % al año.
* En lo posible buscamos firmas que no coticen en Bolsa. Aunque quizás, luego de nuestra
entrada, terminen haciéndolo.
* Tratamos de hacer inversiones que nos permitan retirarnos en un lapso de 5 a 7 años. Nuestra
retirada puede ser encontrando un nuevo socio que compre nuestra participación, o bien
ofreciendo el capital en la Bolsa.
Craig Dean, managing director del fondo que administra el Bank of América, completó el perfil de
empresa que mas interesa:
* Buscamos que tenga un muy buen management, porque no siempre nos interesa poner gente
en el directorio de las compañías.
* También buscamos firmas que manejen un porcentaje de mercado importante. No es
excluyente que sean líderes del sector, pero si que muestren un potencial de crecimiento
importante.
La agenda de temas que planteó la ADI un organismo que depende de (la Secretaría de estado)
de Industria y Comercio, dejó en claro cuales son los sectores que se quiere pomocionar ante
los ojos de los inversores extranjeros. O quizás que es lo que interesa a quienes manejan el
dinero.
Se armaron varias mesas para “juntar puntas” entre los fondos y las empresas dedicadas a los
negocios agropecuarios, agroalimentarios, de alimentos congelados, el sector forestal y la
minería.
De todas formas, el elenco de funcionarios que participó del encuentro representó a otras áreas
posibles de negocios.
Además de Alieto Guadagni (Secretario de Industria y Comercio de la Nación) estuvieron
Roberto Catalán (comisión Nacional de Comunicaciones) y Francisco Mayorga, secretario de
turismo de la Nación.
78
F. Negocios ilegales
La secuencia de beneficios crecientes desde los sistemas productivos centrales hasta la
periferia, pasando por las deslocalizaciones industriales y la especulación financiera, tiene
un último eslabón, el de los “negocios ilegales” que abarcan un conjunto muy variado de
actividades de distinto nivel de criminalidad como el narcotráfico y el lavado de sus
fondos, el trafico de armas, las redes de prostitución, de tráfico de bebes, la “protección”,
el espionaje industrial, el contrabando, la venta fraudulenta de bienes y servicios al
Estado, etc. Algunas observaciones pueden servirnos para integrar este fenómeno al
proceso mas general de globalización-financierización.
Primero, la extrema dificultad para establecer un corte, una frontera precisa entre la
economía de mercado formal (en especial las actividades financieras mas rentables) y los
sistemas mafiosos. Bancos de primer nivel internacional que lavan narcodólares, grupos
globales muy diversificados donde es posible localizar “áreas opacas” plagadas de
actividades clandestinas, pero también reconocidos jefes mafiosos operando negocios
legales, conforman una maraña mundial inextricable. La búsqueda de dicha línea divisoria
es una tarea inútil, la separación no existe, nos encontramos en presencia de un tejido
continuo que se extiende sin interrupción desde el empresario obediente de todas las
normas legales hasta el mafioso mas duro.
Segundo, la magnitud de la criminalidad abierta y sus espacios próximos representaba
unos 2 billones de dólares en 1997 según información que por lo general subestimaban el
fenómeno (Banco Mundial, FMI, etc.).
Tercero, su velocidad de expansión igual a la de la especulación financiera.
Cuarto, el carácter “central” (y no periférico) de sus polos hegemónicos. Los negocios
ilegales, extensión de la economía global legal, no escapa a su arquitectura de poder,
mas aún la refuerza.
Quinto, la estrecha asociación entre la esfera ilegal de la economía global y las
actividades de “alta rentabilidad” (financieras, periféricas) nos lleva a entender tanto el
fenómeno de la “corrupción” estatal, exacerbado en los países subdesarrollados, como la
presión por hiperbeneficios que desborda permanentemente las normas legales. Esto
ocurre porque el carácter inestable, turbulento del mundo de los hiperbeneficios fomenta
golpes bajos de toda clase, en ese universo nace y se reproduce la alta criminalidad. El
funcionario estatal corrupto es un habitante natural de la globalización neoliberal, un socio
o servidor lógico de las redes mafiosas.
Sexto, la fotografía de la economía global actual ilustra las superposiciones entre
negocios legales e ilegales, su trayectoria histórica, cubriendo las tres ultimas décadas se
inicia con la crisis de las sociedades de consumo desarrolladas, keynesianas y culmina en
su etapa mafiosa.
79
La década actual, perspectivas
Los Estados Unidos constituyen no solo el primer importador del mundo sino también el
primer mercado para China y Japón y un comprador decisivo para la Unión Europea. Pero
es asimismo el centro del sistema financiero global no solo porque el dólar es todavía la
divisa universal sino también debido a la presencia abrumadora de su masa de negocios
especulativos (inmobiliarios, bursátiles, con productos financieros derivados, etc.).
La política de la administración Bush durante su auge (baja de impuestos, créditos
baratos, gastos militares, burbuja inmobiliaria) sostuvo la demanda nacional e
internacional de los Estados Unidos pero incrementó el déficit fiscal y el de la cuenta
corriente del Balance de Pagos (que representa más del 70 % del conjunto de déficits en
cuenta corriente del mundo) y provocó el ascenso espectacular de la deudas pública y
privada especialmente con el exterior (ver el gráfico 2.4.10).
80
Deuda de los Estados Unidos al 31 de Diciembre de 2006
Deuda del Gobierno
Federal
8,7 billones de dólares
Deuda de los estados
y
gobiernos locales
2 billones de dólares
Deuda privada
38,2 billones de dólares
DEUDA TOTAL
48,9 billones de dólares (1)
Deuda total externa
10,3 billones de dólares (2)
21 % de la deuda total
(1) Producto Bruto Mundial de 2006 (según el Banco Mundial) = 46,5 billones de dólares
(2) Equivalente al 80 % del PBI norteamericano de 2006
Fuente: Banco Mundial, OCDE, Grandfader Federal Government Report
La década actual se caracteriza por la expansión incesante de los negocios especulativos
globales. Un buen ejemplo de ello es el caso de las operaciones financieras con
productos derivados. Hacia 1997 los mismos ascendían a unos 41 billones de dólares (ver
el gráfico 2.4.9, “Mercados...”) contra un Producto Bruto Mundial cercano a los 30 billones
de dólares (datos del Banco Mundial): los productos derivados representaban
aproximadamente 1,4 veces el Producto Bruto Mundial. Según la información del Banco
de Basilea (BIS) en Junio de 2006 los derivados alcanzaban los 369 billones de dólares
que representaban casi 8 veces el Producto Bruto Mundial (ver el gráfico 2.4.11 “Monto
global...). Si el ritmo de crecimiento de los dos últimos años se mantiene en los próximos
tres, a mediados del 2010 la masa de derivados habría rondaría los mil billones de dólares
y representaría unas 16 veces el Producto Bruto Mundial... algo difícil de imaginar (ver el
gráfico 3.5, página 109).
81
Además los déficits norteamericanos tienen como contraparte una sobre acumulación
mundial de reservas, China ya superó el billón de dólares, Japón se acerca a esa cifra,
Rusia tiene más de 300 mil millones de dólares, etc.
En fin, la desaceleración económica estadounidense afectará tarde o temprano a los
mercados bursátiles, el “martes negro” reciente (27 de febrero de 2007) no debe ser
considerado una mala noticia sin futuro.
Aparecen entonces dos factores mayores del sistema financiero internacional, por una
parte los desajustes (comercial, fiscal, etc.) y las super deudas de los Estados Unidos y
por otra el nivel alcanzado por la masa financiera global. En el primer caso uno de los
efectos visibles es la declinación del dólar y en el segundo una volatilidad cada vez mayor
de los negocios especulativos cuya reproducción se va despegando cada vez más de la
economía real.
Con ese contexto la incertidumbre respecto de la evolución a mediano plazo de los
mercados financieros es cada vez mayor. Una corrida general contra el dólar no queda
fuera de los escenarios posibles al igual que nuevos y mas profundos sacudones
bursátiles.
Aunque también existen contrapesos institucionales muy importantes, las autoridades de
los países centrales han actuado hasta ahora de común acuerdo con el fin de bloquear o
suavizar las turbulencias. Sin embargo no es seguro que ello siga ocurriendo en el futuro
no solo debido a la probable irrupción de fenómenos financieros ingobernables sino
también porque la economía forma parte de una totalidad mundial que también incluye
otros factores sociales (políticos, militares, etc.) cuya dinámica se torna cada vez menos
previsible desde el ángulo de los grandes sistemas de poder.
82
2.5. Quinto interrogante: despolarización o
repolarización
El fracaso de la estrategia eurasiática de los Estados Unidos
Según Richard Heinberg la primera mitad del siglo XX estuvo marcada por la
confrontación entre Inglaterra y Alemania peleando por la hegemonía europea, la segunda
mitad fue dominada por la guerra fría entre Estados Unidos y la URSS, pero el siglo XXI
sería el de la “guerra de Eurasia” donde los Estados Unidos, vencedor en la guerra fría,
intentaría controlar esa enorme masa continental (82). Si aprobamos dicha tesis tal vez
nos veamos obligados a aceptar en un futuro próximo que el “siglo XXI” podría durar muy
poco ya que al perder la superpotencia la pelea en el primer round (fracaso de la
conquista de Irak y Afganistán) probablemente comience de inmediato un segundo
capítulo eurasiático mucho más tumultuoso que el anterior pero donde los Estados Unidos
ya no jugarían un rol central.
En las fuentes de la política global de los halcones que hoy gobiernan los Estados Unidos
se encuentra lo que podríamos denominar “el pensamiento geopolítico anglonorteamericano” entre cuyos pioneros se encuentra el geógrafo inglés Halford Mackinder.
A comienzos del siglo XX desarrolló la tesis del “heartland”, área pivote o decisiva del
mundo abarcando Europa del Este y Asia Central cuyo control o neutralización le habría
permitido al Imperio Inglés dominar la totalidad de Eurasia y en consecuencia el planeta.
Según Mackinder Inglaterra era una isla no totalmente europea, una potencia marítima
localizada en el margen noroeste del continente, su rol hegemónico dependía del dominio
sobre los océanos y del desarrollo de una actividad sistemática de bloqueo al probable
ascenso exitoso de una potencia terrestre asentada en el “heartland”, obviamente
pensaba en la posible expansión del Imperio Zarista en Asia (por ejemplo hacia
Afganistán) y otros peligros no menos graves como su eventual convergencia con Japón y
Alemania, aunque la guerra ruso-japonesa primero y las dos guerras mundiales después
mostraron que ese riesgo no existía y la conquista de Afganistán muchas décadas mas
tarde por parte de los soviéticos fue un fracaso completo. La teoría de Mackinder tenía
entre sus antecedentes prácticos la interminable sucesión en el siglo XIX de
enfrentamientos entre rusos en ingleses (las dos grandes potencias de esos tiempos) de
los que fueron testigos la frontera india y Afganistán, calificados entonces como “El Gran
juego” por Sir John Kaye (célebre historiador y alto funcionario colonial inglés en India).
En esa misma época del otro lado del océano aparecían los escritos del almirante
norteamericano Alfred Mahan referidos a la participación activa de los Estados Unidos en
el reparto colonial del mundo a través del poder marítimo. Menos de un siglo después de
la publicación de las obras de Mahan y Mackinder esa potencia atlántica parecía tener al
mundo en sus manos, su rival eurasiático, la URSS, había implotado, al parecer nadie
podía detener sus aspiraciones imperiales. En 1997 Zbigniew Brzezinski que había sido el
consejero estrella del presidente Carter publicaba su libro “El gran tablero mundial” donde
insistía en que el control de Eurasia debía ser el tema prioritario de la política internacional
norteamericana ya que el éxito en ese objetivo le aseguraba el dominio mundial: “dicha
región acumula cerca del 60% del producto bruto global, las tres cuartas partes de los
recursos energéticos conocidos y de la población del planeta” (83). Brzezinski
consideraba que esa meta debía ser realizada preservando el sistema de aliados de la
época de la guerra fría (Japón, los países de las Unión Europea, etc.) y apuntando a
contener, a seguir debilitando al tradicional rival peligroso en esa zona, Rusia. Siguiendo
ese punto de vista la guerra de Kosovo, desarrollada con la participación activa de los
83
miembros de la OTAN a fines de los 1990, puede ser interpretada como una etapa de esa
mega conquista, uno de sus frutos fue el establecimiento en los balcanes, flanco izquierdo
de Eurasia, de una poderosa implantación militar norteamericana (84).
Sin embargo esa operación exitosa no fue el comienzo de la era eurasiática del conjunto
de Occidente sino el quiebre de un sistema de alianzas producto de varias décadas de
enfrentamiento con la ex URSS. Porque a partir de allí y con la llegada de Bush y sus
halcones a la Casa Blanca la OTAN debilitó su cohesión y los Estados Unidos iniciaron la
era de las intervenciones unilaterales cuyo punto más extremo fue la invasión a Irak.
La guerra de Kosovo (etapa preparatoria de la ofensiva posterior) marcó el comienzo de la
escalada de gastos militares estadounidenses, antes de los atentados del 11 de
septiembre de 2001 hacia el final de la era Clinton y en plena euforia bursátil (ver el
gráfico 2.1.8, página 20)
El punto de inflexión se produjo en el 2001 (Torres Gemelas-Afganistán) y tomó velocidad
en 2003 (Irak). Esa aceleración estratégica obedeció a causas profundas que no pueden
quedar reducidas al comportamiento aparentemente irracional de la Casa Blanca. Por lo
menos dos hechos mayores deben ser destacados. En primer lugar el creciente temor de
una próxima crisis energética global que afectaría con fuerte intensidad a la superpotencia
cuya producción petrolera declina desde hace tres décadas y que depende cada vez más
de las fuentes energéticas externas. Los Estados Unidos se encontraron a comienzos de
la década actual con un desafío ineludible que constituía a su vez un grave peligro y una
magnifica oportunidad: si no aseguraba su suministro de petróleo vería inevitablemente
aparecer estrangulamientos energéticos que jaquearían su funcionamiento económico
pero al mismo tiempo si establecía su dominio sobre los recursos petroleros mundiales
obligaría a las otras potencias globales a someterse a sus políticas. No por simple
voluntad de poder sino porque su supervivencia depende de su hegemonía financiera
amenazada por fragilidades que se agravan rápidamente.
La segunda causa de la aceleración estratégica es que hoy la superpotencia no podría
sobrevivir sin el aporte de fondos externos (principalmente japoneses, chinos y europeos).
La dolarización del mercado petrolero es una pieza clave de dicha hegemonía, su
desdolarización empujaría catastróficamente al dólar hacia abajo reduciendo los flujos
externos ya mencionados, pero además una posición energética dominante de Estados
Unidos constituiría un factor disuasivo para Sudcorea, India, China y Japón que han
señalado su voluntad de diversificación de sus reservas hoy sobrecargadas de dólares.
También preservaría los lazos financieros con la Unión Europea y frenaría las veleidades
rusas.
Es por ello que la Casa Blanca precipitó su ofensiva eurasiática tratando de tomar en
poco tiempo el control de esa área geográfica decisiva, rica en hidrocarburos, tapizándola
con protectorados y bases militares.
Pero el “Gran Juego” de los Estados Unidos está ahora a punto de fracasar como
resultado la invasión a Irak que debió haber sido según los estrategas de Washington el
paso decisivo de su victoria eurasiática (seguramente habría sido seguida por la invasión
de Siria e Irán). Más aún, ellos la consideraban una “guerra fácil”, un paseo sin mayores
problemas.
La muy probable derrota obedece a numerosos factores conocidos y desconocidos por
ahora, de todos modos es posible detectar un conjunto de subestimaciones y
sobrestimaciones que combinadas produjeron una “catástrofe”, una crisis de percepción
de la realidad (inesperada) por parte de la Casa Blanca y sus mandos militares. Creyeron
que su apabullante superioridad tecnológica les permitía disponer de un armamento que
inevitablemente iba a sumergir en el pánico a los nativos (al estilo de las guerras
coloniales europeas del pasado) pero se encontraron con una población que había
atravesado el siglo XX, se había modernizado, urbanizado, formaba parte de una nación
(luego de varios siglos de dominación extranjera). Las tropas invasoras destruyeron el
84
Estado, pero por debajo del mismo existía una sociedad civil muy dinámica que
rápidamente se recompuso del shock y comenzó a resistir de manera muy plural,
multiplicando sus iniciativas y organizaciones, sin mando central. Para decirlo de manera
esquemática los estadounidenses creían poder instalarse en un país aplastado por el
autoritarismo, abrumado por taras de tipo “feudal”, una sociedad atrasada, pero se
encontraron con el siglo XXI, periférico pero moderno. Emplearon (sobrestimaron) su
poder tecnológico avasallador, aunque las guerras no se ganan solo con armas sino
(principalmente) con tropas, pero estas últimas carecen del espíritu de combate
necesario, su retaguardia, la sociedad norteamericana, está seriamente afectada por
profundos procesos de desintegración y deterioro cultural, en consecuencia su maquinaria
de guerra resultó ser tan sofisticada cara y gigante como ineficaz. Por sobre todo
subestimaron un hecho civilizacional mayor; el renacimiento (político) del Islam que cubre
hoy no solo la casi totalidad de la franja territorial eurasiática, el “heartland” que los
Estados Unidos pretendían controlar, sino que se extiende mucho más allá incluyendo a
cerca de 1300 millones de seres humanos. Este renacimiento desborda viejas formas
políticas y estatales, muchas de ellas decadentes, que habían predominado durante la
época de la guerra fría.
El problema no es solo Irak sino también Afganistán que en los últimos meses va
ingresando en un proceso de irakización no menos sorprendente para Estados Unidos
acompañado por graves deterioros de la influencia norteamericana en Asia Central.
Aunque el Imperio no ha caído, todavía conserva fuerzas como para animarse a la
reconstitución de su hegemonía. Entre las opciones del panorama actual está la del
redespligue estratégico global de los Estados Unidos. No debe ser desechado pero tiene
que ser ubicado en la historia, la potencia política y económica norteamericana se
encuentra hoy en su punto más bajo desde la crisis de los años 1930.
Reemplazos individuales
El fracaso de su estrategia eurasiática parecería ser el disparador de la decadencia del
unilateralismo norteamericano. Si suponemos que el pasado se repite tendríamos que
esperar la emergencia de una nueva superpotencia, los Estados Unidos remplazaron a
Inglaterra luego de la Segunda Guerra Mundial (que ya llevaba varias décadas de
declinación). Está de moda atribuirle ese papel a China, en el pasado se trataba de
Japón, sin embargo la extrema dependencia de ambos con relación a la trama comercial
y financiera global cuyo motor principal son los Estados Unidos legitima la hipótesis de
que la declinación de los Estados Unidos podría llegar a arrastrar en su torbellino a los
otros grandes estados.
El caso de la declinación del dólar puede ser un buen ejemplo. El argumento corriente es
que los Estados Unidos parasitan sobre la economía mundial entregando dólares con
valor futuro incierto a cambios de bienes y servicios. Pero la pregunta clave es porque
japoneses, europeos, chinos, sudcoreanos y otros aceptan esa estafa. Simplemente
porque dicha "estafa" no existe, en realidad los Estados Unidos vienen siendo engordados
por esos países porque es su cliente decisivo, sin él, sin su consumo, sin su espacio de
negocios, la crisis de sobreproducción crónica que sufren desde hace más de tres
décadas las economías centrales se convertiría en una turbulencia ingobernable. Un
tercio de las exportaciones chinas van hacia los Estados Unidos y otro tanto a países
asiáticos cuya capacidad de pago depende de sus exportaciones a la superpotencia. Los
otros países industriales o emergentes de Asia como por ejemplo Japón o Corea del Sur
tienen una dependencia similar. La Unión Europea, en especial sus países líderes,
presentan una interpenetración industrial, comercial y financiera con el Imperio de tal
magnitud que su destino está absolutamente ligado al mismo.
85
En síntesis, el “parásito” es en realidad un enorme depósito de bienes, servicios y fondos
y la decadencia norteamericana no es otra cosa que la cara visible de los problemas de
la economía global. El dólar, es decir el instrumento de pago de la economía (deficitaria)
norteamericana es la pieza esencial de toda la trama. Su caída demasiado rápida
provocaría una contracción general de las importaciones norteamericanas y de su nivel
rentabilidad interna (medido según las otras divisas) comprimiendo directamente tanto las
ventas como las inversiones de esos países en los Estados Unidos. Pero además dicha
caída causaría una gran revaluación del yen y del euro lo que reduciría de manera
significativa las exportaciones de la Unión Europea y Japón con fuertes impactos
recesivos sobre ambas potencias. China también se vería afectada negativamente.
Todos estos países tratan entonces de apuntalar al dólar, sin embargo a medida que la
economía estadounidense se debilita deben tomar algunas precauciones aunque no es
mucho lo que pueden hacer. Los europeos solo tratan de prolongar la agonía porque
saben que el desenlace fatal los golpeará duramente, algo parecido hacen los japoneses,
y los chinos intentan tímidamente diversificar (desdolarizar) sus reservas dolarizadas
sabiendo que si desdolarizan rápido pueden llegar a provocar una catástrofe financiera
global que también los dañara a ellos. Todos han llegado a la conclusión de que no
pueden quedarse indefinidamente en el reino del dólar pero también saben que no
pueden irse de un día para otro. Por eso miden con extrema prudencia cada movimiento,
intensifican las consultas entre ellos, se extorsionan mutuamente, se dan golpes bajos, se
ayudan...
En síntesis, ninguna potencia individual (China, Japón, Alemania...) parecería estar en
condiciones de reemplazar el liderazgo norteamericano ni en el plano económico ni
mucho menos en el nivel político-militar. Formando parte de estas hipótesis de reemplazo
imperial está el pronóstico del asenso del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) pensado
como conjunto de superpotencias del futuro.
Reemplazos colectivos
¿Porque no imaginar entonces la emergencia hegemónica global de una suerte de
convergencia eurasiática de la que la cadena Rusia-China-India-Irán sería el primer paso,
incorporando más adelante a Japón y Corea?. Es un escenario seductor, el “heartland”
que aparecía como el premio mayor a la dominación occidental del mundo en las ilusiones
geopolíticas de Mackinder o Brzezinski, y de Bush y sus halcones, tomaría vuelo propio
convirtiéndose en una suerte de superpotencia colectiva.
Avala esa hipótesis el crecimiento y consolidación del llamado Club de Shangai
(Organización de Cooperación de Shangai) que bajo el impulso chino-ruso agrupa
formalmente a esos dos países más cuatro ex repúblicas soviéticas de Asia Central pero
que ha conseguido convocar a India, Irán, Pakistán y otros estados de la región. Sobre
todo su última reunión de mediados de 2006 donde fue explicitada la voluntad de construir
una gran comunidad de naciones eurasiáticas (básicamente Asia más Rusia). Por debajo
de ese escenario a lo largo de los diez últimos años se ha ido tejiendo una densa trama
regional con multiplicación de acuerdos e intercambios (Rusia-China, Rusia-Irán, ChinaIrán, Pakistán-China. India-China, etc., etc.) que incluyen temas políticos, militares,
energéticos, comerciales, industriales, etc. Varias de las potencias de dicha red extienden
cada vez más sus actividades hacia otras zonas del mundo: los chinos hacia África y
América Latina en áreas como las de las importaciones de petróleo o productos agrícolas
y las exportaciones industriales, India, por ejemplo, está involucrada en un gran
emprendimiento minero en Bolivia (Mutun), los rusos presionan a la Unión Europea con
sus recursos energéticos, etc. Acciones colectivas de esos países aparecen en teoría con
una enorme fuerza global, sin embargo esa gran masa de estados está atravesada por
86
innumerables contradicciones internas y entre varios de ellos: la vieja disputa entre India y
Pakistán, Rusia buscando hacer depender a China en materia energética y China
intentando eludir dicha posible dependencia mientras trata de instalarse en países (Asia
Central) tradicionalmente dominados por los rusos, etc. Es probable que un repliegue
general de los Estados Unidos acentúe esas contradicciones.
Otro reemplazante colectivo posible es la Unión Europea pero también en este caso las
contradicciones internas y las presiones externas (los Estados Unidos desde el Oeste y
Rusia desde el Este) podrían agravarse en una situación de desaceleración económica
mundial.
Despolarización
Podríamos imaginar el siguiente escenario: ni Estados Unidos conquista Eurásia, ni
es remplazado en esa misión por la Unión Europea, ni por una superpotencia
eurasiática individual. Tampoco se consolidan superpotencias colectivas (Unión
Europea, convergencia eurasiática) en tanto imperios globales.
En consecuencia la declinación norteamericana afecta a las otras potencias que de
todos modos seguirían ejerciendo liderazgos regionales e incluso mundiales en
ciertos temas, por ejemplo en materia de cooperación monetaria internacional.
Además ese debilitamiento generalizado frenaría también el desarrollo de una
multipolaridad vigorosa con un planeta repartido entre varias potencias
individuales o colectivas.
Asistiríamos entonces a una suerte de multipolaridad floja coexistiendo con
amplios espacios indefinidos, es decir con zonas o países de distinta dimensión
disponiendo de importantes márgenes de autonomía (económica, política, militar),
no como período provisorio, efímero, preparatorio de una nueva repolarización
global a mediano plazo sino como realidad de larga duración incluso con tendencia
a acentuarse a lo largo del siglo XXI.
La evolución actual de la coyuntura mundial perecería apoyar dicha hipótesis. La
aparición de bloques regionales en la periferia (Asia, América Latina) y también de
estados periféricos que demuestran un alto grado de autonomía política y un
importante juego económico independiente de los grandes podes internacionales
apuntan hacia un horizonte de despolarización.
87
2.6, Sexto interrogante: América Latina entre
la despolarización y la repolarización
Crecimiento económico, aumento de las exportaciones y disminución
de la dependencia financiera
América Latina experimenta un significativo ritmo de crecimiento económico (más del 5 %
promedio anual en los tres últimos años contra aproximadamente 2 % para el período
1980-2002), donde se destacan algunas tasas de expansión de tipo “asiático” como las de
Venezuela, Argentina o Cuba. El proceso está acompañado por mejoras en los niveles de
ocupación y en las cuentas fiscales (ver el gráfico 2.6.1: “Cuentas fiscales de América
Latina...”) lo que en varios casos se ha traducido en mayores niveles de integración social
y en procesos de recomposición del estado.
88
89
Un factor decisivo de estos cambios ha sido el ascenso exportador beneficiario de
una coyuntura internacional favorable a los productos primarios. Los grandes saldos
comerciales han empujado hacia cifras positivas las cuentas corrientes de los balances de
pagos lo que a su vez ha permitido disminuir las deudas externas y aumentar las reservas
internacionales.
América Latina: reducción del peso de la deuda externa
En %
2000
2001
2002
2003
Deuda/Exportaciones
172
181
178
168
Deuda/PBI
36,9
38,3
42,4
42,2
Intereses de la
deuda/Exportaciones
14,1
14,4
12,6
11,6
2004
2005
138 101
37,0 27,1
9,4 9,8
2006
83
24
4,2
Fuente: Cepal.
La rápida acumulación de reservas no es un fenómeno exclusivamente latinoamericano
sino de la periferia en su conjunto, el caso más notable es el de China que ya ha
90
superado la barrera del billón de dólares (América Latina rondaba los 300 mil millones de
dólares en 2006).
Se han producido importantes cambios en el comportamiento económico de la región que
se desvían de manera significativa de las pautas dominantes durante más de cuatro
91
décadas, los mismos no se reducen a la esfera económica sino que involucran también a
los niveles político e institucional. ¿Se trata de una anomalía, de un fenómeno pasajero o
bien de un cambio de fase, de los primeros pasos de una profunda transformación ?.
El primer hecho notable es la combinación entre un fuerte crecimiento del PBI y una
reducción significativa de la deuda externa (que bajo de 733 mil millones de dólares en
2003 a 632 mil millones en en 2006). La tradición enseñaba que los períodos de elevado
crecimiento del PBI venían acompañados por altos niveles de endeudamiento externo...
ahora se ha roto la tradición. Cuando la deuda llegaba al límite de la capacidad de pago
se restringía el crecimiento (y las importaciones) lo que dejaba fondos libres para pagar a
los acreedores.
Además los superávits fiscales (o la drástica contracción de los déficits) formaban parte
de los programas de ajuste o austeridad que achicaban el consumo y el crecimiento.
Ahora tenemos superávits fiscales y mantenimiento o ascenso, según los casos, del gasto
público, mejoras en el consumo interno y alto crecimiento del PBI. Finalmente dicho
crecimiento no tiene su correlato en el ascenso de las inversiones extranjeras (que se han
reducido) sino en la expansión del ahorro interno que además empieza a combinarse
(aunque todavía de manera muy embrionaria) con tendencias hacia la redistribución del
ingreso a favor de las clases inferiores. En suma: la realidad ha entrado en abierta
contradicción con el recetario del FMI-Banco Mundial.
92
Los aumentos de las reservas y del ahorro interno, los superávits fiscales y el
achicamiento de la deuda externa son considerados indicadores de una menor
vulnerabilidad externa de la región. Suele quedar la duda respecto de la durabilidad de un
factor decisivo del nuevo panorama: el crecimiento de las exportaciones, sin embargo la
manera en que las mismas están creciendo alientan un cierto optimismo. Aunque se trata
principalmente de productos primarios (petróleo, minerales, cereales y oleaginosos...)
debemos tomar en consideración que los mercados que actualmente absorben esos
productos están mucho mas extendidos geográficamente que en el pasado y presentan
horizontes de precios positivos a mediano y largo plazo, como en el caso del precio del
petróleo y su complemento o reemplazante parcial más probable; los biocombustibles
basados en cereales y oleaginosos y otros productos agrícolas que dispondrán de precios
crecientes gracias a la penuria petrolera.
La desaceleración de la economía norteamericana o incluso su entrada en recesión
impactará negativamente sobre la demanda mundial y en consecuencia sobre los precios
de los bienes mencionados pero si no se produce el derrumbe del mercado global lo más
93
probable es que los mismos crezcan más lentamente o que se detengan durante ciertos
períodos para luego continuar su camino ascendente.
De todos modos como el auge exportador aparece junto al desarrollo de los mercados
internos latinoamericanos, de la capacidad de intervención de varios estados importantes
(Brasil, Argentina, Venezuela...) y del proceso de integración regional; es posible (no
seguro pero posible) la generación de contrapesos económicos internos que pueden
llegar a contrarrestar eventuales contratiempos en el comercio exterior. Si ello llegara a
ocurrir, si los contrapesos internos (fortalecimiento de los mercados locales, alto nivel de
comercio intra-regional y de la capacidad de intervención del estado) se suman a una
gran diversificación de clientes externos; estarían dadas las condiciones económicas
básicas para la durabilidad de la nueva etapa que no seria entonces una anomalía, un
viento pasajero sino el comienzo de un período histórico sustancialmente distinto del
anterior.
Cambios políticos e institucionales
Estos fenómenos económicos están acompañados por la aparición de un espacio de
gobiernos y movimientos sociales y políticos calificados en general como “progresistas” y
cuyo denominador común, más allá de las especificidades nacionales, es el de ser
resultados, consecuencias del nuevo contexto regional. El proceso de integración en
curso, estaría indicando que estos gobiernos van impulsando un instrumento esencial
para la consolidación del nuevo curso. Además en varios casos se agregan cambios
institucionales: constituyentes, tentativas de reforma posneoliberal del estado, creación o
reconstrucción de empresas públicas, nacionalizaciones, ampliación de las formas de
participación social en especial de sectores marginados, etc. Existe en consecuencia una
interacción positiva entre la nueva corriente económica general y las transformaciones
políticas y sociales, no se trata de un proceso inexorable sino de un movimiento
heterogéneo, contradictorio, con avances y retrocesos, seguramente no-continuo sino
recorrido en el futuro por rupturas, crisis, saltos cualitativos, etc.
¿Repolarización?
En los últimos tiempos y sobre la base del fracaso de la ofensiva militar norteamericana
en Asia, varios autores vienen sosteniendo que esa probable derrota no clausura la
secuencia de guerras y presiones imperiales destinada a obtener el control de los
recursos energéticos globales. El fin de la vieja estrategia podría dar nacimiento a
redespliegues que apuntarían hacia el mismo objetivo, incluso con mayor agresividad
bélica como afirma Michael Klare en su tesis acerca del “energo-fascism” (fascismo
energético) emergente a partir de la era Bush. El repliegue de los Estados Unidos en Asia
podría ser seguido por acciones de control sobre otras áreas de la periferia, por ejemplo
América Latina, que no solo dispone de zonas petroleras importantes sino también de
extensos territorios agrícolas que podrían ser destinados a la producción de
biocombustibles. La reciente gira de Bush por la región parecería apuntalar dicha
hipótesis. Por otra parte los posibles sucesores demócratas de Bush suelen acusarlo de
haber descuidado América Latina. No se trataría entonces solo de temas energéticos sino
de un abanico mucho más amplio de intereses de los Estados Unidos en la región.
Más allá de la existencia o no del nacimiento, de los primeros pasos de una nueva
estrategia estadounidense de control de América Latina, es importante prestar atención al
contexto de esas estrategias probables.
En primer lugar debe ser considerado que los Estados Unidos están dejando de ser la
superpotencia irresistible que aparentaban ser en los años 1990. Sufren graves
94
problemas económicos que han debilitado su peso internacional a lo que se agrega el
empantanamiento irakí (y afgano) que ha reducido de manera considerable su poder
disuasivo. El dólar declina, otras potencias empiezan a desarrollar sus esferas de
influencia sobre la base del retroceso del Imperio.
Por otra parte a lo largo del último lustro América Latina ha estado diversificando sus
relaciones políticas y económicas, Asia es hoy un mercado decisivo para varios de sus
principales productos de exportación. Incluso si tomamos el tema de los biocombustibles
no son solo los Estados Unidos los grandes clientes potenciales para esos productos.
Tanto China como la Unión Europea o Japón tienen graves déficits energéticos y han
manifestado su voluntad de asegurarse suministros de biocombustibles. Este juego de
presiones internacionales contradictorias podría ser eventualmente aprovechado por los
gobiernos latinoamericanos involucrados en el tema para implementar políticas
comerciales que les brinden amplios márgenes de independencia incluida las
preservación de tierras destinadas a la producción de alimentos.
Si llegara a irrumpir un esfuerzo norteamericano de recontrol de América Latina el mismo
deberá enfrentar factores nuevos que dificultaran muy seriamente dicho objetivo: la
existencia de gobiernos más autónomos, de economías en crecimiento y con una clientela
externa muy extendida, de procesos de integración regional que avanzan rápidamente, de
grandes movimientos sociales, etc., y una configuración mundial de poderes económicos
y políticos en condiciones de disputarle áreas de influencia.
95
2.7, Séptimo interrogante: tendencias de la
mutación tecnológica global
Algunas tendencias
El proceso innovativo global se ha desarrollado en esta década sobre la base de
incrementos permanentes en los gastos de Investigación y Desarrollo que entre 1999 y
2004 pasaron de 620 mil millones de dólares a 880 mil millones.
Ciertas tendencias pueden ser destacadas, algunas de ellas (como el ascenso de la ID
periférica y el rol creciente del estado) parecerían contradecir la visión heredada de los
años 1990, otras confirman procesos de larga duración.
Una primera constatación es que aunque los países centrales no han dejado de
representar la abrumadora mayoría del gasto nominal en ID sin embargo su
participación en el total mundial ha disminuido de 89 % en 1999 a 83 % en 2004. Al
interior del grupo de naciones ricas la caída más fuerte ha sido la de los Estados Unidos
que bajó de 39 % a 35 %. Otras cifras demuestran que la brecha entre el centro y la
periferia se ha ido reduciendo mucho más en términos reales. En 1999 China tenía 531
mil investigadores en ciencia y tecnología (evaluados a tiempo completo) y los Estados
Unidos 1 millón 260 mil: por cada 100 investigadores norteamericanos los chinos tenían
42. El 2004 ya existían 926 mil investigadores chinos contra 1millón 370 mil
norteamericanos: 67 chinos por cada 100 norteamericanos (ver el gráfico 2.7.1: “Ciencia y
Tecnología...”).
96
Uno de los instrumentos de esta expansión científica es la emigración de estudiantes (alentados
en un buen porcentaje por becas chinas y acuerdos de cooperación científica) con un creciente
nivel de retornos a China seguramente motivado por la prosperidad y en especial el desarrollo del
sistema científico nacional (ver el gráfico 2.7.2“Emigración y regreso de estudiantes chinos”).
Una segunda tendencia importante es el avance rápido del proceso de globalización
de la investigación científica y tecnológica, su vehículo es la empresa transnacional que
en la etapa anterior mantenía sus principales centros de investigación junto a su casa matriz pero
que ahora cada vez más trasladan secciones importantes, a veces decisivas, de sus sistemas de
ID a países donde el nivel de desarrollo científico en determinadas áreas lo facilita o bien donde
esta realizando inversiones directas. Aunque la mayor parte de estas instalaciones se realizan en
los países de alto desarrollo las naciones periféricas absorben una porción creciente de las
mismas. En 2004 en los países de la OCDE más del 16 % de la ID fue realizada por empresas
extranjeras contra un 12 % en 1993. En Hungría, Irlanda, la República Checa, Inglaterra y
Australia llega a representar más del 40 % (86).
Tercera constatación: retorno del sector público como factor dinamizador de la ID. Esto es
97
evidente en la mayor parte de las naciones de alto desarrollo, en los países de la OCDE el
financiamiento estatal de la ID creció a una tasa promedio del 7,4 % entre 2001 y 2004 pasando
de 214 mil millones de dólares a 265 mil millones, en España e Irlanda el ritmo anual promedio
fue de más del 10 %. Para el conjunto de la OCDE la participación de los gastos públicos de ID en
el PBI pasó de 0,63 % en 2000 a 0,68 % en 2004, en los Estados Unidos pasó de 0,71 % a
0,84%. En contraste con ello para el conjunto de la OCDE entre 2000 y 2004 la participación del
sector privado en el financiamiento de la ID bajó de 64 % a 62 %, en los Estados Unidos
descendió de 70 % a 64 %. Similar fenómeno ocurrió en la ejecución de ID que sufrió un
desplazamiento no demasiado grande pero significativo desde el sector privado hacia el estado y
las universidades (87).
Ciencia, tecnología y producción
Por otra parte el conjunto de actividades económicas ha seguido haciéndose más y más intensivo
en ID aunque se ha moderado la euforia tecnologista de los 1990 vinculada en ciertos momentos
con fenómenos especulativos como el ascenso bursátil de fines de dicha década (acciones dotcom, Nasdaq). Los avances de las industrias de alta tecnología o IAT no se han revertido sin
embargo su participación relativa en el comercio internacional se ha estancado y en ciertos casos
ha retrocedido.
Participación de las exportaciones de las Industrias
de Alta Tecnología (IAT) en las exportaciones totales, en %
2001
2002
2003
2004
Mundo
22
21
21
20
Estados Unidos
34
Fuente: OCDE
33
33
32
98
Más allá de los avatares de la industria se confirma el impacto creciente de las tecnologías de
punta que constituyen la base científica de las IAT pero que irradian hacia un espacio económico
más vasto. Las tecnologías aeroespaciales, las biotecnologías, la robótica, la nanotecnología y las
tecnologías de la información han entrado desde hace tiempo en un complejo proceso de
interacción con las necesidades económicas y sociales convirtiéndose en el núcleo duro
estratégico del sistema mundial.
Dos ejemplos pueden ilustrarnos: la revolución en las comunicaciones y la expansión de las
biotecnologías. En el primer caso basta con mencionar que los últimos datos disponibles – marzo
2007 - señalan 1114 millones de internautas en el mundo (314 millones en Europa, 211 millones
en los Estados Unidos, 137 millones en China, 96 millones en América Latina... )(88).
Por su parte las biotecnologías vienen recorriendo un largo ciclo ascendente desde hace por lo
menos un cuarto de siglo cuando se impusieron sus primeros grandes éxitos comerciales como el
de la isoglucosa (o “jarabe de maíz de alto contenido en fructuosa”) que cambió para siempre al
mercado internacional del azúcar, hasta llegar ahora a los biocombustibles, una de las alternativas
(o mega parches) posibles ante la próxima declinación de la producción petrolera.
En el horizonte 2010 debemos centrar la atención las dos áreas tecnológicas mencionadas. La
“revolución en las comunicaciones” anunciada desde hace mucho tiempo por futurólogos y
científicos sociales en general está ahora en su punto de inflexión decisivo. Un escenario
conservador nos llevaría de los actuales 1100 millones de internautas a unos 1700 millones en
2010. En esta evaluación se sobrestimaría el efecto negativo de la desaceleración económica en
curso y se subestimaría el efecto positivo del abaratamiento de equipos y comunicaciones y la
extensión de la gratuidad de programas y sistemas operativos (Linux, BSD, etc.). Pero si
consideramos que los hechos positivos mencionados tendrán un fuerte impacto logrando superar
las malas noticias económicas... los internautas podrían llegar en 2010 a cerca de 2500 millones.
Este efecto comunicacional sobre la humanidad por su velocidad y extensión relativa no tiene
precedentes en la Historia. Ya está produciendo impactos considerables en los movimientos
políticos y sociales donde se van conformando miles de redes de información y de ese modo van
configurando sistemas de decisión altamente participativos. También en las actividades
económicas generando posibilidades de acceso a tecnologías, mercados e insumos antes
inexistentes, en especial para los emprendimientos de pequeña y mediana dimensión.
Obviamente este efecto no elimina automáticamente las formas políticas y sociales autoritarias ni
los bloqueos económicos que sufren las clases medias y bajas pero crea condiciones objetivas
que facilitan la superación de esos males.
Por su parte las biotecnologías jugarán un rol muy importante en los próximos tres años
99
en torno del tema de los biocombustibles. Será inevitable el recurso a gran escala de
estos productos por parte de las grandes potencias y debido a los problemas de costos y
tierras cultivables disponibles en sus territorios acudirán a la periferia tanto para la
obtención de etanol como de biodiesel. Ello planteará sin duda controversias e incluso
confrontaciones políticas. En América Latina ya lo está provocando, recordemos el
reciente ataque de Fidel Castro a la estrategia bioenergética de los Estados Unidos o la
prioridad dada al tema por parte del gobierno de Lula. También se abrirá (ya esta
ocurriendo) la reflexión acerca de la coexistencia posible entre cultivos energéticos y
cultivos alimentarios en la periferia y en consecuencia el diseño de políticas que
promuevan ese desarrollo conjunto.
100
3, Escenarios globales
A partir de los siete grandes interrogantes planteados en el capítulo anterior es posible
elaborar una serie de “respuestas” que pueden servir de arquitectura básica para el
armado de un cierto número de escenarios teóricos que, previo descarte de
incompatibilidades o alternativas de muy baja probabilidad, permiten llegar a un abanico
restringido de solo cinco escenarios posibles de más alta probabilidad (ver el Anexo I:
Metodología). Obviamente la soga no siempre se corta por lo más delgado, la ciencia
social es imperfecta y la disciplina prospectiva lo es mucho más. Numerosos elementos
de ruptura o bloqueo potenciales no son siempre detectables, además existe un amplio
margen para la creatividad, para las acciones “impredecibles” que en función de contextos
socio-temporales concretos hacen que la Historia sea un producto humano.
Hecha esta aclaración son esbozados los cinco escenarios globales siguientes con el
horizonte temporal 2010 (mediano plazo).
101
Escenario 1: Unipolaridad acosada
Este escenario se funda en la permanencia de la situación actual sin cambios importantes, no es
exactamente un “más-de-lo-mismo” sino una degradación lenta con algunos sobresaltos
controlados, su telón de fondo está dominado por la desaceleración suave de la economía
norteamericana con consecuencias globales también suaves. Su arquitectura puede ser
construida a partir de pronósticos de organismos internacionales (OCDE, FMI, Banco Mundial,
etc.) y de algunas oficinas especializadas de países centrales caracterizados por una visión
conservadora de la realidad donde el futuro aparece como prolongación de las tendencias
dominantes en el presente y en el pasado más cercano. Marcadas en este caso por la hegemonía
de los Estados Unidos y el imaginario neoliberal-globalizante de los años 1990. De todos modos
existen hechos contundentes que no pueden ser ignorados como la declinación del dólar, los
desajustes financieros o el desinfle de la burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos, pero que en
estas evaluaciones suelen ser subestimados. Podemos tomar como base tres informes recientes;
“Global Economics Prospects-2007. Managing the Next Wave of Globalisation” del Banco Mundial;
“Situación y perspectivas de la economia mundial-2007” del Departamento de Asutontos
Económicos y Sociales de Naciones Unidas y “World Economic Outlook-April 2007” del FMI.
La publicación del Banco Mundial vaticina una próxima onda larga globalizante (horizonte 2030)
que continuaría con los patrones neoliberales de la etapa anterior. Para el corto mediano-plazo
toma nota de la desaceleración norteamericana (con centro en el desinfle de la burbuja
inmobiliaria) y su repercusión internacional, sin embargo el enfriamiento no seria demasiado
dramático, las tasas de crecimiento caerían pero no demasiado, las tasas de interés a largo plazo
permanecerían bajas, las turbulencias causadas por el tema petrolero o por el déficit de la cuenta
corriente del Balnace de Pagos norteamericano serian manejables.
Para los funcionarios del FMI “el riego económico global ha declinado desde (su) último informe
(septiembre 2006)” y pese al desinfle de la burbuja inmobiliaria y los “desordenes” causados por el
déficit financiero estadounidense “el crecimiento global fuerte constituye el escenario más
probable”. El dólar continuaría su descenso, el precio del petróleo se mantendría alto, las tasas de
interés se ubicarían en niveles razonables y el crecimiento global bajaría pero no mucho, las
economias norteamericana, europea y japonesa crecerían poco pero sin entrar en recesión ni en
estancamiento.
En cambio el documento de Naciones Unidas pone énfasis en los “riesgos” (burbuja inmobiliaria,
petroleo, déficit norteamericano, etc.) y es menos optimista respecto de las tasas de crecimiento
sin embargo no pronostica rupturas graves.
Pronósticos de las tasas de crecimiento real del Producto Bruto Interno
Mundial
Estados Unidos
Zona Euro
Japón
China
2007
2008
2007
2008
2007
2008
2007
2008
Banco Mundial
3,2
3,5
2,1
3,0
1,9
1,9
2,4
2,5
9,6
8,7
FMI
4,9
4,9
2,2
2,8
2,3
2,3
2,3
1,9
10,0
9,5
Naciones Unidas
3,2
2,2
1,9
0,5
pronóstico optimista
Naciones Unidas
pronóstico pesimista
2007 2008
Llama la atención que tanto el informe del FMI como el del Banco Mundial no pronostican alzas
significativas en el precio del petróleo, el Banco Mundial incluso preve bajas en el barril de crudo
de 64 dólares promedio en 2006 a 55,9 dólares en 2007 y a 52,7 en 2008. Manteniendo China
102
crecimientos del PBI del orden del 9,6 % (2007) y 8,7 % (2008), Japón y la Unión Europea sin
estancamiento y los Estados Unidos creciendo a tasas moderadas (oscilando entre el 2 % y el
3%) pero no demasiado bajas; no se entiende porque los precios descenderían salvo que se
produzca un fuerte aumento en la oferta petrolera global, pero eso no es pronosticado por el
Banco Mundial. Una escenario de “más-de-mismo” gradualmente degradado (horizonte 2010) con
tasas de crecimiento norteamericana y global mediocres (pero sin llegar al estancamiento) podría
combinarse con un moderado descenso de la cuenta corriente del balance de pagos de los
Estados Unidos y en consecuencia una acumulación de reservas-dólar en ascenso suave (pero en
ascenso) por parte de China, Japón y otros países. Ello seguiría presionando al dólar hacia la baja
y alentando los negocios financieros altamente especulativos, por ejemplo las operaciones con
productos “derivados” (en este escenario suponemos que estos negocios se expanden a un ritmo
“moderado” si nos atenemos a su historia reciente). Con precios del petróleo en suba tranquila y
con estrategias de reemplazo energético en marcha, fuertes ahorros de energía, etc. Tendríamos
en suma un panorama mundial mucho más frágil que el actual, la “gran crisis” habría sido
postergada durante los próximos tres años pero nos estaría esperando al final del camino.
103
104
Para que este escenario se desarrolle son necesarias por lo menos tres condiciones:
primero, que exista una colaboración fuerte entre las grandes potencias en torno de temas
económicos decisivos en el corto-mediano plazo. Uno de ellos es el de la preservación de
las grandes reservas dolarizadas, allí China y Japón cumple un rol esencial, otro tema es
el del control de las fluctuaciones de las divisas, otro es el del petróleo, su precio y el
mantenimiento de su dolarización, lo que requiere extender la cooperación a los países
exportadores de crudo. Y sobre todo es imprescindible la colaboración para el control de
corridas y euforias del mercado financiero. En segundo lugar es necesario que los
Estados Unidos preserven su capacidad de presión-chantaje sobre las otras potencias (“si
me hundo yo naufragamos todos”) incluso luego del previsible descalabro en Irak. En
tercer lugar es necesario que el Peak Oil no ocurra ni en el período bajo evaluación (20072010) ni muy cerca del mismo ya que su llegada (sin ninguna posibilidad de maquillarla de
manera creíble) desataría una enorme turbulencia financiera y política que desbordaría
las vallas de contención de las economías dominantes.
Todo eso dependerá de la supervivencia (aunque sea declinante) del liderazgo político
estadounidense hoy severamente erosionado por la sucesión de errores de la
administración Bush y porque los mismos han terminado por crear condiciones propicias
para que otras potencias comiencen a cuestionarlo. Es el caso de Rusia que en los
últimos meses viene multiplicando sus desafíos o el de los chinos que comienzan a
complementar su ascenso económico con juegos políticos más osados aunque sin
abandonar si estilo prudente. O el de la proliferación de expresiones autonomizantes en la
periferia (Venezuela, Irán, etc.). Un tema decisivo es el del repliegue (o retirada) ordenado
de Irak y Afganistán que deberá contar con la colaboración de la Unión Europea, China,
Rusia, Irán y otros estados de la zona en conflicto. Los Estados Unidos necesitarán
obtener algunos éxitos estratégicos, por ejemplo en su nueva política (bio)energética,
logrando asociar a algunos países periféricos aun cuando sean asociaciones poco
sólidas.
En los próximos tres años se incrementarían los espacios de autonomía política y
económica respecto de los Estados Unidos, el euro comenzaría a desplazar al dólar (sin
destronarlo), Rusia, China y la Unión Europea ampliarían su influencia, la convergencia
eurasiática (Organización de Cooperación de Shangai, etc.) seguiría progresando.
La realización de este escenario no debería debilitar el proceso de
integración latinoamericana, seguramente los Estados Unidos seguirán
ejerciendo presiones tratando de provocar fisuras entre países de la
región pero sus posibilidades de éxito disminuirían paulatinamente al
mismo ritmo con que declinaría su poderío global.
105
Escenario 2: Unipolaridad recompuesta
Este escenario sería una suerte de versión radicalizada del informe del Banco Mundial ya
citado. El curso de largo plazo allí descrito predominaría por sobre las dificultades de la
coyuntura, así las recientes malas noticias respecto del PBI norteamericano (2,3% de
crecimiento anualizado en el último trimestre de 2006 y 1,3 % en el primer trimestre de
2007) serían pronto olvidadas, el desinfle de la burbuja inmobiliaria seria “absorbido” por
la economía real y también, tal vez, por una nueva burbuja financiera, el consumo
retomaría su expansión a corto plazo y, por supuesto, no se cumplirían los vaticinios de
Alan Greenspan cuando en febrero anunció que la recesión podría llegar antes de fin de
año.
El repliegue norteamericano en Irak sería negociado con algunas ventajas para la
superpotencia que preservaría bases militares y otras posiciones en Asia Central
(Pakistán seguiría perteneciendo al campo de los aliados del Imperio y la guerra en
Afganistán disminuiría su intensidad).
La desdolarización de reservas (en China, Rusia, India, Corea del Sur…) sería frenada
por la conjunción del temor internacional a una mega turbulencia con una sucesión de
demostraciones de fuerza del Imperio (militares y/o políticas y/o financieras).
Uno de los ejes de la recomposición sería el redespliegue estratégico (retirada negociada
en algunas regiones de la periferia, recontrol de otras, por ejemplo América Latina) una de
cuyas componentes sería la nueva y triunfante política energética ejercida a escala
mundial basada en la combinación de ahorros de energía, aumento y abaratamiento del
suministro (periférico) de biocombustibles y aumento (aunque sea lento) de la producción
petrolera global (no habría Peak Oil en 2007-2010).
Estos escenarios conservadores suelen apoyarse en cuatro supuestos nada
descabellados; primero, al no aparecer un Imperio de remplazo (como había ocurrido con
Inglaterra vs EE.UU-Alemania-URSS-Japón entre las dos guerras mundiales del siglo
pasado) los Estados Unidos seguirían disponiendo de un amplio margen operativo global
que les permitiría recomponerse. La era Bush más allá de sus desatinos habría dejado un
saldo de bases militares esparcidas por el mundo que constituyen una capacidad
disuasiva que no debe ser subestimada.
Segundo: el poder de compra de los Estados Unidos es tan grande que las demás
economías centrales no pueden remplazarlo por otro u otros, en consecuencia deberán
aceptar sus exigencias si quieren preservar sus niveles de exportación.
Tercero el euro no está en condiciones de remplazar al dólar, incluso una
sobrevalorización brusca y fuerte de la moneda europea tendría un enorme efecto
recesivo sobre la propia Eurolandia.
Cuarto, los demócratas no tienen una verdadera política de remplazo a la de los halcones,
que respondería fielmente a la actual configuración dominante del sistema de poder
norteamericano, en consecuencia deberían continuarla en sus rasgos decisivos.
Como ya señalé anteriormente algunos académicos de prestigio como Michael Klare
sostienen actualmente (2006-2007) que la era Bush no es el fin sino el comienzo de un
largo período de militarización de los Estados Unidos centrado en la conquista de
recursos energéticos lo que incluiría el control de los yacimientos de petroleo y gas y,
según otros autores, también la implantación de espacios coloniales bioenergéticos en la
periferia (89).
106
Podríamos imaginar dos vías alternativas para la concreción de este escenario. Una de
prolongación crecientemente belicosa del sistema ideológico-político actualmente en el
poder en los Estados Unidos, utilizando el concepto de Klare lo denominaríamos energofascismo desembozado. Y otra de prolongación demócrata o con un nuevo rostro
republicano que combinaría los golpes de fuerza con una apariencia de mayor
concertación con las otras potencias (energo-fascismo encubierto).
En realidad el debilitamiento de la economía estadounidense es de tal magnitud que solo
una super concentración de riquezas globales a su favor podría restituirle la fuerza que
viene perdiendo en las últimas décadas. En el fondo este era el planteo de los sectores
más decididos de los halcones inspirados por nuevos gurús como Robert Kaplan (90) que
planteaba en pleno auge de la era Bush el regreso de los imperios militares retomando
temáticas del fascismo europeo entre las dos guerras mundiales.
De todos modos los Estados Unidos son hoy mucho más débiles y tienen menos aliados
que en 2001, en consecuencia la recomposición imperial debería enfrentar mayores
obstáculos con menor capacidad para superarlos. Por ejemplo en el plano militar el
renacimiento ruso o el desarrollo chino (y la cooperación ruso-china) implican desafíos
inexistentes a comienzos de la década. En el plano económico la fragilidad financiera es
ahora sensiblemente mayor.
La puesta en marcha de semejante redespliegue estratégico de los Estados Unidos
afectaría duramente al movimiento de integración latinoamericana. Esta vez a
diferencia de los ocurrido a partir de 2001 América Latina pasaría a ser un área de
atención prioritaria del Imperio. Las presiones e injerencias directas se
multiplicarían combinadas con formas indirectas de intervención a través de
aliados locales. Pero aunque la presión norteamericana aumentaría los cambios
políticos que en los últimos años se han producido en un número significativo y
creciente de países de la zona, el fortalecimiento de sus economías, su mayor
inserción internacional más allá del espacio de influencia directa de los Estados
Unidos; le otorgan al proceso de integración una importante capacidad de
resistencia.
107
Escenario 3: crisis sistémica global
El concepto de “crisis sistémica global” ha cobrado gran actualidad a partir del comienzo
del desinfle de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos (2006) y los primeros
desinfles en Europa, la pérdida de ritmo del PBI norteamericano (fines 2006-comienzos
2007), la irrupción de una gran turbulencia bursátil internacional en febrero 2007 iniciada
en Shangai. También el consenso de casi todos los informes de organismos
internacionales (FMI, Banco Mundial, etc.) acerca del inicio de un periodo de
desaceleración económica mundial con centro en el enfriamiento norteamericano (que
estos organismos, por supuesto, consideran accidentes menores en la marcha
ascendente de la globalización). Y la coincidencia de esos datos con la proximidad de una
crisis energética que podría coincidir con una crisis alimentaria provocada por la
expansión de las cultivos destinados a la producción de biocombustibles, lo que a su vez
plantea el tema de la viabilidad histórica del sistema tecnológico de la civilización
industrial. Nos encontramos con problemas de coyuntura que adquieren dimensión
estratégica hasta llegar al nivel civilizacional. Estábamos acostumbrados a que las
cuestiones de carácter estratégico-civilizacional eran ubicadas en el estante de las
preocupaciones del “largo plazo” es decir de un tiempo sin interés concreto inmediato
para los elaboradores de opciones políticas, económicas, militares. Todo parece indicar
que será necesario romper con esa costumbre.
Ambigüedad del concepto
El concepto de crisis sistémica hereda y amplia el carácter ambiguo del concepto de crisis.
Podemos por ejemplo referirnos a la crisis del sistema de Bretton Woods (patrón dólar-oro) y su
derivación decadente (desde 1971 el patrón dólar-dólar) en ese caso nos limitamos a la
problemática monetaria. Pero podemos también hablar de la crisis del sistema económico mundial
bajo la hegemonía norteamericana (que nació en 1945), de la crisis del sistema capitalista en
tanto realidad planetaria, de la crisis del sistema industrial (que irrumpe hacia fines fines del siglo
XVIII) o finalmente de la crisis de la civilización burguesa-occidental (sus primeros pasos fueron
dados en la Baja Edad Media o en el siglo XV según distintas hipótesis). En todos estos casos
podemos utilizar el término “crisis-sistémica”.
En la elaboración de este escenario me refiero al sentido más extendido del concepto (crisis de
civilización) en consecuencia en el período evaluado (corto-mediano plazo) se estarían
desarrollando elementos de lo que podría llegar a ser lo que algunos analistas señalan como la
Gran Crisis, decisiva, superior a todas las conocidas hasta ahora. Sería mucho más que una
crisis cíclica (incluyendo ciclos de distinta longitud hasta llegar a los de medio siglo – Kondratieff),
sería para autores como Jean Gimpel el comienzo del descenso de un ciclo civilizatorio milenario
(91). Crisis mucho más profunda que las llamadas crisis sobreproducción, incluso la más amplia
posible, aunque incluyéndola para conformar una “crisis mixta” suma de sobreproducción y
subproducción, capacidad industrial ociosa, real o potencial, y penuria de productos decisivos para
la reproducción del sistema (por ejemplo energía) lo que permite establecer paralelismos con otras
decadencias de civilizaciones como afirma Leroy Ladurie (92).
Aspectos de la crisis
La crisis financiera latente aparece (hasta ahora) como la cara más visible del fenómeno y el
déficit de la cuenta corriente de los Estados Unidos su elemento más preocupante. El mismo
obedece a causas estructurales (declinación en el largo plazo de la competitividad industrial
norteamericana) y a la política económica de la era Bush que, burbuja especulativa mediante, infló
el consumo y en consecuencia las importaciones. Dicho déficit alimenta la expansión de las
reservas dolarizadas globales y del endeudamiento externo norteamericano (público y privado)
evaluado en unos 10 billones de dólares. Si a ello le sumamos el desinfle de su burbuja
108
inmobiliaria y su impacto negativo sobre el consumo y el crecimiento del PBI tenemos las
condiciones de base para que se agrave la decadencia del dólar. La pregunta clave hoy es: ¿ en
que momento el dólar llegará a valer 0,50 euros?. Una caída fuerte de la moneda
estadounidense tendrá efectos recesivos tanto para los Estados Unidos (que no mejorará
demasiado su nivel de exportaciones pero que deberá pagar más caras sus importaciones) como
para la Unión Europea y Japón (sus exportaciones serán más caras). Obviamente, la persistente
declinación del dólar aumenta el peligro de una desdolarización general. Al gráfico 3.2 del
Escenario 1 (“Dolares por Euro”) podríamos agregarle un tercer pronóstico, pesimista, más acorde
con las (malas) noticias recientes de la economía norteamericana, que perforaría el piso de los 50
centavos de euro por dólar para comienzos de 2008.
Pero la turbulencia financiera no es patrimonio exclusivo de los Estados Unidos, se trata de un
fenómeno global donde la masa especulativa es alimentada por el conjunto de países centrales y
numerosos periféricos. Los negocios con derivados han tomado velocidad en los últimos cinco
años, si extrapolamos el ritmo de expansión a los tres próximos ese volumen financiero rondaría
los mil billones de dólares hacia 2010.
La crisis de sobre producción es otro aspecto decisivo. El proceso de concentración de
ingresos es un fenómeno global: entre el centro y la periferia, al interior del centro (ver el gráfico.
2.1, página 13) y al interior de la periferia y su desarrollo contrapuesto a la expansión de la
capacidad productiva generó una extendida crisis de sobreproducción hacia comienzos de los
años 1970 que, suavizada en ciertos períodos, se mantuvo hasta el presente bajo la forma de
sobre capacidad productiva potencial (producto de una sucesión oleadas de innovación). Dicha
crisis latente ha contado con dos vías de escape decisivas: por una parte la hipertrofia consumista
principalmente en los países ricos, alentada por una amplia variedad de acciones fiscales y
crediticias, gastos y endeudamientos públicos, etc., que permitió absorber una parte importante
109
del desborde productivo. Y por otro lado con el desarrollo de una hipertrofia financiera hacia
donde se volcaron excedentes de capitales que generaron más beneficios y más inversiones
especulativas. El centro motor del proceso fueron Los Estados Unidos que pudieron durante
mucho tiempo cubrir cómodamente sus gastos con papeles-dólares y deudas a su vez saldadas
con más papeles-dólares que se fueron desvalorizando. Al mismo tiempo esos papeles (deudas
dolarizadas y dólares) alimentaron el negocio financiero que fue adquiriendo dinámica propia
hasta llegar a controlar al conjunto de la economía mundial. Ahora este doble proceso consumistafinanciero estaría llegando a su nivel de máxima expansión a partir del cual comenzaría a
producirse el espiral descendente de la economía norteamericana arrastrando en su declive a las
otras potencias industriales. El fundamento de este escenario es el supuesto de que esa crisis
global está ahora dando sus primeros pasos.
La crisis tecnológica aparece bajo el aspecto de penuria de recursos básicos (energía, agua...) o
de deterioro ambiental (cambio climático, desertificación...). La hipótesis de este escenario es que
el sistema técnico correspondiente a la “civilización industrial” (devenido “tecnológico”: integración
entre ciencia, técnica y producción) se encuentra en un atolladero. El mismo es el resultado de la
dinámica industrial que pudo desarrollarse forzando los ritmos de la naturaleza y luego
depredando recursos no renovables, dicha dinámica hegemonizó al conjunto de la actividad social
para luego (en el último tramo del siglo XX) ser a su vez dominada por la cultura financiera. La
aceleración de los procesos innovativos unida a la exacerbación de hábitos, formas culturales
individualistas sesgó al modelo de consumo-producción predominante (occidental) generando un
enorme despilfarro de recursos naturales. La ilusión de que los problemas provocados por el
desarrollo tecnológico pueden ser rápidamente resueltos por el propio desarrollo tecnológico se
encuentra ahorra desmentida por la realidad.
En el caso de la crisis energética en ciernes las alternativas tecnológicas dominantes ante la
posible declinación de la producción petrolera aparecen como parches de corta o mediana
duración y en algunos casos al aliviar un problema desatan otros. El desarrollo de los
biocombustibles si no es regulado (limitado) de manera racional puede llegar a reducir la
disponibilidad de tierras fértiles destinadas a la producción de alimentos. La construcción de
centrales nucleares si se expande a la velocidad necesaria como para realizar reemplazos
decisivos en el suministro energético de los países industrializados (incluyendo a China) además
de plantear graves problemas de seguridad reducirá rápidamente las reservas económicamente
explotables de uranio. Las energías eólica y solar tienen un radio de acción potencial relativa muy
acotado y algunas de las fuentes mencionadas y otras que suelen aparecer en libros y artículos
periodísticos destinados a públicos no especializados muestran un balance energético (energía
obtenida menos energía utilizada para su obtención) muy bajo y en ciertos casos negativo. Una
opción viable a largo plazo sería la combinación racional de fuentes renovables con muy grandes
ahorros de energía como lo que propone el borrador de la Agencia Internacional de Energía
mencionado anteriormente (ver también el Anexo II) . Pero dicha opción supera de lejos los límites
-culturales, estructurales- del “sistema-civilización” vigente, ya que por ejemplo (según el borrador
de la AIE citado) implica la reducción drástica del transportes individual (desplazamiento del
automóvil con su industria, hábitos, etc.) y también una descentralización a gran escala del
Estado, de los sistemas productivos, el reemplazo masivo de traslados físicos (transportes) por las
comunicaciones a distancia (Internet, teleconferencias, etc.). Desde el punto de vista de las
relaciones de poder y las escalas de valores dominantes a nivel global dicha opción aparece como
una “utopía” irrealizable, sin embargo lo realmente-existente es cada vez manos viable. Este
bloqueo de la racionalidad por parte de la realidad es lo que crea las condiciones par la crisis
sistémica.
Desarrollo de la crisis sistémica
La crisis puede desatarse a partir de varios detonadores posibles, entre ellos: el desinfle de la
burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos (ya en curso) empujando hacia abajo al consumo, a
la tasa de crecimiento del PBI (como ya ocurrió en el último trimestre de 2006 y el primero de
2007) y al dólar. A partir de allí se abren horizontes de mega turbulencias: reducción de las
exportaciones de Japón, China y la Unión Europea y sus consecuencias recesivas a lo que se
suman crisis políticas y sociales al interior de cada una de dichas sociedades, y no olvidemos a
Rusia cuyos ingresos fiscales dependen en un 50 % de las exportaciones de petróleo.
110
Otro disparador puede ser la debacle estadounidense en Irak que combinada o no con el
detonador anterior genera una crisis institucional en los Estados Unidos (por ejemplo,
“impeachment” contra Bush), caída del dólar, caída en cadena de las bolsas, contracción de los
grandes mercados (Japón, EE.UU, Unión Europea) y efectos desestabilizadores sobre Rusia y
China, etc.
Un tercer detonador podría ser una fuerte caída del dólar causada por el aumento de las malas
noticias económicas y militares para los Estados Unidos (sin llegar a la debacle en Irak ni al
derrumbe del consumo estadounidense).
También puede disparar la crisis un encadenamiento de sacudones bursátiles (repetición en un
corto período del “martes negro” de febrero 2007) seguido por corridas contra el dólar... etc.
En fin, hechos políticos, militares o la simple certeza de que estamos transitando el Peak Oil
causaría una suba rápida y muy fuerte del precio del petróleo (que superaría los u$s 90 o u$s
100 el barril). Recientemente fue ampliamente difundida la controversia en torno de la declinación
del yacimiento petrolífero de Cantarell (México) uno de los más importantes del mundo, podría
ocurrir lo mismo con Ghawar (Arabia Saudita), autores como Matthew Simons sostienen que la
decadencia de dicho yacimiento es inminente, la producción rusa ya ha comenzado su declive,
etc. También podría anticiparse a esas noticias una fuerte crisis política o política-militar en el
Medio Oriente (desde cambios políticos de signo nacionalista en algunos países de la zona, por
ejemplo Arabia Saudita hasta la tan anunciada confrontación Estados Unidos-Irán). La suba del
precio del petróleo marcaría el comienzo de una etapa estanflacionaria, probablemente una
repetición (muy) ampliada de lo ocurrido en los años 1970, las economías centrales están hoy
mucho más interrelacionadas que en aquella época, Japón se encuentra muy fragilizado luego de
más de una década de estancamiento, los Estados Unidos en pleno descenso y abrumado por las
deudas... etc.
Desatada la crisis los caminos de su profundización son diversos, el disparador inicial tiene una
importancia decisiva. Pero en todos los casos ingresaríamos en un período histórico marcado por
el estancamiento o la declinación del Producto Bruto Mundial, la decadencia de los grandes
mercados, de los organismos financieros internacionales como el FMI y del poder de los estados
(Estados Unidos, Japón...) y de los acuerdos interestatales centrales (Unión Europea) y la
proliferación de importantes espacios de autonomía en la periferia, más pobre en su conjunto pero
menos presionada por las grandes potencias.
En América Latina un escenario de crisis sistémica internacional abre numerosos
interrogantes. La integración regional aparecería como una forma concreta de
supervivencia (no solo de soberanía): la intensificación del comercio intra-zona, la
puesta en marcha de estrategias energéticas, industriales, financieras, sanitarias,
educativas... comunes aparecerían como alternativas necesarias ante la caotización
del panorama global, incluso encontrando a partir de allí vías para aproximaciones
con otros procesos de integración en la periferia (por ejemplo en Asia la
Organización de Cooperación de Shangai). La despolarización global significaría
también el desarrollo de una crisis cultural sin precedentes que afectaría a América
Latina inaugurando una época de creatividad político-cultural humanista, solidaria,
pero también de refugios conservadores elitistas, autoritarios. La desaparición de
grandes empresas nacionales y transnacionales insertadas en un mercado mundial
decadente y también de áreas de negocios globalizados dejaría el terreno libre para
emprendimientos solidarios, de supervivencia o de baja rentabilidad que irían
tejiendo nuevas redes productivas y comerciales.
111
Escenario 4: Despolarización ordenada
Este escenario aparece como una versión más realista del escenario 1 (unipolaridad
acosada), en este caso la degradación de la hegemonía norteamericana se acelera y las
otras potencias más diversos países y asociaciones de países de la periferia consiguen
imponer un conjunto de regulaciones y barreras de contención económicas y políticas que
posibilitan, por lo menos en el mediano plazo, el inicio de una descentralización no caótica
del sistema mundial. El telón de fondo sería la desaceleración de la economía
norteamericana con desiguales impactos negativos a nivel global (más fuertes en las
economías con mayor dependencia directa del consumo estadounidense). Por una parte
el debilitamiento norteamericano pondría en dificultades a las otras grandes potencias lo
que les restaría capacidad para lanzarse a la conquista de los espacios abandonados por
el Imperio, podrían penetrar en varios de ellos pero negociando márgenes de autonomía
de los mismos. Por otro lado se desarrollarían con mediano éxito estrategias de
compensación del retroceso del mercado norteamericano, por ejemplo el fortalecimiento
de las tramas comerciales, financieras, industriales, energéticas en el espacio eurasiático
(acercamientos chino-sudcoreano-japonés, ruso-chino, entre la Unión Europea, Rusia ,
China e India, entre China, Rusia e Irán, etc., etc.), en el espacio latinoamericano
(UNASUR, MERCOSUR, etc.) y otras zonas del mundo.
Este escenario excluye el Peak Oil o en el caso de que este se encuentre próximo al
periodo considerado (2007-2010) la suba del precio del petróleo sería atenuada por el
menor crecimiento mundial, en especial los de Estados Unidos y China, y por el comienzo
de la implementación de estrategias de ahorro de energía (en los países industriales y
también en buena parte de la periferia) y de estrategias de desarrollo de recursos
energéticos renovables. La caída del dólar seria contenida sobre la base de una
desdolarización muy dosificada de las reservas y del comercio internacional y la
intervención eficaz de las autoridades monetarias de la Unión Europea, China y Japón en
acuerdo con la Reserva Federal norteamericana y algunos bancos centrales importantes
de la periferia control colectivo de los desbordes más peligrosos no impediría la aparición
de desórdenes de pequeña y mediana dimensión (crisis políticas, económicas, sociales
regionales).
En suma nos encontraríamos ante una suerte de despolarización ordenada de la
economía y la política mundial que podría asimismo asumir la apariencia de una
multipolaridad floja, es decir una situación donde el poder de intervención de las grandes
potencias es limitado y en consecuencia proliferan espacios periféricos con importantes
niveles de autonomía.
Este escenario sería coherente con un comercio internacional afectado por la
desaceleración económica pero asimismo presionado por la reducción de las reservas de
hidrocarburos, entonces el precio del petróleo oscilaría entre el estancamiento y el
ascenso suave y el desarrollo de los biocombustibles bloquearía posibles descensos
significativos de los precios de las producciones agrícolas alimentarias. Numerosos
países periféricos podrían por ese motivo preservar ritmos de crecimiento razonables.
En América Latina este escenario es el óptimo desde el punto de vista de sus
procesos de integración regional y de autonomización política y económica. La
menor presión norteamericana no reemplazada por otras presiones imperiales daría
a la región un margen de maniobras que le permitiría desplegar estrategias propias,
por otra parte el debilitamiento del mercado mundial incentivaría las políticas de
desarrollo de los mercados internos nacionales y regionales.
112
Escenario 5: multipolaridad dura
( reparto del mundo entre las grandes potencias)
Este escenario constituye a su vez una variante del escenario anterior donde son
exacerbadas las tendencias nacionalistas o regionalistas de las grandes potencias pero
donde ninguna de ellas predomina sobre las otras. Aquí podríamos introducir un alza
importante del precio del petróleo (incluso la presencia o cercanía del Peak Oil)
combinada con la acentuación, no catastrófica, de la desaceleración de la economía
norteamericana, descenso controlado del dólar y el comienzo de su coexistencia con otras
divisas globales o regionales (euro, moneda asiática...), tentativa de formulación de un
nuevo acuerdo monetario internacional, desdolarización dosificada de las reservas y del
comercio internacional, imposición por parte de las grandes potencias de estrategias de
desarrollo a gran escala de la producción agrícola para biocombustibles en la periferia
reduciendo sus recursos alimentarios.
Los Estados Unidos perderían posiciones económicas y políticas pero no se hundirían en
la decadencia acelerada, preservarían una capacidad de disuasión importante que
podrían hacer valer en sus zonas de influencia, en Japón se fortalecerían tendencias
nacionalistas (algunas con claros rasgos militaristas), Rusia beneficiada por los buenos
precios de sus exportaciones energéticas y el renacimiento de su complejo industrialmilitar apostaría también al nacionalismo recuperando posiciones entre varias ex
repúblicas soviéticas (de Asia Central, Ucrania, Cuenca del Mar Caspio, etc.) y
recuperaría discursos anti-norteamericanos de la época de la guerra fría. China
compensaría la desaceleración de su crecimiento exportador en el pasado orientado hacia
los Estados Unidos acentuando su reorientación eurasiática actualmente en curso y
explotando tendencias nacionalistas buscando así emparchar la pérdida de legitimidad del
poder causada por la disminución de la tasa de crecimiento del PBI.
La disputa entre las grandes potencias por los recursos energéticos y los mercados,
matizada con algunas intervenciones militares en sus áreas de influencia, más o menos
toleradas por sus pares se combinarían con intervenciones colectivas en zonas
consideradas hostiles para un o varios de esos super estados.
El reparto del mundo implica el aplastamiento o marginación de los proyectos
autonomizantes nacionales o regionales de la periferia.
En el caso latinoamericano este escenario perjudicaría a su proceso de integración
aunque menos que en el caso del escenario 2 (unipolaridad recompuesta). Le
restaría juego propio y obligaría a los países a exacerbar la utilización astuta de
fisuras interimperialistas y en algunos casos a someterse a algún polo imperial.
113
Jerarquización de escenarios
En síntesis, es posible realizar un ordenamiento de escenarios según su probabilidad de
realización (ver el Anexo I: Metodología), el mismo establece niveles de importancia
relativa de cada uno de ellos. Quedan relegados en el nivel más bajo de probabilidad los
escenarios 2 y 5 que anticipan la reproducción del control imperial del mundo, unipolar en
el primer caso y multipolar en el segundo. Si sumamos las probabilidades de los
escenarios de expansiones y repartos imperiales llegaríamos al 16 %, cifra relativamente
baja.
El otro grupo, de más alto nivel, está integrado en primer lugar de importancia por el
escenario 1 que anticipa un “mas-de-lo-mismo” degradado, los desajustes financieros
seguirían acumulándose y el equilibrio inestable podría tal vez quebrarse hacia el final de
la presente década. En segundo término el escenario 4 anticipa un proceso de
despolarización global sin catástrofes a la vista con un repliegue civilizado de las grandes
potencias y el desarrollo de espacios autónomos e integrados en la periferia (por ejemplo
América Latina). Finalmente el escenario 3 con un indice de probabilidad relativamente
alto aunque inferior a los escenarios 1 y 4 señala la posibilidad de una crisis sistémica
mundial durante el período bajo evaluación prospectiva.
114
4, Argentina: productos y clientes
La inserción internacional de Argentina posterior a 2002 presenta algunos algunos rasgos
que conforman un perfil diferenciado de periodos anteriores:
En primer lugar un rápido crecimiento de las exportaciones asociado a un crecimiento
fuerte del mercado interno. Crecieron la demanda nacional y el PBI a tasas muy altas pero
las exportaciones lo hicieron mucho más y se mantuvieron saldos positivos en el comercio
exterior.
Segundo, las exportaciones presentaron un abanico de clientes relativamente diversificado, tal vez
no lo suficiente si priorizamos la dispersión del riesgo ante escenarios globales futuros poco
estables. Si observamos los datos del primer semestre de 2006 las ventas de productos primarios
(20 % de las exportaciones totales) cuentan con tres grandes clientes, Unión Europea, China y
Brasil por orden de importancia, que absorbieron en dicho período cerca del 60 % de las mismas.
En las de combustibles (17% de las exportaciones) tres grandes clientes, Estados Unidos, Chile y
Brasil, compraron más del 70 %. En las de manufacturas de origen industrial (31 % de las
exportaciones) cuatro países, Brasil, Estados Unidos, México y Chile, absorbieron casi 60 %, solo
Brasil 30% y si tomamos el conjunto del Mercosur nos acercamos al 40 %.
En las manufacturas de origen agropecuario (32 % de las exportaciones) aparece un cliente
fuerte, la Unión Europea con 34 % del total pero una luego una serie de clientes medianos (Brasil,
China, India, Estados Unidos) que oscilan entre el 5 % y el 7 % cada uno de ellos.
Y si consideramos al conjunto de las exportaciones aparecía la Unión Europea con el 18%, Brasil
con el 16 %, Chile con el 10 %, Estados Unidos y China oscilando entre el 8% y el 9% cada uno;
entre los cinco el 63 %. América Latina en su conjunto un 40 % aproximadamente, “Asia” un
20%, pero Asia del Este 17 %. Solo la Unión Europea y Brasil superan el 15 %, luego tenemos
tres países entre el 8 %y el 10 % y después una multitud de compradores menores.
Las ventas a la Unión Europea están asociadas a unos pocos productos importantes, para el
período 2004-2005 los pellets de soja rondaban el 34 % de sus compras a la Argentina que
sumados a otros “residuos de de la industria alimentaria” (ítem 23) se acercaban al 39%, las
carnes un 14 % y los cereales casi el 9 %; en total 62 % de las exportaciones. Por su parte las
ventas a China estaban constituidas (año 2005) en un 50 % por soja.
Si nos atenemos a los pronósticos de organismos internacionales los precios de las commodities
(excluido el petróleo) no deberían subir o subirían muy poco en los próximos dos o tres años
influyendo sobre los valores de una amplio abanico de industrias alimentarias. Buenos volúmenes
de oferta (salvo accidentes climáticos afectando a uno o varios grandes exportadores) sumado a
las bajas tasas de crecimiento global previstas (en especial en los Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón) apoyan dichas hipótesis.
Así lo afirman los tres informes de organismos internacionales citados en la presentación del
Escenario I. Según el texto de Naciones Unidas (#) “los precios de las commodities parecen haber
llegado a una meseta y la perspectiva para numerosas commodities (excluido el petróleo) es de
un descenso de precios” , por su parte el informe del Fondo Monetario Internacional (##), que
toma como base de observación al primer trimestre de 2007, pronostica bajas en todas las
commodities salvo el petróleo (ver el gráfico 4.1 “Commodity Price Developments”). En fin el
Banco Mundial pronostica incluso una baja del precio del petróleo durante todo 2007-2008 (###).
----------------------------------(#) “Situación y perspectivas de la economia mundial-2007” del Departamento de Asuntos Económicos y
Sociales de Naciones Unidas; (##) “World Economic Outlook-April 2007”, International Monetary Fund.
(###) “Global Economics Prospects-2007. Managing the Next Wave of Globalisation”, Banco Mundial
115
La baja suave de los precios de los productos alimentarios primarios y de producciones
industriales asociadas a ellos durante 2007, 2008 y tal vez un poco más adelante es una
perspectiva que no debe ser subestimada. Sin embargo es necesario ampliar la visión
sobre el tema. En la medida en que una porción creciente de cereales y oleaginosos
pasen a formar parte de las materias primas con finalidad energética sus precios sufrirán
el impacto positivo del alza del precio del petróleo (“efecto-biocombustibles”), no se
trata de un proceso que se desarrollará en un futuro lejano, ya está en marcha hoy, forma
parte de las listas de urgencias de los países centrales. Incluso si el precio del petroleo se
estanca ese uso alternativo de cereales y oleaginosos lo haría subir. Además si la
desaceleración global se combina con fuertes incrementos de los precios del petróleo nos
encontraríamos ante un fenómeno estanflacionario (recordar la década de los 1970) que
empujaría hacia arriba los precios de las commodities en su conjunto.
En el caso del maíz su utilización principalmente en los Estados Unidos para la
producción de etanol ya está haciendo subir el precio internacional de dicha materia
prima, el precio de la soja debería también subir a no muy largo plazo arrastrado por la
expansión del biodiesel. China ya muestra señales de alarma ante un fenómeno que
116
podría a perjudicar seriamente al suministro de alimentos de su población, a mediados del
año pasado la página web de “ChinaDaily” destacaba como texto central un artículo
titulado “La producción de etanol causa la suba del precio del maíz” donde se explicaba
que “por primera vez en la historia de China los precios de los granos suben no a causa
de una mala cosecha o de un incremento de la demanda sino porque aumenta el precio
del petróleo. Para alimentar nuestras crecientes necesidades energéticas utilizamos una
enorme masa de fondos para comprar maíz, soja y trigo para producir biocombustibles y
así empujamos sus precios hasta niveles récord... en los medios oficiales se estima que
el procesamiento industrial del maíz será este año de 20 millones de toneladas contra 16
millones el año pasado...y llegará a 40 millones de toneladas en 2010, el consumo total
para esa fecha será del orden de las 125 millones de toneladas” (93).
En una publicación del año 2004 la “Energy Information Administration” del gobierno de
los Estados Unidos se realizan pronósticos del precio del aceite de soja, en todos los
escenarios desarrollados el precio sube (94).
En cuanto al trigo su horizonte futuro (más allá de de los cambios de corto plazo) es de
incremento del precio, las suba de las comodities mencionadas, la presión por el uso
alternativo de las tierras cultivables (disputa entre producción alimentaria y
biocombustibles) y la posibilidad de alzas significativas en el precio del petróleo
contribuirían a ello. Solo una recesión muy fuerte podría hacer caer de manera durable el
precio aunque un escenario de estanflación (o recesión-inflación) lo haría subir.
117
Brasil- MOI
Brasil sigue siendo el principal comprador de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) de
Argentina, en 2006 absorbió el 31 % de esas exportaciones, además el 56 % de las ventas
argentinas a ese país fueron MOI. La asociación entre exportaciones-MOI y mercado-Brasil
plantea dos temas; primero el del dinamismo a mediano plazo de la economía de ese país y
segundo el la frontera de precios para dichos productos.
El tema merece un estudio detallado, daré aquí solo unos pocos elementos que pueden servirnos
de orientación. En el último cuatro de siglo el PBI de Brasil ha crecido de manera muy irregular y
su tasa promedio fue baja, aunque desde mediados de los 1990 dicha irregularidad se ha ido
suavizando y en la década actual no ha mostrado cifras negativas (ver el gráfico 4.3, “Tasas de
crecimiento real del PBI de Brasil”). Por otra parte el PBI por habitante crece desde mediados de
los 1990 más allá de algunas caídas menores y lo hace con fuerza en los últimos tres años (ver el
gráfico 4.4 “Brasil, PBI por habitante”). Eso significa mercados-internos-en-expansión con
altibajos cada vez más pequeños (queda pendiente la evaluación de la distribución del Ingreso
Nacional).
Esa expansión ha tenido mucho que ver con el boom exportador uno de cuyos pilares
decisivos (no el único) ha sido el sector agropecuario. Soja, carnes y otros productos
primarios junto a producciones industriales muy dinámicas han estado a la vanguardia de
un comercio externo que aprovechó la emergencia de nuevos mercados, especialmente
en Asia. Una de las “novedades” ha sido la velocidad de crecimiento de los agronegocios
con respeto al resto de la economía lo que los coloca entre las áreas de vanguardia.
118
Brasil: Tasas sectoriales de crecimiento real del PBI, 2002-2005 - en %
Sector
económico
Agropecuario
Industria
Servicios
2000
2001
2002
2003
2004
2005
Promedio
2,1
4,8
3,8
5,8
-0,5
1,8
5,5
2,6
1,6
4,5
0,1
0,6
5,3
6,2
3,3
0,8
2,5
2,0
4,0
2,6
2,2
Fuente: IBGE
119
120
¿Podrá sostener Brasil su auge exportador a mediano plazo?. La probable
desaceleración global debería afectar negativamente a sus exportaciones industriales
tradicionales, pero el encarecimiento de los productos energéticos mejorará los precios
de sus commodities agrícolas y la estrategia de expansión de la producción de etanol
podría constituirse en una fuente decisiva de divisas.
¿Podrá expandir su mercado interno lo suficiente como absorber porciones crecientes de
su productos industriales? (en buena medida dependerá del avance de una distribución
más equitativa del Ingreso Nacional).
¿Podrá incrementar el peso relativo de las compras latinoamericanas de sus
exportaciones como compensación ante posibles altibajos del mercado internacional,
especialmente en el área industrial?. Si nos atenemos a la marcha actual del proceso de
integración regional la respuesta debería ser positiva aunque eso no puede ser asegurado
en un ciento por ciento.
El otro tema importante en la relación comercial Argentina-Brasil es el las perspectivas
de precios para las MOI argentinas en el mercado brasileño. Ello dependerá en buena
medida de la modalidad que asuma la probable desaceleración mundial, más o menos
intensa, con características deflacionarias o estanflacionarias, en esto último la cuestión
energética es decisiva.
Algunas conclusiones e interrogantes
Si no ocurren contratiempos climáticos locales y si la desaceleración norteamericana no
se convierte en super recesión global, el período bajo evaluación no parece presentar
problemas para las exportaciones primarias argentinas. Más aun existen altas
probabilidades de expansión de volúmenes y precios para las mismas y si se intensifica
el efecto-biocombustibles las alzas de precios pueden llegar a ser muy fuertes. Dado que
la Argentina aparece como un importante vendedor potencial en los mercados
bioenergéticos una evaluación prospectiva de ese desarrollo exportador posible (con
horizontes de mediano y largo plazo) podría ser sumamente útil.
¿Pero que ocurrirá con las MOI?, dependerá mucho de la profundidad de la
desaceleración global (fuerte, suave, desordenada, ordenada, etc.) que seguramente
afectará los precios industriales. Y en especial de la evolución del mercado brasileño y
los otros clientes latinoamericanos. El tema MOI merece una profundización prospectiva,
incluso más allá del mediano plazo.
Otra evaluación prospectiva pendiente es la de la inserción argentina en el proceso de
integración regional no solo por el peso relativo de sus compras a la Argentina sino por el
conjunto de relaciones económicas (comerciales, industriales, financieras, etc.), políticas
y culturales que se han ido intensificando rápidamente en especial en el transcurso de la
presente década.
En fin, es necesario localizar las evaluaciones de mediano plazo en un espacio más
amplio, en un largo plazo útil para la toma de decisiones estratégicas.
121
Notas
1) Keith W Rabin and Scott B MacDonald, “Waiting for the sky to fall: Asia and gold at $500”, Asia Times, Nov
24, 2005.
(2) Dana Samuelson, “Gold at $1700 an ounce? You Better Believe it!”, American Gold Exchange.
(3) Adam Hamilton, “Gold Bull Stage Two 2”, 18 November 2005, Gold Eagle...
(4) J. Taylor's Gold and Technology Stocks, “Is a New World Order Evolving? . A Shift From Dollars to Euros &
Gold Will Impact You (http://www.howestreet.com/articles/index.php?article_id=2096).
(5) Ajay Shah, “What to do with $ 170 billion of reserves”, December 14, 2006, Ajay Shah's Blog,
http://ajayshahblog.blogspot.com/2006/12/what-to-do-with-170-billion-of.html
(6) Julian D.W. Philips, “The changing global economy Russia buys gold for reserves”, Financial Sense,
January 31, 2007.
(7) Adam Hamilton, “Gold Bulls’ Three Stages”, Zeal, September 3, 2004,
(http://www.zealllc.com/2004/au3stage.htm)
(8) Ibid.
(9) Stephen Roach, “Globalisation’s First Oil Shock”, Morgan Stanley, Aug 26 2005.
(10) Stephen Roach, “Global: The Shoestring Economy”, Morgan Stanley, Sept 09 2005
(11) “The global housing boom. In come the waves”, The Economist, Jun 16th 2005.
(12) El Pais, 24 de febrero de 2007.
(14) FMI , Worl Economic Outlook, september 2005.
(14) Bureau of Economic Analysis (www.bea.org)
(15)U.S. Census Bureau, Foreign Trade Division.
(16) Jack Crooks, “Dollar drops: Good news and bad”, Asia Times Online, Nov 25 2004.
(17) Paul Kennedy, “Auge y caída de las grandes potencias”, Plaza James, Barcelona, 1989.
(18) Jorge Beinstein, “El súper gigante inesperado”, Mercado, Agosto 2006.
(19) Serge Marti, “L'imbroglio ruse”, Le Monde, 8 septembre 1988.
(20) Henri Alleg, “Le grand bond en arrière”, Les temps des cerises, Paris, 1997.
(21) Angus Maddison, “La economía mundial, 1820-1992. Análisis y estaditicas”. Perspectivas OCDE, París,
1997.
(22) “Pravda Rossiyi”. Moscú, 12 de agosto de 1998.
(23) K.S. Karol. “La Russie otage d' un capitalisme mafieux”, Le Monde Diplomatique, Août 1998.
(24) Sabine Dullin, “Histoire de l'URSS”, La Découverte, París, 1994.
(25) Ibid.
(26) Ernst Furntratt-Kloep, “El derrumbe del socialismo realmente existente”, Ediciones Tribuna
Latinoamericana, Buenos Aires, marzo 1999.
(27) Agencia RIA Novosti, 22-09-2006 “Hacia finales de 2007 las reservas de oro y divisas de Rusia habrán
alcanzado 369 mil 600 millones de dólares, pronostica el ministro de finanzas Alexei Kudrin”.
(28) AgenciA RIA Novosti, 12-11-2004, “La producción de petroleo ruso podría decrecer”.
(29) Jorge Beinstein, “¿Hacia una crisis energética global?”, Mercado, Septiembre 2005.
(30) En homenage a la era imperial iniciada en 1989 al morir el antiguo emperador Hiroito y asumir el nuevo
Akihito.
(31) Hisane Masaki, “Japan's no-name boom”, Asia Times, Apr 22, 2006.
(32) Allen G. C., “Le defi économique du Japon”, Armand Collin, Paris, 1983.
(33) Ibid.
(34) Kanzei Kempo – Annual Repport of Customs and Tariff, Customs and Tariff Bureau, Ministry of Finance,
Tokyo, Jun 30 1997.
(35) Strategis, http://strategis.ic.gc.ca/epic/internet/inibi-iai.nsf/en/bi18701e.html
(36) Lockwood W. W., “The State and Economic Entreprise in Japán”, Princeton University Press, 1965.
(37) La “Meihi Ishin” fue la restauración del Emperador como jefe del Estado, en 1868, quién abolió las
instituciones feudales y lanzó grandes programas de modernización.
(38) Allen, op.cit.
(39) McCormack Gavan, “L'ínconscience fiscale d'un état constructeur”, Le Monde Diplomatique, Août 1996.
(40)China Statistical Yearbook.
(41) CIA,“The World Fatbook”, http://www.odci.gov/cia/publications/factbook/rankorder/2001rank.html
(42) Pablo Bustelo, “Los crecientes problemas de empleo en China”, Labóral, Madrid, vol. 3, nº 20, enero de
2005.
(43) World Bank, World Development Indicators.
(44) Ibid.
(45) De acuerdo con los compromisos contraídos por China a raíz e su ingreso en la OMC, en Diciembre de
2006 serán eliminadas las principales restricciones a los bancos extranjeros para sus operaciones con
122
empresas y particulares. Esto puede provocar una corrida general de clientes desde los bancos chinos,
actualmente sobrecargados de deudas incobrables, hacia los bancos extranjeros provocando una crisis
bancaria de graves consecuencias para el conjunto de la economía.
(46) Banco Mundial y Agencia Internacional de Energía.
(47) The US-China Business Council (http://www.uschina.org/info/chops/2006/foreign-trade.html).
(48) USA Department of Commerce.
(49) Diario del Pueblo, Pekin, 02-02-2004, “Comentario de Wall Street Journal: la economía china constituye
un apoyo para economía norteamericana”.
(50) World Bank; China: Key Indicators.
(51) OECD, “OECD Economic Outlook”, 1997 ; IFRI-RAMSES, Synthèse annuelle de l´activité mondiale 1999,
DUNOD, París, 2000.
(52) OECD, “OECD Economic Outlook”, 1997 y 1998.
(53) Le Monde Diplomatique, Dossier: Le Royaume-Uni champion de la “flexibilité”, février 1997.
(54) OCDE, “Etudes économiques de l´OCDE, Royaume-Uni, 1996”, Paris, 1996
(55) Robert Anne-Cecile, “Faux emplois et vrai chômage”, Le Monde Diplomatique, Avril 1998.
(56) OECD, “OECD Economic Outlook”-62, December 1997; IFRI-RAMSES, Synthèse annuelle de l´activité
mondiale, DUNOD, París, 1997.
(57) Gave François, “Le modèle alemand est-il en crise?”, CERI, Paris, 1996.
(58) OCDE, Economic Outlook, 2001.
(59) Joaquin Arriola y Luciano Vasapollo; “La recomposición de Europa”, pág. 104, El viejo topo, Barcelona,
2004.
(60) European Commission; “European Economy-Economic Forecast-Autumn 2006”, n° 5, 2006.
(61) United Nations; “World Economic Situation and Prospects”, United Nations, New York, 2006.
(62)Simons & Company International (www.simmonsco-intl.com) y Wikipedia-Mattheew Simons
(http://en.wikipedia.org/wiki/Matthew_Simmons).
(63)Larry Elliott, Heather Long and Samira Sohail , “Is oil heading for $100 a barrel?”, The Guardian,
Wednesday August 17, 2005
(64) Shepherd Bliss, “Chevron, Peak Oil and China”, Peak Oil News, Monday, August 08, 2005.
(65) Metthew Simons, “An Energy Tsunami Ahead”, 2005 AAPL Anual Meeting, July 1 2005, Banff, Canada.
(66) Carola Hoyos, “Big Oil warns of coming energy crunch”, Financial Times, 4 Aug 2005.
(67) Shepherd Bliss, art. cit.
(68) International Energy Agency, “Saving Oil in a Hurry. Measures for Rapid Demand Restraint in Transport
-Review Draft”, 28 February 2005.
(69) “Tribute to Mr. King Hubbert”, Letter to Members from National Academy of Sciences, Volume 19, Number
4, April 1990 (www.hubbertpeak.com/hubbert/tribute.htm).
(70) Pedro Prieto, “Un cuento de terrorismo energético”, Crisis Energética, marzo 2005
(www.crisisenergetica.org).
(71) Ver ASPO, Association for the Study of Peak Oil & Gas ( www.peakoil.net).
(72) Debido a sobrevaluaciones de las reservas de países de la ex Unión Soviética (Rusia, y las repúblicas
petroleras de la Cuenca del Mar Caspio) y algunos del Medio Oriente (como Irak y Arabia Saudita). British
Petroleum, The Statistical Review for Worl Energy 2005, 2004 (www.bp.com).
(73) Matthew Simons, art. cit.
(74) Matthew Simons, “Energy.A Global Overview”, Stanford GSB Energy Conference, Stanford University,
November 10, 2004.
(75) British Petroleum, op. cit.
(76) Jim Puplava, “Recognition, Revaluation & Reallocation”, Financial Sense Online, 14 de marzo de 2005
(www.financiancialsense.com).
(77) Ibid.
(78) Jim Willie CB, “Energy Alliance & US Isolation”, Financial Sense Online
(http://www.financialsense.com/Market/willie/2005/0817.html).
(79)David Ross, “Plan War and the Hubbert Oil Curve. An interview with Richard Heinberg”, Znet
(www.zmag.org).
(80) Elizabeth Bravo y Mae-Wan Ho; “The New Biofuel Republic”, ISIS Press Release, 07/03/06, Institute of
Science In Society, http://www.i-sis.org.uk.
(81) Mae-Wan Ho, “Biofuel for Oil Addicts”, ISIS Press Release 28/02/06, Institute of Science In Society,
http://www.i-sis.org.uk.
(82) Richard Heinberg, “The US and Eurasia: End Game for the industrial Era?”, MuseLetter, n°132-February
2003, http://www.museletter.com/archive/132.html
(83) Zbigniew Brzezinski, “El gran tablero mundial”, Ediciones Paidos-Iberica, 1998.
(84) “El resultado de las intervenciones de los Estados Unidos em Bosnia (1995) y Kosovo (1999)... fue la instalación de
nuevas bases militares norteamericanas en cinco países: Hungría, Albania, Bosnia, Macedonia y el gigantesvo complejo
militar de Camp Bondsteelen Kosovo”, Zoltan Grossman, “New US Military Bases: Side Effects or Cause of Wars”, Znet,
123
February 05, 2002, http://www.zmag.org/content/TerrorWar/grossman_new_bases.cfm
85) Michael Klare, “Is energo-fascism in your future”, 15 Jan 2007, EnergyBulletin,
www.energybulletin.net/24778.html
86) OCDE.
(87) ibid.
(88) Internet World Stats, Mar 19, 2007 (http://www.internetworldstats.com/stats.htm)
(89) Michael Klare, art.cit.
(90) Robert Kaplan, “El retorno de la antigüedad. La política de los guerreros”, Ediciones B, Barcelona, 2002
(91) Jean Gimpel, “La Fin de l'avenir”, Seuil, 1992; “Ultime rapport sur le déclin de lOccident”, Seuil, 1986.
(92) Emmanuel Le Roy Ladurie, "La crise et le historien" en "Le Concept de crise", Editions du Seuil, Paris.
1976.
(93) Xie Chuanjiao, “Ethanol output has corn prices popping”, China Daily, 2006-12-06
(http://www.chinadaily.com.cn/china/2006-12/06/content_751357.htm
(94) Anthony Radich, “Biodiesel Performance, Costs, and Use”, U.S. Energy Information Administration, 2004.
124
ANEXOS
125
ANEXO I: Metodología
En la realización de este estudio prospectivo se ha empleado una metodología que
tomando como punto de partida el esquema convencional de construcción de escenarios
y algunos métodos de la escuela previsionista introduce una serie de adaptaciones y
ampliaciones a otras fuentes de técnicas para concluir con un sistema flexible de análisis.
El mismo permite el procesamiento rápido de una gran masa de información y su puesta a
punto para la realización de los trabajos.
El esquema utilizado es el siguiente:
Etapa 1: recopilación, selección y primer procesamiento de variables del sistema
global
Hecha una acumulación de variables se procede a su selección (método de Matriz de
Impactos Cruzados, selección manual, etc.,) y luego se profundiza el análisis de un
pequeño grupo de variables consideradas de primera importancia. Empleo de técnicas
cuantitativas de Tratamiento de Series Temporales, de Redes Neuronales Artificiales y de
Modelos de simulación que permiten incorporar variables cualitativas no cuantificables, en
este estudio privilegié el modelo KSIM que permite trabajar con pequeños conjuntos de
variables (cuantitativas o no), utiliza sus interrelaciones para obtener pronósticos.
Etapa 2: recopilación, selección y primer procesamiento de actores del sistema
global. Acumulación y selección de actores, técnica de Matriz de Juego Estratégico de
Actores para estudiar sus relaciones. Al final de esta etapa fue obtenida un importante
volumen de información bien jerarquizada.
Etapa 3: interacción de actores y variables. Armado de “mapas de sistema” de
creciente complejidad,
Etapa 4: Elaboración y selección de interrogantes estratégicos sobre el futuro
(horizonte 2010) del sistema bajo evaluación prospectiva. Se procedió a jerarquizar y
agrupar interrogantes hasta llegar a siete interrogantes estratégicos decisivos, dada la
especificidad del estudio luego de seleccionar seis interrogantes fue introducido un
séptimo interrogante referido a América Latina.
Los interrogantes seleccionados fueron los siguientes.
1, La evolución de los Estados Unidos, priorizando los temas económicos pero integrando
aspectos políticos, culturales y otros.
2, El comportamiento de las otras potencias restringido a Rusia, China, Japón y la Unión
Europea.
3, La posibilidad de una crisis energética global.
4, La evolución del proceso global de finanancierización
5, Las perspectivas de despolarización y repolarización del sistema mundial
6, El comportamiento de América Latina entre las tendencias globales hacia la
despolarización y la repolarización
7, Tendencias de la mutación tecnológica, importantes para este estudio
126
Etapa 5: Obtención y selección de “respuestas” (pronósticos) para esos
interrogantes. Utilización de un amplio espectro de técnicas de pronósticos: Tratamientos
de Series Temporales, Modelos de Simulación, Redes Neuronales Artificiales. Y de
evaluaciones críticas de pronósticos realizados sobre los mismos temas (por ejemplo:
estudios del FMI, del Banco Mundial, etc.). Obviamente de cada interrogante se deriva un
gran número de “respuestas”, es decir evoluciones en los próximos tres años de cada uno
de los temas planteados, en consecuencia es necesario un trabajo de selección.
Los resultados fueron los siguientes:
Primer interrogante (Estados Unidos): dos desarrollos alternativos hacia el 2010 =
continuidad de la estrategia-Bush y estrategia de repliegue gradual y negociado.
Segundo interrogante (comportamiento de las otras potencias). Dos respuestas para
Rusia, tres para Japón, tres para UE, tres para China.
Tercer Interrogante (crisis energética): dos
Cuarto interrogante: 2
Quinto: 3
Sexto: 2
Séptimo: 2
Etapa 6: Construcción de una “matriz morfológica” con una fila para cada serie de
“respuestas”. Y posterior selección de “juegos de respuestas”, por ejemplo si tenemos una
matriz correspondiente a tres interrogantes con dos respuestas para cada uno
conseguiremos la siguiente matriz morfológica:
i-1
i-2
r11
r12
r21
r22
r31
r32
Un “juego de respuestas” es por ejemplo la serie r11, r22, r31
En este ejemplo tendremos 2x2x2=8 “juegos de respuestas” posibles.
En nuestro estudio el numero de respuestas posibles es superior a cinco mil lo que obliga
a un trabajo de depuración de juegos incompatibles o de muy baja probabilidad.
Cada “juego” finalmente conservado es en realidad el núcleo duro de un escenario.
Etapa 7: construcción de esbozos de escenarios
En definitiva fueron construidos cinco esbozos de escenarios a partir de la información
procesada en las etapas anteriores. Los mismos son “jerarquizados” según su
probabilidad de realización (técnicas empleadas: método multicriterio adaptado a este
caso, matriz decisional simple). Es el producto final.
Queda pendiente la profundización de dichos escenarios, la elaboración de trayectorias
más detalladas, etc.
Etapa 8: desarrollo de algunas reflexiones sobre Argentina a la luz de los
escenarios construidos anteriormente.
127
Anexo II: Crisis energética
Saving Oil in a Hurry:
Measures for Rapid Demand Restraint in Transport
International Energy Agency. 28 February 2005
El texto completo puede ser hallado en:
http://www.objectfarm.org/Activities/Publications/SolareWeltwirtschaft/Energiekrise/IEASaving_Oil_In_A_Hurry_2005.pdf
y en el CD adjunto a este informe
EXECUTIVE SUMMARY
In October 1973, an embargo by several Middle Eastern countries caused oil
supply shortages for several months in most IEA countries and many other
countries around the world. Since then, supply disruptions affecting world oil
supply and prices have occurred fairly regularly, averaging one or two
significant episodes per decade. In each instance, supplies of retail fuel have
gone into shortage in one or more countries, and oil prices have risen rapidly
and substantially.
This book explores measures to help cope with these situations, focusing on
options to rapidly reduce oil demand in the passenger transport sector, over
short periods of time. Application of ?demand restraint? policies have
increasingly been used by cities around the world to quickly reduce air
pollution levels during periods of unacceptably bad air quality; a similar
approach may be equally useful in the event of emergency oil supply
disruptions or price shocks. Some measures may also be attractive during
extended periods of high oil prices to relieve demand pressure on the market
or to rapidly cut the use of an expensive fuel.
Background and Approach
There have been many previous studies of options to reduce oil use in
transport. Usually such studies evaluate a range of policy options used under
normal circumstances to manage transport fuel demand (or demand for
transport itself) in order to dampen long term growth and/or reduce
environmental impacts associated with transport. The analysis presented here
differs in an important respect. It focuses on a much shorter time frame: the
circumstances of a temporary oil supply disruption or sudden severe price
shock. As will be shown, this difference in time frame and circumstance can
result in a quite different type of analysis, with different results, than in many
previous longer-term studies. Measures that may not be attractive as general
transport demand policies may be more effective, and more cost effective,
in the context of an oil supply disruption or other emergency. A number of
new measures emerge that have not previously received much attention.
Some otherwise costly measures appear to become much less expensive if
implemented over a short period of time, provided governments have taken
the necessary preparatory steps to be ready to act on short notice.
128
Several measures appear more likely to be socially and politically acceptable
during a crisis than under normal circumstances.
Why should governments intervene to cut oil demand during a supply
disruption or price surge? One obvious reason is to conserve fuel that might
be in short supply. But perhaps more importantly, a rapid demand response
(especially if co-ordinated across IEA countries) can send a strong market
signal. In the case of a moderate supply reduction, e.g. of 1-2 million barrels
per day taken off the market, a reduction in IEA transport fuel demand of even
a few percent could have a substantial dampening effect on surging world oil
prices. Achieving even this much reduction in transport energy use would be
challenging, but if successful the value to IEA and other oil-importing
countries in terms of maintaining adequate supplies, moderating oil prices
and avoiding macroeconomic shocks to the economy could be far greater than
the costs associated with the measures to achieve this reduction. A supply
disruption that induces a rise in oil prices will generate its own response from
drivers and others; however, short-term transport demand response to
changes in fuel price is notoriously slow and small (i.e. there is a low ?price
elasticity? of demand). If governments can provide better travel alternatives
and other incentives to rapidly cut the most energy intensive types of
travel during supply disruptions (such as driving alone), the response rate
might be much higher, and the disruption-related costs to society much lower.
This analysis focuses primarily on one type of transportation - passenger
travel - and primarily urban passenger travel, though in a couple of the
assessed measures, such as speed limit reductions on motorways, all road
vehicles would be affected. There may also be important opportunities to save
oil quickly in other transport sectors and modes, such as freight movement,
air travel, etc., and these should be investigated as well. But this study
focused on passenger transport because it appears to have some particularly
promising opportunities to save oil quickly, and because relatively good
information is available upon which to build an analysis. Some measures
considered here are not typically applied at a national level, such as
increasing public transit service. However, national governments are best
positioned to launch a comprehensive programme for dealing with emergency
situations, which could include creating incentives and working with cities
and regional governments to establish similar programmes around the
country. Indeed, an important finding of this book is that pre-planning is
essential in order for transport demand restraint measures to succeed during
a crisis. It is not enough for countries to have a list of measures to use; they
must be ready to implement those measures on very short notice.
To do this, they generally must develop detailed plans and make certain
investments ahead of time. Communicating this plan to the public also
appears very important; if the public is not well informed of plans ahead of
time, they may be less likely to cooperate and do their part to help the plans
succeed during a crisis. In general, providing clear information to the public that the public can trust - seems to be an important element of any plan. The
role of information is stressed throughout the analysis of measures in this
book.
This analysis is based, to the extent possible, upon existing estimates within
the literature and experience from past fuel crises. However, in most cases,
given the shortage of data covering the application of measures during
129
emergency situations, judgement has been used to estimate behaviour and
responses to policies in such situations. The transport literature generally
analyses the longer-term effects associated with various policies under normal
fuel supply conditions. In assessing measures under conditions of oil supply
constraints, response rates are likely to be different, and perhaps larger,
given consumer concerns about the situation and possible altruistic attitudes
that could influence travel behaviour.
Estimates of the effects of different measures on oil demand are made for four
IEA regions (Japan/Republic of Korea, IEA Europe, USA/Canada, and
Australia/New Zealand) and then summed over the whole IEA. Wherever
possible, sources and data are used for specific countries within each region
and aggregated to regional totals, with specific assumptions outlined for each
measure. In cases where data were not available, estimates from similar
countries or regions have been used. The year 2001 was used as a “base year”
for most calculations, since this was the most recent year for which enough
data could be obtained to carry out detailed calculations. Though the amounts
of driving and fuel consumption have changed since then, the relative impacts
of different measures and the estimated percentage reductions should remain
similar, for many years, to the results shown here. Much of the data used in
the analysis is provided in tables throughout the report and in the Appendix,
in an effort to provide countries with much of the data they will need to
conduct their own analyses.
The basic approach has been to evaluate the impact of a variety of measures if
applied individually during a crisis, given the necessary emergency planning
and preparation before a crisis occurs. In most cases the measures have the
effect of reducing private vehicle travel, either by reducing travel demand or
encouraging shifts to public transit or other modes. The following general
approaches were evaluated:
- Increases in public transit usage
- Increases in carpooling
- Telecommuting and working at home
- Changes in work schedules
- Driving bans and restrictions
- Speed limit reductions
- Information on tyre pressure effects.
Within each of these general approaches several different possible specific
measures were identified and evaluated. A representative measure was then
selected with a “consensus” estimate of the likely effect. For example, for
carpooling, measures are assessed ranging from a simple policy of a public
campaign calling on people to carpool more, to actual improvements in
carpooling infrastructure (before a crisis occurs) and requirements that
during the crisis cars carry more than one person on certain roads or for
certain types of trips.
Clearly, such a range of policy approaches can lead to a wide range of
possible outcomes. We have provided estimates for many of these. In addition,
for each policy type we have provided a consensus estimate based upon our
judgement.
Though driving bans are covered here, there are other types of rationing
schemes that this analysis does not address, such as fuel allocation coupon
130
systems. These types of measures may be needed, but should be seen as
something of a last resort. Measures to reduce oil demand voluntarily appear
likely to incur lower costs on society than simply restricting the supply of
motor fuel. However, measures to reduce fuel “hoarding” and similar
behaviours may provide an important complement to measures described
here.
Policies aimed at changing the price of road transport, either through
increased fuel taxes or road charging (toll fees), are discussed but not
explicitly scored in terms of impacts. These types of policies, while capable of
yielding reductions in fuel consumption, could be difficult to implement during
a short-term emergency when fuel costs may be rising rapidly. Automatic
price increases would likely suppress demand for fuel and this would not be
unrelated to the types of behavioural- changes that travellers would engage in
- such as using public transport, carpooling, or telecommuting which are the
focus of our analysis. The key issue for policy-makers during a fuel crisis is to
maintain (avoid lowering) existing fuel tax or road charging
regimes so that pricing signals are not distorted during a crisis. Instead, the
measures we estimate focus on providing travellers with better information
and alternatives to driving (especially to driving alone), so that their
responsiveness to an oil emergency increases.
Increased demand responsiveness reduces the negative economic impacts of a supply
crisis.
Summary of Results
A summary of our results, summed and averaged across all IEA countries, is
shown in Table E-1. This table provides a brief overview of the types of
strategies and the policy context needed to achieve these reductions. These
estimates carry a range of uncertainty in terms of the absolute value of the
reductions which may be achieved. However, the orders of magnitude and
relative effects between policies appear reasonable. The policy strategies
shown are to a large degree mutually exclusive. Potential combinations of
these measures have not been assessed. Clearly, a combined package of
policies could increase the impacts compared to just one, but probably would
not have an effect equal to the sum of these policies - since, for example, one
person cannot both carpool and telecommute on the same day. A proper
analysis of mutual exclusivities and synergistic effects would require
developing a detailed travel demand model and is beyond the scope of the
methods used here to estimate these savings. However, more detailed
approaches might be appropriate for individual
countries - and are commonly available for large cities.
As shown in Table E-1, there is a large range of estimated effectiveness based
upon both the specific strategy selected and the policy context in which it is
pursued. In general, there are two types of policy approaches. One is focused
on providing people with better (and less energy-intensive) travel options to
allow them to save fuel, as well as allowing them to avoid the consequences of
not being able to purchase fuel. These options tend to focus on providing
people with more choices, such as better or cheaper public transport,
carpooling options, telecommuting, flexible work schedules, or promotion of
optimal tyre pressure. The other policy approach is more prohibitive in nature,
131
essentially restricting travel options or requiring shifts in behaviour. These
include driving bans, mandatory carpooling, speed limit reductions, promotion
of optimal tyre pressure, or changes in work schedules. Not surprisingly, the
more restrictive options tend to result in greater estimated reductions in fuel
consumption, but may also be less politically feasible.
Our main conclusions on those policies which can be most effective are as follows:
–
–
Restrictions on driving, such as odd/even driving bans, can potentially
provide significant savings. Multiple-vehicle households tend to be less affected by this type
of policy and therefore this option may be seen as less equitable than some others. If
conducted over longer periods, the effectiveness of such policies may decline as
travellers figure out ways around the regulations.
Measures to increase the level of carpooling, if successful, can provide large
reductions in oil demand. But success may be highly dependent on the level of
incentives given to drivers, which can make this option very costly. Restrictive
options that require carpooling (such as dedicated carpool lanes) are likely to be
most effective but may be seen as inequitable, unless limited to specific lanes or
times of day. Information programmes and infrastructure (such as web sites to
help potential car-poolers find other car-poolers) will likely be more popular.
132
–
Speed limit reductions on motorways can also be highly effective but will
be dependent upon an adequate enforcement regime. In some cases better
enforcement of existing speed limits may be sufficient to lower average
speeds significantly. Clear information to the public regarding the strong
links between lower speeds and fuel savings may help increase compliance
during an emergency.
These types of policies, requiring a measure of coercion or restriction on
behaviour, may be more acceptable to the public during crisis situations than
otherwise, if a sense of the need for common sacrifice is prevalent. In any
case, popularity is likely to be fairly low and, thus, political costs may be
relatively high.
Policies that make it easier for people to use alternative modes (to singleoccupant vehicles) have a range of effectiveness depending upon the measure
and level of investment made.
Much of the investment in these types of policies will need to be done before any crisis
133
occurs, so that implementation during a crisis can be achieved on a very short time scale.
–
–
Providing free public transit appears moderately effective, but would likely
be relatively costly per barrel of oil saved; there would also be a large (and
inefficient) windfall to existing riders. Increasing service level and
frequency is likely to be less costly and more equitable, but probably has a
lower overall impact. However, it may help increase the effectiveness of
other options such as driving bans.
Construction of carpool lanes can also be moderately effective but would be
costly and would require significant pre-planning. Extending the operating
hours of bus and carpool lanes can be an inexpensive way to achieve small
reductions.
A third set of policies can best be considered as ?no regret? policies. That is, they are
likely to be relatively cheap to implement, requiring at best a good public information
campaign. While providing minor fuel savings in most cases, the political costs of
implementation are minor.
–
–
Telecommuting and flexible work schedules can be beneficial and
potentially implemented very quickly. A well organista “emergency
telecommuting” programme, where employers agree in advance to let
certain employees telecommute during designated situations, could yield
large reductions in fuel use on such days.
Public information on effects of excessive speed, improper tyre inflation,
and appeals to use alternative modes can provide some savings. While
many countries run such campaigns regularly, a redoubled effort during
emergencies could generate better compliance than on average.
The motivation of people to actually make the various changes to their travel
habits that are sought by these policies would, of course, be encouraged first
by fuel price increases and any actual supply constraints that may develop. A
difficulty in conducting this analysis is the uncertainty regarding how much
some behaviours would likely change without any government intervention. In
any case, measures that make it easier for people to change their behaviour
certainly can make an important difference. However, for most such
measures, some pre-planning and investments may be required.
Regional differences
The effectiveness of the different policies varies significantly between IEA
regions. This is mainly due to variations in the transport sector in terms of
mode shares and the resulting flexibility of travellers to change modes, that
currently exist in each region. Figure ES-1 shows results for each region, for
selected measures, as a percentage reduction in total petroleum fuel use for
that region.
One example of the difference in the flexibility of the current systems is in the
level of public transit infrastructure. IEA Europe and Japan/Republic of Korea
(RK) tend to have greater levels of public transit and lower car ownership
levels compared to North America and Australia/New Zealand (NZ). As a
134
result, the measures to increase transit ridership result in significantly larger
percentage reductions in petroleum use in Europe and Japan/RK relative to
the other two regions.
On the other hand, carpooling policies appear less effective in Europe and most effective
in North America and Australia/NZ, where levels of solo driving are relatively higher
(allowing a greater benefit from increased carpooling).
The potential of telecommuting and flexible work policies also is least
effective in the European region, relative to other regions. This is due to
relatively lower current levels of solo car driving for commute trips. Thus, the
benefit of a telecommuting or flexible work schedule policy is relatively
greater in those countries that currently have more solo car commute trips.
On the other hand, driving bans appear most effective in Europe and least
effective in North America. This is a function of the relative levels of
household car ownership in each region.
Average car ownership per household is highest in North America, which
means that households are more likely to have at least one car available on
any given day that a driving ban is enforced (as these are usually set by
licence plate number).
Speed limit reduction and enforcement policies appear most effective in Europe and North
135
America, where there is relatively higher motorway usage (relative to Japan/RK and
Australia/NZ) and (in the case of Europe) higher maximum speed limits, providing more
benefit from a reduction. Another fuel economy-related measure, tyre pressure
programmes give similar levels of effectiveness across regions.
Costs and cost-effectiveness
Costs and cost-effectiveness were also estimated for each measure and results
are summarised in Table E-2, shown as an average across the IEA and
grouped in order of decreasing cost- effectiveness, as measured by the cost
per barrel saved. (Separate cost estimates were also made by region and are
shown in Chapter 3.) These results are based on relatively simple
assumptions, and are focused primarily on the direct costs incurred to plan for
and carry out emergency measures. They do include certain costs or savings
to travellers, such as costs for transit or fuel, but do not include many
important indirect costs and benefits, such as reduced or enhanced mobility,
impacts on time (e.g. increases in travel time from lower speed limits), and
safety (e.g. reductions in accidents and fatalities from reductions in speed
limits). Those measures that are likely to have large indirect costs from
restrictions on mobility are also likely to have high political costs, making
them more difficult to implement. In some cases these types of effects may be
much more important than the direct costs associated with carrying out the
measure. This is noted in the third column of Table E-2. Of course, if any
measure successfully reduces oil demand sufficiently to result in a reduction
in oil prices or in the
severity of a supply shortage, this will yield large macroeconomic benefits (or
help avoid large costs) that are also very difficult to measure. Thus the
estimation of costs associated with different measures is quite complex, and is
a subject that deserves a more detailed treatment than could be provided in
this study.
The cost estimates presented here may be most relevant for governments to
understand how much different measures will cost them to implement, but
these estimates also provide some sense as to the immediate impact the
measures may have on travellers pocketbooks. The resulting estimates may be
highly variable and subject to specific conditions and assumptions, but we
have confidence in the order-of-magnitude and relative ranking of costeffectiveness.
The cost-effectiveness of these policies depends upon many factors, especially
the amount of up-front investment made to implement them. In general, those
policies that require significant investments or financial outlays are not likely
to be cost-effective (roughly defined here as above $50 per barrel of
petroleum saved, though there are none between $50 and $100).
Those policies that are not cost-effective include decreasing public transit
fares, increasing public transit service frequency, constructing carpool lanes,
and purchasing home computers for half of all telecommuters. All of these
involve substantial costs and their cost-effectiveness (i.e. more than $100 per
barrel of oil saved) is likely to exceed any expected increase in the cost of oil
during a crisis situation.
Those policies that are cost-effective, generally costing less than $50 per barrel saved –
and some much less - include promotion of telecommuting and flexible work schedules,
136
tyre inflation information programmes, promotion of carpooling, odd/even driving bans, and
in some cases, speed reduction policies. Restriping of existing roadway lanes to create
carpool- only or bus-only lanes is moderately cost-effective, but significantly higher cost
than most of the policies focused on promotion of altruistic behaviour. Odd/even driving
bans appear particularly cost-effective over a short period, despite costs associated with
enforcing the bans. However, driving bans in particular may impose large indirect costs in
terms of lost mobility. As mentioned, such losses are difficult to measure and no attempt
has been made to do so here. In contrast, measures that provide more and/or better
mobility options clearly provide benefits in this regard.
Conclusions and Policy Recommendations
There are a variety of potential polices available to rapidly reduce oil demand
in the transport sector. Though it is unclear exactly how effective each of
these would be during a supply disruption, price spike, or other oil-related
“emergency”, the available evidence suggests that some policies could have a
major impact to rapidly cut oil demand at a modest cost - and at a cost that
could be well below the cost of the oil saved from the policy. Savings on the
137
order of one million barrels per day or more, on an IEA-wide basis, appear
possible from well conducted demand restraint programmes. This is enough to
offset a fairly large reduction in world oil supplies.
The analysis presented here represents one of the few recent, comprehensive
efforts to identify and evaluate rapid ?demand restraint? measures for
transport. More work is needed to continue to improve our understanding in
this area. Perhaps most important is for countries to conduct their own
analyses, reflecting their own priorities and their national context. This study
provides methodologies and data that will hopefully be useful in that context.
Even lacking a precise understanding of all the issues related to this topic, it
is important that IEA members and other countries have in place plans to
respond to episodes of oil supply disruption, in much the same way as many
now have systems for responding to periods of particularly bad air pollution. It
is important to develop a careful, detailed plan, with public awareness and, to
the extent possible, participation in order to help ensure that citizens will
accept the measures when actually implemented. It is also important that
those measures with actions that must be taken in advance, in order to
prepare for a possible emergency, are identified and the necessary preplanning undertaken. In nearly every measure assessed in this report, some
types of pre-planning and investments are required, without which the
measure will likely be much less effective during actual implementation
during a crisis period.
Finally, during emergency episodes in the future, governments should carefully monitor
their efforts and assess the effectiveness of their programmes, and share this information
so that countries around the world continue to improve their approach and handling of
such situations.
138
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