CRIMEA, ESPEJO DE LA CONTRADICCIÓN ANTAGÓNICA MUNDIAL Por Hernando Kleimans “Ayer se acaba de llevar a cabo un plebiscito en Crimea… y acá surge lo que yo siempre digo, y esto no tiene nada que ver con el Papa, esto es Cristina Fernández de Kirchner presidente de la Argentina, de esto no hablamos con el Papa... El doble estándar, de repente nosotros seguimos votando como miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de la misma manera que votamos cuando votamos en el tema de Malvinas, con respecto a los famosos plebiscitos sobre la autodeterminación de los pueblos. Sin embargo las principales potencias que nos objetan esto votaron totalmente a favor o en contra ahora de los plebiscitos de autodeterminación. Esto revela que no se puede seguir tratando de presentarse como los garantes de una gobernanza, de un gobierno global, cuando se toman los criterios según cuál es el país, si el que hace el plebiscito para la autodeterminación es Crimea está mal, si los que quieren hacer un plebiscito para la autodeterminación en Malvinas son los kelpers, está bien. No resiste ningún análisis. “… que el mundo necesita una ley de quiebras, no tenga ninguna duda. Ucrania por ejemplo, que tiene el 99% de su producto endeudado, el PBI, deuda pública, ¿cómo va a hacer? En fin, todo como está interconectado. Creo que todos finalmente se van a tener que sentar a hablar y acordar, porque me parece que pretender tomar resoluciones de arrebato no conduce a nada. “… Italia depende un 45 % del gas que viene de Rusia, Francia depende un 35% del gas que viene de Rusia, entonces parece que es necesario que todos enfríen sus cabezas y fundamentalmente respeten la línea de la democracia, porque en definitiva en Ucrania había habido un plebiscito convocado de acuerdo a las normativas de las leyes ucranianas, que fue casi una característica de lo que pasó en todos los países europeos. En la mayoría de los países europeos para decidir su ingreso a la Unión Europea hubo previamente plebiscitos consultando a la población si deseaban o no unirse, y en Ucrania fue muy claro, la gente dijo que no y esto significó el derrocamiento del presidente en su momento, que se tuvo que ir. Así que ni siquiera es una cuestión de autodeterminación ni plebiscito sino de respeto a la democracia, si vos convocás a un plebiscito en nombre de un ordenamiento normativo, el plebiscito da determinado resultado y como no te gusta, no como no le gusta al gobierno, como no le gusta a los otros gobiernos, hacen un golpe de Estado o intervienen internamente en cuestiones políticas y económicas, están violando principios básicos fundamentales de la carta de Naciones Unidas. Yo creo que hay que ser muy coherentes…” Quise iniciar este análisis con estas clarísimas definiciones de nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hechas en Roma poco después de su almuerzo con Francisco y repetidas puntillosamente luego en París, en la conferencia de prensa junto a su par francés Francois Hollande. Si fuera franco con mi honestidad ideológica, aquí tendría que terminar el trabajo. Pero esa misma pesante responsabilidad me alienta a aportar datos y conceptos argumentales que terminen por imponer la real composición del cuadro internacional. UN POCO DE HISTORIA: A fines del siglo XVII Pedro el Grande, el primer Emperador de Todas las Rusias, comenzó la campaña de expansión del hasta entonces limitado reino ruso. Su primera decisión en este sentido fue la marcha hacia los mares cálidos del sur. Veía con toda exactitud la importancia estratégica que tenía el dominio del Mar Negro y, por ende, los pasos de los Dardanelos. Esta trascendencia geopolítica ya había sido entendida por los griegos, que en su mitología hicieron viajar a Jasón y sus argonautas hasta Crimea (el reino de Quimera) y su vecina Cólquide (actual Georgia) para apoderarse del vellocino de oro. Para lo cual tuvieron que navegar por el desconocido Ponto Euxino. Los arqueólogos submarinistas rusos siguen descubriendo en las aguas del Negro grandes riquezas históricas de expediciones griegas que terminaron fundando colonias en sus riberas, la actual Feodosia, Jersonés (la actual Sebastopol) o el ahora balneario Eupatoria, desde las cuales los hábiles comerciantes helenos se vincularon con toda el Asia Menor. La cuenca marítima y los estrechos fueron firmemente controlados por el Imperio Otomano, que dominaban también el mar de Azov y la Península de Crimea. Pedro hizo construir una flotilla a remo en la sureña ciudad de Voronezh, bajó con ella por el río Don y en 1696 derrotó a los turcos en Azov. El camino al Mar Negro estaba abierto. La Península de Crimea, la Quirim Yurtu defendida por los vasallos tártaros del imperio otomano, continuaba siendo el principal objetivo de los zares. En 1783 la emperatriz Catalina culminó la tarea iniciada por Pedro y Crimea fue incorporada al Imperio Ruso. En 1804, Sebastopol fue declarada primera base de la flota rusa en el Mar Negro. Yalta se convirtió en el balneario preferido por la nobleza peterburguesa y hacia donde todos los años se dirigía la elite europea a tomar baños de mar. La Península siguió siendo objetivo destacado de las grandes potencias europeas, en espacial de las ambiciones coloniales de Inglaterra y Francia. En 1853 estalló la guerra de Crimea. Los imperios francés, inglés y otomano, junto con el reino de Sardinia (¡¿!?) declararon la guerra al imperio ruso. Pese al empleo de las nuevas tecnologías en armamento, el enfrentamiento finalizó prácticamente con un empate que implicó la ruina financiera de los imperios. Rusia recién quince años después pudo recuperar los territorios perdidos y la estabilidad financiera. Luego de la Revolución de Octubre en 1917, Crimea volvió a ser escenario de inacabables combates y permanentes traspasos del poder, así como de frustrados desembarcos de tropas intervencionistas de Europa Occidental. Sebastopol fue uno de los últimos puertos desde donde partieron al exilio los derrotados guardias blancos. Con diversas transformaciones, Crimea se convirtió en República Autónoma dentro de la Unión Soviética con una población multinacional, conformada por las más diversas etnias. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, sospechando de un colaboracionismo masivo por parte de esas minorías, Stalin deportó a todas las comunidades tártara, alemana, griega, armenia y búlgara. Como corolario de toda esta durísima represión, el dictador soviético liquidó la república de Crimea, que se convirtió en una de las regiones rusas. En 1954 el líder soviético Nikita Jruschov, “regaló” Crimea a Ucrania, una de las quince repúblicas soviética, en conmemoración del 300 aniversario de su unificación con Rusia. Lejos estaba de pensar el secretario general del partido comunista soviético y presidente de la URSS, que la gran potencia se desintegraría y que cada una de esas quince repúblicas incluso litigarían por la herencia… LA REALIDAD Luego de la caída de la Unión Soviética, Crimea intentó en reiteradas oportunidades recuperar el status de república e iniciar el proceso de reincorporación a Rusia. Pero el poder central en Kíev frustró todos estos procesos e impuso sus representantes en la Península. Se produjeron duros enfrentamientos políticos con Rusia por la división de la poderosa Flota del Mar Negro, como resultado de los cuales, la mayor parte de la misma quedó en manos rusas pero basada como siempre en Sebastopol, ahora ciudad ucraniana. La población crimea, mayoritariamente rusa 1, desplegó una gran movilización en contra de la aparición de naves de la OTAN, que pretendía transformar Sebastopol en fondeadero de las unidades que patrullaban el acuatorio mediterráneo. Esa movilización, finalmente, obligó al gobierno de Kiev a renunciar al acuerdo con la Alianza Atlántica. Del mismo modo, Crimea se unió a la movilización de las regiones orientales de Ucrania, las más desarrolladas industrialmente y con mayor historia de alianza con Rusia, en contra de la adhesión a la Unión Europea. Los políticos prooccidentales ucranianos como el ex presidente Víktor Iúrchenko o la ex primer ministro Iulia Timoshenko, pese a sus acuerdos con Bruselas, no pudieron imponer su intento de unificación y debieron retirarse de la escena política. Las elecciones de 2010 permitieron que el poder pasara a mano del partido de las Regiones, liderado por Víktor Ianukovich, portavoz precisamente de aquellas regiones orientales ucranianas (Lugansk, Járkov, Donetsk, Dniepropetrovsk , Zaporozhie, Odessa, Sebastopol y Crimea). El gobierno de Ianukovich no logró resolver la profunda crisis económica ucraniana, generada fundamentalmente por la ruptura de los grandes vínculos económicos con Rusia, que privó a Ucrania de su principal mercado. Kiev ya había intentado usar el hecho de ser paso obligado de los gasoductos y oleoductos rusos a Europa Occidental, para negociar con Moscú nuevas ventajas financieras que le permitieran paliar los efectos de la crisis. Incluso Kiev llegó a apoderarse del gas y el petróleo que debía ser entregado en Alemania o en Francia, cuyo consumo energético depende, como se dijo, en un 40% de ese suministro. 1 Putin hizo especial mención en su discurso ante la Asamblea Federal, a la disgregación del pueblo ruso, “la mayor de la historia”, luego de la disolución de la URSS. Grandes minorías rusas habitan en las repúblicas del Báltico, en las ex repúblicas soviéticas del Asia Central sus principales especialistas y técnicos son rusos, Crimea no es la excepción. Esto explica que el idioma ruso sea el unificador en todo el universo de la ex Unión Soviética, que los canales de TV rusos se vean en él y que exista “libre paso” entre las fronteras de las antiguas repúblicas soviéticas. Moscú, cuyo objetivo –además de las provisiones energéticas a Europa- es impedir el ingreso de Ucrania a la Unión Europea y en especial a la OTAN, en reiteradas oportunidades propuso a Kíev planes de arreglo de la deuda por algo más de 2.000 millones de dólares que Ucrania mantiene con Rusia por suministros de gas y petróleo. En febrero de este año, el presidente ruso Vladímir Putin había propuesto al ya jaqueado Ianukovich un crédito de 15.000 millones de dólares a devolver en cómodas cuotas para poder estabilizar la durísima situación económica. De ese crédito, 3.000 millones fueron entregados al gobierno del ex presidente. Este acuerdo hizo retroceder a Ianukovich, quien ya había conciliado la firma de la adhesión de Ucrania a la UE, en compensación de lo cual recibiría 600 millones de euros. La decisión del ahora último presidente constitucional de Ucrania hizo montar en ira a los centros de conducción estratégica de la OTAN. Ucrania siempre ha sido un reconocido nido de nacionalistas de derecha. En la Segunda Guerra Mundial, a la que los soviéticos denominaron Gran Guerra Patria y donde murieron 27 millones de sus habitantes, muchos de ellos salvajemente ultimados por los depredadores fascistas hitlerianos y los colaboracionistas ucranianos encargados de las tareas de policías locales. Luego de la segunda guerra y hasta bien entrada la década del 50, estos grupos se dedicaron a acciones terroristas contra la población ucraniana, en especial en las regiones orientales. En la actualidad y merced a una coordinada acción propagandística, dirigentes nacionalistas como Stepán Bandera han sido elevados a la categoría de mártires y sirven de ejemplo para la acción terrorista de los grupos radicalizados como “Sector de Derecha” o el “partido de la Libertad”, grupos que prácticamente han dominado el golpe de estado contra las autoridades constitucionales. En el marco de estas acciones y con el respaldo de grandes sectores de la población, harta de la corrupción, la crisis económica y el descontrol, los radicales de derecha tomaron el control del Estado ucraniano. Sus primeras acciones fueron liberar a Iulia Timoshenko, la ex primer ministro condenada por malversación de fondos públicos y convertida casi en una mártir de la democracia, suprimir el ruso como segunda lengua en Ucrania y desconocer el acuerdo multilateral para salir de la crisis firmado pocos días antes del golpe de estado por la misma Ucrania, Rusia, la Unión Europea y los Estados Unidos. Tras destituir al presidente Ianukovich, también “limpiaron” la Rada (el parlamento ucraniano) de diputados pertenecientes al partido del derrocado presidente, suplantaron tanto el Poder Ejecutivo como el Judicial por órganos conformados por sus partidarios y pusieron al frente de las fuerzas armadas ucranianas, dotadas de armas nucleares heredadas de la Unión Soviética, a los más radicalizados extremistas de derecha, declarados nazis, que llaman a la limpieza étnica del país, lo que incluye a rusos, judíos y asiáticos. Por cierto, tuvieron el inmediato soporte de la UE y de los EE.UU. Ya antes del golpe los principales dirigentes de la Unión Europea se presentaron en la plaza Maidán, centro de Kiev, para arengar a la multitud enardecida en contra del gobierno de Ianukovich. Entre ellos, la propia baronesa Ashton, titular de la diplomacia de la UE. Ella misma luego, en conversación telefónica cuya grabación, curiosamente, nuestros principales medios de prensa no difundieron, reconoció que los francotiradores que asesinaron a indefensos manifestantes y milicianos (policías) desde los techos de los edificios colindantes con Maidán, eran dirigidos por los líderes golpistas 2. Bueno, los amigos John Kerry, secretario de Estado norteamericano, y Joe Biden, vicepresidente norteamericano, desembarcaron en Kíev al día siguiente del golpe para dar su respaldo al mismo. Les ganó John McCain, el recalcitrante senador republicano quien en el mismo momento del golpe mantuvo una alentadora charla telefónica con la exultante Iulia Timoshenko, recién excarcelada y ya a salvo de la condena por malversación y fraude. Además, ese soporte internacional se manifestó en la por ahora intención de abrirle al nuevo gobierno, con perdón de la palabra, una gran línea de crédito por muchos miles de millones de dólares. Con la condición ineludible, claro, de que los nuevos gobernantes se rijan por las normas del FMI. ¿Es preciso que aclaremos aquí de qué normas se trata, en realidad? Los argentinos tenemos sobradas demostraciones de las “bondades” y las “efectividades” de esas normas. Baste decir que, como garantía de esos créditos, los principales activos ucranianos deberán pasar a manos de grandes corporaciones europeas y norteamericanas. En este contexto, todas las regiones orientales y sudorientales fueron escenario de multitudinarias manifestaciones que se pronunciaron en contra de quienes se habían apoderado del gobierno. Los manifestantes designaron sus propios “gobernadores populares”. En algunos casos, como Járkov, Donetsk, Sebastopol y Crimea, la decisión fue desconocer al nuevo poder y conformar sus gobiernos autónomos. Salvo en Sebastopol y en Crimea, en las restantes regiones los “gobernadores populares” fueron arrestados y conducidos a Kíev. En estas dos persistentes “rebeldes”, las razones para su persistencia tienen un peso específico que Kíev no ha podido ignorar (y tampoco los estrategas de la OTAN). Sebastopol es la base central de la flota rusa del Mar Negro, una poderosa fuerza que compite con los Estados Unidos en el control de la cuenca mediterránea en las regiones más “calientes” del mundo: Medio Oriente y el Magreb. Crimea es una república autónoma por antonomasia, con una fortísima mayoría rusoparlante, con una minoría tártara retornada del destierro y sumamente interesada en recomponer su status en la Península. Cabe aquí señalar que poco antes del estallido del conflicto, Crimea y Tatarstán, una de las repúblicas autónomas de la Federación Rusa, firmaron un importante convenio de cooperación e interacción. La realización del referéndum en Crimea no ha sido un hecho aislado, espasmódico o tendencioso. Desde inicios del siglo XX la población peninsular manifestó en varios plebiscitos su decisión de incorporarse a Rusia. En algunos casos el zarismo y en otros el stalinismo o el nuevo poder de la Ucrania postsoviética ignoraron estos pronunciamientos. Por eso no es de extrañar que la 2 Ver http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/05/actualidad/1394059714_753501.html presencia en las urnas haya sido excepcionalmente elevada y que la decisión de separarse de Ucrania e incorporarse a Rusia haya sido preferida por una mayoría aplastante. EL FUTURO El presidente Putin, en su discurso ante la Asamblea Federal de Rusia, expresó un deseo que bien podría ser el lema de esta parte del análisis: “no quiero despertarme un día y ver que Sebastopol se ha convertido en una base de la OTAN”. Y coincidió con la percepción expresada por su colega argentina acerca de los dos estándares empleados por los países centrales en estos casos. Los referéndums en Malvinas y Kósovo son “buenos”, el referendo en Crimea es “malo”. Convengamos, antes de entrever las líneas del futuro geopolítico, que el mundo ya no es un vedado de un poder unipolar. La realidad es algo más que una exteriorización de la persistente crisis estructural asentada en esos países centrales. Es el escenario del enfrentamiento antagónico entre una forma socio-económica que se niega a desaparecer y que nuestra Presidenta acertadamente define como “capitalismo financiero”, y un creciente y potente número de países emergentes que conforman nuevos centros de polarización regional que interactúan entre sí. Los BRICS son un claro ejemplo de ello. Pero, a diferencia de aquel clásico NOAL de la década del 60 del siglo pasado, ya no se trata de países no alineados que carecen de fuerza económica propia para imponer su decisión. Estos centros múltiples evidencian una capacidad autónoma de decisión y ejercen su acción en el escenario internacional cada vez con mayor incidencia y aptitud. En este mundo hambriento de los alimentos y la energía imprescindible ambos para permitir continuar con la revolución científica-técnica, esta antigua “periferia” se torna imprescindible. Con un agregado, los países que la integran son gigantes como China, Rusia, la India o el Brasil y todos tienen, además de materia prima, un fuerte desarrollo de economía con valor agregado. Embraer es la tercera empresa mundial en la industria aeronáutica. “Rosatom” produce los mejores reactores atómicos de última generación. China tiene su propio desarrollo espacial integral. Nuestro país se incluye rápidamente en esta carrera innovadora y tecnológica, como lo acaba de comprobar esta reciente reunión de Cristina con su par francés, el vapuleado François Gérard Georges Hollande, donde se acordó el respaldo francés al acuerdo argentino con el Club de París, interesado en invertir en los nuevos desarrollos energéticos vinculados con los esquistos en la Argentina. La presencia rusa en este concierto “emergente” llena de precauciones y prevenciones a los tradicionales centros del poder unipolar. Rusia es alimento, energía, tecnología y además mercado y además primera potencia militar nuclear y espacial. Esto explica el esfuerzo de los países centrales por volver a “rodear” a Rusia con un vallado de seguridad. En algunos casos cuasi frustrado como lo es el cuitado escudo anti-misilístico que los EE.UU. intentan culminar en países europeos fronterizos con Rusia so pretexto de una fementida amenaza iraní. En otros casos con cierto rédito como lo fue el gobierno de Mijaíl Saakashvili, un graduado de Columbia, en Georgia, o lo son los gobiernos bálticos de Estonia, Lituania y Letonia 3. A los que ahora podría agregarse Ucrania, cuyos nuevos gobernantes –el “primer ministro” ucraniano Arseni Iaseniuk fue inmediatamente recibido en la Casa Blanca por el presidente Obama- además de proferir amenazas bélicas, ya han declarado la movilización hacia las fronteras con Rusia. El método preferido en estos días nos resulta ligeramente familiar: deja de lado la asonada militar y prefiere un accionar “civilizado”. Es el parlamento el que derroca a gobiernos rebeldes, ya sea por acción de una mayoría parlamentaria que le pertenece, o por la acción provocadora de grupos perfectamente entrenados que generan el caos y la disolución social y finalmente el vacío de poder necesario para que esos grupos se apoderen del gobierno. Este fue el caso de Ucrania. No pudo ser el caso de Rusia porque las manifestaciones callejeras en Moscú en el verano de 2013 no alcanzaron el grado de virulencia necesario para pasar a los enfrentamientos violentos. Tampoco pudo ser el caso en Crimea, donde las autoridades legalmente constituidas en ningún caso abandonaron el control de la situación y rápidamente tomaron el toro por las astas. Cabe consignar aquí, además, que hay un elemento más que incidió en la posición asumida por las fuerzas de seguridad y militares ucranianas dislocadas en Crimea. Las autoridades de la nueva república, en una de sus primeras decisiones, equipararon a esas fuerzas con las rusas y por ende, elevaron sus salarios en varias veces. Un policía crimeo pasó de ganar 15.000 rublos a 50.000 en mano. Poderoso elemento persuasivo… Las “sanciones” adoptadas por la UE y por los EE.UU. son simplemente escenográficas. Se resolvió confiscar los activos en el exterior de connotados dirigentes rusos. El 21 de diciembre de 2012 el parlamento ruso dictó una ley prohibiendo a los funcionarios rusos tener activos inmuebles o líquidos en el exterior. El presidente Putin se encargó en los primeros meses de 2013 de que esta ley se cumpliera. ¿Qué es lo que impulsó a los dirigentes occidentales a adoptar estas, con perdón, sanciones, tan acostumbrados como están a liquidar economías de países enteros por mucho menos? Bueno, ya se dijo: la economía central no puede enfrentarse como en los viejos buenos tiempos a los países emergentes a los que, en el último “G-20” se les pidió un salvavidas para evitar el derrumbe. Por otra parte, en Washington, según el “New York Times” que algo de esto sabe, temen que la alianza de Rusia con los países asiáticos se convierta en… ¡estratégica! Algo que ya lo es sin necesidad de que Washington entre en pánico. La Organización de Cooperación de Shanghai, 3 Saakashvili llegó al poder en 2003 luego de encabezar un golpe de estado “parlamentario”, según el modelo ya descripto. Destruyó los vínculos con Rusia, inició el proceso de adhesión a la OTAN, abrió las puertas para que los EE.UU. instalasen sus fuerzas armadas en el país, nuevamente so pretexto de “prevenir el ataque iraní” y, por último, intentó liquidar las autonomías de Abjazia y Osetia del Sur, dos regiones con mayoría rusa que habían declarado su autodeterminación. En septiembre de 2008 intentó invadirlas pero fue duramente rechazado por fuerzas enviadas desde Moscú. formada en 2001 por China, Rusia, Kazajstán, Tadzhikistán, Kirguizia y Uzbekistán, a la que adhieren la India, Pakistán, Irán e Irak no es otra cosa que esa misma alianza estratégica. Ella abarca desde la política militar hasta la cooperación económica y política. Además, para conocimiento de estos mismos estrategas washingtonianos, hay que agregar a la OCSh la Unión Aduanera conformada por Rusia, Belarús, Kazajstán y ahora Armenia y Kirguizia, a la que fue invitada también la Ucrania de Ianukovich. Una réplica en ciernes de la UE y una perspectiva anunciada de lo que Putin llamó Unión Euroasiática, o sea una nueva, moderna y reformada URSS. Temen también estos estrategas que Putin logre finalmente convencer a la canciller Merkel (al fin y al cabo uno habla perfectamente alemán de sus épocas de espía en Bonn y la otra habla perfectamente el ruso de su época de habitante de la República Democrática Alemana) y la nueva “dama de hierro” finalmente refunde la alianza ruso-germana del siglo XIX, con lo que la hegemonía en Europa se traspasaría a un nuevo–viejo eje político, económico y militar. De todas maneras, el volumen de negocios entre los dos países es excepcionalmente elevado y nadie va a dejar de enviar y recibir el gas ruso por un “quítame allí esa Crimea”… Además, la canciller ha desmentido rotundamente las versiones que, una vez más, hablaban de un despido de Rusia del alicaído G-8 que, casualmente, tendría que reunirse próximamente en Sochi, la capital de unos fantásticos juegos olímpicos de invierno, sede además de la F-1 y subsede del mundial 2018 (una poderosa demostración más de la presencia rusa en el cálido sur marítimo europeo). Están muy inquietos con el futuro del mercado energético mundial, del que piensan desprender a los proveedores rusos. Para ello llegará el momento de ofrecer el gas de esquisto producido en los EE.UU. a costos elevados y de suplantar los ductos rusos con ductos que transporten fluidos de otra procedencia, como intentaron hacer con el gasoducto Nabucco, que con un costo de más de cinco mil millones de euros debería transportar el gas desde el Mar Caspio a Turquía, Bulgaria, Rumania, Hungría, Austria y Alemania. Pero ese ducto no tiene producto, ya que el gas de Azerdbaidzhán no alcanza para llenarlo y nadie quiere invitar a Irán a hacerlo por las razones que, vamos, todo el mundo conoce… Rusia ha respondido creando el North Stream, directo desde Siberia hasta Alemania bajo el Báltico, una empresa cuyo presidente es nada menos que… Gerhard Shroeder, el ex canciller socialdemócrata alemán, y con el South Stream, que bombea el gas propio más el de Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán a Italia a través de Bulgaria, con salidas a Alemania y a Francia. Además del “Torrente Azul”, el gasoducto directo que Rusia le ha “obsequiado” a Turquía. Aquí están las verdaderas razones de la crisis ucraniana y la respuesta de Crimea. Por un lado la OTAN y las potencias centrales tratando de desplazar a Rusia de las decisiones políticas estratégicas, como lo han intentado a lo largo de siglos, y de anular o disminuir al menos su incidencia en la economía mundial. Por otro lado, Rusia integrada cada vez más a lo que llamaríamos el mundo emergente (¡válgame Dios con la ciencia política!). Para finalizar, una ligera y por supuesto personal reflexión sobre la posición de nuestro país, también atacado –como Brasil, Venezuela, Paraguay, Ecuador, Nicaragua, Salvador, Cuba, y en breve Chile si no se porta bien Michele- por el mismo virus “democrático” ucraniano. Queda claro y hasta es ingenuo hablar de ello, que no se ataca a Cristina Fernández de Kirchner ni a su gabinete, aunque la ponzoña personal es virulenta. Se ataca a un modelo que, en época de crisis absoluta y estructural sin solución de continuidad, ha planteado una alternativa diferente a la que imponen el FMI en total beneficio de las grandes corporaciones de ese capitalismo financiero denunciado por nuestra Presidenta. El poder político en la Argentina demostró al mundo que se puede salir de la espiral de la deuda que devora a países como España, Grecia o Italia. Que se puede crecer a ritmo sostenido apostando al consumo interno, lo cual es posible si se potencia la economía real y se ataca la economía de especulación. Que la distribución de la riqueza debe apuntar a la inclusión social y a la elevación del bienestar de las amplias masas. Que la redefinición de erario público debe contener el concepto de fomento y soporte a la educación, a la sanidad, al trabajo, a la igualdad de género, etc. Es, en síntesis, la inauguración de un modelo socio-económico innovador que yo llamo “Estado de inversión social”. Este es el momento en que la Argentina tiene que resaltar y defender este modelo a través de un efectivo posicionamiento internacional autosuficiente. Este es el momento para que la Argentina, como lo acaba de hacer Cristina, el gran cuadro político que nos preside, se solidarice y se sitúe firmemente entre quienes conforman el polo progresista de este antagonismo internacional. En breve se realizará la cumbre BRICS en el Brasil. La Argentina tiene, además de ser invitada, que propugnar su integración al bloque. Le sobran cualidades y condiciones para ello. Y seguir defendiendo el derecho de autodeterminación de los pueblos, que es la verdadera argamasa con que se están conformando los nuevos segmentos de la multipolaridad mundial. Ella, en algún momento, más temprano que tarde, dará a luz un nuevo orden internacional, políticamente soberano, económicamente independiente y socialmente justo. Al fin y al cabo, fue el peronismo quien primero levantó estas proféticas premisas. Ellas deben servir para resolver la gran contradicción que enfrenta a las grandes corporaciones del capitalismo financiero con las nuevas formaciones socio-económicas que emergen en nuestra realidad internacional.