Documento 1748

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Para los habitantes de la Hispania visigoda, la conquista de la península ibérica ( 711 − 716 ) fue muy rápida,
pero para los árabes sólo significó una fase más de su proceso de expansión, ya que desde el reinado del califa
Umar I ( 633 − 644 ), el imperio árabe empezó a extenderse hasta la fachada atlántica bordeando el norte
africano, y el valle del Indo. Todo botín se repartía entre los participantes de la expedición, reservando un
quinto del total para el califato.
No tenían intención de adentrarse en Hispania, pero los rumores acerca de grandes riquezas y tesoros en la
Península Ibérica no es sorprendente que se arriesgaran a la operación.
La fácil conquista musulmán de Hispania se podría resumirse en tres factores: Las divisiones entre las clases
elevadas acerca de la sucesión del reino, el descontento del resto de sectores sociales ante los privilegios de
las clases superiores ( lo cual produjo que gran parte de la población recibiera a los árabes como libertadores )
y, por tanto la dudosa fidelidad del ejército, y La persecución visigoda a los judíos.
En el año 709 algunos hombres del conde Julián hicieron una incursión al otro lado del estrecho para
demostrar a los musulmanes la riqueza del botín que podría obtenerse. Al año siguiente ( 710 ), el bereber
Tarif, desembarcó en Tarifa con un contingente para una operación de reconocimiento, y en el 711, unos 7000
hombres, al mando de Tariq ( lugarteniente de Musa, wali de Ifriquiya ) desembarcaron en Gibraltar, para
establecerse en Algeciras. El rey Rodrigo se apresuró a atacar tal contingente, con el resultado de victoria
musulmana y la muerte de Rodrigo.
Esta dura derrota visigoda derrumbó la organización central del reino visigodo. Ante esto, Hispania estaba
totalmente indefensa y Tariq se dirigió a Córdoba para ocuparla, derrotando en el camino a un grupo aislado
de visigodos fugitivos en Écija, después de lo cual, se dirigió a Toledo ocupándola sin apenas resistencia.
En el año 712, Musa cruzó el estrecho con 18000 hombres avanzando hacia Sevilla. Luego venció a un
regimiento de visigodos en Mérida, venciéndolos en el 713. Al año siguiente, ocupó Zaragoza.
En este año, Musa y Tariq son convocados en la corte del califa de Damasco, por lo que el mando supremo de
Hispania había sido confiado al hijo de Musa, Abd−al−Aziz. El territorio con dominio musulmán se vio
extendido por el norte y nordeste y en el sudeste. Con la muerte de Abd−al−Aziz concluyó la fase de
conquista y ocupación de la península.
Aunque Al−Andalus formaba parte del califato de Damasco, sus gobernadores no dependían directamente del
califa, sino del gobernador de Ifriqiya.
En el período del 716 al 756 desempeñaron el cargo de gobernador unos veinte hombres. Dada la distancia
que se encontraba de Damasco, tenían un amplio margen de independencia. La capital andalusí era Córdoba.
El reino visigodo no sólo ocupaba la península ibérica, sino también el sur de Francia, por lo que hacia el año
719, el gobernador árabe Samh logró ocupar Carbona y avanzar hasta Toulouse, frenados en el 721 por Eudo,
conde de Aquitania. En el 725 ocuparon Carcassone y Nîmes. En el 732 Abd al−Rahman al− Gafiqi reunió
sus tropas ocupando Burdeos. Siguieron rumbo norte, pero fueron derrotados en la batalla de Poitiers. En 734
ocuparon Arles y Avignon. Sin embargo, en el 738 Carlos Martel consiguió rechazarlos.
Los musulmanes que se habían establecido en el país eran en mayoría bereberes, que no estaban satisfechos de
la forma que eran tratados por los árabes, cuyo resultado fue una rebelión, y a partir del 750 abandonaron el
país y regresaron a África.
La conversión de los habitantes locales al islamismo había empezado hacia el 750, pero el número de
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conversos era insuficiente para conferirles un papel independiente en la vida política, por lo que se produjeron
grandes tensiones entre los árabes y la rivalidad de ciertas tribus ( como los quaisíes y kalbíes ).
Después del 740, la rivalidad tribal se convirtió en un factor político importante en Al − Andalus. A finales
del 741, los bereberes sitiaron Ceuta; ante esta situación, el gobernador andalusí les propuso un acuerdo: si
éste les proporcionaba medios de transporte, lucharían contra los rebeldes en Al − Andalus y abandonarían el
territorio una vez sofocada la rebelión. Éstos cumplieron, pero no abandonaron la península ibérica.
Marcharon sobre Córdoba y expulsaron al gobernador, instalando en su lugar a Baly, aunque sus adversarios
árabes se organizaron y les derrotaron, muriendo Baly .
El nuevo gobernador trató de pacificar el país, y lo logró durante cierto tiempo. Mientras tanto, en el norte de
África, un bereber, Abd al−Rahman envió un emisario a Al − Andalus, que fue recibido por el gobernador,
pero rechazó toda propuesta de Abd al−Rahman. Por lo que éste cruzó el estrecho y con un ejército derrotó al
gobernador en el 756. Todo el país se sometió a él, siendo proclamado emir de Al − Andalus en la mezquita
de Córdoba, creando una nueva situación, ya que no había ningún poder superior que le pudiera cesar de su
cargo. El principal problema de Abd al−Rahman y sus sucesores para afianzar el emirato eran la diversidad de
elementos, sobre todo el racial, ya que había cuatro grupos en Al − Andalus: árabes, bereberes, los pobladores
nativos convertidos y los mozárabes.
Mientras los omeyas se ocupaban de establecer su gobierno sobre todo el territorio que había quedado bajo su
poder, no se produjeron acontecimientos de especial importancia en la frontera septentrional, aunque sí alguna
actividad: entre los años 740 y 755 el reino de Asturias logró cierta expansión y contener los ataques árabes; y
al otro lado de los Pirineos, Carlomagno estaba creando su imperio, con ocasionales incursiones en la
península.
En el territorio donde el poder musulmán era firme, existían zonas de dominio firmes denominadas Marcas: la
defensa de Zaragoza se basaba en la Marca Superior, la de Toledo la Marca Media en al Marca Media, y la de
Mérida la Marca Inferior.
Durante el reinado de Abd al−Rahman II ( 822 − 852 ) el emirato omeya se había afianzado por completo y el
país prosperaba. Aunque los acontecimientos de los siguientes sesenta años demostraron que en realidad su
estructura era frágil y precaria.
El emir Abd Allah fue sucedido por su Abd al−Rahman III. En un primer momento todo parecía caótico:
estaba en pleno proceso una guerra civil contra Ben Hafsún, y disminuía el control sobre los señores de las
Marcas, y existían dos peligros externos: el reino de León y el nuevo poder fatimí. El acontecimiento más
importante de la historia de Al − Andalus durante el reinado de Abd al−Rahman III se relaciona con la
amenaza de los fatimíes. Esto le llevó a proclamarse califa, jefes de los creyentes, y la de asumir el
sobrenombre de al−Nasir li−din Allah ( defensor de la religión de Dios ). Al reivindicar este título, afirmaba
la independencia de Al − Andalus respecto a toda autoridad política musulmana superior. Consiguió restaurar
la unidad interna mediante la derrota de los partidarios de Ben Hafsún, y las Marcas habían vuelto a la
normalidad, y llevó a Al−Andalus a la cima de su grandeza.
Entre los años 932 y 950, Ramiro II de León consiguió tener un dominio hasta Salamanca, pero a su muerte,
se debilitaron los Estados cristianos.
La hegemonía de Abd al−Rahman III fue reconocida por el los reyes de León y Navarra y los condes de
Castilla y Barcelona, que pagaban tributo. Aún así, la ocupación no era total, ya que los musulmanes no
querían establecerse en las tierras septentrionales.
A su muerte, le sucedió Alhaquem II. Todo siguió su curso corriente. A su muerte, el poder de la dinastía
omeya y la prosperidad de su reino estaban aún en su cenit y era difícil augurar la súbita decadencia posterior
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al año 1000.
La agricultura era de secano en la meseta central, y de regadío en el sur. Introdujeron los naranjos, el arroz, el
algodón y la caña de azúcar, entre otros muchos alimentos. Cabe destacar de Al − Andalus era rica en
minerales, y los árabes prosiguieron con las explotaciones iniciadas por los romanos.
Sin embargo, la contribución más específica del Islam se produjo en la esfera de la urbanización, ya q hubo
una paulatina revitalización de la vida urbana. Las industrias urbanas proveían las necesidades de la población
local. Se creó el mercado de artículos de lujo, se dio empleó a la artesanía, etc.
La mayor parte de los bereberes pasaron a engrosar las filas del proletariado rural o incorporarse a algunos
oficios humildes de la ciudad. Los árabes se caracterizaban por una intensa confianza en sí mismos, que pudo
muy bien llevar a los demás sectores de la población no árabe a convertirse al Islam y hacerse clientes suyos.
También estaban los mozárabes, la población nativa que no se islamizó, pero admiraban la civilización árabe,
orientándose hacia su lenguaje y poesía. Otro grupo social eran los muladíes ( musulmanes de origen ibérico ),
que con el transcurso del tiempo adoptaron genealogías árabes. Por último, están los judíos y los esclavos. Los
judíos participaron en la esfera intelectual. Dentro del grupo de esclavos y libertos, podrían distinguirse
negros y eslavos.
El Estado omeya era una autocracia, es decir, estaba en manos del emir o del califa, que en cuyas manos
estaba la responsabilidad de los asuntos internos y externos y el mando supremo del ejército. Contaba con
varios delegados subordinados, que estaban a cargo de un amplio secretariado central, cuya sede se hallaba en
Córdoba.
Los no musulmanes tenían un cierto grado de autonomía, organizándose en grupos o comunidades en las
diversas provincias, y al cabeza de cada grupo está el comes ( conde ).
El plano central de la actividad intelectual musulmana siempre ha sido el derecho. Se produjo un cambio real
cuando dos jóvenes juristas de Cairuán redactaron una serie de preguntas sobre problemas jurídicos concretos
y recogieron las respuestas q les había dado en El Cairo un discípulo de Málic. Los libros de estos dos juristas,
constituían una codificación de los principios malequíes. El emir andalusí Alhaquem I dio cierto
reconocimiento oficial a esta codificación, y constituyó el rito oficial en Al − Andalus.
La obra arquitectónica más sobresaliente fue la Mezquita de Córdoba. La otra gran obra de arte fue la
ciudad−palacio de Medina Azzahra, aunque no tenía fines estrictamente utilitarios.
También se han encontrado pequeños objetos de diversos materiales ( desde el marfil y el mármol a las
incrustaciones de oro y cristal).
Cuando Alhaquem II murió en el año 976, le sucedió Hixem II, con sólo once años. Jafar al−Moshafí actuó
como regente, que fue apoyado por Abuámir, designado administrador de la princesa Sobeya para cuidar de
las propiedades y rentas de su hijo Hixem.
Gracias a sus maquinaciones e intrigas logró ir ascendiendo, y, en el año 978 Abuámir desplazó a Jafar
al−Moshafí e intentó reducir al joven califa a la impotencia.
La princesa Sobeya, viendo lo que le estaba pasando, intentó arreglar la situación, pero Abuámir se adelantó
en la jugada y trasladó la admón. de los palacios califales del Alcázar de Córdoba y de Medina Azzahra a un
nuevo palacio, el Almudena Azzahira.
Así pues está justificada denominar dictadura de los amiridas al período que va del 981 al 1008. Al − Andalus
se desplomó en el abismo en una sangrienta guerra civil, que fue del 1008 al 1031.
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Además de Hixem II, obligado a abdicar en 1009, pero restaurado en 1010, seis miembros de la familia omeya
ostentaron el califato en este período. La comedia acabó en 1031 cuando un consejo de notables decretó la
abolición del califato y el establecimiento de un consejo de Estado, que sólo gobernaba en Córdoba.
Las dificultades de comunicación fomentaban las tendencias de cada región a convertirse en una unidad
política independiente. Asimismo, la mezcla de razas se fue convirtiendo cada vez más en un problema.
La riqueza había aumentado mucho bajo Abd al−Rahman III, que hizo que el grueso de la población hubiera
adoptado una concepción tan materialista que ya muy pocos eran capaces de realizar los sacrificios que
requería la unidad.
La ruptura de la unidad de Al − Andalus comenzó en 1009. Tan pronto como el gobierno central perdió el
control de la situación, los gobernantes locales y otros dirigentes se vieron obligados a hacerse cargo del
poder.
Las banderías, la palabra de la q proviene la expresión reyes de taifas, eran los tres grupos étnicos bereberes ,
los sakhaliba ( eslavos ) y los andaluces.
En cada una de las regiones, una de las taifas solía ser la dominante. Los bereberes controlaban la costa
meridional desde el Guadalquivir hasta Granada. Las dinastías que originaron los bereberes fueron la de los
hamuditas y la de los ziritas.
Entre los andaluces, la dinastía más fuerte fue la de los abadíes de Sevilla, que se extendió hacia Granada y
Córdoba.
Pese a las vicisitudes políticas, las artes y las letras florecieron en los reinos de taifas. Se contaba con un
tesoro de odas resonantes. Estas odas tenían una métrica elaborada, con una misma rima de principio a fin,
cubiertas de símiles rebuscados y de osadas hipérboles.
La poesía árabe en Al−Andalus era simplemente una ramificación de la creada en Oriente ( caracterizada en
su continuidad y homogeneidad ). La poesía floreció a finales del s.X y todo el s.XI. Los modelos entonces
creados continuaron siendo imitados con gran habilidad y refinamiento. Sus temas principales se relacionan
con una búsqueda suntuosa y exquisita de placeres; se tocan temas gnómicos, ascéticos y místicos; etc. En
cuanto a la prosa literaria, la forma más utilizada fue la epístola.
El hombre de ciencia más destacado de Al − Andalus en el s.XI fue Ibn Hazm ( 994 − 1064 ). Se basaba en el
malequismo, que se limitaba a considerar los detalles del sistema jurídico en su aplicación práctica. El
fundador del zahirismo fue Dawud al−Isbahani, que tenía como objetivo la armonización de las afirmaciones
los textos primitivos del Corán.
El primer filósofo propiamente dicho fue Ibn−Bayya, que arremete contra el materialismo y la vida mundana
de las clases dominantes de la época. Pero el gran filósofo musulmán fue el almohade Averroes, que afirmaba
que tanto la filosofía y la religión eran verdaderas.
La obra arquitectónica más notable q nos ha legado el período de los reyes de taifas es la Aljafería de
Zaragoza, y uno de los principales monumentos almohades en España es la Giralda de Sevilla.
La desintegración de Al − Andalus constituyó parara los príncipes cristianos del norte una gran oportunidad.
En lugar de pagar el tributo al califa, llegaron a exigírselo a los reinos de taifas. Los gobernantes de las
Marcas fueron quienes primero pasaron a esta posición de subordinación.
Alfonso VI de León y Castilla logró imponer un tributo al reino de Sevilla. El reino de taifas de Toledo se
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rindió ante Alfonso en el 1085.
La caída de Toledo y la situación de peligro de Sevilla, el rey pidió ayuda al gobernante del poderoso Estado
almorávide del norte de África, Tasufin, que logró derrotar a Alfonso VI.
Tasufin volvió a Al − Andalus por influencia de juristas malequíes, aunque en este caso decidió restaurar los
destinos del Islam. En 1091 cayeron Córdoba y Sevilla bajo su poder, por lo que puede considerarse como el
principio del período almorávide.
El Estado norteafricano hacia el que los musulmanes españoles dirigieron la mirada tras la caída de Toledo en
1085 había crecido hasta alcanzar grandes dimensiones. El movimiento se inició en un pueblo nómada de
criadores de camellos: los bereberes Sanhadja. Únicamente la desesperada situación creada por la caída de
Toledo pudo inducir a Mutámid de Sevilla y a otros gobernantes de Al − Andalus a llamar a España a Yúsuf
ben Tasufin, que derrotó a Alfonso VI y regresó a África. Pero esto no alteró la debilidad de los musulmanes y
su incapacidad para rechazar los ataques cristianos. Por consiguiente, apelaron de nuevo a Yúsuf ben Tasufin.
Aunque esta vez vino con la intención de formarse una idea de la situación política general de España. A
finales del 1009, ocupó sin lucha Granada, y meses después sometió Córdoba y Sevilla, aparte de varias
pequeñas ciudades, quedando así el sur peninsular bajo su dominio.
El poder de la dinastía bereber no permaneció por mucho tiempo en su cenit. Los generales y demás oficiales
y soldados quedaron deslumbrados por la cultura y el refinamiento material de Al − Andalus, lo que generó un
debilitamiento moral, produciéndose así una pérdida de cohesión en todo el sistema político.
La decadencia comenzó en 1118, con la conquista de Zaragoza por Alfonso I de Aragón. Alfonso VII de
Castilla llevó a cabo una expedición hacia el sur en el 1133. Finalmente, la oposición y el descontento
popular, culminaron en las rebeliones de 1144 y 1145, poniendo fin a la dominación almorávide en España,
que dio lugar a la conquista de de Al − Andalus por los almohades hacia el 1170.
El fundador del movimiento almohade fue Ben Tumart. Entre los años 1117 y 1118 encontró al hombre que
conduciría el movimiento al éxito político: Abd al−Mumin. Pronto tuvo bajo su mando un número suficiente
de hombres como para desafiar el poder almorávide a nivel local. Ben Tumart murió en 1130, y Abd
al−Mumin le sucedió. El fin del Estado almorávide se produjo en 1147 con la pérdida de su capital,
Marraquech, ocupada por los almohades. El fundador del imperio almohade, Abd al−Mumin, tras anexionarse
Túnez y Tripolitania, dirigió su mirada de nuevo hacia la península ibérica.
La oposición de Ibn Mardanis acabó con la muerte del sucesor de Abd al−Mumin, y sus sucesores no tuvieron
opción que someter Sevilla al poder almohade. En una campaña posterior, Abu Yúsuf Yacub llevó la Guerra
Santa hasta territorio enemigo, pero murió en 1184. La primera tarea de su sucesor fue reconquistar la ciudad
de Bugía y el vecino sector litoral argelino. En 1195 consiguieron una gran victoria sobre Alfonso VIII de
Castilla.
En 1212, un ejército conjunto de León, Castilla, Navarra y Aragón derrotó a los almohades. El califa
Muhammad murió en 1213, y su sucesor fue incapaz de restaurar el régimen, muriendo sin descendencia,
poniendo así fin al poder almohade por lo que la reconquista se facilitó.
El fundador de la dinastía nazarita fue Muhammad ibn Yúsuf ibn Nasr. Establecido en un principio en Jaén
como gobernante, pero el avance de la Reconquista bajo Fernando III de Castilla le obligaron a retirase a
Granada, que pudo mantener su independencia durante dos siglos y medio.
La campaña final contra Granada fue lanzada en 1491. Antes de incluir el año, los defensores decidieron
rendirse, que se produjo de manera oficial a principios de 1492.
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