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LA APUESTA POR UNA COLOMBIA SIN EFECTIVO
Concepción (Antioquia) fue recientemente noticia nacional al convertirse en el primer
municipio colombiano en eliminar el efectivo para sus actividades económicas cotidianas.
Se trata de un proyecto piloto que lidera Davivienda y el gobierno local, con el apoyo de
Asobancaria y Banca de las Oportunidades, cuyo objetivo es que los 4.500 habitantes de
Concepción dejen a un lado billetes y monedas y usen las transacciones electrónicas.
No podemos ignorar que es un paso importante en el camino hacia la construcción de una
economía en donde cada día se use menos el efectivo y se recurra más a celulares,
internet y nuevas herramientas tecnológicas para realizar transacciones financieras.
Sin embargo, hay que mirar qué sigue para Colombia después de este primer piloto de un
municipio sin efectivo. Es esencial preguntarnos en qué estamos hoy, a dónde queremos
llegar y qué necesitamos para implementar un ecosistema que acepte de forma
generalizada medios de pago alternativos al efectivo.
De acuerdo con el reciente Estudio de Demanda de Inclusión Financiera desarrollado por
Banca de las Oportunidades y la Superintendencia Financiera, apenas el 4% de los
microempresarios reciben tarjetas (débito/crédito) para pagos por compras. La misma
investigación arrojó que el 72% de los microempresarios y el 57% de individuos
entrevistados usan solo efectivo para realizar transacciones.
Según el Banco de la República, a mayo de este año circulaban en la economía nacional
cerca de 54 billones de pesos en efectivo. De acuerdo con Asobancaria, este uso en
Colombia sigue siendo alto con respecto a otras economías: en Chile la preferencia por el
efectivo es del 20 por ciento; en Japón alcanza el 14 por ciento; en Corea del Sur es del
10 por ciento y en el Reino Unido y Suecia, del 5 por ciento, mientras en Colombia llega
al 48 por ciento.
Sumado esto a otros estudios como el GlobalFindex – 2014 y la Encuesta de microestablecimientos del DANE, con indicadores que demuestran que es alto el uso de
efectivo en nuestro país, se evidencia, por ahora, una baja penetración de medios
electrónicos para realizar transacciones financieras.
Esta situación nos lleva a reflexionar sobre desarrollar tecnologías y modelos de negocio
más ajustados a las realidades de los pequeños comerciantes, característicos en las
zonas rurales. Así mismo, complementar e integrar los canales ya existentes como los
pagos con tarjetas a través de datáfonos, los corresponsales, los cajeros automáticos y el
internet.
Igualmente es esencial que los ciudadanos, que como vemos aún tienen una cultura
arraigada del uso del efectivo, logren percibir cuáles son los beneficios reales que pueden
aplicar en su vida cotidiana al usar los pagos electrónicos. Por ejemplo, el Ministerio de
Agricultura de Nigeria
introdujo en 2012 una ‘billetera electrónica’ para la
comercialización de fertilizantes y semillas a través de los teléfonos celulares de los
agricultores, que empezaron a beneficiarse con la compra de insumos cuando realmente
lo necesitaban.
Ya hay ejemplos de países que anuncian la abolición definitiva del efectivo en sus
economías. Es el caso de Dinamarca que aspira a convertirse en el 2016 en el primer
país del mundo que acaba con el dinero en efectivo. Otro ejemplo es Suecia donde,
según el periódico The Local, el 80% de todas las compras se efectúan por medios
electrónicos o con tarjetas. La apuesta es que Suecia podría convertirse en una nación sin
dinero en efectivo, aunque no antes del 2030, según revela el medio de comunicación.
La experiencia de Concepción, donde se ha tenido un gran trabajo de diversos sectores
en los últimos meses, ha demostrado que lograr un ecosistema en el que se fomenten las
transacciones electrónicas no es una tarea fácil.
Por eso, su éxito y masificación exigen el concurso de diversos actores: el Gobierno
nacional y local, el sector privado, incluyendo diversas entidades financieras,
representantes del sector solidario, los comercios, entre otros.
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