ABORDAJE JURIDICO Y LEGAL DEL MALTRATO INFANTIL Andujar, 17 de noviembre de 2000. 12 horas. Cristóbal Fco. Fábrega Ruiz. Fiscal Coordinador de Menores. Profesor de Derecho de Familia de la Universidad de Jaén. I.- EVOLUCION HISTORICA DEL DERECHO DEL MENOR.El cambio producido en las últimas décadas en la conciencia social respecto del papel real que en la sociedad actual debe corresponder a los menores, ha dado lugar al abandono de la tradicional concepción de la atención de las necesidades de los menores como función prácticamente exclusiva de los titulares de la patria potestad o tutela, es decir, inmersa en la más pura teoría privatista, con actuaciones públicas muy limitadas y enmarcadas en la idea de "beneficencia". Se ha avanzado así a un concepto integral de la protección del menor con una mayor intervención de las entidades públicas y una nueva conceptuación de los menores de edad como sujetos de los derechos que a toda persona, por el hecho de serlo, corresponden, además de sujetos de aquellos derechos derivados de la especial protección que, por su propia dependencia de otros, les es debida. Se supera así la tradicional concepción de la patria potestad como un derecho de propiedad absoluto de los hijos por los padres que, si bien ha sido superado jurídicamente, socialmente continua manteniendo resquicios que son el mejor caldo de cultivo para el maltrato infantil. Así estos padres afirman su pleno convencimiento de que pueden hacer de su hijo lo que quieran porque le pertenecen a él. La idea que considera al menor como sujeto de derechos marca el inicio de una nueva filosofía en relación con el mismo, basada en un mayor reconocimiento del papel que éste desempeña en la sociedad y en la exigencia de un mayor protagonismo para él. De forma paralela con la tendencia general apuntada, se ha llevado a cabo, en los últimos años, un importante proceso de renovación de nuestro ordenamiento jurídico en materia de menores buscando una mayor participación social y protección de estos. Junto a ello se constata que el menor es objeto indefenso de consumo, pelota de juego en múltiples contiendas familiares y matrimoniales, objeto de lucro, venta, corrupción y explotación, quedando patente su marginación, indefensión y destrucción en un entorno de violencia, agresividad, delincuencia, drogadicción y consumismo1. Surge, de esta forma, una nueva visión de los problemas de los menores que va a provocar un cambio en la actitud que los organismos y las personas que se relacionan con ellos deben mantener ante los mismos. Por un lado, los poderes públicos deben arbitrar las medidas tendentes a que los particulares que están obligados a ello protejan y promuevan el efectivo ejercicio de tales derechos e, incluso, 1 Ríos Martín, J.C. << El menor ante la ley penal: educación versus penalización>> en Actualidad Penal, XXVI/1994, Pág. 468. 1 sustituirlos en dicha función cuando no puedan o no sean capaces de hacerlo, con la finalidad última de procurar el desarrollo integral de los menores. Por otro, los nuevos principios contemplan la situación mas “ desde” el menor, que “hacia” el mismo. Se busca, de esta forma, una mayor intervención publica para controlar las actividades que, aunque tradicionalmente pudieran haber sido admitidas, menoscaban estos derechos del menor que hoy empezamos a reconocer. El ordenamiento jurídico va reflejando progresivamente una concepción de las personas menores de edad como sujetos activos, participativos y creativos, con capacidad de modificar su propio medio personal y social; de participar en la búsqueda y satisfacción de sus necesidades y en la satisfacción de las necesidades de los demás. La evolución nos ha llevado desde el menor objeto al menor sujeto. Y ello supone un cambio en el abordaje al mismo, y la necesidad de la participación del menor en los asuntos que le competen. Por ello, actitudes que hace cuarenta años no se considerarían como maltrato hoy están consideradas como verdaderas formas de maltrato infantil. II.- EL MALTRATO INFANTIL COMO FORMA ESPECIFICA DE LA VIOLENCIA DOMESTICA.La mayor parte de los casos que podemos encuadrar en el concepto de maltrato infantil se dan en el seno de la familia lo que les da unas especiales características que lo equiparan e incluyen dentro de la llamada violencia intrafamiliar o domestica. Nos es muy difícil percibir el maltrato porque convivimos con el, siendo parte integrante de nuestra vida social. La violencia contra el menor, al igual que la que acontece entre cónyuges, se caracteriza por su invisibilidad. En tal sentido, nuestras observaciones se recortan en un contexto limitado, es decir, cuando el fenómeno se hace evidente en la instancia pública, como consecuencia de la apertura de puertas del mundo privado. Dicho de otra forma: cuando el problema ha sido revelado por el pedido de ayuda o la denuncia. En este tipo de violencia la sociedad suele levantar un muro de silencio, se considera un problema privado, por lo que muchos de los que podrían ayudar no lo hacen. Las victimas no denuncian y ese silencio se transforma en una coartada perfecta para las personas e instituciones que no desean enfrentarse a este problema. Debemos admitir que, así como la familia es el agente socializador básico, al mismo tiempo y en muchos casos constituye una escuela de la violencia donde el niño pequeño aprende que las conductas agresivas representan un método eficaz para controlar a las demás personas y para realizar sus propios deseos. Aún cuando la persuasión y la negociación podrían producir iguales o mejores resultados, éste no es el código que muchas familias legan a sus hijos. Así la trasmisión generacional se erige en germen de la violencia en el conjunto social2. La tolerancia del maltrato a los niños no solo supone, según este planteamiento, un desconocimiento de los derechos básicos de toda persona que también forman parte de los derechos del niño, sino que, a la larga, provoca efectos nocivos en la sociedad como conjunto al suponer formas de pervivencia de los medios 2 Las llamadas teorías del aprendizaje social basan el desarrollo del individuo en el conjunto acumulativo de las experiencias de aprendizaje que se integran a lo largo del tiempo conformando su personalidad. De aquí que hayan elaborado una teoría intergeneracional de la violencia. Cierto que esta teoría no puede explicar por si sola la génesis de la violencia en nuestra sociedad. 2 violentos para la solución de problemas y de frustraciones3. Los estudios reflejan que la familia es el grupo social mas violento, tras la policía y el ejercito, siendo el hogar el escenario donde se produce mas violencia en nuestra sociedad. Los casos de maltrato al niño, pocas veces se dan en caso de buena convivencia matrimonial. Es el sistema familiar el que no prospera y no una mera relación del mismo. Este es el motivo por el que las acciones abusivas que se producen en el seno del hogar han sido objeto de especial preocupación en las últimas décadas4. Esta mayor exhibición del problema obedece, esencialmente, a un cambio en las relaciones de poder dentro de la estructura familiar y a un mayor reconocimiento de los derechos personales de los componentes de la familia. La nueva posición de la mujer en la sociedad, el reconocimiento del niño como sujeto de derecho, el respeto que merece la dignidad del anciano y discapacitado, han sido los pilares de este interés social dirigido a combatir la violencia doméstica. Consiguientemente, las políticas estatales han dejado de considerar a la familia como un reducto privado ajeno a la intervención social y se ha buscado, entonces, destacar sus funcionamientos deficientes, origen de las agresiones hogareñas. El maltrato a los niños ocurre desde que el ser humano se encuentra en la faz de la tierra: hasta hace poco tiempo fue tolerado e inclusive estimulado por considerarse un derecho inalienable de los padres, o de los adultos, bajo la excusa de la corrección. Tales cambios en las posiciones e intereses, que se originan en el siglo XIX, es la consecuencia de las profundas transformaciones sociales conectadas con el desarrollo de la sociedad industrial y las instituciones políticas, filosóficas y religiosas que acompañaron a la evolución social. Dentro de este marco, las mujeres y los niños comenzaron a existir como categorías sociales válidas. Si bien los problemas socio-económicos y ambientales parecen incidir en la frecuencia y la intensidad de los malos tratos, gran parte de los autores coincide en considerar que la violencia doméstica, y en particular la violencia contra el menor, no son patrimonio de un sector socioeconómico específico, sino que, por el contrario, recorren toda la estructura social, asumiendo en cada caso las particularidades propias de cada sector. Podemos decir, por el contrario, que la identificación del maltrato infantil con la clase social baja proviene de una forma mas de etiquetado por el que la profesión o la forma de vida de los padres influye en el parecer de la sospecha por parte del medico. La puesta en marcha de soluciones a corto plazo para el cuidado de niños y de servicios de ayuda a los padres, ha puesto de relieve que los malos tratos infantiles a menudo tienen lugar cuando los padres se encuentran bajo una fuerte y continua tensión producida por problemas familiares que no pueden controlar. Para impedir la división de las familias e intentar resolver el problema de los niños maltratados es necesario que la sociedad entienda mejor el papel vital que juegan aquí las fuerzas sociales y económicas. La prevención eficaz requiere un cambio fundamental de los valores sociales y de las prioridades públicas que permita aliviar las condiciones 3 No en vano y aunque no supone una verdad absoluta, se dice que tras todo maltratador de menores hay un menor maltratado Esto no quiere decir que todos los que maltratan fueron maltratados cuando niños o sean enfermos mentales, las investigaciones han demostrado que los padres o cuidadores que han sufrido de este fenómeno en su niñez comprenden el peligro que conlleva y tratan de evitarlo y con respecto a lo segundo se pudo constatar que en la gran mayoría de los casos los autores son personas normales. Ahora bien, no podemos olvidar que los comportamientos que vivimos desde pequeños como << normales>>, terminamos aceptándolos y considerándolos como tales. 4 Tengamos en cuenta que solo a finales del siglo pasado empezó estudiarse el maltrato dentro de las familias. En el campo del maltrato infantil no se empezó hasta la década de los 70 del siglo que ahora termina. 3 de pobreza, desempleo, vivienda inadecuada y mala salud de la gran mayoría de familias con este tipo de problemas. También es necesario poner un mayor énfasis en los derechos de los niños y en las responsabilidades de los padres hacia sus hijos. No podemos desconocer la importante relación que estos problemas de maltrato infantil tienen con la llamada violencia domestica o intrafamiliar que solemos contemplar al hablar de la violencia contra las mujeres. Muchas de las medidas que podemos adoptar en estos casos son coincidentes y paralelas, por lo que no debemos olvidar esta perspectiva al estudiar y contemplar planes contra la violencia entre sexos5. La condición de menor supone un especial peligro de ser objeto de abusos, muchos de ellos de carácter delictivo, causados por las personas que les rodean y que están llamados a velar por ellos en los primeros años de su vida. Esto tiene especial importancia en el campo de la familia, ya que esta es el foco de violencia mas destacado de nuestra sociedad. Las instituciones cerradas como la familia generan situaciones en las que la violencia puede fácilmente llegar a aparecer de forma repetida. Las victimas pueden sentirse incapaces de escapar del control de los agresores a los que están sometidos por la fuerza física, la dependencia emocional el aislamiento social o por otros vínculos económicos, sociales y jurídicos. En esta violencia, y tal como expone Corsi6,los sujetos mas vulnerables en el seno del hogar son las mujeres, los niños y los ancianos. Los estudios victimológicos han establecido de forma contundente el notable factor victimógeno de la edad y, en particular, la mayor vulnerabilidad de los menores como blancos idóneos de la victimización violenta debido a su inferioridad biológica, equiparándose en esto a los ancianos. Los escasos estudios realizados al respecto han destacado como, en este tipo de agresiones, se da una gran influencia de la clase social, predominando las lesiones de ataque y dándose una gran importancia del componente omisivo. La legislación protectora de menores existente en nuestro país también contempla esta problemática. 5 No soy partidario de la creación de Secciones en Fiscalía para los temas de violencia domestica. Estos asuntos se esparcen por todos los juzgados de una provincia y es imposible que una sección de Fiscales pudiera realizar esa intervención. Creo que la solución anda mas por la asunción de todos estos asuntos - vía norma de reparto- por un solo Juzgado. A excepción de las mujeres el resto de los casos y con la salvedad dicha de la dispersión, se solucionaría con la creación de secciones amplias de protección. Tengamos en cuenta que los instrumentos jurídicos, los sistemas de abordaje, y la legislación a aplicar coincide en un 90% en la protección de un menor, un anciano o un incapaz. Seria interesante la reflexión sobre esas secciones de protección que pienso, y es una opinión personal, darían un mejor servicio a la sociedad desde el Ministerio Fiscal. En la persecución de los malos tratos a las mujeres y aun siendo de los que piensa que, además de instrumentos jurídicos hacen falta mecanismos de reinserción social y de apoyo a las victimas, creo que estamos ante el uso de instrumentos penales ordinarios que cualquier Fiscal podría desempeñar con competencia técnica. El problema es mas de sensibilidad ante el problema y de comprensión de la especial situación vivida por la victima. Por ello, es mas operativo, a mi entender, buscar esa sensibilidad en toda la plantilla, lo que redundaría también en un mejor abordaje en los casos en que son victimas menores o incapaces. Otra cosa es el seguimiento estadístico, que se esta haciendo en casi todas las Fiscalías, estando en preparación los programas informáticos para una mayor eficacia. Para ello no hacen falta secciones sino conexión de las Fiscalías en red con las bases de datos de los Juzgados lo que, al menos en Andalucía, parece ser una realidad a medio plazo. 6 Citado por Echeburúa, E. y Amor, P.J. en La Criminología Aplicada II, CGPJ; Pág. 102. 4 Como hemos visto, el campo delictivo contra los menores tiene una de sus principales manifestaciones en la llamada violencia domestica, si bien este concepto se identifica, a nuestro entender incorrectamente, con la violencia intrafamiliar contra las mujeres. Nosotros creemos que en la misma debe comprenderse el maltrato o descuido de ancianos, menores, así como el maltrato de los padres por sus hijos7, definiéndola como aquellas conductas agresivas que ejercen sobre los miembros más débiles de un grupo familiar otros miembros de ese mismo grupo. Así lo ha entendido también el Consejo de Europa al definir la violencia intrafamiliar como << toda acción u omisión cometido en el seno de la familia por uno de sus miembros, que menoscaba la vida o la integridad física o psicológica, o incluso la libertad de otro de los miembros de la misma familia, y que causa un serio daño al desarrollo de la personalidad.>> La violencia familiar se basa en una dinámica de poder, siendo los dos ejes del desequilibrio de poder dentro de la familia el sexo y la edad. En este campo, como podemos ver, es perfectamente incluible la violencia contra los menores, dando lugar a lo que algún autor ha denominado la << otra violencia domestica>> para distinguirla de la ejercida sobre las mujeres, hoy de rabiosa actualidad, y que, muchas veces, parece el único referente cuando se tratan estos temas. III.- CLASES DE MALTRATO INFANTIL.- Existen distintas maneras de definir que podemos entender por maltrato infantil, que aparece expresamente prohibido en la Declaración Universal de los Derechos del Niño de 1989, suscrita por la mayoría de los países. Así el Centro Internacional de la Infancia de París, considera que maltrato infantil es "cualquier acto por acción u omisión realizado por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto y todos los estados derivados de estos actos o de su ausencia que priven a los niños de su libertad o de sus derechos correspondientes y/o que dificulten su óptimo desarrollo". Una definición de maltrato en sentido amplio es la que formula Pérez cuando dice "Un niño es maltratado o abusado cuando su salud física o mental, o su integridad están en peligro, ya sea por acciones o por omisiones llevadas a cabo por el padre o la madre u otras personas responsables de su cuidado; o sea, el maltrato se produce por acción o por descuido o negligencia.” De una forma general podemos dividir el maltrato en dos grupos fundamentales según su forma, la pasiva y la activa, integrando la pasiva el abandono y la negligencia y la activa las agresiones físicas o corporales y las agresiones emocionales además de referirse como parte integrante del mismo al llamado maltrato o abuso sexual; pero un concepto como el de maltrato presenta un conjunto de significados extremadamente amplio, que aluden a un complejo espectro de comportamiento sobre los cuales se pueden producir zonas muy amplias de superposiciones y coincidencias, ellas son: a) la agresión física; b) la perturbación y violencia sexual: c) la negligencia en lo que se respecta a la alimentación, la salud y la protección; d) la violencia psicológica: e) el abandono físico; f) el abandono emocional. De esta forma existen diferentes tipos de maltrato, siendo raro encontrar un niño en el que el maltrato sea de un solo tipo ; un niño golpeado es también maltratado emocionalmente ; un niño que evidencia signos de falta de cuidado o negligencia, frecuentemente también padece maltrato 7 Ver De Vega Ruiz. Las agresiones familiares en la violencia doméstica, Aranzadi, Pág. 62. 5 físico o emocional. Las distintas formas de maltrato hacen que deban existir medios jurídicos alternativos, siendo distinto el abordaje de cada una de las formas de maltrato. Dentro del concepto de maltrato podemos distinguir: a.- Maltrato físico: Podemos definirlo como toda acción no accidental de algún adulto que provoca daño físico o enfermedad en el niño, o que le coloca en grave riesgo de padecerlo como consecuencia de alguna negligencia intencionada. Se incluirá en el cualquier lesión física infringida al niño ( hematomas, quemaduras, fracturas, u otras lesiones) mediante pinchazos, mordeduras, golpes, tirones de pelo, torceduras, quemaduras, puntapiés u otros medios con que se lastime el niño. En la definición del maltrato infantil es necesario recalcar el carácter intencional, nunca accidental, del daño o de los actos de omisión llevadas a cabo por los responsables del cuidado del niño, con el propósito de lastimarlo o injuriarlo. Aunque el padre o adulto a cargo puede no tener la intención de lastimar al niño, también se interpreta como maltrato a la aparición de cualquier lesión física arriba señalada que se produzca por el empleo de algún tipo de castigo inapropiado para la edad del niño. A diferencia del maltrato físico el castigo físico se define como el empleo de la fuerza física con intención de causar dolor, sin lesionar, con el propósito de corregir o controlar una conducta. No siempre es sencillo saber cuando termina el "disciplinamiento" y comienza el abuso. En contraposición con el maltrato físico, el castigo corporal es una práctica muy difundida y socialmente aceptada. A pesar de ello, constituye una violación de los derechos fundamentales como personas, es un atentado contra su dignidad y autoestima, es una práctica peligrosa porque puede causar daños graves a los niños y constituye siempre una forma de abuso psicológico que puede generar estrés y depresiones. Los niños que sufren este tipo de castigo tienden a reproducir comportamientos antisociales y a convertirse en adultos violentos. En este caso, resulta difícil de distinguir lo que es el uso del normal y del lógico deber de corrección paterno, y el exceso en el mismo que entraría en el campo del maltrato infantil. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que hasta hace algo mas de un año los castigos físicos estaban permitidos en los colegios de un país democrático como Inglaterra. Debemos tener en cuenta que en la medida en que se experimenta la violencia como parte de la socialización familiar el riesgo de convertirse en una persona violenta es mayor. Si la agresividad forma parte de los patrones de conducta habituales de una familia, el niño tiene mas oportunidades de imitar las respuestas violentas predominantes de su entorno y adaptarlas a su conducta. b.- Abandono físico: Es la situación en que las necesidades físicas básicas del menor, (alimentación, higiene, seguridad, atención médica, vestido, educación, vigilancia...), no son atendidas adecuadamente por ningún adulto del grupo que convive con él. Significa una dejación intencional de los padres o tutores en satisfacer las necesidades básicas del niño en cuanto a alimento, abrigo o en actuar debidamente para salvaguardar la salud, seguridad, educación y bienestar del mismo. La ausencia de provisión de los recursos necesarios y socialmente disponibles debida a acciones humanas proscritas de los padres o responsables que suponen la aparición de daños permanentes en el desarrollo y funcionamiento del menor. Pueden definirse dos tipos de abandono o negligencia: 6 * Abandono Físico: Este incluye el rehuir o dilatar la atención de problemas de salud; echar de casa a un menor de edad; no realizar la denuncia o no procurar el regreso al hogar del niño que huyó; dejar al niño solo en la casa o a cargo de otros menores. * Negligencia o abandono Educacional: No inscribir a su hijo en los niveles de educación obligatorios para cada provincia; no hacer lo necesario para proveer la atención a las necesidades de educación especial. En diversas oportunidades realizar el diagnóstico de negligencia o descuido puede presentar problemas de subjetividades. El descuido puede ser intencional como cuando se deja a un niño sin comer como castigo, o no intencional como cuando se deja solo a un niño durante horas porque ambos padres trabajan fuera del hogar. En este último ejemplo como tantos otros que genera la pobreza, el abandono o descuido es mas un resultado de naturaleza social que de maltrato dentro de la familia. Las manifestaciones más frecuentes son las infracciones culposas contra la vida, salud o integridad, pero igualmente se refiere a los tipos penales que integran el quebrantamiento de los deberes de custodia o de abandono de familia y menores. c.- Abuso sexual: Cualquier clase de placer sexual con un niño por parte de un adulto desde una posición de poder o autoridad. No es necesario que exista un contacto físico (en forma de penetración o tocamientos) para considerar que existe abuso sino que puede utilizarse al niño como objeto de estimulación sexual, se incluye aquí el incesto, la violación, la vejación sexual (manoseo a un niño con o sin ropa, alentar, forzar o permitir a un niño que toque de manera inapropiada al adulto) y el abuso sexual sin contacto físico (seducción verbal, solicitud indecente, exposición de órganos sexuales a un niño para obtener gratificación sexual, realización del acto sexual en presencia de un menor, masturbación en presencia de un niño, pornografía...) Son contactos o acciones recíprocas entre un niño y un adulto, en los que el niño está siendo usado para gratificación sexual del adulto y frente a las cuales no puede dar un consentimiento informado. La mayoría de estos delitos se producen en el ámbito del hogar, siendo el abusador muchas veces un miembro de la familia o un conocido de esta o el menor. Los abusos sexuales se definen a partir de dos conceptos, coerción y asimetría de edad. El primero abarca tanto la fuerza física como la intimidación o el engaño, y se entiende como criterio suficiente para que la conducta deba etiquetarse de abuso sexual. La asimetría de edad supone un poder que vicia la relación igualitaria, haciendo imposible una actividad sexual común. En general los autores no se ponen de acuerdo en la edad limite para considerar cuando nos encontramos ante abusos sexuales a menores moviéndose entre los 15 y los 17 años, y entendiendo que, a partir de dicha edad, el menor esta en condiciones de prestar libremente su consentimiento y, por ello, las agresiones contra su libertad sexual serán similares a las realizadas a un adulto. Una forma común de abuso sexual es el incesto, definido este como el acto sexual entre familiares de sangre, padre-hija, madre-hijo, o hermanos. Los estudios sobre la magnitud de los abusos sexuales son menos frecuentes que los relativos a los malos tratos físicos, hecho atribuible, fundamentalmente, a que el incesto conforma entre un 30 y un 50% del total del abuso sexual de menores. En tanto tales sucesos constituyen asuntos o secretos de familia, las situaciones de ocultamiento del abuso pueden prolongarse por años, o nunca evidenciarse. La carga emocional que acompañan a estos casos hace que sean mas difíciles de descubrir que el resto de las formas de maltrato. 7 Las tendencias muestran que, mientras los varones parecen más propensos a ser objeto de maltrato físico en las primeras etapas de la vida, las mujeres muestran mayor vulnerabilidad al ataque sexual cuando comienzan la adolescencia. Las estadísticas en torno al abuso sexual (incestuoso o no) de las niñas, lo ubican en una media de alrededor de 12 años. Sin embargo, estudios recientes indican un incremento significativo del abuso sexual en niños más pequeños (por debajo de los 6 años). Al respecto una investigación de UNICEF en México arrojó que no existe un rango de edad de las agredidas; pero que generalmente la edad promedio de las víctimas es superior a los 6 años de edad y que son las del sexo femenino las más propensas a este fenómeno. Si dentro del abuso sexual el incesto ocupa una elevada proporción, debemos señalar que la relación incestuosa padre-hija comprende el 75% de la totalidad de tales casos. Este tipo de incesto no es, por lo general, violento, aunque en la pre-adolescencia y en la adolescencia temprana puede haber asociación con malos tratos físicos. Los autores coinciden en señalar que los padres incestuosos rara vez abusan de una sola hija. Generalmente comienzan con la mayor y luego transfieren su atención a la que sigue en edad; acuden a la persuasión, imponen su autoridad o amenazan con castigos. Asimismo, la mayoría de los padres que tienen relaciones incestuosas con sus hijos han sido llamados como personas introvertidas, socialmente aislados y centrados en su familia, y a muchos de ellos -que se van deslizando hacia un comportamiento incestuoso- proporciona el impulso final, una esposa que origina situaciones permisivas de una mayor intimidad entre el padre y la hija; ausencias prolongadas, trabajo nocturno, etcétera. Otras investigaciones afirman que las madres muchas veces ignoran las señales transmitidas por sus hijas acerca de lo que les sucede. Estas esposas/madres exhiben una enorme dependencia de sus maridos, lo cual oscurece cualquier sentimiento de ultraje. Se niegan a creer que su esposo puede cometer ese acto, o bien sienten impotencia por evitarlo. Este tipo de maltrato es de los mas difíciles de probar. Es sintomático su uso en casos de separación matrimonial y de conflicto entre ex-cónyuges que, con el fin de ganar la custodia o de evitar el régimen de visitas del otro progenitor, inducen al niño a la denuncia de algo que no ha existido lo que hace que haya que observar muy cautelosamente – con exámenes psicológicos del menor y de los padres- las denuncias existentes. En este caso los niños son siempre victimas, bien por haber sufrido realmente el abuso, bien por verse obligados a declarar de forma falsa contra uno de sus padres o contra el actual compañero de este, a causa de móviles de venganza o de intereses económicos o de otro tipo del progenitor inductor con las graves consecuencias que ello conlleva para el desarrollo y la estabilidad psicológica del menor. No quiere decir que, en estos casos, las denuncias tengan que ser necesariamente falsas, sino que existe un porcentaje importante que si lo son. A veces las denuncias buscan llamar la atención por parte del niño. Debemos pues ser muy cautelosos en la valoración de estas denuncias. d.- Maltrato emocional o psíquico: Conductas de los padres o cuidadores tales como insultos, rechazos, amenazas, humillaciones, desprecios, burlas, críticas, aislamiento, atemorización que causen o puedan causar deterioro en el desarrollo emocional, social o intelectual del niño. Los estudios han demostrado que sus efectos pueden ser mas perjudiciales que el maltrato físico por si mismo, y suele terminar desembocando en el maltrato físico. Esta es una de las formas mas sutiles pero también mas extendidas de maltrato infantil. Son niños habitualmente ridiculizados, insultados, regañados o menospreciados. Se los somete en forma 8 permanente a presenciar actos de violencia física o verbal hacia otros miembros de la familia. Se les permite o tolera el uso de drogas o el abuso de alcohol. La ley no define el maltrato psíquico, pero podemos entender como tal a toda aquella acción que produce un daño mental o emocional en el niño, causándole perturbaciones de magnitud suficiente para afectar la dignidad, alterar su bienestar o incluso perjudicar su salud. Así, actos de privación de la libertad como encerrar a un hijo o atarlo a una cama, no solo pueden generar daño físico, sino seguramente afecciones psicológicas severas. Lo mismo ocurre cuando se amenaza o intimida permanentemente al niño, alterando su salud psíquica, o cuando se obliga a un menor a mendigar usando la violencia o la intimidación. e.- Abandono emocional: Situación en la que el niño no recibe el afecto, la estimulación, el apoyo y protección necesarios en cada estadio de su evolución y que inhibe su desarrollo óptimo. Existe una falta de respuesta por parte de los padres o cuidadores a las expresiones emocionales del niño (llanto, sonrisa,...) o a sus intentos de aproximación o interacción. La falta de sentimiento paternal para proteger al niño, no tocarlo o no demostrarle amor constituyen una forma grave de maltrato y por lo general no es reconocido como tal. Dentro de este tipo de maltrato debe incluirse también el padecimiento pasivo de los niños en los procesos de separación, una vez que las hostilidades se desbordan y cronifican. f.-Síndrome de Münchhausen por poderes: Los padres cuidadores someten al niño a continuas exploraciones médicas, suministro de medicamentos o ingresos hospitalarios, alegando síntomas ficticios o generados de manera activa por el adulto (por ejemplo mediante la administración de sustancias al niño). Consiste en la simulación de síntomas físicos patológicos en terceras personas. Puede ser mediante la administración o inoculación de sustancias o la manipulación de excreciones o simplemente la sugerencia de sintomatología difícil de demostrar. Es una forma de maltrato infantil poco frecuente, llevada a cabo por los familiares mas directos del menor, quienes normalmente poseen un nivel intelectual y social medio-alto y mantienen un cierto distanciamiento con el resto de la familia. Es muy difícil de diagnosticar. g.-Maltrato institucional: Se entiende por malos tratos institucionales cualquier legislación, procedimiento, actuación u omisión procedente de los poderes públicos o bien derivada de la actuación individual del profesional que comporte abuso, negligencia, detrimento de la salud, la seguridad, el estado emocional, el bienestar físico, la correcta maduración o que viole los derechos básicos del niño. Cuando, ignorando la identidad y peculiar naturaleza del menor, su peculiar realidad evolutiva, personal y social, no se dan respuesta a sus demandas vitales y a su situación carencial, y luego, como una forma de control social, se responde a las consecuencias de su conducta desadaptada, tratándolo como sujeto peligroso, mas que como persona en peligro, se esta procediendo al maltrato que llamamos institucional8. Un ejemplo que podría reflejar de forma clara lo que llamamos maltrato institucional se encuentra en el trato que a los menores inmigrantes ilegales y sin compañía de sus padres se da en la practica en nuestro país. Según la Ley Orgánica de Derechos y Libertades de los Extranjeros y su integración social (LOE), se considerará regular a todos los efectos la residencia de los menores que sean tutelados por una Administración pública, debiendo otorgárseles, a instancia del organismo que ejerza la tutela, un permiso de residencia, cuyos efectos se retrotraerán al momento en que el 8 Ríos Martín, Oc., Pág. 470. 9 menor hubiere sido puesto a disposición de los servicios competentes de protección de menores, lo que puede tener importantes consecuencias para regularizar su situación en nuestro país. La tutela de la Administración Publica es automática desde que el menor se encuentra desamparado y en territorio español. De igual forma, la Ley Andaluza de los Derechos y Asistencia a los Menores (LADAM), establece en su Disposición Adicional 8ª-2 : “La Administración de la Junta de Andalucía, en colaboración con la Administración del Estado, procurará la adecuada atención e integración social de los menores extranjeros que se encuentran en situación de riesgo o desamparo, durante el tiempo que éstos permanezcan en nuestra Comunidad Autónoma, respetando en todo momento su cultura y procurando la reinserción social en su medio familiar y social siempre que ello sea posible. A tal fin se promoverá el establecimiento de programas de cooperación y coordinación necesarios con los Estados de origen de los menores.” Hay que tener en cuenta que el mandato del art. 10-4º de la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor ( LOPJM) va dirigido a toda entidad publica y, por ello, a la administración autonómica y a la central, en cuanto establece la obligación de documentar a los menores inmigrantes. Una vez que el menor extranjero ha sido declarado en desamparo y pasa a la tutela de la entidad publica, se impone la obligación a la entidad tutelar de instar ella la concesión del permiso de residencia. Esta residencia al considerarse como regular afectara a la adquisición de la nacionalidad, obtención de la residencia temporal o permanente de los artículos 29 y 30 de la LOE 4/2000, etc... De lo indicado podemos deducir que la Comunidad Autónoma habrá de instar ante la Subdelegación del Gobierno correspondiente la expedición de un permiso de residencia, cuyos efectos se retrotraerán a la fecha en la que el menor fue puesto a disposición de los servicios de menores. La tramitación de dichos expedientes debiera ser preferente, dada la condición de menor, no olvidando que la obligación de velar por el interés del menor por encima de cualquier otro interés legítimo es predicable de cualquier Administración Pública, y no solo de la que ejerce la tutela. Por tanto la necesidad de establecer un procedimiento ágil y rápido en cuanto a la concesión del permiso del residencia al menor, es competencia exclusiva del Gobierno Central, al que debiera bastarle con la declaración del desamparo para la concesión del permiso de residencia, evitando como ocurre en la actualidad trámites preceptivos según la Ley de Extranjería, que hacen que desde la solicitud hasta la resolución transcurra una media de cinco meses, pero que no están pensados para menores tutelados por una entidad pública. En los extranjeros mayores de 16 años debe tenerse en cuenta la inserción socio-laboral del menor como objetivo básico de todas las Administraciones Públicas. Una vez que el menor tutelado, mayor de 16 años, está capacitado, tras un proceso educativo para ejercer una actividad laboral o una experiencia mixta de formación-empleo. En estos casos el menor extranjero se encuentra discriminado en razón de su nacionalidad ya que ha de solicitar ante la Subdelegación del Gobierno un permiso de trabajo que le permita incorporarse al mercado laboral, prima su condición de extranjero sobre la de menor, por lo que se ven frustrados muchos procesos de inserción sociolaboral iniciados. Así, para conseguir incorporarse al mercado laboral el menor ha de conseguir una oferta de empleo y un empresario que quiera solicitar un permiso de trabajo, la Subdelegación del Gobierno tras contemplar la situación nacional de empleo, es decir que en el sector de actividad para el que se solicita el permiso de trabajo no existe paro, procederá a conceder o no al menor un permiso de trabajo, trámites que se demoran una media de tres meses. 10 La legislación de extranjería actual contempla formas alternativas de acceso al mercado laboral para los extranjeros que se vienen aplicando con regularidad para otros colectivos tales como: los subsaharianos procedentes de Ceuta y Melilla y los albanokosovares, por el que al extranjero, una vez que se le concede el permiso de residencia, se le autoriza de forma simultánea para trabajar en España, sin tener para ello que aportar oferta de empleo ni contemplar la situación nacional de empleo. Es por tanto competencia del Gobierno Central, dictar las instrucciones oportunas para que dichos beneficios se extiendan al colectivo de menores extranjeros tutelados por la Comunidad Autónoma. Otra medida que debe ponerse en marcha en esta materia es intentar la reagrupación familiar o la repatriación del menor si se dan las debidas garantías de seguridad para el menor. Esto es competencia exclusiva del Gobierno Central. La Comunidad Autónoma una vez que haya asumido la tutela del menor, pondrá en conocimiento de la Subdelegación del Gobierno todos los datos personales que conozca acerca del menor, siendo competencia de la Subdelegación investigar de manera activa para averiguar cual es la situación familiar del menor en su país y si la reagrupación familiar o la repatriación del menor supone un riesgo para él o para su familia. En la situación actual el Gobierno Central incumple sistemáticamente sus competencias ya que en lugar de realizar repatriaciones o reagrupaciones familiares, lleva a cabo devoluciones, con idéntico procedimiento a las que se realizan con extranjeros indocumentados mayores de edad. Por este procedimiento, la policía se persona en el Consulado del país del que el menor dice ser originario y con una fotografía del menor, se confecciona un documento que se denomina "laisser passez", por el que el policía español acompaña al menor en un barco y al llegar al territorio del país extranjero lo pone en manos de la policía de dicho país incumpliendo así la legislación española de menores y los Convenios internacionales suscritos por España en la materia. Se da la circunstancias que en el país donde son devueltos la mayor parte de los menores en la actualidad, Marruecos, la inmigración ilegal es un delito por el que pueden ser castigados por igual mayores y menores de edad, así cuando el menor llega al puerto es detenido por la policía y puesto a disposición del Juez quien condena al menor y lo castiga al pago de una multa que ronda las 10.000 ptas, hasta que alguien no se hace cargo del pago de dicha multa el menor se encuentra detenido. En la practica, los que consiguen pagar la multa, ni siquiera regresan con sus familias sino que se quedan en el mismo puerto o en el de Ceuta esperando la siguiente oportunidad para volver. De la misma manera no se documenta a muchos menores que llegan a la mayoría de edad sin haberlo sido y pierden la oportunidad de una estancia regular en España, no pudiendo trabajar legalmente por lo que no les queda mas opción que la delincuencia, la mendicidad, la prostitución o el trabajo sumergido lo que provoca explotación, inseguridad ciudadana, racismo y xenofobia.9 Observamos aquí como el comportamiento de los organismos públicos pueden afectar de forma importante al menor provocando consecuencias que, sin duda, van a afectar a su desarrollo y a su futuro, siendo un verdadero ejemplo de maltrato institucional. De igual manera, pueden considerarse como tales diversos comportamientos que inciden en la llamada victimización secundaria de la que luego hablaremos. Otra forma de maltrato institucional es el que provoca la falta de protección al menor de riesgo y el etiquetamiento que va suponiendo su comportamiento ( si a un niño se le repite desde pequeño que es un sinvergüenza y que no sirve para nada, termina siéndolo). Entramos así en un 9 Ver Fábrega Ruiz, C.F. y Heredia Puente, M. Medidas Cautelares en el Derecho de Extranjería, Ed. Colex, Págs. 31 y ss; así como el trabajo de los mismos autores <<Problemas y paradojas del Derecho de Extranjería, con especial referencia a los menores extranjeros>> en Revista del Poder Judicial, nº 39. 11 comportamiento fariseo, responsabilizando al menor de su conducta, y pidiendo la intervención de las instituciones no cuando el niño esta en peligro, sino cuando el mismo se transforma en un peligro. Volviendo al maltrato en general, un estudio realizado en Cataluña entre 1997 y 1998 y recientemente dado a conocer sobre el maltrato infantil, basadonse en 5145 niños, ha llegado a la conclusión de que la forma de maltrato mas abundante es la derivada del abandono o cuidado negligente ( el 72,7 % de los casos), seguida del maltrato psíquico ( 38,8%), abusos físicos ( 15,5%) y, en ultimo lugar, los abusos sexuales ( 9,2%). En el 80,2% de los casos la figura maltratadora ha sido uno de los padres biológicos o ambos a la vez. En cuanto a toda España estudios realizados en 1983 elevan al 90% el numero de casos en que los autores son los padres. Alrededor de 1990 se establecía el numero de afectados en unos 10000, con unas 4000 muertes anuales por malos tratos. Los porcentajes aquí eran diferentes siendo el menor el abandono (8%) y el mayor la violencia física ( 65%). Esto se debe a que el concepto de abandono como forma de maltrato infantil ha ido incluyendo nuevas situaciones como tal que antes no se consideraban. La Comisión Interministerial de la Juventud señalaba en 1988 que la mitad de los padres españoles utilizaban castigos no recomendables para sus hijos y el 60% utilizaban formas de violencia física o psicológica crueles o dañinas. Cataluña lleva la cabeza en casos de maltrato y en cuanto la autoría las mujeres suelen estar un 10% por encima de los hombres. Queremos añadir que a la sociedad y a los profesionales que intervenimos en la materia nos resulta difícil creer que se pueda maltratar a los adolescentes los que los deja doblemente desprotegidos. Se les maltrata cuando no se le transmiten ni pautas educativas que permitan la auto-confianza, ni valores solidarios y a cambio se les bombardea con mensajes de violencia. Se les maltrata cuando se les cercena la posibilidad de ser profundamente felices y enteramente personas. Si bien nosotros debemos exponer los medios jurídicos para combatir el maltrato infantil, no queremos dejar de manifestar nuestro profundo convencimiento de que la solución de esta lacra social pasa mas por una eficaz prevención que por medidas coercitivas de carácter jurídico. Cambiar el concepto de autoridad de los padres, por el de responsabilidad de estos seria el primer paso. Deberíamos prevenir el maltrato desde la libertad y la pluralidad de las formas de vida familiar, pero es difícil eliminar el mismo en una sociedad donde la violencia alcanza cotas insospechadas, se considera aceptable el castigo físico como forma de disciplina, y la patria potestad se configura como una forma de posesión entre las personas. Los efectos del maltrato infantil, si bien depende de las características concretas de cada hecho, afectan a múltiples áreas del menor y que suele prolongarse hasta la edad adulta. Aparecen problemas de conducta, emocionales y afectivos, déficits en el desarrollo cognitivo y moral, retrasos en actividades escolares y problemas de salud. La sociedad y, en especial, las personas y organismos que trabajan con menores deben estar alerta y denunciar a las CCAA y a las Fiscalías – bien a las de Menores si se configuran como globales ( reforma y protección), o a las Fiscalías de protección- los indicios de maltrato que lleguen a su conocimiento. Lógicamente el primer paso es el de detección de los ataques a la especial vulnerabilidad de estas personas. Se plantea así la denuncia de las situaciones de riesgo, abandono o maltrato como una obligación de la ciudadanía y especialmente de los funcionarios públicos y de los profesionales 12 dedicados a la protección de la infancia. Recogen este aspecto los artículos 13 y 14 LOPJM 11-5 y 18-5 LADAM. Se establece, así, la obligación de toda persona o autoridad, y especialmente de aquellos que por su profesión o función, detecten una situación de riesgo o posible desamparo de un menor, de comunicarlo a la autoridad o sus agentes más próximos, sin perjuicio de prestarle el auxilio inmediato que precise. Cualquier persona o autoridad que tenga conocimiento de que un menor no está escolarizado o no asiste al centro escolar de forma habitual y sin justificación, durante el período obligatorio, deberá ponerlo en conocimiento de las autoridades públicas competentes, que adoptarán las medidas necesarias para su escolarización. Los titulares de los centros educativos y el personal de los mismos están especialmente obligados a poner en conocimiento de los organismos competentes de la Administración de la Junta de Andalucía en materia de protección de menores, de la Autoridad Judicial o del Ministerio Fiscal aquellos hechos que puedan suponer la existencia de situaciones de desprotección o riesgo o indicio de maltrato de menores, así como colaborar con los mismos para evitar y resolver tales situaciones en interés del menor. Del mismo modo, los titulares de los centros educativos y el personal de los mismos deberán poner expresamente en conocimiento de los organismos y autoridades citados, el absentismo escolar. Cualquier persona o entidad y, en especial, las que por razón de su profesión o finalidad tengan noticia de la existencia de una situación de riesgo o desamparo de un menor, deberá ponerlo en conocimiento de cualquier autoridad, que inmediatamente lo comunicará a la Administración competente, Autoridad Judicial o Ministerio Fiscal. En caso de particulares, se mantendrá el anonimato del comunicante si así lo desea. Todo ello con la conveniente reserva y evitando toda interferencia innecesaria en la vida del menor, y sin perjuicio de la actuación inmediata a la que luego nos referimos. Las autoridades y servicios públicos tienen obligación de prestar la atención inmediata que precise cualquier menor, de actuar si corresponde a su ámbito de competencias o de dar traslado en otro caso al órgano competente y de poner los hechos en conocimiento de los representantes legales del menor, o cuando sea necesario, del Ministerio Fiscal. De esta forma llegara a las entidades competentes la noticia de la posible existencia de un menor en desamparo o en riesgo. El articulo 8 LADAM hace referencia a los malos tratos o maltrato infantil estableciendo la obligación de poner en marcha medidas de carácter preventivo y de poner en marcha mecanismos coordinados de detección y denuncia. Se contempla en la LADAM un precepto de gran importancia en esta materia. Nos referimos al articulo 21 que refiriéndose a medidas de prevención ante instituciones públicas y privadas establece: “Con el fin de prevenir el maltrato institucional, las Administraciones Públicas de Andalucía velarán para que las distintas instituciones con competencia en materia de menores, ya sean éstas públicas o privadas, no reproduzcan situaciones y procesos innecesarios y desfavorables para el menor, específicamente en sectores como instituciones o centros de servicios sociales, salud, 13 educación, Administración de Justicia, medios de comunicación, o cualquier otro de naturaleza análoga. Si se tuvieren indicios de que tales situaciones existieran en cualquier ámbito, la Administración Pública iniciará la investigación correspondiente y procurará los cauces necesarios para su esclarecimiento y asunción de responsabilidades.” Este precepto tiene importancia, ya que contempla un efecto sobre el menor que, a veces, se tiende a obviar. Nos referimos a los efectos desfavorables que la intervención administrativa e institucional, cuando esta no se realiza con la pulcritud necesaria, puede causar en el menor. Esto puede verse últimamente, por desgracia, en los medios de comunicación social, cuando observamos como acogimientos pre-adoptivos prematuramente realizados ( Caso Benamaurel, Caso El Rollo, etc.), se ven luego revocados por los Tribunales con las complicadas consecuencias que luego pueden provocar en el menor, que puede llegar a parecer un “ boomerang” de ida y vuelta. O en el caso, ya visto, del incumplimiento de la obligación de documentar a los menores inmigrantes extranjeros. Es importante asumir que el maltrato institucional es, también, maltrato infantil. IV.- ACTUACIÓN AL DETECTAR LA PRESENCIA DE MALTRATO INFANTIL. ¿ Que hacer cuando detectamos la existencia de un caso de maltrato infantil? La legislación establece la posibilidad de algunas personas y la obligación de otras de poner en conocimiento de determinadas entidades la existencia del mismo, Tal como hemos visto en el apartado anterior. La nueva legislación trata de crear un sistema completo e integral de protección a los menores de edad. Lógicamente el primer paso es el de detección de los ataques a la especial vulnerabilidad de estas personas. Se plantea así la denuncia de las situaciones de riesgo, abandono o maltrato como una obligación de la ciudadanía y especialmente de los funcionarios públicos y de los profesionales dedicados a la protección de la infancia. Recogen este aspecto los artículos 13 y 14 LOPJM 11-5 y 18-5 LADAM. La Ley establece, también, la posibilidad de que sea el propio menor quien ponga de manifiesto su situación, bien a la Administración de la Comunidad Autónoma de Andalucía o a los Servicios Sociales Municipales, así como la obligación de notificar la resolución adoptada a los padres y al Ministerio Fiscal. En cuanto a la necesidad de actuación en el campo de los abusos sexuales podemos tener en cuenta el siguiente grafico: Criterios de actuación para valorar la urgencia o prioridad de un caso de abuso sexual10.Urgencia.- 1.- Convivencia del agresor con el menor. 2.- Actitud pasiva o de rechazo hacia el menor del resto de la familia. 3.- Gravedad del abuso. 4.- Falta de supervisión que evite situaciones de riesgo. Inicio de la actuación: Inmediata, en el mismo día. Prioridad.- 1.- El agresor no convive con el menor, aunque ocasionalmente tiene acceso a el. 10 Fuente: Garrido Genovés y otros, Principios de criminología, Tirant lo Blanch, Pág. 604. 14 2.- Compromiso formal del progenitor no abusador de proteger al niño en presencia del abusador. 3.- Existen dudas acerca de la ocurrencia de la agresión debidas a la dificultad para diagnosticar al menor ( por su corta edad, deficiencia psíquica, etc). 4.- Se trata de una agresión extrafamiliar circunstancial con pocas probabilidades de repetición. Inicio de actuación: en menos de una semana. Baja Prioridad: 1.- Casos de abuso sexual ocurridos en el pasado ( con menores de 5 años) en donde no hay contacto alguno con el agresor. 2.- Casos en que la versión del abuso sea incongruente. Una vez detectado el maltrato o abuso se procederá a la intervención jurídica propiamente dicha. En la actualidad los ordenamientos jurídicos han prestado una especial atención a la protección infantil dando lugar a lo que se ha denominado Derecho del Menor que se constituye como una parte especial del ordenamiento jurídico debido a sus especificidades y principios propios. Este Derecho del Menor se constituye como una parte del Derecho de Familia – que es derecho privado- pero con una fuerte intervención de los poderes públicos. En estos, mientras que el Estado Central se reserva las competencias de justicia, se encomiendan a las comunidades autónomas las medidas de protección de la infancia en vía administrativa y las ejecución de las derivadas en la vía judicial. Tradicionalmente junto a este faceta de protección y como parte de ella se incluían los aspectos relativos a la reforma de los menores que realizaban actos delictivos que se consideraban necesitados de especial protección y, por ello, la reforma como parte de la misma. A partir de 1992 la legislación adopta una postura diferente, que se consolida con la Ley de Responsabilidad Penal del Menor del año 2000, de diferenciar la protección de la delincuencia de menores, intensificando el carácter represivo del derecho penal juvenil, y desjudicializando los primeros escalones de la protección infantil. Si bien la desjudicialización de los primeros escalones de protección merecen un comentario positivo ya que flexibiliza y agiliza la intervención con las ventajas que ello comporta, no podemos decir lo mismo de la << penalización>> y escisión de la reforma de menores del tronco común. Y ello porque entendemos que este camino no puede ser sino erróneo. La distinción entre protección y reforma es una distinción completamente ficticia. Su artificialidad deja un terreno de nadie, con determinados muchachos que no son atendidos por los mecanismos de reforma, ya que no realizan actos merecedores de un castigo de carácter penal, ni tampoco se puede intervenirdesde el campo de la protección, ya que la actividad paterna es todo lo correcta que puede ser posible y por la falta de medios de las entidades protectoras de menores. La distinción conlleva también como consecuencia el olvido de que los mecanismos de reforma, son, ante todo educativos y de protección11. 11 La obsesión de las leyes de menores por enviar casos a mecanismos de protección refleja que las medidas de la legislación penal del menor no se están concibiendo como educativas y protectoras, sino como sancionadoras y represivas, lo que traiciona el principio del mejor interés del menor, y facilita la interiorización del menor de la condición de delincuente con graves consecuencias en su desarrollo educativo. 15 Esto puede verse por ejemplo en el caso de los adolescentes y menores indisciplinados que, sin llegar a cometer delitos, se pasan el día en la calle, vagando y relacionándose en grupos de iguales poco recomendables, moviéndose en el filo de la droga y la delincuencia, sin que los padres puedan hacer nada por evitarlo a pesar de poner todo su esfuerzo en el empeño12. La experiencia constata que tras la intervención de un menor en el campo de la reforma se detecta, en muchos casos, un fallo evidente del sistema de protección. Debemos, ahora, hacer referencia a varios principios que nos gustaría destacar. El primero indica que la intervención del estado debe ser subsidiaria de la intervención familiar. En segundo lugar, que la intervención debe producirse de entrada desde los servicios sociales básicos que son los mas próximos al menor, recurriendo a los especializados solo cuando la misma sea insuficiente. Al menor hay que tratar de estigmatizarlo lo menos posible actuando desde los mecanismos mas próximos de su entorno. Centrándonos ya en la respuesta judicial al fenómeno del maltrato infantil podemos decir que esta puede moverse en dos niveles diferentes: 1.- Restableciendo los derechos violados como consecuencia del abuso, que es el ámbito propio del orden jurisdiccional civil. 2.- Imponiendo sanciones que afecten a otros derechos buscando, además de lo anterior, prevenir de nuevo su aparición por la gravedad de los castigos que plantea, así como la reinserción social del agresor, lo que constituye el objeto del orden jurisdiccional penal. La Ley andaluza, antes citada, contempla, asimismo, los llamados menores en conflicto social, considerando como tales, aquellos que por situación de grave inadaptación pudiesen encontrarse en riesgo de causar perjuicios a sí mismos o a otros. La actuación de la Administración Autonómica en esta materia habrá de tener como finalidad principal el desarrollo de acciones preventivas, así como la integración social de estos menores a través de un tratamiento educativo individualizado y preferentemente en su entorno socio-comunitario. Estos menores constituyen el eslabón de enlace entre la materia relativa a protección y la relativa a reforma dentro del Derecho del Menor. Y ello porque la experiencia demuestra que tras un menor que delinque, suele haber un fallo evidente del sistema de protección de la infancia. Por eso, debe existir algún eslabón de la cadena que contemple la globalidad de la problemática de los menores y ese eslabón por su configuración, y dada la reducción legal de los Juzgados de Menores a la materia penal, podrían ser las Fiscalías de Menores como organismo de intervención general en la materia de menores. Digamos, no obstante, que la dinámica legal – en ese sentido, el proyecto de reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal- va en crear una separación absoluta de ambas materias. 12 Como muestra nos basta un botón. Desde hace tiempo en la Fiscalía conocemos a determinado menor que se dedicaba a irse a Comisaría cada vez que llegaba tarde a su casa y denunciaba a sus padres por maltrato. La realidad era que los padres ejercían lo mejor posible su labor. A pesar de los esfuerzos de sus padres, de la Fiscalía – mas de un Fiscal tuvo largas conversaciones con el- y de los servicios sociales el niño siguió en la calle. Hace como un año, empezó a parecer relacionado con otros menores << callejeros>> y en dos ocasiones ha aparecido implicado en sustracciones de vehículos. Hoy con 16 años esta implicado ya en un robo con uso de navaja. Una incorrecta protección ha llevado al nacimiento de un delincuente. 16 Precisamente el principal problema de la protección global del menor en nuestro ordenamiento jurídico se encuentra en la inexistencia de órganos judiciales especializados en el Derecho del Menor, con la limitación de los Juzgados de Menores a la materia penal, y la escasez de Juzgados de Familia. Esto disminuye la eficacia de la Administración de Justicia en la protección civil y penal del menor. Nosotros compartimos la apreciación de cierto sector doctrinal de que seria conveniente volver a ubicar en los Juzgados de Menores la materia de protección. Como manifiesta HIJAS FERNÁNDEZ hubiera sido mucho más lógico residenciar estas competencias en los Juzgados de Menores, por la íntima vinculación entre las funciones de reforma de menores y las de protección, que deberían ser otorgadas a un mismo Órgano Judicial para evitar eventuales descoordinaciones entre los diversos organismos e instituciones que intervienen en las funciones de protección a los menores y que actualmente tienen tan sólo como punto de conexión la intervención del Ministerio Fiscal. De igual forma se manifiesta VARGAS al considerar que la problemática social del menor desamparado y del menor que delinque suelen estar íntimamente entrelazadas, por lo que parece indispensable coordinar las medidas de protección y reforma cuando se refieren a un mismo menor; debe, por ello, unificarse competencialmente en unos únicos órganos jurisdiccionales especializados ambas materias. La nueva Ley Penal de Menores aleja, cada vez mas, esta posibilidad, dando a los Juzgados de Menores una limitación a las cuestiones penales cada vez mas clara. Ya hemos visto antes las nefastas consecuencias que esto puede plantear. V.- MECANISMOS CIVILES CONTRA EL MALTRATO INFANTIL.En el campo civil las medidas que pueden adoptarse para combatir el maltrato infantil son: 1.- La privación de la patria potestad o tutela o derechos de guarda y custodia.– Contemplada en el articulo 170 CC se lleva a cabo a través de un procedimiento civil ordinario, pudiendo instarla el Ministerio Fiscal o cualquier otro interesado. Es una medida que busca cierta permanencia y entraña la prohibición de ejercer las facultades derivadas del derecho, sin que el titular se vea dispensado de los deberes que conlleva su contenido, como, por ejemplo, la obligación de dar alimentos al menor. Requiere gravedad y cierta permanencia en los incumplimientos de los deberes paternos. No se requiere para ello la situación de desamparo ya que son situaciones diferentes. Este procedimiento tiene la ventaja de la flexibilidad que concede la posibilidad de una privación parcial y graduable de las facultades tuitivas derivadas de la patria potestad. Los malos tratos pueden ser causa de privación, total o parcial de la patria potestad por evidente incumplimiento de los deberes paterno-filiales. 2.- La tutela automática de la administración.La nueva regulación sobre menores, consciente de las nuevas corrientes científicas sobre el desarrollo del menor, flexibiliza los mecanismos y practicas destinadas a la intervención ante menores en situación de riesgo. Como expresa la exposición de motivos de la LOPJM: “Una reflexión que actualmente se está haciendo en muchos países es si las instituciones jurídicas de protección de menores dan respuesta a la diversidad de situaciones de desprotección en la que éstos se encuentran. La respuesta es que tanto la diversificación de instituciones jurídicas como la flexibilización de las prácticas profesionales, son indispensables para mejorar cualitativamente los sistemas de protección a la infancia. Esta Ley opta en esta dirección, 17 flexibilizando la acogida familiar y adecuando el marco de relaciones entre los acogedores y el menor acogido en función de la estabilidad de la acogida.” Este párrafo, si bien referido a la realidad del acogimiento, nos transmite de forma clara la filosofía de la nueva regulación jurídica de la materia en lo que respecta al abordaje de la problemática de los menores de edad. Se busca así, por un lado, una interdisciplinariedad en los profesionales que actúan y, por otro, una flexibilidad de los mecanismos a utilizar que haga mas efectivas y rápidas las intervenciones protectoras. No olvidemos que este fue uno de los motivos que provocan la administrativización de la protección de menores. De esta concepción surge el llamado sistema de tutela automática como forma de apartar al menor de la situación de riesgo, estudiar su situación y adoptar las medidas pertinentes para hacer desaparecer el riesgo reintegrándolo, en el menor tiempo posible, bien a su propia familia, bien a otra sustituta como entorno natural de desarrollo del niño. Esta tutela automática se basa en los conceptos de desamparo y de riesgo, como base de la intervención de los órganos administrativos de protección de menores. Estas situaciones de desamparo y riesgo son un importante campo de intervención del Ministerio Fiscal. El concepto de desamparo es un concepto abierto e indeterminado, basado en el incumplimiento voluntario y forzoso de los deberes tuitivos, que requiere un proceso de valoración. Es importante la distinción legal que se hace entre desamparo y riesgo. De innovadora se puede calificar la misma, dentro de las situaciones de desprotección social del menor, entre situaciones de riesgo y de desamparo que dan lugar a un grado distinto de intervención de la entidad pública. Mientras en las situaciones de riesgo, caracterizadas por la existencia de un perjuicio para el menor que no alcanza la gravedad suficiente para justificar su separación del núcleo familiar, la citada intervención se limita a intentar eliminar, dentro de la institución familiar, los factores de riesgo, en las situaciones de desamparo, donde la gravedad de los hechos aconseja la extracción del menor de la familia, aquélla se concreta en la asunción por la entidad pública de la tutela del menor y la consiguiente suspensión de la patria potestad o tutela ordinaria. Las actuaciones serán, así, distintas dependiendo de la intensidad del riesgo y perjuicio en que se encuentre el menor, tratando de hacer realidad el principio rector ya esbozado, de que el menor debe permanecer, dentro de lo posible, en su propio ambiente y familia. La Ley de Andaluza de Derechos y Asistencia de los Menores ( LADAM) establece que debe entenderse por riesgo en su articulo 22: “ Se consideran situaciones de riesgo aquéllas en las que existan carencias o dificultades en la atención de las necesidades básicas que los menores precisan para su correcto desarrollo físico, psíquico y social, y que no requieran su separación del medio familiar. La apreciación de la situación de riesgo conllevará la elaboración y puesta en marcha de un proyecto de intervención social individual y temporalizado que, en todo caso, deberá recoger las actuaciones y recursos necesarios para su eliminación.” Y el artículo 23 nos define el desamparo al establecer: “Corresponde a la Junta de Andalucía, a través de la Consejería competente, asumir la tutela de los menores desamparados que residan o se encuentren transitoriamente en el territorio de la 18 Comunidad Autónoma de Andalucía, sin perjuicio de las competencias que sobre estos últimos pudiesen tener otras Administraciones Públicas. Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 172.1 del Código Civil, se consideran situaciones de desamparo, que apreciará en todo caso la autoridad administrativa competente, las siguientes: - El abandono voluntario del menor por parte de su familia. - Ausencia de escolarización habitual del menor. - La existencia de malos tratos físicos o psíquicos o de abusos sexuales por parte de las personas de la unidad familiar o de terceros con consentimiento de éstas. - La inducción a la mendicidad, delincuencia o prostitución, o cualquier otra explotación económica del menor de análoga naturaleza. - La drogadicción o el alcoholismo habitual del menor con el consentimiento o la tolerancia de los padres o guardadores. - El trastorno mental grave de los padres o guardadores que impida el normal ejercicio de la patria potestad o la guarda. - Drogadicción habitual en las personas que integran la unidad familiar y, en especial, de los padres, tutores o guardadores del menor, siempre que incida gravemente en el desarrollo y bienestar del menor. - La convivencia en un entorno socio-familiar que deteriore gravemente la integridad moral del menor o perjudique el desarrollo de su personalidad. - La falta de las personas a las cuales corresponde ejercer las funciones de guarda o cuando estas personas estén imposibilitadas para ejercerlas o en situación de ejercerlas con peligro grave para el menor.” Junto a estas apreciaciones legislativas debemos tener en cuenta algunas precisiones: 1.- Un menor puede estar en desamparo aun en el caso de estar bajo la tutela de una entidad protectora de menores. En este caso, es el defectuoso funcionamiento de la entidad lo que provoca la situación de desamparo. Si bien, estos casos no darían lugar a una declaración de desamparo que ya existe, podrían provocar responsabilidad en las personas causantes de la situación de desamparo y la responsabilidad de la administración por el anormal funcionamiento de los servicios públicos, tal como establece nuestra Constitución. 2.- El desamparo requiere un elemento objetivo ( la privación de la asistencia moral y material) y otro subjetivo ( el incumplimiento o la imposibilidad de incumplimiento que provoca aquella), debiendo darse las dos para que se de la situación. La falta de las personas que por ley debieran ejercer la tutela o la patria potestad, la imposibilidad de ejercerla, el inexistente o inadecuado ejercicio de las mismas, solo poseen trascendencia a estos efectos si provocan la privación de la asistencia moral y familiar. 3.- Esta privación de asistencia puede reconducirse a la falta de los elementos necesarios para el desarrollo integral de la personalidad del menor, lo que puede dar lugar a dificultades en su apreciación. Debemos tener en cuenta que para apreciar la situación de desamparo deben usarse juicios de valoración poniendo en relación la situación de un menor concreto con un patrón normal de cuidado y teniendo en cuenta que las necesidades del menor pueden variar de acuerdo con las circunstancias. Esto provoca la necesidad de tratar de forma diferente el desamparo de acuerdo con la causa que provoca el mismo. 19 Como hemos visto ya, por abandono material o físico podemos entender aquella situación en que las necesidades físicas básicas del menor ( alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en situaciones potencialmente peligrosas, educación o cuidados médicos) no son atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro del grupo que convive con el niño. De aquí podemos considerar como indicadores de abandono: - El niño esta hambriento. El vestuario es inadecuado para el tiempo atmosférico. El niño va constantemente sucio, con escasa higiene personal. Inasistencia o retraso en la atención medica. Incumplimiento del calendario de vacunaciones. El niño pasa largos periodos de tiempo sin el cuidado de un adulto, dando esto lugar a múltiples accidentes domésticos. El hogar posee condiciones higiénicas y de seguridad peligrosas para la salud y la seguridad del menor. Hay una falta repetida e injustificada a la escuela por parte del menor. Como hemos visto, puede ocurrir que el desamparo se de por diversas circunstancias. Así: a.- Niños que carecen de familia. b.- Niños con familia causante y culpable del desamparo. Es el caso de los menores maltratados, explotados, victimas de abuso sexual, corrompidos o iniciados en la delincuencia. Estos casos podrían dar lugar a la privación de la patria potestad si los padres son los autores de estas actividades. c.- Niños cuyo desamparo proviene de causas ajenas a la familia. Podríamos incluir aquí el caso de los niños pobres , cuyos padres solo pueden cumplir con sus hijos dándoles una mínima alimentación y enseñarles el trabajo ( venta ambulante o recogida de chatarra) que ellos hacen sin dejar de ser buenos padres. En este caso es la familia en su totalidad la que se encuentra desamparada, y mas que el acogimiento o la adopción, será necesario adoptar otras medidas sociales de reparación familiar. Podría hablarse de desamparo, si el guardador consciente de que no puede alimentar a sus hijos no pide el auxilio de la Administración o se opone frontalmente a el ( no en el caso del simple incumplimiento de medidas de conducta – p.e. asistencia de los niños a clase- que esta le imponga). Podemos incluir también aquí los casos de no atención al niño por enfermedad, alcoholismo o drogadicción. En estos casos, hay que ser muy escrupuloso al abordar las soluciones a aplicar sobre el menor. Esto en cuanto al desamparo material. Mas difícil de determinar es el desamparo moral. Este esta relacionado con la obligación que tienen los padres de velar por sus hijos menores, relacionarse con ellos y ofrecerles su afecto. Indudablemente esto se incumple si se realizan sobre el niño los actos que hemos expresado en el apartado b) o se trata de vender al niño, pero es mas difícil de determinar en el caso de menor que comete pequeños delitos, dejan al niño solo para ir a trabajar o se despreocupan de su escolarización o asistencia a clase ( lo que no puede, por si solo, considerarse como causa de desamparo, pero si es un importante síntoma de que este puede estar dándose). 4.- Algunos autores consideran al desamparo como una situación de hecho que requiere para ser verificada la existencia de una resolución administrativa que así lo declare. Cierto que la primera competente en esta materia es la entidad autonómica de protección de menores. Pero ello no quiere decir que sea la única que puede constatar la existencia de una situación de desamparo. Sus resoluciones son revisables por los tribunales civiles, y nosotros creemos que, aunque la entidad 20 publica no considere conveniente intervenir por entender que no existe desamparo, este puede declararse por un Juez si contempla la existencia de la situación de hecho que lo provoca. En estos casos, el Juez podrá, bien nombrarle un tutor ( por ejemplo una persona allegada al niño), bien decretar la tutela automática de la entidad publica, lo que podrá hacerse a instancia del Ministerio Fiscal o de cualquier persona con interés legitimo. Otra cosa iría contra los principios constitucionales de tutela judicial efectiva y de protección de la infancia. 5.- Tengamos en cuenta que si el menor se encuentra debidamente atendido por terceras personas no procederá la declaración de desamparo por falta del elemento objetivo antes visto y, así, lo ha manifestado nuestro Tribunal Constitucional. 3.- Medidas cautelares.Como cláusula de cierre y de intervención urgente se establecen las medidas cautelares o de protección inmediata que tratan de facilitar, tanto en el campo civil como en el penal, la rápida intervención judicial en caso de peligro, y mientras se produce una intervención judicial de fondo sobre la situación del menor. Establecidas en el articulo 158 del Código Civil para su aplicación se seguirán las normas de la jurisdicción voluntaria, mas rápidas que las del contencioso y que no necesitan la intervención de abogado o procurador. Este articulo 158 expone textualmente: "El Juez, de oficio o a instancia del propio hijo, de cualquier pariente o del Ministerio Fiscal, dictará: 1. Las medidas convenientes para asegurar la prestación de alimentos y proveer a las futuras necesidades del hijo, en caso de incumplimiento de este deber, por sus padres. 2. Las disposiciones apropiadas a fin de evitar a los hijos perturbaciones dañosas en los casos de cambio de titular de la potestad de guarda. 3. En general, las demás disposiciones que considere oportunas, a fin de apartar al menor de un peligro o de evitarle perjuicios. Todas estas medidas podrán adoptarse dentro de cualquier proceso civil o penal o bien en un procedimiento de jurisdicción voluntaria". Y el artículo 216 del Código Civil añade: "Las medidas y disposiciones previstas en el artículo 158 de este Código podrán ser acordadas también por el Juez, de oficio o a instancia de cualquier interesado, en todos los supuestos de tutela o guarda, de hecho o de derecho, de menores e incapaces, en cuanto lo requiera el interés de éstos". No se establecen las medidas concretas a adoptar lo que concede al Juez una gran flexibilidad para establecer aquellas más convenientes para el caso concreto, concediéndoles una gran flexibilidad. 21 VI.- MECANISMOS PENALES CONTRA EL MALTRATO INFANTIL.Hemos visto con anterioridad las medidas que pueden imponerse en el orden jurisdiccional civil. Estas, no obstante son insuficientes. En primer lugar, porque solo pueden aplicarse cuando el abuso se produce entre personas ligadas por una relación de patria potestad o con la colaboración o aquiescencia de estas. En segundo lugar, porque la gravedad de las conductas maltratadoras puede hacer insuficiente la respuesta civil. Las actividades constitutivas de maltrato infantil, cuando son de cierta gravedad, se abordan también jurídicamente a través de los mecanismos del Derecho Penal que, en virtud del principio de intervención mínima, solo debe aplicarse en los casos en que se ataquen de forma grave los derechos y bienes jurídicos más relevantes. En el campo penal, estas conductas pueden subsumirse en diferentes tipos penales y deben ser perseguidas, si bien la dificultad de la prueba de las mismas, la negativa a denunciar por miedo y dependencia de todo tipo del autor y la vergüenza de que se piense que ha habido consentimiento a dichos actos, o por la extendida creencia de que los trapos sucios deben lavarse en casa, dificulta mucho una eficaz persecución de estas actividades delictivas. Como indica el informe emitido por la Comisión de Estudios e Informes del Consejo General del Poder Judicial, en relación con la violencia contra la mujer, pero perfectamente aplicable a estos casos, la persecución de estas acciones se ven dificultadas por: a) el intimo circulo de la privacidad familiar ofrece un marco de impunidad al agresor que dificulta enormemente su descubrimiento y el empeño de su erradicación. b) el entorno privado propicia la ocultación social de su existencia. c) falta de conciencia social hasta la fecha para identificar estos comportamientos como hechos delictivos y como autentica vulneración de derechos fundamentales. d) el ámbito domestico en el que se producen estos actos violentos, beneficia la impunidad del delito al dificultar considerablemente su prueba y, por tanto, su tratamiento policial y judicial. e) la ignorancia, temor y pudor de las victimas. f) la relación de dependencia económica en que se encuentran muchas victimas. A nivel internacional la Convención Internacional de Derechos del Niño de 1989 recoge, por primera vez, en su articulo 19 el derecho de los menores a no ser maltratados. En nuestro ordenamiento nacional es la reforma del Código Penal de 1989, la que excluye la violencia física como facultad de la patria potestad. Así se limita el contenido del llamado derecho de corrección limitando este y admitiendo solo la violencia física si se utiliza de forma no habitual y se ejerce de forma moderada y razonable, tal como establece el articulo 154 del Código Civil. Contemplemos algunos datos estadísticos: CASOS DE VIOLENCIA DOMESTICA EN ESPAÑA DURANTE EL AÑO 1997. 1.-Relación de la victima con el agresor13. CÓNYUGE 13 PADRES Fuente Ministerio del Interior. Recogido por De Vega Ruiz, Oc., Pág. 287. 22 HIJO PARIENTE DELITOS 3626 509 659 595 FALTAS 16756 2577 2921 5849 TOTAL 20382 3086 3580 6444 2.- Determinación por edades de las victimas. MENOR DE 18 AÑOS 2575 DE 18 A 30 AÑOS 9704 DE 31 A 50 AÑOS 15459 MÁS DE 50 AÑOS 5754 De los cuadros anteriores se puede deducir como los malos tratos a los menores de 18 años suponen alrededor de un 7,5% del total de agresiones en el ámbito familiar que se denuncian policialmente. Si bien el numero queda muy lejos de los datos estimados que hemos visto anteriormente, esto se debe a una abundante << cifra negra>> - casos no denunciados estamos ante un problema real, grave y frecuente que se desarrolla de forma soterrada y oculta a la sociedad civil, llegando en pocas ocasiones a las instituciones sociales de control, esto es, a Policía y Tribunales. Digamos, en primer lugar, que contra los menores podrán realizarse todos los tipos delictivos que afectan a todos los ciudadanos. Así, los delitos contra la vida y la integridad física, contra la libertad y seguridad, contra la libertad sexual, etc. En estos tipos el hecho de que la victima sea un menor solo afectara si el tipo concreto así lo establece. En los demás casos, debemos acudir a las agravantes genéricas para buscar un castigo especial para el hecho de la minoría de edad de la victima. Actualmente no existe ninguna agravante que sea aplicable a estos casos. Si es aplicable la agravante de parentesco en aquellos casos en que la victima sea descendiente del autor, tal como establece el articulo 23 del Código Penal. Se establecen agravaciones penológicas cuando las faltas de lesiones se causan a los hijos propios, del cónyuge o conviviente y descendientes en el articulo 617-2º CP. En el campo de los delitos contra la integridad corporal es necesario demostrar que los quebrantos en la salud física o psíquica del menor es consecuencia de un determinado comportamiento y que este puede ser achacado a determinada persona. El daño también puede cometerse por omisión cuando el que omite esta obligado a evitar el resultado prohibido. En los delitos contra la libertad sexual existen tipos específicos que consideran como elemento constitutivo del mismo la edad del perjudicado. Veamos algunos ejemplos: - El articulo 179-3º CP castiga de forma agravada los delitos de agresión sexual cuando la victima sea especialmente vulnerable en razón a su edad, y siempre que sea menor de 13 años. 23 - - - - - El párrafo 4º de dicho articulo agrava también la prevalencia de la condición de ascendiente o hermano de la victima. Los abusos sexuales – sin violencia, ni intimidación- se consideran realizados sin consentimiento de la victima si esta es menor de 13 años, de acuerdo con el articulo 1812º CP. El articulo 183 castiga al que abusare, mediante engaño, de persona mayor de 13 años y menor de 16. La jurisprudencia ha considerado como medio para engañar la promesa de matrimonio. En los casos de acoso sexual laboral o académico, se agrava la pena si la victima es especialmente vulnerable por razón de su edad, tal como establece el articulo 184-3º CP. Los artículos 185 y 186 CP castigan a los que realizaren o hicieren realizar a otros actos de exhibicionismo obsceno ante menores de edad, y al que vendiere, difundiere o exhibiere material pornográfico entre menores de edad. El articulo 187 castiga al que induzca, promueva, favorezca o facilite la prostitución de una persona menor de edad o incapaz. En el articulo 188 se castiga al que emplee violencia, intimidación o engaño o abuse de su superioridad o de la necesidad de la victima para iniciarla en la prostitución o mantenerla en ella, imponiendo una pena agravada cuando esta sea menor de edad o incapaz. Por ultimo, el articulo 189 CP castiga la utilización de menores para espectáculos o la elaboración de material exhibicionista o pornográfico, el que vendiere o distribuyere dicho material aunque haya sido realizado en el extranjero, y a quien poseyera dicho material para su distribución. Castiga, asimismo, al que haga participar a un menor en un comportamiento de naturaleza sexual que perjudique la evolución o desarrollo de la personalidad de este y al que teniendo la potestad, tutela, guarda o acogimiento de un menor, que conociendo su estado de prostitución, no haga lo posible por evitar que continué en tal estado, o acuda a la autoridad competente sino tuviere medios para la custodia del menor. En estos casos, el Ministerio Fiscal promoverá las acciones pertinentes para privar de la patria potestad, tutela, etc. al condenado. Estos tipos penales han sido reformados por la Ley Orgánica 11/1999 de 30 de abril con el fin de evitar el pozo de impunidad en que habían quedado muchas de estas conductas tras la promulgación del Código de 1995 y que dio lugar a absoluciones escandalosas por falta de cobertura legal. Esta misma ley introdujo otras mejoras que han servido para la mejor persecución de los delitos contra menores. Podemos destacar: - - Los plazos de prescripción de los delitos de homicidio, aborto no consentido, lesiones, malos tratos, detenciones ilegales, torturas y contra la integridad moral, libertad sexual e intimidad, si la victima es menor de edad comienza a correr desde su mayoría de edad. Esto tiene su importancia pues permite la denuncia una vez que la victima sale del control del agresor, permitiendo el castigo por hechos ocurridos a edades tempranas. Se permite al juez acordar en la sentencia la prohibición de acercamiento a la victima o a su localidad de residencia. En estos delitos es precisa denuncia de la persona agraviada o, si es menor, de sus representantes legales, o del Ministerio Fiscal. En este ultimo caso, este denunciara o no ponderando los derechos en presencia, en un ejemplo, del llamado principio de oportunidad en 24 nuestro ordenamiento jurídico. Así el Fiscal no tendrá que denunciar siempre sino que deberá valorar los efectos que la denuncia y el procedimiento van a provocar en el menor, y si el riesgo a correr es superior que el de dejar los hechos sin castigo. Se trata de evitar lo que llamamos victimización secundaria. La consagración del principio de oportunidad en la persecución de este tipo de infracciones se basa en la necesidad de protección de otros intereses, además de los que resultan afectados por la propia infracción, los cuales, cualquiera que sea la condición de la víctima, guardan relación, por una parte, con el interés público en el ejercicio del "ius puniendi", y, por otra, con el respeto a la intimidad de los sujetos pasivos cualquiera que sea su condición. En el caso de menores o incapaces pueden existir otros intereses diferentes, que guarden relación con exigencias derivadas de su desarrollo personal, que pueden aconsejar en determinados casos poner fin al proceso. Estudios sobre el proceso judicial seguido en este tipo de delitos han llegado a las siguientes conclusiones14: 1.- Los menores testifican tres veces a lo largo del procedimiento. 2.- Solo en un 25% reciben protección o apoyo por parte de los servicios sociales o la justicia. 3.- Los agresores no suelen reconocer los hechos. 4.- Solo en el 10% de los casos se toma por el Juez alguna medida de protección como puede ser la de decretar la celebración del juicio a puerta cerrada o la falta de visión directa con el agresor. 5.- La mayoría de las sentencias son condenatorias, si bien según el tipo de delitos en el caso de violaciones se condena solo el 50%, estando en el otro extremo el exhibicionismo con el 100% de condenas. 6.- Las condenas son mas frecuentes en el caso de reincidencia del autor, si la victima ha recibido asistencia medica, y cuando el agresor no conocía previamente a la victima. 7.- Paradójicamente la tasa de absoluciones es mayor si la victima recibió alguna medida de protección en el juicio o se realizo una prueba pericial para probar el abuso. Queremos hacer referencia, ahora, a una serie de delitos que pueden tener una especial incidencia en la persecución de los comportamientos abusivos contra los menores. No pretendemos hacer un estudio exhaustivo de los mismos, sino solo esbozar un esquema de los mecanismos de defensa de este sector desvalido de la sociedad. A.- El delito de violencia habitual del artículo 153 CP tiene como sujeto pasivo a determinados miembros del grupo familiar - entre ellos los descendientes- que tienen dificultades para salir del mismo debido a sus circunstancias de edad, minusvalía física o psíquica o falta de recursos económicos. La dicción del artículo incluye, claramente, a los descendientes y, lo que a estos efectos es más importante ya que amplia el tipo penal fuera del estricto circulo familiar, a los hijos propios o del cónyuge o conviviente , así como, a los incapaces que con el convivan o que se hallen sujetos a la potestad, tutela, cúratela, acogimiento o guarda de hecho... . No se nos puede escapar la importancia de esta inclusión. A través de ella, podrá ser sujeto activo del delito comentado una persona no familiar del menor, que conviva con él o se encuentre sometido a su guarda de hecho. Los malos tratos pueden ser: 14 Investigación de Hernández, Blanch y De la Fuente ( 1998). 25 - Psíquicos.- Actos o conductas, tales como amenazas, humillaciones, insultos, aislamientos, control de salidas, etc., que producen desvaloración o sufrimiento en el menor. - Físicos.- Cualquier acto no accidental que produzca daño en el cuerpo delmenor. Podemos incluir aquí bofetadas, quemaduras, golpes, palizas, etc. B.- Delito de trato degradante del artículo 173 CP que castiga << El que infringiere a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su integridad moral>>. Este delito precisa la existencia de un trato degradante y que, además, este menoscabe de manera grave la integridad moral de la victima. Según la doctrina se exige también la existencia de habitualidad, que la conducta sea repetida, y se trate de situaciones de menor entidad, lo que deslinda este delito de la tortura que posee una mayor intensidad. C.- Delitos contra derechos derivados de las relaciones familiares.Se incluyen aquí los delitos que en el CP anterior aparecían, por un lado, como delitos contra el estado civil (suposición de parto etc.) y por otro, entre los delitos contra la libertad y seguridad (abandonos). La actual sistemática ha pretendido agrupar comportamientos anteriormente dispersos pero que tienen un denominador común: afectar a derechos subjetivos nacidos del establecimiento de una relación familiar, no a la relación familiar en sí ni, obviamente, a la familia como institución. 1. Los delitos de alteración de paternidad, estado o condición del menor Los delitos consistentes en la alteración de la paternidad, estado o condición del menor (arts. 220 a 222 CP) castigan a aquellos que suponen un parto, sustituyen un niño por otro, o entregan un menor a un tercero con el animo de hacerle perder su estado civil. Se castiga la pretensión de establecer una relación familiar espúria, tal como antes se ha dicho. Así, este delito se sigue cometiendo aunque el hijo entregado mejore de situación. Se incluye dentro de estos lo que simplificadamente se conoce como "venta de niños". 2. Quebrantamiento de custodia, inducción a abandonar el domicilio familiar y abandonos de menores Estos delitos afectan genéricamente al contenido material de los derechos de custodia, asistencia y afines que nacen de las relaciones familiares, afectación que se produce, en la mayoría de los casos por el obligado a prestarlos, es decir, por aquel sobre quien recaen los correspondientes deberes. Tengamos en cuenta que, si bien, la violencia física constituye la forma mas evidente de agresión contra los menores, este incumplimiento de deberes asistenciales constituye una violencia moral tacita o latente, que pueden constituir un indicio de la existencia de un clima familiar violento. Nos encontramos en una zona limítrofe con el Derecho civil, ya que los deberes que se conculcan se encuentran regulados en el Código Civil. Estos incumplimientos tienen, por ello, consecuencias jurídicas penales y civiles, y los tipos penales son normas en blanco debiendo acudirse a la norma civil para integrar el precepto. 26 En virtud del principio penal de intervención mínima, solo debe acudirse a la vía penal en los casos mas graves, teniendo cuidado en no inmiscuirse en la intimidad familiar con mandatos que posean una carga moralizante. Deben buscarse medidas de coordinación entre las respuestas que ante idénticos supuestos de desasistencia puedan ofrecer las diversas jurisdicciones. En este campo, es muy importante la coordinación de los Fiscales encargados de estas materias. Por ello , los artículos del CP están cargados de elementos normativos acogedores de los distintos deberes establecidos en las normas civiles a las que habrá que acudir para dotarlos de contenido, pero el Código Penal no puede interpretarse como un mero sancionador de ilícitos civiles porque ello conduciría a la confusión de ambos ámbitos sancionadores y la práctica imposibilidad de diferenciar la respuesta penal y la civil. Lo que acoge aquí el Código Penal no son meras infracciones formales de deberes civiles sino la afectación a bienes jurídicos protegidos penalmente que se acotan a partir de la lesión objetivo material del contenido de los derechos, lo que no siempre está presente en una infracción formal del deber que puede tener su respuesta en el ordenamiento civil. Esto supone que la jurisdicción penal solo debe intervenir cuando el comportamiento coincida con la norma penal y, si coincide también con la civil, solo en el caso de los hechos de mayor gravedad. Estos tipos penales parten de la base de que las especiales características de inmadurez y desvalimiento de los menores acentúan de forma muy considerable cuando se sitúa al menor fuera de su entorno familiar y social habitual. Por ello se dice que la indefensión del menor supone la razón legal de estos preceptos. El art. 223 CP incrimina al encargado de la custodia de un menor que "no lo presentare a sus padres o guardadores" sin justificación. En la inducción a menor a abandonar el domicilio familiar del art. 224 CP se recoge otro de los casos en los que el CP incrimina la participación en un hecho impune, puesto que deben cumplirse en tal inducción todos los requisitos de la inducción como forma genérica de participación, esto es, que sea directa y eficaz (art. 28 CP), aunque el comportamiento del menor sea atípico. La segunda cuestión afecta a las complicadas relaciones con el derecho civil que hemos mencionado más arriba. Recuérdese que, a estos efectos, "menor" lo es el menor de edad civil y, por tanto, podría ser típica la inducción a un joven de diecisiete años y medio a abandonar el domicilio familiar. Sin dudar de que ello afecta en el plano civil a la custodia y la patria potestad, la imputación penal debe ser más cuidadosa y evitar el riesgo de solucionar en este ámbito cuestiones propias de la jurisdicción civil. En esta línea, comparto la observación de PRATS CANUT sobre la necesidad de que, en el ámbito penal, se atienda la autonomía personal del menor próximo a la mayoría de edad, porque ello se encuentra en la línea de la consideración material del bien jurídico antes apuntada y en la delimitación respecto a la intervención civil: aquí no se trata de sancionar el mero quebrantamiento formal de la custodia como derecho de los padres, sino de proteger la seguridad material que de ella se deriva para el menor, lo que no siempre quedará afectado con el abandono físico del domicilio. En este plano pueden citarse ejemplos como el de la joven adolescente enamorada de su profesor que se fuga del domicilio familiar, que no parece tener en el derecho penal su mejor respuesta, ni por la vía del art. 224 CP ni, muchísimo menos, reclamando la recuperación de la periclitada "corrupción de menores". El impago de prestaciones acordadas judicialmente nos interesa aquí por incluir las prestaciones en favor de los hijos, acordadas en resolución judicial sea por disolución del 27 matrimonio, sea en proceso de alimentos o filiación (art.227 CP). Este precepto pretendió en su momento paliar resignadamente las insuficiencias de la jurisdicción civil para ejecutar sus decisiones, acudiendo como tantas otras veces al Derecho penal, lo que no supone una buena vía de resolución de conflicto que podrían encontrar vías mas efectivas de solución. En cuanto a las cuantías adeudadas, el art. 227.3 CP ha venido a solucionar el debate suscitado por el CP anterior acerca de si su pago debía incluirse en la reparación del delito acordada como responsabilidad civil y actualmente no hay duda de que debe ser así. Sin embargo, ello confirma que este tipo penal no es más que una forma de asegurar el cumplimiento de obligaciones civiles o compeler a ello. Los delitos de abandono de familia o incapaces recogidos en los artículos 226 a 229 CP deben incluirse también en este apartado. El delito establecido en el artículo 226 CP continua manteniendo un carácter semiprivado, necesitando denuncia de la persona agraviada o de su representante legal. Tengamos en cuenta, no obstante, que el Ministerio Fiscal podrá denunciar, cuando aquella sea menor de edad, incapaz o persona desvalida. Es la manifestación mas intensa de la infracción de los deberes de velar por el menor y asistirle. Igualmente solo debe acudirse a la vía penal en los casos mas graves y generalizados de incumplimiento de los deberes asistenciales. Así, es difícil incluir aquí el mero quebrantamiento de los deberes educativos no escolarizando al menor. El artículo 229-1º incluye en el circulo de los sujetos activos al mero encargado de su guarda, cualquiera que sea el origen de este encargo, bien sea obligación familiar, negocio jurídico, actividad profesional, o asunción de hecho de la garantía15. Se trata de un abandono en sentido físico ya que, como destaca la doctrina mayoritaria, supone la ruptura de vínculos del menor con su entorno familiar, llevada a cabo por quien está encargado de su guarda; se trata de dejar al menor "abandonado a su suerte". El número 3 del art. 229 contiene una agravación de pena para aquellos casos en que por las circunstancias del abandono se haya puesto en concreto peligro la vida, salud, integridad física o libertad sexual del menor de edad. Por último, destacaremos la novedad que ha introducido el vigente art. 232.1 CP en relación a la utilización o préstamo de menores para la mendicidad. Con arreglo al CP anterior se mantuvo que no podían incluirse en el concepto de "mendicidad" aquellos casos en los que el menor recibía dinero a cambio de pequeños servicios, venta de objetos etc., más propios de la economía sumergida. El actual texto ha introducido una modificación que puede estar dirigida a evitar esta interpretación puesto que a la mención de la mendicidad se ha añadido la expresión "incluso si ésta es encubierta", que amplía el texto anterior. En este tipo penal, se lesiona la seguridad personal del menor, al menoscabar la educación y la formación integral de los menores, dificultando su inserción social16. Por practica de la mendicidad debemos entender la reiteración en la actividad de solicitar dadivas de valor económico a terceras personas indeterminadas mediante palabras, gestos, escritos o cualquier otro medio expresivo, apelando a su generosidad a partir de la puesta de manifiesto de una situación de 15 Polaino Navarrete, en << Curso de Derecho Penal Español>>, Pág. 525. 16 Díez Ripollés, J.L. << Delitos contra la seguridad de menores e incapaces>>, Tirant lo Blanch, Pág. 152. 28 indigencia o necesidad económica, real o ficticia, sin realizar ningún tipo de contraprestación o una cuya innecesariedad, improcedencia, desproporción o inevitabílidad la hacen aparecer como una mera excusa. Se incluye aquí la mendicidad encubierta como la venta de pañuelos, cigarrillos, la oferta de pequeños servicios, como la limpieza del parabrisas de los coches, indicación de aparcamientos, etc. Esta inclusión puede crear problemas de deslinde con las actividades de la economía sumergida. Debe dejarse fuera la petición ocasional de la limosna, las actividades de recaudación de fondos para fines de solidaridad social, y el aprovechamiento de la generosidad del circulo de parientes, allegados, conocidos o de los recursos de la asistencia social. De acuerdo con lo expuesto, poseemos ya un importante campo de actuación e intervención en protección de los menores a través de un suficiente elenco de tipos penales. La falta de medios jurídicos no puede ser ya excusa para una actitud pasiva ante los ataques mas graves contra los niños y adolescentes. Ahora bien, esto debe ir unido a la sensibilidad de los órganos encargados en su aplicación y los instrumentos procésales que sirvan para la aplicación de los mismos. Toda la sociedad y todos los organismos públicos deben implicarse en esta lucha contra la explotación de los menores. La actual trascendencia publica de situaciones inaceptables debe hacernos reflexionar y abordar las medidas sociales y jurídicas necesarias para erradicar el problema. Seria triste que ocurriera aquí como en el campo de la violencia domestica contra la mujer, que ha precisado del aldabonazo publico de varias muertes para que, de forma acelerada y poco reflexiva, se aborden reformas legislativas que puedan solucionar el problema. Dentro de estas reformas no creemos que el aumento de las penas sea una opción valida. Este aumento - reflejo de una permanencia del animo vindicativo en nuestra sociedad y en nuestro derecho penal- de las penas no parara a los agresores domésticos. La solución deberá venir por vías alternativas tales como una idónea tutela cautelar de la victima ( medidas como el alejamiento o el destierro durante la tramitación del proceso), el ofrecimiento de un futuro económico real a las mismas, y la existencia de programas de tratamiento psicológico a agresores y a agredidos - que tan buen resultado esta dando en los lugares en los que se están realizando y que pueden ponerse como medida complementaria en caso de suspensión condicional de la pena de acuerdo con el artículo 83 del CP-, solucionará mejor los problemas que un simple aumento de la reacción penológica. Estas repuestas sociales se están desarrollando en el campo de la violencia contra la mujer, mientras que en el campo de la minoría de edad son simplemente inexistentes. Eso no obsta a que nos podamos referir a ellas como punto de referencia. Así lo indica las conclusiones del Plan Andaluz para avanzar en la erradicación de la violencia contra las mujeres que indica << Los malos tratos conyugales o familiares no pueden ni deben corregirse exclusivamente desde la perspectiva penal. El Código Penal no es el instrumento de defensa de la moral social, y no debe utilizarse como única posibilidad de reacción contra la violencia domestica. Este es un problema que tiene implicaciones educativas, culturales y sociales, relacionado con la actitud social de uso de la violencia física como procedimiento común para la resolución de conflictos, y debe ser abordado desde todos estos aspectos. Se consideran más eficaces, en el horizonte de la erradicación de la violencia contra las mujeres, las medidas sociales (apoyo a la victima, rechazo de las conductas violentas, denuncia...)que las medidas estrictamente o sólo penales.>> Estas apreciaciones son, sin duda, igualmente aplicables a los casos de maltrato a menores. En el campo policial los SAF (Servicio de Atención Familiar) suponen otro importante instrumento de lucha contra este tipo de delincuencia al dotar de un personal especializado la atención de estos casos. Últimamente ha tenido mucho éxito la petición de Juzgados especializados para el trato de esta materia en el campo de la mujer. Si bien no nos oponemos a una cierta 29 especialización, la especialización excesiva nos parece perjudicial. La solución vendría más por una extensión de las Oficinas de Atención a las Victimas a todos los partidos judiciales mas que por una especialización de los Juzgados que conllevaría la dotación de medios exclusivamente a estos. Otra cosa es que las normas de reparto concentraran todos los actos similares en un solo Juzgado lo que facilitaría la apreciación de la habitualidad. Esto tendría el problema de que no contemplaría los actos de violencia domestica cometidos en el territorio de otros partidos judiciales. Hoy existen medios técnicos que pueden controlar esto. Una base de datos en red que una los Juzgados y las Fiscalías de toda España podría ser un importante instrumento de trabajo en la persecución de estos delitos. Pero esto, técnicamente tan fácil, sigue siendo aun algo pospuesto por motivos presupuestarios, si bien se esta avanzando en ese sentido. Legislar es gratis, dotar de medios para cumplir las leyes cuesta dinero. Lo dicho no conlleva el rechazo a que se especialice a los Jueces y Fiscales que traten estos temas, pero no con una mejor formación jurídica, sino psicológica y victimológica. Digamos, además, que esta especial formación debe generalizarse a todos los jueces y fiscales, penales e, incluso , a muchos de los civiles – p.e. los de Familia y de Tutela e Incapacidades- ya que es precisa para un mejor desarrollo de su labor. En el campo de las medidas que podrían adoptarse para atajar esta violencia podemos destacar varias: - Algunos estudios han comprobado como ante los maltratadores que podemos calificar de << normales>> - no así en otros que se vuelven mas violentos con estas medidas- tiene un gran efecto disuasorio el que la policía, cuando existe violencia física, retenga al maltratador toda la noche en los calabozos, si bien esto se enfrenta a la actual regulación procesal de la detención en nuestra LECRIM sobre todo cuando estos hechos pudieran ser calificables como faltas. - La elaboración de bases de datos efectivas tal como hemos reflejado anteriormente. - Realizar una buena batería de medidas cautelares tales como el alejamiento del agresor, que es aplicado de forma rutinaria en algunos países con un efecto claramente preventivo de la violencia. La policía debería tener instrucciones precisas para acudir inmediatamente cuando la victima comunique que esta medida se ha incumplido - incluso facilitando un dispositivo electrónico comunicado de forma directa con la central de alarmas policial-, y detener al agresor como autor de un presunto delito de desobediencia a la autoridad. Hoy esto se encuentra suficientemente amparado por la legislación. Debemos añadir aquí, que en estos casos, es fundamental apartar al maltratado del maltratador, para preservarlo suficientemente de la situación. Se necesita una buena batería de medidas cautelares, máxime teniendo en cuenta la dilatada duración de los procedimientos. Las medidas cautelares establecidas en el articulo 13 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal como las primeras diligencias del Juez, entre las que se incluye la de dar protección al perjudicado, será en este caso la de sacar al menor de la situación maltratante sin necesidad de que nadie se lo pida. - Puesta en marcha de programas de rehabilitación para los agresores, como un acercamiento terapéutico al problema. Se ha destacado que las penas son poco disuasorias para este tipo de delincuentes, sobre todo las más benignas, siendo incluso contraproducentes y no logran detener el maltrato. Por el contrario, el tratamiento psicológico con sometimiento voluntario - si bien algún autor ha abogado por un tratamiento coactivo como sustitutivo de la pena, que posee solo una 30 eficacia limitada-, ha reflejado ser tremendamente útil cuando el agresor tiene conciencia de su problema. El mero hecho de recibir el tratamiento disminuye notablemente la tasa de reincidencia17. En cuanto a las medidas de carácter procesal que pueden servirnos para una mejor persecución de los casos de maltrato infantil tienen gran interés las reformas introducidas en esta materia por la Ley Orgánica 14/1999 de 9 de junio. Entre ellas destacan: - Se permite como medida cautelar durante el proceso la adopción de la medida de alejamiento o prohibición de acercamiento a la victima por parte del agresor ( articulo 13 y 544 bis de la Ley de Enjuiciamiento criminal). - Se establece la persecución de oficio de la falta de malos tratos de carácter domestico, si bien en el caso de menores ya se permitía que el Fiscal pudiera denunciar en su nombre. - En los casos de que el testigo sea menor de edad se permite al Juez acordar por resolución motivada y previo informe pericial que se evite la confrontación visual del testigo con el inculpado, utilizando para ello cualquier medio técnico o audiovisual que haga posible la practica de la prueba. - No se practicaran careos con menores de edad salvo que el juez lo considere imprescindible y no lesivo para el interés del menor, previo informe pericial. Con estas dos ultimas disposiciones se evitan sorpresivas resoluciones absolutorias por no declaración del menor en el juicio oral en presencia de su agresor. Diremos, no obstante, que la falta de medios evitan que estas disposiciones se utilicen con la debida amplitud. No quiero dejar de hacer una referencia la victimización secundaria, que según señalan todos los manuales y estudios sobre victimología, se deriva de la relación que establece el sistema jurídico-penal con la víctima. Es muy frecuente que el contacto de la víctima con la policía y con la administración de justicia sea valorado por ésta como muy negativo. El proceso penal no es la respuesta a los conflictos personales o sociales pues parte de construcciones abstractas, y de una relación Poder estatal-violador de la norma que deja fuera del proceso al perjudicado por el delito. Así, esta victimización secundaria es mucho más negativa pues se origina en el propio sistema, al que se ha acudido a demandar justicia y protección. La frustración de la víctima, su falta de expectativas de reparación efectiva o el temor, por lo que atañe a determinados delitos, a verse obligada a declarar sobre cuestiones íntimas o especialmente dolorosas, condicionan negativamente su actitud. Con tal panorama, el perjuicio para la víctima y para la Administración de Justicia es evidente. No es casual que el Comité de Ministros del Consejo de Europa, en su Recomendación de 28 de junio de 1985, considerando que el funcionamiento del sistema tiende a incrementar y no a 17 Según unos estudios se reflejan éxitos en el 69 % de los casos transcurridos tres meses. En el País Vasco el 80% de los hombres que se sometieron a tratamiento no volvieron a cometer agresiones a los tres años de seguimiento. En EEUU y Nueva Zelanda se ha logrado que el 90 % no vuelva a agredir mientras duro el tratamiento - un año-, solo el 17% volvió a hacerlo en los dos años siguientes, y tan solo el 5% en los 5 años siguientes. 31 disminuir los problemas de la víctima, da pautas a los Estados miembros sobre la posición de la víctima en el marco del Derecho penal y del proceso penal. En tal sentido, estima que debería ser función fundamental de la justicia penal la de responder a las necesidades de la víctima y proteger sus intereses, afirmando igualmente el interés por ganar la confianza de la víctima, favoreciendo su cooperación, singularmente como testigo. La necesidad de tomar en más consideración a la víctima, le lleva a hacer recomendaciones en todas las fases del proceso: en sede policial, de investigación, en juicio e incluso en ejecución. Y llama especialmente la atención que da especial importancia al interrogatorio de las víctimas, que deberá hacerse con respeto a su situación personal, derechos y dignidad, haciendo mención especial a los niños, que deberán ser interrogados en presencia de padres, tutor o persona cualificada para asistirles18. Los factores que victimizan secundariamente al incurso en proceso legal son: dilación del proceso, expectativas erróneas, desconocimiento de sus fases, trato poco comprensivo, falta de información sobre el proceso legal, pérdida de días de trabajo, angustia por otras causas anteriores. En el procedimiento el menor esta sometido a una serie de procesos que, por si solos, pueden producirle perjuicios graves. Tendrá que repetir en varias ocasiones lo ocurrido, ( como mínimo ante la Policía, ante el Juez y en el juicio oral). La celebración del juicio oral supone un gran traumatismo para el menor. Influye el tiempo que transcurre hasta que se celebra ( entre 1 y 2 años), suele ser publico con el agresor ante el menor ( nuestro TS exige la presencia en la declaración del niño y que esta se haga en el juicio oral), la escenificación y el lenguaje del juicio, y en ultimo termino, si no se condena, el niño queda como un mentiroso, y con el convencimiento de que los problemas surgidos en su familia son culpa suya, con las graves consecuencias psicológicas que ello comporta. Todo esto le perjudica en muchos casos más que el propio abuso o maltrato. Cuando la víctima es un niño, y particularmente cuando lo es de delitos de malos tratos y de agresiones o abusos sexuales, la victimización secundaria cobra mayor importancia, tanto por su mayor vulnerabilidad como por el plus de atención y protección que requiere y se le reconoce legalmente. Si en los casos de víctimas adultas la terminología utilizada puede ser adecuada, en los supuestos de niños víctimas creo que no es exagerado hablar de maltrato institucional. La necesidad de equipos que medien, orienten y apoyen a la víctima es patente, y tratándose de niños es una urgencia innegable. El enfrentamiento del niño víctima con la administración de justicia resulta siempre hostil. Si a la conmoción que le ha supuesto el padecer el delito, sumamos la angustia de revivir repetidas veces y con detalles los hechos traumáticos, la utilización de expertos con fines asistenciales no es controvertible. Sin embargo, a lo largo del proceso de intervención social tal vez resulte necesario, al menos en aquellos casos en los que se haya producido la reparación a la víctima y se comience la "renegociación de la relación conyugal y las interacciones parentales", poder exonerar de medidas punitivas al progenitor o progenitores abusadores. Conocemos el escándalo que esto puede conllevar – recordemos el caso de Córdoba, en que el Tribunal recomendó el indulto del padre abusador y la encendida polémica que ello produjo-, pero debemos tomar como referencia el interés del menor y, si una vez el niño a salvo, el castigar al padre abusador puede suponer un perjuicio para el menor, la elección del jurista debe ser clara, abandonando todo concepto vengativo de la pena – idea que, por otra parte, no tiene nada que ver con el moderno Derecho Penal-. 18 Sorprendentemente la regulación penal sigue caminando en una dirección contraria. Incluso con el Código Penal de 1995 se ha incluido un delito consistente en no acudir a declarar a juicio si se dan determinados condicionantes. No solo no se apoya y ayuda a la victima, sino que se le amenaza si, superando su miedo, no colabora. 32 De esta manera se podría establecer un sistema de persecución "a la carta" de la víctima cuando ésta fuese menor, de forma que la judicialización del conflicto permaneciese mientras lo exigiera la protección de los intereses de aquélla, bien porque el proceso no se iniciara o porque, una vez iniciado, se le pudiese poner fin al mismo. Pero, en todo caso, el ejercicio de dichas posibilidades debe de rodearse de las garantías necesarias para impedir situaciones fraudulentas. Si, no obstante lo anterior, hay que acudir al juicio debemos tratar de evitar la victimización secundaria es necesario que el niño declare menos veces y que la declaración final, la del juicio oral, no tarde tanto en producirse. Asimismo deberían obviarse al máximo las exploraciones físicas, sobre todo cuando se sabe que no va a aportar más información (exploraciones iniciales normales, el abuso ha consistido en masturbar a un adulto, o pornografía, etc.). Ello podría lograrse con las siguientes medidas: - Creación de unidades asistenciales-médico legales fijas en las que el médico forense participe desde el primer momento en la exploración del menor, con protocolos conjuntos. - Utilización de las declaraciones iniciales grabadas en video o de fotografías de los hallazgos – esto se encuentra hoy permitido legalmente como ya hemos visto-. Utilizar un dossier común de manera que todos los profesionales que intervienen conozcan ya lo que ha dicho y no repitan las preguntas. - Acortamiento de los procesos judiciales que tengan un niño como víctima. En segundo lugar, el juicio oral debería proteger mucho más al pequeño: - Debería procurarse que fuese el primero, no el último, evitando las esperas del menor en la puerta de la sala de juicios lo que perjudica seriamente al menor. - Obligadamente tendría que realizarse a puerta cerrada, sobre todo sin periodistas. - El niño debería estar separado del agresor y si es posible declarar en otra sala, o evitando la visión directa con mamparas o similar. - A ciertas edades, el niño debería estar ayudado por alguien conocido durante la declaración, preferentemente un psicólogo o asistente social. Para una mayor eficacia en la persecución de estos delitos creo que debe abandonarse la ley del "todo o nada". En ocasiones una sentencia da por hecho que el abuso ha existido pero el acusado queda libre por falta de pruebas. Posiblemente si existieran otras alternativas intermedias obtendríamos muchas más confesiones con lo de positivo que tiene para el acusado, para la familia y para el niño. Está estudiado y sabido que muchos niños no delatan porque saben que pueden mandar a la cárcel a su padre o a su tío u otro ser querido. La familia (y ello quiere decir hermanos, abuelos, primos, etc.) no les querrá y les rechazará. Debemos preguntarnos que nos interesa mas si el conseguir la detección y una reacción ante el agresor, que no suponga una nueva agresión contra el menor, o el satisfacer de forma plena un sentido social de venganza. Lo que debe tratarse es de evitar la situación de maltrato y preservar al menor. Si esto se puede lograr sin la imposición de una sanción penal, será preferible hacerlo así por el menor coste personal que entraña. Por eso la ley penal, permite al Ministerio Fiscal abstenerse de denunciar un caso de agresión sexual, cuando los representantes legales no lo han hecho y el considera que el proceso puede suponer un mayor maltrato para el menor. 33 VII.- PROBLEMAS QUE PLANTEA EL ABORDAJE DEL MALTRATO.Llegados a este punto y tratando de analizar solamente las cuestiones relacionadas con el núcleo de nuestro trabajo, no es aventurado afirmar que en el ámbito legislativo e institucional la protección al menor ha alcanzado cotas importantes, sin que ello quiera decir que debamos sentirnos satisfechos y que no deba avanzarse en el camino iniciado. Distinta valoración ha de hacerse respecto de la efectividad de las normas establecidas. Aunque debemos admitir una creciente sensibilización de la ciudadanía, de los profesionales y de los poderes públicos en lo que supone la protección del menor, también hemos de ser conscientes de que hay graves lesiones a derechos de los menores que tienen protección penal y no acceden a la jurisdicción en proporción a la frecuencia con que se realizan. Los maltratos infantiles y las agresiones o abusos sexuales, son los que más nos interesan. Lo primero que se percibe en la esfera penal es que no hay un satisfactorio conocimiento de las infracciones penales cuyas víctimas son los niños. Tenemos una abudantísima legislación internacional y nacional y, precisamente en las lesiones más graves, desconocemos la frecuencia con que se realizan tales delitos. Ciertamente, razones sociales, que con frecuencia se produzcan en el ámbito familiar y la propia naturaleza de la víctima, conducen a que la denuncia de tales actos sea muy inferior a la que, proporcionalmente, se realiza de otros delitos. Un somero repaso a las estadísticas más representativas de lo que ocurre en la justicia penal confirma lo anterior. Las Memorias de la Fiscalía General del Estado al examinar la evolución de la delincuencia en el orden cualitativo o de la naturaleza de los delitos cometidos, o cuando da cifras sobre algunos delitos en particular, no contemplan la circunstancia de que la persona agredida sea un menor. Debe acudirse a las memorias de algunas Fiscalías de Tribunales Superiores de Justicia para encontrar distinciones, dentro de las lesiones o los maltratos familiares, donde es de suponer que se incluirán todos, o imprecisas calificaciones, con resultados estadísticos, que aluden a delitos contra el circulo familiar. Lo anterior resulta más sorprendente por cuanto la mayoría de las Fiscalías tienen designados Fiscales de menores, que bien podrían abarcar también a los menores victimas o al menos coordinar las actuaciones en los procesos en los que la víctima sea menor. Todas las víctimas y especialmente los niños, en función de las circunstancias personales y sociales que concurren, y dependiendo de la naturaleza del delito, sufren unos daños físicos, económicos, psicológicos, etc., que van más allá de la lesión producida en el bien jurídico protegido que atacó el hecho delictivo. Este aspecto, conocido como victimización primaria, tiene especial importancia en el menor. Su personalidad en formación, la impotencia lógica de su aún débil voluntad, el miedo a su repetición, la angustia que necesariamente se produce en las agresiones originadas en el seno de la familia o en ámbitos donde se supone que debía protegerse al niño, agravan las consecuencias del delito, haciendo más serio lo que en víctimas adultas pudiera no serlo. VIII.- BREVE REFERENCIA AL MINISTERIO FISCAL COMO INSTITUCIÓN CLAVE EN LA PROTECCIÓN DE MENORES.- 34 Aunque, a lo largo de este trabajo hemos podido destacarlo en varias ocasiones hemos de incidir ahora en la especial trascendencia que dentro del entramado jurídico que, para la protección de los menores, establece nuestro Cc, tiene la intervención, como órgano tuitivo destacado, del Ministerio Publico. Si bien no vamos a profundizar en la intervención de esta figura, si queremos destacar algunas ideas sobre la misma y buscar los mecanismos para que la tuición que presta sea todo lo eficaz que la sociedad exige. La primera idea a incidir es un poco obvia. Esta función tuitiva se escapa de lo considerado por la mayor parte de la población como la labor del Ministerio Fiscal. Pero, como sabemos, la misma es consustancial con el Ministerio Publico español que se configura así como protector de los desvalidos y ha provocado que se conciba al mismo como " Magistratura de Amparo". Es preciso destacar que con la reforma de los sistemas de protección, se sustituyó la establecida vigilancia del Juez por la del Ministerio Publico. Esto se hizo bajo los argumentos de que, de acuerdo con el articulo 3-7º del EOMF, esto era perfectamente asumible por el mismo. También se buscaba descargar de trabajo a los jueces, pretendiendo una desjudicialización de los escalones primarios de protección, por ser el Fiscal " el defensor real del menor" y porque el mismo tiene una mayor flexibilidad en su actuación y puede actuar con una mayor eficacia. El argumento de descargar el trabajo del Juez es criticado por Ruiz-Rico Ruiz, J.M., con unas palabras que no podemos dejar de transcribir: " el Fiscal no esta descargado de trabajo como para asumir sin riesgo esta nueva carga, ni tampoco (...) que tenga los medios personales ni materiales precisos para llevar un seguimiento exhaustivo..." La Ley 1/1996 de Protección Jurídica del Menor supone un verdadero salto de la intervención del Fiscal en estas materias. La Disp. Adicional 3ª de dicha Ley, permite al Fiscal no solo proponer medidas, diligencias y pruebas al Juez, sino incluso adoptarlas directamente él mismo, lo que da un argumento legal al sistema que exponemos. Se opte por una protección judicial o fiscal, de lo que no cabe duda es que, dada la importancia y trascendencia de esta misión - la buena marcha de la tutela depende, de forma muy importante, de la eficacia del sistema de fiscalización- , debe buscarse la dedicación exclusiva a esta materia, dotando al órgano encargado de órganos auxiliares técnicos - asistentes sociales, médicos, etc...- para el cumplimiento de su misión. Esto tiene su importancia, pues uno de los defectos que provocaron la Reforma fue, precisamente, la falta de inspección efectiva de las tutelas, inspección que, hoy tampoco, funciona siempre con el rigor y frecuencia que seria conveniente. El actual sistema podría basarse en la vigilancia y control genérico por el Fiscal que, como veremos, estaría facultado para tomar decisiones de carácter ejecutivo inmediato, sin perjuicio de posterior resolución judicial sobre el tema que seria prevalente, bien a instancia de parte, bien al ratificar la resolución fiscal que mientras poseería valor provisional. Se reservaría el órgano judicial la facultad de constituir o alterar una situación tutelar. A pesar de las deficiencias planteadas, la intervención de las Fiscalías de toda España en el campo de la protección de los menores y de sus derechos esta siendo de una gran importancia como se puede constatar simplemente observando las hemerotecas. Es, por ello, necesario dar a conocer a los profesionales que trabajan en el ámbito del menor que en las Fiscalías cuentan con interlocutores validos y, en muchos casos, eficaces que pueden resolver, siempre desde el campo jurídico, los múltiples problemas que, no ya, la protección de los menores, sino todo el Derecho del Menor conlleva. 35