¡Un “plus” de autoridad para el profesor! Por M.ª Carmen Moreno Parece increíble queridos lectores a la situación social a la que hemos llegado en cuanto a valores vitales se refiere. Pasamos del palmetazo con la regla propio del autoritarismo a la permisión total e indiferencia a las conductas disruptivas y episodios de violencia en los colegios. ¿Dónde están los modales de comportamiento de antaño?, ¿Ahora hay que tratar de usted para ganarse el respeto?, ¿Es que el resto de las profesiones a las que no vinculamos este tratamiento no merecen la misma consideración?, ¿Cómo nos dirigimos hacia las personas mayores? Si nos parásemos a pensar en muchas de las actitudes diarias que manifestamos tendríamos que aprender a autovalorarlas y reeducarlas, pues de ellas dependen en gran medida, los estilos conductuales que tienen nuestros chavales, nos observan e imitan desde pequeños, comprenden que aquello que realizamos, decimos y expresamos a través de distintos lenguajes (corporales, gestual, artístico, matemático, lingüístico) sea verdadero y correcto. ¿Estamos los padres preparados para educar?, ¿En qué consiste esa valoración cívica y moral que estamos pidiendo quienes enseñamos-educamos? Demasiadas asignaturas pendientes nos quedan a docentes, padres, instituciones, asociaciones, organismos políticos y sociedad en general, porque aquí estamos todos implicados y comprometidos en la mejora de hábitos y consolidación de actitudes. Nos preguntamos, a raíz del debate declarado a favor del nuevo reglamento de organización y funcionamiento de los centros educativos que está por aprobarse en Decreto para el próximo curso escolar (ROF), hasta dónde hemos llegado, ahora se pide una Carta de derechos del profesorado donde se le reconozca a este gremio la autoridad civil, ética y moral que nunca debió perder. Y es que deduzco que el problema ya no se reduce a la consideración verbal del “usted” o la implantación de las tarimas para ejercer disciplina en las clases sino que como profesora entiendo que ese respeto y trato cordial nos lo ganamos o perdemos según nuestras actuaciones, nunca se llega a las manos si antes no hubo refriegas, pues aquí pasa igual, nada es gratuito ni ocurre porque sí, hay que saber controlar un aula, parar a los padres cuando es necesario, exigirles al tiempo que ayudarles… No dejo de estimar, por otro lado que también es verídico, que en muchas ocasiones nos sentimos desvalorados, desprestigiados, impotentes, fatigados ante tanta lucha; no resulta fácil trabajar con niños adolescentes que reciben influencias de otros contextos y que plasman justamente en el escolar por ser éste uno de los espacios donde pasan más horas del día. Se hace justamente necesario por este último motivo el hecho de que se implanten unas normas de respaldo social, familiar, legal que nos aporten seguridad a la hora de tomar cartas en la disciplina de los escolares, no puede ser todo válido, las exigencias y los límites los ponemos entre todos porque convivimos en un mismo marco, la clase, el patio de recreo, la biblioteca, el comedor, el autobús… los mínimos educables en cualquier ser humano deben estar presentes siempre, si se han perdido u ocultado habrá que volverlos a buscar y echar mano de cuantas medidas se estimen oportunas, ¿no creen ustedes? Lo que no se puede permitir es que un insulto, un puñetazo, un pinchazo de la rueda de un coche, una silla lanzada por la ventana, las tizas arrojadas contra la pizarra estando presente el profesor, la divulgación de sus imágenes a través de Internet, la presión que sufrimos para modificar las calificaciones, las amedrentaciones por parte de padres, las burlas, las risas y los atropellos morales ¿esto que es señores?, ¿no serán llamadas de atención?, ¿qué querrán decirnos con eso nuestros alumnos? Investiguemos y lo descubriremos, falta de estímulos, aburrimiento, sensación de perder los nervios, personalidad inmadura y llena de contradicciones, escasez de diálogo y comunicación en sus casas, demanda de valores y de algo por lo que luchar… Deberíamos centrarnos en esos pequeños-grandes detalles de la convivencia diaria que nos tienen que hacer marcar las pautas y no caer en la tentación de que eduquen los demás, que nosotros estamos para enseñar, vale pero en un clima de desgana, apatía, desmotivación, discordia, discusiones y lanzamiento de objetos ¿ya me dirán qué aprendizaje tiene sentido? Yo recuerdo, que en casa, de pequeña, se nos hacían comentarios del profesor de décadas anteriores, nuestros abuelos y padres recibieron una educación marcada por ideales consensuados del respeto a los demás, que había castigos y leyes, que uno no se podía saltar, que el maestro para eso era el maestro, que en casa se apoyaba su encomienda social, que cuando cometíamos trastadas había que pagarlas. Ni un extremo ni otro, el equilibrio tiene siempre su virtud y educación también. Nada más lejos de la realidad actual, hoy se nos pide que seamos el investigador, el colega, el experimentador, el tutor, el defensor y protector, el colaborador, el coordinador, el orientador, ¿no me dirán ustedes que todos no estemos preparados para equilibrar estas tareas?, ¿qué es lo que suele ocurrir? Que creamos unas libertades extremas sin hacerles comprender que ellos tienen derechos, responsabilidades, deberes y cumplimientos de normas como el resto de los ciudadanos, que acuden a un centro educativo justo para eso para educarse en el sentido literal de la palabra, si los padres no están a la altura de las circunstancias por los motivos que sean, estrés, prisas, trabajos y mil historias más pues algo habrá que hacer. Por tanto, vemos que se trata de un problema social, la palabra “usted” no deja de ser un mero concepto donde fijarse para plasmar un título que impacte en la gente, que le suponga una noticia de qué hablar, pero el fondo, las necesidades educativas son otras. ¿Qué decimos de la ratio del profesor en clase, cómo es posible que haya tantos alumnos por aula?, ¿Y las bajas laborales cuándo se cubren, esas listas de interinos que nunca bajan?, ¿los grupos de orientación por qué no se refuerzan y los problemas de conducta se atajan a tiempo?, ¿las tutorías para qué están, no tienen un uso de ayuda, apoyo y solución de conflictos? Realmente, hay aspectos de la vida escolar que no se entienden, porque las leyes, los reales decretos, los decretos, las órdenes se sirven de unas demandas sociales y educativas a cubrir, si están ahí es para que se lleven a cabo con la total garantía de que su uso sea correcto y reconocido por todos. ¿De todo lo anterior que se desprende? Que realmente, hemos perdido puntos los profesores, se ha dado mucha rienda suelta a los chavales, se permite casi todo, los padres apoyan esas maneras y pocos están con nosotros en la ardua tarea de educarles de manera compartida y ya es casi imposible volver atrás. La labor del docente debe ser valorada socialmente en su justa medida, que tengamos unos márgenes para podernos defender, que estemos respaldados penal, moral y académicamente hablando. Que cuando impongamos una sanción sea cual sea sus consecuencias para el alumnado y sus padres tengamos esa potestad que como funcionarios públicos se nos cedió en su momento, lo que no puede pasar es que con sólo subir el tono de voz hacia el alumnado tengamos el padre atizándonos a la salida de clase; lejos de escandalizarnos estos hechos se están produciendo y resultan, bajo mi punto de vista, lamentables porque entiendo que hay que educar al padre para después juntos atender a los niños y ésa ya no es labor nuestra. ¿Cuál ha sido la solución por la que partidos políticos, sindicatos y organizaciones han optado? Pues el nuevo reglamento que saldrá en vigor próximamente y que viene a dotar de la aplicación de medidas correctivas que den respuesta al problema de la violencia en el ámbito escolar, cediendo cargos y asuntos en el tema a los propios centros que serán quienes a través de la elección de sus directivos organicen sus planes de convivencia, que aquellos escolares que molestan, interrumpen, no quieren estudiar, arremeten contra el profesor y sus compañeros, etc., sufran el peso de la aplicación de dicho reglamento, que los padres sean sancionados por la autoridad competente en el caso de que se reconozca como delito su agresión hacia el docente en el ejercicio de sus funciones; en definitiva, que las reglas estén definidas y se vuelva a apostar por la cultura del esfuerzo y del respeto a los profesores y maestros. Pero cuando leemos las noticias de prensa, lo oímos en los medios de comunicación o lo vivenciamos de cerca se pasan otras cosas por nuestra mente. Los castigos físicos, las reprimendas sociales, los insultos, las medidas sancionadoras que existen en la actualidad por parte de las familias y de muchos profesionales del mundo de la enseñanza no tienen sentido lógico en sí mismas, las expulsiones en los colegios sin ningún seguimiento por parte de las familias que a veces ni se enteran, las peleas en las que el diálogo ,el arrepentimiento y el perdón no tienen base alguna, las rabietas y los caprichos hacia el estudio en vez del trabajo serio y responsable, las presiones por obtener calificaciones sin darle importancia al sentido significativo de los contenidos que se transmiten, el propio sistema educativo que lejos de responder a necesidades acordes con los tiempos va retorciendo con una serie de leyes concatenadas que se han venido desarrollando y que vienen a decir lo mismo, los fallos sin proponer soluciones reales y otras situaciones nos están abriendo los ojos, porque el tiempo pasa y nuestros niños que han entrado por primera vez a la escuela serán las generaciones venideras, esto es muy serio y debemos preocuparnos por implicarnos todos. A mí como madre no me valdría decir es que estoy ocupada, no tengo tiempo, no sé cómo hacer, no puedo asistir a las tutorías, los hijos están más tiempo mis padres o con la canguro que con nosotros, no me pongo con él a hacer los deberes, sé cómo se comporta por una agenda diaria que en muchas ocasiones ni miro… desde pequeños nuestra educación merma si no sentimos el cariño, la estimulación y el apoyo de las demás instituciones, la familiar, la social. Por eso, particularmente, no creo que estemos ante un problema de lingüística y correcto trato en segunda persona del singular. Tanto es así que si comparamos la nuestra con otras profesiones como abogado, médico, panadero, electricista, mecánico, asistente social o barrendero, todas deben tener igual consideración en términos de respeto y diversidad, una no es más que otra ante los demás. Las formas, la manera de dirigirnos hacia las personas nos condiciona como individuos y nos etiqueta, es cierto, pero esas distancias que posibiliten una comunicación menor-adulto son necesarias en el sentido de exigencias, deberes, recato, respeto, individualidad, disciplina, sanción, sobre todo cuando el poder se ha perdido o no hemos establecido límites claros de jerarquía. Otra cosa es que el profesor, como debiera ser, manteniendo unos márgenes de flexibilidad, tolerancia, amistad, disciplina, valoración, generosidad y respeto tenga la suficiente capacidad doctrinal y experiencial como para dirigirse a su alumno con la exigencia del nivel madurativo y la consideración de profesor que dicta, propone, prevé y organiza sus aprendizajes, esto es bien distinto ¿cómo hacerlo? Pues con paciencia, tesón, lucha, ganas de involucrarse, con el apoyo de los demás docentes, con la coordinación en equipo, con los padres ahí para compartir y mejorar todos los aspectos del desarrollo de los niños que, hoy más que nunca, comprendemos que no se reducen a la enseñanza de las matemáticas, los idiomas o el lenguaje. Estamos creando modelos acordes con una sociedad surrealista, excesivamente preocupada por el consumo, la imagen, los medios de comunicación y tecnología en general, en determinadas circunstancias y etapas hay que pararse y pensar lo que hemos ganado en detrimento de lo que se perdió. Personalmente no me gusta quedarme en ninguna de mis reflexiones con una idea pesimista o negativa, las cartas están puestas sobre la mesa, se saben las dificultades por las que está pasando la formación y el desarrollo evolutivo de nuestros niños, sólo hay que actuar desde los colectivos sociales, las leyes, la política, la educación, las familias, crear alumnos con una personalidad equilibrada rica en asertividad, pluralismo y competitividad sana, ilusionados por mejorar su persona no es nada fácil, se aprende con ejemplos, desde el contexto callejero mismo, pero sin duda, el buen ejemplo debe predominar y debemos pensar que de puertas para adentro del aula la responsabilidad y los modos de hacer son exclusivos del profesor y del alumnado, no dejarnos llevar por la inconsciencia de unos pocos y la irracionalidad de otros. Vamos a establecer cauces de intervención y colaboración de acuerdo a unos mínimos de convivencia pacíficos y estables, ahí radica la solución a los conflictos que últimamente están creciendo en cuantía y gravedad, es el momento de decidir, pactar, aplicar sanciones y medidas a quienes no sepan atender a razones de un estilo democrático basado en diálogo, participación, empatía, amistad, investigación, innovación, tolerancia y respeto con uno mismo y con los demás, se llame nuevo reglamento, tratamiento de usted, plus de autoridad o derecho al respeto del docente. Socialmente los profesores somos un colectivo mal visto, los comentarios de los padres y de la sociedad misma llegan a los niños injustamente, ellos lo toman como punto a su favor, hacen lo que quieren, no distinguen ni al padre, ni a la madre, ni al abuelo y mucho menos al maestro, serán los menos, tal vez, pero la lacra social de pérdida de valores está aumentando y hay que ponerle freno antes de que sea demasiado tarde, los movimientos callejeros, las llamadas de atención al desorden y al vandalismo público, el absentismo escolar, el acoso, la violencia, las enfermedades de ansiedad, depresión y bajas laborales de los maestros no las inventamos, están ahí… Nos sentimos desprotegidos y desvinculados de una realidad en la que paradójicamente somos quienes pasamos más tiempos con los críos y a veces, espejos de los únicos modelos con los cuentan, contradictorios a los que ven en la tele, en sus ídolos, en sus líderes de grupos de iguales, en los videojuegos… No olvidemos que en la mente de un niño prevalecen los contactos directos, la persona, la figura, tanto es así que la silueta del maestro de Infantil que tuvimos todos nunca se olvida, retrocedamos en el tiempo y veremos cuánto de verdad hay en ello. Les invito a padres, madres, educadoras, diplomados y licenciados a que piensen sobre sus prácticas diarias, observen su entorno inmediato, respóndanse a sí mismos sobre una realidad que nos involucra a todos, quedándonos con este pensamiento final del célebre Albert Einstein, quien nos decía “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”. Por M.ª Carmen Moreno