perfeccionismo y superprotección

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ESCUELA DE PADRES
EDUCACIÓN INFANTIL
PERFECCIONISMO Y SUPERPROTECCIÓN
Ni hay padres perfectos; no hay hijos perfectos, ni siquiera sería recomendable.
No hay padres perfectos, ni siquiera sería recomendable. Sin embargo hoy en
día sí que hay un gran número de padres 'culpables', es decir, padres que se
sienten directamente responsables de los problemas de sus hijos. La psicología
moderna ha puesto de manifiesto la influencia de las actitudes de los padres en
el desarrollo de los hijos, y ha dejado bastante claro que, a los cinco años, un
niño tiene prácticamente formada su personalidad, sus patrones de respuesta,
una auto imagen positiva o negativa de sí mismo, etc. Muchos padres de hoy,
que saben esto, tienen miedo de 'crear traumas' a sus hijos con su actitud, y
educan con miedo. Si los niños tienen problemas de cualquier tipo más
adelante, se culpan por ello: '¿Qué hemos hecho mal?', se preguntan.
No hay patrones para educar: ¡quiérelo!
Leo Kanner, un clásico de la psiquiatría infantil, ya apuntó en su tratado de
psiquiatría en 1935 la relación existente entre los comportamientos
desordenados de los niños y la actitud de los padres, y dedicó un capítulo de
su libro a explicar las consecuencias negativas en el carácter de los hijos de
unos padres negligentes, perfeccionistas o superproteccionistas, los tres tipos
más normales. No obstante, Kanner advierte de que "no se puede culpar a los
padres" de su propio comportamiento: "Sus actitudes nocivas son expresiones
de sus propias dificultades emocionales, y pueden ser modificadas
terapéuticamente", afirma.
Para Kanner, pues, las madres o padres que reconozcan en sí mismos
cualquiera de las personalidades descritas no han de preocuparse en exceso,
sino más bien reconocerlo y trabajar con ello. El verdadero problema, sugiere el
psiquiatra, surge cuando los padres "no quieren ver el daño que han podido
hacer a sus hijos", y rechazan al psicólogo o al psiquiatra. No obstante, y si
reconocen que pueden estar haciendo algo mal, "la verdad y la ayuda sólo
puede venir de dentro"; no hay que saber mucha teoría, ni seguir modelos
aprendidos. Lo más seguro para educar a los hijos es ser conscientes de las
propias limitaciones, estar atentos para que éstas interfieran lo menos posible
en su educación, y quererlos mucho tal y como son: porque la negligencia, el
perfeccionismo o la superprotección son en realidad distintas máscaras de un
sentimiento de rechazo hacia los hijos.
Consecuencias de la negligencia, el perfeccionismo y la superprotección
La negligencia:
Es el primero y más claro síntoma de un rechazo de los padres hacia el hijo.
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Los padres están constantemente irritados, son muy severos, dejan a sus hijos
encerrados un montón de horas, no les dan bien de comer... Según Kanner,
"existe el maltrato perpetrado bajo la apariencia de corrección", lo que en este
caso se traduce en disciplina y castigos injustos. Los resultados de esta
negligencia se manifiestan en forma de patologías físicas y emocionales:
deficiencias nutricionales y poca vitalidad en el plano físico, y desórdenes de la
personalidad en el plano psicológico.
El perfeccionismo:
Según el psiquiatra norteamericano, el perfeccionismo es una forma de
rechazo encubierto. En una sociedad en la que se ensalza constantemente el
instinto maternal es muy difícil para una madre reconocer que rechaza su
embarazo. Así pues, estos padres se convencen a sí mismos de que la razón
de su rechazo o desaprobación está "en algún lugar dentro del niño". No hay
nada más fácil que echar la culpa a la herencia (el niño es 'nervioso', se dicen
los padres), o a algo que esté 'mal' (una glándula, un nervio o cualquier cosa
vale, señala Kanner). Una fuente de este rechazo está en el estatus de la mujer
trabajadora. Si no se realiza en su matrimonio y tiene interés por volver a su
trabajo para alejarse de los problemas de la casa, el hijo hace que se sienta
atrapada, y "empieza la carrera hacia el perfeccionismo".
En el plano psicológico, el perfeccionismo de uno de los padres crea en el hijo
insatisfacción consigo mismo. La sensación de que se le niega la aprobación
"le hace trabajar una y otra vez por la bondad, lo bueno, el orden... por un
comportamiento perfecto en general". La incapacidad de alcanzar esa meta
empuja al niño a la frustración, y así mientras que algunos de estos niños
reaccionan relacionándose con el mundo de la delincuencia, otros viven su vida
con una constante inseguridad culpable.
La superprotección:
Kanner distingue entre la superprotección como forma encubierta de rechazo y
la superprotección que no supone rechazo alguno. La primera se parece a la
actitud del padre perfeccionista en muchas cosas, pero varía en una vital:
mientras que los padres proteccionistas presuponen que el 'mal' está dentro del
propio niño, y quieren cambiar al hijo en sí, la madre (o padre) super protectora
pone el acento en ella misma y dirige su actividad a prevenir o evitar un mal
que viene del exterior. Se siente culpable por su rechazo inconsciente, y cree
que siendo una buena madre, estando en cada esquina, evitará que al niño le
pase nada. El psiquiatra compara: "Mientras los hijos de madres negligentes y
perfeccionistas viven en un frigorífico emocional, los de las super protectoras lo
hacen en un horno caliente; la maduración y emancipación gradual son
imposibles", concluye.
El otro tipo de superprotección, la que no proviene del rechazo, está
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relacionada con las mujeres que han perdido a algún otro hijo, o a las que sólo
tienen un hijo y no pueden tener más, por ejemplo. Las consecuencias en el
carácter de los hijos, aunque no provengan del rechazo, se parecen bastante a
las anteriores.
Para Kanner la negligencia, el perfeccionismo y la superprotección son "pobres
sustitutos del real y genuino cariño materno natural, indican dificultades
emocionales de la madre/padre, y crearán dificultades emocionales en el hijo":
la salud mental de los padres es la mejor garantía de un correcto desarrollo
infantil.
No obstante, y como quedó apuntado al principio, no hay padres perfectos.
Probablemente todos podrán reconocerse en distinto grado en alguno de los
modelos reseñados... No hay que preocuparse en exceso, a menos que la
actitud sea patológica. La solución es relativamente fácil: acepta al niño como
es, y a ti mismo como eres.
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