Materia: Metodología y Técnicas de la Investigación en Ciencias Sociales Cátedra: Agustín Salvia Teórico Nº VI (Módulo II) Disertante: Ernesto Meccia Carrera: Ciencias de la Comunicación Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires Bibliografía obligatoria del Teórico VI (Módulo II): SCHUTZ, ALFRED: “El forastero. Ensayo de psicología social” en Estudios sobre teoría social, Buenos Aires, Amorrortu, 1974. MARTÍN CRIADO, E., “Los decires y los haceres”. En Papers, nº 56; disponible en www.ddd.uab.es/pub/papers/02102862n56p57.pdf - INTRODUCCION GENERAL LOS MÉTODOS Y LAS TÉCNICAS CUALITATIVAS DE CONSTRUCCIÓN Y VALIDACIÓN DEL CONOCIMIENTO EN CIENCIAS SOCIALES. 1. Introducción Empezaremos, luego de los encuentros que tuvieron con la Profesora Mercedes Di Virgilio, por asirnos de una idea: la idea de qué significa “cualitativo” en la investigación en Ciencias Sociales. Quisiera con Agustín Salvia y Mercedes Di Virgilio hacerles una amable advertencia. Tradicionalmente en la historia de la Ciencia Social, existe una disputa muy fuerte entre investigación cualitativa y cuantitativa; si Ustedes recorren las páginas de muchos de los manuales disponibles de metodología de la investigación, podrán apreciar que cuantitativo y cualitativo, están separados por un versus, en un doble sentido, porque no solo quien adopta el método cuantitativo emplea un método contrario al otro, sino porque también el investigador estaría eligiendo un método que considera mejor que otro. Habitualmente, cuando comenzamos a estudiar, reproducimos incoscientemente estas valoraciones y terminamos aseverando que una metodología excluye a la otra, y que, por lo tanto, el investigador debe decidirse por una. Nosotros queremos, en la medida de nuestras posibilidades, excluir la idea de que cuantitativo excluye cualitativo (y viceversa). En realidad, más allá de lo que digan los manuales, en la historia de las Ciencias Sociales se han usado las dos metodologías de investigación, y a veces, las dos al mismo tiempo. Las dos han producido conocimientos por igual confiables (y a veces desconfiables), conocimientos que nosotros hemos asimilado, que están incorporados al acervo del conocimiento científico-social, de manera que no es bueno manejarnos con la lógica de la exclusión metodológica. Más que embanderarnos, tendríamos que preguntarnos cuándo es lícito usar cuantitativo o cualitativo, cuando está justificado realizar una encuesta o hacer una entrevista en profundidad. Esto es bien distinto a asumir la postura de un juez que, dueño de la verdad, le otorgue primacía epistemológica a una de las dos metodologías. La pregunta sobre cuándo es conveniente usar una u otra es de vital importancia porque se relaciona directamente con los objetivos de una investigación. Quiero decir: no existe una legitimidad previa y definitiva de un método. La legitimidad del mismo se relacionará con lo que nosotros querramos investigar, en relación al objeto de investigación. Entonces, a modo de un verso: “de aquello que vayamos a investigar, dependerá/n la/s metodología/s que hemos de utilizar.” Antes de desarrollar las principales características del método cualitativo, me gustaría presentarles algunas reflexiones generales para que tengamos idea de todo lo que se pone en juego cuando encaramos una investigación de este tipo. Me referiré, en primer término, al problema de la distancia cultural entre el sujeto que investiga y el objeto (los sujetos) a investigar y, en segundo término, a los desafíos que implica para la metodología cualitativa emprender investigaciones de corte “microsocial”. 1.1. Distancias culturales a reducir y roles sociales a desarrollar: investigadores e investigados en los estudios cualitativos El términos muy generales puedo decirles que en la investigación cualitativa se pone en evidencia una especie de contraste entre dos pautas distintas, la del investigador y la de quienes son investigados, y que no es infrecuente que el primero “descubra” aspectos o “elabore” conclusiones sobre los segundos como si fueran sus pares, es decir, como si compartiesen la misma pauta cultural. Aunque no nos demos cuenta y hayamos tenido las mejores intenciones científicas, ha pasado mucho que hemos estudiado a los otros como si los otros fueran como nosotros. Para evitar este error, lo primero que se debe hacer es concientizarse sobre este riesgo siempre inminente (al menos hasta que tengamos mucho entrenamiento como investigadores), es decir, tenemos que hacer todo lo posible para mirar nuestro propio sesgo en la construcción del objeto y en la captación de evidencias empíricas sobre él. De ahí la importancia de que socialicemos los avances de nuestros trabajos mostrándolos a los colegas. Vamos con el relato. El fenomenólogo A. Schutz escribió un artículo llamado “El forastero”; en él se propone estudiar la situación típica en que se encuentra un forastero cuando procura interpretar el esquema cultural de un grupo social al cual se acerca. Por “forastero” entiende a una persona adulta, perteneciente a nuestra época y civilización, que trata de ser definitivamente aceptada, o al menos tolerada, por el grupo al que se aproxima. Imagínense los ojos del forastero al llegar a una gran ciudad desconocida. En adelante, esta ciudad desconocida será “la” ciudad del forastero. La ciudad está poblada por extranjeros (para el forastero) que son nativos (para ellos mismos). Desconcertado, tal vez atemorizado, al forastero ese mundo no se le puede presentar sino como un objeto de observación y de reflexión, es decir se le presenta de la manera contraria a como se le presenta a los nativos, para quienes la gran ciudad es un marco vital de experimentación, el marco de sus vivencias y experiencias más tempranas: en ese mundo se han socializado, en ese mundo se pueden orientar acertadamente, si se cruzan con cualquiera, o si cualquiera dice cualquier palabra; el nativo puede entender al otro nativo: es claro, hay conocimiento intersubjetivo entre ellos. Por lo tanto, para ellos el mundo social primero es un campo de experimentación, el mundo de sus vidas y, muy secundariamente, un objeto de observación, de estudio y reflexión. Al forastero todo lo sorprende, al nativo nada lo sorprende; el nativo no piensa que el mundo pueda ser algo distinto de lo que él cree que el mundo es. Los fenomenólogos nos dirán que el nativo suspende la duda. No duda acerca de lo que hace en el mundo, no duda acerca de los límites de su pauta cultural: ¿Por qué habría de hacerlo, bajo qué urgencia, por qué necesidad? Nos recuerda Alfred Schutz: “El sistema de conocimiento adquirido adquiere para los miembros del endogrupo la apariencia de una coherencia, claridad y congruencia suficientes como para ofrecer a cualquiera una probabilidad razonable de comprender y de ser comprendido. Todo miembro nacido o educado dentro del grupo acepta el esquema estandarizado, ya elaborado de la pauta cultural como una guía indiscutible en todas las situaciones que se dan normalmente dentro del grupo social. El conocimiento correlacionado con la pauta cultural lleva en sí mismo su prueba; mejor dicho, se lo prosupone al no haber pruebas en contrario. Es un conocimiento de recetas dignas de confianza que sustituye lo discutible por lo autoexplicativo.” Los nativos, entonces, no tienen necesidad de dudar, de objetivarse, de “descentrarse” como les habrá dicho Agustín Salvia; ellos suspenden la duda. El forastero, mientras tanto, tiene que hacer todo lo contrario y, por cierto, con necesidad y urgencia. Pero seguro que le va a costar, y mucho, porque antes de incorporarse al nuevo mundo, él fue nativo en su tierra nativa y –como buen nativo- suspendió la duda sobre su primera pauta cultural, de manera que no se cuestionaba nada, no se imaginaba lo distintas que podrían llegar a ser otras pautas culturales de las que apenas tenía noticias al haber visto algunas películas. El también reproducía simplemente, sin reflexionar, su mundo de vida. Pero lo cierto es que se vio obligado a abandonarlo para incorporarse a otro mundo. ¿Y qué va a descubrir aquí el forastero? Que para que lo entiendan tiene que hablar de otro modo, más aún, con el tiempo descubre puede traducir palabras del idioma original al nuevo pero que al pronunciarlas las personas se ríen o se ofenden o arrugan la frente porque no saben qué “quiere decir”... quiero decir: el forastero empieza a descubrir que su pauta cultural, hasta entonces inviolable, hasta entonces incuestionable, es distinta a la que está vigente en el nuevo mundo, el mundo de esa gran ciudad. Por lo tanto, primero entra en crisis y después empezará a poner en duda su propia pauta cultural. Escribió Schutz: “El forastero, en razón de su crisis personal, no comparte los supuestos básicos mencionados; pasa a ser, esencialmente, el hombre que debe cuestionar casi todo lo que parece incuestionable a los miembros del grupo al que se incorpora. El forastero aborda al otro grupo como un recién llegado, en el verdadero sentido del término. A lo sumo puede estar dispuesto a (y en condiciones de) compartir el presente y el futuro con el grupo al que se incorpora, en experiencias vívidas e inmediatas; pero en todas las circunstancias permanecerá exlcuido de tales experiencias de su pasado. Desde el punto de vista del grupo al que se incorpora, él es un hombre sin historia. Es obvio que el fotasrero comience a interpetar el nuevo ambiente social en términos de su pensar habitual. Sin embargo, encuentra dentro del esquema de referencia que trae de su grupo de origen una idea ya elaborada de la pauta supuestamente válida dentro del grupo al que se incorpora, idea que, inevitablemente, no tardará en resultar inadecuada.” El descubrimiento de que, en la nueva ciudad, todo es diferente (y a veces muy diferente) de lo que él suponía, es lo primero que hace trizas la confianza del forastero en la validez de su pensar cotidiano. En rigor, lo que se hace trizas es su sentido común. Queda invalidada no solo la imagen que trae acerca de la pauta cultural del grupo al que se incorpora, sino también todo el esquema hasta entonces incuestionado de interpretación, vigente en su grupo de origen, que no puede ser utilizado para orientarse dentro del nuevo ambiente social. Por eso dijimos que una buena investigación cualitativa implica poner en evidencia las diferencias culturales entre investigadores e investigados, y por supuesto, que en ésto nada existe en el sentido de valorar esas diferencias. Evidenciarlas es el único paso que tenemos que dar para entender a los otros en sus propios términos. Si no lo hacemos nuestras investigaciones estarán presas de una lógica endogámica muy perjudicial. Cuando el forastero ponga en duda su propia pauta cultural, va a empezar a comprender a los otros en sus propios términos. Así comienza el proceso de asimilación del forastero al nuevo mundo nativo. Reitero: no hay incorporación posible si no se duda de las propias pautas culturales. Primero hay que conocer ese otro mundo para después insertarse en él (observar para luego experimentar), y el medio para ello es la duda. A fuerza de observaciones y de reflexiones, el forastero ser irá familiarizando con lo distinto, hasta que esté en condiciones de dar el gran salto de la platea al escenario: es decir, el forastero dejará de ser observador para convertirse en un interactuante con todas las letras. Se habrán dado cuenta de lo parecidos que son el forastero y el investigador social. Pero aquí tenemos que detener la analogía, porque el investigador cualitativo es en algunos aspectos como un forastero recién llegado a una ciudad pero no es, en sentido estricto, como él, ya que el investigador no dejará de ser un hombre de ciencia. El proceso de incorporación cultural del forastero es, desde muchos puntos de vista pero no desde todos, una metáfora potente para explicar el proceso de investigación cualitativa: “La pauta cultural del mundo al que se incorpora el forastero presenta un aspecto diferente para el sociólogo y para el hombre que actúa y piensa dentro de él. El sociólogo o comunicólogo (como sociólogo o comunicólogo) y no como un hombre entre sus semejantes, (cosa que sigue siendo en su vida privada) es un observador científico desinteresado del mundo social. Es “desinteresado” en cuanto se abstiene intencionalmente de participar en la red de planes, relaciones entre medios y fines, motivos y posibilidades, esperanzas y temores que utiliza el actor situado dentro de ese mundo para interpretar sus experiencias dentro de él; como hombre de ciencia, procura observar, describir y clasificar el mundo social con la mayor claridad posible, en términos bien ordenados de acuerdo con los ideales científicos de la coherencia, consistencia y consecuencia analítica. El actor situado dentro del mundo social, en cambio, lo experimenta principalmente como un campo de sus actos actuales y posibles, y solo en forma secundaria como objeto de pensamiento. En la medida en que le interesa el conocimiento de su mundo social, organiza este conocimiento, no en términos de un sistema científico, sino de la significatividad para sus acciones.” Reitero que el relato del forastero me parece una metáfora potente para entender la investigación cualitativa como proceso. El investigador cualitativo tiene que hacer lo que hace el forastero, pero no para terminar siendo un hombre más entre los hombres que investiga. Sería populismo metodológico pensar que por pura empatía y compromiso político o social terminaremos siendo igual que lo que estudiamos. El investigador cualitativo no deja de ser un hombre de ciencia. Sí queremos significar que, como el forastero, el investigador debe dudar y luego suspender su propia pauta cultural; al hacerlo, entenderá que no es la única, y se dará cuenta que otros mundos culturales son posibles. De esta manera, la ciencia social estará en condiciones de ampliar el registro de lo que la Humanidad ha dicho y ha pensado sobre sí misma. Por ello, como dicen Tylor y Bodgan, los métodos cualitativos son humanistas. 1.2. Niveles de análisis a reconocer y compatibilizar: el problema de la relación entre acción social y las estructuras sociales en la investigación cualitativa Las investigaciones de corte cualitativo trabajan sobre un universo de análisis muy reducido en comparación con las investigaciones cuantitativas. En una época, muchos colegas se apresuraron a llenar capítulos enteros de libros señalando lo dificultoso –por no decir imposible- que resultaría en relación a ello la generación de teorías sociales formales y sustantivas porque –siguiendo ese razonamiento- el análisis de unos pocos sujetos no podría llegar a reflejar los condicionamientos que las estructuras sociales impondrían por doquier. Más tarde, sin embargo, los manuales que se dedican a estudiar cómo estudian los cientistas sociales, comenzaron a tener un nuevo acercamiento hacia la metodología cualitativa, cuyos estudios comenzaron a denominar “microsociales”. Como señalan Jelin, Llovet y Ramos, al realizar un estudio microsocial aplicando técnicas cualitativas, lo que –en el fondo, más allá de los objetivos particulares de las investigaciones- se trata de estudiar son los procesos de decisión que llevan a los comportamientos de los sujetos, indagando las estructuras sociales (sistemas de relaciones sociales con diversos grados de cristalización) que los condicionan otorgándoles un rango variado aunque finito de opciones y, al mismo tiempo, las consecuencias impensadas de sus acciones que pueden conducir a la estructuración de nuevos patrones de comportamiento social. En este sentido, se entiende la importancia de realizar los estudios en el marco natural de los sujetos sociales, esto es, en la vida cotidiana: especie de laboratorio en el que puede apreciarse tanto la reproducción de lo instituido de la vida social como la emergencia de nuevas representaciones y prácticas. Por eso, en los estudios microsociales, aunque la unidad de análisis (el “caso”) sea una sola persona habrá que buscar la forma de compatibilizar distintos niveles de análisis: lo instituido y lo instituyente, lo social y lo individual, lo económico, lo político y lo ideológico con lo biográfico, etc. Verán en sus investigaciones lo trascendente de esto que estamos presentando. Efectivamente, Ustedes pueden imaginar que entrevistarán a cuarenta personas: ¿con qué expectativas realizarán la guía de preguntas preliminar? Tal vez conciban a los individuos como “depositarios” de las relaciones sociales que alguna vez interiorizaron, lo cual los llevará a prever que todas las personas, al haber estado expuestas a las mismas normas sociales por los mismos agentes de socialización, se comportarán de una manera bastante aproximada. O tal vez, conciban las relaciones y los comportamientos sociales como estructura de opciones que se les presenta a los individuos que ocupan lugares particulares en el espacio social. En ese caso, Ustedes esperarían sistemáticamente que la conducta de individuos que comparten –por ejemplo- una localización de clase no sea homogénea, debido precisamente a las condiciones objetivas que estructuran las elecciones. Nuestra Cátedra sostiene la última postura, por lo cual entendemos que en la investigación microsocial (aún cuando su universo de análisis sea mínimo) tenemos la oportunidad de enfocar la atención sobre la gama de variación de acciones de individuos y/o grupos ubicados en sistemas de relaciones sociales concretas y sobre los procesos que pueden llevarlos a uno o otro curso de acción. Pero para avanzar más en las particularidades de este tipo de investigación, se hace necesario introducir algunas consideraciones adicionales. Como ya dijimos, las condiciones concretas de la vida social (económicas, sociales, políticas) establecen un rango de cursos de acción abiertos a los individuos y a los grupos. Para comprender y explicar cuál de esos cursos se va a realizar, y quienes lo van a realizar, tenemos que incorporar –como nos piden Jelin, Llovet y Ramos, una dimensión analítica adicional, no de manera aditiva, sino “mediadora” y conformadora de la acción: esta es, la “interpretación” o el “sentido” que esas condiciones adquieren para el sujeto (individual o colectivo) que realiza la acción. Esto significa que las condiciones y relaciones sociales se encarnan en sujetos sociales con identidades (que a su vez se van gestando en el sistema de reconocimientos, en el plano simbólico de las mismas relaciones sociales), quienes dan sentido y significación a esas relaciones en procesos reflexivo y crítico a través del cual se organizan las acciones. Entonces, la tarea de investigación intenta descubrir la lógica o sentido de esa acción, en el marco de las relaciones sociales y patrones culturales aceptados tácitamente en la práctica cotidiana de un grupo social. En consecuencia, el “sentido” no debe identificarse ni con la noción de racionalidad ni con la conciencia del sujeto. 2. Entonces: ¿qué es la investigación cualitativa? En el sentido más amplio es un modo de encarar el trabajo empírico. A través de ese modo se generan datos descriptivos que permiten, en primera instancia, comprender el sentido que los actores sociales imprimen a sus acciones para, en una etapa posterior, explicarlas, ya sea, insertándolas en coordenadas teóricas preexistentes, o bien, insertándolas en coordenadas teóricas emergentes de la misma investigación en curso. A propósito, quiero hacer notar que en muchos manuales de metodología, podrán leer que la metodología cuantitativa solamente “explica” y la cualitativa solamente “comprende”. Agustín Salvia, Mercedes Di Virgilio y quien les habla, pensamos que semejante división de tareas no es tan tajante y que, además, no refleja las prácticas concretas de la investigación en Ciencias Sociales en las que, para utilizar una expresión de Mercedes, se realiza un “continuo comprensión-explicación.” Las técnicas más utilizadas en investigación cualitativa (algunas de ellas las verán en las clases prácticas) son las “entrevistas en profundidad” (estructuradas, semiestructuradas o abiertas), las observaciones sistemáticas” (participantes y no participantes), el “análisis documental”, y, últimamente, los “grupos de discusión”. Presentaremos a continuación más detalles sobre esta metodología, sugeridos por Tylor y Bodgan. Asimismo, volveremos sobre ellos cuando desarrollemos en la segunda parte de la clase los componentes de un diseño de investigación. En la investigación cualitativa, los escenarios y las personas investigadas son vistos en una perspectiva holística. Esto quiere decir, por ejemplo, que un relato o la observación de un evento, no son suficientes por sí mismos, de suyo no representan ninguna evidencia. Parte importante de la investigación cualitativa, más allá de responder a sus objetivos particulares, consiste en armarse un cuadro de situación, una composición de lugar bien completa. Sólo ese panorama general llevará al investigador a darse cuenta qué relatos son más representativos y más densos que otros o a observar con más detenimiento qué es lo importante en ese escenario que estamos tratando de comprender. Es más: sin perspectiva holística no pueden existir buenas preguntas de investigación. Los investigadores cualitativos deben ser sensibles a los efectos que ellos mismos causan sobre las personas que son objeto de su estudio. Este punto es sumamente importante porque, sobre todo en los inicios de las investigaciones, nada puede asegurarnos que nuestra sola presencia como investigadores (en razón de lo que nuestra figura representa) de alguna manera inhiba la expresividad de los actores o la marcha cotidiana de los acontecimientos, cuando el ideal de la investigación cualitativa es realizar observaciones y entrevistas naturalistas y sin control. Verán cuando comiencen a investigar que cuando realizaban sus primeras entradas al campo las entrevistas en profundidad no seguían el modelo de una conversación normal, sino mas bien el de un intercambio formal de preguntas y respuestas. Entrevistadores y entrevistados parecían estar atados por pura cortesía al compromiso, unos de preguntar y otros de responder. Asimismo, con el tiempo, podrán advertir cuánto pudor caracterizó las primeras respuestas de los entrevistados pero también que Ustedes mismos fueron aprendiendo “qué” preguntar. Es cierto que es difícil que los investigadores cualitativos puedan eliminar sus efectos sobre las personas que estudian, pero ello no quita que se los pueda controlar o reducir al mínimo, o tener en cuenta esta situación cuando se interpretan y sistematizan los datos. El investigador debe hacer todo lo posible para diseñar una estrategia de acercamiento que no haga ruido y que tampoco deje huellas sobre el escenario y los actores. Los investigadores cualitativos tratan de comprender a las personas dentro del marco de referencia de ellas mismas. La investigación cualitativa no se dedica a verificar en la actualidad las teorías sociológicas vigentes desde pasados más o menos remotos, sean éstas macro o microsociales. Por el contrario, trata de desarrollar teorías nuevas relativas a una gran variedad de fenómenos sociales. Para hacerlo, los investigadores no pueden quedarse sentados en el escritorio haciendo conjeturas a través de trabajos de ingeniería teórica, mezclando elementos de distintos autores que les permitirían comprender los fenómenos que ocurren en la vida diaria de una comunidad. Lejos de ello, deben hacer mucho trabajo de campo, sobre el terreno, trasladándose hacia el escenario en el que viven las personas que están bajo estudio. En este sentido, la investigación cualitativa implica el establecimiento de una relación social que hará prácticamente imposible la existencia de un investigador objetivo y separado de su objeto. El investigador será una unidad actuante. Tratar de aprehender el proceso interpretativo permaneciendo distanciado como un observador “objetivo” y rechazando el rol de unidad actuante, equivale a arriesgarse al peor tipo de subjetivismo, nos advirtió hace tiempo H. Blumer: en el proceso de interpretación, es probable que el observador “objetivo” llene con sus propias conjeturas lo que le falta en la aprehensión del proceso tal como él se da en la experiencia de las personas legas. Recordemos lo que le ocurría al forastero: fue luego de interactuar con los nativos que comenzó a comprenderlos en sus propios términos y a entender que su pauta cultural no era la única que existía. El investigador cualitativo suspende sus propias creencias, perspectivas, predisposiciones. Por supuesto que todos tenemos nuestras propias creencias y perspectivas; algunas teóricas propias de nuestra disciplina científica y otras propias de nuestra vida privada, y es imposible (e innecesario) deshacernos de ellas. Pero se debe ser prudente: las coordenadas teóricas nos sirven a título orientativo, no de modo concluyente. De ahí la importancia del trabajo de campo. Es necesario que el investigador cualitativo vea las cosas como si ellas estuvieran ocurriendo por primera vez, que no dé nada por sobreentendido; por más que haya leído muchos estudios anteriores sobre el mismo tema que investiga, él tendrá que hacer de cuenta que todo es un nuevo tema de investigación. Esto significa ser prudente, porque las teorías y las investigaciones disponibles son un arma de doble filo: pueden orientar acertadamente o pueden llevar a la confusión de lo que hoy investigamos con aquello que ya se investigó. Todos los escenarios y personas son dignos de estudio, ningún aspecto de la vida social le parecerá demasiado frívolo o trivial como para dejar de ser inspeccionado meticulosamente (al menos en el inicio). La prudencia también nos enseñará que todos los escenarios y personas son a la vez similares y únicos. Similares en el sentido de que en cualquier escenario o entre cualquier grupo de personas se pueden hallar algunos aspectos de procesos sociales de tipo general. Únicos por cuanto en cada escenario o a través de cada informante se puede estudiar de mejor modo algún aspecto de la vida social en general en una comunidad o grupo en particular. En la investigación cualitativa es posible distinguir entre los estudios puramente descriptivos, también conocidos como “etnografías”, de los estudios teóricos. En la descripción etnográfica el investigador trata de proporcionar una imagen fiel de la vida de las personas que integran el grupo o la comunidad estudiada, deja que sus palabras y acciones hablen por sí mismas. En estos estudios no tienen cabida los saberes expertos y los saberes legos ya que existe un mínimo de interpretación y conceptualización. Esto quiere decir que un rasgo singular de esos documentos reside en que se registran prácticamente sin mediación relatos en primera persona, sin traducirlas al lenguaje de la persona que investiga. Aunque, como podemos recordar cuando hablamos sobre el papel de la teoría en nuestra segunda clase, sería engañoso proponer que los estudios, por más descriptivos que sean, se redactan solos. En todos los estudios los investigadores presentan y ordenan los datos de acuerdo con lo que ellos piensan que es importante. Si se hace una “historia de vida”, por ejemplo: deciden qué incluir y qué excluir, se compilan los datos en bruto aunque luego se añaden fragmentos de conexión entre observaciones, lo que hace que el relato se deje abordar según algún tipo de secuencia. Pero si pudiéramos hacer un inventario de investigaciones cualitativas, nos daríamos cuenta que la mayoría se dedica a “desarrollar” teoría sociológica. Por favor, recordemos este verbo “desarrollar” (teoría) que tiene una signficación muy distinta que el verbo “verificar” o “contrastar” teoría sociológica. A diferencia de las etnografías descriptivas (e impresionistas, en el buen sentido), el propósito de los estudios teóricos consiste en comprender y explicar rasgos de la vida social que van más allá de la vida de las personas y escenarios estudiados en particular. En estos estudios los investigadores señalan activamente lo que es importante, es decir, las regularidades encontradas en el campo de estudio y los factores que hacen posible la existencia de esas regularidades más allá de los relatos nativos. Como en las etnografías, se utilizan datos descriptivos, pero con otros fines: para desarrollar teoría sociológica a partir de los datos, para ilustrar teoría y conceptos y, de esta forma, persuadir a los lectores de que esa teoría está fundamentada. Fijémonos que, fieles al concepto de “teoría” del que hablamos en el teórico 2 (una teoría es un conjunto de enunciados generales y afirmativos acerca de una porción de lo real), en estos estudios cualitativos se busca la generalización, sólo que es una generalización mucho más acotada de las que autorizan las grandes tradiciones teóricas de las Ciencias Sociales: aquí se busca la generalización pero dentro de un caso. Posteriormente, en otras investigaciones, se evaluará si estos hallazgos teóricos son más o menos pertinentes para estudiar otros casos; por el momento, lo único que puede atestiguarse es que, en principio, la teoría desarrollada tiene validez para el caso que le dio origen. B. Glasser y A. Strauss son los más firmes sostenedores de la opinión de que los investigadores cualitativos deben dirigir su atención hacia la generación o el desarrollo de teoría. Han desarrollado un enfoque de investigación llamado “teoría fundamentada” que tiene la finalidad de permitir que los investigadores lo hagan. El enfoque es un método para descubrir teorías, conceptos, hipótesis y proposiciones, disponiendo críticamente de los hallazgos de investigaciones preexistentes. La metodología teóricamente fundamentada se constituye manteniendo una relación lo más directa posible en relación con el acontecer social cotidiano para que no ocurra lo que tantas veces ocurrió: que la base empírica sea introducida con violencia en las categorías teóricas de que dispone en un momento la comunidad científica. Esta actitud prudente en relación a los desarrollos teóricos establecidos que nos piden Glasser y Strauss no hace sino fomentar la creatividad de los investigadores: una estrategia efectiva en este contexto es saber pero tomando distancia qué se ha investigado sobre lo que nosotros investigamos para asegurarnos que las categorías de análisis que deben ser creadas para nuestra investigación no sean “contagiadas” por conceptos más adecuados a otros problemas de otras investigaciones. Las igualdades y convergencias con la literatura, en todo caso, podrán ser establecidas después de que el núcleo analítico central de las categorías concernientes a un objeto particular se haya producido. Sobre el importante tema del lugar de la teoría en la investigación, ya hemos hablado en el teórico 2, volveremos al mismo dentro de un momento, cuando desarrollemos la noción de “contexto conceptual” de J. Maxwell y, aún más en detalle, en el próximo teórico. Esta segunda parte de la clase sobre metodología cualitativa la dedicaremos al diseño integral de la investigación cualitativa, desde la perspectiva de Joseph Maxwell, aunque verán que nos detendremos algo más en el diseño del proyecto. En medio de ello, señalaremos algunas convergencias con el texto de Jelin, Llovet y Ramos. 3. El diseño de la investigación cualitativa. Si hay algo que deba caracterizar el diseño de la investigación cualitativa, es la flexibilidad, es decir, que nosotros al diseñarlo, no podemos terminar con esa tarea en un día, no podemos fijarnos ni siquiera de concluir con ese proyecto en una semana. Requiere mucho tiempo más, porque el proyecto debe enriquecerse de ciertas operaciones previas que haremos antes de escribir la primer palabra. Hace un momento habíamos pensado que en la investigación cualitativa se le debe dar prioridad a todos los puntos de vista que tienen quienes hacen al fenómeno que queremos estudiar. En lo fundamental, darle prioridad a otro punto de vista era dejar de dar prioridad al propio punto de vista del investigador. Era lo que le sucedía al forastero cuando trataba de asimilarse a una gran ciudad que no conocía, para entenderla y entender a quienes la habitan (en adelante sus conciudadanos) debía dudar de la pauta cultural vigente de su propia ciudad. El trayecto que vivió el forastero es sumamente recomendable (en realidad, es necesario) que lo haga el investigador de ciencia social. ¿Qué tiene que ver ésto con la flexibilidad? ¿Por qué no puede hacerse de la noche a la mañana un proyecto cualitativo de investigación? Porque primero, antes inclusive a sentarnos a escribir la primer palabra del proyecto de investigación debemos familiarizarnos con aquello que querramos estudiar. Es prácticamente imposible que el investigador, antes de dirigirse al campo, no tenga algo en mente acerca de lo que va a encontrar; y suele suceder que eso que pensaba que encontraría no existe tal como él lo pensaba. Si el proyecto estaba diseñado con anterioridad a esta familiriazación, las consecuencias sin dudas serán catastróficas. Por el contrario, si consigue familiarizarse antes del diseño con los fenómenos, el investigador se flexibilizará y su proyecto tendrá características similares porque irá incorporando lo que no tenía, es decir, elementos disímiles de los que le dictaba su propia pauta cultural. Luego de familiarizarnos, recién podemos sentarnos a escribir. Por eso, no creamos sólo aquello que aparece escrito en el proyecto es el proyecto. En el proyecto de investigación cualitativo hay un conjunto de acciones, un montón de pasos que tienen que ver con la formulación del proyecto, y que no aparecen por escrito. Un buen proyecto cualitativo tiene entonces, una cuota tangible (eso que leen los evaluadores) y otra intangible (el trabajo previo del investigador que quedó registrado en algunos memos o en su cabeza): eso es todo el proyecto. Como nos sugiere Maxwell, en estos diseños no existe pieza suelta alguna: lo tangible implica necesariamente lo intangible; porque sin la familiarización previa, sin esa investigación preliminar, difícilmente podamos hacer preguntas coherentes al objeto de investigación. Por eso, en la investigación cualitativa, debemos dirigirnos del campo al escritorio.¿Ustedes recuerdan qué significa “campo” en la metodología? El campo es el lugar en el que ocurre aquello que queremos investigar. Taylor y Bodgan nos recuerdan que es el campo de referencia de las acciones de los actores. Entonces, primero vayamos a los lugares donde ocurren los sucesos, tratemos de obtener familiaridad, aunque sea mínima, entonces sí vamos a estar en condiciones de volver al escritorio nuestro, y comenzar a diseñar un proyecto de investigación pertinente, que le corresponda a eso que queremos investigar. Les puedo asegurar que es bastante habitual que se diseñen proyectos de investigación sobre religiosidad o sobre minorías sexuales (para hablarles de lo que más conozco) aún cuando el investigador nunca antes conoció de cerca a un converso religioso. Se trata de diseños que han hecho el recorrido inverso al que les proponemos: han ido del escritorio al campo, y muchas veces los resultados son patéticos y, lo que es peor, frustran al investigador que no encuentra en el campo lo que podía presumir de la lectura de un libro escrito cuatro décadas atrás en otro contexto cultural. Esta clase de diseño flexible es reflexivo por definición. También, por definición, no “cierra” fácilmente, aparecen con obstinación nuevos elementos que lo van metamorfoseando. Si esto llegara a ocurrirles no se frustren; por el contrario, piensen que están haciendo bien el trabajo. En el texto de Maxwell, hay una excelente cita en la página 140, corresponde a un sociólogo americano que se llamó Ch. Wright Mills, enemigo acérrimo de los proyectos cerrados de investigación. Nos dice que, a contrapelo de lo que debe ser un buen proyecto de investigación, a menudo un proyecto se presenta (en la cabeza del investigador y antes las agencias que lo financian) como un plan redondeado, es decir, nos sentamos en el escritorio e imaginamos una una serie de pasos a seguir, unos tras del otro, bien secuencial, en el que cada paso representa un “viaje de ida”. Por favor, escuchen a Ch. W. Mills: “Una de las peores cosas que sucede a los cientistas sociales es que sienten la necesidad de escribir de sus “planes” sólo en una ocasión: cuando están pidiendo dinero para una parte específica del trabajo o “un proyecto”. Esto se debe a que un pedido de financiación es más planificado que realizado, o al menos redactado cuidadosamente. A pesar de lo común de la práctica, pienso que esto es muy malo: en alguna medida está destinado a ser un arte de vender y, dadas las expectativas prevalecientes, muy probablemente a resultar en pretensiones cuidadosas; es probable que el proyecto a ser “presentado” sea de algún modo “redondeado” mucho antes de lo que se debería; esto frecuentemente es una cosa maquinada, dirigida a conseguir dinero tanto para propósitos ulteriores, por muy valorables que sean, así como para la investigación presentada. Cuando, en realidad, el cientista social en ejercicio debería periódicamente, revisar “el estado de mis problemas y mis planes”. ¿Qué nos está diciendo Mills? Que estamos redondeando algo antes de tiempo, cuando ni siquiera lo conocemos y, por lo tanto, no estamos autorizados para cerrar, sino por el contrario, para abrir, para flexibilizarnos. Voy a dar un ejemplo, y les pido disculpas porque no se relaciona con las Ciencias de la Comunicación, pero es algo que ocurrió en el Seminario “Sociedad y Religión” que dictamos en la Carrera de Sociología. Un alumno había decidido estudiar un grupo religioso que se congregaba en un templo pentecostal en el barrio del Once, que está en la calle que está entre Av. Rivadavia y Bartolomé Mitre, creo que se llama Ecuador o Boulogne Sur Mer. Me dijo estar sorprendido porque cada vez que iba (después supe que no fueron muchas) no encontraba a los mismos fieles en las celebraciones. ¿Por qué los fieles se iban de esa iglesia?, algo que para él era claramente una anomalía, se convirtió en el objeto de su investigación. Cuando me entrevisté con él, estaba realmente entusiasmado. Pensaba que si lograba demostrar en qué aspectos fallaban en los organismos de reclutamiento y de contención de esa iglesia estarían contestadas sus preguntas. Indudablemente, parte de su entusiasmo había nacido en el escritorio de su casa, donde había leído muchos artículos sobre un tema que en la Sociología de la Religión está de moda, el tema del “nomadismo religioso”. Parece que en nuestra sociedad de principio de siglo XXI , la gente, a diferencia de lo que hacía treinta años atrás no es fiel durante mucho tiempo de una misma religión y se muda a otra por motivos muy diversos y que no puedo comentarles hoy. El alumno del Seminario era sumamente inteligente. Cuando viene a consultarme y me presenta el nomadismo como una “anomalía” de ese templo, le pregunto cómo llegó a formarse semejante idea. Me contestó que había ido “algunas veces”. Sospeché, en el momento que fueron pocas y que, tal vez, de seguir yendo al campo, la pregunta de la investigación podía cambiar. Se lo propuse como primera medida. “¿Por qué esto es una anomalía?” “¿De dónde lo sacas?” “¿Por qué es una anomalía que la gente falte a esa iglesia?” “¿Recorriste el campo?” “¿Hiciste observaciones sistemáticas?” “¿O solamente observás lo que pasa entre las cuatro paredes del Templo?”. Familiarizarse con el campo no es solamente observar el templo, en este caso y a quienes van a él. No: también deben observarse contextos y eventos. ¿Qué significa como contexto el barrio del Once? Recorrámoslo, hay miles de personas que entran a la ciudad por dos arterias que lo circundan; por las vías o por el asfalto asimismo miles de personas abandonan la ciudad, haciendo de ese barrio en horarios nocturnos casi un desierto en comparación con el día. El barrio del Once, visto con ojos de cientista social es una “zona de tránsito” por excelencia. Le propuse al alumno: “¿Por qué no recorres la plaza?” En la plaza siempre hay personas que hacen proselitismo religioso, que entregan papelitos a los transeúntes invitándolos a participar de un evento religioso que, por lo general, se celebran a dos o tres cuadras. Ahora si el Once es una zona por definición de tránsito social: “¿Por qué los creyentes religiosos tendrían que ser la excepción? Me parece que es una pregunta que tendrías que hacerte antes de formular tus preguntas de investigación; y eso sólo lo podrás resolver a medida que vayas más al campo”. Finalmente el alumno volvió, una vez, dos, tres veces y finalmente, cambió las preguntas de la investigación. Se dio cuenta que ahí, en ese contexto, el nomadismo religioso no era una anomalía, era justamente lo típico, era lo normal, ¿Cómo llegaban las personas a esa Iglesia? ¿Por qué no se los veía más al poco tiempo? Las personas llegaban allí porque en la plaza les daban el papelito, el primer contacto lo hacían en la plaza, los invitan a la celebración a pocas cuadras (o, como en el caso del alumno, enfrente de la plaza) pero justamente no para que sean fieles permanentes en el templo del barrio del Once, sino para que se conviertan en fieles fijos en sus lugares de residencia en el Conurbano, donde la Iglesia con seguridad tenía algunas sucursales (Merlo, Moreno, La Reja, etcétera). De manera que lo que apresuradamente el alumno catalogó como una anomalía terminó redescubierto merced al trabajo de campo preliminar como lo que el grupo religioso hacía intencionalmente, redefiniendo radicalmente su objetivo de investigación. Por eso, como nos piden Maxwell y Mills, seamos flexibles y reflexivos en el diseño de la investigación, no cerremos las cosas antes de lo debido, de lo contrario fracasaremos y nos hundiremos como el buque VASA que nos cuenta Maxwell. Les reitero, es muy frustrante hacer un papelón. Cuando Ustedes sean directores de una investigación van a pedir dinero con la parte explícita del proyecto, pero de ese proyecto nació mucho antes de que Ustedes hayan escrito la primer letra del paper que han presentado. Es la parte tangible del proyecto, pero recuerden que ese es el punto de llegada de todo el trabajo previo que está implícito en eso que Ustedes presentan para que lean los evaluadores. Ahora vamos a presentar cada uno de los componentes del diseño. Para Maxwell, el proyecto cualitativo de investigación puede graficarse como si fuera un reloj de arena: dos triángulos vertebrados por las preguntas de la investigación. Se trata de un diseño interactivo, no-secuencial, es decir no es un plan acabado y redondeado, por el contrario, es algo que se puede modificar, es un diseño poroso: recoge nueva información no solamente de lo que ocurre con eso que queremos investigar, sino que recoge nuestras experiencias de acercamiento al fenómeno. Bien vamos con los componentes del diseño. Los propósitos de nuestra investigación, a modo de amable advertencia, no tiene que confundirse con las preguntas de investigación. Son componentes bien distintos. Bien vistos, los propósitos consisten en la justificación o la fundamentación. La investigación debe tener un valor para nosotros, para los evaluadores, para la comunidad científica y para la sociedad. Esto último es muy importante. Si a Ustedes cuando se reciban los financia el CONICET o la UBA; es decir, si los financia la sociedad, sería justo que los resultados de la investigación puedan colaborar para la resolución de alguna problemática social. Maxwell es enfático al aclarar que la ética no es en rigor un componente del proyecto, pero sí que forma parte del entorno del proyecto. Dijimos valor ante la comunidad universitaria: por ejemplo: yo quiero investigar tal fenómeno en Argentina a principios del siglo XXI por que entiendo que las anteriores producciones de ciencias de la comunicación sobre el particular no son lo suficientemente completas; será cuestión de buscarle una vuelta de tuerca a la comprensión científica de ese fenómeno, una vuelta de tuerca que todavía nadie tuvo en cuenta. Bien, aquí tenemos un propósito, una fundamentación de tipo académica. Sería ideal que también le agregara una fundamentación de tipo social: imaginémonos, hacer un estudio sobre los programas de humor en la televisión argentina que tienen contenidos claramente discriminatorios (piensen en “Videomatch”) cuyos resultados puedan ser utilizados por las agencias de Derechos Humanos o por el Ministerio de Cultura y Educación para el armado de una reglamentación sobre el tema. Los propósitos son los objetivos últimos de la investigación, eso que le da un valor relevante de cara a nuestros colegas y a la sociedad en general. Otro componente importante es el contexto conceptual. Aquí, es necesario contraponer esta noción a la de marco teórico que forma parte de esas investigaciones tradicionales que les refieriera más arriba. Maxwell denomina contexto conceptual a las herramientas conceptuales que presumiblemente, en base a lo que queremos investigar, y de forma preliminar, hemos de usar. Usar algunos elementos conceptuales no significa adoptar in toto la teoría del autor XX. No: significa emplear lo que considero conveniente, las partes de su teoría que me sensibilizan (concepto sensibilizador es un concepto del sociólogo americano Herbert Blumer) para comprender un fenómeno. Esto es importante: en muchas investigaciones, se emplean marcos teóricos en vez de contextos conceptuales. Lo voy a ejemplificar: tomamos todo un libro de Bourdieu, de Goffman, o de la Escuela de Franckfort (que tanto estudió la comunicación de masas). Como todo libro teórico contiene proposiciones trabadas conceptualmente que constituyen afirmaciones que esos autores hacen sobre la realidad. Es decir: ésto o aquello ocurre por ésto y / o lo otro. Por supuesto, (y sobre ésto nos ha eneseñado mucho Bourdieu) el autor de una obra es tanto él mismo como su tiempo, es decir, que los contextos culturales, políticos, económicos particulares son también autores de las obras de teoría social, y sin embargo, muchos investigadores, que están investigando el mismo fenómeno pero en otro lugar y en otro contexto adoptan esas teorías acríticamente y enmarcan (frame) la comprensión de ese fenómeno. La comprensión queda entonces encapsulada, encerrada por las rejas de hierro de los marcos teóricos. Distinto es, como sugiere Maxwell, referenciamos en un contexto conceptual, trasparentar cuál es nuestra sensibilidad teórica. Ejemplo: si quiero investigar el fenómeno ZZ, me interesa el concepto A y el concepto X del autor García Canclini, lo cual es muy distinto de decir que me sirven todos los conceptos de la A a la X del autor. Para mi estudio en particular hoy, aquí, en Buenos Aires, me sensibiliza el concepto A y el X y, al mismo tiempo me sensibilizan otros dos conceptos (el D y el T) de Jesús Martín Barbero. No importa, a no ser que seamos muy puristas o esencialistas (algo que suele ocurrir en muchos análisis marxistas), que los conceptos sean heterogéneos porque provienen de teorías diferentes. Lo que cuenta es armarse de un bricolage conceptual que me sirva para comprender. El contexto conceptual se complementa con las reflexiones que hice luego de mi experiencia piloto. Por eso Maxwell, escribió que el contexto conceptual se nutre tanto de investigación existentes como de experiencias personales de investigación. El tercer componente (se entiende que no en orden cronológico), son las preguntas de investigación. Es un componente en apariencia tonto pero que da mucho trabajo. Les había pedido no confundirlas con los propósitos o los objetivos últimos de mi investigación. Una cosa es “colaborar para que se enriquezca la producción científica en ciencias de la comunicación”, o “colaborar para que se reduzca la discriminación en la Argentina”, y algo bien distinto es: “¿Qué quiere conocer específcamante Usted sobre tal o cual fenómeno?” Esta última es una pregunta de investigación: qué quiero conocer, no para qué quiero conocer. Las preguntas de la investigación nos enfrentan directamente con otro componente crucial: los métodos de la investigación, porque en relación a lo que me pregunte deberé adoptar un método específico, al menos en principio. Los métodos constituyen los medios que he de utilizar para que mi evaluador diga “has contestado efectivamente las preguntas”; y ésto con frecuencia es muy difícil de lograr; a vaces tengo problemas para responder a mis preguntas: es lógico, siempre y cuando no piense que mis entrevistados habrán de contestarme todo lo que quiero saber. El componente de la validez podemos resumirlo en una pregunta que con seguridad nos hará el evaluador y que puede hacernos temblar de miedo. Nos puede preguntar: “¿Cómo está seguro que no se equivocó? ¿Por qué tendría que creerle?” “¿Por qué aplicando tales métodos y tales técnicas Usted cree que comprende mejor?” “¿Cómo puedo saber que si Usted, en caso de haber aplicado otro método (sea cualitativo o cuantitativo), no hubiese logrado una visión más rica del fenómeno en cuestión?” Para que no temblemos en ese momento, debimos tomar recaudos a medida que avanzábamos con la investigación. Si lograba una evidencia aplicando cierta técnica (vg. entrevista en profundidad), para asegurarme de la fiabilidad, pude haber aplicado otra (vg. observaciones, análisis de documentos, discusiones grupales, o reformulando la misma técnica: por ejemplo, cambiando a medida que seguía entrevistando el cuestionario o las preguntas claves). Esta última parte de la clase la dedicaremos a la cuestión de los métodos específicamente. Trataremos solo ese componente del diseño de investigación a la Maxwell. Los métodos cualitativos tienen cuatro aspectos principales: a) las relaciones sociales que entablan investigador e investigado; investigador; c) la captación de los datos; b) el muestreo que deberá decidir el d) el análisis o la sistematización de los datos. Vayamos por partes. La relación que entabla el investigador con aquellos a quienes estudia es una entidad compleja y cambiante que, relación que es conveniente nunca olvide el investigador, por más familiaridad que haya logrado con los sujetos. En los estudios cualitativos, el investigador es un instrumento, y la relación humana es el medio a través del que se hace la investigación. Es importante no olvidar esto. En el texto, Maxwell escribió una frase metafórica muy interesante: “Una vez que abandonamos la idea de que el carácter social de la investigación puede ser neutralizado o evitado (y que, por lo tanto, diríamos nosotros, el investigador) puede transformarse en una “mosca en la pared” o un participante del principio al fin, el rol del investigador como un participante activo en el proceso de investigación se torna claro”. Es excelente la manera en que nos alerta. Algo de esto ya está bien sugerido en el texto de Schutz: el investigador como el forastero debía dudar de su pauta cultural pero, a diferencia de él, no podía transformarse en un hombre más entre los hombres que antes había observado. Asimismo, deben tomarse decisiones referidas al muestreo, es decir: en dónde, cuándo, qué, a quiénes observar o entrevistar. Sabiendo que uno no puede estudiar al todo el mundo en todas partes haciendo cualquier cosa, aún dentro del estudio de un solo caso, deberán establecerse parámetros de investigación. Es importante recordar (como no hizo al principio el estudiante del Seminario “Sociedad y Religión”) que no sólo deberá seleccionarse gente, sino también contextos, eventos y procesos, es decir, todo lo que rodea y condiciona a la gente que podamos observar o entrevistar. ¿Acaso podía entenderse cabalmente aquel grupo religioso si no pensábamos en el contexto del barrio del Once? Podemos utilizar el muestreo ya sea para lograr representatividad, o para lograr representar la heterogeneidad, o para examinar deliberadamente los casos críticos que puedan poner en entredicho mis hallazgos. Las decisiones sobre la captación de datos están estrechamente relacionadas con las preguntas de la investigación. Pero, tengamos cuidado: no pensemos que las preguntas que hacemos a las personas tienen que ser una traducción sin mediaciones de las preguntas de la investigación. Procediendo de ese modo no lograremos empatía, sino todo lo contrario: falta de entendimiento y, probablemente, rechazo. Las preguntas de la investigación formulan lo que se quiere comprender en tanto que las preguntas de la entrevista son lo que se pregunta para lograr la comprensión. Por último, deben tomarse decisiones para sistematizar o analizar los datos. Un dilema enorme: ¿analizo ni bien comienzo a realizar el trabajo de campo? ¿o realizo más trabajo de campo y dejo el análisis para más adelante? Puede pensarse a favor de la primera que, si analizo a medida que realizo el trabajo de campo puedo mejorar el instrumento, y a favor de la segunda que, si sistematizo lo primero, puede condicionarme mucho el trabajo de captación que me resta, corro el peligro de arrastrar el sesgo original. Habría que buscar un punto intermedio. En fin, algo más para pensar. Quisiera volver al principio, cuando dijimos que Maxwell aboga por una concepción reflexiva del diseño de la investigación cualitativa. El diseño de investigación debería ser un proceso reflexivo que funcione a través de cada etapa del proyecto. De esa manera, nada de lo que dijimos hasta aquí, está destinado a ser letra muerta durante todo el proceso, ya que si algún componente se modifica los otros pasarán también a modificarse ya que todos están relacionados: las actividades de captación y análisis de datos, desarrollo y modificación de la teoría, elaboración o reenfoque de las preguntas de investigación, y la identificación o eliminación de las amenazas de validez, usualmente están siguiendo todos, más o menos simultáneamente, la influencia de todos los otros. Aquí está la riqueza del texto de Maxwell, en proponermos una forma holista e integrada de encarar una investigación... algo que, tal vez, ahora les suena a frase hecha, pero de cuya importancia seguramente comenzarán a tener idea cuando hagan su primera pequeña experiencia de investigación que les propone nuestra Cátedra. Por su parte, Jelin, Llovet y Ramos, nos proponen entender la totalidad de la investigación –en convergencia con lo que hemos expuesto- como un proceso social que consta de tres momentos. El primer momento es el del registro de la información. Obviamente, entienden que la posibilidad de avance de las investigaciones microsociales-cualitativas está indisolublemente condicionada por las relaciones interpersonales entre el investigador y el investigado. En esta fase, que los autores denominan también el “permiso de entrada”, se intenta comprender empáticamente la información recibida, lo cual posibilita la construcción de categorías analíticas que, a su vez, permiten transformar las categorías analíticas con las cuales se encaró originalmente la investigación. Es, sin dudas, el momento más crítico y en el que debe tratarse por todos los medios de reducir las distancias culturales entre investigadores e investigados. El segundo momento es el de la construcción del dato. Aquí –como lo pidiera Maxwelles central la reflexividad permanente de los investigadores. Los datos se construyen y se revisan permanentemente. Los resultados de estas acciones debieran consistir en el tránsito de una descripción superficial de la situación investigada, a una más ordenada y compleja. La complejidad ulterior, asimismo, no es producto de la sola incorporación de más cantidad de información, sino de la incorporación al análisis de lo que se ha podido captar en el campo de trabajo como el sentido particular que los actores atribuyen a sus acciones (éso que los seguidores de Max Weber llaman “adecuación de significado”). El tercer momento es denominado construcción de modelos analíticos. Aquí, una vez realizadas las adecuaciones de significado, el analista está en condiciones de ordenar el material empírico según las similitudes y diferenciaciones que se manifestaron en el trabajo de captación y clasificación de los datos en relación a las preguntas de la investigación. En ese momento, se nos presenta la posibilidad de construir tipos que condensen relaciones específicas de asociación, causalidad y sentido de los comportamientos. Nos vemos la próxima semana para introducirnos en el conocimiento y la aplicación de entrevistas en profundidad. Allí, acompañados por los textos de Rosana Guber y Pierre Bpurdieu podremos poner en escena muchos de los temas que hemos expuesto en nuestro encuentro de hoy. Hasta entonces.