Alfredo Roldán reinterpreta Un Munch, un Paul Gauguin, un Juan Gris y un Foujita. En 1992 Alfredo Roldán (Madrid, 1965) decide reinterpretar la obra “Pubertad” pintada por Edward Münch en 1895, a los 32 años de edad. El homenaje que el artista madrileño decidió rendir al gran pintor noruego alcanza una ejecución ciertamente especial: en los noventa el marcado gesto cubista era patente en la pintura de Roldán, y es en ese mismo gesto con el que el artista lleva a cabo una más que interesante y sugestiva interpretación de aquella figura de apenas una niña que el artista noruego llevó al cuadro simbolizando esa pubertad que da título a la obra y que, muy probablemente, escondía toda una profunda simbología de significado algo profundo y atormentado. La versión de Roldán guarda en este caso esa parecida carga que se le presupone al significado último de la obra de Münch; Roldán reinterpreta -en colores algo más severos y también menos luminosos de lo que suele utilizar en sus propias obras- una figura que está por nacer entre una eclosión de formas, de líneas y de geometrías netamente cubistas con una patente fuerza podría definirse como especialmente intensa y dramática. Si el cuadro titulado “La Malhumorada”, que Paul Gauguin pintó en 1891, y que recoge el retrato de una joven tahitiana sentada en el suelo (con una curiosa gesticulosidad que resulta de alguna forma algo dramática o retorcida) y posando ante el pintor francés, refleja en un ambiente bucólico una sencilla escena, la reinterpretación que sobre esta misma obra Alfredo Roldán realiza en 1998 –es decir, seis años después del homenaje realizado a Edgard Münch) traslada la naturalidad de ese posado a un entorno de hoy, claramente urbano, tan presente a lo largo de toda su producción. Los puntos de luz que Gauguin definió en el lienzo (hasta cinco toques muy concretos de un lumínico, de un luminoso color amarillo) son prácticamente los mismos que el artista madrileño lleva a su propia versión realizada algo más de un siglo después. En la interpretación de Roldán esa luminosidad se mantiene como eficaz y magnífico efecto en el conjunto del cuadro, pero la figura adopta una actitud más cercana a una suave y descargada pereza, que resulta tan característica en las mujeres de Roldán. Y si el maestro francés llevó la figura hacia el lateral derecho del lienzo, el pintor madrileño prefiere, una vez más, alcanzar la simetría exacta en el cuadro, como en la búsqueda de la compensación entre las formas y de una especie de cómodo equilibrio. Corre el año 2005 cuando Alfredo Roldán emprende un tercer cuadro que supondrá a su vez el tercer homenaje a una serie de pintores que hoy son crucialmente significativos para la historia de la pintura moderna: Junto a sus admirados Paul Gauguin y Edward Münch, Roldán rinde igualmente su particular homenaje al maestro español Juan Gris, figura clave de lo que el cubismo supuso en las artes plásticas por su patente e impagable audacia. El bodegón titulado “Le fenetre aux collines” que Gris pintó en 1923 será reinterpretado -ochenta y dos años después- por el pintor madrileño con una patente y curiosa fidelidad; y esa fidelidad con el original elegido para su particular homenaje se refleja no sólo en la gama de colores utilizada sino en la ejecución final de la obra: si el maestro Gris llevaba al límite el efecto imposible del cubismo, Alfredo Roldán, algo así como rozando una intención de respetuoso copista, se limita a ordenar o condensar esa imposibilidad plástica en un recogimiento o resumen de las formas que agrupa ese sugestivo bodegón: objetos como cojines y botellas que permanecen bajo la ventana. Y en este caso la amabilidad del cuadro coincide plenamente con la visión amable que suelen ofrecer los cuadros firmados por el propio Alfredo Roldán. Es a lo largo del año 2008 cuando el pintor madrileño Alfredo Roldán acomete la ejecución de un cuadro que supondrá el cuarto homenaje que realiza, a lo largo de las dos últimas décadas, a una obra concreta firmada por un pintor histórico también concreto. La obra titulada “Un couche a la toile de Jouy”, realizada en 1922 por el célebre artista japonés Foujita, es elegida por tratarse de una obra cuya temática, al menos la temática, guarda una relación más o menos con la producción del propio Alfredo Roldán: una figura femenina que parece yacer en una suerte de esplendor y de autocomplacencia resuelta y satisfecha en si misma mientras es retratada por el artista. Si la mujer que aparece en el cuadro de Foujita ofrece ese esplendor enmarcado en un denso y detallado realismo y en un barroco entorno, en Roldán es conocida la frescura y desinhibición que suelen mostrar sus protagonistas femeninas en el cuadro. “Nikita”, la figura con la que Roldán lleva a cabo su refrescante versión –tanto en las formas como en el color- ofrece no sólo el aliciente de su casi insolente desnudez sino que lleva el nombre del estimulante personaje de una conocida serie de televisión. “Pubertad”, “La malhumorada” y “Homenaje a Juan Gris”, y “Nikita” pertenecen a colecciones privadas. Margarita Iglesias Madrid, diciembre de 2008 www.alfredoroldan.com