1 EDUCACIÓN SUPERIOR, CALIDAD DE LA EDUCACIÓN Y ACREDITACIÓN Nunca antes como hoy, la calidad de la educación en todos los niveles que tengan establecidos los sistemas educativos de los países, incluida desde luego la educación superior, tiene tan marcada importancia y prioridad. Si visualizamos el mundo que hoy tenemos o que hemos construido y el que en perspectiva se proyecta al futuro, encontramos que además de una situación caótica caracterizada por la corrupción, la violencia ejercida especialmente contra las mujeres y los niños, las restricción de los servicios básicos para la vida humana, la depredación ecológica, la drogadicción y el tráfico de drogas, la pobreza creciente, la desnutrición y la pérdida de valores humanos, el desempleo crónico y la deuda externa, la ausencia de participación social, el déficit fiscal de los Estados, entre muchos otros nefastos aspectos se nos ofrece, casi como contraste, una ruptura insospechada de paradigmas, al tiempo que un desarrollo científico y tecnológico que cada día nos depara nuevas sorpresas y en el cual las tecnologías de la información y de la comunicación, TIC, son un indicador de insólitas perspectivas en simultaneidad con la globalización, los tratados de libre comercio y la sociedad del conocimiento entre otros fenómenos, los cuales contribuyen a perfilar una universidad y una educación superior que ha entrado en obsolescencia, porque ya no cumple con las exigencias que el mundo y la nueva sociedad demandan. Lo anterior no quiere decir, para no sumirnos en posiciones apocalípticas o de profecías del desastre, que a pesar de las sombras que ha producido la sociedad industrial, la misma no nos haya dejado un remanente de buenos resultados, para beneficio de la humanidad, porque como dice Cruz: “En sólo 200 años la humanidad logró: 1. Alargar la vida promedio de 43 a 65 años en países desarrollados. 2. Erradicar más de 36 enfermedades terribles como la peste, polio, lepra, difteria, tuberculosis, viruela, sífilis, paludismo, rabia y muchas otras, gravísimos flagelos del hombre. 3. La alfabetización global que en los países ricos es del 100%. 4. La capacidad de acercar a los hombres, países y ciudades del mundo por la vía del teléfono, avión, carreteras, ferrocarril, automóvil. 5. La elevación de la calidad de vida y confort, energía e iluminación eléctrica impactó en la vida doméstica de aparatos eléctricos, en general de la electricidad. 6. La urbanidad global, agua potable y servicios abundantes, baratos y accesibles, de alumbrado público, vialidades, recolección de basura, drenaje, etc. 7. Los avances científicos y tecnológicos en cientos de materias. 2 8. El haber creado las bases de una sociedad de la información que aumentará en breve los efectos positivos de la tecnología y ciencia global”.1 En este contexto, la educación superior, que es lo que en este breve ensayo nos interesa, ha entrado en desmedro, desde hace varias décadas, de varios aspectos que son o deben ser de su propia esencia o naturaleza como su restringida democratización, su falta de equidad, su reducida pertinencia, la escasa investigación y la falta de relevancia de la misma para resolver los problema sociales, empresariales y de la productividad, el alto grado de ineficiencia y de ineficacia, el alto desempleo de los egresados, la deserción, la competencia entre el sector público y el privado, entre otros. Por tal situación y por los ya aludidos desafíos que presenta el mundo y la sociedad actuales y hacia futuro, “…desde aproximadamente la década de los noventa del siglo pasado, la gestión de la calidad ha comenzado a estar en el centro del interés de las universidades, pues de acuerdo con cómo cada universidad gestione la calidad, va a lograr su perdurabilidad en el tiempo y va a poder llevar a cabo su misión. Sin embargo, nos parece imprescindible que las universidades estructuren sus propios modelos de gestión de la calidad, para que no sean simplemente un mero trasplante de paradigmas organizativos a la educación superior, tal como viene sucediendo. Ese trasplante significa, que así como las empresas están inmersas en las leyes del mercado, así mismo debería ser para las universidades”.2, aspecto que no obstante hay que analizar también con cuidado. Sin embargo, definir el concepto y el modelo de gestión de la calidad de la educación en la educación superior no es fácil y es más complejo que el mismo quehacer en las empresas, de donde muchos han querido trasvasar los modelos, sin identificar, analizar y reconocer que a diferencia de estas últimas, las universidades son instituciones sociales de servicio para las personas, las comunidades y los Estados y no organizaciones para elaborar productos o mercancías y cuya misión se centra en formar personas humanas íntegras; que el campo de dominio es la producción de conocimiento para el servicio público y no para su propio servicio como en las empresas, que las leyes del mercado que rigen a las empresas no pueden ser trasladadas como una matriz a las universidades por razones antes dichas; que las universidades no pueden funcionar con tiempos y movimientos y otros enfoques y técnicas taylorianos y fondistas como las empresas, en donde los criterios de eficiencia y eficacia tienen otras dimensiones y consideraciones ingenieriles posiblemente válidos allí, pero no asimismo en las universidades, cuya esencia o naturaleza es absolutamente diferente. Lo que afirmó, en algún momento, Gimeno Sacristán del modelo de objetivos de enseñanza, lo podemos afirmar ahora de los modelos empresariales 1 Cruz Ramírez, José (1998). El Maravilloso Siglo XXI y los Cambios que Traerá. Cómo Enfrentar el Futuro más Allá del Año 2000. Grupo Editorial Iberoamericana S.A. de C.V. México. 2 Tobón, Sergio; Rial Sánchez, Antonio y otros(2006). Competencias, Calidad y Educación Superior. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá. 3 trasladados a la educación superior en muchos aspectos y entre ellos, a la calidad de la educación: “Nacido del ámbito del entrenamiento industrial y militar se ha trasladado a la enseñanza en general. Y si bien el préstamo de modelos es un recurso de progreso de las ciencias y en la tecnología también hay que señalar los peligros de hacer análogo lo que no es. Y eso creemos que ha ocurrido” para agregar luego: “Se olvidaba algo muy sencillo: que la educación no es totalmente equiparable a un proceso de producción industrial. El paradigma industrial permite una lectura parcial y unilateral del proceso educativo, de sus agentes, etc. Como nos sugiere Tanner (1980, pág.28), sencillamente habría que plantearse el que “el modelo industrial no es válido para el ámbito educativo, porque la educación no se ocupa de producir objetos inanimados, sino de seres humanos en desarrollo que deben ser capaces de comportarse competentemente, pero no sólo ante problemas fijos, sino ante aquellos que van a surgir”, y que la propia educación, creemos, debería ayudar a aflorar”.3 Hablar hoy y trabajar, consiguientemente, por la calidad de la educación superior es y debe ser un esfuerzo al cual no deben dar tregua las universidades, en compañía del Estado, y en ello debe continuarse trabajando para definir con más exactitud, desde luego la posible, qué se quiere entender por aquella, ya que infortunadamente, cuando en el campo educativo y por ende en la educación superior se hace referencia a la calidad de la educación, en la mayoría de los casos existe una gran imprecisión, porque como lo dijera Facundo hace algunos años, pero que aún consideramos vigente: “En algunos casos la calidad de la educación se confunde con rendimiento académico, o la eficiencia interna o externa del sistema educativo; en otros, se lo reduce a la categoría de logro educativo, cualquiera que sea el significado que se le de a esta última acepción. Casi siempre se identifica el concepto de calidad con el resultado y no tanto con la totalidad del proceso educativo”4 y menos aún, agregamos nosotros, con el contexto en que aquella se desenvuelve que es el resultado a la vez de todo un proceso histórico. Cada sociedad concreta, cada formación económica o comunidad, que es la resultante de una pasado, de un presente y de una perspectiva y a la vez prospectiva y expectativa de futuro tiene, además de sus características que la identifican, la imbrican y le dan personalidad, sus propias necesidades sociales, económicas, culturales y del ambiente, cuya demanda esperan ver satisfechas con la educación. La calidad de la educación, entonces, es un fenómeno o hecho social que tiene el sello propio de cada país, de cada sociedad e incluso de cada universidad , así como de su propia historia, de su propia cultura e idiosincrasia, de allí que sea un sueño fundamentado en la irrealidad, como muchos sueños, tal vez esa es precisamente su naturaleza, y una pretensión vacua sostenida por un superfluo romanticismo integrador, pretender la generalización a varios países, los centroamericanos, por ejemplo, de un modelo único de calidad de la 3 Gimeno Sacristán, J (1990). La Pedagogía por Objetivos: Obsesión por la Eficiencia. Ediciones Morata, S.A. 4ª. ed. Madrid. 4 Facundo Díaz, Angel H. Investigaciones sobre la Calidad de la Educación, en Rev. Educación y Cultura. No. 8. Julio de 1986. Bogotá. 4 educación superior, o de toda la educación, máxime hoy en día cuando como dijera Morin: “Una nueva conciencia empieza a surgir: el hombre, enfrentado a la incertidumbre por todos los lados, es arrastrado hacia una nueva aventura. Hay que aprender a enfrentar las incertidumbres puesto que vivimos en una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado. Es por eso que la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento que ya existe: Un principio de incertidumbre cerebro-mental que se deriva del proceso de traducción/reconstrucción propio a todo conocimiento. Un principio de incertidumbre lógica. Como decía Pascal muy claramente: “ni la contradicción es señal de falsedad ni la contradicción es señal de verdad” Un principio de incertidumbre racional ya que la racionalidad, si no mantiene su vigilancia autocrítica, cae en la racionalización. Un principio de incertidumbre psicológica: No existe la posibilidad de ser totalmente consciente de lo que pasa en la maquinaria de nuestra mente, la cual siempre conserva algo fundamentalmente inconsciente. Existe pues, la dificultad de un auto-examen crítico por medio del cual nuestra sinceridad no garantiza certidumbre; existen límites para cualquier autoconocimiento.”5 La expresión calidad de la educación más que polisémica simplemente considerada trasciende a ésta más allá de lo habitualmente considerado, por ser la expresión compleja, no por aquello, sino por referirse a un fenómeno o realidad social como es el servicio educativo que está inserto o trata de responder a una realidad dinámica y dialéctica, que todos los días se construye y se reconstruye porque hace parte y comprende más de un hecho, fenómeno o variable que se da u ocurre en una condición de tiempo y espacio igualmente compleja. Mirada la situación desde la óptica de estas aún elementales premisas, nos es dable afirmar ahora, que antes de construir la calidad de la educación como un hecho real y operativo y antes que intentar dimensionarla y evaluarla, es indispensable definir qué quieren entender las universidades y los Estados por aquélla y resolver diferentes interrogantes que, aunque aparentemente sencillos revisten, como ya lo hemos señalado, toda una complejidad y una determinación epistemológica que creemos es lo primero que se debe tratar de resolver o desentrañar de una u otra manera. Lo segundo, y no desvinculado obviamente de lo anterior, es resolver o esclarecer el hecho social que pretende determinar cómo es que una educación o un tipo determinado de educación, la educación superior en este caso, puede dar satisfacción a las necesidades sociales de la sociedad que las demanda y cuáles son esas necesidades sociales particulares de 5 Morin, Edgar(2001). Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro. Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotá. 5 esa sociedad específica, para ver en qué grado o medida la educación las satisface, es decir, y en esto nos parece un aserto lo dicho por el mismo Facundo , cuando afirma que: “…una educación puede ser de calidad en un determinado tiempo y para un determinado sitio, pero no implica que lo sea en todo sitio o lugar. Todo depende de las necesidades de la sociedad a la cual sirve”.6 Si bien, por otra parte, el concepto de calidad de la educación y aplicado a la educación superior, hay que construirlo, instaurarlo y validarlo desde múltiples dimensiones o perspectivas del conocimiento, de las creencias, de los imaginarios, de la ciencia, de la tecnología, de los procedimientos y de la cultura en general, la dimensión epistemológica proyectada o cabalgando por un lado, sobre la concepción holística y a la vez consiliente en el lenguaje de Wilson y por otro lado, en el pensamiento complejo de Morin y la incertidumbre de Prigogine y del mismo Morin, es un enfoque y análisis que no puede faltar y sobre el cual aún está en ayunas la educación superior y por eso mismo quizás, es que ha sido fácil presa de los facilismos cuantitativos o positivizados, que es casi lo mismo, que haciendo eco también a enfoques pragmatistas y tecnologicistas, deriva o traslada del mundo empresarial, como ya lo expresamos. Pero, esto que decimos de la calidad de la educación en sí, quizás lo podamos afirmar asimismo de la recientemente llamada e impulsada acreditación que se viene entendiendo como un proceso mediante el cual se busca dar fe de la adecuada calidad de la educación superior que se imparte en las universidades con el propósito, en primer lugar, de dar garantía a la opinión pública y a los usuarios de la misma, sobre la calidad de ella y en segundo lugar, como un instrumento permanente de superación. Dicha calidad se soporta y se valora por intermedio de diversos indicadores y parámetros y con la mediación de un proceso evaluativo que se inicia por la gestión, la acción y la decisión de la misma universidad interesada en acreditar sus programas o carreras. Para otros, una acreditación es una sanción positiva de un organismo técnico externo a la institución, destinada a garantizar a un universo interesado que un determinado programa universitario cumple determinados criterios de actuación. Tales criterios son, esta vez, determinados por el organismo acreditador y no directamente por el programa. También los indicadores y procedimientos evaluativos son propios del organismo. La acreditación es entonces un proceso que, en su base, consiste en una autoevaluación y auto-mejoramiento guiado. El proceso es considerado por todos los involucrados como un medio para establecer credibilidad y responsabilidad y de garantizar que los criterios para un programa son cumplidos por parte de los estudiantes y graduados. En tal dimensión se percibe entonces, de manera explícita que los propósitos principales de la acreditación son, quizás entre otros los siguientes: 6 Facundo Díaz, Angel H. Op. Cit 6 1º. Crear, impulsar y consolidar una cultura de la calidad de la educación superior mediante, asimismo, una cultura evaluativa. 2º. Crear y darle sostenibilidad a la confianza y credibilidad en la opinión pública y en los usuarios de los servicios de la educación superior que ofrecen las universidades. 3º. Contribuir al posicionamiento de la universidad y sus servicios en los ámbitos de mercadeo en que tenga injerencia o se proyecte. 4º. Generar una estructura institucional en la cual la autorregulación sea un comportamiento permanente en la vida y en el desarrollo organizacional de la institución universitaria. 5º. Inducir y establecer programas de retroalimentación permanente sobre el quehacer formativo integral institucional. 6º. Mantener programas correctivos y de fortalecimiento permanente de mejoramiento organizacional y académico, de las instituciones educativas. 7º. Establecer mecanismo de comunicación permanente entre la institución universitaria y los diversos públicos con los cuales se relaciona, en función de sus servicios. Como quizás pueda inferirse de lo anterior. la calidad de la educación superior es la razón de un sistema nacional de acreditación; reconocerla, velar por su incremento y fomentar su desarrollo, otorga sentido a la acción acreditadora y de la institución que la ejerza. Por tal y otras razones, en la acreditación pueden distinguirse dos aspectos relevantes: el primero, es la evaluación (autoevaluación) de la calidad realizada por la institución misma, por agentes externos que pueden penetrar en la naturaleza de lo que se evalúa y segundo, es el reconocimiento público de la calidad. En esta misma perspectiva se presenta que la acreditación, la evaluación y regulación de la calidad universitaria están de tal modo relacionadas en sus propósitos y procedimientos, que no es posible concebirlas separadamente. Se acredita conforme y como consecuencia de un proceso de evaluación y de seguimiento, con el fin de disponer de información fidedigna y objetiva sobre la calidad relativa de instituciones y programas universitarios, sea que estén en su fase de reconocimiento inicial o en pleno desarrollo de su proyecto institucional. Según la Secretaría de la ANUIS (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior de México) “…En México, como en otros países de América Latina, el término acreditación ha sido empleado con múltiples significados. Se ha referido a procesos de evaluación y regulación institucional, así como también a la certificación, revalidación o convalidación de estudios, cuando se relaciona a planes de estudio o programas educativos. En cambio, en los países anglosajones este término es unívoco y se emplea para dar reconocimiento a instituciones o programas. Por ejemplo, en Estados 7 Unidos, en la reglamentación del College Borrad, este término es utilizado para la acreditación de instituciones, así como de planes y programas” 7, concepto este que ya ha hecho carrera, hasta la actualidad en casi todos los países de la región mencionada. El mismo documento señalado afirma, y esto nos parece también relevante que: “Con objeto de precisar los alcances conceptuales de la acreditación y de la evaluación, es necesario aclarar lo siguiente: a) La evaluación es un proceso que, partiendo de un diagnóstico de situación, busca la optimización de la acción; analiza los datos para resolver problemas en una situación dada, con el fin de mejorar la funcionalidad de lo que se evalúa. En cambio, la acreditación es un procedimiento cuyo objetivo es registrar el grado de conformidad del objeto analizado, con un conjunto de normas convencionalmente definidas y aceptadas por las contrapartes involucradas: el acreditador y el acreditado. b) La meta de la acreditación se efectúa en función de los resultados de los diversos procedimientos de verificación utilizados. La evaluación es un proceso que puede ser endógeno o exógeno; en cambio, la acreditación siempre se realiza ante un organismo especializado y depende, en última instancia, de un juicio externo. c) La evaluación se asemeja más a un diagnóstico; la acreditación constituye una constancia de credibilidad. d) De manera semejante, la acreditación se diferencia de la certificación, de la revalidación o de la convalidación, porque no pretende construir equivalencia con base en similitudes, sino registrar la conformidad de una institución o de un programa en relación con estándares generales de excelencia. Considerando lo anterior, se puede decir que la evaluación, la certificación y la convalidación se basan en una examen de procesos y contenidos, por una parte; y por la otra, se sitúan en el terreno de lo operativo, es decir, de lo que se ha hecho o se podría hacer. La acreditación resulta de un conjunto de parámetros predefinidos, como un requisito de aceptación, y utiliza dispositivos específicos para apreciarla. No busca prioritariamente incidir en la acción, sino establecer una clasificación con base en el grado de adecuación de lo que pretende ser acreditado, con base en un conjunto de reglas”.8 La acreditación de la calidad es un paso más que técnico, cultural y de responsabilidad social, que necesariamente deben realizar todas las universidades de los países sin restricciones de ninguna clase, y esto porque dados los fenómenos de globalización, competitividad y otros que aquellos viven, tal decisión se torna impostergable. 7 Asociación Colombiana de Universidades, ASCUN. Acreditación. Cuadernos ASCUN, No. 1. Bogotá, 1995. 8 Ibídem 8 Por esta misma razón, la acreditación no puede convertirse en un simple ejercicio instrumental derivado de un mandato oficial o privado, sino en un compromiso de las universidades y de sus dirigentes para instaurar como cultura, ya lo dijimos, en dichas organizaciones, procesos internos permanentes y participativos de reflexión sobre el desarrollo de sus procesos de formación y sus resultados evidenciados por evaluaciones objetivas, oportunas y pertinentes. La globalización, los tratados de libre comercio, la competitividad y otros hechos relacionados, exigen mejores niveles cada día en sus recursos humanos profesionales, por tal razón, deben darse procesos de acreditación en los países y en sus universidades que faciliten la comparabilidad y la compatibilidad de la calidad de la formación y, asimismo, de los títulos y diplomas, de la movilidad de profesores, directivos, estudiantes y profesionales y contribuir, de tal manera, a la calidad de los servicios educativos. Esto implica, también, cuidar con mucho tino y sensatez las ofertas transnacionales, sobre todo las que transitan en la alternativa virtual. El anterior panorama, en relación con la acreditación, nos invita también a considerar y ya hablando del proceso, que en él es de gran relevancia y pertinencia las ya mencionadas auto-evaluación y la autorregulación. Por la primera, “…se entiende el proceso de análisis y de reflexión continua, sistemática y, organizada que permite señalar cuáles son los estándares de calidad a que puede y debe aspirar la Universidad en un momento dado y la verificación de cuál es la situación de la institución, en relación con su misión, objetivos, políticas, estrategias y actividades. Por proceso de autorregulación se entiende el control permanente que se ejerce dentro de la misma para vigilar el cumplimiento de las medidas y decisiones que se tomen para el despliegue de las potencialidades de los estamentos de la comunidad universitaria y para explotar las oportunidades y fortalezas institucionales, para corregir las debilidades, superar las limitaciones y alcanzar los objetivos previstos a corto, mediano y largo plazo”.9 Para realizar la auto-evaluación se deben cumplir entonces, en general, los siguientes pasos: 1º. La auto-evaluación, ya mencionada, realizada por la propia Universidad y por sus proyectos curriculares. 2º. La evaluación externa, realizada por pares académicos nombrados por el Consejo Nacional de Acreditación que generalmente hay establecido en cada país, el cual verificará la auto-evaluación mediante visita a la institución. Esta visita es fundamental, porque permite comprobar la objetividad y veracidad de la auto-evaluación en cuanto a la calidad de sus programas académicos, su organización y funcionamiento y el cumplimiento de su función social. 9 Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Lineamientos de Autoevaluación y Acreditación Institucional. Servigraphic Ltda. Bogotá, 2002. 9 La evaluación externa concluye con el informe, y las consiguientes recomendaciones, para el mejoramiento institucional cuando sea necesario, que rindan los pares sobre los resultados. 3º. La respuesta de la institución que se ha sometido al proceso de acreditación al informe de la evaluación externa y a las recomendaciones. 4º. La recomendación final sobre la acreditación propiamente dicha, hecha por el mencionado Consejo Nacional de Acreditación respectivo del país y, 5º. El acto de acreditación, que le corresponde también al mencionado Consejo. Mucho se habla en la actualidad de la globalización, de los tratados de libre comercio, de la sociedad del conocimiento, del desarrollo científico y tecnológico y con este de las tecnologías de la comunicación y de la información, TIC, como vehículos catapultadores de la sociedad y de los países al tránsito en el Siglo XXI y una de las herramientas fundamentales para hacerle frente a sus desafíos, es la educación de calidad y dentro de ella la educación superior, la cual exige que para ser efectiva se vea avalada por una herramienta fiable y válida y ésta pretende ser precisamente la acreditación universitaria, la cual, si bien ya tiene un importante recorrido en nuestros países, aún le queda mucho camino por recorrer como lo exige el mundo de la complejidad y de la incertidumbre a que antes aludimos y sin las cuales, estamos seguros que cualquier modelo, tanto para la calidad de la educación como para la certificación se quedan inconclusos.