1 Desde la Coalición Educación Digna (CED) presentamos este

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Desde la Coalición Educación Digna (CED) presentamos este documento como herramienta que
contiene los lineamientos fundamentales de nuestra posición.
La ausencia de educación y sus consecuencias, se constituye en un muro que obstaculiza el
ejercicio de un Estado de derecho e impide que la sociedad en su conjunto actúe bajo una
verdadera definición de libertad, fundamental para el disfrute de la felicidad.
Desde la CED, impulsamos a que el gobierno dominicano cumpla con la ley que obliga a dedicar el
4% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación. Con ello busca defender la gestión de la
política educativa, la cual debe convertir la escuela, tal y como plantea la ley 66-97, en un espacio
para “formar personas, hombres y mujeres, libres, críticos y creativos, capaces de participar y
constituir una sociedad libre, democrática y participativa, justa y solidaria; aptos para cuestionarla
en forma permanente; que combinen el trabajo productivo, el servicio comunitario y la formación
humanística, científica y tecnológica con el disfrute del acervo cultural de la humanidad, para
contribuir al desarrollo nacional y a su propio desarrollo” (comillas nuestras) (Ley General de
Educación 66-97, 1997).
La importancia de la educación parece estar universalmente aceptada como un determinante en
la ruptura de la pobreza.
Partimos del hecho de que la educación es un derecho consagrado por las naciones: Art. 26
Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art. XII de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, Art. 13 y 14 de la Declaración de los Derechos Económicos
Sociales y Culturales, Art. 10 de la Convención sobre todas las formas de discriminación contra la
Mujer, Art. 28 y 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño.
La Educación es un derecho consagrado en el artículo 63 de la Constitución dominicana: “Toda
persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de
condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y
aspiraciones”.
Respecto a la inversión del Estado, el número 10 del artículo 63 de la Constitución sostiene que:
“La inversión del Estado en la educación, la ciencia y la tecnología deberá ser creciente y sostenida,
en correspondencia con los niveles de desempeño macroeconómico del país. La ley consignará los
montos mínimos y los porcentajes correspondientes a dicha inversión. En ningún caso se podrá
hacer transferencias de fondos consignados a financiar el desarrollo de estas áreas”.
La ley General de Educación establece en el Título X, Art. 197: " El gasto público anual en
educación debe alcanzar en un período de dos años, a partir de la promulgación de esta ley, un
mínimo de un dieciséis por ciento (16%), del gasto público total o un cuatro por ciento (4%) del
Producto Bruto Interno (PBI) estimado para el año corriente, escogiéndose el que fuere mayor de
los dos (…)”1 .
Esta demanda fue incluida en el Plan Decenal de Educación 2008-2018, el cual se presenta como
un instrumento de trabajo en procura de la excelencia educativa.
Por su parte, la demanda de la sociedad dominicana por el mejoramiento de la inversión y la
calidad educativa recupera el plan que la sociedad y el Estado se han dado en relación a enfrentar
los retos de la realidad educativa.
1
Op. Cit. SEE, 1997. Pág.69
2
La Secretaría de Estado de Educación, la Secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y
Tecnología y el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional elaboraron este nuevo Plan
Decenal que incorpora los diferentes subsistemas de la educación que se ofrece en todos los
niveles y en todas las modalidades, convirtiéndose éste en la plataforma estructural de todo el
sistema educativo. El Plan se planteó como visión el que “todos los dominicanos y dominicanas
tengan acceso a una educación pertinente y de calidad (…)”2.
El Plan Decenal afirma que en en los últimos 36 años, el país ha tenido el más rápido crecimiento
de América Latina, pero su gasto en educación ha sido menos de la mitad del gasto regional y
menos de la tercera parte del gasto en educación entre los países insulares del Caribe. Desde 1970
el gasto anual en educación en la República Dominicana no ha superado el 3% del PIB.
La falta de recursos económicos para la educación ha impedido, entre otras cosas, una mejoría
sustancial de la tasa de analfabetismo, situación que atenta contra todos los derechos consignados
en las leyes y en la Constitución Dominicana, ya que la privación de saber leer o escribir hace que
el ser humano se integre a la sociedad con desventajas para participar, tomar decisiones colectivas
y actuar de manera crítica frente a lo que pasa en su entorno. De hecho, todavía hay un 11.70% de
población mayor de 15 años que no sabe leer ni escribir.
Además, el Plan Decenal muestra que todavía existe una diferencia importante entre el número de
años de inscripción en la escuela y los años de escolaridad, la cual se explica por los índices de
repitencia y abandono que caracterizan el sistema. Esos índices de repitencia y abandono
conducen a altas tasas de sobreedad y bajas tasas de graduación. En el 2007/08 la tasa de
sobreedad en el nivel básico y medio era de 17.59% y 26.9%, respectivamente. La tasa de
deserción para los años 2005-2006 fue de 6.9 y 11.20 para los niveles básicos y media,
respectivamente. Esta última especialmente grave, pues en general está motivada, aunque existen
diversas razones, por el tema laboral y la falta de ofertas diversificadas de la escuela dominicana
en dicho nivel. Por lo tanto, el número de años de escolaridad promedio de la población mayor de
15 años es de 8 años, según la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo (ENFT).
En cuanto a la población docente, el Ministerio de Educación en el año lectivo 2005-2006 muestra
que sólo un 57% de los profesores tenía un título de licenciatura o más. Según la estimación de la
Encuesta Gallup- EDUCA 2005, el tiempo de docencia efectiva en los planteles públicos era de 2
horas 36 minutos, equivalente al 52% de las 5 horas programadas. Si agregamos estas dos
deficiencias (calidad del docente y horas efectivas) aceptamos la certeza de los resultados que nos
colocan muy por debajo del promedio de todos los países latinoamericanos en términos de
calidad.
En el año 2006, el país se sometió a una evaluación comparativa en la Región (elaborado por el
Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de la
OREALC/UNESCO)3. Y en el año 2009, el país se integró por primera vez al Programa para la
Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA, por sus siglas en inglés). Los rezagos en
materia de educación salen a relucir en todos los niveles y en todas las variantes: somos el país
latinoamericano con el peor desempeño en lectura, ciencias y matemáticas.
2
En el año escolar 2007-2008 se estimaba en 2.5 millones la matriculación total, de los cuales el 69% estaba en la
educación básica, el 23% en media y el 9% en inicial (SEEPyD, 2009).
3
Ibíd. UNESCO.
3
Un indicador del impacto del sistema educativo puede leerse en lo que a la competitividad del país
refiere. Como resultados de la calidad de la educación primaria, por ejemplo, el país ha obtenido la
posición 137 de 139 países para el año 2011.
Objetivos del país en cuanto a la educación
La Estrategia Nacional de Desarrollo y el Plan Nacional Plurianual del Sector Publico4 propone
varios ejes temáticos para lograr la Visión País5. El eje correspondiente al ámbito educativo (Eje 2:
una sociedad cohesionada, con igualdad de oportunidades y bajos niveles de pobreza y
desigualdad) se plantea como objetivo general la “Educación de calidad para todos y todas”, y dos
objetivos específicos:
1. Implantar un sistema educativo de calidad, que capacite para el aprendizaje continuo a lo largo
de la vida, propicie el desarrollo humano y un ejercicio de ciudadanía responsable.
2. Universalizar la educación desde el nivel preescolar hasta el nivel medio.
Vemos que estos objetivos se condicen con lo expresado en la Ley General de Educación, y están
previstos en el Plan Decenal de Educación.
Siguiendo estos objetivos, la CED viene reclamando el cumplimiento de la ley 66-97 en tanto
ordena asignar un 4% del PIB a educación, por tratarse de un derecho fundamental de la sociedad.
Este derecho consagrado entre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) se
encuentra garantizado en el mundo. Sin embargo, en Republica Dominicana, la inversión en
educación no sólo no ha alcanzado el cumplimiento de la Ley 66-97, sino que incluso no logra
posicionarse en la mitad del nivel de inversión previsto, estando para el 2011 en el 1.98% del PIB.
La respuesta social en consecuencia es destinar recursos privados (gasto de bolsillo) para la
educación. Sumando el gasto privado en educación preuniversitaria (UNESCO; Morduchowicz &
Duro, 2007) (1.86% del PIB para el 2007 –último dato disponible) y la inversión pública en
educación se alcanza ajustadamente al 4% del PIB previsto legalmente como inversión pública.
Cabe destacar que el gasto privado para Latinoamérica y el Caribe durante 1999-2010 promedia el
1.32%. Esta “privatización forzosa”6 de la educación viola claramente los DESC y la Constitución, ya
que ambas establecen la gratuidad de la enseñanza primaria y que se deberá tender a la gratuidad
en todos sus niveles.
Como se mencionó anteriormente, la Ley General de Educación establece que el importe de
inversión en el sector deberá ajustarse al 4% del PIB o al 16% del Gasto Total según cuál sea
mayor. Para la década pasada entera, este importe siempre debió haberse correspondido con el
4% del PIB, por haber resultado mayor. Por otra parte, el Plan Decenal de Educación 2008-2018
4
El Plan Nacional Plurianual para el Sector Público (PNPSP), más conocido como Presupuesto Plurianual, es un
mecanismo establecido por la Ley 498-06 y reafirmado en la Constitución. Su objetivo es guiar una estrategia a mediano
plazo que articule la Estrategia de Desarrollo y el Presupuesto anual. Este Plan se actualiza anualmente y se realiza para
un periodo de 4 años.
5
La Visión País plantea que para el año 2030 la “República Dominicana es un país próspero, donde se vive con dignidad,
seguridad y paz, con igualdad de oportunidades, en un marco de democracia participativa, ciudadanía responsable e
inserción competitiva en la economía global, y que aprovecha sus recursos para desarrollarse de forma innovadora y
sostenible” (Documento base de la Propuesta de Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030- Un viaje de
transformación hacia un país mejor-Ministerio de Econmía, Planificación y Desarrollo-Consejo Nacional de Reforma del
Estado).
6
Se entiende como privatización forzosa aquella resultante de la necesidad de cubrir de forma particular un servicio que
debería ser público. Para más información véase http://www.perspectivaciudadana.com/contenido.php?itemid=35232
4
fija que el financiamiento educativo debe contar “con un incremento progresivo y sostenido del
financiamiento público.”
Sin embargo ya habiendo transcurrido 3 años de vigencia del Plan, aún se encuentra a 0.7 puntos
porcentuales debajo del objetivo establecido para el primer año (en 2009, el porcentaje a alcanzar
del PIB era de 2.67). La tendencia lineal de la ejecución observada en el periodo 2004-2010 nos
lleva en el 2013 al 2.05% del PIB. El presupuesto aprobado para el 2011, suponiendo una ejecución
completa del mismo, no cambia la tendencia.
Ahora bien, la inversión en educación sobre el PIB y sobre el Gasto Público Total no son las únicas
formas de medir el esfuerzo financiero de un país para con su sector educativo. Una forma
complementaria es medir el gasto por alumno, de esta forma se toma en cuenta como se
distribuyen los fondos con respecto a la cantidad de personas que reciben educación. En el año
2008, el gasto por estudiante para República Dominicana alcanza a US$ 606 a paridad de poder
adquisitivo (PPA 2005) para el nivel básico y a US$ 530 (PPA 2005) para el nivel medio (UNESCO Instituto de Estadística, 2011). Con estas cifras, vemos que el país invierte aproximadamente la
mitad que el promedio regional (el promedio simple de los países de la región asciende a
US$1,112 y US$1,177 respectivamente). Esto significa que pese al crecimiento del PIB per cápita
observado, no se han realizado esfuerzos nacionales en temática de financiamiento educativo.
Conclusiones: nuestro reclamo
La inversión en educación, independientemente de si se mide por función o como ejecución
propia del Ministerio de Educación, nunca ha completado los mandatos legales, ya que no ha
alcanzado el valor mínimo de inversión con respecto al PIB o al gasto total según corresponda.
Los indicadores que permiten establecer comparaciones a nivel mundial (y que son: a) inversión
en educación con respecto al PIB, b) inversión en educación con respecto al gasto total, c) gasto
por alumno y d) gasto por alumno con respecto al PIB per cápita), muestran que :
1. RD no cumple con su propia Ley y se encuentral a sólo 2 puestos del último lugar de la lista de
los países latinoamericanos y caribeños.
2. en cuanto al gasto por alumno/a y gasto por alumno/a con respecto a PIB per cápita, el país
también se encuentra en los últimos lugares.
Ahora bien, estos indicadores no dan cuenta de la situación de exclusión de aquellos/as niños/as y
adolescentes que están fuera de la escuela, ni de los esfuerzos extraordinarios que deberían
realizar aquellos países que cuentan con mayor proporción de población joven. Para ello se realiza
el índice de esfuerzo financiero resignificado, en el cual se demuestra que la situación de
financiamiento educativo de República Dominicana es aún más acuciante, ya que se encuentra
para el nivel básico y medio en el anteúltimo y último lugar respectivamente.
Por último quedó demostrado estadísticamente que los rendimientos en las evaluaciones
internacionales están directamente relacionados con la inversión en educación hasta un umbral de
US$5,000 (PPA 2005) por alumno/a. En República Dominicana, la inversión es de US$606 (PPA
2005) por estudiante, por lo que aún resta mucha inversión que realizar para aumentar los
resultados académicos de los/as niños/as que ya forman parte del sistema educativo, sin contar
aquellos que aún no han sido incluidos.
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