Estrategias-Harf

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Harf, Ruth: La estrategia de enseñanza es también un contenido.
Revista Novedades educativas. Fragmentos. Mayo de 2003
Entendemos por estrategia de enseñanza a todos los modos que emplea el docente, no solamente
las consignas que da o la actividad que propone. Estrategia es también la disposición del ambiente, el
movimiento del cuerpo en el espacio, el lenguaje que se emplea, el modo en que se dirige a los
alumnos; entonces, en lugar de comenzar por preguntarnos qué estrategias nuevas podríamos
utilizar, deberíamos comenzar por preguntarnos y cuestionar cuáles son las estrategias que ya
efectivamente estamos empleando.
Mientras que el método tiene una connotación mucho más organizada, sistemática, previsible, la idea
de estrategia implica un “abanico”, un amplio campo de posibilidades donde justamente la creatividad
del docente consiste en hacer un buen análisis del grupo, de los contenidos, del contexto y
seleccionar aquellas estrategias que, para ese momento y ese grupo, son las más adecuadas
Las estrategias nos proveen el cómo enseñar determinado contenido. Pero es mismo cómo es un
qué. Si en mis clases, únicamente, dicto “cátedra” ante una concurrencia en estado de silencio, esta
estrategia esta enseñando un determinado contenido: que la verdad está únicamente en manos del
profesor que va a volcar sobre las mentes fértiles pero ignorantes y vacías de sus alumnos. Se ignora
que el otro pueda tener, opiniones, saberes, suposiciones, cuestionamientos, etc.,
independientemente de la disciplina que se enseña.
Y si una estrategia de enseñanza es también contenido, es preciso salir del aspecto técnico para
entrar también en el aspecto ético-ideológico. Aclaremos, de todos modos, que una estrategia tiene
siempre un carácter intencional, la intención de provocar algo en los alumnos, en el contexto del salón
de clase.
Muchas veces los docentes empleamos estrategias de las que no tenemos conciencia. Y aquello de
lo cual no se tiene conciencia no puede ser cuestionado, modificado, no se puede emplear
intencionalmente ni reflexionar sobre él. Sería interesante contar a veces con algún colega que pueda
registrar lo que sucede cuando estamos en la clase, para no reflexionar siempre sobre nuestros
propios recuerdos y sensaciones.
Resultaría interesante reflexionar y analizar las estrategias, pero los parámetros no pueden ser
únicamente si se obtiene el resultado esperado, los parámetros tienen que ver también con otras
variables, como por ejemplo aquellas relacionadas con el tipo de alumno –de persona- que estamos
ayudando a formar, en el contexto que nos toca vivir y sobre el que deseamos incidir.
La selección de las estrategias dependerá del contenido de enseñar, de la actividad que se pretende
que realicen los alumnos, etc. Además, debemos agregar: de la formación que uno tuvo, de su
historia personal con los propios contextos familiares, culturales, históricos, de las experiencias que
vivió como alumno, de la posibilidad o no que ha tenido de observar docentes y de encontrar
“modelos” a imitar o dejar de imitar, y de la propia experiencia como docente a lo largo de los años y
esencialmente con el compromiso que uno tiene al entender la función social de la educación. Desde
esta perspectiva, podemos afirmar que lo actitudinal tiene una enorme incidencia en la selección de
las estrategias y cómo se emplean.
Entonces, la toma de decisiones es: en este grupo, en este contexto, en este momento, con este
contenido, esta puede ser una estrategia válida. Una estrategia válida, pero contextualizada, porque
la misma estrategia en otro contexto puede producir un efecto absolutamente opuesto.
Cualquier estrategia cuando es empleada como la única, corre el riesgo de transformarse casi en
dogma. Porque lo que el alumno recibe es que no hay forma de enseñar y de aprender. El límite en la
selección de estrategias es no seleccionar ni emplear jamás estrategias que de algún modo atenten
contra los derechos del hombre. Si bien parece una redundancia, no lo es. Teniendo en cuenta ese
límite, pienso que para todo lo demás hay total flexibilidad.
Las mejores estrategias son aquellas basadas en el planteo de situaciones problemáticas. La
dificultad radica en que a veces planteamos como problemas situaciones que en realidad no son un
problema. Entonces, podemos afirmar que es una buena estrategia manejarse con situaciones
problemáticas verdaderas, que para el alumno resulten un problema, aunque a veces tengan que ver
con cuestiones no escolares.
Es necesario también tener respeto por los conocimientos previos de los alumnos, tener en cuenta
los grandes descubrimientos que se han hecho al respecto. Los saberes previos no tienen que ser
reemplazados por saberes científicos, muchas veces coexisten. Por eso no afirmo que simplemente
haya que “indagar los saberes previos”, sino que se los debe tener en cuenta y trabajar con ellos y a
partir de ellos, a veces confirmándolos, a veces ampliándolos y a veces contrastándolos con otras
informaciones o versiones sobre la realidad compleja.
Otro punto a tener en cuenta es el lugar del docente como un acompañante, como un mediador,
como un puente, como un facilitador, que de alguna manera no puede nunca aprender por su
alumno, sino que lo que puede hacer es hacer facilitar las cosas para que él pueda lograr sus
aprendizajes.
Una de las cuestiones a considerar es que la enseñanza es un proceso de comunicación donde el
lugar de la palabra es de vital importancia. Tendremos que estar atentos no solamente ni tanto a lo
que decimos o deseamos decir, sino a lo que pretendemos que el otro escuche. Y ambos aspectos
no siempre son sinónimos y llevan a lo que podríamos denominar: “modelización del discurso”.
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Es fundamental, por otra parte, considerar la necesidad del trabajo en grupo. Las propuestas de
trabajo grupal son muy valiosas cuando existe un real intercambio, cuando los miembros de ese
grupo sienten que para resolver la tarea propuesta necesitan de los otros, porque solos no pueden.
Es decir, la propuesta de trabajo grupal no puede ser hecha únicamente para economizar tiempo,
sino intentando lograr ese intercambio que potencia la participación de todos. Y eso a veces depende
de la consigna que impartimos.
Mencionamos el trabajo grupal como ejemplo, pero teniendo en cuenta que también son necesarios
el trabajo individual y el trabajo en grupo total, lo mismo que una buena exposición del docente, que a
veces es imprescindible, sin negar por eso el carácter interactivo, dinámico y participativo que se
desea que la clase posea. Entre otras cosas, el docente es el que puede ayudar a sistematizar,
conceptualizar, organizar lo que estuvo sucediendo.
Pensando en las estrategias que empleo cuando trabajo con adultos, en general en todas las clases
retomo, hago un repaso de lo que sucedió la clase anterior, tanto en la dinámica como en cuanto a
los contenidos abordados. Y retomo, porque en esta segunda vuelta hay por parte de los alumnos
otro nivel de apropiación, la sensación de “esto ya lo entendí, de esto ya me apropié”. Este tiempo
que dedico a retomar es necesario para conectarse con lo ya trabajado y prepararse para lo nuevo
que viene.
También existe la necesidad de plantear actividades donde aplicar aquello que los alumnos ya
aprendieron.
Allí también se está proponiendo el planteo de una situación, le diferencia está en que en lugar de
tener que ir a buscar información, conocimientos nuevos, lo que el alumno tiene que aprender es a
seleccionar entre aquellos conocimientos de los que ya dispone, los más adecuados para resolver
determinado problema.
Si en un tipo de actividades el objetivo central es que el alumno pueda adquirir contenidos,
información, en el otro tipo, el eje está planteado en cómo procesar, o emplear, aquello de lo cual ya
se ha apropiado.
Muchas de las estrategias que hemos empleado, y muchas de las que hemos gozado o sufrido a lo
largo de nuestra escolaridad, tenían como características el no estar fundamentadas. Se las valoraba
únicamente desde el aspecto técnico.
Apunto a la capacidad del docente de reflexionar sobre las estrategias que está usando, de
preguntarse si hay alguna de ellas que está usando sólo por rutina, si alguna de ellas tiene como
unidad de medida sólo el éxito de aprendizaje y por dónde pasa la variable ético-ideológico.
Creo que lo principal es tratar de ser coherentes entre posturas que se sostienen y acciones que se
llevan a cabo. Y digo tratar porque entre los pensamientos y posturas y las estrategias empleadas,
muchos docentes sienten que van por caminos diferentes.
Habitualmente, cuando trabajo con los maestros les pregunto: ¿cómo hiciste?, ¿por qué lo hiciste de
esta manera? Y luego ¿de qué otra manera podrías hacerlo?
Fundamentalmente, la planificación de las estrategias no implica anticipar las respuestas de los
alumnos o qué va a suceder; esta planificación tiene un carácter organizador, que tampoco brinda
garantías.
Entender que la planificación es un proceso implica modificar sobre la marcha, tomar decisiones,
detectar si el tiempo no estuvo bien calculado, si hay otras variables que están incidiendo; a veces lo
más sano es cortar lo que está sucediendo y en otro momento volver a tomar ese contenido de otro
lugar. Incluso podemos comentar a los alumnos: vamos a tomar esto de otra manera; porque la otra
vez no lo pudimos hacer...
Muchas veces pesa el mandato de que la estrategia elegida y la clase en general deben ser
“divertidas”. Ante esto debemos que ser conscientes de que la diversión no es un estado absoluto y
que, por lo tanto, no se la puede medir como un par antagónico: o se divierten o no. Hay que
considerar que en una clase habrá momentos de mayor o menor diversión, al menos en su forma
aparente, donde hay alumnos que en determinados momentos se dispersarán, como nos ocurre a los
adultos cuando participamos de una clase con alumnos. Hay actividades que requerirán más
concentración y esfuerzo que otras. Y además, ¡lo que algunos consideran “divertido” para otros
puede no serlo!
Las estrategias no son soluciones. Si pensamos solamente en encontrar “soluciones”, en garantizar el
resultado –que los alumnos logren los aprendizajes-, estamos utilizando únicamente el parámetro del
éxito. Y no podemos de esa manera evaluar si una estrategia ha sido o no la adecuada. Antes
tenemos pensar en otras cuestiones. Si esperamos que las estrategias den garantías de que el
alumno vaya a aprender, llegamos fácilmente a situaciones como la amenaza, la coerción, etc., que
se han aplicado en muchos casos.
Tenemos que preguntarnos –además de si se aprendió o no el contenido seleccionado- qué otra cosa
más aprendió el alumno con el empleo de una determinada estrategia. En este sentido es que
muchos autores sostienen que las estrategias también son en sí mismas contenidos que los alumnos
aprenden, y no únicamente el medio para que se aprendan “los contenidos curriculares”. Y si eso que
aprendió es éticamente cuestionable, como el sometimiento, el temor a hacer preguntas que pongan
en tela de juicio el saber del docente, por ejemplo, por más “éxito” logrado en el aprendizaje, desde
mi perspectiva, esa estrategia no es válida.
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