Sobre la Creatividad - Universidad del Noreste

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Sobre Creatividad
Por Martha Tappan y Tullia Bassani
Julio, 2004.
Hace algunos años, la Universidad del Noreste auspició un estudio para detectar las necesidades
del campo laboral en profesiones como arquitectura, diseño, comunicación, publicidad y
mercadotecnia. Los resultados de esta investigación señalan hacia un desempeño profesional en
donde la expectativa de ser creativo es común denominador.
Sin embargo, este concepto, creatividad, es una abstracción que puede ser todo y nada.
Se asocia el ser creativo a la capacidad para dar respuesta a situaciones inesperadas; la
capacidad para imaginar escenarios posibles; la aptitud para generar e integrar elementos
innovadores; el uso inteligente de recursos (memoria, información, experiencia, imaginación);
la capacidad de integrar un conocimiento en otro campo del saber (lo transdisciplinario). En
acepciones más vagas y de lugar común ser creativo es sinónimo de artista, genio o loco.
Para acotar el problema recurriremos a la herramienta cibernética del Internet; acción
que no sólo promete definiciones, estudios de casos, investigaciones, resultados, sino un
panorama de la presencia y de contextos en los que aparece el término. Sin embargo, al llevar a
cabo la búsqueda de este concepto en la red, el número de referencias es abrumante por su
cantidad y diversidad: creatividad infantil, creatividad y deporte, creatividad empresarial,
creatividad y educación, creatividad y arte, creatividad y marketing, creatividad y diseño, en fin.
Pero si el punto de partida es el académico, el gran tema para continuar la búsqueda es
el de educación y creatividad. Bajo ese rubro, puede constatarse la frecuencia con la que el
término “creatividad” se asocia a la educación básica y a la educación artística. También la
recurrencia del problema de definir “creatividad”: ¿qué es la creatividad? ¿cómo se consigue?
¿por qué es deseable promover la creatividad en los sistemas educativos?
Como resultado de esta búsqueda, no tarda en aparecer una definición de creatividad
con la que se esté de acuerdo. Tal es el caso del artículo de la maestra Magdalena Mass,
“Creatividad y escuela”, en donde critica la práctica generalizada de abrir un espacio a la
creatividad a través de una asignatura que tiene como objetivo enseñar a ser creativo. Ante este
tipo de decisiones uno se pregunta qué entendimiento de creatividad tienen las personas que así
deciden. Aceptando este desconocimiento se puede aseverar, sin embargo, que su entendimiento
no corresponde al de la maestra Mass: “[la creatividad] es la capacidad de integrar síntesis
abarcadoras, de ‘descubrir’ conocimientos, es decir, de construirlos y no sólo de repetirlos
mecánicamente, de poner objetos nuevos o mirar de manera nueva los mismos objetos, de
interrogarlos hasta producir o reproducir las fórmulas de descubrimiento. La creatividad debería
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promoverse en todos los grados y momentos del currículum, como método privilegiado, y no
como un programa específico o un conjunto de actividades”. (1)
Tampoco se hace esperar mucho la presencia del término “creatividad” en el debate
educativo que confronta los modelos educativos modernos a los tradicionales. En “Creatividad,
aula, arte (la creatividad en rebelión)”, las autoras registran lo que para ellas es la perspectiva
que la enseñanza tradicional tiene de creatividad, a saber, la sospecha de “métodos”
caracterizados por demasiada libertad, desorden y falta de disciplina. Quien piensa así, cree en
sistemas educativos en donde “el aula de clases —en todos los niveles de la educación— es una
especie de feudo medieval, regido por un "Señor" de altos poderes, llamado comúnmente
maestro; un grupo de estos pequeños feudos constituye una escuela, denominada a su vez por
una especie de principado o ducado ejercido por el director…”. (2)
La creatividad, en un contexto opuesto a “tradición”, es consonante con otro de los
hallazgos de esta pesquisa, a saber, el consenso de atribuir o ver la creatividad como un
elemento inherente al ámbito artístico. A la abstracción, “disciplina artística” se le concede el
dominio del conocimiento y ejercicio de la creatividad de manera análoga a como a las ciencias
se les concede el de la objetividad.
A fin de arrojar luz sobre la relación entre creatividad y arte vale la pena remitirse a la
cuna de nuestra civilización. Para los griegos de la época clásica, el arte residía en la maestría
para ejecutar una técnica. Por eso los artistas de aquella época se clasificaban en el grupo que
nosotros ahora asignamos a los maestros artesanos. Este entendimiento de arte estaba regido
por normas estrictas que guiaban la ejecución del artista. En ese sentido, el lugar de la
creatividad, si se entiende como expresión libre del individuo, era inexistente. Para los griegos
antiguos era la naturaleza quien tenía libertad de acción y era perfecta. El mérito del artista
consistía en reproducir de la manera más fiel posible esa perfección. Así, frente a la naturaleza y
frente a la obra creada, el artista era un descubridor, no un creador. Esta concepción de los
antiguos era sobre todo válida para las artes representativas –pintura, escultura- y contrastaba el
lugar especial de la poesía a la que se le concedía un espíritu inventivo –no de imitación.
Cuando los ejercicios de las artes representativas no perseguían la construcción del parecido
sino que promovían la invención fantástica, Platón los denunciaba como peligrosas mentiras.
Otro tanto se puede decir de la polémica entre filósofos y sofistas, en donde los primeros
acusaban a los segundos de usar la retórica para embellecer la forma y persuadir de este modo a
su auditorio con falsedades.
En lo anterior puede reconocerse la tradición de una serie de conceptos encontrados que
permean el debate educativo y en donde el concepto de creatividad es uno de los términos. Por
un lado se agrupan los conceptos de normas, técnicas, reproducción, imitación, realidad, el
artista como un virtuoso de la técnica, un “develador” de la perfección natural o divina; por el
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otro, la libertad, la expresión del genio individual, el embellecimiento, la persuasión, la
invención, la imaginación, la fantasía, el artista como creador.
Si revisamos los resultados del estudio aludido que promovió la UNE, la presencia de
estos términos forman parte del nudo gordiano al que se designa con el nombre de creatividad.
Los encuestados registran una serie de problemas en su educación universitaria: la presencia de
mucha teoría y poca práctica, la escasa formación en computación, la ausencia de un ambiente
de arte y cultura, la necesidad de un mayor contacto con el exterior.
A los encuestados también se presenta una lista de 30 materias susceptibles de estar en
un programa de maestría para que las marquen por orden de importancia según su juicio. Llama
la atención el elevado número que recibe la materia denominada “Desarrollo de la creatividad”.
También es de atender que el segundo lugar de marcaje lo obtenga el conjunto de materias que
se agrupan bajo el rubro Organización (Sistemas organizacionales, Organización del trabajo,
Métodos y Técnicas de investigación, Redacción, Comprensión de lectura, Administración) y
que el tercero lo tengan las materias agrupadas bajo Análisis (Mercadotecnia, Análisis de
medios, Teorías de la comunicación, Análisis de la imagen, Teorías de recepción, Psicología,
Sociología). Revisando estos resultados a la luz de los términos que confrontamos arriba
parecería que no se tiene especial interés por un reforzamiento en el desempeño técnico, pues el
grupo que abarca estas materias tiene un marcaje considerablemente inferior al de los tres
mencionados. Los resultados también parecen desdecir la necesidad de fortalecer las habilidades
en programas de computación. Por otra parte, la predilección por una serie de materias
comprometidas con el análisis y la organización apuntan hacia la necesidad de obtener
herramientas que permitan una mejor comprensión de la realidad. Finalmente, el rubro
creatividad sigue señalando hacia esa idea de la expresión insólita, genial, innovadora del
individuo que, a diferencia de los locos o los artistas, debe estar al servicio de una respuesta
eficiente y funcional frente a la realidad.
Si la creatividad es una preocupación recurrente desde la educación básica hasta la
superior, seguramente se debe a que no se ha logrado, en la práctica, desarrollar un programa
educativo que integre la teoría con la acción, el conocimiento generado por la cultura humana
con el conocimiento y la experiencia de vida del individuo.
En el contexto de la enseñanza del diseño pueden encontrarse evidencias de la
problemática planteada hasta aquí. En el plan de carrera de una licenciatura de diseño, un
importante porcentaje de materias está destinado a la ejecución y maestría de técnicas de
representación formal –perspectiva que, desgraciadamente, cada vez más es sustituida en los
planes de estudio y en las mentes pragmáticas de alumnos y maestros por la famosa paquetería
de cómputo. Otro porcentaje más se destina a materias asociadas al conocimiento del medio, de
disciplinas afines y de metodologías. Se reconoce también la necesidad de un ejercicio
conceptualizador y de síntesis de todos estos conocimientos que es el meollo de los planes de
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estudio y que como bolita se que lanza de las materias teóricas, a los talleres de diseño, a la
invención de una materia de creatividad.
Del conjunto de las disciplinas que abordó el estudio de la UNE, el diseño tiene un lugar
inquietante porque es el más claro testimonio de los rápidos cambios que han tenido lugar en los
últimos años: las herramientas tecnológicas (paquetería) han demeritado la necesidad del
virtuosismo realista que se lograba con el manejo del dibujo y de técnicas de representación; lo
anterior permite que un comunicólogo, publicista o mercadólogo con conocimientos en
paquetería o con un técnico experto en esa paquetería, puedan prescindir del diseñador. Sin
embargo, el proceso idóneo para generar conceptos y traducirlos a una diversidad de medios
se logra en la síntesis del ejercicio proyectual del taller (de serigrafía, de costura, de tipografía,
de dibujo, etc.) que suele ser ajeno al comunicólogo, publicista o mercadólogo, pero familiar al
diseñador y al arquitecto -disciplina madre a la que por su parte suele remitirse la gestación de
muchas escuelas de diseño tanto industrial como gráfico en nuestro país.
El enfrentamiento entre sentido de realidad y fantasía/invención/creatividad que se hace
palpable en el punto donde se intersectan arquitectura, diseño, comunicación, publicidad y
mercadotecnia nos lleva a ubicar dos tendencias. La primera es la que acerca la acción de diseño
a la metodología de investigación de las ciencias sociales y que tiene un entendimiento lineal
del proceso de investigación: se empieza por señalar una hipótesis o necesidad o problemática
de dónde derivar una estrategia que marque los parámetros del proceso creativo de la gestación
de ideas o del bocetaje. La segunda entiende la investigación en el seno de la acción proyectual,
es decir, reconoce la importancia del proceso conceptualizador que se genera en el trabajo
recursivo –bocetaje- que al modo de una elipse gira para colocarse en un punto superior al
anterior y que –en concordancia con las tendencias constructivistas en educación- tiene como
punto de partida y de llegada los intereses, inquietudes y conocimientos previos del estudiante.
Notas
(1)Magdalena Mass. “Creatividad y Escuela” en Educar. Revista de educación. Nueva época.
Núm. 15 oct.- dic. 2000.
(2)María Magdalena Ziegler y Magalia Bracho. “Creatividad, aula, arte (la creatividad en
rebelión) en Educar. Revista de educación. Nueva época. Núm. 15 oct.- dic. 2000.
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