Buenas Nuevas ¿Los hijos deben vivir o consumir su sexualidad?

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Educación Sexual
¿Los hijos deben vivir o consumir su sexualidad?
Por José Luis Castro y Elda Luisa Vieytes
Este mes, en esta serie de artículos, nos adentrarnos en una etapa difícil: la adolescencia, momento
de grandes cambios.
Y si a los cambios naturales de la edad le sumamos los cambios culturales, ¡cuántas inseguridades y
miedos nos turban!
En la sociedad que nos toca formar a nuestros adolescentes y jóvenes, se dan diversas situaciones
familiares. Situaciones bien distintas a las que se daban hace tres o cuatro décadas atrás, en la
homogénea sociedad patriarcal con familias tradicionales donde nos tocó crecer como hijos, y
donde, generalmente, una mirada de los padres bastaba para saber que algo andaba mal, lo que
decía papá era lo que había que hacer.
Hoy, el matrimonio, para algunos, ya no es para toda la vida; están los míos, los tuyos y los
nuestros; se dan nuevas relaciones, la novia de papá, el novio de mamá; padres ausentes por trabajo
o rotura de la pareja...
Cualquiera sea la historia personal que estemos transitando, no debe entorpecer o impedir, estar
cerca, acompañar, mantener el diálogo y acrecentar una relación más empática con los hijos y
desarrollar la capacidad y habilidad de intuir lo que siente y estar en buena sintonía para compartir
esos sentimientos.
En todas las épocas el adolescente se caracterizó por la impaciencia, pero hoy, los chicos, están
súper motivados por la inmediatez y la prematurez (¡lo quiero todo y ya!), generando una cierta
carga de agresividad y/o violencia. Por ejemplo, hay una gran presión para el inicio precoz de las
relaciones sexuales y, si bien los adolescentes tienen capacidad para tomar algunas decisiones (que
en ningún caso supone haber alcanzado la emancipación), no están aún lo suficientemente maduros
como para afrontar solos, la responsabilidad que implica mantener relaciones sexuales. Su mundo
afectivo y emocional está aún, y por un largo tiempo, en búsqueda. Aquí es fundamental estar cerca
(sin invadir) para acompañarlo y ayudarlo a discernir, a tomar decisiones y a actuar con
responsabilidad y respeto.
Existen dos grandes amenazas:
• Un ejercicio apresurado, descontrolado de la genitalidad que, muchas veces, termina con un
embarazo generador de conductas compulsivas y no deseadas.
• Una genitalidad peligrosa, donde el Sida y otras enfermedades de trasmisión sexual (ETS) pueden
dejar serias secuelas futuras.
Estas dos formas de consumir la sexualidad tienen en común el debilitado y empobrecido contenido
de ternura y afecto, del respeto por sí mismo y por el otro, Sólo prevalece lo genital; el otro es
utilizado como objeto de placer, para satisfacer necesidades propias, o como escape de la soledad,
una compañía; características principales de la inmadurez sexual afectiva.
Vivir una sexualidad sana con una genitalidad responsable en el momento adecuado, es
consecuencia de dar tiempo a un proceso madurativo, de saber esperar, desarrollar el mundo
afectivo, expresar y vivir plenamente el amor humano, adoptar conductas respetuosas y
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responsables. La sexualidad humana no es un hecho dado, es producto de lucha, trabajo,
información y formación humana.
Los hijos necesitan del ejemplo de los padres, de un modelo de ser varón o mujer, donde cada uno
respeta la dignidad personal del otro, y donde se complementan recíprocamente.
Necesitan una autoridad bien ejercida (equilibrio entre la libertad y la restricción, trasmitiendo y
viviendo que no todo es igual). Los no en el momento justo, el límite como una guía que permita ir
siendo cada vez mejores personas. Sin dudar, esto, disminuirá muchos dolores futuros.
A este compromiso familiar, que es intransferible, también es necesario agregarle un compromiso
social: deberíamos favorecer y propiciar el desarrollo de ámbitos, comunidades, organizaciones,
grupos, donde el adolescente se junte con sus pares, juegue, reflexione, se divierta y trabaje
solidariamente; un lugar donde se vivan y trasmitan valores e ideales que le permitan ir saliendo de
su individualismo, cultivando el compañerismo y la amistad, aprendiendo a vivir roles sexuales y
humanos. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. Necesitamos perseverar y estar convencidos
de que, si modificamos el paradigma del consumismo por el de humanizar más a la persona,
viviremos todos con más plenitud el privilegio de la vida. Nuestros hijos lo merecen.
Recibiremos con gusto tus comentarios y sugerencias, escríbenos a
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