Respuestas a la Unidad didáctica: información sobre abusos sexuales a menores* 1. El recuerdo del abuso viene a la mente de la protagonista Aproximadamente un tercio de las personas que han sufrido algún abuso sexual sufre trastornos nerviosos postraumáticos asociados al recuerdo de los abusos. Por eso no es extraño que el olvido funcione como un mecanismo de defensa. Todo ello hace que la reconstrucción del abuso sea difícil para la víctima: en algunos casos pueden darse algunas lagunas, en otros una amnesia total. Muchas personas tienen recuerdos que les hacen pensar que tuvieron un abuso, sin recordar el abuso en sí. También se da un recuerdo selectivo de las características del abuso: se recuerdan algunas circunstancias centrales (la persona, el lugar, el tiempo que duró), pero no otros detalles. Como efectos directos del recuerdo encontramos el miedo a repetir circunstancias que se asocian al abuso. Algunos niños y adultos sufren miedo a quedarse solos, a bañarse, a mostrar el propio cuerpo, a ser tocados, a la intimidad, a lugares concretos como lavabos públicos o parques, etc. * La mayor parte de la información contenida en esta documentación procede de: Alonso, J.M., Font, P. y Val, A. (1999): ¡Eh!¡ No te despistes! Guía pedagógica para la prevención del abuso sexual y otros malos tratos infantiles. Programa para Ciclo Medio y Superior. Guía para padres y madres. http://www.bienestarsocial.net/ 2. Una mano destapa a la niña que está acostada en su cama Perfil del agresor Existen una serie de tópicos sobre los abusadores que, aunque a veces puedan tener un fundamento, no se ajustan a la realidad y, a menudo, sirven para dar una idea de “excepcionalidad” que no es en absoluto cierta. Algunos datos: Hombres abusadores: 86% Mujeres abusadoras: 14% Abusan de niñas en un 68% y de niños en un 32% Abusan de niñas en un 9% y de niños en un 91% Edad del agresor: entre 21 y 50 años (raramente son personas mayores). Los adolescentes pueden ser también agresores: en EE.UU. el 21% de violaciones son cometidas por menores de18 años. El 85 % de abusadores son conocidos de la víctima. Estrategias utilizadas - uso de la confianza existente o creada mediante regalos, etc.; al principio, conductas confusas o de doble significado como las caricias; uso del efecto sorpresa: comportamiento que el menor no comprende; engaños y, en caso de no aceptar, uso de premios o castigos; amenazas para conseguir lo deseado y/o para mantener el secreto; raramente, violencia física. ¿Cómo puede sentirse un menor que ha sufrido abusos? Entre el 60% y el 80% de los niños que han sufrido abusos manifiestan, a corto plazo: - hacia el agresor y/o familiares: desconfianza, miedo, hostilidad, abandono del hogar, conducta antisocial; hacia sí mismo: vergüenza, culpa, estigmatización, baja autoestima; ansiedad, angustia, depresión; exceso de curiosidad sexual, precocidad de conductas, prostitución infantil, etc. otras conductas como problemas del sueño y de la alimentación, problemas escolares, falta de concentración, etc. 3. La niña cabalga sobre un pene ¿Qué es un abuso sexual a menores? Dos definiciones: “Contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente a él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuándo ésta es significativamente mayor que el niño (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro.” Definición del National Center of Child Abuse and Neglect (1978). “Aquella situación en la que un niño o adolescente participa en actividades sexuales que violan los tabúes sociales y legales de la sociedad, que él no comprende o para las que no está preparado de acuerdo a su desarrollo y que, por lo tanto, no puede dar su consentimiento.” Definición del Departament de Sanitat i Seguretat Social de la Generalitat de Catalunya (1997). Normalmente, esto implica que existe asimetría de edad entre abusador y víctima y algún tipo de coerción, en cualquiera de sus manifestaciones (fuerza, presión o engaño). La definición excluye cualquier abuso en que no se implique explícitamente los órganos genitales. No obstante, eso no significa que el forzar a algún tipo de contacto –caricias no sexuales o besos en la mejilla no se pueda considerar como cierta forma de agresión, aunque no abuso y aún menos sexual. De hecho, uno de los lemas para la prevención de los abusos sexuales es: “Ni un beso a la fuerza”. Prevenir Numerosas investigaciones muestran que la prevención no consiste únicamente en explicar a los niños en la escuela los pormenores del abuso en sí y cómo evitarlos –lo cual, hecho de forma aislada, es incluso contraproducente– sino en muchos otros factores, educativos y sociales. Para el niño es importante enmarcar la prevención en un trabajo sobre la autoestima, la asertividad (entendida como capacidad de percibir cuándo se quiere o no se quiere algo y cómo decir “no” a lo que no se quiere), las actitudes positivas y de respeto hacia el propio cuerpo, la educación afectiva y sexual y, en general, para la salud, y el fomento del uso de las redes de protección social (pedir ayuda cuando es necesaria). ¿Qué hacer si se produce el abuso? Hay algunas consignas para los adultos de referencia que pueden ayudar a un menor que dice haber sufrido abusos: - creer al niño; no responsabilizar al niño del abuso; mantener la calma; - hacer hincapié en que saldrá adelante; asegurarse de que no ha sufrido heridas; proteger a la víctima; mostrar satisfacción porque el niño lo ha comunicado; aceptar los sentimientos del niño; expresarle afecto respetar su necesidad de intimidad y el ritmo que necesita para elaborar el trauma ¿Qué no hacer? En ningún caso hay que: - negar o poner en duda que el abuso ha sucedido (difícilmente los niños inventan algo así); culpabilizar al niño del abuso; alarmar o expresar la gravedad del asunto; poner el acento en el nuevo estatus del niño (tratarlo como víctima, sobreprotegerle…). interrogar con insistencia al menor sobre los hechos IMPORTANTE: los procesos de atención social, médicos, policiales, legales, psicoterapéuticos, etc. que se desencadenan a partir del abuso sexual a un menor pueden producir lo que se denomina “doble victimización” del menor. La doble victimización consiste en convertir al menor en objeto de procesos que ni entiende ni desea y que, al fin y al cabo, pueden ser vividos globalmente como una segunda agresión. 4. El cuerpo de la niña se convierte en un garabato Hay algunos factores que influyen en los efectos del abuso sexual. Los más importantes son: - tipo de agresión; edad del agresor; edad de la víctima; tipo de relación entre víctima y agresor; duración de la agresión; frecuencia de la agresión; personalidad del niño; reacción del entorno. Consecuencias a largo plazo - afectivas: depresión, ideas de suicidio, ansiedad, etc.; personalidad: baja autoestima, menor poder de control; escolares: fracaso escolar; familiares: relaciones familiares conflictivas, huida de casa, desconfianza, etc.; conducta antisocial: delincuencia, drogadicción, hostilidad, desconfianza, etc.; sexuales: prostitución, miedo al sexo, disociación mente-cuerpo, imágenes obsesivas, patrones inadecuados de intimidad, disfunciones sexuales, hipersexualidad, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etc. Entre un 20% y un 30% continúa su vida sin cambios significativos. Entre el 17% y el 40% manifiesta síntomas clínicos importantes, mientras que el resto manifiesta síntomas menores. ¿Es necesaria una terapia? Cada persona y cada experiencia es distinta, y es difícil decir qué es lo que necesita cada uno. Parece que compartir lo sucedido en un momento u otro es necesario y produce gran sensación de alivio y liberación. Pero esto no siempre es posible, por varias razones: - la edad dificulta la toma de conciencia del daño y la verbalización, en consecuencia; la poca percepción de apoyo en el entorno; la profundidad del dolor, en función de las circunstancias de la agresión, puede bloquear la salida de las emociones durante años. Por ello, es importante mantener una actitud de apoyo incondicional y de ponerse a disposición del menor. Si percibe apoyo, confianza, se siente escuchado, aceptado y se crean situaciones y se le proporcionan herramientas para que pueda expresarse libremente, es más probable que encuentre caminos de expresión, aunque quizá no siempre sean verbales. En todo caso, hay que tener en cuenta que este trabajo debe ser asesorado en todo momento por profesionales. 5. La bailarina tapa su rostro con las manos Denunciar Cualquier relato de abusos sexuales que cuente un menor debe ser considerada como altamente probable. A continuación, hay que intentar ampliar la información sutilmente y, en caso de que la acusación se muestre como cierta, dirigirse a: - servicios sociales locales; equipos de atención a la infancia y la adolescencia; servicios de atención a la víctima; unidades especializadas en menores de las policías locales, autonómicas o estatales; teléfonos de atención a la infancia de cada comunidad. Abrir el diálogo Una niña de cada cuatro o cinco y un niño de cada seis o siete padecen o han padecido de alguna manera abusos sexuales durante su infancia. De estos casos, un 56% se ha producido sólo una vez, pero en el 44% restante el abuso ha sido repetido de 2 a 25 veces más. A pesar de que parece evidente que los abusos sexuales a menores son un problema social, y que una de las mejores formas de hacerlos frente es mantener el debate en lugar de negar el problema, diversos factores dificultan esa medida: - - el problema de los abusos sexuales a menores crea una gran inquietud social, ya que son percibidos con un alto grado de indignación, repulsa e impotencia; existe la creencia (totalmente falsa) de que este tipo de agresiones se producen mayoritariamente en entornos marginales y en el tercer mundo; existen factores de riesgo sociales que ponen en evidencia, cuando no en abierta contradicción, esos sentimientos negativos con la realidad cotidiana: desvalorización y uso de la infancia para fines comerciales, falta de redes de apoyo familiares, estilos educativos poco afectivos y basados en la sumisión, sexualidad represiva y poca educación afectivo-sexual, pornografía infantil y turismo sexual, etc.; aproximadamente un 85% de agresores sexuales pertenecen al entorno cercano a la víctima y, en muchas ocasiones, incluso a su familia. 6. Multitud de ojos recorren el cuerpo de la bailarina Prevenir Se habla de prevención a dos niveles: primaria (para evitar que suceda) y secundaria (para minimizar los efectos). La prevención primaria pasaría por reducir todos los factores de riesgo sociales (ver párrafo anterior). Uno de ellos es la educación afectivo-sexual. Actualmente hay países donde los programas preventivos son muy frecuentes e incluso obligatorios. Estos programas deben enmarcarse en un planteamiento más amplio de educación afectivo-sexual, ya que la experiencia muestra que, de lo contrario, pueden tener un efecto negativo y difundir visiones exclusivamente negativas ante la sexualidad. Uno de los aspectos que se ha de trabajar es el del fortalecimiento. El abuso se debe, en parte, al desconocimiento por parte del menor de lo que es un abuso sexual, y a la falta de asertividad y poder en los niños. Por tanto, la tarea del adulto es la de facilitar este proceso. Otro aspecto es el de los contactos. Se ha demostrado la importancia de educar en la diferencia entre los buenos contactos, los malos contactos y los contactos confusos, en función de la percepción de los niños. Muchos programas se basan en ello (“Sentir que sí, sentir que no” es el ilustrativo título de uno de ellos). Lo que parece del todo determinante es la adquisición de habilidades de afrontamiento por parte del niño. Así pues, las líneas de trabajo estarían encaminadas a educar: - la asertividad la distinción entre abuso y contacto saludable el afrontamiento del abuso la búsqueda de ayuda Con el objetivo de: - ayudar a los niños a identificar señales de alarma; distinguir las diversas conductas; potenciar su derecho a rechazar contactos no deseados; diferenciar las partes del cuerpo privadas, de las públicas; fomentar la búsqueda de ayuda en los adultos de confianza; evitar el compromiso de guardar secretos; evitar los sentimientos de culpa, si han sido víctimas de un abuso. Características de la educación afectiva y sexual* Debe centrarse en lo positivo, en las funciones de comunicación y de placer del contacto físico, en los valores que conlleva la sexualidad, etc. Algunas características de una educación afectivo-sexual adecuada serían: - es un proceso que dura toda la vida; tiene relación con el conjunto de aprendizajes; facilita una información adecuada, variada y correcta, pero siendo una condición necesaria no se considera suficiente; la información debe facilitar una adquisición de actitudes positivas respecto a la sexualidad y el propio cuerpo, y fomentar la propia autoestima y el respeto y afecto por los demás; debe desmitificar la sexualidad, liberándola de culpa y vergüenza y favoreciendo la espontaneidad y la comprensión de la variedad y riqueza de la conducta sexual humana; debe promover comportamientos saludables y responsabilidad; tiene como consecuencia aumentar o mejorar la capacidad de interrelación con otras personas, generando satisfacción con uno mismo y con los demás. * Adaptado de: Font, P. (1990). Pedagogia de la sexualitat. Barcelona: Graó.