Maduración afectiva y espiritualidad.

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MADURACIÓN AFECTIVA
Y
ESPIRITUALIDAD
SEMANA TEOLÓGICA DEL CLERO
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Maduración Afectiva y Espiritualidad
MADURACIÓN AFECTIVA Y ESPIRITUALIDAD
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. PRINCIPIOS GENERALES DE RELACIÓN
1. ACENTOS Y OLVIDOS DE UN PASADO RECIENTE
a) Voluntad
b) Racionalidad
c) Afectividad
2. PLANTEAMIENTO SOBRE LA RELACIÓN ENTRE AFECTIVIDAD Y
ESPIRITUALIDAD
a) Semejanza
b) Contraste
c) Síntesis de los dos:
o Afirmación de la unidad del sujeto
o Afirmación de la distinción
o Afirmación de la interrelación
o Afirmación de la purificación-transformación
o Afirmación del primado del amor teologal
3. LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DE SALVACIÓN
o La relación de Dios con nosotros se expresa en lenguaje de la afectividad
humana.
o Símbolos de la interrelación humana: padre, madre, amigo, esposo.
o Trascendencia y gratuidad. Amor dado hasta la cruz.
II. APLICACIÓN DE ESTOS PRINCIPIOS
1. LA IMAGEN VIVIDA DE DIOS Y LA AFECTIVIDAD
o Según la imagen del otro así es la relación
o Imagen de Dios, no conceptual sino afectiva
o Imagen de Dios y afectividad se configuran
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Maduración Afectiva y Espiritualidad
2. CULPABILIDAD, CULPA, PECADO
o Cfr. El folleto entregado.
3. EL DESEO RELIGIOSO
o Auto-trascendencia por el deseo religioso.
o Sacerdote: grandes utopías.
a) Validez y legitimidad del deseo religioso.
b) Ambigüedad del deseo religioso.
o Desde la psicología
o Desde la revelación cristiana
c) La prueba del realismo.
d) El deseo hecho fe que acoge la gracia de Dios.
4. EL AMOR FRATERNO Y APOSTÓLICO
a) El deseo de amar a los hermanos sacerdotes y a los fieles.
b) La experiencia pone a prueba la ambigüedad.
c) Dos reacciones posibles:
o Nos encerramos en el desánimo
o O lo vivimos como el momento privilegiado de transformación en
amor teologal
d) A mayor amor, mayor calidad de la afectividad humana.
5. AFECTIVIDAD Y ORACIÓN
a) Correlación entre afectividad y oración
o Tesis
o Argumentación desde la definición de:
 Afectividad
 Celibato
 Oración
b) La autenticidad de la oración
o Su esencia: orar es amar
o No confundir con:
 Reflexión
 Sensibilidad
 Utilidad
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Maduración Afectiva y Espiritualidad
o La oración brota de la fe y es ejercicio de la fe
o Su sede es el “corazón” y desde él, toda la persona.
c) Encontrar en la oración la maduración de la afectividad
o La correlación depende de la historia personal.
o Ejemplos que ilustran la correlación.
o Formas de la mutua correlación.
d) El proceso de la oración se identifica con el proceso de la afectividad
vivificada por el Espíritu Santo
o Sin desarrollar
e) Cuando el amor reclama su atención: en torno a los 35 años
o Cuando la acción se hace activismo.
o Crisis de realismo.
o Nuevas relaciones personales
o Insuficiencia de la acción
o Vivir el amor en la oración afectiva
f) Afectividad y oración en la edad media de la vida
o Crisis de afectividad
o Crisis de fe
o Oportunidad de crecimiento afectivo y orante
PARA EL 1º TIEMPO PERSONAL. Preguntas de discernimiento.
PARA EL 2º TIEMPO PERSONAL. Preguntas de discernimiento.
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Maduración Afectiva y Espiritualidad
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BIBLIOGRAFÍA
 Gabriel Ferrari, “El crecimiento humano y espiritual en la edad adulta”,
Publicaciones Claretianas, Madrid, 2000.
 Rafael Gómez Manzano, “Madurez personal y crecimiento espiritual”, en
“Recrear nuestra espiritualidad”, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2001.
 Mons. Juan María Uriarte, “Crecer como personas para servir como pastores”
en “La formación humana de los sacerdotes según P.D.V”, Comisión
Episcopal del Clero, C.E.E, Madrid, 1994.
 Javier Garrido, “Grandeza y miseria del celibato”, Cap. 15, Sal Terrae,
Santander, 1987.
 Javier Garrido “Adulto y cristiano”, Cap. 12, 24, 27, Sal Terrae, Santander,
1989.
 Javier Garrido, “Proceso humano y gracia de Dios”, Sal Terrae, Col.
“Presencia Teológica” nº 83, Santander, 1996.
Maduración Afectiva y Espiritualidad
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SEMANA TEOLÓGICA DEL CLERO
LAS TRES ROSAS, 10 – 14 DE JULIO DEL 2006
MADURACION AFECTIVA Y ESPIIRTUALIDAD
Mons. Ángel Garachana, CMF
INTRODUCCIÓN:
o Dos palabras: Afectividad y espiritualidad. ¿Qué relación tienen entre ellas?
¿Se avienen o se rechaza? ¿Se olvidan o se reconocen? ¿Se acercan o se
alejan?
o Personalmente, ¿Qué correlación teórica establezco? ¿Qué correlación
vivencial se da en mí?
I. PRINCIPIOS GENERALES
1. ACENTOS Y OLVIDOS DE UN PASADO RECIENTE
Dirijamos la mirada a la historia reciente, siglo XX hasta el Concilio Vaticano II
a) Acentuación de la voluntad
o La espiritualidad acentuó la voluntad:
 La voluntad que quiere la perfección de la caridad
 La voluntad que pone los medios para alcanzarla
o La espiritualidad tiene un carácter más moral que teologal.
o Se olvida que la persona “es más que voluntad”.
b) La acentuación de la racionalidad
o Primado del conocimiento sobre el amor,
 primado de la racionalidad y del orden.
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 Primado de las normas claras y de las verdades seguras sobre la
relación del sujeto concreto con la persona de Jesucristo en su contexto
histórico.
c) Olvido de la afectividad
o Es cierto que en la teología monástica de la primera edad media, siguiendo a
San Agustín, se concedió gran importancia a la afectividad en la vida
espiritual.
o Esta situación cambia a finales de la edad media con la introducción de una
teología cada vez más racionalizada y alejada de la vida espiritual. La moral
Kantiana descarta la instancia afectiva de la vida ética.
o La teología y formación espiritual del siglo XIX y hasta mediados del siglo
XX no presta atención a la vida afectiva y cuando lo hace es casi siempre de
modo preventivo o negativo.
o Bajo la influencia de las ciencias psicológicas, de una vuelta a la persona, de
unos planteamientos más bíblicos, de una formación más personalizada
asistimos a una toma de conciencia de la importancia de la afectividad.
2. PLANTEAMIENTOS SOBRE LA RELACIÓN AFECTIVIDADESPIRITUALIDAD
a) 1º Planteamiento. La semejanza: Acentúa la semejanza, el paralelismo y la
simultaneidad entre crecimiento afectivo y espiritual. Se fija en los santos que
son modelos de armonía humano-divina. Se apoya en Jesús: plenamente humano
y plenamente divino.
b) 2º Planteamiento. El contraste: Resalta los contrastes, la contraposición. Se
apoya en la cruz del Señor, locura y escándalo para la madurez de este mundo.
Resalta la raíz del pecado de autojustificación de toda madurez humana. Ha de
pasar por la muerte.
c) 3º Planteamiento. La síntesis: Trata de hacer la síntesis entre la semejanza y la
contradicción, afirmando conjuntamente diversos aspectos y momentos de la
relación:
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o Unidad de la persona humana espiritual: una y única es la persona que vive la
afectividad y la espiritualidad. Luego nos interesa no tanto lo que es la
afectividad en sí, el celibato en sí, el amor teologal (espiritual) en sí sino
cuáles son los dinamismos psicológicos y espirituales de la persona. Nos
interesa cómo traducir antropológicamente el don del amor de Dios.
o Afirmamos la distinción entre afectividad humana y amor de Dios en
nosotros y la no reducción del uno al otro.
o Afirmamos también la interrelación, ambas dimensiones no son capas
superpuestas, y el paralelismo en las etapas de fundamentación espiritual. Lo
normal es que el desarrollo de una vaya dilatando a la otra y viceversa.
o Afirmamos que llega un momento en que la maduración afectiva y su
interacción espiritual necesitan pasar por la purificación y transformación. En
cuanto humanas necesitan abrirse a la autocomunicación del amor de Dios
que nos es dado en la Pascua de Jesús.
o Por eso afirmamos el primado del amor teologal, cuando realmente Dios ama
en nosotros habiendo asumido, purificando y transformando nuestra
afectividad humana.
o Apliquemos este planteamiento a la enseñanza de San Juan de la Cruz:
 El lenguaje de San Juan de la Cruz pudiera parecer la negación
completa de la afectividad: nada, nada, nada. Noche, noche, noche.
 Sin embargo, si lo analizamos más despacio nos damos cuenta de que
“la noche del sentido” y “del espíritu” son la purificación de toda
apropiación de yo y la irrupción teologal de la gracia que transfigura.
 Después de esta purificación teologal, para que sólo amemos a Dios
por Dios y no por otro cosa, retoma el lenguaje de la afectividad como
el mejor para servir de símbolos a la nueva realidad: unión
transformante, matrimonio espiritual, amada en el amado
transformado, dulce encuentro, ¡Oh regalada llaga que a vida eterna
sabe!
3. LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DE SALVACIÓN
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o La Sagrada Escritura nos revela la historia de la relación de Dios con el
hombre: Dios gratuitamente se autocomunica y llama al hombre a su
intimidad de vida. Pues bien, esta relación, este comportamiento de Dios es
descrito en términos de la afectividad humana: misericordia entrañable,
ternura, ira, celos, fidelidad, conmoción…Toda la gama de registros de la
afectividad humana.
o ¿No es esto una gran lección? La afectividad humana se convierte en la
manera de expresar Dios su amor. La relación es descrita con las formas de
relación humana más afectivas e interpersonales: padre, madre, esposo,
amigo, etc. Hay, pues, una gran semejanza entre afectividad humana y amor
de Dios (espiritualidad).
o Pero al mismo tiempo, Dios se relaciona como el “Santo”, el totalmente
Otro, no manipulable, trascendente, como gracia irreducible a toda compra y
cálculo.
II. APLICACIÓN DE ESTOS PRINCIPIOS A ALGUNOS CAMPOS
1. LA IMAGEN VIVIDA DE DIOS Y LA AFECTIVIDAD
o La afectividad en relación se apoya en la imagen de tú, al cambiar la imagen
cambia la relación y al cambiar la relación cambia la imagen. Pongamos
algún ejemplo: de un compañero me he formado, la imagen de una persona
seca, adusta, fría… Trato un poco con él y voy viendo que tiene una dulzura
interior desconocida. Esto va cambiando mi relación, que ahora es más
cordial, etc.
o Lo mismo ocurre con nuestras “imágenes de Dios”. “Imagen de Dios” no es
la imagen racionalizada, la idea, sino la imagen afectiva, vivida, sea
conciente o inconsciente. Ejemplo: A.G. sabe que Dios le ama gratuitamente
y está convencido de ello pero afectivamente tiene dificultades para
relacionarse con Dios cuando ha fallado, porque se ve pecador. Al discernir
en profundidad, se da cuenta de que su afectividad está dominada por la
experiencia de premio o castigo, que le hace sentir mal cuando ha fallado.
o He aquí un importante discernimiento: ¿Qué imagen tengo de Dios? ¿un Dios
mágico, castigador, paternalista, ley, Padre? ¿Cómo mis presupuestos psicoafectivos configuran esta imagen? ¿Cómo la imagen de Dio configura mí
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afectividad? Desde estos planteamientos comprendemos cómo la maduración
afectiva ayuda a la maduración espiritual y viceversa.
Comprendemos también cómo la maduración del celibato se integra en la
maduración más global de la experiencia de Dios y cómo esta experiencia
influye en la manera de vivir el celibato.
2. CULPABILIDAD, CULPA, PECADO
o Lee este apartado en el folleto entregado “La relación con Dios”, tomado del
libro de Javier Garrido “Proceso humano y gracia de Dios”.
3. EL DESEO RELIGIOSO.
o Los deseos nacen de nuestras necesidades y posibilidades, de nuestras
carencias y nuestros haberes, de nuestra sed y de nuestro pozo. El deseo
religioso es la expresión de la persona que se trasciende a sí misma; Y no
hay persona sin esta trascendencia.
o En nuestra vocación sacerdotal el deseo religioso reviste las formas de las
más grandes utopías: divinización, gloria de Dios, Reino de Dios, celibato
por el Reino de los cielos. ¿cabe pasión por más noble causa? ¿Qué decir del
deseo religioso que así proyecta nuestra afectividad?
a) Validez y legitimidad de los buenos deseos:
o Dice el refranero popular: “de grandes deseos está el infierno lleno”. Pero
yo digo: “De pocos y menguados deseos está lleno el infierno”
o Santa Teresa decía a sus hijas: “Dense a tener grandes deseos”; “Animas
animosas quiere el Señor”.
o El deseo despliega la afectividad hacia ideales nobles, valores absolutos,
generosidades heroicas.
o Quien nada desea, nada logra. Quien mucho desea algo alcanza.
o Por tanto, afirmamos en un primer momento la validez de los buenos y
generosos deseos, en concreto, del deseo de amar en la forma existencial del
celibato.
b) Ambigüedad del deseo religioso:
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Pero el deseo religioso es ambiguo y tiene que ser purificado y recuperado en la fe,
el amor y la esperanza. El ideal del don de sí a Dios y a los hombres en el celibato
es ambiguo. La ambigüedad del deseo la ponen de manifiesto las ciencias humanas
y la revelación cristiana.
o Las ciencias humanas, sobre todo la psicología del subconsciente, ha
detectado las trampas del deseo religioso: narcisismo, búsqueda gratificante
de la propia imagen, evasión de la realidad en un mundo idealizado, la
apropiación del bien, etc. Es decir, buscar a Dios “para nosotros mismos”.
o La revelación cristiana, afirma que no podemos relacionarnos con Dios si
previamente no se relaciona Él con nosotros. El deseo de Dios termina en
“apropiación de Dios”. Por eso, debe ser purificado y transcendido por el
amor de fe teologal. El deseo ha de terminar en la humildad que acoge a
Dios como gracia.
c) El realismo de la vida como prueba del deseo:
o ¿Quién va a desenmascarar las trampas, las limitaciones del deseo? La
realidad, que nos va enseñando que:
 La vida sacerdotal no es como yo la soñaba.
 La transformación personal es lenta, encuentra resistencias,
internas y externas.
 Que la utopía del Reino de Dios no se logra tan fácilmente.
 Que pasan los años y las posibilidades se reducen y no he
alcanzado lo que me proponía.
 El celibato: ideal, crisis, heridas, drama, etc.
o La realidad es la prueba de la afectividad que se proyecta en los mayores y
mejores deseos.
o Algunos autores colocan tres momentos cualificados de esta crisis del deseo
y del ideal del yo, crisis que es “crisis afectiva”:
 Crisis de “autoimagen” en torno a los 25 años: ideales de la
juventud. imagen ideal de sí…para fundarse más en Dios.
 Crisis de realismo en torno a los 35 años: después de los
primeros años de trabajo y generatividad llenos de ilusión, la
realidad va imponiendo su ley.
 Crisis de reducción en torno a los 45 años: el horizonte se
reduce, lo que podía hacer y llegar a ser parece que ya está
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determinado. Surge la pregunta sobre el sentido de todo lo
vivido, ¿Valía la pena tanta utopía?
d) El deseo hecho fe que acoge la gracia de Dios
o Si el deseo de perfección se alcanza lleva a la satisfacción de si mismo y
sino se alcanza produce: enojo, desaliento, etc.
o Es momento de dar el salto a la fe como acogida de la gracia, de la autocomunicación gratuita de Dios, con la conciencia de ser pecadores
(humildad = verdad sobre si mismo) y la confianza audaz y activa en ese
Dios que nos ama.
4. EL AMOR QUE CONSTRUYE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL
Hemos hablado en los grupos de la ayuda de los hermanos, de grupos de vida, de
formas de compartir... No es algo nuevo. El Concilio Vaticano II, la exhortación
pastoral “Pastores dabo vobis”, etc. nos hablan ya de todo esto, nos lo piden, lo
razonan y fundamentan.
a) El deseo de amar a los hermanos sacerdotes y a los fieles
o Quien se ha abierto al deseo religioso, quien ha conocido a Jesucristo, quien
ha recibido una vocación de servicio a Dios y de entrega a los hermanos en
las cosas que se refieren a Dios, quiere vivir amando de todo corazón a los
demás; de una manera más concreta:
 Quiere vivir la fraternidad sacerdotal.
 Y quiere vivir un generoso amor pastoral.
o Quien es ordenado sacerdote y no tiene estos deseos es como el que quiere
iniciar una carrera de carros sin batería en el suyo. Está apagado.
o Los primeros años del sacerdocio son los años de iniciar un trabajo, asumir
responsabilidades, crear relaciones, proyectar nuevas realizaciones.
o Y todo esto, es cierto, se hace por Dios, por su Reino, se hace por amor a la
Iglesia, a los hermanos sacerdotes, a los fieles.
b) La experiencia pone a prueba la ambigüedad
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o La experiencia va poniendo a prueba la calidad de este amor. Se van
experimentando:
 Las limitaciones y las fallas en el amor, propias y de los demás.
 La dificultad de entendimiento con algunos.
 La critica o la falta de apoyo
 La soledad interior.
 Los bloqueos afectivos, los complejos, los egoísmos, etc.
c) ¿Cómo reaccionamos a esta “prueba de la realidad?
o O bien nos encerramos en nosotros y vamos cayendo en “el individualismo
clerical”. Nos sentimos decepcionadas y juzgamos, no nos sentimos
realizados. Se va apagando la generosidad del amor.
o O bien reconocemos las limitaciones del deseo:
 Estamos amando desde las propias necesidades,
 Amamos desde la imagen ideal del otro,
 Amamos desde la propia gratificación.
 Es un amor “apropiante” de los otros, un amor “egocéntrico”.
o Es la oportunidad de abrirnos al amor de donación, del olvido del yo, del
salir de si, de entregarse. Y esto, desde la realidad concreta de las personas,
desde la acogida de esta persona.
o Resumimos el proceso: se arranca de la afectividad, motivada por el amor
espiritual, pero la crisis de la afectividad me revela su imperfección y me
ofrece la posibilidad de pesar al amor teologal, que asume y purifica mí
afectividad.
d) A mayor amor, mayor calidad de la afectividad humana
o Este amar “desde Dios “, desde el “amor teologal”; este “amar en el Señor”
no es una coartada para no amar. Decir “te amo, en el Señor”, no puede ser
una forma de no amar.
o Al contrario, sólo el amor, si es tal, lleva al realismo del amor a la persona
concreta, no desde mí mismo (egocéntrico), sino desde ella misma (heterocentrismo) hasta el don de sí, como Jesús. Este amor asume todas las fibras
afectivas de la persona, del sacerdote:
 Sensibilidad,
 Ternura,
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 Delicadeza,
 Humildad,
 Perdón, etc.
o Es un claro ejemplo de cómo la espiritualidad del amor configura
cualitativamente la afectividad. Lo descubrimos en la vida de algunos santos,
que cuanto más son de Dio más son para los demás, que cuanto más están
animados por el amor teologal más amor humano muestran a los demás.
5. AFECTIVIDAD Y ORACIÓN
a) Correlación entre afectividad y oración
o Tesis: “Para un célibe cristiano la oración es el ámbito privilegiado y el cauce
fundamental de su afectividad”
o Argumentación, desde las definiciones:
 Afectividad: es, fundamentalmente, la subjetividad en cuanta
relación con otro. La capacidad de ser afectado por un tú viviente.
Supone un equipamiento biopsíquico pero lo más propio es
percibir lo interpersonal.
 Celibato: aunque lo implique no se define:
 Como un proyecto de vida.
 No es la disponibilidad para trabajar por una causa.
Es una vocación de seguimiento de Jesús. Célibe es un cristiano
que ha sido atraído por el Espíritu de Jesús hasta identificarse con
el modo de vida de Jesús. Por Él y como Él. Es, pues, una forma
de amor, relación personal con Jesucristo.
 Oración: Sta. Teresa la define así: “Tratar de amistad, estando
muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. Ch. de
Foncauld: “Orar es amar”. La oración es relación de fe y amor con
Dios.
o Consecuencias
 La afectividad, el celibato y la oración se definen, pues, por la
interrelación personal. Las tres asumen a la persona precisamente
en cuanta relación con un tú viviente.
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 Por eso el célibe, el que ha sido llamado por Jesús a esa forma de
relación amorosa totalizante con Él, encuentra en la oración, trato
intimo e interpersonal con el Señor, el cauce y el ámbito de su
afectividad, es decir de su capacidad de relación personal.
b) La autenticidad de la oración
o La autenticidad de la oración depende de que sea vivida como lo que es,
como amor, como trato de amistad, como relación con el Dios vivo.
o No confundir la oración con:
 La reflexión:
No es lo mismo pensar en una persona que estar con ella.
No es lo mismo pensar en Dios que vivir en su presencia.
No es lo mismo hablar de Dios que hablar con Dios.
No es lo mismo tener bellos discursos mentales que orar. “Nadie se
emborracha pensando en el vino”.
 La sensibilidad:
Depende del momento biopsíquico y no de la voluntad.
Es como la resonancia de la relación orante en lo psiquico.
Puede acompañar o no a la oración.
 La utilidad:
La oración no es “un medio” para un fin. La oración es válida por si
misma. Es “inútil”.
La oración pacifica pero no se mide por ese efecto.
La oración hace eficaz el apostolado pero no se define por esa
eficacia.
Si se define por otra cosa, “cuando no sirva”, se la abandona.
o La oración es la fe en acto, brota de la fe y es ejercicio de la fe:
 La fe cristiana es la adhesión amorosa, confiada, absoluta a
Jesucristo. Es la forma de relación personal con Jesucristo.
 La fe en cuanto se expresa se hace oración: “Señor Jesús, creo en Ti”,
“Señor, me fío de Ti”, “Señor …
 La oración no es algo exterior a la fe misma, un añadido, una
obligación, es constitutiva del acto de fe.
o El lugar de la oración, como de la fe, es el corazón:
 “Creer de corazón…”, “Amar con todo el corazón…,” “orar de
corazón…”. Es el acto de toda la persona y desde el centro de la
persona.
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 “Corazón nuevo”, “criaturas nuevas…” en el Hijo que pueden decir:
“Padre…”.
 Y desde el corazón, toda la persona.
o Relación compleja y única:
 Relación con Dios en la oración: amplia y compleja como toda
relación interpersonal.
 Única y especial como relación con el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que ha de ser adorado en Espíritu.
c) Encontrar en la oración la maduración de la afectividad
o La correlación entre afectividad y oración depende de la historia personal:
 Tanto en la vivencia de la afectividad,
 Como en la vivencia de la oración,
 Y de la relación que he desarrollado entre ambas.
Puede darse el caso de un sacerdote muy bien dotado humanamente,
psicología sana, equilibrada, que ha desarrollado bien su afectividad pero que
su oración no tenga calidad de relación viva con el Señor sino que sea más
bien “formalista, exterior, normativa”.
Puede darse el caso de un sacerdote que a sus 25 años fundamentó su vida en
la experiencia del Dios de la gracia, de ser amado incondicionalmente y
desde ahí vive una relación de confianza que va sanando muchas heridas que
tiene.
¿Cómo se ha desarrollado mi afectividad y mi oración y han ido
interactuando? ¿Qué correlación descubro?
o Ejemplos que ilustran la correlación:
 A.P. tiene una necesidad casi compulsiva de afecto, de cariño. Ha
empezado a orar. Se siente contento. Dios le ama, experimenta la
oración como un momento de satisfacción. Ha pasado un tiempo. El
entusiasmo se va enfriando. La sensibilidad no siente como antes.
Disminuyen las ganas de ir a la oración. Dios no llena su necesidad.
Hasta ya no siente nada.
 Si cede a la tentación de abandonar la oración, está indicando que
buscaba a Dios para satisfacción de su necesidad de afecto. Deberá
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hacerse consiente de su problema afectivo y vivir una afectividad
menos “egocéntrica”. En la medida en que madure afectivamente
estará posibilitando una relación mejor con Dios en la oración.
 P.A. vive una situación semejante. Pero en vez de abandonar la
oración permanece fiel; la Palabra de Dios le va abriendo a una
comprensión de Dios
más allá de la “satisfacción de sus
necesidades”. Y permanece fiel. Esta perseverancia en la oración va
sanando su afectividad y le va dando una dimensión nueva, no ceñida
a las propias satisfacciones.
 J.R. tiene miedo a entregarse a Dios en la oración. No se rinde. Hace
oración pero no da el salto. Él tiene que manejar el timón de la
barca. Percibe que se le pide soltar el timón y dejarse llevar, fiarse de
Dios. Haciendo un discernimiento
de estos sentimientos y
comportamientos descubre que hay una raíz psicológica que está
impidiendo el soltarse: tiene miedo a la relación, tiene miedo a
darse, a amar, a confiar.
 Cada uno puede analizar su historia.
o Formas de la mutua correlación:
 La afectividad:
 Quién existe es el “orante”, no la oración en si. Y este es un
sujeto concreto y único y la afectividad es dimensión
constitutiva de su ser. Por tanto ora con y desde su afectividad.
 La maduración de la afectividad posibilita el despliegue de una
oración afectiva.
 Los problemas de afectividad impiden, limitan o condicionan el
despliegue de la oración afectiva.
 La oración:
 Asume la medición afectiva humana.
 Ayuda a madurar afectivamente.
 Sana y purifica las necesidades y los deseos de la afectividad.
 Lleva a la afectividad a la trascendencia del amor teologal.
d) El proceso de la oración se identifica con el proceso de la afectividad
vivificada por el Espíritu Santo
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o Se trataría en este apartado, de desarrollar el proceso de oración, las
constantes de ese proceso según la experiencia y enseñanza de los grandes
orantes y maestros de oración y de ir viviendo cómo coincide con un
desarrollo de la afectividad cada vez más vivificado por el Espíritu Santo que
es amor, comunión.
o Nos dispongo de tiempo para ello. Los numerales 15.4, 15.5, 15.6 del folleto
entregado hacen un elemental resumen.
o Quiero fijarme en dos momentos cualificados de este proceso que ponen en
crisis la afectividad, el celibato y la oración y que, por tanto, son momentos
cualificados y determinantes para crecer o tentación para estancarse o
regresar al pasado.
e) Cuando el amor reclama su atención: en torno a los 35 años
o Cuando la acción se hace activismo:
 En torno a los 26 años es la edad de asumir responsabilidades, de
entregarse a una tarea con pasión.
 En la acción hay una experiencia de protagonismo y realización. Me
siento como dueño. El yo despliega sus capacidades.
 Incluso en la vida espiritual vivo la experiencia de que soy yo quien pone
los medios, domina los defectos, hace oración, etc. Ciertamente que sé y
creo que es con la ayuda de la gracia de Dios, pues sin ella nada podría.
Pero la experiencia psicológica es de la directividad del yo.
 Pero suele ocurrir que la acción absorbe mucho, que las tareas son grandes
y requieren dedicación, tiempo y energías.
 Con frecuencia la oración va quedando bastante o muy relegada. No se
hace con sosiego y calma. No hay tiempo para la gratuidad del estar con
Dios a solas, en la profundidad del silencio.
 Se va estrechando el cauce de la relación afectiva con Dios.
o Crisis de realismo.
A esto se une la crisis del realismo de los 35 años que ya hemos descrito:
 Puse alma, vida y corazón en la misión, en el ministerio.
 Empeñé mi amor y vida en grandes ideales: Dios, su Reino, la Salvación,
la Iglesia…
 Y experimento que:
 Las personas no cambian tan fácilmente.
 Que hay resistencias, oposiciones.
 Que mis propios compañeros no me comprenden.
Maduración Afectiva y Espiritualidad

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 Que me estoy cansando y secando por dentro, etc.
La tentación es la frustración y buscar un afecto acogedor.
o Cuando se abre el mundo de las relaciones personales
 En los años de formación, aunque sea una formación abierta, el mundo de
las relaciones es más reducido. En mi nuevo destino como sacerdote
trabajo con otras personas tanto de sexo masculino como femenino. La
cooperación crea relación y surgen nuevas amistades, nuevos afectos.

Si se está bien internamente es una oportunidad de maduración afectiva y
espiritual. Pero si hay problemas pendientes, sino se ha prestado atención
a la afectividad volcados en la acción, sino se la ha dado cauce en una
relación amorosa en la oración con el Dios Vivo, si hay frustración y
desencanto… surge la crisis.
o La acción es insuficiente
 En torno a los 30 años, la acción llena, satisface, entusiasma, realiza. Y es
importante vivir esta etapa, desplegar las capacidades de acción, las
responsabilidades, etc.
 Pero muestra su limitación en el área de la afectividad y del amor. Sobre
todo si se ha descuidado la oración afectiva, la relación de amistad con
Dios Padre.
 Muestra su insuficiencia en los momentos de pruebas fuertes. El descuido
de la oración como cauce de la afectividad-amor en aras del activismo
muestra su error en las pruebas que sacuden la vida.
o Es preciso vivir el amor en la oración afectiva
 La crisis es la gran oportunidad de volver a la experiencia del “Por Ti,
Señor” del celibato. La oportunidad de centrarnos en la “persona de
Jesucristo” no tanto “en el trabajo” por su persona.
 Es la oportunidad de volver a la oración como relación personal con este
“Tú”. La oración tal como la hemos explicado. Una oración más realista,
más depurada, más fiel aún en los momentos de sequedad. Una oración
no disociada de la vida ni una vida disociada de la oración.
f) Afectividad y oración en la edad media de la vida.
(Las ideas de este apartado están tomado del libro de Javier Garrido,
“Adulto y cristiano”.)
Maduración Afectiva y Espiritualidad
20
o Crisis de afectividad
En la infancia uno ama como reflejo de ser amado. En la adolescencia, el amor
es proyección del deseo. El adulto joven descubre su identidad en relación con
un tú (Dios, la pareja, la amistad). El adulto maduro ha vivido el drama del
amor.
El drama se ha concentrado, sobre todo, en el tú que definió la propia identidad.
No ha sido fácil amar. Ha habido que renovarlo cada día. Más de una vez nos
hemos sentido cansados. Cuando uno se casa u opta por el celibato, se crea
expectativas, en gran parte porque se idealiza el amor. En la relación de cada día,
la finitud impone la limitación, el conflicto, la frustración. Aunque el objeto del
amor sea Dios, y precisamente porque es Dios.
El drama del corazón del adulto maduro consiste en esta doble sensación: sí, ha
amado, y es en la afectividad donde se ha sentido vivo, donde ha experimentado
la densidad del tiempo; pero ahora ya conoce lo que el amor da de sí, ¿y merecía
la pena tanto desgaste, tanta entrega? Afectividad enraizada y, al mismo tiempo,
sometida a crisis.
Como todas las crisis existenciales, esta crisis de afectividad del adulto maduro
es bivalente. Para unos es el momento en que la afectividad, bajo la presión del
desencanto, de la finitud o de la propia inmadurez de problemas pendientes no
resueltos, termina por enquistarse en su egocentrismo defensivo o por entregarse
a la satisfacción de las necesidades primarias. O se dilata, para otros, hasta
horizontes insospechados de desinterés, gratuidad y libertad.
En la crisis afectiva de la edad media se revela la verdad de la propia vida, dónde
y cómo tiene uno fundamentada su vida, su afectividad, su corazón.
o Crisis de fe
Cuando se ha fundamentado el sentido de la vida en Dios y se ha aprendido a
esperar en Dios a través de la propia vida, la crisis de fe se hace inherente a la
historia misma de la persona.
Las crisis, las preguntas del adulto maduro comprometen el sentido global de la
vida y, por tanto, su fe. Pueden revestir formas diversas. Fijémonos
especialmente en estas dos: la desesperanza y la aridez.
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La desesperanza: la fe vivida está asociada al proyecto de vida, en nuestro caso,
al ministerio sacerdotal. El adulto maduro ha tenido que relativizar la causa
mejor justificada, sencillamente porque no se ha cumplido. El sacerdote se
pregunta: ¿Merecía la pena haber esperado tanto en Dios? ¿Mi proyecto de vida
sacerdotal célibe no es una utopía irrealizable? ¿En realidad, en el fondo, qué he
alcanzado de mi proyecto de vida?
La aridez o sequedad: es frecuente que el sacerdote en la edad media de su vida
se siente profundamente frustrado en su relación afectiva con Dios. ¿De qué han
servido tantos años de oración? ¿Por qué Dios no acaba de llenar mi corazón?
Necesito ternura y Dios, el Dios del amor, está ausente.
o Oportunidad de crecimiento afectivo y orante
La experiencia crítica de la afectividad en la edad media se ha de dirigir en
última instancia a “amar con el amor de Dios”, a esa síntesis de ternura y
libertad interior, de autonomía y autodonación. Los desgarros afectivos,
frustraciones, las expectativas no logradas, etc. resituan la afectividad en su
fuente: Dios.
El sacerdote célibe ha de hacer de su soledad el ámbito en el que descubrir a
Dios como la parte de su herencia, como su único y total Bien. Puede
entretenerse con cariños que consuelan ilusoriamente su vacío interior. O puede
hacer de su soledad habitada por el Amor, el ámbito privilegiado de la
contemplación y de la caridad
La aridez me puede llevar al abandono de una relación viva, confiada, fiel con
Dios y a reducir la fe a un sistema de seguridad, el ministerio a función bien
cumplida y la oración a nostalgia de tiempos pasados pero ya imposibles. O
puedo superar la crisis de fe desde el interior de la fe misma, purificada,
desnuda, teologal. Cuando parece que no tengo razones para confiar y esperar
en Dios es el momento de la esperanza teologal: “oh Dios, espero en Ti, por Ti
mismo para nosotros”. Cuando Dios no es “sentido”, cuando la oración no tiene
resonancia psico-afectivas, es el momento de buscar a Dios por Él mismo.
Como ya he explicado, la oración es cuestión de fe. En cuanto se apoya en los
derivados de la fe (sentimiento, experiencia controlable, obras buenas, eficacia,
deseos, ideales…) correo el peligro de ser abandonada. Y el sacerdote adulto ya
no está para buscar a Dios “por otra cosa” sino por Él mismo.
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Maduración Afectiva y Espiritualidad
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PARA EL 1º TIEMPO PERSONAL
PREGUNTAS PARA EL DISCERNIMIENTO
1. ¿Qué correlación e interacción se va dando entre mi proceso de maduración
afectiva y espiritual?
2. Mi imagen vivida de Dios y mi vivencia afectiva: relación y proceso.
3. Proceso experimentado a mis 35, 45, 65 años entre ideales, realismo y amor
de fe:
o En el deseo de santidad
o En el deseo de amor fraterno
o En el deseo de caridad pastoral
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PARA EL 2º TIEMPO PERSONAL
PREGUNTAS PARA EL DISCERNIMIENTO
1. Leer el folleto “Proceso afectivo y experiencia de oración”. Es pequeño y
sencillo. Tener un folio al lado e ir anotando:
o Mensajes importantes
o Luces y aplicaciones para mi proceso afectivo y orante.
o Esto será luego compartido en grupos.
2. Sobre el amor fraterno y apostólico ya hemos compartido algo y sería bueno
centrarse en el punto de la oración. De todas formas, según el tiempo
también puede hacerse un examen personal sobre la manera de vivir mi
afectividad célibe en el amor fraterno y pastoral.
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