globalizacion y conocimiento

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GLOBALIZACION Y CONOCIMIENTO
http://www.astrolabio.net/opine/articulos/globalizacion_conocimiento.htm
---------------------------------------------Por: Alberto Romero
[email protected]
---------------------------------------------Introducci—n
A medida que se profundiza la divisi—n
internacional del trabajo y se perfeccionan
los medios de comunicaci—n, el conocimiento
tiende a convertirse en patrimonio universal.
Cada vez es m‡s f‡cil intercambiar, e incluso
apropiarse, de la informaci—n, pues los
controles escapan a la velocidad conque esta
circula, especialmente a travŽs de la llamada
ciber-autopista. En esta divisi—n del trabajo
interviene el conocimiento no s—lo de las
potencias tecnol—gicamente desarrolladas, sino
tambiŽn el de aquellos pa’ses que participan
en determinadas fases del proceso,
estableciŽndose una especie de interacci—n, en
la cual, si bien es cierto los pa’ses m‡s
avanzados controlan el conocimiento de
vanguardia, las naciones menos desarrolladas
pueden encontrar nichos de ventajas
competitivas.
La globalizaci—n
Actualmente se ha puesto de moda el tema de la
globalizaci—n, para la cual existen mœltiples
definiciones, dependiendo del ‡rea del
conocimiento desde donde se le enfoque, as’
como de la posici—n pol’tica e ideol—gica que
se asuma al respecto. En este contexto
encontramos interpretaciones que van desde la
apolog’a neoliberal de la apertura global, de
la cual supuestamente se benefician todos por
igual, hasta las m‡s radicales posiciones
nacionalistas en contra de dicho proceso.
Segœn el Fondo Monetario Internacional, el
proceso de globalizaci—n consiste en el
"crecimiento de la interdependencia econ—mica
de los pa’ses del mundo a travŽs de un
creciente volumen y variedad de transaciones
de bienes y servicios y flujo internacional de
capitales a travŽs de las fronteras, y tambiŽn
por medio de una m‡s r‡pida y amplia difusi—n
de la tecnolog’a"/1 En realidad, la llamada
globalizaci—n no es otra cosa que la fase m‡s
avanzada de la divisi—n internacional del
trabajo, jalonada por la revoluci—n
tecnol—gica en el campo de la inform‡tica, las
telecomunicaciones, la biotecnolog’a, la
ingenier’a genŽtica y la sustituci—n de
materiales, entre otros factores.
En esta fase la telara–a de
relaciones(econ—micas, culturales, pol’ticas,
etc.) internacionales es cada vez m‡s compleja
y dif’cil de explicar desde un solo punto de
vista. La especializaci—n geogr‡fica del
proceso productivo, en el cual intervienen
diferentes pa’ses y regiones, hace que se
camufle cada vez m‡s el origen real de las
mercanc’as; es como si estas no tuviesen
nacionalidad. En estas condiciones, la
economia mundial es cada vez menos la suma de
econom’as nacionales aisladas, para
convertirse en una econom’a global e
interdependiente, lo cual da la impresi—n de
homogeneidad. Sin embargo, globalizaci—n no es
sin—nimo de equidad, pues no todos los
miembros de la comunidad internacional
participan en igualdad de condiciones dentro
de la nueva divisi—n internacional del
trabajo.
Al contrario, tal y como lo muestran las
estad’sticas, pese a la innegable mejor’a en
el posicionamiento de un grupo de pa’ses en
desarrollo en el contexto mundial de la
econom’a, en primer lugar los llamados pa’ses
de industrializaci—n reciente, la brecha
relativa que separa al pu–ado de potencias
dominantes, aglutinadas alrededor del llamado
grupo de los siete, del resto de los pa’ses
del hemisferio, no solo se conserva sino que
parece profundizarse, especialmente en
aquellas actividades relacionadas con el
conocimiento de vanguardia.
Igualmente, al tiempo que la din‡mica del
comercio mundial, en el marco de
impresionantes cambios cualitativos en los
sistemas de informaci—n y de transporte, rompe
fronteras y modifica el concepto tradicional
de soberan’a nacional, se da la
contratendencia a conformar bloques de
integraci—n comercial y de mercados œnicos,
con el fin de buscar mecanismos que les
permitan a sus integrantes mejorar las
ventajas competitivas en el plano
internacional. La globalizaci—n tampoco
implica la desaparici—n de las contradicciones
entre lo global y lo local, lo que se
manifiesta en la tendencia a la fragmentaci—n
regional. Cada d’a aparecen en el mapamundi
m‡s pa’ses, la mayor’a de los cuales, desde el
punto de vista poblacional, son peque–as
naciones.
La mayor interdependencia surgida del actual
proceso de globalizaci—n, al tiempo que
integra cada vez m‡s las econom’as y los
pueblos de todo el mundo, incrementa su
vulnerabilidad frente a los cambios que se
producen al interior de los principales
centros tecnol—gicos y financieros, incluyendo
a los llamados pa’ses emergentes del mundo en
desarrollo. Un ejemplo de esto es la crisis
que viven actualmente los pa’ses asi‡ticos y
su repercusi—n en el resto del planeta.
El proceso de globalizaci—n es liderado por
las llamadas empresas transnacionales, las
cuales concentran el mayor volumen de
producci—n de bienes y servicios, as’ como los
mayores avances en el campo del desarrollo
tecnol—gico a nivel mundial. Segœn
estimaciones del World Investmen Report de la
UNCTAD, en 1995 las empresas transnacionales
generaron un tercio de la producci—n global
industrial, concentraron dos tercios del
comercio mundial, de los cuales la mitad
estuvo constituido por el comercio
intrafirmas, y emplearon al 3% de la mano de
obra industrial./2 Otro aspecto a resaltar es
que la mayor parte de este comercio se realiza
al interior de la triada conformada por
Estados Unidos, la Uni—n Europea y Jap—n.
Pero m‡s que el hecho del incremento de la
participaci—n de las empresas transnacionales
en la producci—n, los flujos comerciales y la
inversi—n, lo importante es resaltar el
aspecto estructural que acompa–a a dicho
proeceso. En otras palabras, la importancia
que en estos flujos est‡n adquiriendo las
denominadas operaciones internas de una red
global en expansi—n: el intercambio de insumos
y de bienes tecnol—gicos (resultados de la
investigaci—n y desarrollo) al interior de la
empresa transnacional global, la cual se
entiende no s—lo como una empresa o conjunto
de empresas ligadas por un centro de control
financiero comœn, sino tambiŽn como "una
compleja y extendida red de relaciones de
competencia y colaboraci—n (alianzas
estratŽgicas) y que progresivamente se van
integrando en vastos conglomerados o sistemas
complejos de interdependencia en donde las
tareas de investigaci—n y desarrollo, las de
producci—n, mercadeo y financiamiento se van
compartiendo y configurando entidades
econ—micas y organizacionales de vastas
proporciones y de singulares atributos."/3
Esta situaci—n les permite a las empresas
transnacionales moldear la divisi—n
internacional de trabajo, de acuerdo con los
intereses estratŽgicos de las naciones m‡s
desarrolladas, de donde provienen.
En esta nueva etapa de la divisi—n
transnacional del trabajo, la competitividad
de las naciones est‡ cada vez m‡s condicionada
a la flexibilidad de sus econom’as y a su
capacidad de reacci—n frente a los r‡pidos
cambios tecnol—gios, determinados por las
exigencias del tambiŽn cambiante mercado. En
otras palabras, econom’as primarias
monoespecializadas y con escalas de producci—n
orientadas a mercados masivos y homogŽneos,
tienden a quedarse rezagadas frente a aquellas
que son m‡s flexibles y diversificadas,
orientadas a mercados especializados o a los
llamados "nichos" de mercado, y que, por
consiguiente, pueden reaccionar a tiempo
frente a situaciones cambiantes e imprevistas.
Ante su atraso tecnol—gico relativo, la
inserci—n competitiva de los pa’ses en
desarrollo en la econom’a internacional parece
estar supeditada inevitablemente a la
presencia de las empresas transnacionales en
sus econom’as. Segœn el informe del World
Investment Report de la UNCTAD(1993), "en el
sistema internacional de producci—n que emerge
en la dŽcada del 90, las empresas
transnacionales y sus afiliadas, son las que
determinan la participaci—n de un pa’s en la
divisi—n internacional del trabajo, por encima
de las transaciones comerciales" /4 La mayor o
menor participaci—n de los pa’ses menos
desarrollados en las redes de producci—n
dirigidas por las empresas trasnacionales, su
capacidad de absorci—n de inversi—n
extranjera, depende, por lo menos, de las
siguientes condiciones: a) estabilidad
macroecon—mica; b) disponibilidad de una
infraestructura adecuada; c) suficiente oferta
de fuerza de trabajado adecuadamente
calificada y relativamente barata, y d)
estabilidad pol’tica. Estos elementos en su
conjunto determinan lo que se ha dado en
llamar el nivel de confianza en determinado
pa’s. Este esquema de inserci—n tiende a
reforzar aœn m‡s al car‡cter apendicular de
nuestras econom’as, a travŽs de su
especializaci—n en las fases finales del
proceso productivo y bajo el control
tecnol—gico de las empresas transnacionales.
El conocimiento
-antecedentes
No hay duda que el conocimiento se ha
constituido no solo en fuente de poder sino
que, hoy por hoy, es la principal fuerza
productiva de las naciones. Todos los cambios
importantes en la econom’a y la sociedad
est‡n, de una u otra manera, ligados al
desarrollo del conocimiento. Pero no siempre
ha sido as’. Por mucho tiempo el conocimiento,
especialmente el conocimiento cient’fico,
estuvo condicionado por el oscurantismo
religioso y las ideolog’as totalitarias,
impidiŽndole su desarrollo y su proyecci—n
social. Aœn hoy d’a, en algunos puntos del
planeta, persisten estas barreras al
conocimiento.
Un momento hist—rico en el desarrollo del
conocimiento fuŽ el advenimiento del
capitalismo en Europa. Con el triunfo de la
burgues’a, el potencial creativo del
conocimiento, reprimido por muchos siglos por
la clase feudal y la iglesia, fue liberado,
dando como resultado la llamada Revoluc’—n
Industrial, que transform— radicalmente el
mapa econ—mico y pol’tico del mundo. De
acuerdo con Peter Drucker, la Revoluci—n
Industrial fue el resultado de la aplicaci—n
del conocimiento a las herramientas, los
procesos y los productos, en una lapso de cien
a–os (1700-1800). Entre 1750 y 1800, "las
patentes que hasta ese entonces hab’an sido
monopolio para enriquecer a los favoritos del
rey, empezaron a concederse para fomentar la
aplicaci—n de conocimientos a herramientas,
productos y procesos y para recompensar a los
inventores, siempre que publicaran sus
inventos. Esto no s—lo abri— un siglo de
febril invenci—n mec‡nica en la Gran Breta–a
sino que acab— con el misterio y el secreto de
la artesan’a".(5)
Especial importancia en los inicios de la
Revoluci—n Industrial tuvo la m‡quina de
vapor. Como anota Lester Thurow : "La m‡quina
de vapor fue el eslab—n perdido. Con sus
enormes cantidades de equipos de capital s—lo
pod’a ser utilizada en una instalaci—n(los
talleres textiles) o en operaciones integradas
y geogr‡ficamente dispersas(los
ferrocarriles). Los trenes con locomotoras de
vapor hicieron posible la creaci—n de los
mercados nacionales y las f‡bricas con
m‡quinas operadas de vapor permitieron
desarrollar compa–’as de una escala apropiada
para servir a esos mercados nacionales. Con la
m‡quina de vapor y las grandes cantidades de
equipos que se pod’an adosar, la producci—n
pudo alcanzar un nivel en el cual llegaron a
ser posibles las econom’as de escala". (6)
La aplicaci—n del conocimiento a la
organizaci—n del trabajo, di— como resultado
la llamada Revoluci—n de la Productividad.
Este proceso se extendi—, m‡s o menos, desde
1800 hasta la Segunda Guerra Mundial y uno de
sus pioneros fue Frederick W. Taylor. DespuŽs
de la Segunda Guerra Mundial el conocimiento
ha venido aplic‡ndose cada vez m‡s al
conocimiento mismo, a lo que Drucker ha dado
en llamar la Revoluci—n Administrativa. Segœn
este autor, "el conocimiento se est‡
convirtiendo actualmente en el œnico factor de
la producci—n, y ha puesto a un lado tanto al
capital como al trabajo", concluyendo que
aunque es prematuro llamar a la nuestra,
"sociedad del conocimiento", pues s—lo tenemos
una econom’a del conocimiento, "nuestra
sociedad es ciertamente postcapitalista". /7
Discutible o no esta afirmaci—n, lo cierto es
que los cambios introducidos en la estructura
econ—mica y social de los pa’ses m‡s
desarrollados, y del mundo en general, bajo la
influencia directa del desarrollo del
conocimiento, invitan a una reflexi—n m‡s
profunda, lo cual no es posible en los marcos
de este ensayo.
-conocimiento y desarrollo
El conocimiento ha sido la base del desarrollo
econ—mico y social. A travŽs de los grandes
inventos aplicados al cambio tecnol—gico el
sistema productivo, los h‡bitos de consumo,
las costumbres y, en general, las relaciones
de producci—n, han evolucionado a lo largo de
la historia. Gracias al desarrollo
tecnol—gico, el ser humano ha ido adquiriendo
un mayor control de la naturaleza y
construyendo mejores condiciones vida, aunque
esta interacci—n (individuo-naturaleza) no
siempre ha redundado en la plena satisfaci—n
de las necesidades de la sociedad en su
conjunto. Si bien el desarrollo, en general,
tiende a mejorar las condiciones de vida de la
poblaci—n, no todas sus manifestaciones logran
este objetivo. La prevalencia de intereses
monop—licos sobre el interŽs comœn, hace que
los frutos del desarrollo no se distribuyan
equitativamente entre todos los miembros de la
sociedad, entre todas las regiones de un pa’s
y entre todos los pa’ses.
A medida que los cambios tecnol—gicos
incrementan incesantemente la productividad de
los principales factores de producci—n, lo
cual redunda en un mayor crecimiento de la
econom’a, la brecha social entre ricos y
pobres tiende a aumentar en tŽrminos
relativos. De esta manera, todo el
conocimiento acumulado por la humanidad a lo
largo de su historia, no ha servido para
resolver los problemas de un alto porcentaje
de la poblaci—n del planeta. Se estima que en
la actualidad hay por lo menos mil millones de
personas en el mundo, que subsisten en
condiciones de miseria, mientras que en el
otro extremo una cifra similar de personas
disfrutan de la abundancia y el bienestar
material.
De igual manera, el consumismo desaforado,
desatado por los pa’ses tecnol—gicamente m‡s
desarrollados, ha tra’do como consecuencia la
contaminaci—n creciente del medio ambiente,
provocando fen—menos planetarios como el
recalentamiento del clima y la destrucci—n de
la capa de ozono. La tierra, especialmente las
regiones m‡s pobres, tiende a convertirse en
un enorme basurero, donde son depositados los
desechos de las naciones opulentas. Es tal la
capacidad destructiva del conocimiento mal
utilizado que en estos momentos, cuando en el
mundo millones mueren de hambre y por
enfermedades, el arsenal bŽlico acumulado por
las potencias tecnol—gicamente desarrolladas
puede servir para hacer desaparecer nuestro
planeta no una, sino varias veces.
De esta manera el conocimiento, de fuerza
creadora, puede convertirse, como de hecho
ocurre, en medio de destrucci—n. Esto nos
plantea el reto de la bœsqueda de nuevos
paradigmas sociecon—micos, en los cuales el
conocimiento efectivamente se ponga al
servicio de la sociedad en su conjunto, y no
de unos pocos pa’ses y personas.
Definitivamente, hay que repensar la funci—n
social del conocimiento.
-situaci—n actual
En la actualidad, la circulaci—n relativamente
libre de informaci—n hace posible que muchas
personas y pa’ses con recursos limitados,
puedan acceder al conocimiento, casi al mismo
tiempo en que este se produce. Este hecho
eleva considerablemente las posibilidaades de
los pa’ses menos desarrollados para mejorar su
capacidad competititva en los mercados
internacionales. La socializaci—n creciente
del conocimiento se constituye as’ en uno de
los rasgos caracter’sticos de la sociedad
mundial en la actualidad. Tal vez el principal
medio de propagaci—n del conocimiento a escala
planetaria, y de lo cual se benefician tambiŽn
las naciones menos desarrolladas, son las
empresas transnacionales. Como se–ala el
analista internacional Jorge Castro, "Existe
una tendencia estructural a la dispersi—n
geogr‡fica de las actividades de investigaci—n
y desarrollo de las empresas transnacionales
en el mundo entero. Cada vez m‡s tecnolog’a es
generada por la combinaci—n de las capacidades
innovativas de las empresas transnacionales
con las que existen en el mundo en v’a de
desarrollo, en la exacta medida en que Žste
crea las condiciones sistŽmicas para
aprovechar esta inmensa oportunidad hist—rica,
que es el despliegue en escala mundial de la
investigaci—n y desarrollo de las empresas
mundiales." /8 Este fen—meno es uno de los
secretos del Žxito de los llamados pa’ses de
reciente industrializaci—n, ubicados en su
gran mayoria en Asia. Otro ejemplo ilustrativo
es el caso de la India, donde se produce
sotware competitivo.
No obstante, las empresas transnacionales,
pese al proceso de globalizaci—n , conservan
el monopolio del conocimiento de vanguardia,
representado en las llamadas tecnolog’as de
punta, pues la mayor inversi—n en
investigaci—n y desarrollo corre por su
cuenta, o por cuenta de sus pa’ses de origen.
Lo anterior impone el reto de desarrollar
tecnolog’as apropiadas a las condiciones
locales, con miras a potenciar ventajas
competitivas, que les permitan a los pa’ses en
desarrollo insertarse exitosamente en los
mercados internacionales, sin tener que
convertirse necesariamente en un simple
apŽndice tecnol—gico de las empresas
transnacionales. Y para lograr este objetivo
se requiere un gran esfuerzo en materia de
investigaci—n y desarrollo, y mucha
creatividad, pues, como se–ala Lester Thurow,
a pesar de que el conocimiento se ha
convertido en la œnica fuente de ventaja
competitiva en el largo plazo, este s—lo puede
ser empleado cuando existen condiciones
apropiadas, como la formaci—n de un recurso
humano debidamente calificado, con
determinadas habilidades para su empleo,
aparte de otras condiciones como el desarrollo
de la infraestructura, especialmente en el
campo de las telecomunicaciones./9
Informaci—n y conocimiento.
Existe una estrecha relaci—n entre informaci—n
y conocimiento. La informaci—n es la base del
conocimiento, pero este œltimo a su vez es
fuente de informaci—n. No toda informaci—n se
convierte autom‡ticamente en conocimiento. Es
necesario todo un proceso de an‡lisis para
identificar aquellos componentes que realmente
nos pueden servir para esclarecer los
interrogantes surgidos dentro de determinada
‡rea del saber. Es decir, el conocimiento
requiere de cierto grado de razonamiento y
enjuiciamiento que organiza la informaci—n
mediante su comparaci—n y clasificaci—n. Para
ello es nececesario un ejercicio interactivo
sujeto-objeto del conocimiento, en el cual se
debe asumir una posici—n cr’tica y creativa,
con el prop—sito no solo de apropiarnos de la
informaci—n disponible, sino, adem‡s, y sobre
esta base, generar nuevo conocimiento.
Nos encontramos ante una verdadera revoluci—n
en el conocimiento. Se estima que en los
œltimos treinta a–os, en los pa’ses m‡s
desarrollados se ha producido m‡s conocimiento
que en los cinco milenios anteriores. En la
actualidad cada cinco a–os se duplica la
informaci—n disponible y esta franja tiende a
acortarse cada vez m‡s. El principal veh’culo
de propagaci—n moment‡nea de la informaci—n,
desafiando las nociones de tiempo y espacio,
son las llamadas redes de informaci—n
internacional, especialmente el Internet. Esta
red de redes ofrece posibilidades infinitas de
informaci—n sobre todos los campos de la
actividad humana, permiento su uso con fines
educativos, investigativos, militares o
comerciales.
El Internet es algo as’ como una gran
autopista de la informaci—n interactiva, en la
cual podemos navegar indefinidamente,
conectarnos a travŽs de los llamados sitios
con personas en cualquier parte del mundo,
hacer negocios, intercambiar opiniones,
conseguir empleo, etc. Pero el Internet es un
mundo sin control, en el cual podemos expresar
lo que queramos y al mismo tiempo exponernos a
la influencia de todo tipo de informaci—n. Y
es que el Internet, maravilla tecnol—gica de
finales del siglo XX, al igual que otros
medios de comunicaci—n como el telŽfono, la
radio y la televisi—n, puede contribuir al
desarrollo de la humanidad o por el contrario
a la proliferaci—n de valores que impidan el
avance del conocimiento. Todo depende del uso
que le demos. No hay que olvidar que el
Internet es ante todo un cibermercado
electr—nico, en donde el consumismo encuentra
su m‡xima fetichizaci—n. Casi todo est‡ al
alcance de tu mano. Solo hay que tener
capacidad de compra y una tarjeta de crŽdito.
El crecimiento del Internet ha sido
impresionante. De acuerdo con un informe del
Departamento de Comercio de Estados Unidos, si
la radio debi— esperar 38 a–os para alcanzar
50 millones de oyentes, y la televisi—n 13
a–os para lograr el mismo objetivo, la
Internet s—lo necesit— cuatro a–os. Se calcula
que en los œltimos cinco a–os m‡s del 25% del
crecimiento de los Estados Unidos corri— por
cuenta de los sectores de inform‡tica y
comunicaciones./10
Es tal el impacto de la revoluci—n inform‡tica
que ya se empieza a hablar de una
Cibersociedad, dentro de la cual est‡
surgiendo toda una Cibercultura. Y no es para
menos, pues aparte de la virtualizaci—n de las
relaciones entre las personas, se estima que
en la primera dŽcada del siglo entrante por lo
menos el 90% de los negocios se har‡ a travŽs
del Internet. Es decir, nos aproximamos a la
era de la Cibereconom’a.
Otro fen—meno inform‡tico de actualidad es el
surgimiento de la cibereducaci—n. Las redes
inteligentes est‡n revolucionando los mŽtodos
de educaci—n en todo el mundo. Los conceptos
de bibliotŽca electr—nica, aula inteligente,
conferencias interactivas v’a internet, correo
electr—nico, los llamados chats, etc. est‡n
cambiando los mŽtodos tradicionales de
aprendizaje y socializaci—n del conocimiento.
No est‡ lejano el d’a en que la tradicional
clase de tiza y tablero desaparezca por
completo, y con ella el profesor sabelotodo.
En el futuro la funci—n del profesor se
centrar‡ fundamental en la direcci—n del
proceso de aprendizaje, el cual transcurrir‡
casi en su totalidad por fuera del aula de
clase. Incluso las consultas y las
evaluaciones podr‡n hacerse directamente a
travŽs del Internet. En estos momentos ya se
puede realizar estudios de postgrado via
Internet.
Actualmente est‡ en desarrollo el proyecto
GLOSAS(Global Sistems Analysis and Simalation)
que pretende, a travŽs del sistema de
computadores y de tŽcnicas avanzadas de
telecomunicaciones, integrar a los expertos e
investigadores de muchos pa’ses en la bœsqueda
de nuevas soluciones a los problemas actuales
de la humanidad. Dentro de este proyecto est‡
la creaci—n de una Universidad Global
Electr—nica, concebida como una red educativa
a nivel mundial. Su objetivo ser‡ no solo el
intercambio de conocimientos en el campo de la
educaci—n, sino tambiŽn buscar un mayor
acercamiento y comprensi—n entre todos los
pueblos del mundo. Dentro de este mismo
proyecto esta contemplada la creaci—n de la
Universidad Global Latinoamericana, la cual
tendr‡ como eje de su quehacer colaborar en la
reducci—n del impacto del deterioro ambiental,
la destrucci—n del econsistema y la
desaparici—n de especies en la regi—n. Entre
otros prop—sitos est‡n la internacionalizaci—n
de oportunidades educativas, el uso de
tecnolog’as educativas avanzadas y el respaldo
a la investigaci—n.
No hay duda de que la revoluci—n telem‡tica
nos brinda enormes posibilidades de mejorar
nuestras ventajas competitivas en el escenario
mundial. No obstante, para ello se requiere,
aparte de concientizarnos sobre su
importancia, inversiones en infraestructura
adecuada para tal fin. AmŽrica Latina hasta
ahora est‡ empezando a insertarse en el mundo
moderno de las redes de informaci—n. Se
calcula que el nœmero de usuarios conectados a
Internet de elev— de 3 millones en 1994 a m‡s
de 100 millones para finales de 1997./11 En
AmŽrica Latina el nœmero de cibernautas supera
ya los 8 millones y su crecimiento es
acelerado. En Colombia el nœmero de usuarios
se ubica entre 63mil y 120mil./12
Pero no todo es color de rosa. La revoluci—n
inform‡tica hace que cada vez m‡s individuos
pierdan su privacidad, pues todo lo
concerniente a su personalidad, familia,
propiedades, gustos, etc., se convierte en
patrimonio de muchas personas. En la era de la
inform‡tica el individuo tiende a convertirse
en un registro m‡s de la gigantesca base de
datos, manipulada, tanto por los organismos
del Estado, como por innumerables empresas,
desde los supermercados hasta las entidades
financieras. Es tal el poder de la informaci—n
que en la actualidad las guerras-comerciales o
militares-, se ganan antes de que se den
efectivamente sobre el terreno, gracias a la
capacidad y a los medios para conocer de
antemano la situaci—n del rival. Todos sabemos
que en estos momentos con ayuda de satŽlites,
aviones "invisibles", e instrumentos de visi—n
nocturna, no es dif’cil detectar los
movimientos del enemigo, su potencial bŽlico,
e incluso averiguar la situaci—n de las
reservas naturales de determinada regi—n o
pa’s. El viejo espionaje pol’tico y militar
cede cada vez m‡s terreno al espionaje del
conocimiento, especialmente en el campo de las
tecnolog’as de punta. Este espionaje se ha
sofisticado con el uso del Internet, al punto
que adolescentes han penetrado los archivos
del propio Pent‡gono, cebrero militar del
primer Estado polic’a del mundo. El
ciberespionaje puede paralizar en el futuro
empresas, bolsas de valores, bancos de datos e
incluso pa’ses. A travŽs del ciberespacio y en
general, de los medios elŽctronicos de
procesamiento de informaci—n, navegan
agazapados los temibles virus, que pueden
destruir o alterar informaci—n valiosa.
Igualmente, la fiebre del Internet ya est‡
generando problemas de salud pœblica. Ha
surgido la ciberadicci—n, que como cualquier
otra forma de adicci—n, produce dependencia.
Muchas personas est‡n siendo tratadas para
curarse del electr—nico mal, que no solo
arruina su salud sino, incluso, su vida
familiar.
Conclusiones
No hay duda que nos encontramos en una de las
fases m‡s apasionantes del desarrollo de la
humanidad. El llamado proceso de
globalizaci—n, jalonado por la vanguardia del
conocimiento en todos campos, est‡ modificando
profundamente la estructura socioecon—mica,
pol’tica y cultural del mundo, al punto que
parecer’a que estamos entrando en una etapa
cualitativamente nueva del desarrollo
hist—rico. No obstante, la persistencia de
muchos de los problemas que aquejan a la
humanidad desde tiempos inmemoriales, y otros
que han surgido precisamente dentro del actual
proceso de profundizaci—n de la divisi—n
internacional del trabajo, obligan a
reflexionar sobre este tipo de afirmaciones.
La globalizaci—n de la econom’a y del
conocimiento, gracias a la relativa facilidad
de acceso a la informaci—n y del
perfeccionamiento de los medios de
comunicaci—n entre las naciones, abres nuevas
perspectivas de inserci—n competitiva de los
pa’ses menos desarrollados en el nuevo orden
econ—mico internacional. Sin embargo, este
proceso sigue siendo comandado por las
empresas transnacionales que controlan no s—lo
la producci—n, el comercio y la fuentes de
financiaci—n, sino los mayores avances en el
campo del conocimiento. Esto les permite
moldear la divis’—n internacional del trabajo
de acuerdo a los intereses de los pa’ses m‡s
desarrollados, reforzando el car‡cter
apendicular de nuestras econom’as y limitando
cada vez m‡s nuestra capacidad de maniobra en
el plano internacional.
En estas condiciones, toda posibilidad de
participaci—n competitiva de nuestros pa’ses
en el actual esquema de divisi—n internacional
del trabajo, est‡ condicionada a la presencia
de las empresas transnacionales en nuestras
econom’as. Por eso el gran reto que tenemos
para el pr—ximo siglo es encontrar nuevas
alternativas de desarrollo, que permitan
potenciar ventajas comparativas locales, pero
sobre la base del empleo de tecnolog’as
avanzadas, de tal forma que podamos competir
en los mercados internacionales. El camino
est‡ abierto. Todo depende de nosotros.
NOTAS
/*Economista. Profesor Asociado Universidad de
Nari–o.
E-mail: [email protected]
1.Citado por Fabi‡n Mosenson en "Elementos
para la discusi—n del neo-capitalismo, la
globalizaci—n y sus consecuencias". Revista
LOTE. (v’a Internet)
2. Citado por Jorge Castro en: "Conocimiento y
econom’a mundial". Ponencia presentada en el
Simposio Internacional "Propiedad Industrial,
Desarrollo Cient’fico-Tecnol—gico, Integraci—n
y Crecimiento", realizada en Argentina.
Informaci—n obtenida v’a Internet.
3. Jaime Ram’rez F‡undez. La globalizacion, la
competencia y el surgimiento de un nuevo
paradigma de eficiencia. (v’a Internet).
Profesor investigador del Departamento de
Administraci—n de la UAM-Azcapotzalco MŽxico.
4. Jorge Castro. Op.cit.
5. Peter F. Drucker. La sociedad
postcapitalista. Grupo Editorial Norma.
Bogot‡,1994, p.22 y 31.
6. Lester C.Thurow. El futuro del capitalismo.
C—mo la econom’a de hoy determina el mundo de
ma–ana. Javier Vergara Editor. Buenos
Aires-Argentina, 1996, pp.293-294
7. Peter Drucker. Op,cit., p.22
8. Jorge Castro. Op.cit.
9. Lester Thurow. El futuro del capitalismo.
C—mo la econom’a de hoy determina el mundo de
ma–ana. Javier Vergara Editor. Buenos
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