El proceso de construcción de la identidad colectiva

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El proceso de construcción de la identidad colectiva
Asael Mercado Maldonado / [email protected]
Alejandrina V. Hernández Oliva / [email protected]
(Nota: los textos aquí presentados tan solo constituyen un extracto de un articulo mucho mas amplio
de los mismos autores publicado en ISSN 1405-1435, UAEM, núm 53, mayo – agosto 2010, p.p.
229-251)
El término identidad se incorporó al campo de las ciencias sociales a partir de las obras del
psicoanalista austriaco Erick Erickson, quien a mediados del siglo XX empleó el término
ego-identidad en sus estudios sobre los problemas que enfrentan los adolescentes y las
formas en que pueden superar las crisis propias de su edad. Erickson concibe a la
identidad, como “un sentimiento de mismidad y continuidad que experimenta un individuo
en cuanto tal (Erickson, 1977: 586); lo que se traduce en la percepción que tiene el
individuo de sí mismo y que surge cuando se pregunta ¿quién soy?
La identidad supone un ejercicio de autorreflexión, a través del cual el individuo pondera
sus capacidades y potencialidades, tiene conciencia de lo que es como persona; sin
embargo, como el individuo no está solo, sino que convive con otros, el autoconocimiento
implica reconocerse como miembro de un grupo; lo cual, a su vez, le permite diferenciarse
de los miembros de otros grupos. Por ello, el concepto de identidad aparece relacionado
con el individuo, siendo las perspectivas filosófica y psicológica las que predominan en los
primeros trabajos sobre identidad social.
En sociología y antropología se aborda la dimensión colectiva de la identidad, que en las
últimas décadas del siglo XX se asocia a la emergencia de los movimientos sociales, las
ONG, las reivindicaciones regionales y las migraciones; por ello, se concibe en relación
directa con el discurso de los sujetos y la interacción social, ubicándola en la esfera
subjetiva de los actores sociales. (…)
De la identidad social a la identidad colectiva
La reflexión teórica sobre la identidad colectiva tiene como antecedente los planteamientos
que se hacen sobre la identidad social. Desde la perspectiva de la psicología social, Henry
Tajfel desarrolla una teoría de la identidad social, concibiéndola como el vínculo
psicológico que permite la unión de la persona con su grupo; considera que para lograr ese
vínculo, la persona debe reunir tres características:
• Percibir que pertenece al grupo.
• Ser consciente de que por pertenecer a ese grupo, se le asigna un calificativo positivo
o negativo.
• Sentir cierto afecto derivado de la conciencia de pertenecer a un grupo (Chihu, 2002:
5-6).
Para Henry Tajfel la pertenencia al grupo es el ingrediente esencial de la identidad social,
porque al mismo tiempo que se siente parte de un grupo, el individuo se diferencia de los
miembros de otros grupos a los que no pertenece; por ello se dice que la fuente de
identificación del individuo es el propio grupo, pero los otros juegan también un papel
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importante, ya que cuando experimenta que es diferente a los otros se reafirma la
pertenencia al grupo.
(…)
Los individuos experimentan la pertenencia al grupo cuando se relacionan con los
miembros de grupos diferentes al suyo; por ejemplo, hay mexicanos que dicen que se
sienten orgullosos de serlo cuando están en el extranjero, pero no ocurre lo mismo cuando
conviven con los de su propio grupo.
La pertenencia a un grupo se da como resultado de un proceso de categorización en el que
los individuos van ordenando su entorno a través de categorías o estereotipos que son
creencias compartidas por un grupo, respecto a otro; “aluden a rasgos de personalidad
como simpáticos, huraños, sinceros, características físicas —altos, fuertes, rechonchos—,
conducta social como; trabajadores, vagos, responsables, al género; los hombres, las
mujeres y sobre todo, a los grupos étnicos; gitanos, judíos, polacos y a los grupos
nacionales; alemanes, franceses, italianos” (Aguirre, 1999: 65).
Evidentemente, los estereotipos son categorías (simplistas), porque no siempre contienen
los rasgos reales de los grupos, porque además no sólo son creencias, sino también
actitudes con una carga emotiva importante, y más todavía en muchas ocasiones, el hecho
de clasificar a los grupos implica cierta discriminación; sin embargo, así aprenden los
sujetos a referirse a los grupos a los que pertenecen en relación con los otros.
(…)
Película elegida: También la lluvia (2010)
Director/a
Icíar Bollaín
Guión.
Paul Laverty
Reparto
Luis Tosar, Gael García Bernal, Karra Elejalde, Juan Carlos Aduviri, Raúl
Arévalo, Cassandra Ciangherotti, Carlos Santos, Dani Currás, Vicente
Romero
Sinopsis: Cochabamba, Bolivia. Año 2000. Sebastián (Gael García Bernal) y Costa (Luis
Tosar) se han propuesto hacer una película sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de
América. Mientras que Sebastián, el director, pretende desmitificar al personaje
presentándolo como un hombre ambicioso y sin escrúpulos; a Costa, el productor, sólo le
importa ajustar la película al modesto presupuesto del que disponen; precisamente por eso
elige Bolivia, por ser uno de los países más baratos y con mayor población indígena de
Hispanoamérica. La película se rueda en Cochabamba, donde la privatización y venta del
agua a una multinacional siembra entre la población un malestar tal que hará estallar la
tristemente famosa Guerra Boliviana del Agua (abril del año 2000). Quinientos años
después del descubrimiento de América, palos y piedras se enfrentan de nuevo al acero y
la pólvora de un ejército moderno. Pero esta vez no se lucha por el oro, sino por el más
imprescindible de los elementos vitales: el agua.
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