SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

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SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
P. Jesús Álvarez ssp.
Ciclo A – 26junio2011
Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma
de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la
Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este
hombre puede darnos a comer su carne?» Jesús les respondió: «Les
aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su
sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi
carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como
Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de
la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado
del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma
de este pan vivirá eternamente». Juan 6,51-58
Jesús, “el Pan vivo bajado del cielo”,
estaba para regresar a la Casa del
Padre con la Ascensión; pero el infinito
amor a los suyos le llevó a crear una
forma milagrosa de quedarse con ellos
para siempre: la Eucaristía, que
perpetúa su promesa infalible; “No
teman. Yo estoy con ustedes todos los
días hasta el fin del mundo”.
La
Eucarística
es
el
acontecimiento salvífico desde
el cual se irradia para la
humanidad, de forma continua,
la
fuerza
sanadora,
santificadora y salvadora de
Cristo resucitado.
En la celebración de la Misa todos
podemos ejercer el sacerdocio que
Cristo nos confirió en el bautismo, ya
que en cada Misa él comparte con
nosotros su Sacerdocio supremo a
favor nuestro, de los nuestros y de
toda la humanidad.
La máxima eficacia salvadora
de la Eucaristía se alcanza
cuando
nosotros
nos
ofrecernos al Padre en unión
con Cristo. Así nos lo aseguró él
mismo: "Quien está unido a mí,
produce mucho fruto".
En la comunión eucarística se realiza la
perfecta unión entre la persona de
Jesús y la nuestra; unión como la del
alimento. “Tomen y coman”. “Tomen y
beban”. “Mi carne es verdadera comida
y mi sangre es verdadera bebida”.
"Quien come mi carne y bebe mi
sangre, vive en mí y yo en él". Quien
comulga con fe y amor puede en
verdad decir con san Pablo: “Ya no soy
yo quien vive; es Cristo quien vive en
mí”.
La comunión, “unión con
Cristo”, requiere y produce la
comunión fraterna con el
prójimo. No se recibe a Cristo
en la hostia cuando
se
alimentan
rencores,
desprecios,
explotación,
violencia o indiferencia hacia el
prójimo, con el cual Cristo
mismo se identifica: “Todo lo
que hagan a uno de éstos, a mí
me lo hacen”.
"Si falta la fraternidad, sobra la
Eucaristía". Si la fe y el corazón
perciben a Cristo en la Eucaristía,
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también lo percibirán y amarán en el
prójimo.
Estas realidades inauditas sólo
podemos creerlas y vivirlas
fiándonos del mismo Hijo de
Dios que nos las reveló. Es
necesario orar con insistencia:
“Creo, Señor, pero aumenta mi
fe”. Pero debe estremecernos
la advertencia de San Pablo:
“Quien come el Cuerpo de
Cristo a la ligera, se come y
traga su propia condena”. Decir
que se cree en Jesús, y luego
llevar una vida contraria a la
suya, es no creer en él, sino
que es negarlo.
Jesús instituyó la Eucaristía para
salvación de todos los hijos de Dios:
“Quien come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día”. "Esto es mi
Cuerpo entregado y mi sangre
derramada por ustedes y por todos los
hombres".
La Iglesia tiene el infinito
tesoro de la Eucaristía, pero
solamente lo disfrutan un tres
por ciento de los bautizados.
Para los demás la primera
comunión es también la última.
Triste realidad que no va con la
voluntad de Jesús, presente
para todos en la Eucaristía.
¿Por dónde tienen que ir los pasos de
la Iglesia para que se distribuya el Pan
de la salvación a sus destinatarios?
Urge una amplia renovación de la
catequesis eucarística que produzca
una masiva conversión a Cristo
Eucarístico, centro de la vida del
cristiano, de la Iglesia y del mundo.
“Sólo los hombres eucarísticos podrán
transformar el mundo” (Aparecida).
EL SACRAMENTO DEL
AMOR
En la Eucaristía, “fuente y
plenitud”
de
la
vida
cristiana.
La
palabra
“sacrificio” aplicada a la
Eucaristía,
no
significa
sufrimiento, sino ofrenda
sagrada, que hace sagrado y
salvífico el sufrimiento que
soportó Cristo y nuestro
sufrimiento actual.
La Eucaristía es la obra máxima
de apostolado salvador, pues en
ella compartimos con Cristo la
obra de la redención universal,
ofreciendo, ya desde ahora, en
unión con Cristo, nuestra vida por
la
salvación
de
nuestros
hermanos y del mundoentero,
como él la ofreció también por
nosotros. Es la manera de salvar
la vida para la eternidad: “Quien
pierda la vida por mí, la salvará”.
Te brindo la oportunidad de
repasar algunos párrafos de la
Exhortación
apostólica
de
Benedicto XVI, “El Sacramento
del amor”, cuya lectura te
recomiendo vivamente, pues
te ayudará a celebrar y vivir
con mayor gozo y eficacia la
Eucaristía.
1. Sacramento del amor, la
Santísima Eucaristía, es el don
que Jesucristo hace de sí
mismo, revelándonos el amor
infinito de Dios por cada hombre.
En este admirable sacramento se
manifiesta “el amor más grande”,
el amor que impulsa a “dar la vida
por quienes se ama” (Jn 15, 13).
En efecto, Jesús amó a los suyos
hasta el extremo… Del mismo
modo
en
el
sacramento
eucarístico
Jesús
sigue
amándonos
“hasta
el
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extremo”, hasta el don de su
cuerpo y de su sangre.
2. En el Sacramento del altar el
Señor sale al encuentro del
hombre, creado a imagen y
semejanza
de
Dios,
acompañándolo en su camino. En
efecto, en este sacramento el
Señor se hace comida para el
hombre hambriento de verdad y
libertad.
6. La Eucaristía es “misterio de la
fe” por excelencia. La fe de la
Iglesia es esencialmente fe
eucarística y se alimenta de
modo particular en la mesa de la
Eucaristía… Cuanto más viva es la
fe eucarística en el Pueblo de
Dios, tanto más profunda es su
participación en la vida eclesial
mediante la adhesión consciente a
la misión que Cristo ha confiado a
sus discípulos.
La Eucaristía transforma toda
nuestra
vida
en
culto
espiritual agradable a Dios.
“Los exhorto… a presentar sus
cuerpos como hostia viva, santa,
agradable a Dios. Éste es el culto
razonable” (Rm 12, 1).
97. La Eucaristía nos permite
descubrir que Cristo muerto y
52. Los fieles, “instruidos por la
Palabra de Dios, reparen sus
fuerzas en el banquete del Cuerpo
del Señor, den gracias a Dios,
aprendan a ofrecerse a sí
mismos al ofrecer la hostia
inmaculada juntamente con el
sacerdote, y se perfeccionen día
a día, por Cristo Mediador, en la
unión con Dios y entre sí” (SC).
70. El Señor Jesús, que por
nosotros se ha hecho alimento
de verdad y de amor, hablando
del don de su vida, nos asegura
que “quien coma de este pan,
vivirá para siempre” (Jn 6, 51).
Pero esta “vida eterna” se inicia
en nosotros ya en este tiempo por
el cambio que el don eucarístico
realiza en nosotros: “El que me
come, vivirá por mí” (Jn 6, 57)…
Comulgando el Cuerpo y la
Sangre de Jesucristo, él nos hace
partícipes de su vida divina…
resucitado
se
hace
contemporáneo nuestro en el
misterio de la Iglesia, su
Cuerpo… Vayamos llenos de
alegría y admiración al encuentro
de la santa Eucaristía, para
experimentar
y
anunciar
la
promesa de Jesús: “Yo estoy
con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo” (Mt 28,
20).
"Mi Cuerpo y mi Sangre
que se ofrecen por ustedes
y por todos los hombres".
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