“Descongelar, experimentar y madurar”: la experiencia en el análisis según Winnicott Leopoldo Fulgencio Programa de Posgrado en Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Campinas (Brasil) Email: [email protected] Resumen: El objetivo de este artículo es mostrar que Winnicott dio nuevos sentidos a la noción de experiencia en el proceso analítico. Primeramente, retomamos el sentido del trinomio freudiano, “recordar, repetir y elaborar”, para mostrar que, para Freud, la posibilidad de vivir experiencias es una capacidad innata del ser humano, en cambio, para Winnicott, esa capacidad es una conquista del proceso de maduración. Buscamos aclarar lo que significa la afirmación de Winnicott según la cual el análisis busca corregir experiencias del pasado. Enseguida, analizamos algunos de los distintos sentidos de la idea winnicottiana de experiencia que son dispares de la concepción freudiana, ya que sobrepasan o son distintos de la experiencia que se refiere al trabajo de rememoración del inconsciente reprimido, con la elaboración de resistencias que dificultan esa tarea: la experiencia de ser, del jugar, de la cultura, de integrarse en una unidad Yo Soy, de realizar el ciclo benigno, del verdadero y del falso self, de la situación traumática congelada, de la reconquista de la confiabilidad ambiental. Esta comprensión puede llevar a un sentido más amplio de los tipos de experiencia vividos en el contexto analítico, pasible, por lo tanto, de ser redescrito sintéticamente en términos de otro trinomio: “descongelar, experimentar y madurar”. Palabras clave: Freud, elaborar, Winnicott, experimentar, madurar 1 “Thawing, experiencing and maturing”: the experience in analysis according to Winnicott. Summary: The purpose of this article is to show that Winnicott introduced new meanings to the concept of experience in the analytical process. Firstly, we use the Freudian trinomial “recalling, repeating and elaborating” to show that Freud sees the possibility of having experiences as an innate capacity of the human being, whereas Winnicott thinks that this capacity is an achievement of the maturational process. We try to explain what Winnicott means when he says that the analysis aims at correcting past experiences. Secondly, we examine some of the meanings of Winnicott’s idea of experience which are different from Freud’s, seeing that they go beyond or are different from the experience which refers to the task of remembering the repressed unconscious, through the elaboration of the resistances which make this task difficult: the experience of being, the experience of playing, the experience of culture, the experience of integrating oneself in an I Am unit, the experience of accomplishing the benign cycle, the experience of the true and false self, the experience of the thawed traumatic situation, the experience of regaining the environmental reliability. Such understanding may lead to a wider meaning of the types of experience lived in the analytical context, consequently, subject to being synthetically redescribed in terms of another trinomial: “thawing, experiencing and maturing”. Keywords: Freud, elaborating, Winnicott, experiencing, maturing 2 Freud enunció los objetivos del proceso psicoterapéutico psicoanalítico utilizando la tríade “recordar, repetir y elaborar”. La pregunta que se hace es: ¿La experiencia analítica corresponde a una resignificación del sentido dado a las experiencias pasadas, o a la realización de un nuevo conjunto de experiencias? Ya se discutió mucho acerca de la idea de saber si la experiencia psicoanalítica es una repetición del pasado o una creación de algo totalmente nuevo, engendrado por la situación analítica, que no existiría ni podría existir fuera del setting analítico. André Green, por ejemplo, prefiere afirmar que la experiencia analítica es una actualización de la historia de una persona, cómo esa historia trabaja, cómo llega a ser eficaz (Green, 2005, pp. 67-68); además, es un enfoque que es afirmado de manera similar por Adam Phillips al considerar el psicoanálisis como un tipo de conversación interesante, una manera de contar historias que permite que algunas personas se sientan mejor (Phillips, 1993, p. 17). La comprensión de lo que es vivido en un análisis no parece estar en ninguna de esas alternativas (repetición del pasado o engendramiento de algo nuevo), está en el esclarecimiento más apurado de los distintos tipos de experiencias vividas en el contexto analítico. En esta presentación, buscamos aclarar algunos sentidos de la idea de experiencia analítica tal como Winnicott la comprende, con el objetivo de contribuir al desarrollo de esa cuestión. El objetivo clásico del método de tratamiento psicoanalítico es permitir al paciente rememorar su inconsciente reprimido, reorganizando sus modos de relación afectivos, más libre de las presiones de los instintos y de las constricciones superegoicas, dirigiéndose hacia la capacidad de trabajar y aprovechar la existencia (Freud, 1911g, p. 92). Para comprender a que tipo de experiencia Freud se refiere, es necesario hacer una distinción entre la experiencia en el análisis y la experiencia en general. De una manera más específica, apoyándonos en una formulación de Kant como una referencia básica y fundamental, la experiencia en general significa conocimiento empírico (Kant, 1787, B 174). Para vivir una experiencia es necesario: 1. que suceda la percepción del mundo sensible, o sea, que el múltiplo 3 de las sensaciones que tocan los órganos de los sentidos ya sea organizado en términos de objetos percibidos y dados como representaciones (Kant, 1787, B 147); 2. que esas representaciones, objetos dados por la intuición, sean aprehendidos tanto en función de los a priori de la percepción [el espacio y el tiempo] como relacionados a partir de las categorías del entendimiento (Kant, 1787, B 143); 3. que la experiencia, constituida de esa manera, sea “llevada a una conciencia general” (Kant, 1787, B 143), para la cual el conocimiento empírico, o sea, la experiencia, haga sentido (Kant, 1787, B 143). Para Freud, la capacidad de tener o vivir la experiencia es constituyente e innata, como si fuera garantizada por los a priori de nuestra facultad de conocer, ofreciendo un punto de referencia a partir del cual y para el cual ocurre todo contacto con la realidad. La experiencia en el análisis, para Freud, es una manera específica de vivir la experiencia en general, no tanto con respecto a los acontecimientos (relaciones con personas y “objetos” del mundo exterior), sino con respecto al trabajo de rememoración, repetición del reprimido y elaboración de las resistencias (la transferencia, o relación con el analista, es una de ellas) para rememorar. Lo que es vivido (experimentado) en el presente del análisis tiene como objetivo llevar el paciente a una segunda reconciliación (la primera resultó en el síntoma) con lo que está reprimido, hacia la posibilidad de trabajar y aprovechar la existencia (Freud, 1914g, p.191). Podemos ver algunas diferencias entre Freud y Winnicott para comprender lo que significa vivir experiencias en el setting analítico. Al contrario de Freud, Winnicott no piensa que la experiencia sea una capacidad innata, para él se trata de una conquista del proceso de maduración del ego, ni siempre alcanzada (Winnicott 1987b, p. 38). Además de creer que el individuo debe madurar para poder vivir experiencias, Winnicott afirma que el proceso analítico corresponde a una situación en la cual el paciente “puede corregir una experiencia del pasado” (Winnicott, 1945h, p. 36). Sin embargo, al describir los distintos tipos de 4 experiencia que los pacientes viven en el proceso analítico, parece ser que algunas no están asociadas al trabajo de rememoración del inconsciente reprimido. Definición y condiciones para la experiencia. En una carta para Money-Kyrle, de 1952, Winnicott dice: “La experiencia es un constante transitar en la ilusión, la consecución repetida de un interjuego (inter-play) que tiene de un lado la creatividad; de otro, lo que el mundo tiene a ofrecer. La experiencia es una conquista de la madurez del ego, a la cual el ambiente ofrece un ingrediente esencial” (Winnicott, 1987, p.38) Volviendo al tema de la manera como Kant habla sobre la experiencia, “como si fuera dirigida a una conciencia”, es necesario considerar que sin este ser para quién sucede la experiencia no hay experiencia, o sea, es necesario que suceda un tipo de integración que ofrece un agente (a veces Winnicott lo llama de self, a veces de ego)1 de ese contacto empírico con la realidad. Retomamos Winnicott para explicar más directamente lo que él llama de ilusión: “En algún punto teórico en el principio del desarrollo de cada individuo humano, él es capaz, dentro de un contexto ofrecido por la madre, de concebir la idea de algo que va a satisfacer la necesidad que surge a partir de la tensión instintiva. No se puede decir que el bebe sabe desde el principio lo que será creado. En ese momento la madre se hace presente. Como siempre, ella da su seno al bebe y su anhelo potencial de alimentar. La adaptación de la madre a la necesidad del bebe, cuando es suficientemente buena, da al bebe la ilusión que existe una realidad externa que corresponde a su capacidad de crear. En otras 1 La distinción entre estos términos (self y ego) no es muy clara en Winnicott. Utilizaré aquí, sin detenerme en las justificativas y pruebas de esta opción, las siguientes diferenciaciones terminológicas y conceptuales: consideraré self como todo tipo de integración que ofrece un agente para que una experiencia pueda ocurrir, siempre singular y relativa a las contingencias de los acontecimientos (Winnicott, 1964h, p. 371); daré a ego dos sentidos, el primero como “tendencia innata a la integración” (Winnicott, 1965n, p. 55), y el segundo caracterizando un tipo de integración dónde hay una unidad del sujeto (que reúne en sí mismo, como el nombre de un conjunto de vivencias, la diversidad de experiencias del self). Sobre los distintos niveles de integración, con la conquista del status de Yo Soy, ver Winnicott (1955c, p. 358, 1958b, p. 291); y sobre la integración con la persona entera, ver Winnicott (1955d, p.376; 1988, Parte III). 5 palabras, hay una superposición entre lo que la madre ofrece y lo que el bebe es capaz de concebir” (Winnicott, 1953c, pp. 27-28, los itálicos son míos). La experiencia de ser. Después de ese encuentro feliz entre la madre y el bebe, con la adaptación ambiental que garantiza la ilusión, surge, al mismo tiempo, tanto la experiencia de sí mismo (self) como un objeto (subjetivo) con el cual el bebe se relaciona. Es esa experiencia bien sucedida que Winnicott caracteriza como la más sencilla de las experiencias, la experiencia de ser (Winnicott, 1989vp, p.177). Con la creciente madurez del ego que caracteriza el proceso de maduración en la salud, tendremos distintas maneras y graduaciones de esa integración del ego. Podríamos distinguir esos tipos de experiencia según el tipo de relación con la realidad: la que caracteriza la relación con los objetos subjetivos, con los objetos y fenómenos transicionales, y con los objetos reconocidos objetivamente como externos. Hay además una serie de experiencias en el análisis que claramente pueden ser reconocidas como ofreciendo un conocimiento empírico nuevo al individuo, mucho más importantes por la acción de los pacientes que propiamente por el hecho de rememorar sus pasados, fantasías y conflictos inconscientes. Enseñaré algunas de esas experiencias. La experiencia del jugar. Esa experiencia corresponde, para Winnicott, a una actividad en la cual el ser humano encuentra a sí mismo y al otro, en una acción que resulta de su autonomía, y en la cual él puede vivir su campo de ilusión (creación o gesto espontáneo) (Winnicott, 1971m p.80). El jugar es importante no solamente por los contenidos que expresa, sino también en sí mismo (Winnicott, 1968i, p. 61)2. La experiencia del jugar corresponde a un fenómeno en el cual se articulan la creación del mundo y de los objetos: “Es el juego que es universal y que es propio de la salud: el jugar facilita el crecimiento y, por lo tanto, la salud; el jugar lleva a las relaciones de grupo; el jugar puede ser una forma de comunicación en la psicoterapia; por fin, el psicoanálisis fue desarrollado como 2 Ver en Fulgencio (2008) un análisis del jugar como modelo del método de tratamiento analítico para Winnicott. 6 una forma muy especializada del jugar, a servicio de la comunicación consigo mismo y con los otros” (Winnicott, 1968i, p. 63). El paciente que no puede jugar tiene que ser llevado, como objetivo del tratamiento analítico, a poder hacerlo: “Si es el paciente que no puede, entonces, se necesita hacer algo para ayudarlo a ser capaz de jugar, después de eso la psicoterapia puede empezar. El jugar es esencial porque al jugar el paciente manifiesta su creatividad” (Winnicott, 1971r, p.80). La experiencia de integrarse en la unidad Yo Soy. Al conquistar esa forma de ser, hay al mismo tiempo, el reconocimiento de la existencia de un mundo interno y de un mundo externo. La manera de relacionarse consigo mismo y con el mundo cambia. Esa conquista es acompañada no solamente de una serie de posibilidades nuevas en la relación con el mundo, sino también de angustias y fantasías que vienen de ahí. Al reconocer esa experiencia, como la más peligrosa de las experiencias, Winnicott dice: “Si yo soy, entonces, lo que pasa es que logré reunir esto y aquello y reivindiqué que esto soy yo, y que repudié todo el resto; al repudiar el no yo, insulté el mundo, por así decir, y puedo esperar el ataque” (Winnicott, 1984h, p. 43). La experiencia de realizar el ciclo benigno. Con la conquista de la unidad del Yo Soy, también llega, como parte necesaria del proceso de maduración, la terrible constatación: Yo soy responsable por cambios que ocurren en el mundo y en los objetos. Dónde hay daños importantes, en lo que se ama, es necesario poder reparar. El niño pasa a percibir que es responsable por cambios (agujeros) en el cuerpo lleno de cualidades de la madre, provocando una ansiedad relativa al objeto de amor (Winnicott, 1955c, p.363). Solamente una sustentación ambiental adecuada puede ofrecer la posibilidad de reparar (Winnicott, 1955c, p. 363). La realización del ciclo benigno (destruir y reparar) permite al ser soportar sus propios impulsos instintivos, amorosos y destructivos, sin tener que inhibir sus instintos, sin escindir lo bueno y lo malo o lo malo en si mismo y en el mundo, lo que produciría, como en la enfermedad, la perdida del sentimiento de tranquilidad y de la capacidad de jugar (trabajar) constructivamente (Winnicott, 1988, pp.93-94). 7 La experiencia de la situación traumática congelada. Winnicott se refiere a algunos pacientes que tuvieron un tipo de vivencia para la cual todavía no estaban maduros, o sea, vivieron algo, pero no estaban en condiciones existenciales y cognitivas (por inmadurez o fallo ambiental) para incluir la vivencia en su campo de acción, podríamos decir, en su campo de ilusión de omnipotencia. En esos casos la situación traumática, que aniquiló la posibilidad de ser y actuar a partir de este ser, es congelada (cf., por ejemplo, Winnicott, 1955d, p. 378) esperando mejores condiciones ambientales y personales para ser, entonces, vivida e integrada en la personalidad total del paciente (Winnicott, 1974, p. 73). Lo que queda guardado no es ningún contenido, es algo que todavía no fue vivido, lo que Winnicott caracteriza como un tipo de “muerte fenomenal” (Winnicott, 1974, pp. 74-75). En la experiencia analítica eso se puede vivir e integrar en la persona total del paciente o, en otras palabras, integrar en su área de control omnipotente. La experiencia del falso y del verdadero self. El desarrollo saludable, a partir de la experiencia de ser y de la continuidad de ser, se produce como un tipo de afirmación y maduración del verdadero self: “el gesto espontáneo es el self verdadero en acción” (1965m, p. 135). Para que eso sea posible es necesario que el ambiente sostenga activamente la situación en la cual las necesidades del bebe son atendidas, creando la vivencia de la ilusión de omnipotencia. Cuando el ambiente falla en su función de sustentación y adaptación, hay un mecanismo de defensa que resguarda el self verdadero, a través de una protección que permite enfrentar ese ambiente intrusivo: un falso self entra en acción para proteger el self verdadero, independientemente de lo que sea ese self verdadero (cf. Winnicott, 1965m, p. 130). Winnicott hablará de distintos niveles de organización del falso self , en un extremo las formas patológicas y en otro las de la salud: “Mientras que un self verdadero se siente real, la existencia de un self falso da por resultado una sensación de irrealidad o futilidad” (Winnicott, 1965m, p. 135). En un cierto sentido, para Winnicott, siempre hay en los pacientes algo relativo a ese falso self y al sentimiento de futilidad, lo que implica un tratamiento que tiene como objetivo el encuentro con el verdadero self para que este self viva sus experiencias y madure (cf. Winnicott, 1987b, p. 38). La experiencia de abandono del falso self 8 para que el verdadero aparezca y se desarrolle está asociada, necesariamente, a la experiencia de la confiabilidad y dependencia con respecto al analista: “La psicoterapia no formula prescripciones con respecto a la religión, intereses culturales o vida privada del paciente, pero si éste mantiene bajo llave (por decirlo así) una parte de sí mismo, está evitando la dependencia inherente al proceso terapéutico. Como verán, esta dependencia lleva implícita la correspondiente confiabilidad profesional del terapeuta, aun más importante que la confiabilidad del facultativo en la práctica médica corriente” (1984i, p. 265, los itálicos son míos). La experiencia de la reconquista de la confiabilidad ambiental. Al analizar la actitud antisocial como un síntoma, Winnicott considera que su génesis está en una situación de deprivación, o sea, todo estaba bien hasta que hubo un fallo ambiental (Winnicott, 1958c, p. 409): “La tendencia antisocial representa el S.O.S., el cri de coeur del niño que, en una u otra etapa, ha sido deprivado del suministro ambiental correspondiente a la edad en que no le fue brindado” (Winnicott, 1989vl, p. 54). Para Winnicott, el tratamiento de la actitud antisocial no es propiamente psicoanálisis, aunque se haga a partir del entendimiento psicoanalítico de la situación. Se trata mucho más, dice Winnicott, de “ofrecer un ambiente que cuida, el cual puede ser redescubierto por el niño, en el cual él puede volver a vivir los impulsos del id [impulsos de los instintos], y que el niño puede testar. Es la estabilidad del nuevo ambiente que hace la terapia” (Winnicott, 1958c, p. 416). “Descongelar, experimentar y madurar” Para Winnicott, la enfermedad corresponde a un tipo de inmadurez (Winnicott, 1984i, pp. 265-266), y el objetivo que se quiere alcanzar a través del tratamiento psicoanalítico es la maduración que permite al paciente integrarse en un self como una persona entera, que actúa en el mundo a partir de una independencia relativa del self (cf., por ejemplo, en Winnicott, 1965d), relacionándose y adaptándose sin demasiada perdida de su espontaneidad (Winnicott, 1965r, p.80). 9 Al describir las fases de un tratamiento analítico, él dice que en la fase inicial, las interpretaciones (verbalización y concientización en términos de análisis de transferencia) son necesarias para crear las condiciones que permiten al paciente empezar una segunda fase con confianza en la sustentación que el análisis da, vivir “todo tipo de experiencia, empezando a ver como natural el sentimiento de existir por si mismo” (Winnicott, 1969d, p. 154) y, en la tercera fase, con un ego más integrado e independiente, el paciente empieza a revelarse y a afirmar sus características individuales, tomando ahora como natural el sentimiento de existir por sí mismo (idem). No se trata solamente del análisis del inconsciente reprimido (Winnicott, 1986f, p. 108), sino de ofrecer la sustentación ambiental, con confiabilidad y posibilidad de dependencia, para que la maduración sea entonces posible (Winnicott, 1986f, p. 114). Podemos afirmar que, para Winnicott, todo trauma es una aniquilación de la continuidad de ser (1989d)3, o sea, es una situación en la cual el self es aniquilado en su posibilidad de acción (por inmadurez o por invasión ambiental), de esa manera el self no es capaz de integrar aquel acontecimiento en su área de ilusión. Así el trauma (pensado, ahora, en términos de interrupción de la continuidad de ser) implicaría un tipo de congelamiento de la situación y la interrupción del proceso de maduración. Lo que permite afirmar que el tratamiento psicoanalítico busca retomar la maduración para que el paciente se reconcilie consigo mismo, en la afirmación del self verdadero como modelo en el modo de ser y estar en el mundo. Desde esa perspectiva, considerando la diversidad de los tipos de experiencia vividos en el proceso analítico y su concepción de enfermarse como interrupción en la continuidad de ser y, por lo tanto, en la maduración, es posible considerar que Winnicott redescribió el trinomio freudiano, y propuso otro, complementar y más amplio: “descongelar, experimentar y madurar”. 3 Ver en Fulgencio (2004) un análisis diferencial entre la noción de trauma en Freud y en Winnicott. 10 Referencias: Freud, S. (1911g). Compte rendu de la communication de G. Greve: "Sobre psicología y psicoterapia de ciertos estados angustiosos". In Sigmund Freud. Oeuvres complètes. (OCF.P) (Vol. 11). Paris: PUF. Freud, S. (1914g). Remémoration, répétition et perlaboration. In Sigmund Freud. Oeuvres complètes. (OCF.P) (Vol. 12). Paris: PUF. Fulgencio, L. (2004). A noção de trauma em Freud e Winnicott. Revista de Filosofia e Psicanálise Natureza Humana, 6(2), 255-270. Fulgencio, L. (2008). 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