La sistematización de las experiencias

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Sistematización de Las Experiencias: Algunas Precisiones
Oscar Jara Holliday1
Voy, a continuación a exponer rápidamente cuatro ideas alrededor de los desafíos de la
sistematización de experiencias:
Primera idea: hablamos de Sistematizar Experiencias.
La palabra sistematización en determinadas disciplinas se refiere, principalmente, a
clasificar, a ordenar datos e informaciones. Ese es el sentido más común, más utilizado y
totalmente válido de la noción o del concepto sistematización: Sistematizar datos,
informaciones; clasificarlos, ordenarlos, organizarlos.
Nosotros tomamos esa misma categoría y la aplicamos no sólo a datos e informaciones,
sino a experiencias; por eso no hablamos sólo “sistematización”, sino de la “sistematización de
experiencias”.
¿Qué queremos decir por “experiencias”?. Las experiencias son procesos individuales
y colectivos. Son siempre procesos socio-históricos, dinámicos y complejos. Las experiencias
no son simplemente acciones, hechos puntuales, sino que tienen una consistencia de
dinamismo y de complejidad. Las experiencias están siempre en movimiento y en toda
experiencia intervienen muchos elementos. Por ejemplo: las condiciones del contexto;
cualquier experiencia se hace siempre en determinadas condiciones del contexto económico,
social y político local, nacional o mundial. O situaciones particulares; ninguna experiencia
está fuera de una determinada situación particular, que puede ser una situación geográfica o
institucional, o hasta personal; siempre hay, aparte de las condiciones del contexto, una
situación particular en la cual se desarrolla una experiencia.
Por otro lado, la experiencia siempre está constituida por acciones; es decir, por cosas
que hacemos, pero también por nuestras percepciones. Está constituida también por
sensaciones, emociones e interpretaciones de las personas que viven esas experiencias, los
sujetos de la misma; es decir, en una experiencia no solamente hay hechos y cosas que pasan;
más bien hay personas que sienten, viven y que hacen cosas.
La experiencia está marcada por la calidad, las características de los sujetos, los
actores, hombres o mujeres que las viven. Personas que tenemos expectativas, sueños,
temores, esperanzas, ilusiones, ideas e intuiciones. En definitiva, entonces, las personas somos
las que hacemos esos procesos, que son complejos y dinámicos, y esos procesos, a su vez, nos
marcan, nos impactan, nos condicionan, nos exigen, nos hacen ser.
Además, debemos tomar en cuenta que cada acción que se realice, o que no se realice,
va a producir un determinado resultado y va a producir en otras personas, determinadas
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Educador Popular y sociólogo peruano- costarricense. Actualmente es Director General del Centro de Estudios
y Publicaciones Alforja en San José, Costa Rica. Coordina la página web del programa latinoamericano de apoyo
a la sistematización de experiencias del CEAAL: www.alforja.or.cr/sistem Este texto es un extracto de una
conferencia presentada en un curso latinoamericano dado en el CREFAL, Pátzcuaro, México en el año 2003.
reacciones. Va a generar, así, determinadas relaciones y producir otras situaciones diferentes a
las que existían antes de haber realizado dicha acción. Es decir, estamos hablando de procesos
históricos en los que se van concatenando los diferentes elementos que intervienen, en un
movimiento permanente, produciendo cambios continuamente. Por eso la historia no está
predeterminada, como dice Paulo Freire. La historia está siendo y nosotros estamos siendo en
la medida que hacemos la historia; pero en la medida que nos asumimos como sujetos
creadores y transformadores de la historia y no como en objetos pasivos y resignados que
somos arrastrados por los acontecimientos.
En síntesis, las experiencias son siempre experiencias vitales, cargadas de una enorme
riqueza; es más, cada experiencia constituye un proceso inédito e irrepetible y por eso en cada
una tenemos una riqueza que debemos aprovechar precisamente por su particularidad; por eso
necesitamos comprender esas experiencias; por eso es fundamental extraer sus enseñanzas y
por eso es también importante comunicarlas, compartirlas.
Segunda idea: las características de la sistematización de experiencias
Una primera característica esencial, consiste en que la sistematización reconstruye lo
que sucedió en esos procesos, se hace una recuperación histórica de él; también se ordenan los
distintos elementos que sucedieron a lo largo de esos procesos complejos, dinámicos, tal como
sucedieron y tal como se percibieron y vivieron en ese momento.
Pero éste es sólo un primer paso, porque no se trata únicamente de reconstruir y
ordenar lo que sucedió. Nuestra propuesta, desde la educación popular, nos exige que tratemos
de comprender e interpretar las causas, las razones de fondo para que esos procesos se dieran
de esa manera. Así, comprendiendo e interpretando lo que hemos ordenado y hemos
reconstruido, podremos sacar lecciones para la propia práctica. Todo este tema de la obtención
de lecciones de la propia experiencia, que deben servir a la propia experiencia, significa un
paradigma epistemológico; supone una manera de ver el mundo, de situarnos ante el mundo,
de situarnos ante la comprensión y la transformación del mundo como parte de un mismo
movimiento. Entonces, reconstruir, ordenar lo acontecido, para comprender e interpretar lo
acontecido y para poder entonces transformar y sacar lecciones de esa propia experiencia
supone una postura epistemológica, social, política y cultural. Es mucho más que un método.
Por lo tanto, no sólo debemos reconstruir, no sólo debemos describir. En nuestra
propuesta, la sistematización no se limita a ello. Claro, eso es parte de la sistematización.
Registrar y reconstruir es sólo una parte. Lo importante, lo más importante, lo decisivo es,
después que está todo registrado y reconstruido, saber qué hacemos con eso. Tenemos que
entender, comprender, interpretar a fondo lo que ocurrió, cuáles fueron sus causas, cuáles las
consecuencias, cuáles los efectos secundarios y las raíces de esos fenómenos. También
debemos interpretar cuáles han sido las contradicciones, las continuidades y las
discontinuidades, las coherencias y las incoherencias.
Descubrir la lógica de esos procesos supone un esfuerzo de teorización de esa práctica.
Entonces, yo la ordeno y la reconstruyo, no para ordenarla y reconstruirla, sino para que al
ordenarla y reconstruirla me den la base para poder, entonces, descubrir: “ah, aquí hubo una
ruptura, aquí hubo una discontinuidad, aquí hubo un cambio importante respecto a lo que
venía haciendo...”, y entonces, así podré preguntarme: ¿Por qué se produjo esa ruptura?, ¿por
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qué hubo esta discontinuidad?, ¿por qué aquí sí hubo continuidad y aquí no? ¿cuáles fueron
los factores que produjeron este cambio?, etc. Sólo hasta entonces vienen las preguntas
interpretativas que suponen la creación de categorías de interpretación teórica que permitan
entender lo empírico de nuestras prácticas.
Esto que se dice fácil: “sacar lecciones de la experiencia”, pero es un proceso que
exige, con base en una postura epistemológica, contar también con un método riguroso de
aproximación a la realidad, que tenga validez y confiabilidad. Un camino metodológico que
incluya los instrumentos que permitan reconstruir y describir de la manera más específica,
concreta y objetivada posible; pero para poder hacer una interpretación, lo cual supone una
postura teórica.
Ahora bien, seguramente esa interpretación -y ahora entramos a un tema de debate- no
será la única que se puede hacer. Entonces entramos en el problema de cuál será la “verdad”
de la interpretación de una experiencia, y eso es todo un tema largo que quizá dejo para que lo
conversemos en el diálogo, si les interesa profundizarlo.
En síntesis, proponemos una postura epistemológica y una propuesta metodológica que
permita reconstruir adecuadamente lo que ocurrió, ordenar los elementos que formaron parte
de esa experiencia, pero requerimos categorías de análisis y categorías teóricas para poder
interpretar lo acontecido y poder sacar de ahí lecciones y conclusiones que iluminen e inspiren
otras prácticas futuras.
Por todo esto, pensamos que la sistematización de experiencias no es algo fácil y
simplista, pero tampoco es algo tan complicado y especializado que esté reservado
exclusivamente para algunos o algunas especialistas, lo cual es una imagen que se nos ha
presentado en el campo de la educación popular y de adultos: como esta cosa de la
sistematización es tan complicada, tiene que venir algún especialista a sistematizar, porque los
actores y actoras que la realizaron no tiene la capacidad de hacerlo. Nosotros, por el contrario,
deseamos ser sistematizadores y sistematizadoras; propiciar y contribuir a que las personas,
los educadores y educadoras, promotores y promotoras, hombres y mujeres dirigentes de
organizaciones sociales, todas las personas quienes somos sujetos de las experiencias, seamos
quienes podamos sistematizarlas.
Alguien que tenga mucha experiencia metodológica me podrá –de repente- ayudar, me
podrá plantear preguntas o proporcionar asesoría metodológica; pero ¿quién va a poder
sistematizar mi experiencia, lo que yo he vivido como educador o educadora en mi práctica a
lo largo de este año, de varios años, en mi trabajo de escuela, en mi trabajo de formación de
adultos, en mi trabajo comunitario?, ¿quién me lo puede sistematizar?. Nadie. Nadie puede
sistematizarlo por mí.
En ese sentido puede haber muchos apoyos que hagan factible la sistematización de las
experiencias, pero que no sustituyen a las personas que vivieron las experiencias.
Ahora bien: ¿Para qué sirve sistematizar experiencias?. Nosotros creemos que hay tres
grandes objetivos posibles a los que puede servir:
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Por una parte, una buena sistematización nos permitiría tener una comprensión más
profunda de la experiencia, con el fin de mejorar nuestra propia práctica; o sea:
sistematizamos para mejorar y para transformar la propia práctica. Ese sería un gran objetivo.
Un segundo propósito al cual podría servir la sistematización, es que nos sirva para
compartir con otras prácticas semejantes las enseñanzas surgidas de nuestras experiencias. Es
decir, no solamente comprender la mía para mejorarla, sino compartirla con otras personas,
instituciones o grupos que hacen experiencias semejantes. Y aquí me gustaría que marcáramos
una diferencia importante: no es lo mismo intercambiar narraciones y cuentos sobre las
experiencias, que intercambiar productos sistematizados de las experiencias; porque muchas
veces en los intercambios de experiencias desperdiciamos la oportunidad de hacer
intercambios de fondo y nos limitamos a hacer intercambios narrativos en los que cada quien
cuenta lo que hace y todo el mundo dice: “ah, sí; muy interesante...” y luego comenta: “bueno,
esa fue tu experiencia. Ahora, en la mía...” y no se pasa de ahí.
El puro intercambio de narraciones y descripciones no nos permite avanzar
cualitativamente; Pero, por el contrario, si vamos a tener un intercambio y hacemos todo un
proceso previo en el que cada cual hace una sistematización y extrae las lecciones de su
práctica en torno a un determinado aspecto; por ejemplo: sobre “los aspectos metodológicos
que propiciaron la formación autónoma” o sobre “desarrollo de la capacidad creativa en los
sujetos” o sobre “cómo se dio a lo largo del proceso la relación entre dirigencia y membresía
de la organización”, etc. Es decir, se precisa un eje común, y se analizan críticamente varias
experiencias en relación a dicho eje, preguntándose por ejemplo: “¿qué lecciones sacamos
nosotros de lo que hemos realizado en cuanto a metodología para el desarrollo de la capacidad
crítica o desarrollo de la capacidad de lecto-escritura?”. Así, cada quien no se limita a narrar,
sino que tiene que dar cuenta de su propio aprendizaje y de los por qué de ese aprendizaje. Les
garantizo que el debate, la discusión y la riqueza de ese intercambio serán cualitativamente
superiores a un intercambio en el que cada quien sólo se hubiera puesto a narrar cómo es que
hace las cosas, sin extraer las enseñanzas de su práctica. Y no es que estemos despreciando la
narración o el relato descriptivo; sino que estamos colocándolos en un lugar preliminar, para
que sirvan más bien como base para un intercambio analítico y crítico. Entonces: sistematizar
para comprender mejor la práctica y transformarla; sistematizar para compartir las enseñanzas
con otras experiencias semejantes.
Añadamos otro objetivo, que es tal vez uno de los menos logrados: que la
sistematización de experiencias sirva para enriquecer la reflexión teórica a partir de los
conocimientos que surgen de las prácticas concretas.
La distancia entre teoría y práctica sólo podrá ser resuelta si nosotros logramos, desde
las prácticas concretas, enriquecer el debate teórico. El debate teórico tiene sentido, tiene
posibilidad, tiene capacidad de orientación, en la medida en que se ponga a dialogar con la
práctica. Y el gran problema que tenemos es que nuestra formación muchas veces ha
disociado estos aspectos y creemos que tendremos cada vez mayor formación teórica si nos
alejamos de las experiencias más concretas y nos encapsulamos en un estudio solamente
teórico. Sugiero enfrentar creadoramente este desafío.
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Por ejemplo: para una nueva teoría de la educación de adultos latinoamericana,
necesitaríamos mirar mucho más a las prácticas de la educación de adultos latinoamericana:
Preguntarnos qué están surgiendo en esas práctica como problemas, como posibilidades, como
potencialidades, como límites, como enseñanzas de la práctica educativa; cuáles son los
aprendizajes que los educadores y educadoras están viviendo cada día, etc. y producir, a partir
de esas reflexiones críticas, un diálogo con las interpretaciones teóricas, con la teoría
actualmente existente y el saber constituido, generando, entonces, reflexiones teóricas que
estén conectadas con esos aprendizajes y esos desafíos.
Por ejempolo, hay que reconstruir, una visión y una teoría de la educación
latinoamericana, lo que significa que hay que hacerlo desde la realidad de América Latina; lo
que significa que deben hacerlo, principalemente, los y las practicantes de la Educación en
nuestro continente.. Hay mucha investigación por hacer; hay mucho por hacer de análisis
crítico y también hay mucho por hacer para nutrir, desde las experiencias, ese debate y ese
análisis. En algunos ámbitos académicos se plantea como una gran meta, casi imposible de
lograr, el poder contar con educadores/as – investigadores/as. Porque se constata que muchos
de quienes investigan la educación, no educan y muchos que educan, no investigan. Y no se
trata sólo de posibilitar un encuentro entre ambos grupos, sino, efectivamente, de desarrollar
en nosotros mismos y nosotras mismas ambas capacidades.
En el ámbito educativo tenemos muchísima gente haciendo una gran cantidad de
cosas, innovando, buscando respuestas a las preguntas de sus prácticas y, seguramente en su
labor cotidiana tienen pistas o pautas de respuesta para aquellas preguntas que desde el
laboratorio, la oficina o la academia no se pueden resolver.
Definitivamente, la sistematización produce un nuevo conocimiento; la sistematización
nos hace objetivar lo que hemos vivido. Es, como decía alguien, hacer una parada en el
camino para ver por dónde hemos venido caminando y por qué hemos tomado ese camino. Yo
una vez pensé que esa era una imagen buena de la sistematización: la de la marcha en la que se
llega a un punto y ahí detenerse; y darnos la vuelta para ver por dónde fue que venimos, por
qué subimos por aquí, por qué bajamos por acá. “Ah, mira, ahí fue el pozo donde nos
mojamos, aquí fue el sitio donde bebimos, aquí fue donde tomamos la sombra...”; sólo
entonces podremos analizar: “bueno, ¿por qué paramos aquí y no paramos más adelante?; “ah,
mira, por pararnos allí nos perdimos de haber estado en tal sitio en tal momento...”
Para los amantes del cine hay también una imagen que puede ayudar: La
sistematización es algo así como hacer un cine-foro después de ver una película en la que se
filmó la propia experiencia; es decir, pasar una película de lo que ocurrió, pero haciendo un
cine-foro, analizando escena por escena y el desarrollo de las acciones: “Ah, mira, por qué
paso tal cosa en este momento...” “por qué si se estaba haciendo tal cosa, luego se cambió a
hacer tal otra...”. Pasar otra vez la película, pero no sólo pasarla, sino hacer la interpretación
crítica de sus escenas y lo que ocurrió entre ellas. Igualmente, la sistematización pone en
orden conocimientos desordenados y percepciones dispersas, que las tenemos, pero al estar
desordenadas no nos las podemos apropiar y la sistematización nos ayuda a ordenarlas y
comprenderlas.
Otra idea más: la sistematización crea un espacio para poder compartir. Eso yo
quisiera insistirlo muchísimo. La sistematización de experiencias, como la proponemos
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nosotros, no es un esfuerzo aislado, individual, cerrado. Su aporte principal se da cuando se
realiza de forma colectiva, porque los aprendizajes individuales tienen que estar
permanentemente abiertos al diálogo. Por eso hay muchos métodos y técnicas participativas
con los cuales se puede desarrollar la sistematización de experiencias y que nos permiten
enriquecernos mutuamente a través del diálogo. No debemos tener la imagen de que quien
sistematiza es una persona encerrada en una oficina, sola, rodeada de papeles; sino de un
colectivo que organiza la información, la estudia, la analiza, la discute. Lo comunicativo no es
un elemento añadido a la sistematización; sino, por lo menos en nuestra propuesta, como la
vamos a trabajar aquí en el taller, lo comunicativo es un componente indispensable de la
sistematización.
Cuando yo recojo un aprendizaje de una experiencia y luego trato de compartirlo con
otras personas, me veo obligado a explicitar, exponer, presentar mis ideas de forma
comprensible para las otras personas. Tengo que presentarles los distintos elementos, las
circunstancias en que se dio; tengo que desarrollar un cierto orden en la exposición, etc.
Muchas veces sólo al hacer ese primer esfuerzo, nosotros mismos nos damos cuenta de todo lo
que implica lo que hemos pensado. Así, la mirada que yo tenía sobre mi práctica, se pone en
diálogo con la mirada y las preguntas de las otras personas sobre lo que he mirado y se
enriquece. Luego, yo paso a responder no sólo mis inquietudes o preguntas, sino las que
provienen de las demás personas. Y al hacerlo, provocamos que las otras personas miren
también – con los elementos aportados por mi mirada- su propia práctica, haciéndose quizás
preguntas sobre ella que antes no se había hecho.
Tercera idea: Sistematizar experiencias requiere algunas condiciones
Quiero decir que sistematizar no es algo que se pueda hacer de manera espontánea.
Claro, normalmente vamos aprendiendo de lo que vivimos, pero cuando hablamos de
Sistematizar experiencias nos referimos a un proceso intencionado y consciente, que debe
tener un orden, un rigor, una metodología que permita reconstruir la experiencia y descubrir
esos aprendizajes a través de un ejercicio teórico de interpretación crítica. Cómo hacerlo, es un
asunto que tiene muchas variantes y posibilidades que ahora quizás no tengamos el tiempo
para ver. Pero refirámonos rápidamente a algunas condiciones necesarias para poder
sistematizar: tres condiciones principales en el ámbito personal y tres a escala institucional
La primera condición personal es que hay que tener interés y disposición de aprender
de la experiencia. Si yo considero ya sé todo, ya estudié todo, que ya sé lo que va a pasar o
puede pasar en mi labor, yo no puedo sistematizar, porque me estoy anulando ante la
posibilidad de descubrir lo nuevo. Debo tener interés en aprender de la experiencia. Y hay
mucha gente que le cuesta sistematizar porque en el fondo, aunque diga que no, cree que ya lo
sabe todo o casi todo, entonces no se coloca en situación de aprendizaje.
La segunda condición: tener sensibilidad para dejar hablar a la experiencia por sí
misma, lo cual tampoco es fácil. Muchas veces hemos hecho un plan, un proyecto con una
idea de lo que queremos que suceda y eso nos condiciona de tal manera, que a la hora de
interpretar lo que ocurre, lo hacemos en función del proyecto previo en lugar de mirar lo que
efectivamente ha sucedido.
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Tercera condición personal: tener habilidad para hacer análisis y síntesis. Si yo no sé
descomponer los distintos aspectos que componen la complejidad de una experiencia; si yo no
puedo diferenciar los distintos elementos que están allí presentes, me va a ser muy difícil
comprender cuál elemento tuvo un peso más importante sobre los otros. De ahí que se nos
mezclen las cosas y nos confundamos en la interpretación, por no haber podido analizar cada
aspecto por separado y no haber sabido sintetizar lo más relevante.
Ahora bien, esas condiciones, ¿dónde las aprendemos?. Muchas veces nuestros sistemas
educativos no nos enseñan a desarrollar nuestra capacidad de teorización, nuestra capacidad de
percepción, nuestra capacidad de análisis ni nuestra capacidad de síntesis; entonces somos más
narradores o repetidores. Podemos contar experiencias, pero a la hora de tratar de explicar
cuáles eran los factores más importantes o decisivos o a la hora de comprender cómo se
relaciona esto con lo otro, no somos capaces de hacerlo. Por eso necesitamos formarnos para
desarrollar nuestras capacidades de producción teórica.
Las condiciones institucionales. Decía hace un momento que nuestra propuesta es una
propuesta para llevarla a cabo colectivamente. Por eso creemos que es muy importante que las
sistematizaciones se hagan en un marco institucional; es decir, en el seno de los equipos de
trabajo. Esto puede ser al interior de un ministerio, un sindicato, una institución internacional,
una red de Ongs, una organización de mujeres rurales, etc. Yo creo que en casi cualquier
espacio organizativo o institucional esto es posible; en todo caso, las condiciones serían, por lo
menos, estas tres:
Primera condición. Aunque parezca broma reiterarlo: que la sistematización sea una
prioridad para la política de la institución o de la organización. No que diga que es importante,
sino que en los hechos se demuestre que lo es. Es decir; si la institución no tiene interés
prioritario en sistematizar, no va a dar ni el tiempo, ni los recursos, ni va a asignar a nadie para
que se pueda hacer esta sistematización efectivamente, o lo va a hacer por un tiempo y luego
le va a asignar otra responsabilidad. Ocurre muy frecuentemente. Porque, por ejemplo, si una
institución piensa que ya tiene su pensamiento elaborado, que ya tiene toda su estrategia
claramente definida, ¿para qué va a ponerse a sistematizar lo que está haciendo?. Lo que tiene
que hacer es hacer más y más lo que ya hace y sabe. Entonces, es necesario que la institución
lo asuma como tema prioritario y tome las medidas necesarias para hacerla viable.
Segunda condición institucional: que haya interés por buscar coherencia en el trabajo
de equipo. Muchos de nuestros grupos y nuestras instituciones, incluso las pequeñas, tienen
distintos equipos haciendo diferentes cosas, pero a veces no nos preocupamos por que haya
coherencia entre sí; entonces son como islas. El equipo tal tiene su idea, su teoría, sus métodos
de cómo hacer las cosas; el otro equipo tiene la suya y como no hay un interés de búsqueda y
coherencia común, pues cada quien siga haciendo lo que hace y la institución no promueve
diálogos, debates, ejercicios de sistematización; cada quien va por su lado. La sistematización
de experiencias puede ser un importante factor de aglutinación y coherencia para el trabajo en
equipo y la construcción de un pensamiento compartido.
Tercera condición: que tengamos la capacidad de desarrollar un proceso acumulativo en
nuestras instituciones. Que no pase el tiempo y sigamos haciendo lo mismo, repitiendo
rutinariamente lo que ya sabemos. Que realmente tengamos experiencias creadoras e
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innovadoras; es decir, que haya un proceso de acumulación sobre lo que se ha ido
construyendo. Si cada año simplemente hacemos una evaluación en la que se mira qué se
logró, qué no se logró y se emite una recomendación, pero de repente no se recogen los
procesos, no se deja hablar a los sujetos, no se pone atención a las diversas interpretaciones,
no hay diálogo y no hay debate; salimos únicamente con una evaluación. Quedan claros los
puntos que no se lograron, los puntos que sí y tenemos recomendaciones que no se pueden
aterrizar porque los sujetos de la experiencia no están conectando su práctica inmediata con
esa recomendación de la evaluación. Entonces, aunque en otro momento podríamos
profundizar más este tema de la relación entre ambas, les adelanto la idea de que
sistematización y evaluación se pueden alimentar mutuamente de forma muy importante y
muy rica, pero la institución tiene que desarrollar un proceso acumulativo y creador para no ir
patinando sobre el mismo lugar.
Por último, les planteo algunas preguntas muy usuales y un esbozo de ideas a
profundizar:
¿Quién sistematiza?- Tenemos que impulsar participativamente que los sujetos de la
experiencia, los alumnos, las alumnas, los instructores, los promotores, promotoras,
educadores, educadoras, supervisores, supervisoras; es decir, todos desde el lugar que ocupen
en la institución o en la práctica educativa, desde ese lugar podemos aportar a la
sistematización. Hay muchas y muy variadas formas de involucrar a los diferentes actores de
una experiencia en su sistematización, aunque no necesariamente supone que todas las
personas tendrán que hacer todo.
¿Se podrá sistematizar cualquier experiencia?- Pues aparentemente, en esta idea general,
uno podría decir sí, pero tiene que tener un cierto trayecto, tiene que haber desarrollado un
cierto camino, un cierto proceso para poderlo sistematizar. Si hay una experiencia que está
empezando o que, por ejemplo, tiene seis meses, pues quizá lo que va a salir como resultado
del aprendizaje de eso no es lo mismo que si se trata de una experiencia que ya tiene un año o
dos años.
¿Esto quiere decir que hay que esperar a que se termine la experiencia?- No, porque si
ya se terminó, ¿para qué sistematizarla?. Qué vamos a hacer si como resultado comentamos:
“qué bonito, pero hubiera sido bueno haberlo hecho antes y esos aprendizajes nos hubieran
ilustrado sobre todo lo que hubiéramos tenido que hacer”. Hay una propuesta que vamos a
trabajar en el taller: Ir construyendo, conjuntamente con el desarrollo de la experiencia,
instrumentos de registro que permitan ir recuperando lo que ocurre mientras ocurre, para
poder, entonces, contar con la información necesaria para los momentos y los procesos de
sistematización; momentos privilegiados para la sistematización.
Finalmente, una reflexión que es un desafío: Esto que llamamos sistematización de
experiencias continúa siendo un objeto a construir.. Creo que no existe “una” sola y definitiva
forma de concebir y de hacer esto que estamos llamando sistematización, Y cursos, talleres y
debates como éstos son los que nos permiten enriquecer las propuestas de cada quien con otros
aportes de otras personas. Por eso les invito a visitar nuestra página en internet donde de
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tiempo en tiempo estamos incluyendo nuevos materiales que nos ayudan a enriquecer nuestras
ideas.
El día que creamos que hemos encontrado la receta para la sistematización y que nuestra
propuesta es la única o la mejor y no tenemos nada más que repetirla y no estamos dispuestos
a recrearla o reinventarla, ese día estamos liquidados. Les hago, pues, un llamado para que
estas ideas que propongo y el taller que vamos a tener ahora, más el de las dos semanas
anteriores y el que vendrá la próxima semana, nos ayuden a seguir construyendo, ojalá con
todos y todas, una propuesta, con pistas y pautas, para hacer esto que es aprender e interpretar
nuestras experiencias, para poder transformarlas. Que esto lo podamos hacer cada vez más
personas, cada vez en más lugares, en todos los rincones de nuestro continente, porque es
indispensable que los aprendizajes de nuestras prácticas nos ayuden a crear nuevas prácticas
transformadoras, porque la educación en América Latina requiere urgentemente una
transformación de fondo y radical.
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