SEMINARIO: PROCESOS PSICOLÓGICOS BÁSICOS

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XVI ENCUENTRO ARGENTINO DEL ECP
2011 MAR DEL PLATA
Lic. Ma. Laura Brisighelli
e-mail: [email protected]
Título del trabajo: Espacios de supervisión y nuestro espacio de co-visión
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A modo de presentación
Contra reloj, intentando no mirar los mails que “van cayendo” en cascada en la
famosa bandeja de entrada, corriendo a un lado las responsabilidades laborales, me
dispongo a pensar un poco en el Encuentro del jueves próximo en Mar del Plata… Otra
vez Mar del Plata…18 años de Mar del Plata. La carrera de grado, la formación, los
viajes semanales al Ciclo de estudios del ECP, los viajes para compartir experiencias
con las chicas de co-vi…pensar y sentir “entre” Necochea y Mar del Plata.
Intento pensar en algo mío para compartir, algo que quiera compartir. Se me ocurre el
espacio de co-visión. Aquel espacio que venimos cuidando y sosteniendo entre todas
desde…mi carpeta dice 2000, 2001, ¿2000? ¡Felicidades chicas! Qué placer, cuánto
esfuerzo, cuánto estudio y cuántos kilómetros recorridos -si a Mar del Plata le sumamos
algún Encuentro: argentino, latino, foro internacional…algunas llegaron hasta
Mallorca…
Las co-visionarias...todas mujeres, las psicólogas, las recién recibidas que se fueron
convirtiendo (así, gerundio, proceso y devenir, el gerundio que la escritura académica
cercena) nos fuimos convirtiendo en mujeres adultas, supongo que éramos más niñas,
más jóvenes…más ingenuas, más intolerantes, más terminantes, más temerosas… una
amiga me diría: ¡hablá por vos! No emparejés que no hay loma… Pero no menos
apasionadas que hoy. Y en eso del apasionamiento por la profesión, no puedo más que
pensar que se contagia, se respira y se transpira… pienso en Silvia, en su infinita
disponibilidad y en su capacidad para contagiarnos, inspirarnos y acompañarnos en este
proceso de conversión que nos alcanza a todas, a las 5 co-visionarias.
Las presentaciones están hechas…ahora, a caminar…
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Caminante no hay camino…se hace camino al andar
Dice el pequeño Larousse ilustrado (1993): Supervisión: revisar un trabajo. Del
latín super: sobre, videre: ver. Mirar desde arriba, mirar desde lo alto.
De esta manera denota superioridad del que mira, está en posición para mirar. En
otros ámbitos (campo industrial y administrativo) también se lo asocia al control y
vigilancia que ejerce el supervisor.
Nosotras, desde nuestro trabajo grupal, elegimos llamar a nuestro espacio, Espacio
de Co-visión. Somos co-veedoras. Miramos juntas, a la par.
“Nada como ir juntos a la par y caminos desandar” (Norberto Napolitano, Pappo)
“La supervisión pretende ser una reflexión crítica de la propia práctica para llevar a
cabo un cambio, una transformación en el ser, en el saber aprender, en el saber hacer y
en el saber estar” (Lobato, C. 2007. Pg. 38)
Podemos leer sobre el dispositivo que se despliega en el proceso de supervisión.
Aprender sobre los objetivos -generales y específicos- y conceptualizar de la mano de
numerosos autores. Es necesario hacerlo, hace a la práctica profesional y al ejercicio del
rol, de manera responsable. De hecho, la mayoría de los autores sostienen que 3 factores
son esenciales a la hora de pensar en la formación y el oficio del terapeuta: el
aprendizaje, el proceso personal y la supervisión.
Si hablamos del aprendizaje, existen dos vías complementarias. Un camino es más
tradicional, intelectual; se basa en leer, estudiar, incorporar conceptos teóricos, técnicas
etc. Otra vía, más de corte vivencial implica el aprendizaje por observación (aprendizaje
vicario según A. Bandura) “Se aprende viendo impartir la terapia” (Peñarrubia, F.
2004, pg.69)
La mayoría de los autores coinciden en que en nuestra profesión se necesita algo más,
podríamos decir, algo relacionado a la forma de estar con los otros. “La afirmación de
que la psicoterapia es fundamentalmente un encuentro humano no significa que no
exista ninguna teoría que los terapeutas deban aprender ni ninguna técnica que deban
adquirir. Lo que sí significa, en cambio, es que la teoría pertinente debe explicar el
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proceso a través del cual este encuentro humano origina el cambio, y que las técnicas
pertinentes deben incluir la capacidad de utilizar la propia humanidad como
instrumento terapéutico” (J.D. Safran y Z.V Segal 1997, pg. 17)
En este sentido, Ángela Hernández Córdoba, docente de Maestría de la Facultad de
Psicología de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, sostiene que: “Comprendo la
supervisión como un escenario clínico – formativo y como un proceso transformativo y
generador en el cual las personas desarrollan sus competencias. Es a la vez una forma
de enseñar un enfoque específico de terapia y una práctica reflexiva sobre la propia
práctica terapéutica” (2007, pg. 227)
Ahora bien, pensando en nuestra experiencia de co-visión, más allá de toda la
información teórica de la que se dispone (tenemos más de un programa del Ciclo de
Estudios del ECP y mucha bibliografía, más artículos novedosos) en el espacio de covisión, nuestro espacio de co-visión, lo escrito se hace voz, se pone letra y música,
circulan palabras -además del mate y algunas galletitas- y sentires referidos a los
encuentros con el otro, con los otros. De esta manera vamos conociéndonos,
profundizando nuestra relación, aprendiendo a confiar para poder compartir con el
colega, compañero de ruta, compañero de grupo. Ejercitando hasta sacar músculo y
fortalecer esto de intentar ser aceptante, empático, congruente…el espacio de co-vi se
transforma en la “cocina” (me gusta más que la imagen de “laboratorio”), se cocina con
distintas actitudes, cada una aporta un ingrediente único, exótico (¡qué pretenciosa!
¿No? Esto de creer que una aporta algo exótico… extranjero, fuera de lo común…) En
esta cocina hay muchas cosas que están permitidas, que son posibles.
En este sentido, aspectos del espacio de co-visión convergen con el espacio
terapéutico, porque sabemos que la co-visión es uno de los métodos de desarrollo
profesional característico de las profesiones de ayuda, aquellas que priorizan la
capacidad para relacionarse, hacen hincapié en las famosas habilidades de interacción
social. (Monjas Casares, I.2000)
Es así que “El objetivo de la supervisión es activar los recursos interaccionales de
los terapeutas para que amplíen y complejicen sus posibilidades de relación y sean
instrumento de cambio más versátiles y efectivos” (Hernández Códoba, A. 2007)
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Podemos pensar el ser versátiles como poseedores de mayor espontaneidad. En ese
sentido, desde el E.C.P. se promueve la congruencia como una de las tres actitudes
básicas. La coherencia y fluidez entre mi pensar, sentir y actuar.
Desde la Tercera Fuerza -Corriente fenomenológico-existencial- encontramos
diversos autores que consideran la imposibilidad de disociar la formación profesional
del recorrido personal, si pensamos en el concepto de totalidad y en el marco que nos
brinda el Paradigma de la Complejidad (Morin, E. 2008) sabemos que tal división es
imposible, y a esta altura impensada. El terapeuta se expone, entra en relación con sus
propias emociones, temores, con su biografía, tanto en el espacio de la psicoterapia
como en el espacio de co-visión. Se hacen visibles sus creencias, valores e ideología.
Este modo de trabajo (niveles psicotecnológico y psicopraxiológico) plantea una
coherencia interna con el concepto de hombre al que se adhiere (nivel ontológico)
Pensamos en un hombre pro-activo, tendiente al movimiento, capaz de utilizar
creativamente estímulos externos e internos. (Serroni- Coppello, R. 1997)
Grazzia Cecchinni en el texto de Claudio Naranjo (2004) comparte sus experiencias en
relación a su formación y dice: “La discusión acerca de la necesidad o no de un trabajo
personal del terapeuta y la separación entre formación personal y profesional me
dejaba un poco descolocada…había experimentado tan fuertemente el cambio de mi
modo de relacionarme con el cliente a medida que se producían cambios en los niveles
de conciencia de mi ser, que no lograba concebir un terapeuta que pudiera entrar en
una relación significativa con un cliente simplemente como un operador especializado
en relaciones humanas” (pg. 253)
Entonces, compartiendo esta línea de pensamiento, y los trabajos de Clemente Lobato
-investigador de la Universidad del País Vasco- (2007) sostenemos que nuestra
profesión requiere de una formación bidimensional, ya que al saber teórico-conceptual,
se le suman habilidades y disposiciones personales, actitudes. Debiera ser el espacio de
co-visión el espacio favorecedor para la integración de estos aspectos.
Dicho autor sostiene que las actitudes constituyen una dimensión importante para la
calidad profesional. Nosotros podríamos agregar: para la calidad y calidez de cualquier
relación interpersonal que se pretenda iniciar.
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Desde el inicio de nuestra formación de grado, se nos dice que los “contenidos a
aprender” son: conceptuales, procedimentales, y actitudinales.
En las distintas cátedras se profundizan los primeros y se olvidan los segundos.
Verdaderamente el anudamiento de los tres tipos de contenidos, se despliega en el
dispositivo grupal con el que hemos trabajado en nuestro espacio de co-visión; ya que
sistemáticamente la mirada la volvemos a nosotras, nuestro sentir y pensar en relación a
tal o cuál situación. Más que trabajar sobre el otro, trabajamos todas con los otros y
nosotras. Con lo que el relato, la mirada, los silencios del otro nos generan. Intentamos
recrear en ese momento algo de aquel encuentro original, sabiéndolo único e irrepetible,
y conscientes de que éste, nuestro encuentro de co-vi también es original en ese sentido,
(un idiofenómeno, nos diría nuestro Pupi -Alberto Vilanova- en primer año de la
facultad)
Dice Lobato: “Con el fin de realizar con cierta calidad su trabajo, el profesional
debería ser capaz de funcionar tanto como un ser integrado como integrador. Para esto
requiere una competencia que surge de un deliberado y mutuo engranaje de sus propios
objetivos y capacidades de actuación, de modo que sus objetivos correspondan a sus
competencias, a sus propios sentimientos y preferencias, siendo capaz de ajustar
adecuadamente sus propios valores y normas, y su influencia sobre sus acciones y
esfuerzos” (pg. 30)
Estamos hablando entonces de profundizar la comprensión de sí mismo, es probable
que pueda lograrse en los espacios de supervisión, al menos eso es lo que sucede en
nuestro espacio de co-visión. Dice Rogers, C. (1978) “En las prácticas de orientación,
se llevan casos directamente y así el orientador se da cuenta de sus puntos débiles, sus
necesidades emocionales y los modos en que ha intentado satisfacerlas. El supervisor
tiene una oportunidad única para ayudar al individuo a comprenderse a sí mismo
durante el período de prácticas” (pg. 208)
En este sentido, podríamos pensar el espacio de co-visión como el lugar en el cuál
poder reflexionar, no sólo sobre nuestro quehacer, sino sobre nuestro sentir en el
encuentro con el otro, nuestras resonancias de aquellos encuentros y la capacidad para
ahuecarnos en este proceso de ser resonadores. Resonar también en el encuentro de coveedores, de pares presentes en el aquí y ahora, más que pensar en el allá y entonces.
(Rud, C.; Rey, V. 2000)
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En relación a este punto, al trabajar la comprensión empatica, dice Rogers: “En la
terapia centrada en el cliente, éste encuentra en el consejero otro yo genuino en un
sentido técnico y operacional, un yo que temporariamente se ha desprovisto (en la
medida de lo posible) de su propia yoidad, excepto en lo que se refiere a la cualidad de
intentar comprender” (1997, pg. 49)
Este proceso se genera también en el encuentro de co-visión. Ejercitando las actitudes
es que intentamos ser empáticas y comprehender lo que se va cocinando en la intimidad
de nuestro grupo. Es todo un desafío y un comprometerse con la tarea, animarse a
“exponerse al contagio”, a conectarse con uno y con el otro, y con lo que nos va
sucediendo en el proceso.
…Sintetizando…
“Sólo si los consultantes y los demás profesionales conocen el sentido de nuestro
proceder, podremos cumplir con el imperativo ético de hacer de la psicoterapia una
relación transformadora de sujetos libres en colaboración” (Hernández Córdoba, A.
pg. 229)
Si pensamos en algunas ideas para el cierre, creo que es importante reflexionar acerca
de nuestras prácticas profesionales y compartir esas reflexiones. Este trabajo surge de la
necesidad de compartir algo de lo que desde hace mucho tiempo venimos construyendo
entre todas, y que hasta ahora era más bien íntimo, quedaba “en casa”, en una casa
cómoda y calentita. No fue fácil aceptar el desafío que implica dejar esa comodidad y el
anonimato… pero, desde un lugar más teórico, Raúl Serroni – Coppello (1997) nos
convoca a transformarnos en epistemólogos de nuestra disciplina, destacando la
necesidad de democratizar el espacio terapéutico incluyendo al consultante en el
proceso de revisión para la legitimación del mismo. En este sentido, él plantea una
actividad planificada, no azarosa y un proceso de legitimación dialogado. Si adhiero a
su postura en nuestro consultorio, ¿por qué no pensar en la posibilidad de compartir
para revisar y legitimar entre todas/os lo que venimos haciendo juntas/os?
Si el espacio de co-visión es isomórfico a la psicoterapia, podríamos pensar que no
sólo se reflexiona sobre nuestro rol y prácticas, sino que también se aprende un modo de
hacer psicoterapia. En co-visión, al favorecer la interacción personal, se alternan
momentos de construcción individual y momentos de co-construcción. Momentos en los
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que se trabajan premisas, valores y sentimientos personales generados a partir de la
práctica, y momentos de construcción grupal, donde la mirada se focaliza en los modos
de relación, de interacción, de coordinación entre consultante, terapeuta y equipo de covisión. (Hernández Córdoba, 2007)
Es así que cobran relevancia las resonancias de co-visión y en co-visión. Algunas de
esas resonancias personales quedan registradas hoy, en este trabajo pensado y sentido,
para el Encuentro del E.C.P. en Mar del Plata.
Nada más que decir, mucho por hacer… a disfrutar de nuestro encuentro en la
“ciudad feliz”
BIBLIOGRAFÍA
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García - Pelayo y Gros, R. (1993) pequeño Larousse ilustrado. Madrid, España.
Ediciones Larousse.
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Hernández Córdoba, A. (2007) Supervisión de psicoterapeutas sistémicos: un
crisol para devenir instrumentos de cambio. Diversitas. Perspectivas en
Psicología. Julio-Diciembre. Año/vol. 3. nro. 002. Pp. 227-238 Universidad
Santo Tomás. Bogotá. Colombia.
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Lobato, C. (2007) La supervisión de la práctica profesional socioeducativa.
Revista Psicodidáctica. Vol. 12. Nro. 1. Pp. 29-50 Universidad del País Vasco.
España.
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Monjas Casares, I. (2000) Programa de Enseñanza de Habilidades de
Interacción Social (PEHIS) Madrid: CEPE. Pp25-42
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Morin, E. (2008) Introducción al pensamiento complejo. Argentina. Gedisa.
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Naranjo, C. (2004) Graccia Cecchinni explica su forma de “terapia sistémica
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Naranjo, C. (2004) F. Peñarrubia escribe sobre la supervisión en Gestalt. En
Gestalt de Vanguardia. México. SAGA Ediciones.
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Rogers, C. (1997) El proceso de convertirse en persona. Bs. As. Paidós.
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Rogers, C. (1998) Terapia, personalidad y relaciones interpersonales. Bs. As.
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Rogers, C. (1978) Orientación Psicológica y Psicoterapia. Madrid. España.
Narcea Ediciones.
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Rud, C.; Rey, V. (2000) Resonancias. Trabajo presentado en el 10 mo.
Encuentro Latinoamericano del A.C.P. Córdoba. Argentina
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Safran, J.D. y Z.V Segal (1997) El proceso interpersonal en la terapia
cognitiva. Bs. As. Paidós.

Serroni-Copello, R. (1997) Diálogo, racionalidad y salud mental. Buenos Aires:
ADIP.
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