NATURALEZA Y SOCIEDAD - Universidad de Concepción

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NATURALEZA
Y
SOCIEDAD
Prof. Orlando A. Retamal Montecinos
*Una reflexión sociológica necesaria o el discurso de la naturaleza debe ser
incorporado de manera prioritaria a la reflexión de las Ciencias Sociales.*
Si partimos del hecho que la tierra o la naturaleza ha
evolucionado sin la presencia del hombre en el 99,93% del inicio de
la vida (Sáiz Gutiérrez: Ecología y sociedad, 1978), podemos entender
con toda claridad que los problemas que afectan hoy a la población de
la especie humana y a la estructura social que la sustenta, son de fecha
muy reciente. Ellos comienzan a generarse en el último instante del
larguísimo proceso evolutivo del planeta.
Casi un millón de años llevó a la especie humana desarrollarse
como una especie inteligente en el marco de las relaciones naturales
y en competencia con las demás poblaciones de especies que conforman
la biodiversidad, con las que estaba emparentada biológica y
genéticamente. Ninguna especie de la comunidad biótica o de los seres
vivos escapó de las leyes que rigen el sistema natural y a la dinámica
de su evolución, tampoco el hombre.
La especie humana ha empezado a actuar diferenciada e
independientemente en relación con sus parientes biológicos y con la
naturaleza en su conjunto, como unidad sistémica, en la última fase
de ese proceso que ha hecho posible la vida sobre la tierra, hace entre
unos 500 mil a unos 10 mil años atrás, antes de lo que conocemos como
la Pre y la Historia de la humanidad.
Su desarrollo como especie diferenciada e inteligente se
regula de acuerdo a la forma como resolvía la satisfacción de su
necesidades básicas, que le permitía el desarrollo y la continuación
de su ciclo de vida (nacimiento, procreación, desarrollo y muerte).
Así en un comienzo, la relación del hombre intra e interespecie
en el marco natural, tuvo un carácter semipasivo, utilizando tan sólo
su potencial energético natural, al igual que las demás poblaciones
de los otros mamíferos superiores, con los que competía directamente,
como individuo o población de la especie por los recursos
fotosintéticos de la naturaleza que constituyeron y constituyen la base
de su supervivencia.
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EL DESARROLLO SOCIO-CULTURAL EN EL MARCO DE LA CREACIÓN Y EXPANSIÓN DEL
SISTEMA PRODUCTIVO ARTIFICIAL PROPIO DE LA ESPECIE HUMANA.
Al desarrollo histórico posterior, con una vida social más
compleja, en grupos sociales más amplios y estables contribuyó, sin
lugar a dudas, la intensificación técnica que permitió la caza y la
pesca. Estos recursos materiales y tecnológicos posibilitaron crear
las condiciones que van a estructurar el "Primer Sistema Productivo"
de la especie humana. Un sistema de regulación semi-independiente de
los sistemas productivos naturales: La Agricultura y la Ganadería,
que constituyen el éxito más grande alcanzado por el hombre en el
conocimiento y transformación de la naturaleza, hace entre unos 10 mil
a 8 mil años atrás.
La creación de un "sistema productivo artificial", significó
el comienzo de una serie de profundas transformaciones tanto
cualitativas, como cuantitativas al interior de las poblaciones de la
especie humana. Se forman las primeras aglomeraciones o sociedades
primitivas estables:
clanes, tribus, etc.) las que se forman y
desarrollan en diferentes lugares y regiones del planeta. A este
período de génesis, por su importancia posterior, se le conoce como
la "Revolución del Neolítico" (Gordon Childe).
Estos cambios fundacionales abarcaron, tanto el sistema de
relaciones
intraespecie:
roles,
funciones,
jerarquías,
competencias, posesiones, subordinaciones etc, como las relaciones
interespecíficas dentro de la comunidad biológica: domesticación de
plantas y animales. Todo ello significó un cambio fundamental en la
transformación de los ecosistemas circundantes.
Así mismo, se
producen y desarrollan relaciones de propiedad sobre el entorno físico
natural, es decir, se establece el uso, posesión y apropiación, como
especie, de los recursos naturales que son un patrimonio de todos los
seres vivos.
La agricultura y la ganadería, como técnicas productivas,
permiten por primera y única vez a una especie del sistema biológico,
satisfacer sus necesidades básicas, prescindiendo de la secuencia
temporal (estacionalidad) y del tipo o variedad del recurso natural.
El excedente de recursos alimenticios y la seguridad que
proporciona su disposición y uso a través de las técnicas del
almacenamiento (en un comienzo tuvo carácter sagrado), permitieron el
desarrollo de profundas y revolucionarias transformaciones en la vida
social, económica, política y cultural de la especie, tales como la
división social del trabajo, la propiedad, disposición y uso de los
bienes productivos, los roles en las estructuras del estado y los
mecanismos de gobierno y el acceso de la educación y la cultura etc.
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El modelo de desarrollo del sistema productivo del hombre
desde sus inicios, impulsa una serie de tendencias divergentes y
desarmónicas, tanto al interior de las nuevas formas en que se
estructura socialmente la especie: propiedad privada de los recursos
naturales y de los medios de producción y consumo, conflictos
político-sociales al interior de las nacientes estructuras de los
Estados y acciones bélicas o punitivas entre las naciones y pueblos
de la misma especie; como en el carácter depredador y agresivo que
conforman las relaciones con las demás especies de la comunidad
biológica.
Además, la agricultura y la ganadería dan origen al
sedentarismo y al desarrollo urbano lo que permite agrupar a nuevos
y cada vez más amplios núcleos de población. Con lo cual se aceleran
y profundizan las tendencias a la diversificación e independencia del
medio natural.
Así, el desarrollo tecnológico se convierte en el símbolo del
poder de la especie humana, tanto en lo que dice relación con la
producción de bienes materiales y servicios sociales, como en la
producción de armas (recursos bélicos) en las que se van a fundamentar
las relaciones intra e interespecies.
Estas tendencias se fueron desarrollando y consolidando
progresivamente desde la Revolución del Neolítico, hasta la Primera
Revolución Industrial en el siglo XVIII, extendiéndose a nivel
planetario en el curso de los siglos XIX y XX.
Como lo hemos expresado, se ha generado a partir del Neolítico
una singular "relación de competencia" entre los sistemas productivos
naturales, los que a través de la actividad fotosintética crean bienes
y servicios naturales en forma permanente, manteniendo el equilibrio
dinámico de las fuerzas productivas que regulan indefinidamente el uso
y consumo de la materia y la energía. Además, la producción natural
que realizan los propios componentes de la inmensa biodiversidad está
al servicio de los miembros y poblaciones de todas las especies
vivientes, incluyendo la especie humana.
Este maravilloso sistema productivo, se ha visto afectado por
las dimensiones que ha alcanzado el modelo depredador del sistema
productivo artificial, que el hombre como única especie, ha logrado
desarrollar, al emplear la materia y la energía independientemente de
la regulación natural, en especial los recursos energéticos no
renovables de alta entropía.
Además, este sistema artificial para mantenerse en
funcionamiento debe impulsar continua y permanentemente el desarrollo
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de las "fuerzas productivas" o de las "fuerzas
crecimiento de la producción material del
artificial, lo cual, nos demos o no nos demos
peligro de extinción no sólo el propio sistema
los sistemas productivos naturales y con ello
vida.
destructivas", base del
sistema de producción
cuenta de ello, pone en
productivo humano, sino
la base que sustenta la
Por otra parte, el sistema artificial de la especie humana está
destinado a producir "bienes y riquezas" en forma limitada y exclusiva,
sólo para la especie que lo ha creado.
En esencia satisface
necesidades no vitales, y por lo tanto, prescindibles. Además, los
bienes producidos se reparten sin equidad dentro de la propia especie,
es decir entre las naciones y al interior de los pueblos que conforman
la sociedad humana.
LA EXPANSIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL "MODELO DE PRODUCCIÓN DEL HOMBRE" Y SU
RESPONSABILIDAD EN LA CRISIS ECOLÓGICA GLOBAL QUE AFECTA A LA NATURALEZA
Y A LA SOCIEDAD.
A partir de la llamada 1º Revolución Tecnológica e Industrial
del siglo XVIII", se observa una relación Sociedad-Naturaleza, que se
caracteriza por una situación en la que se manifiestan, en forma
creciente nuevas y cada vez más violentas acciones impulsadas por la
clase dirigente de la sociedad humana destinadas a dominar o controlar,
no sólo al conjunto de los pueblos que gobiernan, sino a las demás
naciones de la especie y a la naturaleza en su conjunto, con el fin
de someterlos al modelo de desarrollo de su sistema productivo. Todo
era válido para producir y reproducir el modelo de desarrollo
"económico progresivo" o "economía del crecimiento", aunque tales
acciones provocaran alteraciones acumulativas sobre los mecanismos
naturales reguladores del equilibrio ecológico, en los que se
fundamenta toda forma de vida.
Este desarrollo económico, social y cultural de la humanidad,
ecológicamente divergente y socialmente desarmónico, se acentúa, con
la expansión a nivel mundial, de este modo de producción artificial,
al que se le ha designado con diversos nombres (esclavista, feudal,
mercantilista, capitalista, comunista, etc.), hoy se le denomina como
economía social de mercado o del crecimiento.
A partir de los países de Europa Occidental y de los Estados
Unidos de Norteamérica, el sistema productivo artificial se impuso,
no sólo a toda la población de la especie humana, sino que al conjunto
de la biosfera.
Esta nueva forma de organización económico-social, política
y cultural que privilegia las relaciones de explotación, tanto del
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trabajo asalariado (explotación intraespecie), como el uso abusivo y
depredador de los recursos naturales (explotación interespecie),
termina imponiéndose como el modelo productivo que pretendía regular
la vida misma.
La compulsión, la subordinación, la imposición y la violencia
abierta o sutil, ha sido la forma como este sistema se ha impuesto a
toda la especie y al conjunto de las especies que forman la diversidad
biológica de la tierra.
Todos
los
recursos
científicos,
tecnológicos,
económico-financieros, sociales, políticos, religiosos, culturales y
bélicos creados, fueron puestos al servicio de la tarea (cruzada) de
imponer el sistema productivo artificial del hombre. El que para
consolidarse rompía los marcos de las leyes naturales que habían
permitido el larguísimo proceso de evolución de la vida en el planeta.
Para mantener el desarrollo del proceso económico y permitir
su reproducción ampliada es necesario incentivar el uso y control de
los recursos naturales a través del desarrollo científico-tecnológico.
Para asegurar los bienes naturales y especialmente los
recursos energéticos fósiles (hidrocarburos) dispersos por el planeta
se estimularon las acciones bélicas punitivas (el hombre es la única
especie en que sus miembros se matan sin sentido), las que se
extendieron más allá de las fronteras nacionales, dando origen a
conflagraciones bélicas internacionales y a las guerras mundiales
entre las potencias de los Estados-Naciones emergentes.
La lógica consecuencia de las políticas de confrontación y/o
agresión militar (exterminio intraespecies) y la conquista y
dominación de la naturaleza (exterminio entre especies) fue el
nacimiento y expansión en gran escala de la industria bélica
(producción de armas), impulsada por las empresas privadas o por el
estado nacional que se consolidaba.
Con ello, comienzan a desviarse enormes recursos económicos,
científicos
y
tecnológicos
del
sector
civil
al
militar;
distorcionándose con ello aun más, el carácter y la función del "modo
de producción artificial del hombre". Este ya no estaba al servicio
de asegurar una mejor calidad de vida y la supervivencia de la especie
humana, sino que su finalidad pasa a ser: el modelo de crecimiento
del sistema económico-militar, el que en esencia no había sido
concebido para satisfacer las necesidades vitales de todos y cada uno
de los miembros de la especie humana, sino fundamentalmente necesidades
prescindibles o culturales (artificiales) de parte de las generaciones
presentes de la sociedad humana. El resto de las especies de la
diversidad biológica que constituyen la riqueza natural del mundo y
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posibilitan la supervivencia no representan un valor primordial, ante
la necesidad de mantener el modelo de acelerado crecimiento del modo
de producción humano.
El cuantioso derroche del sistema productivo artificial
destinado a la destrucción y la muerte se pensó, erróneamente, que había
concluído en 1945 con el término de la devastadora 2º Guerra Mundial.
Craso error pues, es a partir de la postguerra y en especial
desde 1950, con el inicio de la llamada "Guerra fría" que la insensatez
del desarrollo económico-social, político, cultural y bélico de la
especie humana, causa y efecto del modelo de producción artificial,
alcanza su máxima expresión.
A partir de 1950 con el inicio de la Guerra fría o confrontación
de los dos bloques político-ideológicos y militares que dividieron de
manera irreconciliable a todos los pueblos y Estados de la tierra,
propiciando una lucha confrontacional intraespecie que tuvo enormes
repercusiones para la Naturaleza y la Sociedad, y que se prolongó por
casi 40 años.
El conflicto mencionado impulsó como nunca antes el desarrollo
del modelo productivo artificial de la especie humana.
Para imponerse al enemigo fundamental (de la misma especie)
cualquier recurso era legítimo. En este conflicto, la opinión o la
vida de miembros o grupos de la población al interior o exterior de
los bloques en pugna no tenían importancia, tampoco se tenía mayor
consideración por la diversidad biológica, salvo como recursos
naturales potenciales para destruir al enemigo. De este modo, la
concepción militar determinó las relaciones entre los aliados y los
enemigos dentro y fuera de los bloques. Dejaron de tener valor las
"relaciones de vida", los hombres no pertenecían a una misma especie
biológica:
eran aliados o enemigos, así las nuevas relaciones
sociales eran "relaciones de muerte".
Esta mentalidad de bloques determinó también la relación
Hombre-Naturaleza. Se presionó de manera increible a los sistemas
naturales por recursos (materias y energía), no ya para satisfacer las
necesidades que permitieran el desarrollo del ciclo de vida de una
población que aumentaba de manera vertiginosa, sino derrotar al enemigo
fundamental de la propia especie.
El resultado de esta confrontación tan peligrosa como absurda
ha sido la "crisis ecológica global" que afecta al conjunto de la
biodiversidad, a la totalidad de la especie humana y a toda la biosfera.
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Esta crisis global está presente y se desarrolló
aceleradamente, aun cuando la clase dirigente en las esferas
político-ideológicas, económico-sociales, culturales y militares de
las naciones de la tierra no quieran
asumir la gravedad de la
situación, provocada por una sola especie (inteligente), que pretende
o ha pretendido actuar al margen o desconociendo las leyes naturales
que regulan y hacen posible la continuidad de la vida.
A estas últimas cuatro décadas del siglo 20 se les conoce, de
acuerdo con la denominación de las Naciones Unidas, como las "décadas
del desarrollo".
A pesar de la confrontación de los bloques
político-militares, se promovió a nivel internacional la creación de
organismo e instituciones financieras y de planificación que
promovieran en el marco del modelo económico humano, el desarrollo
social, económico y cultural de los pueblos y estados de la comunidad
internacional.
¿Qué es lo que realmente le ha ocurrido al planeta (naturaleza
y a la especie humana o sociedad) en estos últimos lustros?
En un estudio realizado por el World Watch Institute de
Washington y publicado en 1991, se hace una completa estimación
científica, en la que se establece: "En cada una de estas cuatro
décadas el crecimiento económico global de la tierra, ha sido igual
o mayor que el crecimiento que ha tenido el mundo desde el año 0 hasta
1950" (citado por Max-Neef, Revista el Canelo, 1992). Además, el
Informe coincide que en estas cuatro décadas nunca en la historia humana
ha habido una explosión demográfica de tales proporciones, se
necesitaron más de de 50.000 años para llegar a una población de 2.500
millones en 1950 y sólo 37 años para duplicar esa cifra, es decir, ya
el año 1987 se había superado la barrera de los 5.000 millones de
habitantes de nuestra especie, hoy sumamos 1.000 millones más en cada
decenio. Con ello se ha incrementado dramáticamente la pobreza, el
hambre y la mortalidad infantil. Así mismo, nunca antes en un período
tan breve han ocurrido tantos colapsos sociales, políticos, ecológicos
y medio ambientales en toda la tierra.
Para completar lo expresado por el Instituto de Washington
debemos agregar que la inversión militar de los bloques en pugna, en
estas cuatro décadas se había más que triplicado, ya en 1980. Vale
decir que la inversión militar anual creció de 130 mil millones de
dólares en 1950, llegando a más de 500 mil millones, en 1980, elevándose
dicha suma en 1990 a una cifra difícil de expresar 1 millón de millones
de dólares (1 + 12 ceros) en sólo 365 días!!, es decir, en las llamadas
"décadas del desarrollo; el gasto militar del mundo había crecido más
de siete veces (SIPRE- Estocolmo, Suecia).
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A la vez el consumo de combustible fósil, principal
responsable del calentamiento de la tierra (efecto invernadero) y de
la lluvia ácida, se había multiplicado varias veces.
Para completar el balance de este derroche inútil provocado
por la "Guerra Fría" para imponer acentos libertarios o sociales al
modelo de producción humano; debemos agregar que hacia 1990 en los
Estados Unidos, se gastaba el 70% del presupuesto público de
investigación científica, en el desarrollo de programas relacionados
con el armamentismo; en la ex Unión Soviética, el 60%; en Gran Bretaña,
el 50%.
Además, de los 2.250.000 científicos comprometidos en
investigación en todo el mundo, 500.000 trabajan en actividades
relacionadas con la industria bélica. Por último, de los físicos e
ingenieros, sobre el 50% de ellos, investigaba exclusivamente en el
desarrollo de nuevos sistemas de armamentos (Jonathan Porritt B.B.C.
Books, citado por A. Hoffmann, 1990). ¡Triste balance de lo realizado
en este medio siglo por la única especie inteligente de la diversidad
biológica!
Por otra parte, las consecuencias de la catástrofe ecológica
y de los problemas medio ambientales que nos afectan hoy, fueron
advertidos oportunamente en el Estudio Global 2000 que un grupo de
miembros de diversos organismos gubernamentales norteamericanos,
presentaron al Presidente J.Carter en 1980. En las conclusiones del
Informe se expresa: "Si la actual tendencia al desarrollo continúa,
en el mundo del año 2000, la tierra llegará a estar más superpoblada,
más contaminada, ecológicamente más inestable y más propensa a
trastornos que el mundo en que hoy vivimos una fuerte explosión
demográfica, una enorme presión sobre los recursos naturales y el medio
ambiente, se pueden predecir con toda claridad. A pesar de un enorme
incremento de los bienes materiales, el hombre y el medio ambiente serán
más pobres de lo que son hoy". (The Global 2000 Report to the President,
1980).
EL ROL DE LA CIENCIA Y DE LAS CIENCIAS SOCIALES
EN LA CONTINUIDAD DE LA VIDA.
"En el encuentro del capital y del trabajo, de la materia y
de la inteligencia, las nuevas tecnologías han cambiado no solamente
nuestra manera de trabajar sino toda nuestra manera de vivir.
Ellas se inscriben en un doble movimiento que caracteriza las
sociedades modernas hoy. Por una parte, la incorporación de más y más
conocimientos en los bienes y servicios; las máquinas, los procesos
de producción, la información, la comunicación, la comercialización
y, por otra parte, el uso creciente de la inteligencia en los procesos
económicos y sociales. El futuro de las naciones depende de manera
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crucial de la capacidad de agregar inteligencia a las materias primas
y de manejar en forma coherente y pragmática, una economía que garantice
una buena distribución y motive la innovación" (CONICYT. Panorama
científico Nov. 1993: Las funciones de la ciencia en la sociedad
chilena actual).
La pregunta que surge al leer esta declaración de principios
del credo modernista de la economía del crecimiento es: ¿al servicio
de qué o de quién está la ciencia o más bien, cuales son sus objetivos
fundamentales? ¿Debe ser la ciencia un instrumento del modelo de
desarrollo económico y social de la especie humana, concebido en los
parámetros de la economía social de mercado o economía del crecimiento,
al cual ha venido sustentando y el cual la ha sometido a lo largo del
tiempo y en especial en estos dos últimos siglos? O de verdad la
ciencia debe estar al servicio de estudiar, profundizar, comprender
y mantener el equilibrio de los procesos naturales y sociales, lo que
hace posible la continuidad de la vida, entendiendo por tal, el conjunto
de la inmensa diversidad biológica, tanto la que conocemos, como la
que nos es desconocida que puebla el único planeta, que hasta donde
sabemos ha desarrollado la vida.
Compartimos, al respecto, el principio expresado por John
Ruskin
en:
CUATRO ENSAYO SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LA ECONOMÍA
POLÍTICA PUBLICADO EN 1860: ¡¡ “NO HAY MÁS RIQUEZA DE LA VIDA”!!
Como ya lo expresamos, todo el desarrollo científico y
cultural de la humanidad ha estado directa o indirectamente subordinado
a los valores y principios que le ha impuesto el modelo de desarrollo
o crecimiento del sistema productivo artificial del hombre; ambos
procesos el económico y el científico se han alimentado o
retroalimentado recíprocamente a lo largo del tiempo. Para la mayoría
de la población que, como ya vimos, crece vertiginosamente, nada hay
más importante que el incremento de la riqueza material producida, sin
importarle para qué se produce o cuál es el costo natural y social que
este modelo de producción provoca.
Así la euforia que producen las conquistas materiales y la fe
en la capacidad tecnológica (inteligencia humana), aumentan la ilusión
o la creencia que nos hemos convertido en una supra especie animal o
extra sistema natural, y que por lo tanto, ya no dependeríamos del
medio ambiente que nos rodea, el que condiciona y posibilita, en última
instancia, la continuidad de la vida, también de la nuestra como
especie.
De modo que los seres humanos somos animales, a pesar del
esfuerzo realizado por filósofos, científicos y teólogos a través de
los tiempos para demostrar lo contrario.
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Ahora bien, si estamos destinados a permanecer en la tierra,
debemos plantearnos seriamente por lo adecuado o inadecuado del modelo
de desarrollo de nuestro sistema económico-social, el que , como lo
hemos dicho, en tan brevísimo lapso de la evolución cósmica está
amenazando con la extinción, no sólo a nuestra especie, sino a toda
la biodiversidad, una obra de creación inmensa, sino logramos vivir
en armonía con nuestro medio ambiente, en el marco de las leyes
naturales y restablecemos el equilibrio ecológico, peligrosamente
alterado por el modelo económico de la especie, al que impulsan la
ciencia, la técnica y la cultura actual.
"Es imprescindible hacer un alto en nuestra carrera suicida
para evitar el colapso inminente que se presagia si no recobramos
nuestra cordura y no reconocemos la vulnerabilidad de nuestro sistema
natural" (Cantú Martínez: contaminación ambiental, 1992).
Como se sabe, el hombre es un producto postrero de la
biocenosis terrestre, fue una consecuencia del medio y como tal se
presenta como un organismo adaptado a vivir en las condiciones
naturales existentes sobre el planeta.
Este es el principio
fundamental que debe regir todo lo que el hombre como especie cree o
desarrolle!!. De modo que pretender que el hombre se organice y actúe,
ignorando los sistemas naturales que le rodean y la organización
fundamental de la naturaleza es una utopía sin sentido que terminará,
sin duda en el fracaso.
El objetivo primordial y lo que justifica la ciencia y la
formación de los científicos no ha sido hasta hoy el conocimiento de
las leyes y los procesos naturales, hasta ahora la biodiversidad se
ha calculado en 30 millones de especies y se han clasificado solamente,
1.400 000 -(revista Muy Interesante, 1991), o de la producción
diversificada y ampliada de alimentos que completen la producción
fotosintética natural. Ahora bien, a nuestro entender, dos han sido
los falsos caminos transitados por la ciencia, los que a la vez han
contribuido a que ella se subordine al proceso económico del
crecimiento.
El primero ha sido la especialización o superespecialización
que ha restringido el principio holístico fundamental de toda visión
científica. Los hombres de ciencia "en su determinación por saber más
y más acerca de menos y menos, han terminado a menudo sabiéndolo todo
sobre nada" (Frank Bracho 1992).
El segundo, es que han sido las instituciones armadas y las
actividades industriales las que han impulsado el desarrollo, en
especial, de las ciencias de la materia (física-química) para conocer
más a fondo la materia y la energía, no para una mayor comprensión de
las leyes y procesos naturales y de la vida, sino para desarrollar
11
nuevos y más poderosos y sofisticados armamentos y equipos de guerra
al servicio de la destrucción y la muerte. El ejemplo más notable y
trágico de lo afirmamos es el uso bélico de la energía atómica y el
holocausto de Hiroshima y Nagasaki.
Así mientras las técnicas han adaptado el medio ambiente para
el actual modelo de desarrollo económico-social del hombre, los
científicos han ignorado el estudio de los efectos de la acción del
hombre sobre la naturaleza (Detmyeer 1971:
Man's impact on
environment, citado por Juan Gastó:
Ecología, el hombre y la
transformación de la naturaleza, 1979).
Como ya lo hemos expresado, al mismo tiempo que se
desarrollaban las ciencias de la materia y la aplicación tecnológica,
proliferaron las llamadas ciencias sociales, cuyo objeto fue el estudio
de nuevos ámbitos y procesos de la realidad que surgían de la expansión
del modelo de desarrollo económico o Economía del crecimiento y la
explosión demográfica.
Dos de estas ciencias han ocupado una posición central en su
afán de explicar los fundamentos de estos procesos: La Economía y la
Sociología.
LA CIENCIA ECONÓMICA: DEL PARADIGMA DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO AL
DESARROLLO SUSTENTABLE.
Es necesario expresarse con el máximo de claridad, si se
intenta precisar con objetividad el concepto de sustentabilidad o
desarrollo sustentable, separándolo del discurso teórico-metodológico
de la ciencia económica oficial, que se caracteriza por ignorar o
relativizar, lo referente al delicado equilibrio de los sistemas
productivos naturales y a la crisis ecológica global que aqueja hoy
a la naturaleza y por ende a la sociedad.
Los economistas profesionales como teóricos y la clase
política y la oligarquía económica que en la práctica controla todo
el proceso productivo a nivel nacional e internacional, se esfuerzan,
utilizando todos los instrumentos a su alcance:
medios de
comunicación, difusión y control, medios educacionales y culturales,
para convencerse y convencernos que en verdad existe el milagro del
crecimiento económico continuo y permanente. Que tal crecimiento
podría generar, sino se producen interferencias o anomalías, un volumen
tal de recursos, suficientes para resolver los problemas del hambre
y todos los males conexos, que aquejan a la humanidad. Lo lamentable
del asunto es que todavía la mayoría de la población cree que eso es
posible, pese a todas las evidencias científicas que afirman lo
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contrario, como lo expresado en el Informe Global 2000 dirigido al
Presidente de Estados Unidos, o en el Balance del World Watch Institute
de Washington, ya analizados en la parte anterior de este ensayo.
Ahora bien, "el término desarrollo sostenible o sustentable,
tiene por lo tanto, sentido para la ciencia económica, sólo si se
entiende como "desarrollo sin crecimiento, es decir, la mejora
cualitativa de una base económica física que se mantiene en un estado
físico mediante un rendimiento de la materia-energía que está dentro
de la capacidad regeneradora y asimilativa del ecosistema. Así el
desarrollo sostenible es una adaptación cultural hecha por la sociedad
cuando cobra conciencia de la necesidad del no crecimiento.
Ni
siquiera un crecimiento verde es sostenible. Hay límites en cuanto
a la población de árboles que puede sostener la tierra, como hay límites
a la población de seres humanos y automóviles. Engañarnos a nosotros
mismos creyendo que el crecimiento económico sigue siendo posible y
deseable, tanto sí lo etiquetamos como sostenible o lo coloreamos de
verde, tan sólo retrasará la transición inevitable, y la hará más
dolorosa" (Herman E. Daly: crecimiento sostenible: un teorema de la
imposibilidad. Rev.. Desarrollo Nº 20, 1991).
De modo que en la naturaleza nada crece indefinidamente. Esto
es válido, tanto para el hombre como especie, como para su sistema
económico; todos los componentes de la biosfera evolucionan, se
desarrollan y se expanden, dentro de los límites de las leyes que
regulan el sistema natural, manteniéndose así el equilibrio dinámico
que permite la continuidad de la vida.
Existe hoy pues, una tarea impostergable para la ciencia, cuál
es superar teórica y metodológicamente las parámetros del desarrollo
de la economía social de mercado o de la economía del crecimiento, pues
como lo expresa Herman Daly (Economía, ecología y ética, 1980).
"Fácilmente puede resultar que el crecimiento económico termine
costando más de lo que vale".
Con el fin de poner la economía al servicio de la vida y no
ésta
al servicio de aquella, se deben romper las ataduras
tecnocráticas e instrumentales de la ciencia económica para lograr una
visión más objetiva del actual modelo de producción del hombre o de
la "economía del crecimiento" y de sus repercusiones en los sistemas
naturales, sostenedores de la vida. "Vivimos en un mundo demasiado
poblado de teoría y de teóricos de la economía, y también de discípulos
y seguidores altamente sensibles a cualquier menoscabo de la
importancia de los manantiales en que beben su sabiduría y a los que
deben sus salarios. El procedimiento, si bien es utilizado por todos
los "científicos de la economía" que después de inventar sus verdades
llegan incluso a creer en ellas, no lleva en realidad, a parte alguna"
(Alvaro Briones: la Economía es Política, Stgo. Chile).
13
Como podemos observar, es absolutamente indispensable pasar
de las razones ideológicas, a la verdad científica, para superar el
bloqueo de los dogmatismos y reduccionismo de la cobertura
socio-cultural vigente que limita el desarrollo del cuestionamiento
teórico y científico de la realidad que nos envuelve y se retarda la
búsqueda de soluciones verdaderas a la crisis natural y social que
amenaza la vida en la tierra.
Si existen evidencias más que suficientes sobre la gravedad
de los problemas ecológicos generalizados que afectan a la naturaleza
y a la sociedad a escala planetaria, como así mismo, un cúmulo de
evidencias científicas, sobre la delicada estructura y funcionamiento
de los sistemas naturales.
¡Cómo es posible que la preocupación por esta grave situación,
permanezca inflexiblemente subordinada y mediatizada a los intereses
materiales de corto plazo, dentro del sistema del lenguaje económico
oficial, y al margen de las políticas macroeconómicas aplicadas por
la clase política, sin excepción en casi todos los países de la tierra!.
"En el sistema del lenguaje de la economía convencional, a
través de la enorme capacidad de penetración de sus justificadores
(progreso, modernización, crecimiento, desarrollo, integración,
eficiencia, productividad, economías a escala, externalidades, etc.),
en las formas de expresión de la vida cotidiana de las personas, se
ha transformado en un increiblemente poderoso y persistente sistema
de dominación, cuyo más notable atributo es su capacidad de influenciar
igualmente la percepción y la acción humana, más allá de las
preferencias políticas o ideológicas" (Max-Neef- A.Elizalde: Hacia
una Economía Ecológica- CEPAUR-Santiago-Chile).
Todos los indicadores económicos, cuando son positivos,
despiertan en la población, la ilusión de la riqueza y el bienestar.
Sí la situación socio-económica no es favorable, se piensa que podría
serlo en el futuro cercano.
Ahora
bien
¿todos
estos
indicadores
o
variables
macroeconómicas indican realmente lo que dicen?, ¿no nos engañan?.
Tomemos por ejemplo el PGB que es una abstracción intelectual,
si es positivo nos indica cuanto crecemos, si es negativo que no lo
hacemos, pero cualquiera que sea el porcentaje (positivo-negativo) no
indica en que proporción nos estamos comiendo (destruyendo) "nuestro
capital natural. Sí cuando lo utilizamos, se regenera y cómo lo hace,
cuando generamos el PGB (Max- Neef). Además, como la expresa Frank
Bracho (Salud, Ambiente y economía, 1992), "el cálculo del P.T.B. está
lleno de convencionalismos para calcular el gasto nacional,
14
convencionalismos
para
calcular
la
inflación
nacional,
convencionalismos para calcular la inversión etc.
Estos
convencionalismos a veces son extremados por los países para adecuarse
a sus recursos estadísticos, lo que puede alejarlos aún más de la
realidad. A título de ejemplo, en el caso de Venezuela para la medición
de la inflación se contabiliza en forma combinada el rubro alimentos,
bebidas y tabaco, con lo cual se tiende a dar la misma valoración
social a un plato de lentejas, un whisky y un cigarrillo, lo que revela
el menosprecio por la salud humana que pueden tener las
simplificaciones estadísticas del Producto Territorial Bruto, que como
se ve, por lo anterior, puede llegar a ser ¡bruto de verdad!". ¿Qué
es lo que rescatamos de la anteriormente expresado?: la destrucción
de la naturaleza no cuenta para la economía del crecimiento, a pesar
de las evidencias científicas abrumadoras.
El
biólogo
Peter
Vitousek,
de
la
Universidad
de
Stanford-Estados Unidos y sus colegas, calculan que el 40% de la
producción básica neta anual de la tierra sirve para atender
directamente las necesidades humanas, o las utiliza o destruye
indirectamente la actividad del hombre, lo que deja el 60% para los
casi 30 millones de otras especies que residen en la tierra y comparten
el planeta con los seres humanos.
Mientras ha sido preciso el devenir de toda la historia humana
para llegar a este punto, de mantenerse el crecimiento demográfico del
hombre al ritmo actual, para el año 2030 la parte correspondiente al
ser humano se duplicará y alcanzará el 80%. Simultáneamente, al
usurpar las personas (hombre) cada vez una mayor parte de la energía
sustentadora de la vida terrestre, los sistemas se deteriorarán más
de prisa. Es imposible precisar con exactitud cuando se cruzará
irreversiblemente el umbral vital. Pero como Vitousek y sus colegas
observan, "estas realidades biológicas parecen ignorarlas los que
creen que los límites del crecimiento económico se encuentran tan
lejos que ello carece de importancia para quienes toman actualmente
las decisiones" (Peter M. Vitousek y Cols. Human Appropiation of the
Products of Photosynthesis- Bio Science junio 1981, citado en la
salvación del planeta. Laster R. Brown y otros 1992).
Ahora bien, ¿cuánto vale el sistema productivo humano,
desarrollado en las condiciones que hemos venido planteando?. ¿Cuánto
cuesta a la naturaleza y a la biodiversidad sustentarlo?. Por no
querer, no saber o no poder calcular el costo real del deterioro
provocado por la sociedad a sí misma y a la naturaleza, no se puede
afirmar o ignorar que dicho costo no existe, en todo caso en el lenguaje
económico oficial se le designa con el nombre de externalidades, es
decir, un mal necesario.
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Cuando se talan los árboles y se venden como madera, la
operación se incluye como ingreso y se incorpora al PGB, pero no se
anota débito alguno por el deterioro del bosque y la diversidad
biológica. Como señala Robert Repetto (No Accounting for Pollution:
Washington Post-28 mayo 1989), "la incompetencia para distinguir entre
destrucción del activo natural y la generación de ingresos convierte
al PGB en falso indicador del progreso. La verdad que una nación puede
avanzar hacia la bancarrota ecológica mientras sigue registrando
aumento del producto geográfico bruto".
Por último, "volver a calcular el PGB, de manera que tome en
cuenta el agotamiento y deterioro de los bosques, recursos pesqueros,
provisiones de agua, calidad del aire y otros bienes naturales,
constituye un primer paso crítico para tender un puente que nos permita
franquear el creciente hueco abierto entre los beneficios económicos
reales y los ilusorios" (Lester R. Brown y otros: Salvación del
planeta, 1992).
En el mismo sentido se pronuncia la influyente revista Time
(18.12.1989) en relación con los Estados Unidos: "en definitiva,
Estados Unidos necesita una forma completamente nueva de evaluar el
crecimiento económico. El Producto Nacional Bruto y otras mediciones
convencionales del progreso se ocupan solamente de los aumentos en la
producción.
No toman en cuenta la pérdida de recursos naturales
irrecuperables y el daño que la contaminación derivada de la mayor
producción, causa al ambiente".
Hay que tener presente que la acción de deterioros o impacto
ambiental ocurre en todas las fases del ciclo económico, desde la
extracción, uso y manipulación
de los bienes naturales para la
producción humana, pasando por el consumo y eliminación de lo
producido, es decir, el proceso productivo implica creación,
eliminación, modificación y recombinación de los componentes
naturales, lo cual provoca contaminación o polución, ya sea por exceso,
defecto o nueva combinación de los constituyentes que componen los
bienes producidos, provocando con ello en la naturaleza, no sólo
deterioro por el uso abusivo de los productos naturales, sino se le
exige también a ella el servicio de purificar o reciclar lo producido
o eliminado por el hombre.
LA SOCIOLOGÍA Y LAS CIENCIAS SOCIALES
DEBEN CONTRIBUIR A FUNDAMENTAR EL NUEVO PARADIGMA: DE LA SOCIEDAD DEL
CRECIMIENTO ECONÓMICO A LA SOCIEDAD DEL PROGRESO SOSTENIDO.
Como se sabe, la Sociología nace en la fase de consolidación
y expansión más allá de las fronteras europeas del sistema de producción
artificial del hombre, más conocido con el nombre de "modo de producción
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capitalista".
Nace ante la necesidad de encontrar respuestas
coherentes y racionales, a una enorme cantidad de situaciones críticas
o problemáticas que provocaba el acelerado proceso tecno-industrial
y la expansión demográfica explosiva de la especie humana.
No hay duda que la etapa fundacional de la Sociología comienza
con el esfuerzo teórico y científico de Marx y su escuela para dilucidar
uno de los principios básicos del modo de producción capitalista: la
explotación del trabajo asalariado. Marx con su crítica a la Economía
Política dilucida o desentraña, a través del concepto de plusvalía el
real valor o significado del trabajo en la composición del capital,
que había permanecido oculto en la economía clásica.
De la sociología clásica, pasando por la Sociología Crítica
de la Escuela de Frankfurt, hasta la Sociología actual, la
preocupación central de esta ciencia ha sido todo lo concerniente al
hombre y a la sociedad humana, en su compleja multidimencionalidad.
Al margen de su ámbito de reflexión y análisis, han quedado las
relaciones de vida, es decir, las relaciones del hombre y de la
sociedad, como especie, con la inmensa diversidad biológica, en el
marco de la naturaleza que hacen posible la existencia del hombre y
la sociedad.
Nuestro planteamiento es que también el "discurso de la
naturaleza" debe ser, un tema central de la Sociología y de las Ciencias
Sociales.
Así como la primera crítica a la Economía Política Clásica,
al develar el verdadero carácter de la Economía burguesa, constituyó
uno de los momentos fundacionales de esta ciencia.
Una segunda crítica al modelo económico de la Economía del
crecimiento y a la ciencia económica que lo fundamenta significaría
para la Sociología develar el carácter mistificador de este modelo
económico que oculta el significado de la naturaleza en la formación
de la riqueza producida, ya que ha desarrollado una economía del
absurdo, que en nombre de los valores superiores destruye todos los
valores (naturaleza).
Pensamos que la Sociología y las Ciencias Sociales deben
contribuir a superar el retraso teórico y científico que existe sobre
el pensamiento socio-ecológico y sobre el desarrollo de la ciencia
medio ambiental.
Como lo expresa Fernando Mires (Discurso de la naturaleza:
Ecología y Política en América Latina, 1990) "América Latina continúa
siendo en realidad el paraíso de los economistas del desarrollo", justo
en los momentos en que en los países más industrializados, tal
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desarrollo se encuentra en un creciente descrédito (D. Meadows, "Los
límites del crecimiento-Informe del Club de Roma sobre la situación
humana, 1972).
En cambio, en América Latina el consenso industrialista
(modernista) continúa vigente en todas sus formas, hoy no bajo el lema
de la "sustitución de importaciones" como en los años 30 al 60, sino
al amparo de la nueva fórmula mágica de la "Economía del crecimiento".
Así pues, los problemas que provocan la "diversificación de
exportaciones" o las "ventajas comparativas", se les considera un lujo;
pues primero hay que resolver los problemas del hambre y la miseria.
¡Cómo si la explotación del ser humano y la explotación de la naturaleza
fueran antagónicas y no dos caras de la misma moneda o del mismo modelo
económico"!.
Además el economista del crecimiento olvidó, hace mucho
tiempo, las dimensiones físicas de la producción y centró su atención
tan sólo en el valor. Pero que la riqueza artificial creada por el
hombre se mida en unidades de valor, no anula sus dimensiones físicas
y sus consecuencias destructivas impredecibles.
Ahora bien, pensamos que las ciencias sociales deben
reflexionar sobre el surgimiento de una economía (social) de
necesidades finitas y sin crecimiento, es decir, la naturaleza y la
sociedad necesitan para la continuidad de la vida el estado
estacionario o el progreso permanente.
El término estado estacionario en el sentido clásico empleado
por John Stuart Mill, hace ya más de un siglo, en los conceptos que
hoy día difícilmente podrían ser más vigentes:
"Los economistas
políticos tienen que haber visto con mayor o menor claridad que el
incremento de la riqueza debe tener un límite: que al final de lo que
llamen estado progresivo, se encuentra el estado estacionario"
(Principios de Economía Política. Vol II 1857, citado por Herman
Daley, 1980).
"Por estado estacionario se entiende un acervo constante de
riqueza física (capital) y un acervo constante de personas (población).
Naturalmente estos acervos no permanecen constantes por sí solos. La
gente muere y la riqueza se consume, se desgasta o se deprecia. En
consecuencia los acervos se deben mantener con un índice de entradas
(nacimientos, producción) igual al índice de salidas (defunciones,
consumo).
Se podría suponer que el uso de los recursos imitan el modelo
creado por la propia naturaleza: un sistema de circuito cerrado de
ciclos materiales movidos por el sol.
En semejante sistema, la
durabilidad se maximiza y los recursos terrestres en teoría podrían
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durar tanto como el sol siga irradiando energía para mover los ciclos
productivos" (Herman Daley.Economía, ecología, ética, 1980).
Ahora bien, el hombre puede y debe imitar a la naturaleza y
construir una economía en que se reciclen todos los productos de desecho
y en que la energía se disipe a una escala mínima, para evitar la
contaminación térmica, respetándose así la segunda ley de la
termodinámica.
En la medida que la riqueza se vuelva más y más duradera, se
puede reducir al mínimo la generación de desechos.
¿Pero qué es lo que sucede hoy con el modelo económico actual
del hombre?. La economía del crecimiento para maximizar la producción
promueve previamente una enorme demanda al mercado, lo que impulsa una
producción de dimensiones cada vez mayores; pero si se aumentase la
durabilidad de los bienes, se reduciría la necesidad de reposición.
No obstante, cuanto más a prisa se desgasten las cosas, tanto mayor
será el flujo de la producción y los ingresos para quién produce.
Mientras la apatía del consumidor y el debilitamiento de la competencia
lo permitan existirán incentivos para minimizar la durabilidad.
Así, la obsolencia planeada, la autodestrucción programada y
otras prácticas dispendiosas, son el resultado lógico de maximizar la
corriente de mercaderías al mercado.
Si pensamos que "no hay más riqueza que la vida", debemos
maximizar, el acervo de la riqueza (vida) y no el flujo material
(destrucción).
Al respecto, nada más ejemplarizador es lo que ha señalado la
Organización Mundial de la Salud O.M.S. "con sólo 250 productos
esenciales, hoy existen más de 50 mil marcas en el mercado mundial,
se podría atender la mayoría de los problemas médicos-sanitarios de
cualquier país de la tierra".
Así resulta que el desarrollo de una falsa conciencia de masas,
nos ha hecho creer que el bienestar o la calidad de vida consiste en
el consumo a todo trance de más y más cosas, que la mayoría de las veces,
son inútiles, sin valor real y atentan contra la continuidad de la vida.
A la hora de recapitular podemos decir que el hombre es la única
especie de la diversidad biológica, que puede conciente y
planificadamente ayudar al desarrollo de las potencialidades naturales
y procesos vitales. Pero al mismo tiempo, es la única especie que
concientemente puede acabar con el milagro de la vida en la tierra.
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