HomiliaCardenalCastilloLara

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Homilía del Cardenal Castillo Lara
Hoy, no sólo Barquisimeto y el estado Lara, sino toda Venezuela se ha hecho
presente en esta millonaria manifestación de amor y devoción a la Divina Pastora de
Santa Rosa.
Hace 270 años que la Divina Providencia, en sus misteriosos planes, quiso cambiar la
estatua de la Inmaculada Concepción que había sido encargada a España por otra de
la Divina Pastora que, desde entonces, apacienta amorosamente su grey larense.
La figura del pastor, de honda raigambre bíblica, la escogió Nuestro Señor Jesucristo
para describir de modo real e incisivo el cuidado solícito y salvífico que fl tenía por
sus discípulos y seguidores, y que sus colaboradores deberíamos imitar en el cuidado
de los fieles cristianos. Jesucristo se define "el Buen Pastor", que conoce a sus ovejas
y ellas lo conocen y siguen su voz.
El Buen Pastor lleva sus ovejas a fértiles y abundantes pastizales y, si una se extravía
por cañadas oscuras, la busca hasta encontrarla, y, si es necesario, se la carga sobre
los hombros hasta llevarla al redil. Está dispuesto a dar la vida por sus ovejas.
El título de pastor bien puede aplicársele a la Santísima Virgen María, por ser Madre
del Buen Pastor y por haber recibido, al pie de la cruz, la misión de ser Madre de
todos los cristianos.
La Virgen asume esa función pastoril con maternal ternura y gran propiedad.
Bien podemos decir que se desvive por sus ovejas; vela por ellas, las sigue, se
interesa por sus necesidades y trata de aliviar sus dolores. La gran popularidad y la
gran devoción que la Divina Pastora ha suscitado entre los larenses es una
comprobación de los favores que hace continuamente a sus fieles.
Hoy se conmemoran los 150 años de una milagrosa intervención de la Divina Pastora
a favor de sus fieles barquisimetanos. En 1856 una terrible epidemia de cólera
azotaba cruelmente a los habitantes de esta ciudad. Eran muchos los que caían
gravemente enfermos y morían bajo el terrible flagelo, sin que se les pudiera
encontrar eficaz remedio, ni se vislumbraba un cercano fin a la epidemia. Ante esa
tragedia, el Pbro. José Macario Yépez, muy apreciado por la colectividad, que había
construido la iglesia de la Inmaculada Concepción, de la cual era párroco, propició
una visita de la Divina Pastora desde el pueblo de Santa Rosa hasta Barquisimeto.
La procesión concluyó en la iglesia de la Concepción, donde se celebró la Sagrada
Eucaristía. En la conmovedora homilía, el Padre Yépez se ofreció como víctima
propiciatoria para que cesase la epidemia. La Virgen aceptó la ofrenda y la epidemia
desapareció. Desde entonces en recuerdo y agradecimiento por el favor especial de la
Divina Pastora se realiza la hermosa procesión que, cada año, reúne más devotos y
cosecha más gracias recibidas.
La Santísima Virgen, por su función misma de Madre y Pastora, sigue con maternal
solicitud a sus fieles devotos, los cuida y defiende, aleja de ellos los peligros y busca
su salvación. Este es un momento favorable para pedirle gracias a la Divina Pastora.
Ella está dispuesta a ayudarnos. Cada uno tiene sus problemas personales y estará
pensando qué favor pedirle a la Virgen: la curación de un enfermo, la solución de un
problema familiar, o cualquier otro. En esta solemne ocasión deseo proponerles que
todos juntos le pidamos fervorosamente a la Divina Pastora que salve a Venezuela.
Nos encontramos en una situación de extrema gravedad como muy pocas en nuestra
historia.
Un gobierno elegido democráticamente hace siete años ha perdido su rumbo
democrático y presenta visos de dictadura, donde todos los poderes están
prácticamente en manos de una sola persona que los ejerce arbitraria y
despóticamente; no para procurar el mayor bien de la nación, sino para un torcido y
anacrónico proyecto político: el de implantar en Venezuela un régimen desastroso
como el que Fidel Castro, a costa de tantas vidas humanas y del progreso de su
nación, ha impuesto a Cuba.
Los siete años de gobierno ofrecen abundantes muestras de cómo será el futuro de
Venezuela si este régimen se perpetúa. Los principios fundamentales de la
democracia son ignorados o violados. Los derechos humanos se ven frecuentemente
menoscabados. La libertad de expresión es restringida y amenazada con
disposiciones legales para lograr la autocensura. La disidencia, apenas tolerada, es,
en muchos casos, perseguida. Los tribunales sentencian injusticias en nombre de la
ley; hay varias decenas de prisioneros políticos, mientras la delincuencia común
aumenta y ofrece un trágico saldo de más de diez mil homicidios por año. La
corrupción, -que se había propuesto eliminar radicalmente-, se multiplica ante el
silencio y la inactividad complaciente del Contralor General de la República hasta
producir varios miles de nuevos ricos millonarios. Al mismo tiempo crece la pobreza,
abunda el desempleo, trágica situación que las llamadas Misiones logran apenas
disimular. El odio sembrado, tenaz e irresponsablemente, amenaza hacer de los
venezolanos entre sí irreconciliables enemigos y lleva la división y enfrentamiento
hasta en el seno mismo de las familias.
Para colmo, el Consejo Nacional Electoral, espurio en su origen y fraudulento en su
actuación, ha quitado a casi la totalidad de los venezolanos toda confianza en votos y
elecciones.
Por otra parte, el altísimo precio del petróleo que permitiría solucionar muchos
problemas está siendo utilizado a través de ultra millonarios regalos para obtener de
otras naciones una incierta fidelidad política, mientras en Venezuela se siente
dolorosamente la falta de intervenciones y trabajos para acondicionar los hospitales
desprovistos de lo necesario, de reparar las vías de comunicación, las calles de las
ciudades, la construcción de viviendas y centros educativos, etc... Estas breves
pinceladas no tienen la intención de ofrecer una exhaustiva información que no
encontraría aquí su lugar ni el momento apropiado, sino la de ayudar a tomar
conciencia de una gravísima situación que bien puede compararse con la epidemia de
peste que hace 150 años motivó la intervención milagrosa de la Divina Pastora.
Ante la triste situación que vivimos y ante el peligro de que, si el pueblo venezolano
no toma conciencia de su gravedad y no se pronuncia categóricamente a favor de la
democracia y la libertad, nos encontraremos sometidos a una dictadura de tipo
marxista, vamos a pedirle, todos unidos, a la Divina Pastora:
"¡Virgen Santísima, que en nuestra historia has manifestado muchas veces tu
benevolencia y cariño por este pueblo, te pedimos que no nos abandones en este
momento!".
Nuestro Señor Jesucristo ha querido, quizás, darnos una dura lección por nuestras
infidelidades, por no haber sabido aprovechar los dones que nos dio de una
naturaleza tan fértil y rica, de una población inteligente, trabajadora y generosa, y por
no haber ayudado debidamente a los más necesitados y no haber vivido limpiamente
nuestra fe cristiana.
Apóyanos, dulce Divina Pastora, a aprender la lección y danos a todos la claridad de
la mente para conocer y evitar el peligro, y la fuerza para superar democráticamente
este momento difícil. Consíguenos el don de la paz, de la reconciliación, de la
conversión y danos la alegría de la recuperada libertad.
Así sea.
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