ENCUENTRO ROMA Ser hermano en el contexto de la misión compartida. - Tu experiencia de vivir el carisma marista como laica y como parte de la familia marista. Vivir mi vocación cristiana desde un carisma concreto y en particular desde el carisma heredado por Marcelino Champagnat, ha sido un proceso que comenzó cuando participaba en el movimiento juvenil del colegio marista en el que estudiaba. Como es lógico, ha habido muchas experiencias y circunstancias que han hecho que fuera poniendo palabra a lo que iba viviendo y sobre todo que fuera descubriendo el paso de Dios por mi vida y tomar opciones que han ido marcando mi ser. En este camino no he estado sola, ha habido muchos hermanos y también laicos con los que he compartido lo que nos hacía vivir, y esto ha sido fundamental para consolidar mi vocación. Porque lo que vivo es una vocación, es decir, he escuchado en mi vida la llamada de Dios a vivir el carisma de Champagnat y desde mi vida laical, respondo a ella. Y esto es lo que llamamos ser laico o laica marista. En el documento de referencia “En torno a la misma mesa: la vocación del laico marista de Champagnat” (EMM) que se redactó recogiendo la vivencia de muchos laicos y laicas maristas de diferentes partes del mundo, queda claro que “sentimos que la iniciativa de nuestra vocación viene de Dios. Y, porque ha nacido de Dios, respondemos con nuestras vidas con toda confianza, al estilo de María, como hemos aprendido de Marcelino Champagnat. Por ello, la vocación laical marista no nace como una necesidad en momentos de crisis vocacional de los hermanos, ni como una manera de manifestar el afecto hacia ellos. Es una llamada personal a una forma específica de ser discípulos de Jesús. Esto supone una gran novedad para todos los maristas: Para los hermanos porque supone una auténtica conversión ya que implica acoger como parte de la familia a “nuevos miembros” que hasta ahora no lo eran o no éramos conscientes de que lo fueran: es ver una familia nueva, más ampliada y sobre todo con un rostro distinto: una comunión de corazones en una gran pluralidad de culturas y de formas de vida. Para los laicos y laicas porque nos hace preguntarnos cómo me siento o me sitúo yo ante esta definición que el documento EMM nos ha dado, y si nos reconocemos en ella, tenemos la misma responsabilidad que los hermanos de colaborar en la familia, de dar a conocer la riqueza del carisma y promover la misión marista desde nuestra situación. Para Hermanos y laicos, porque nos desafía a crear una familia nueva. Y para hacerlo necesitamos crear espacios para compartir vida: espacios para conocernos, comprendernos y acogernos y sobre todo discernir juntos lo que Dios nos pide a los maristas en este momento y en este mundo. REACCIONES Y SENTIMIENTOS ANTE ESTA NOVEDAD 1 Algunas reacciones percibidas entre los laicos: - Hay personas a las que no les resulta interesante o pueden sentirse incomodados porque no se sienten convocados a ello y porque, a veces sin quererlo, a alguno le parece que se quiere imponer una forma de ser (¿Es que ahora van a querer que todos seamos maristas?). Es el reto de dar a conocer lo que hay, pero sabiendo que no todos (más bien pocos) son llamados a vivir el evangelio desde este carisma y que esto no supone ni un más ni un menos. En las obras, nos necesitamos todos, pero todos tenemos que saber también dónde estamos o trabajamos. Creo que un reto esencial es lograr que todos encuentren su lugar dentro de la obra, con unos compartiremos los desafíos profesionales, con otros podremos hablar y sentirnos en misión compartida y con unos pocos podremos sentirnos parte de la familia carismática. - Hay un grupo de laicos no pequeño que no son conscientes aún de su propia vocación cristiana. El peso de ciertas tradiciones nos ha llevado a ser sujetos pasivos en la Iglesia. Muchos no se sienten llamados a una vocación porque nadie les ha ayudado a descubrirla. Esto es un desafío que nos compromete a ambos. Y la vida religiosa por su formación y por sus medios ha ayudado y está ayudando mucho a ello. Lo necesitamos hasta que alcancemos nuestra mayoría de edad. - Hay personas que tienen sentimientos ambivalentes: por una parte sienten la alegría de ser reconocidos en la familia, hay una atracción por ello, pero sienten también cierto temor o duda (¿qué es eso de tener vocación marista? ¿Yo la tengo?) y cierta inseguridad (¿qué se espera de mí?) Muchas veces es porque necesitamos procesos que nos ayuden a poner palabra a lo que vivimos y experiencias que nos den convicciones en que sostenernos. - También estamos otros laicos que sentimos con cierta claridad que esto es lo nuestro: que somos maristas porque no podemos ser de otra manera. ¿Y qué sentimientos nos embargan? Alegría, entusiasmo, pasión y deseos de avanzar, más generosidad o disponibilidad, pero también sentimientos de “no saber si voy a estar a la altura de las circunstancias”, el miedo a no saber “a dónde me lleva esto”… Aunque prima lo primero sobre lo segundo. Sentimos el reto de colaborar en la medida de nuestras posibilidades y capacidades en el crecimiento de esta familia nueva. “Sabemos que la iniciativa viene de Dios. El nos ama y quiere nuestra plenitud y por eso nos invita a cada uno y cada una a recorrer un camino único. (EMM 13) Algunas reacciones que he percibido entre los hermanos al compartir estas reflexiones: - Algunos hermanos sienten que esto es una moda del momento como en otros momentos se dio énfasis a otras cosas. No se sienten implicados en modo alguno a promover esta vocación laical marista por diversas razones. - Algunos piensan que desarrollar la vocación marista laical irá en detrimento de la vocación de hermano porque si se presenta a ambas en igualdad de condiciones, los jóvenes elegirán “la más fácil”. Yo me pregunto si existen vocaciones que bien llevadas sean más fáciles que otras… cuando veo hermanos intensamente comprometidos en la misión… o padres de familia agotados en la dedicación de sus hijos e hijas. - Otros hermanos tienen sentimientos ambivalentes: por una parte sienten la alegría y esperanza de ver aumentada la familia, pero sienten también cierto temor o duda (¿qué 2 implicaciones va a tener esto?) y cierta inseguridad (¿qué se espera de mí?) Pero no están cerrados a esta novedad, son hermanos que tienen que lanzarse a compartir con el laicado sin hacerse problema sobre qué se espera de ellos: solamente su presencia. - Otros hermanos han descubierto este tiempo como un Kairós, una nueva oportunidad para el carisma marista que está enriqueciéndole de forma insospechada y quizá no esperada. Tienen experiencias de compartir en más o menos profundidad con laicos y laicas y el contacto con ellos les ha revitalizado y confirmado en su vocación. - Tu experiencia próxima e internacional de lo que significa la apertura del carisma marista a los laicos, y sus consecuencias para los propios hermanos y para la misión. En esta experiencia de compartir el carisma entre hermanos y laicos hay muchas diferencias teniendo en cuenta los diferentes contextos y también las opciones que se han ido dando en cada lugar. Algunas apuestas que veo esenciales por parte de hermanos y laicos. 1- Formación y conversión en la nueva relación de comunión. Esto implica: a- Procesos de formación y discernimiento vocacional para los laicos y laicas. Tenemos la necesidad de desarrollar decididamente un proyecto de animación y formación de la vocación laical marista: procesos en los que los laicos y laicas podamos crecer no sólo en nuestra opción vocacional marista, cuidándola y enriqueciéndola, sino también asumiendo compromisos que van más allá de un espacio temporal o de un contrato de trabajo, porque se trata de una opción de vida, porque sentimos que Dios nos invita a ser responsables de perpetuar el carisma de Champagnat en nuestro mundo y entre nuestra gente. Esta formación específica laical es la que permitirá poder compartir entre iguales nuestras opciones vocacionales y nuestra común vocación para que conjuntamente demos vitalidad al carisma. Necesitamos procesos bien definidos de formación, acompañamiento y discernimiento para los laicos y laicas. No se trata de procesos formativos en identidad marista o para educadores. Se trata de procesos vocacionales. Por tanto tenemos que hablar de una pastoral vocacional nueva: Una pastoral animada por hermanos y por laicos y que implique el desarrollo de ambas vocaciones. Porque como dice nuestro texto de referencia: Amamos nuestra vocación laical como amamos la vocación de hermano, y nos comprometemos a difundir ambas. Apasionados por el carisma, participamos de la responsabilidad de animar una pastoral vocacional marista conjunta y específica que multiplique los miembros de nuestra familia. (EMM 147) b- Procesos de conversión personal e institucional. Cada vez se hace más evidente que también los hermanos necesitan un proceso formativo o quizá mejor decir, un proceso de conversión. La formación recibida en los 3 centros de formación no contemplaba esta realidad nueva de la presencia de laicos viviendo el mismo carisma… es por tanto una realidad también a acoger, a profundizar y a discernir qué llamada hace Dios a los hermanos a través de ello. Por sus posibilidades de formación y por su dedicación exclusiva a la misión, los religiosos pueden ser unos “maravillosos compañeros de camino” de la vida de muchos/as, viviendo desde las claves de la acogida, la escucha, la ternura, la confianza y la fe en el otro… Pero percibo que hay dificultades para que se vea que en las comunidades se vive en esta clave de fraternidad. Un grupo de hombres y mujeres que se quieren y son felices a pesar de las dificultades de la convivencia, atraerá siempre: Comunidades de religiosos que expresan alegría porque se practica esta escucha, acogida mutua y este compartir entre ellos y también con los demás. En concreto nos podemos preguntar: ¿Tenemos espacios de escucha mutua en las comunidades en un clima tal que nos ayuda a compartir nuestra intimidad? ¿Cuidamos los detalles de acogida mutua en nuestra convivencia? ¿Cuántas veces he compartido con mis hermanos y con las personas que me rodean, mis propias experiencias vitales? ¿Cuántas veces he relatado mi proceso vital de descubrimiento de la propia vocación a otros? ¿Cuidamos que la persona esté por encima de la Institución? Hoy necesitamos guías vitales, que nos compartan sus logros y dificultades desde la propia experiencia personal. No nos llegan las teorías, sino los relatos vitales. Es impresionante la fuerza que dan esas narraciones vitales desde Dios. ¡Cuánto nos une el compartir nuestras experiencias del Dios de la vida! c- Formación conjunta: En lo que he podido percibir, la nueva formación para laicos y hermanos se tiene que fundamentar sobre todo en la experiencia de compartir entre los que optan por el mismo carisma. Por eso se está haciendo tan esencial la formación conjunta, toda formación en la que hermanos y laicos al mismo nivel comparten lo que viven, donde todos somos maestros y alumnos unos para otros. Obviamente esta formación implica personas que ya tienen una cierta claridad en su opción vocacional marista. En esta formación la base es compartir nuestra vida en el Espíritu. Percibimos que esta formación está inscrita en una verdadera eclesiología de comunión. 2- Corresponsabilidad en la misión y en el carisma La vitalidad de un carisma se manifiesta cuando se recibe, se recrea a la luz de los signos de los tiempos y se transmite a otros. Junto con los hermanos, somos responsables de impulsar y extender este don de Dios caminando hacia el futuro. (EMM 29) Los hermanos entonces se encuentran con nuevos compañeros en la misión, con más compañeros con los que comparte todas las dimensiones que están implícitas al hablar de misión: también se comparte una misma espiritualidad y se fomenta un estilo de compartir comunitario. Esto conforma los tres elementos de toda vocación que se interrelaciona como en un círculo: misión, espiritualidad y vida compartida. Esta nueva realidad de presencia laical hace que progresivamente podamos generar comunidades locales en las obras que pueden ser semilla de una nueva vitalidad de la misión que no dependa solamente de la presencia de los hermanos. Por eso hoy más que nunca, los hermanos están llamados a ser alma del carisma en la misión (aunque no en exclusiva), a promoverla y a ser fieles a ella, y no tanto el de mantener o gestionar las obras. Los hermanos del presente y futuro tienen un papel más carismático. 4 Cuando hablamos de corresponsabilidad en la misión habrá que tener en cuenta en qué nivel se sitúan las diferentes realidades laicales: - Con los que compartimos la tarea, la corresponsabilidad irá en orden a cuidar la respuesta profesional dentro de un entorno u obra respetando los valores maristas que están en ella. - Con los laicos con los que compartimos misión porque viven su tarea como tal desde la fe, podremos pedirnos una responsabilidad mayor. Al compartir los valores cristianos se puede pedir una respuesta acorde a ellos. - Con los laicos maristas, la responsabilidad incluirá el nivel carismático, es decir, ser el corazón, memoria y garantía del carisma marista en la obra (como lo han sido los hermanos hasta ahora en las comunidades unidas a los colegios). Creo que en este aspecto cada vez se avanza más en los niveles de planificación, realización y evaluación. El que más cuesta, como es lógico, es el nivel de toma de decisiones. Hay que tener claro que no todos pueden decidir sobre todo, sino que habrá que tener en cuenta en qué nivel nos situamos. Otra novedad es que la vivencia de la misión que aportan los laicos puede ser muy variada. La misión marista es única, pero realizada a través de una diversidad de tareas, ya sea el ejercicio de la profesión, la dedicación voluntaria, la familia o la oración. La pluralidad laical hace que las labores sean muy múltiples. Podemos compartir la misión marista en cualquier trabajo vivido desde la fe. La presencia laical ha hecho que el carisma marista llegue hasta lugares hasta ahora insospechados: una empresa, un hospital, un taller… Los laicos no solamente somos colaboradores de los hermanos, sino protagonistas de la misión porque es un don que hemos recibido de Dios y “como bautizados que hemos recibido una vocación se trata de ejercerla con todas sus consecuencias y sin tener que pedir permiso a nadie para ello” como nos recordaba nuestro Superior General. Por tanto, debemos ser capaces también de crear nuevos campos de misión, de apoyar la misión que ya existe y de aportar nuestra especificidad en la misma. d- Opciones vitales Y finalmente el documento “En torno a la misma mesa” nos dice que “a medida que vamos caminando juntos, surgirán nuevas formas de relación, cada vez más profundas, que exigirán nuevas estructuras que acojan e impulsen la vitalidad y permitan profundizar mejor la relación entre hermanos y laicos” (99, 134). Todo esto que hemos recordado supone tomar decisiones que nos implican vitalmente. Tenemos que seguir reflexionando desde lo que va surgiendo desde la vida: ministerios laicales, compromisos misioneros, comunidades de consagrados y laicos, aportaciones económicas, tener bienes en común… Empezar a escribir lo que vamos viviendo y reflexionando, algo que los laicos no tenemos demasiada costumbre de hacer pero que será una rica aportación al carisma. Una reflexión que estamos intentando llevar adelante con muchas dificultades tiene que ver precisamente con la autonomía. Mientras dependamos de los hermanos para nuestra formación, para nuestra animación laical, para tantas cosas… no podemos hablar de una auténtica autonomía o de una mayoría de edad. Ciertamente que hay temas comunes, habrá que discernir lo que es misión común, de lo que no lo es para hablar también de una 5 economía para la misión y una economía de las propias comunidades. ¿Cómo avanzar en este tema? De momento hay pequeños gestos como que en algunos países las comunidades laicales aportan una cantidad que cubre las necesidades de todos para sus encuentros, su formación u otros proyectos. Todo esto implica cambio de mentalidad, mucho discernimiento, gran disponibilidad, renuncia a seguridades, asumir riesgos y una profunda confianza en Dios, a ejemplo de María. Por eso este es un tiempo de unir fuerzas, de que los hermanos y los laicos compartimos el mismo carisma trabajemos juntos, en confianza mutua y corresponsabilidad. Esto supone un gran cambio de mentalidad, quizá en algunos más en otros, pero creo que el Espíritu nos está ofreciendo este camino en comunión como nueva oportunidad de anunciar la Buena Noticia. que en que una Ana Sarrate Codirectora del Secretariado de Laicos HH. Maristas Agosto 2012 6