Sevilla al sur, esto es Heliópolis

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1.- LA HISTORIA
Sevilla al sur, ésto es Heliópolis. Al final de Reina Mercedes aparece un barrio único en Sevilla,
que rezuma vida. Son chalets blancos, con un embrujo diferente.
Entre sus calles repletas de árboles, el barrio conserva la estructura original de estos peculiares
“hotelitos”, denominación que se mantuvo hasta 1958, que por decisión popular se sustituyó el
nombre de “Hoteles del Guadalquivir” por el actual. Cuenta José María de Mena, en su libro
“Calles, plazas y barrios”, asegura que el periodista Luis Claudio Mariani bautizó al barrio con
el nombre de Heliópolis “por lo mucho que molestaba el sol”. El nombre, sin duda, triunfó.
La historia de este barrio comienza con el siglo, en 1900, cuando el arquitecto Lerdo de Tejada
concibió la avenida de La Palmera como uno de los puntos importantes del crecimiento de la
ciudad. Esta avenida se situaba en una posición intermedia entre el Camino Viejo de Guadaira
de acceso a la ciudad desde Dos Hermanas y el Canal de Alfonso XIII o de la Corta de Tablada.
Con posterioridad, esta vía sustituiría al mencionado río en la función de servir de acceso a la
ciudad. Por otra parte, La Palmera era, a la vez, la prolongación del camino que en la margen
izquierda del Guadalquivir enlazaba las zonas nobles y de paseos desde el desaparecido Patín de
las Damas, en su zona más al Norte, que también desapareció al construirse la vía ferroviaria
con Córdoba, pasando por el Campo de Marte, el paseo Colón, el salón de Cristina y el Tívoli,
hasta las Delicias de Arjona.
La Palmera venía a constituirse en el crecimiento sur del eje residencial de la clase dominante
sevillana, en conexión con el nuevo canal de Alfonso XIII. Podemos encontrar aquí similitudes
con las teorías arquitectónicas de principio de siglo, como Arturo Soria y su ciudad lineal o Le
Corbusier en sus teorías de establecimientos lineales de población.
A finales del siglo XIX se realiza el primer ensanche sur en el sentido de La Palmera. Desde el
Tívoli, próximo al salón de Cristina, se traza un amplio paseo recto que sería el Paseo de las
Delicias. El proyecto “Ensanche del paseo del río en su trayecto desde el Tívoli a la caseta del
Guarda, próximo a Bella Flor” fue aprobado por el Ayuntamiento el 12 de agosto de 1887 y
realizado por el arquitecto Francisco Aurelio Álvarez. Este proyecto dotaba a la ciudad de zonas
de reunión próximas al río. Este paseo conectaba el del Cristina con las Delicias bordeando el
río Guadalquivir, al que separaba de los jardines del Palacio de San Telmo, que con
posterioridad serían cedidos a la ciudad y convertidos en su parque.
El primer proyecto de alineación de La Palmera surgió ante la demanda de líneas para unas
construcciones en terrenos de la Venta de la Victoria, que a principios del año 1909 realizó el
maestro de obras de Rafael López. Según las ordenanzas vigentes de 1900 este tipo de petición
llevaría al Ayuntamiento a realizar el oportuno proyecto de alineación, como trámite previo al
otorgamiento de línea. Los mencionados terrenos se encontraban situados entre el Camino de
Tablada y el paseo del Río. En este proyecto se aplicaban alineaciones al sector sur de la
avenida.
Este fue el proyecto que siguió adelante, pero hubo muchos otros concejales y arquitectos que
proyectaron la ciudad hacia el sur. Por ejemplo, en 1902, Velázquez Bosco propuso el proyecto
de ensanche, definido en uno de sus lados por el río Guadaira. Le siguen otras propuestas como
las del concejal F. Candau, en 1905, y la Ley de las Casas Baratas de 1921.
Estos proyectos quedaban frustrados continuamente durante este primer cuarto de siglo, hasta
que en 1927 se concedieron los préstamos necesarios para la construcción de viviendas para el
alojamiento de técnicos y visitantes durante la Exposición Iberoamericana de 1929.
La importancia de La Palmera
En concreto, los terrenos que hoy ocupa Heliópolis eran conocidos como las “Huertas del
Camino”, ya que eran propiedad de los tres hermanos del Camino: Manuel, José y Clemente. En
las huertas, hubo bueyes arando la tierra, hasta que el Ayuntamiento expropió los terrenos para
construir. Estos terrenos, conocidos también como el “cortijo de Tablada”, pasaron a propiedad
del Ayuntamiento, así como la parcela situada al lado, que serviría para la construcción de un
estadio, que finalmente sería el Benito Villamarín, hoy “Manuel Ruiz de Lopera”.
Fue la Sociedad de Construcciones y Edificaciones S.A. la que consiguió el préstamo con la
obligación de edificar trescientos noventa chalets, de cuatro tipos diferentes. Se trataría de
chalets de dos plantas y torreón, rodeado por un jardín. Cuando finalizó la Exposición
Iberoamericana, en 1931 el Patronato de Política Social Inmobiliaria, organismo de la vivienda
del Estado, adquirió las viviendas, ya que la empresa constructora - “Cooperativa Inmobiliaria
de España” - fue embargada por deudas con el Tesoro Público.
Las viviendas se sacaron a subasta en el Juzgado Municipal del Distrito de El Salvador, en
Sevilla. Al no haber licitadores, se le adjudicó al citado Patronato por veintiún millones once
mil ochocientas setenta y seis pesetas y setenta céntimos de la época. La finca la formaban
183.750 metros cuadrados. El Patronato asumió las viviendas con la finalidad de ser alquiladas
a familias que cumplieran ciertas condiciones. Entre los primeros habitantes había periodistas y
funcionarios principalmente. De este modo, se convierten en viviendas unifamiliares del tipo
“ciudad jardín” y se prohibe el establecimiento de comercios en las mismas.
La afirmación de que durante la Guerra Civil el barrio fue abandonado es falsa, como lo
demuestran los censos de la época, que situaban al barrio como el quinto, - de un total de ocho o
diez - más poblado de la ciudad. Tras la Guerra Civil, el Instituto Nacional de Vivienda
absorbió al citado Patronato de Política Social Inmobiliaria.
En ese momento, los chalecitos de Heliópolis estaban devastados por el tiempo. Las buganvillas
y las hiedras ocultaban la belleza de las casas construidas con ocasión de la Exposición de 1929.
El Instituto de la Vivienda, para recuperar la vida y a los vecinos del barrio, vende los chalets a
bajo precio: en concreto, algunos a treinta mil pesetas pagaderas en sucesivas mensualidades
durante treinta años. Estos primeros “pobladores” llegaron dispuestos a vivir por sí mismos: sin
tranvías y con un limitado servicio de autobuses. En el extremo de la ciudad y separado de ésta
por las instalaciones de la Feria Iberoamericana, el parque de María Luisa y el paseo de las
Delicias.
En 1942, el barrio pasó a pertenecer al Ayuntamiento de Sevilla, que se dedicó a resolver los
problemas “históricos” del barrio: la comunicación con el centro histórico de la ciudad y el
problema del alumbrado público, que se terminó con la colocación de farolas de jardín en 1958.
En la década de los setenta, el barrio resurge y se convierte en la ciudad jardín de Sevilla, un
modelo que ha permanecido hasta nuestros días.
Así nació un diferente modo de vida en la capital.
Ubicación geográfica
Encontramos Heliópolis dentro del enclave geográfico del sur de Sevilla. Está rodeado de la
barriada conocida como “Sector Sur”, zona residencial que comprende tres sectores
urbanísticos: pisos, chalets ajardinados y un último emplazamiento comercial y estudiantil.
Estos terrenos pertenecieron en la Edad Media a la Dehesa de Tablada y más tarde fueron
vendidos a particulares a través del Ayuntamiento.
La alcaldía recuperó esta superficie para la realización de la Corta de Tablada y para la
Exposición Iberoamericana. Y aquí es donde se encuentra el motivo de su nombre: el Comité
Ejecutivo de la Exposición optó por la expansión de la ciudad hacia el sur. La zona disfrutó
entonces de una gran actividad en obras de infraestructura viaria y portuaria, como la propia
Corta de Tablada y la urbanización de la avenida de La Palmera. En lo que es hoy la barriada se
instalaron pabellones de naciones, regiones y provincias españolas, así como de empresas
particulares. También fue elegido como el lugar indicado para el Parque de Atracciones, el
estadio y los campos de golf y polo. Justamente en estos terrenos de manera excepcional, se
celebró la Feria de Abril en 1930 para completar la Exposición Iberoamericana.
Una vez acabada la Muestra Iberoamericana, comenzaron los proyectos para convertir la zona
en una barrio residencial. Se celebró una misa de campaña y un desfile militar en homenaje a los
descubridores y conquistadores. Entre 1936 y 1939, se construye la barriada de Pedro Parias,
viviendas adosadas de dos plantas con fachadas encaladas y jardín, junto a otros con soportales
y locales comerciales en sus bajos. Las calles se rotulan en 1943, pero carecen aún de una
infraestructura y equipamiento conveniente.
En 1946, se realiza un proyecto de urbanización del terreno que restaba por edificar. El
Ayuntamiento decide aprovecharlos para aliviar las necesidades de viviendas y se delimita la
zona comprendida entre la avenida de La Palmera, los muelles del Guadalquivir y la avenida del
Padre García Tejero.
Lamentablemente, la construcción de la barriada supuso la destrucción de todas las
edificaciones de la Exposición. Las pérdidas más notables fueron las fuentes y las estatuas de
los conquistadores. Así, se levantó el Colegio Mayor Hernando Colón, los pisos militares, pisos
para funcionarios y chalets con jardín. En los años sesenta se completa la zona con la
construcción de facultades y escuelas universitarias.
Llama la atención dentro de esta zona la calle Padre Mediavilla, rotulada con tal nombre en
1966, en recuerdo a este sacerdote claretiano, que desplegó su actividad apostólica en el barrio
de Heliópolis.
Completa el emplazamiento del barrio la avenida de Reina Mercedes, que fue rotulada con este
nombre en 1956 en recuerdo de doña Mercedes de Orleans y Borbón (1860-1878), hija de los
duques de Montpensier y primera esposa de Alfonso XII. Esta gran avenida se fue construyendo
a lo largo de la década de los cincuenta, al urbanizarse para uso residencial y de servicios los
terrenos donde se asentó la Muestra de 1929. Su trazado recto coincide con la avenida de los
Conquistadores que, adornada de estatuas de los más importantes descubridores del Nuevo
Mundo, era una de las maravillas de las obras de 1929. La travesía termina en una rotonda,
donde se sitúa una fuente circular central. En la glorieta, confluye con Padre García Tejero, vía
principal de Heliópolis.
Reina Mercedes ha sido el eje sobre el que se ha ido vertebrando la urbanización del “Sector
Sur”. Se trata, sin duda, de una arteria fundamental y la segunda en longitud y anchura, tras la
avenida de La Palmera. Asfaltada y con un amplio acerado de cementos, posee espacios
destinados al estacionamiento. En la acera de los pares, encontramos el campus universitario.
Los edificios albergan las Facultades de Ciencias y las Escuelas Técnicas. Hay un parque
vallado en su tramo central y cuenta con instalaciones deportivas en la que pervive una torre del
Pabellón de Córdoba, construida para la Muestra de 1929. El tramo final está bordeado por un
bloque de viviendas de cuatro plantas, de fachada blanca, construido en 1937 por el
Ayuntamiento.
En la acera de los impares, hay una constante: los soportales. Los bajos, salvo en los edificios
del Patronato de Casas Militares, hay establecimientos de tipo especializado: ropa,
complementos, papelerías, copisterías y se completa con servicios de hostelería. Es de destacar
el elevado número de bares.
El alumbrado es público y se realiza mediante farolas de báculo. El arbolado tiene una línea de
plátanos. En la fuente, hay tres palmeras washigtonianas muy altas. Hay, además, otros
servicios como las cabinas telefónicas, las paradas de autobuses, los quioscos de prensa,
estancos,...
Reina Mercedes es, en resumen, la zona comercial y estudiantil del barrio.
Pero aún más al sur que el barrio de Heliópolis, Sevilla ha seguido creciendo, como lo
demuestran los nuevos y lujosos inmuebles, junto al estadio Benito Villamarín que coupa el
Real Betis Balompié. Los Bermejales es el nuevo barrio que integra las barriadas de Elcano y El
Cardenal.
La influencia de la Exposición de 1929
Por encima de la visión reduccionista de que el barrio existe gracias a la Exposición
Iberoamericana, es innegable la influencia de esta Muestra en el nacimiento de Heliópolis tal y
como lo entendemos hoy.
Aunque la Muestra de 1929 no puede considerarse un éxito, significó un desarrollo para la
ciudad. El sur florecía para Sevilla. Más de ciento treinta y cuatro hectáreas se abrían al mundo.
En 1911, el proyecto del arquitecto sevillano Aníbal González ganaba la construcción de la
Exposición con unos diseños de estilo regionalista de aires sevillanos, mezclando
magníficamente el mudéjar, el gótico y el renacimiento. Su celebración estaba prevista
inicialmente para 1914, innumerables contratiempos obligaron a que se retrasara hasta 1929,
coincidiendo con la Exposición de Barcelona.
Para esta gran coyuntura, Sevilla vio la construcción del canal de Alfonso XII y la canalización
del Tamarguillo, la edificación del gran hotel Alfonso XIII, el incremento de la zona del parque
de María Luisa, el arbolado y ajardinamiento de la ciudad y la reorganización del Archivo de
Indias. Se construyen nuevas avenidas, como La Raza y La Palmera, que favorecen la existencia
de los barrios de El Porvenir y ... Heliópolis. Estas arterias de la ciudad se prolongaron hasta la
plaza de Armas, junto al río. Nacen y se reforman, además, otros barrios insignes con el paso
del tiempo.
La Palmera sería incluida en el plan de obras de la Exposición de1929 a finales del año 1926. Se
incluye en el “proyecto de Reforma y Urbanización de la avenida de la Reina Victoria”, cuyo
autor es el arquitecto municipal Leopoldo Carrera. Debido a su relación con el emplazamiento
de la Muestra, La Palmera no se queda en una vía a la que se aplican proyectos de alineación
como único sistema de control de crecimiento urbano. Este paseo es ensanchado mediante el
trámite previo de expropiación.
Con las sucesivas inversiones municipales y previas a la Exposición de 1929, esta zona se
convierte en una zona de residencias de lujo de la ciudad. La decidida actuación del Municipio
en ordenar la articulación entre La Palmera y el camino viejo del Guadaira no se realizará hasta
que se haya puesto en marcha la urbanización de La Palmera como consecuencia de su relación
directa con la Exposición Iberoamericana.
De nuevo, encontramos que la historia de Sevilla y este barrio pudo haber variado
ostensiblemente si la comisión organizadora de la Exposición de 1929 no llega a escoger la zona
del sector sur para el desarrollo de la Muestra. Ciertamente, ya estaba planteada la ubicación de
la exposición. Habría cuatro núcleos principales: en primer lugar, la avenida de los Estados
Americanos, las instalaciones agrícolas y una zona destinada a los acontecimientos imprevistos;
en segundo lugar, los campos de deportes en la Dehesa de Tablada; el parque de María Luisa,
plaza de España y plaza de América serían la tercera demarcación y por último los jardines de
San Telmo.
Para la construcción de la avenida de los Estados Americanos, había tres posibles
emplazamientos. Las zonas candidatas eran la corta de Tablada - propiedad de los hermanos
Camino - en La Palmera y Los Remedios. Los terrenos paralelos a la corta de Tablada tenía
doscientos metros de ancho y dos mil de longitud. Estas cuarenta hectáreas eran insuficientes
para las estimaciones realizadas por la organización.
La segunda posibilidad era las fincas de los hermanos Camino, entre el puerto y La Palmera,
además de la huerta de San José. La superficie estaba cifrada en setenta y cinco hectáreas,
susceptibles de ser ampliadas. Los hermanos querían vender a un alto precio, lo que era un gran
inconveniente para un acontecimiento que ya estaba saliendo caro. La comisión estimó
interesante que la ampliación hacia La Palmera influiría positivamente en la expansión
geográfica hacia el sur.
La tercera opción era la huerta de Los Remedios. Sus dificultades pasaban por la inundabilidad
de los terrenos y por las malas comunicaciones, ya que sólo había un puente entre ambas orillas
en aquel momento. Dede luego, Triana y Los Remedios eran la otra Sevilla.
Definitivamente, la zona de la Palmera fue la elegida. Entre los diferentes sectores en que se
divide la zona, encontramos el sector sur, que se extendía entre la avenida de la reina Victoria,
el canal de Alfonso XIII y el cauce del Guadaira, formado un triángulo imaginario. Su
disposición era alargada y alejada del resto de la ciudad. Probablemente, esta circunstancia,
unida a la falta de organización, provocaron la ausencia de público desde el principio.
En la estructura del sector sur se distingue un eje en la avenida de la Raza y un centro en la
plaza de los Conquistadores. La disposición no era muy acertada, según explica algún teórico de
la arquitectura. Pero la Exposición, pese a todo, fue una maravilla para la ciudad y la
recuperación de una Sevilla que, a comienzos de siglo, presentaba una sensación de abandono.
De los ciento diez pabellones que se construyeron, han llegado hasta nuestros días veintiuno, sin
contar obras emblemáticas como la Plaza de América, el Pabellón Mudéjar – actual Museo de
Artes y Costumbres Populares -, el Palacio de Bellas Artes – convertido hoy en Museo
Arqueológico – y el Pabellón Real.
LOS MONUMENTOS
Ciertamente, el barrio de Heliópolis es un monumento en sí mismo. Sus amplias calles, su
arboleda variada, su microclima sevillano han creado una ciudad dentro de una ciudad, un barrio
especial. Los chalets son obra de 1929 y están diseñados a la manera de la Exposición; incluso
el nombre de las calles está en consonancia con la Iberoamericana.
Su función históricamente, y en la actualidad, ha sido la residencia. Los primeros vecinos
sevillanos, que llegaron en 1931, no se han movido de aquí. Es posible y fácil conocer la
historia del barrio a través de cuatro o cinco familias, que a su vez conectan con otras y así
sucesivamente. La estructura social de Heliópolis es, quizás, muy similar a la de un pueblo
pequeño.
La parroquia de San Antonio María Claret, en la avenida del Padre García Tejero – límite
estratégico del barrio – es una institución básica en el barrio y en la ciudad. Se encuentra a las
espaldas del colegio del mismo nombre, donde cuatro o cinco generaciones de chicos del barrio
han estudiado; las chicas estudiaban en la Doctrina Cristiana, situado en la acera de enfrente.
La parroquia está regentada por los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, los
claretianos, que están unidos íntimamente al barrio, tanto por su labor misionera, como fuerza
viva de Heliópolis.
La iglesia parroquial de San Antonio María Claret es un edificio de planta basilical de una sola
nave. La entrada se realiza por los pies de la misma, donde se situa la portada realizada en
piedra caliza con relieves y esculturas que representan diversos momentos de la vida de Cristo,
santos, ángeles, profetas y un Pantócrator. En el templete central se sitúa una imagen del
Corazón de María. La fachada está presidida por una espadaña blanca con remates en azulejos
en azul añil, que serán los encargados de la decoración de los demás remates de la cubierta, así
como la cúpula.
La nave está cubierta por una sucesión de bóvedas vaídas muy rebajadas decoradas con motivos
geométricos. El espacio del antepresbiterio está rematado por una cúpula sostenida por pechinas
que descansan en órdenes gigantes de pilastras, que también sostienen las bóvedas y que están
resumidas en versión moderna. Un orden menor ordena los muros laterales con capillas bajo
arcos de medio punto, donde ocurren distintos episodios, tales como los confesionarios, los
altares de la Hermandad Sacramental con sus titulares, etc. El baptisterio se sitúa en el espacio
de la cúpula y posee una pila en mármol marrón.
El presbiterio está rematado por una exedra y posee un templete sostenido por un orden de
columnas corintias en mármol marrón con dorados en los que se cobijan una imagen del
Inmaculado Corazón de María y el Sagrario en metal plateado.
La solería se resuelve por losas cuadradas de mármol blanco con zócalo perimetral de mármoles
marrón y negro. Todos los paramentros están pintados en blanco con remates en albero
blanqueado.
EL ESTADIO VERDIBLANCO
El día 17 de marzo de 1929, el partido internacional España-Portugal inauguraba el “stadium”
(sic) de la Exposición Iberoamericana de 1929, cuyas obras habían acabado un año antes. El
partido terminó con la victoria de la “furia española” por cinco goles a cero. Poco después de la
Exposición, el Real Betis comenzó a jugar reiteradamente y se convirtió en el escenario habitual
de sus partidos, aunque el campo seguía siendo de propiedad municipal. El dieciséis de julio de
1936, dos días antes de que estallara la Guerra Civil, la directiva del Real Betis consiguió el
arrendamiento definitivo.
En 1936, la directiva del equipo verdiblanco se convirtió en el inquilino único del estadio, ahora
conocido como “Heliópolis”.
El doce de agosto de 1961 es una fecha importante en la historia del club. El estadio, donde se
habían pasado alegrías y penurias, pasaba a ser propiedad del Real Betis. Pocos días más tarde,
en una asamblea celebrada en la antigua secretaría de la entidad ubicada en la calle Conde de
Barajas, se decidía el cambio de nombre del estadio: nace el “Benito Villamarín”. El cardenal
Bueno Monreal bendijo las instalaciones y en asamblea popular se otorgó el título de
“presidente perpetuo” a Benito Villamarín.
Con su nuevo nombre, el estadio no iba a experimentar cambio alguno durante veinte años. Era
evidente pues se trataba de una instalación práctica, funcional y de gran belleza, con la
estructura típica de estas construcciones en aquellos años con graderíos bajos, entradas directas
desde el exterior del recinto al terreno de juego y otras características comunes a estadios como
el Ramón de Carranza, en Cádiz, o el Colombino, en Huelva.
Pero la afición al fútbol en Sevilla, y en especial al Real Betis, superaba los dieciocho mil
espectadores que podía albergar el estadio.
La primera remodelación
La organización del Mundial de España en 1982 designó a Sevilla como sede permanente. Esta
fue la ocasión esperada por Juan Maduit y su Junta Directiva para remodelar el estadio y
adaptarlo a sus necesidades reales. En una asamblea celebrada el veintiséis de febrero de 1980
en el colegio San Antonio María Claret, se decidía dar un paso adelante en la historia:
comenzaba la remodelación.
En un concurso público, la construcción se le otorgó a “Dragados y Construcciones” con un
proyecto arquitectónico de Florentino del Valle Rodríguez. Una vez acabada la temporada
1979/1980, el día seis de junio, se voló íntegramente la tribuna de fondo y comenzaban a buen
ritmo las obras.
Desgraciadamente para la entidad, poco después de empezarse las obras, los trabajadores del
gremio fueron a la huelga, liderados por los sindicatos UGT y CC.OO., frente a la patronal
GAESCO. Estas circunstancias retrasaron gravemente los plazos. El Real Betis se vio en la
obligación de entablar unas negociaciones memorables que culminaron con una reunión entre el
presidente bético, Juan Maduit, y los representantes de los obreros en la propia secretaría del
club.
El día cuatro de abril de 1980 finalizaron las conversaciones con éxito. La excepcional gestión
del presidente no pudo, sin embargo, evitar el retraso de tres semanas sobre el plan original. De
todas maneras, el día 10 de julio del mismo año se voló la tribuna de preferencia, bajo la
supervisión del ingeniero Antonio Arrondo Sacau.
A causa de todas estas contingencias, el nuevo estadio no pudo estar finalizado para el comienzo
de la liga, aunque sí que cumplió los plazos previstos. El día 19 de octubre de 1980, con ocasión
del partido Real Betis-Hércules de Alicante, se inauguró la tribuna de fondo. Rafael Gordillo, el
“vendaval de Heliópolis”, fue el primero en marcar en el nuevo estadio. En el siguiente
encuentro en casa, el cinco de noviembre de 1980, se inauguraba el nuevo estadio Benito
Villamarín con el partido disputado con el Cosmos de Nueva York.
La remodelación del recinto deportivo costó cuatrocientos treinta y dos millones de pesetas,
pero incluían otras reformas necesarias pero más leves. Las obras consagraban un aforo de
cuarenta y siete mil quinientos espectadores, veintidós mil quinientos de ellos, sentados y el
resto de pie.
Las características con las que quedaba el estadio eran las siguientes: un terreno de juego de 107
por 67 metros, dotado de un moderno drenaje y riego automático, con un foso perimetral que le
separa de los graderíos. Hay tres vestuarios bajo la tribuna lateral para el Real Betis, el equipo
visitante y el trío arbitral; cuenta además con una zona de precalentamiento, sala de masajes,
área de tratamiento médico y piscina climatizada. Había otros tres vestuarios, bajo la tribuna de
fondo, para los equipos filiales.
La iluminación cuenta con noventa y dos focos en los laterales, setenta y ocho en los fondos y
cuatro torretas de iluminación con doce focos, cada una de ellas en las esquinas. Los servicios
médicos cuentan con dos consultas dedicadas a la medicina deportiva. La secretaría incluye
diversas oficinas y salas (presidencial, de reuniones y de trofeos). La prensa tiene unas cabinas
de retransmisiones tanto radiofónicas como televisivas, además de una moderna sala de prensa.
Hay, además, viviendas para los empleados del club.
De “Benito Villamarín” a “Manuel Ruiz de Lopera”
Con este nuevo nombre, el estadio permaneció inalterable hasta el catorce de abril de 1998,
fecha en que empezó la actual remodelación y que debería estar acabado antes del año 2000.
Las obras tiene como objetivo modernizar las instalaciones deportivas del equipo bético. El
futuro estadio tendrá capacidad para 62.500 espectadores, todos sentados, como marca la
normativa de la UEFA para equipos profesionales. Además, el proyecto arquitectónico cuenta
con una estructura que cubrirá totalmente el estadio, hecho insólito en España, pero más o
menos común en estadios del norte de Europa.
No obstante, el estadio no se derribará al completo, sino que se irá construyendo por partes, por
lo que las obras del Villamarín serán paisaje habitual. El ya viejo estadio, que ha visto tanto,
cambiará su apariencia, pero no cambiará la idiosincrasia de un club y de su barrio.
LOS SUCESOS
Heliópolis ha mantenido siempre ese carácter tranquilo y pacífico desde su construcción, pero
esto no quiere decir que no haya escrito su página en la historia de Sevilla.
La tradicional tranquilidad del barrio se rompió la tarde del ocho de junio de 1983, cuando el
fuego devoró los restos del cine, un edificio de la época de la Exposición, ubicado en pleno
centro del barrio. Las llamas, según cuentan los vecinos, alcanzan las decenas de metros. Se
trataba de una quebradiza estructura de madera ideal para que las llamas destruyeran
rápidamente la construcción. En pocos minutos, el techo cayó al suelo y alcanzó a una vivienda
colindante y al bar Avelino.
El cine estaba cerrado desde el año 1964 y se decía que era el escondrijo habitual de maleantes.
Los jóvenes también solían entrar a jugar con los antiguos muebles que allí se encontraban. El
sobresalto nació hacia las seis de la tarde y cuando el cuerpo de bomberos apareció no pudo
hacer nada. El retén permaneció hasta la madrugada, pero nada pudo hacer por salvar el
armazón de madera del “Cine Sur”.
El bar Avelino también sufrió las consecuencias del siniestro. Parte del bar ardió
completamente, pero se pudo salvar el salón de los espejos, construido para la Muestra de 1929.
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