Tarea No Presencial 8. Sexo y Género Condicionantes Biológicos en deficiencias del aprendizaje. Responde de forma individual o por parejas a las siguientes preguntas después de haber leído detenidamente el trexto: 1. Papel, funciones, del sexo en el mundo animal y en el mundo humano. ¿Ventajas y desventajas (individuales, sociales, ...) del nuevo papel del sexo en la sociedad humana? 2. Haz un esquema detallado (con cuadros y flechas; tipo mapa conceptual) del proceso de diferenciación sexual durante el desarrollo embrionario (en la vida intrauterina) 3. ¿Cómo se desarrolla el sexo psicosocial? 4. Papel de las hormonas en la orientación sexual de homosexuales y heterosexuales. Haz una valoración personal de las opiniones de Pease y Pease (2000) 5. ¿Qué es género y qué es sexo? 6. Enumera las diferencias de sexo y género entre hombres y mujeres. Pon un ejemplo en cada caso. 7. Papel de la educación en este contexto. Sugiere varios temas de interés a tratar en educación. Hormonas y conducta sexual. Sexo y género El sexo es un aspecto de la biología, psicología y sociología humanas que genera gran controversia y discriminación entre los seres humanos. El contexto de discusión se centra en la contribución relativa del sexo de una persona a la forma en que hombres y mujeres piensan, sienten y se comportan. Desde el punto de vista biológico se conocen tres categorías de sexo en animales: 1) machos: organismos capaces de producir espermatozoides 2) hembras: organismos capaces de producir óvulos 3) hermafroditas: organismos capaces de producir ambos tipos de gametos. En el mundo animal, con excepción del hombre y algunos primates, la actividad sexual está relacionada de manera casi exclusiva con la función reproductora. Se cumple así uno de los objetivos de todos los seres vivos: la expansión de la especie, o si se prefiere, la de sus genes (Dawkins, 1994). El desarrollo de la conducta sexual, en tales casos, se encuentra bajo un estricto control genético; la evolución se ha ocupado de que el gobierno de la conducta sexual no caiga en manos del aprendizaje, sino que ha asegurado que tal conducta se produzca de manera congénita sin la necesidad de adiestramientos. Esta rigidez del instinto sexual de los animales se ha reducido de forma drástica en nuestra especie. De todas formas, los intereses biológicos quedan asegurados. Uno de los determinismos genéticos-hormonales de los que nos hemos liberado los humanos es el de los períodos de celo o estro en las mujeres, a los que están sujetas el resto de las hembras de los mamíferos. En éstos las hembras sólo están receptivas a los machos durante unos períodos muy concretos, que se corresponden con los periodos de fertilidad (ovulación) y que además están sujetos a determinados ritmos infradianos que aseguran que la prole nazca en condiciones ambientales propicias. La pérdida de estro en la especie humana supuso un poderoso elemento socializador en nuestra especie: - permite el desarrollo de unas relaciones más estables permitir el desarrollo de actitudes cooperativas entre ambos sexos sirve, así mismo, para el establecimiento de vínculos afectivos para la mutua gratificación y para la expresión de sentimientos y emociones. Proceso de diferenciación sexual En el proceso de diferenciación sexual se sigue por lo general un patrón igual en todo el filum de los mamíferos. En este proceso pueden diferenciarse cinco fases, cuyos procesos determinantes son: 1. Fase genética o cromosómica (XX y XY) 2. Al principio, antes de las 6-8 semanas el sexo es indiferenciado, es decir no hay ni testículos ni ovarios. El embrión puede evolucionar hacia cualquier sexo (en esta fase tan temprana, se podría manipular el sexo con hormonas)1 3. Aparecen los testículos, ovarios, trompas, etc (estructuras internas y de los tractos – “conductos”- reproductores) 4. Aparecen los órganos genitales externos 5. Diferenciación sexual del cerebro, responsable del diferente patrón de secreciones hormonales en machos y hembras ya desarrolladas, y responsable igualmente, en gran medida, de las diferencias encontradas en su conducta (Carrobles, 1990)2 El desarrollo de las gónadas, que tiene lugar en el inicio del proceso de diferenciación sexual aproximadamente entre las 6 y 8 semanas, viene determinado genéticamente y es regido por el patrón cromosómico propio definido ya en el momento de la fecundación. A continuación, si hay presencia de andrógenos, los tejidos indiferenciados evolucionarán en sentido masculino; si no hay hormonas masculinas la diferenciación será en sentido femenino. Es decir, al inicio del desarrollo embrionario, el aparato genital de los mamíferos se encuentra desprovisto de toda orientación sexual. El embrión adquiere las particularidades del sexo masculino si su fórmula cromosómica es XY. Los esbozos gonádicos (“los proyectos de gónadas”), bajo la acción del cromosoma Y, fabrican testosterona y un factor, la hormona antimülleriana, directamente responsables de la masculinización del organismo. En su ausencia, es decir en los individuos XX, el organismo evoluciona hacia el sexo femenino”. Por tanto, antes de la influencia hormonal existe una doble potencialidad macho-hembra. Existe pues, un período crítico en el proceso de desarrollo, que viene determinado por la presencia de andrógenos secretados por los testículos una vez que se han formado. Posteriormente, como señalaba anteriormente, tiene lugar la diferenciación de los tractos reproductores internos, de los genitales externos y principalmente del cerebro. En el caso de la diferenciación sexual de la hembra no parece ser necesaria la presencia de estímulos hormonales específicos. Más bien el desarrollo sexual femenino parece producirse por la ausencia de testosterona. Esto es independiente de que el embrión sea macho o hembra. El último y decisivo paso en este proceso de especificación sexual es el de la diferenciación cerebral (Kimura, 1992), que tiene lugar en el momento de la formación de los vasos sanguíneos. Ahora las hormonas testiculares pueden llegar a través de la vía sanguínea al cerebro. Dentro de éste, la estructura más influenciada es el hipotálamo que posteriormente, en la edad de reproducción, regirá no sólo determinados comportamientos (en animales rige el cortejo, la conducta sexual o la agresión), sino que también ejerce, probablemente, alguna influencia sobre fenómenos más específicamente humanos como la identidad o la orientación sexual, aunque las influencias sociales y los procesos psicológicos de aprendizaje social ejercen gran influencia. 1 El patrón inicial del feto tanto del cuerpo como de la estructura mental (cerebral) parece ser femenina. Por ello, los hombres tienen algunos rasgos femeninos como los pezones y las glándulas mamarias, que a pesar de no funcionar conservan el potencial de producir leche (Pease y Pease, 2000) 2 Entre las 6 y 8 semanas posteriores a la fecundación el feto si es masculino (XY) recibe una dosis masiva de hormonas masculinas que provocará el desarrollo de los testículos. Una segunda dosis de estas hormonas masculinizará el cerebro (Pease y Pease, 2000) Además, el hipotálamo mediante sus factores hipotalámicos de liberación actuará sobre la hipófisis. Esta glándula se encarga de la regulación de la actividad de las glándulas sexuales a través de las hormonas luteinizante y estimulante de los folículos. Es así mismo responsable de la pubertad y la menopausia, fenómenos que son inducidos más por modificaciones ocurridas en el cerebro y en el funcionamiento cerebral que en el propio ovario de la hembra. Fundándose en las fases de diferenciación sexual, antes mencionadas, se han individualizado en el ser humano diferentes conceptos de sexo, que nos ayudan a comprender que muchas veces el sexo no está claramente definido o que el sexo psicosocial se contradice con el sexo que anatómica o genéticamente le corresponde: 1. Sexo cromosómico. Viene dado por la combinación de los cromosomas sexuales: XX, mujer, y XY, varón. Se determina en el momento de la fecundación. 2. Sexo gonadal. Se determina a partir de la séptima semana de vida intrauterina por la presencia de gónadas masculinas o femeninas testículos u ovarios. El doble aspecto funcional condiciona dos nuevos conceptos de sexo. 1) sexo gamético, definido por la producción de óvulos y/o espermatozoides, y 2) sexo hormonal, condicionado por la preferente producción de hormonas de acción androgénica o estrogénica. Estas hormonas serán las responsables de la diferenciación de los genitales externos e internos y, en su momento, de la aparición de los caracteres sexuales secundarios. 3. Sexo genital interno: se establece por la diferenciación de los conductos genitales en sentido femenino (útero, trompas de Falopio) o masculino (epidídimo, conductos deferentes, vesículas seminales y conducto eyaculador). 4. Sexo genital externo: definido por la presencia de pene, testículos y escroto en el varón, y clítoris, labios mayores y menores, y vagina en la hembra. Este tipo de sexo, define en el nacimiento la forma del sexo civil. 5. Sexo morfológico: motivado por la presencia de fenotipo masculino o femenino. A estos conceptos de sexo biológico podríamos añadir otros de carácter socio- cultural: 6. Sexo psicosocial: comprende las manifestaciones externas, como son el vestido, ademán, corte de cabello, comportamiento social y la orientación de los impulsos sexuales (heterosexualidad, homosexualidad o bisexualidad) 7. Sexo civil: definido por la inscripción en el registro civil. Así, desde el punto de vista humano el concepto de sexo adquiere otras dimensiones haciendo muy difícil, en ocasiones, asignar un sexo a los individuos. En la vida real se dan casos de personas que bien por falta de diagnóstico precoz, bien por equivocación en la educación de la orientación de sus comportamientos y sentimientos sexuales o, en definitiva, por haber adoptado desde su niñez el sexo que psicológicamente o genéticamente no les correspondía, sufren trastornos de personalidad. Ya hemos señalado que las hormonas masculinas del feto macho (andrógenos) inundan el cerebro masculinizándolo. ¿Pero qué ocurre si el feto masculino no recibe esta dosis de andrógenos?. Según Pease y Pease (2000) podrían ocurrir 2 cosas: 1. que el bebé nazca con una estructura cerebral más masculina que femenina, es decir un niño que seguramente será gay tras la pubertad. 2. que el bebé masculino genéticamente (XY) nazca con un cerebro totalmente femenino pero con genitales masculinos. Esta persona será, según los autores, un transexual. Pease y Pease (2000) señalan: “la homosexualidad se determina antes del nacimiento y, además, se ha comprobado que los condicionantes y el entorno social tienen mucha menos influencia en la conducta que lo que se pensaba. Los científicos han podido observar que los esfuerzos de los padres para suprimir las tendencias homosexuales en un adolescente o adulto prácticamente no tienen ningún resultado. El hecho de que la hormona masculina (o la carencia) tenga un impacto mucho mayor en el cerebro masculino provoca que la mayoría de los homosexuales sean hombres” (p. 100-200). “Por cada lesbiana (cuerpo femenino con estructura mental masculinizada) existen de ocho a diez hombres gays. Si las asociaciones de gays y lesbianas promoviesen estas evidencias y el sistema educativo se encargarse de difundirlas, los homosexuales y transexuales serían mucho más aceptados. Mucha gente se muestra mucho más comprensiva y tolerante al entenderse que se trata más de una conducta innata que de una opción personal. Por ejemplo los bebés focomélicos3 los pacientes de Parkinson, los autistas o la gente que padece parálisis cerebral están generalmente aceptados porque han nacido son estas condiciones, contrariamente a los homosexuales, que supuestamente escogen su estilo de vida” (p. 200). “¿Podemos criticar a una persona que es zurda o disléxica? ¿Por tener ojos azules o ser pelirrojo? ¿O por tener una estructura cerebral femenina en un cuerpo masculino? Muchos homosexuales erróneamente creen que su homosexualidad es una elección y, como la mayoría de los grupos minoritarios, aprovechan los programas televisivos o lugares que cuentan con una amplia audiencia para divulgar la palabra «elección», lo que no provoca más que actitudes y opiniones negativas por parte de la mayoría de la sociedad” (p. 200).. “Desgraciadamente, las estadísticas muestran que más del 30% de los suicidios adolescentes los cometen gays y lesbianas y que uno de cada tres transexuales se suicida. Parece ser que la percepción de verse aprisionado en el «cuerpo equivocado» de por vida es demasiado fuerte y no lo pueden soportar. Un estudio que examinaba el entorno social de los homosexuales adolescentes concluyó que la mayoría crecían en familias o comunidades que les imponían un rechazo y odio hacia los homosexuales y que muchas religiones habían intentado salvar a estas «víctimas» mediante la oración o terapias” (p. 201). Por otra parte, como es bien conocido, el término género implica mucho más que el sexo del individuo (generalmente impuesto por la sociedad, ya desde el momento del nacimiento, como hombre o mujer dependiendo de las características de los genitales). Cada sociedad tiene predefinidos los rasgos que se supone deben poseer los hombres y las mujeres (estereotipos de género), de modo que están preconcebidos los roles que deben cumplir los miembros de cada sexo y la forma en que se asume que den comportarse. No obstante, la identidad de género no es una dimensión única, con masculino en un extremo y femenino en otro. Existe todo un espectro entre ambos extremos en el que los individuos de uno u otro sexo pueden localizarse. De hecho los 3 Defecto físico que consiste en la desaparición parcial de las extremidades, o sea, en el nacimiento de manos y pies directamente del tronco. individuos pueden aceptar algunos aspectos de los estereotipos de género de su sociedad a la vez que rechazar otros. Por tanto, el género puede implicar realmente multitud de dimensiones en lugar de sólo una o dos. La mayoría de los antropólogos y etólogos (véase, por ejemplo, Eibel-Eibesfeldt, 1993) admiten que siempre han existido en las poblaciones humanas diferencias en las actividades desempeñadas por los mujeres y los hombres. Las hipótesis más plausibles que defienden esta diferenciación de funciones están en relación con determinados factores biológicos vinculados al sexo: Diferente estructura de la pelvis entre ambos sexos. Los hombres manifiestan un mejor rendimiento motor (desarrollan más la musculatura por efecto de la hormona anabolizante testosterona) El embarazo y la lactancia habrían servido de base para una división del trabajo social. Así, las labores de caza y protección (como ocurre hoy en las sociedades de cazadoresrecolectores), para las que es conveniente un gran vigor físico, serían realizadas por el hombre, mientras que la crianza de la prole y la recolección estarían a cargo de la mujer. La testosterona es una hormona anabolizante que estimula el desarrollo muscular, más pronunciado en los hombres. Por supuesto que esta división de funciones no implica de ninguna manera una explotación de dominio de un sexo sobre el otro, sino más bien de cooperación mutua con objeto de obtener una mayor eficacia biológica. Por analogía con nuestros parientes filogenéticos vivos más próximos, los chimpancés, se ha observado que en la especie Pan paniscus (chimpancé pigmeo o bonobos), al igual que en el chimpancé común, son lo machos los que cazan a otros monos (principalmente colobos) y luego comparten el botín con las hembras. También se ha demostrado que en aquellos, el mando del grupo puede ser desempeñada indistintamente por una hembra o por un macho. En ambos casos el individuo dominante es respetado por todo el grupo. Existen evidencias que nos permiten suponer que como consecuencia de nuestro legado filogenético existen ciertas diferencias comportamentales y de los procesos cognoscitivos entre hombres y mujeres. No obstante, queremos remarcar nuestra convicción de que tales diferencias no están predeterminadas, ni mucho menos resultan inmodificables. Simplemente indican que pueden existir predisposiciones a patrones diferentes de conducta en algunas situaciones. Haciendo un breve resumen, las diferencias de género con una base biológica más o menos sólida, las podríamos ordenar con relación a la conducta social, a la selección de pareja, al ajuste psicológico (emocionalidad, depresión, etc.), y a las capacidades cognoscitivas, por ejemplo. 1. Las mujeres parecen manejar e interpretar el lenguaje no verbal mejor que los hombres. Este lenguaje, por lo general, revela mucho mejor acerca de relaciones y estados emocionales de los demás. De aquí que la “intuición femenina” o capacidad de predecir cómo se comportarán o sentirán los demás tenga, una base real. Ello podría estar relacionado con la lateralización de las emociones y las diferencias en el desarrollo de los hemisferios cerebrales en ambos sexos. 2. Con respecto a la mayor susceptibilidad de la mujer a las influencias sociales o a la existencia de diferentes estilos de liderazgo asignados a hombres (estilo más autocrático) y mujeres (estilo más participativo), las investigaciones sugieren que en general las diferencias son menores que las asignadas por los estereotipos de género. 3. La supuesta mayor agresividad física directa de los hombres podría tener su correlativo biológico en los mayores niveles de testosterona. La testosterona aumenta la agresividad en vertebrados (recuérdese los casos de castración de machos, la administración de andrógenos a hembras, la mayor agresividad de los machos durante los períodos de establecimiento de territorio que coinciden con mayores niveles de testosterona, etc.). Sin embargo, aunque los andrógenos podrían estar relacionados con la agresión en los humanos en algunos casos, no está claro que la testosterona (principal andrógeno) sea la causa directa de la agresión. 4. La sociobiología y la psicología evolutiva sugieren la existencia de preferencias diferentes en los rasgos de la pareja. Este enfoque conocido como “modelo de inversión parental” sostiene que los hombres invierten menos que las mujeres en el tiempo y esfuerzo para producir descendencia. Cada individuo varón puede tener muchos descendientes con muchas mujeres diferentes. Los hombres buscarían en las mujeres señales aparentemente aptas para la procreación: juventud y otras señales externas de salud y vigor. Sin embargo, las mujeres invierten más en tiempo y energía con cada hijo (embarazo, lactancia, crianza, etc.), y posiblemente por ello busquen otras cualidades en los hombres (Trivers, 1985). Entre estas cualidades podrían estar el éxito, carácter, la ambición y la inteligencia (Feingold, 1992). A pesar de ello, está claro que las mujeres parecen ser tan sensibles como los hombres al atractivo físico. Sin embargo, aunque estas interpretaciones son compatibles con el modelo de inversión parental, también pueden ser explicados en términos de factores sociales. 5. Las mujeres tienen mayor capacidad que los hombres para expresar sus emociones. Ello está en relación con las diferencias observadas en el sistema límbico y en la lateralización de las emociones. También se ha hablado sobre la mayor tendencia a la depresión en las mujeres en relación con su biología. Esto puede ser cierto en determinados casos, como pueden ser los de la menopausia (disminución de la secreción de estrógenos), el mixedema (más común en mujeres; consiste en una disminución de la secreción de tiroxina), u otras alteraciones endocrinas o de otro tipo. También el uso de anticonceptivos podría producir depresiones. Pero lo que no cabe duda es que los factores sociales de discriminación sexual, el acoso físico y sexual, la carga de tener que preocuparse por su seguridad (sobre todo en familias pobres), las restricciones y limitaciones impuestas por los estereotipos de género, son factores decisivos, y posiblemente mucho más importantes que los biológicos (si es que existen en condiciones de normalidad), en la mayor incidencia de la depresión en las mujeres. 6. En relación con las capacidades cognoscitivas parecen existir ciertas diferencias entre ambos sexos relacionadas con el desarrollo diferencial de los hemisferios cerebrales. Estas diferencias se han mostrado anteriormente en el presente capítulo. De todas formas, en opinión de Feingold (1992ª), en los últimos años estas diferencias aparecen en los niños/as y luego disminuyen o desaparecen en la adolescencia. Así, podemos sugerir que uno de los objetivos de la educación debe ser el de fomentar la comprensión y el mutuo respeto a la realidad psicosexual que cada persona representa, así como a los valores que, con relación a la sexualidad, el individuo haya asumido. Igualmente, la educación deberá promover modelos de cooperación y hábitos destinados a valorar positivamente y aceptar las diferencias de sexo a la vez que promover el análisis y eliminación de mecanismos de transmisión y desarrollo de las diferencias de género que pueden ser limitadoras de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. BIBLIOGRAFÍA BANCROFT, J. (1997): Desviaciones de la conducta sexual. Fontanella, Barcelona. CARROBLES, J.A.I. (1990): Biología y psicofisiología de la conducta sexual. Fundación Universidad-empresa, Madrid. CHAMORRO, J.A. (2000): Códigos genéticos: condicionamientos de la conducta sexual. Chamorro Manzano, Madrid. DAWKINS, R. (1994): El gen egoista, las bases biológicas de nuestra conducta. Salvat, Barcelona. EIBL-EIBESFELDT, I. (1993): Biología del comportamiento humano. Manual de etología humana. Alianza, Madrid. FEINGOLD, A. (1992): Gender differences in male selection preferences. A test of the parental investment model. Phychological Bulletin, 112: 125-139. GUILLAMÓN A. y S. SEGOVIA (1987): Fundamentos biológicos de la conducta II. Vol. 2. UNED, Madrid. GUILLAMÓN, A. (1987): Dimorfismo sexual de la conducta. En: A. Azpiroz (dir.), Conducta animal y conducta humana. Universidad del País Vasco, San Sebastián. KIMURA, D. (1992): Cerebro de varón y cerebro de mujer. Investigación y Ciencia, 194: 77-84 LEVAY, S. y D.H. HAMER (1994): Bases biológicas de la homosexualidad masculina. Investigación y Ciencia, 214: 6-12. LLAURADÓ, R. (1993): Conducta sexual humana. Alas, Barcelona. PEASE, A. Y B. PEASE (2000). Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas. Amat , Barcelona. SOLA, J.C. (2001). Proyecto Docente. Biología y Educación I y II. Universidad del País Vasco. TRIVERS, R.L. (1985): Social evolution. The Benjamin/Cummings Pub. Co, Menlo Park, California. Hormonas y conducta sexual HORMONAS Y CONDUCTA SEXUAL. INTRODUCCIÓN. Fernández y Segovia (1987: 142 y ss.) El órgano blanco primordial de las hormonas sexuales es el cerebro. Éste a su vez, regula su secreción. A medida que se asciende en la escala evolutiva la dependencia hormonal de los patrones de conducta sexual en los organismos de ambos sexos es menor. Si la motivación sexual humana dependiese fundamentalmente del sistema hormonal la necesidad erótico-sexual coincidiría con la subida de estrógenos durante el período ovulatorio. Este hecho que no se observa en la mujer, sí que se aprecia en el chimpancé hembra, donde el número de respuestas sexuales es máximo durante cuando la ovolución es inminente. 50 Distribucion del coito en las hembras chimpances 40 30 20 Ciclos de deseo erotico en la mujer 10 0 1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29 31 Dia del ciclo (28 dias en la mujer; 30 en el chimpance) En el caso de otros mamíferos (roedores) la conducta copulatoria coincide y es solo emitida el día en que la hembra está en estro (período de celo), lo cual muestra que la conducta sexual depende directamente del sistema hormonal.