CUBRIR, DESCUBRIR, ENCUBRIR.

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CUBRIR, DESCUBRIR, ENCUBRIR. Existe una realidad entre el pueblo de Dios que por diferentes
motivos, se puede enfrentar de una manera equivocada, lo que conlleva a enfrentar serias
consecuencias para la edificación y perfeccionamiento de los santos. Me refiero al pecado dentro
de la iglesia. Cuando el Señor vino a nuestros corazones, fue por causa de nuestro extravío, y
estado de esclavitud pecaminoso en el cual estábamos; por lo que al perdonar nuestro pasado, y
llamarnos a seguir su Camino, ciertamente se van a manifestar diversas obras de la carne en
nuestras vidas; debemos reconocer que pueden haber muchas cosas que salen del corazón y que
no son agradables delante de Dios. Este es el testimonio de las escrituras: “Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad.” (1Jn.1:8-9) Una vez que podemos reconocer esta realidad dentro del pueblo de
Dios, debemos aprender a tratar con él, y así ser instrumentos de edificación y no destrucción en
la obra de Dios. Debemos aprender a distinguir la diferencia que hay en tres palabras de raíz
común, pero que son diferentes en su significado. Estas palabras son: Cubrir, descubrir, y encubrir.
En la misma carta de Juan que hemos citado, se nos dice: “Si alguno viere a su hermano cometer
pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado
que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia
es pecado; pero hay pecado no de muerte.” (1Jn.5:16-17) Aquí, Juan nos está enseñando que se
debe distinguir entre pecado de muerte, y pecado que no sea de muerte. ¿Y cómo podemos hacer
eso? Por medio de la ley. Hay pecados para los que la ley condena irremisiblemente a la muerte; y
hay pecados para los cuales la pena es menor. La aplicación de la pena de muerte en el contexto
de la iglesia, es la excomunión; es sacar fuera de la iglesia al que comete pecado de muerte.
Tratando un caso grave de fornicación, el apóstol Pablo enseñó lo siguiente: “En el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu
sea salvo en el día del Señor Jesús.” (1Co.5:4-5) y “Quitad, pues, a ese perverso de entre
vosotros.” (1Co.5:13b) Diferente es el caso de pecados de la carne, pero que tienen las
características de caídas por causa de pasiones, pero que no se desea perseverar en ellas; caídas
que dueles y entristecen el espíritu. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta,
vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti
mismo, no sea que tú también seas tentado.” (Gá.6:1) Tenemos, entonces, que hay diferencia
entre excomulgar, sacar de la comunión; y restaurar, levantar al caído. Son casos diferentes para
los cuales debemos estar preparados para juzgar.
Encubrir los pecados, es fingir que no ha pasado nada; es disimular, mantener oculta la situación
para que nadie la sepa. Esto lleva a vivir una vida de apariencias, y de falsedad que jamás podrá
dar verdadero crecimiento y liberación a quienes viven de esta manera. “La boca de los impíos
encubrirá la iniquidad.” (Pr.19:28b) “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los
confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” (Pr.28:13) Nada saca el hombre con pretender dar
una imagen falsa del estado de su corazón; Dios sacará a luz toda obra oculta. No hay nada mejor
que enfrentar la realidad, venir a la luz y reconocer lo que somos. Dios siempre lo ha sabido, y él
quiere que vivamos en su luz, entonces seremos limpiados de toda maldad. Notaremos el
testimonio del siguiente pasaje: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el
día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedales de
verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a
Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Sal.32:3-5) La confesión del pecado trae gran
liberación, reposo de una pesada carga. Por tanto, vivir ocultando la verdad, fingiendo que está
todo bien cuando hay pecados que están ocultos, es necedad y falta de cordura. El clamor de
David ante la realidad de su pecado, es lo que debiera inspirar a todo creyente a venir a la luz para
que su pecado sea limpiado. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a
la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame
de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí…”
(Sal.51:1-3) Este es el momento de abrir el corazón y derramarse delante del Señor, humillarse y
reconocer lo que somos, sin apariencias, sin hipocresías; sino tal como somos delante de aquel
que puede perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Nunca se debe encubrir el pecado, porque
es como si en vez de limpiar para curar una herida, quisiéramos poner vendas sobre la infección.
Otra actitud equivocada y altamente dañina es la de descubrir el pecado. Esto se refiere a ver el
pecado de un hermano y divulgarlo a otros, comentar la maldad sin hacer nada por ayudar al
caído, sino que deleitarse en la murmuración y el comentario. “El que carece de entendimiento
menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla. El que anda en chismes descubre el
secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.” (Pr.11:12-13) “Trata tu causa con tu compañero,
y no descubras el secreto a otro, no sea que te deshonre el que lo oyere, y tu infamia no pueda
repararse.” (Pr.25:9-10) En las escrituras hay un ejemplo muy claro sobre el pecado de descubrir la
falta de otro. “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se
embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez
de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera.” (Gn.9:20-22) En este ejemplo
vemos a Cam, hijo de Noé, que vio la desnudez de su padre, y en vez de cubrirlo, lo divulgó a sus
hermanos, y su pecado fue aborrecido por su padre. Notaremos la diferencia grande en la actitud
de los otros hijos de Noé, Sem y Jafet, quienes cubrieron la desnudez de su padre, no miraron a
Noé en su estado de embriaguez. “Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus
propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre.” (Gn.9:23) Aquí
vemos la diferencia entre descubrir y cubrir.
“El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas.” (Pr.10:12) Esto es lo que
hicieron los dos hijos de Noé, cubrieron la falta de su padre; cuando vemos una debilidad en un
hermano, una manifestación de la carne, entonces lo que debemos hacer es cubrirlo, entregarle la
palabra, el consejo necesario para que pueda ser librado de esa debilidad, debemos vestirlo de
Jesucristo. “El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga, aparta al amigo.”
(Pr.17:9)Podemos apreciar que divulgar las faltas, hacer público el error de un hermano hace daño
y trae divisiones y heridas; pero el que la cubre, el que actúa para ayudar al caído, ese está
haciendo bien y colaborando en la edificación del hermano. Veamos el siguiente ejemplo acerca
de cubrir la falta: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno
le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte
un alma, y cubrirá multitud de pecados.” (Stg.5:19-20) Por tanto, esta actitud de cubrir las faltas
de los hermanos ha de ser una constante conducta de aquellos que desean colaborar en la
edificación de la iglesia. “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor
cubrirá multitud de pecados.” (1P.4:8) No se trata de ocultar la falta, ni de divulgarla, sino de
llevar el remedio para sanar ese mal.
Notaremos como la iglesia de Laodisea se encontraba en un estado de ceguera, miseria, y
desnudez; y el Señor le habla con reprensión para corregir su estado pecaminoso: “Por tanto, yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas
para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para
que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.” (Ap.3:1819) Esto es un llamado a cubrirse, a vestirse de santidad; y esto es una acción de amor, porque se
busca la salvación de aquel que está caído, y no que continúe en un camino de muerte. El hijo
prodigo volvió a casa, sucio, pobre, pero arrepentido; y su padre tuvo de él misericordia y ordenó
que se vistiese con vestido nuevo. Esto es cubrir la falta de aquel que vuelve arrepentido. Amén.
Pastor Adolfo Espinoza
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