HERRERA LUQUE - Rafael Fauquié

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Rafael Fauquié
HERRERA LUQUE*
Murió Francisco Herrera Luque. Con sus novelas, él se
propuso -y logró- acercar los espacios que separan la
memoria histórica de la fábula; convirtió a la historia en
protagonista de numerosos libros sin héroes ni antihéroes,
sin balances ni consejas morales. La literatura fue para
Herrera Luque encuentro con un pasado próximo y familiar:
especie de personal e íntimo ajuste de cuentas con una
tradición que le tocaba muy de cerca. Herrera Luque
escribió, entre otras cosas, para descubrir la historia
venezolana en esa otra mirada que arrojan sobre nosotros
las pequeñas imágenes vertidas en relatos dibujados por las
tradiciones familiares: auténtica herencia del tiempo.
A veces, Francisco Herrera Luque me recuerda a Enrique
Bernardo Núñez, otro venezolano que también sintió la
necesidad de describir imaginariamente cierta honda
venezolanidad condenada al olvido por las historias
oficiales. Ambos escribieron sobre un pasado que los
obsesionaba. Enrique Bernardo Núñez habló, expresivamente,
del "silencio de la tierra"; Herrera Luque enfrentó, con
sus libros, el silencio de la épica: deslumbramiento
enceguecedor de un anecdotario emancipador que, incansable,
repite fechas de batallas, nombres de héroes y títulos de
proclamas.
El exceso de luz es como la excesiva oscuridad:
ninguna permite ver; en ninguna es posible dintinguir nada.
La penumbra que tradicionalmente rodea el tiempo de
nuestros tres siglos coloniales y la luminosidad cegadora
que se proyecta sobre la Independencia, han afectado
irreversiblemente la visión que los venezolanos tenemos de
nuestro pasado. Alguna vez comentó Herrera Luque que en la
desconocida historia venezolana habitaban apasionantes
personajes que sólo esperaban por algún escritor que los
descubriese. Descubrir algunos de ellos y darles vida, fue
una de las intenciones de su obra, un trabajo literario que
conoció un raro destino en nuestro país: el éxito.
Para terminar este breve comentario, repetiré aquí lo
que escribí en otra oportunidad sobre la primera novela de
Herrera Luque, Boves el urogallo: "Este libro inauguraba
una actitud de curiosidad y de cercanía hacia
personajes-tabú de nuestra historia; de proximidad a
prohibidas zonas del pasado. Boves había sido siempre el
'malo' de la historia venezolana, pero era, además, un malo
incómodo: blanco y español había sido idolatrado por miles
de lanceros llaneros y mestizos que ciegamente lo siguieron
en medio de un baño de sangre a todo lo ancho de la
geografía nacional. Y esas lanzas llaneras, venezolanas,
destrozaron a la gran mayoría de los ejércitos patriotas
que les opusieron resistencia. Boves era, pues, mucho más
que un personaje maldito: era un fenómeno que ameritaba
explicación. Con su novela, Herrera Luque intentaba esa
explicación y, al mismo tiempo, deshacía un mito: el del
Boves demoníaco. Todo mito, positivo o negativo,
deshumaniza. Bolívar o Boves -deificado uno, satanizado el
otro- están afectados del mismo mal "mitificante:
enfermedad que acartona y cosifica, despoja de atributos,
anula. El Boves de Herrera Luque es un ser de carne y
hueso: cruel, vengativo, valiente; signos todos -por
cierto- repetidos en cualquiera de nuestros caudillos de la
Independencia o posteriores a ella. Eso era, precisamente,
lo que hacía interesante a Boves: su reiteración -hecha
símbolo, transformada en arquetipo- dentro de la historia
venezolana".
1991
*
Capítulo perteneciente al libro La mirada, la palabra
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