Hijos con personalidad Autor:Ricardo Regidor A algunos niños les cuesta controlar sus impulsos. Es un buen momento para adquirir hábitos de autocontrol que les ayuden a templar su personalidad. No pueden esperar para conseguir aquello que les antoja, se agitan y se ponen nerviosos ante estímulos que a otros chicos no sobresaltarían, etc. Combatir contra uno mismo es la batalla más difícil y, junto a ello, vencerse a sí mismo es la victoria más importante. Se encuentran en un buen momento para adquirir hábitos de autocontrol que les ayuden a templar su personalidad. El autocontrol no se adquiere por sí mismo, con el simple paso del tiempo, sino que tiene que nacer de un ambiente familiar y de un estilo de educación. Además, es algo que se consigue de forma progresiva. Todos lo niños, sin excepción, tienden a querer satisfacer sus deseos de la manera más rápida posible. Poco a poco, y paso a paso, hay que ayudarles a asimilar una serie de virtudes como la paciencia, la obediencia, la reciedumbre, el dominio de sí mismos… A partir de los siete años con el despertar de su razón, podremos hacerles comprender el significado de que o somos amos de nuestro carácter o acabamos siendo esclavos de nuestros defectos. Experiencia de la lucha Según algunos estudios, muchos padres no usan la disciplina con sus hijos (no les ponen normas, no les castigan, etc.) porque quieren que sean ellos quienes se dominen a sí mismos, sin la necesidad de reglas externas. Pero como a los niños les falta la madurez suficiente para generar ese autocontrol, pueden ir dando tumbos durante su infancia sin experimentar lo que supone en la práctica la exigencia, ni la propia, ni la de afuera. Para llegar al autocontrol, nuestros hijos necesitan tener primero la experiencia de lo que supone la lucha contra sí mismos, contra sus defectos. Como todos tendemos a ser demasiado indulgentes con nosotros mismos, para adquirir este hábito es necesario que alguien que nos quiera nos incite a esa lucha personal. Cuando a una niña de 9 años le insistimos para que se lave los dientes todas las noches, y la avisamos, la acompañamos y no cedemos aunque no tenga ganas, le damos la posibilidad de experimentar en qué consiste esa lucha consigo misma. A esta edad, especialmente, los hijos necesitan una exigencia de los padres que con los años se transforme en una saludable autoexigencia. Autocontrol: una cuestión de voluntad Algo de austeridad Como dice el psicólogo Enrique Rojas, toda educación de la voluntad tiene un trasfondo austero, sobre todo cuando se comienza. Para tener voluntad y autocontrol hay que comenzar por negarse o vencerse en los gustos y estímulos e inclinaciones inmediatas. Algo realmente difícil. Un chico de diez años, después de una mañana de juegos, tendrá un hambre voraz… Pero ya puede comprender que no pasa nada por esperar unos minutos hasta que todos estén sentados en la mesa. Cuando contaba con menos edad quizá no lo entendiera, y simplemente obedeciera a nuestra orden, pero ahora ha de comprender su sentido para que realmente exista autocontrol. Si queremos desarrollar en los hijos esos hábitos de autocontrol no es para coartar su conducta y para hacer de su personalidad algo políticamente correcto, un niño para enseñar a las amistades. Al contrario, estos hábitos se necesitan para la realización del proyecto personal sin tener que seguir los dictados inmediatos de lo que nos pide el cuerpo; son necesarios para vencerse en esas pequeñas luchas titánicas que, sin embargo, harán que se consiga que los sueños se hagan realidad poco a poco. Señores de sí mismos El dominio de uno mismo es uno de esos retos extraordinarios que nos elevan por encima de las circunstancias. Con el paso del tiempo, nuestros hijos desarrollarán así una “segunda naturaleza”: Uno no hace lo que se le da la gana, ni lo más fácil, ni escoge el camino más blando, sino que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad se muestre más sólida, ya ni se planteará el cansancio o lo que le gusta, sino lo que sabe que será más positivo de cara a lo que se estima mejor. Aquel que no lucha por controlarse, por el contrario, es el niño mimado: Al no haber luchado en cosas pequeñas día a día se ha ido convirtiendo en un juguete de las circunstancias. Comprender las razones Hay que tener claro que el modo de que a estas edades se asienten las bases del autocontrol consiste en que asimilen las razones por las que los hijos deben actuar de una manera determinada. Si cuando eran más pequeños, lo importante consistía en que “hicieran” las cosas, ahora tienen que “querer hacerlas”. Además, como en el alpinismo, la importante consiste en dar pequeños pasos hacia arriba: se va ascendiendo en la montaña no gracias a las grandes escaladas, sino a costa de pequeños avances. Al principio costosos y después ya más fáciles, una vez que se vislumbra el paisaje desde la cima. Por ello, se deben tener claros los puntos en los que insistir, sin pretender abarcarlos todos, sino los más importantes para cada hijo, sabiendo que la lucha por adquirir una virtud tira de las demás hacia arriba. Un programa de autocontrol Así, los chicos deben aprender, durante estos años: 1. A controlar sus emociones. Para ello: -Hay que ayudarles a saber ser chicos y chicas pacientes, que aprendan a esperar. Por ejemplo, se les puede animar a ahorrar para conseguir algo que les guste; a veces, incluso se le puede retrasar una recompensa a propósito, por ejemplo, ir al cine, hasta que entendamos que no se trata de un capricho, sino que valora el sentido de esa gratificación. Otra faceta de la paciencia tiene que ver con la relación con sus amigos y hermanos: tenemos que ayudarles a que no se desesperen ante los defectos de los demás, por ejemplo, pidiéndoles que no critiquen nunca a nadie. -Hay que ayudarles a saber ser chicos y chicas serenos: que no pataleen cuando no les salen las cosas, un examen o unas notas… Debemos enseñarles a dar a los acontecimientos su justa importancia y, para ello, hay que hablar mucho de lo que les preocupa. No importan tanto las primeras reacciones de nerviosismo, pues no se trata de conseguir que se vuelvan fríos como el acero, sino de que lo comprendan y comprueben que, efectivamente, no era para tanto. Del mismo modo, también hay que enseñarles a que no pierdan la cabeza por cualquier tontería, por un nuevo juego, como el skate o cualquier otro que se ponga de moda. El deporte también puede convertirse en una escuela de virtudes, pues les ayudará a saber ganar y perder. -Hay que ayudarles a no ser resentidos: que sepan perdonar y olvidar a quien les ha enfrentado y, en primer lugar, en el propio hogar. Tenemos que pedirles e insistirles en que pidan perdón a un hermano, a su padre, etc. 2. A controlar su cabeza Para ello, debemos ayudarles a que no dejen de vagar la imaginación en fantasías. A estas edades, lo más importante consiste, sobre todo, en insistir para que sepan aprovechar el tiempo, pues el ocio, si consiste en no hacer nada, resulta peligroso para ellos. Al principio, quizá, deberemos estar encima para que cumplan su horario, que tengan claro que van a estar haciendo en cada momento. Pero, día a día, deben ser ellos quienes se organicen, aunque muchas veces no cumplan lo que se proponen: ahí estaremos nosotros para insistirles. 3. A controlar sus caprichos y primeros impulsos Para ello: -Debemos ayudarles a que sean chicos y chicas recios, es decir, que no tengan miedo ante las dificultades. Un buen objetivo consiste en que no se quejen ante lo que les desagrada, pues es un modo de no dejarse llevar por el primer impulso. Otro objetivo consiste en que sigan hasta el final con lo que han comenzado, aunque cueste: una maqueta, un rompecabezas, unas clases de gimnasia, una hora de estudio, etc. -Debemos ayudarles a que sean obedientes, de un modo inteligente y activo. Para ello, lo más importante consiste en saber mandar. Si les explicamos las razones de lo que les mandamos podrán asumirlo, de modo que se comporten así aunque no estemos delante o no se lo pidamos explícitamente. PARA PENSAR Nuestro hijo debe saber aprovechar el tiempo y, para ello, resulta muy conveniente que tenga un horario claro, que sepa -con la flexibilidad necesaria- qué tiene que hacer en cada momento. Si no, tenderá a hacer lo primero que se le ocurra. Un poco de “sufrimiento” no es malo; al contrario puede ayudarles a adquirir ese autocontrol necesario para poder hacer frente a las dificultades. Se puede poner, por ejemplo, una comida que le gusta menos; o hacer una excursión en la que se ande algo más de lo que les guste. Si tiene un “capricho” razonable, podemos servirnos de él para acostumbrarle a esperar, a ser paciente, por ejemplo, proponiendo una fecha lo suficientemente lejana o pidiéndole que ahorre. Un buen modo de aprender a controlar las emociones consiste en hablar de ellas. A esta edad resulta difícil comprender y explicar lo que le pasa, pero, nos ocurre a todos, en cuanto expresamos nuestros problemas ya comenzamos a solucionarlos. Pedir perdón cuesta mucho, pero dice mucho del carácter de una persona. Así, si nuestro hijo o hija se ha peleado con su hermano, o con un amigo, podemos insistirle en que pida perdón cuando se le pase el enfado. PARA ACTUAR Nuestro hijo debe ir conociéndose a sí mismo y, como los barcos, necesita la luz de un faro que le guíe. Con cariño tenemos que decirle en lo que falla y en lo que no, para que él mismo pueda ir forjando su personalidad. Quizá nuestro hijo no sea consciente de sus desplantes de mal genio por pavadas, hasta que le explicamos, con ejemplos concretos, lo que ha pasado: “ayer, tu hermana agarró tu estuche sin darse cuenta; ¿era para ponerse así?” Fuente:“Decálogo para educar la voluntad”, artículo de Enrique Rojas. “Educar el carácter” y “Tu hijo de 10 a 12 años”, de Alfonso Aguiló