TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD Hecho por: Mario de la Calle Real Rafael Cortés Cabello Belén Fernández – Hidalgo Arroyo ÍNDICE INTRODUCCIÓN Página 2 TIPO DE PERSONALIDAD Página 5 CASO CLÍNICO Página 10 CRITERIOS DIAGNÓSTICOS Página 14 CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS Página 19 SUSBTIPOS DE TAP (Millon) Página 31 EPIDEMIOLOGÍA Y CURSO Página 34 DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Y COMORBILIDAD Página 35 ETIOLOGÍA Página 37 EVALUACIÓN Página 40 TRATAMIENTO Página 41 COMENTARIO PERSONAL Página 52 BIBLIOGRAFÍA Página 53 INTRODUCCIÓN Composición del trabajo El presente trabajo consta de trece apartados bien diferenciados. El contenido de cada uno de ellos se muestra a continuación: Introducción: en este punto básicamente se explican las partes de las que consta el presente trabajo, así como el contenido de cada una de ellas; y la metodología empleada para realizarlo (reuniones mantenidas por los miembros del grupo, cómo se ha producido la comunicación, qué parte del trabajo realizó cada uno, etc.). Tipo de personalidad: aquí se muestra una descripción general del trastorno, en términos más divulgativos; para que la gente comprenda de manera adecuada las características del TAP. Caso clínico: se trata de, mediante un ejemplo de un personaje real, mostrar los rasgos y patrones de conducta característicos en estas personas. Criterios diagnósticos: en este punto se presentan los criterios diagnósticos de las dos clasificaciones principales de enfermedades relacionadas con la salud mental: la CIE10 y la DSM-IV-TR. Así mismo, se presenta un comentario con las diferencias y semejanzas principales entre ambas. Características clínicas: en este apartado se muestran las características clínicas más típicas en este tipo de personalidad, según lo reflejan dos autores muy importantes en sus libros. Esos autores son Caballo, V. E. (“Manual de Trastornos de la Personalidad”) y Millon, T (“Trastornos de la personalidad: Más allá del DSM-IV”). Tras las características, aparece un pequeño comentario sobre las semejanzas y las pocas diferencias que existen entre ambos autores. Subtipos de Trastorno Antisocial de la Personalidad: este epígrafe describen de manera breve los diferentes subtipos de TAP. Epidemiología y curso: en este punto se trata de ofrecer datos aproximados acerca del porcentaje de personas que sufren este trastorno en la población general, así como el número de casos nuevos que aparecen en una población determinada (incidencia). Igualmente, se explica la evolución típica que se da en este tipo de personalidad. Diagnóstico diferencial y comorbilidad: aquí se explican las diferencias existentes entre el TAP y otros trastornos del Eje I y el Eje II. También se hace referencia a la relación que existe entre el TAP y los trastornos correspondientes a los Ejes anteriormente mencionados. Etiología: en este apartado se indican y explican las posibles causas por las que se desencadena este trastorno. Evaluación: en este epígrafe se habla de los instrumentos principales empleados para evaluar la presencia y/o gravedad de este trastorno. Metodología empleada El trabajo, en nuestra opinión, está compuesto por dos partes bien diferenciadas: en primer lugar se encuentra la parte práctica y más creativa en la que se describe el trastorno de forma divulgativa y se buscan y explican ejemplos claros de este tipo de pacientes en los que se puedan ver sus características. Para este primer bloque del trabajo, la metodología empleada básicamente consistió en reuniones entre los miembros del grupo donde cada uno expuso sus ideas y posibles ejemplos para posteriormente someterlos a evaluación y decidir cuáles eran más adecuados. En prácticamente todas las propuestas, los tres miembros del grupo coincidíamos, llegando pronto a un consenso. Una segunda parte del trabajo consiste en el bloque teórico, donde se muestra de manera específica y analítica, tanto los criterios diagnósticos, como las características clínicas, epidemiología, comorbilidad, etc. En esta parte se buscó la bibliografía a emplear de forma conjunta y tras supervisar todas las partes entre todos, se repartieron los distintos epígrafes de manera equitativa. Una vez realizados los epígrafes, se pusieron en conjunto para comprobar el que el resultado final era el adecuado. TIPO DE PERSONALIDAD El trastorno antisocial de la personalidad o TAP, es uno de los once trastornos de la personalidad, y uno de los más conocidos, así como de los más graves. En este apartado vamos a explicar en qué consiste este trastorno, y lo haremos de una manera divulgativa, de tal forma que quede claro para cualquier persona que se disponga a leer esto y se atreva a asomarse a esta ventana para ver el complejo mundo de las personas que sufren este trastorno. Cuando hablamos de un antisocial, nos suele venir a la mente todos aquellos personajes que aparecen en las películas, los cuales aparecen con un cuchillo lleno de sangre tras haber matado a su séptima víctima. Estas personas son psicópatas, y se podría hacer un trabajo a parte sólo de ellos, pero el trastorno antisocial incluye a muchas otras personas, sin necesidad de que éstas cometan un asesinato en su vida. Este matiz lo veremos más adelante, concretamente en el apartado donde se exponen los criterios diagnósticos del TAP. Este tipo de trastorno de la personalidad es de los más graves y complicados, sobre todo a la hora de ser tratados, ya que ellos no perciben que su comportamiento sea un problema, por lo que no tienen ningún tipo de intención en ir a una consulta, a no ser que con ello puedan librarse de ir a la cárcel o de cumplir algún tipo de pena. HOUSE En lo referente a este tipo de personas, se puede decir que encuentran una especial satisfacción en el incumplimiento de las normas establecidas y en causar algún tipo de daño a los demás. Son personas que están en continua relación con la policía, ya que entran y salen de la cárcel de manera repetida. No paran con su primer delito, sino que cuando han cumplido el castigo impuesto, vuelven a la calle y vuelven a delinquir sin pensárselo dos veces. Otra característica que hay que destacar de los antisociales es su mentira patológica. Mienten de manera continua, solapando unas mentiras con otras. Todas las personas mentimos, pero lo que llama la atención de estos pacientes son las razones por las que lo hacen. Contando mentiras y engañando a los demás de cualquier forma, ya sea estafando o con cualquier otro método, ellos sienten un intenso placer. Esa es la razón principal que les lleva a esa acción, otra razón puede ser el hecho de beneficiarse con alguna mentira, es decir, sacar algo positivo con ello, pero no siempre es así, porque no siempre buscan conseguir algo mintiendo, a excepción del intenso placer que les produce. Además, son personas que no ven más allá del mañana. No tienen planes a largo plazo y no piensan antes de actuar. Esta es otra gran diferencia con el resto de personas, ya que una persona que no tiene ningún tipo de trastorno es capaz de pensar las posibles consecuencias que puede tener un determinado acto. Estas personas actúan sin pensar, no tienen control sobre sus impulsos. Un ejemplo de esto lo podemos ver en los asesinos en serie; la base que sustenta los asesinatos de estas personas son fantasías que tienen y que llevan a cabo sin pensárselo dos veces. Fantasean y se excitan con eso, por lo que lo hacen, no se controlan. Las peleas son frecuentes. Son irritables y se ven participando en enfrentamientos con mucha facilidad. Con cualquier comentario que no les guste o, simplemente, porque buscan esas peleas y es entonces cuando las provocan. También tienen comportamientos que ponen continuamente su vida en peligro, y no solo la suya, sino que las demás también. Aquí podemos destacar todas esas personas que conducen de una forma alocada, sin respetar las leyes que hay en la carretera y que en cualquier momento pueden tener un accidente y no sólo hacerse daño ellos mismos, sino hacérselo a cualquier persona que tuviera la mala suerte de estar en el momento menos oportuno en el lugar menos indicado. Otra característica que hay que destacar en estas personas es lo poco que les dura cualquier trabajo. Cambian constantemente porque no aceptan las normas internas a las que tienen que obedecer, además, no son responsables y no pueden atender las obligaciones que se les impone. Por último, la falta de remordimientos, de arrepentimiento y de culpabilidad es una de las características más típicas que aparecen en este tipo de personas. Tras cometer cualquier ilegalidad o delito, no se sienten culpables y, además, disfrutan teniendo esos comportamientos tan violentos y peligrosos. Para clarificar algo más los comportamientos y pensamientos de estos sujetos, a continuación presentamos algunos personajes de series o películas que cumplen algunos de los criterios anteriormente nombrados: Gregory House El protagonista de la serie con su mismo nombre, es un brillante médico especialista en el diagnóstico de enfermedades infecciosas extrañas. Es el mejor en su trabajo, pero su antipatía general hacia todo y su adicción a la vicodina, lo convierten en una persona muy difícil de tratar. House muestra un desprecio generalizado por la especie humana, a la que considera “estúpida”, así como a la sociedad y a la mayoría de las normas de su hospital (que se salta constantemente sin importarle el hecho de crearle grandes problemas a la directora del hospital donde trabaja). Una vez, incluso, le pillaron falsificando la firma de su mejor amigo para firmar recetas de la vicodina (cuyas dosis le habían reducido para intentar que disminuyera su adicción). En este caso House no sólo utilizó a su mejor amigo (Wilson) para sacar un beneficio propio (conseguir su droga), sino que se despreocupó por él mismo y por su amigo. Lo que vino tras esto fue el despido del trabajo de Wilson, que para encubrirle admitió haber firmado todas esas recetas. En este momento, Wilson podría haber vuelto al trabajo con una simple confesión de House, pero lejos de esto, no sólo dio la cara sino que encima no se mostró agradecido a Wilson, más bien lo contrario. Por otro lado, suele hacer comentarios que duelen a los demás. Uno de los más impactantes fue cuando le dijo a Cuddy (la directora del hospital donde trabaja) que menos mal que no había conseguido ser madre, porque sería una madre pésima (sabiendo que este era su gran sueño y que le estaba costando quedarse embarazada). Estos son sólo algunos de los comportamientos en los que se pueden apreciar claramente patrones antisociales de personalidad. Lisa Rowe Es uno de los personajes protagonistas de “Inocencia Interrumpida”, película bien conocida por todos nosotros. Lisa es una chica de aproximadamente unos 25 años con una personalidad antisocial, que esta ingresada en un psiquiátrico del que en repetidas ocasiones escapa. La conducta de Lisa esta marcada por una constante actitud provocativa hacia la demás personas, disfruta provocando a los demás, ya sea tanto dentro como fuera del psiquiátrico. Se podría decir que Lisa es una sociópata, escapa periódicamente del hospital y pocos días después la policía la lleva de vuelta al psiquiátrico. Esta chica es una ex drogadicta, que casi nunca duerme, come poco y disfruta organizando disputas y alterando el orden en el psiquiátrico. Dos ejemplos claros de la personalidad de Lisa se observan en dos escenas de la película: en una de ellas, el grupo de chicas del psiquiátrico salen a tomar un helado. Mientras están en la heladería una mujer mantiene una conversación con una de ellas y la hace un determinado comentario, al oír ese comentario y ver la actitud de la señora con Susana (la amiga de Lisa), esta muestra una reacción de ira y comienza a provocar a la mujer hasta tal punto de cogerla por el brazo y amenazarla. Si no llega a ser por la cuidadora monta un escándalo público que habría sido motivo de detención policial. En otro momento de la película con Lisa fuera del psiquiátrico, se observa como manipula a una ex compañera de este, hasta el punto de que esta se acaba suicidando debido a los comentarios que Lisa hace sobre ella. Aquí Lisa no tiene en cuenta que lo que hace que se suicide la chica son sus comentarios. Además cuando ve que la chica ha acabado con su vida no siente ningún tipo de remordimiento, sino que le quita su dinero y se va sin más. James Ford (Sawyer) Este personaje de la serie de televisión “Perdidos”, es perfecto para ejemplificar ciertos criterios del trastorno antisocial de la personalidad y especialmente el de “deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer”. Sawyer es un estafador profesional que ha dedicado su vida a hacer creer a muchas mujeres que estaba enamorado de ellas para, en el momento preciso, robarles todos los ahorros de su vida. El modus operandi consiste en mostrarse locamente enamorado de ellas y convencerlas para embarcarse en una inversión que, seguro, les hará millonarios (con el dinero de ellas, obviamente). Cuando ellas le dan el maletín con el capital, él se esfuma dejándolas solas y sin blanca. Tras esto, no sólo no muestra remordimiento alguno, sino que se siente orgulloso de ello. Además, Sawyer no es su nombre real, sino que es un apodo que emplea constantemente en su vida diaria (lo cual demuestra su deshonestidad constante). Sean Bateman Es el protagonista de la película “Las reglas del juego”. En este caso nos encontramos con un chico universitario algo perturbado que nuevamente sólo se relaciona con la gente para sacarles beneficios. Este ejemplo es preciso para explicar el criterio “despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás”. Este chico, como tantos otros en su universidad, compra cocaína a un traficante al que le debe mucho dinero que no tiene para pagarle. El traficante le advierte que no vuelva hasta que no tenga el dinero ya que si no le matará. En un momento de la historia, Sean vuelve a pedirle más droga (pero no a devolverle la deuda), pero esta vez lo hace acompañado de otro chaval. Cuando llegan al sitio, el traficante y sus secuaces comienzan a amenazar a Sean y éste les dice que es su acompañante quien tiene el dinero (poniendo en grave peligro su vida y quitándose de encima el problema). Es entonces cuando los traficantes van hacia él y le amenazan peligrosamente. En ese momento, Sean les dice que era mentira, que su amigo no tenía el dinero pero él tampoco. En ese instante, cuando parece que las amenazas de los traficantes van a cumplirse, Sean arremete con ellos con un cuchillo para poder huir. Una vez llegan al coche, Sean no se muestra asustado, sino más bien eufórico y emocionado por lo que acaba de pasar (búsqueda de experiencias intensas). Como se ha podido ver aquí no sólo pone en peligro su vida, sino también la de su colega; además no muestra arrepentimiento. Forma de conducir. CASO CLÍNICO Theodore Robert Bundy nació en el año 1946, en Vermont, y creció creyendo que su madre era su hermana y que sus abuelos eran sus padres. Debido a las duras críticas que recibían las madres solteras en aquella época, la madre de Ted se fue a vivir con sus padres, los cuales hicieron creer a la sociedad y al propio Ted que su madre era su hermana mayor con el único objetivo de proteger a su hija de la gente y sus habladurías. Esto provocó un gran daño en Ted, que creció bajo el engaño de su propia familia, marcando con fuego en la profundidad de su ser el rechazo de sus abuelos y de su propia madre. Además, Bundy vio cómo su abuelo pegaba repetidamente a su abuela y nadie hacía nada por evitarlo. Igualmente, Ted sufría una importante falta de afecto, ya que en su hogar predominaba la hostilidad y la agresividad. El modelo parental que vivió era el inculcado por su abuelo, que era más bien autoritario y poco cariñoso. Como veremos más adelante, los factores psicológicos y sociológicos influyen de manera decisiva en la configuración de la personalidad de las personas. Igualmente, las experiencias vividas por un sujeto, le predisponen a que en el futuro se comporte de un modo y otro. En este caso, Bundy se crió en un ambiente donde predominaba la violencia física hacia la que creía que era su madre (su abuela). Igualmente, el hecho de que su propia familia le mintiera, se puede considerar otro suceso traumático que puede estar implicado en la génesis de su trastorno. Esta situación tuvo su segunda parte en la adolescencia (a los 13 años), ya que se convirtió en una persona muy tímida y retraída, que siempre buscaba la soledad. Su comportamiento distaba mucho de ser el comportamiento de un niño normal, ya que hacía cosas tales como robar con asiduidad cosas que no necesitaba en absoluto o torturar animales. A la edad de 21 años, Ted encontró su primer amor. Se trataba de una chica morena, con pelo largo, llamativa y muy ambiciosa, es decir, a pesar de que se había convertido en un hombre guapo y atractivo, a ella no le bastaba con eso. Stephanie Brooks, que así era como se llamaba, era una persona que buscaba a un hombre que le resolviera la vida y le pudiera ofrecer todo aquello que se le antojara. La familia de Ted Bundy no era una familia a la que le sobrara el dinero precisamente, por lo que Stephanie rechazó a Ted, provocando en él un inmenso dolor que marcaría el resto de su vida. Fue tan grave el trauma, que luchó por conseguir llegar a ser alguien importante. Se graduó en Psicología y estudió la carrera de Derecho con el fin de conquistar a Stephanie. Cabe destacar que cumplió sus objetivos y consiguió que ella se enamorara de él, pero esta vez fue Ted quien la abandonó, tras mucho tiempo de insultos y vejaciones, en señal de venganza. Como se mostrará más adelante, las personas que sufren un trastorno antisocial de la personalidad sienten que todo el mundo es hostil y desagradable. Todos están en contra de ellos y predomina la “Ley del más fuerte” y la idea arraigada de “antes de que me hagan daño a mí se lo hago yo a ellos”. Siguiendo con esta idea, es muy posible que Ted Bundy añadiera dicha cognición en su repertorio, no sólo por el mal trato que recibió en su casa siendo niño, sino también por la mala experiencia sentimental con su primera novia. Ted se sentía dentro de una sociedad que no le comprendía, había sido rechazado durante toda su vida, y eso provocó un profundo odio en él. Empezaron a invadirle fantasías sexuales que con el tiempo no pudo reprimir, comenzando así su carrera criminal. Su primer asesinato lo realizó en 1974, y en todos llevó a cabo el mismo ritual. Al principio seguía a las chicas que elegía por la calle, de noche, luego las estrangulaba o golpeaba con una barra de metal. Cuando las chicas estaba inconscientes o semi-inconscientes, practicaba cualquier tipo de sexo con ellas, incluso, en ocasiones, lo hacía una vez que ellas estaban ya muertas. Una persona normal puede tener fantasías sexuales algo extrañas (como practicar sexo con personas muertas), pero los antisociales, concretamente los psicópatas, no se conforman con que estas fantasías se queden en su cabeza, sino que, debido a su gran impulsividad, tienden a hacerlas realidad. Con el paso del tiempo, y viendo que sus crímenes no eran localizados por la policía, Bundy se confío y comenzó a asesinar por el día. Se hacía pasar por un profesor de universidad que tenía un brazo roto, por lo que no podía llevar los libros a su clase. De esta forma, pedía ayuda a la víctima que él elegía. Cuando la víctima se prestaba para ayudarle, éste le propinaba un golpe con una barra metálica que siempre llevaba y la metía en su Volkswagen para llevar a cabo sus fantasías. No es necesario decir, que en todos estos casos, Ted Bundy no se preocupaba por la integridad ni el bienestar de ninguna de las personas a las que asesinaba. Ted Bundy no asesinó en un único sitio, sino que se movía continuamente buscando nuevas chicas. Así, dejó víctimas en distintos estados como Washington, Utah, Colorado y Florida. En todos los casos, las mujeres asesinadas guardaban un gran parecido físico con Stephanie: pelo largo negro, lacio, con raya en medio y, en todas las ocasiones, vestidas con pantalones. Un ejemplo de su sangre fría lo podemos observar en su conducta tras haber asesinado a dos chicas en Florida, ya que tras cometer los crímenes, volvió con su novia a disfrutar de un día en la playa. Este y otros actos, manifiestan claramente el diagnóstico de Ted Bundy, ya que uno de los rasgos característicos de los antisociales es que no sienten remordimiento alguno por haber dañado, o incluso matado a otra persona. En una ocasión le detuvieron gracias a la identificación que hicieron dos chicas que escaparon de él, pero consigue ser exculpado y no ser juzgado ante la falta de pruebas concluyentes. Estuvo libre el tiempo suficiente para seguir cometiendo más asesinatos. El último de ellos lo sufrió una niña de tan solo doce años de edad. Previamente a ese crimen, Bundy había intentado asesinar a una chica que logró escaparse, pero su ansia por matar era tan fuerte que buscó desesperadamente alguna otra mujer que supliera a la que consiguió huir. Esa mujer no fue otra que una niña de doce años, sobre la que descargó toda su ira. Finalmente, gracias a un testigo que vio la furgoneta en la que se movía Bundy en los últimos días, éste fue capturado y condenado a morir en la silla eléctrica. Fue el propio Ted quien se defendió durante el juicio, negando siempre que él cometiera los crímenes. Cuando quedaban días para su ejecución, Bundy llamó a los policías interesados en conocer su caso, asegurándoles que contaría todo lo acontecido en los crímenes que cometió. Durante la primera entrevista que mantuvo, solo dio vueltas alrededor del primer asesinato. Cuando se dio cuenta de que el tiempo había finalizado, le dijo al policía que se unieran todos para pedir que retasaran el día de su ejecución y así poder contar con detalle toda su historia. Aquí se puede observar una característica típica de los psicópatas: la manipulación. Esta estrategia no le funcionó, ya que había tenido tiempo de sobra, concretamente 10 años, para dar su versión de los hechos. Por lo tanto, fue ejecutado el 24 de enero de 1989 en una cárcel de Florida. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS Para hacer un diagnóstico de cualquier trastorno de la personalidad, podemos, y debemos, ayudarnos de los dos grandes sistemas de clasificación de los trastornos vigentes hoy en día: el DSM-IV-TR y la CIE-10. A continuación presentaremos los criterios diagnósticos necesarios para hacer un correcto diagnóstico, tanto de un trastorno de la personalidad, como de la especificación de dicho trastorno que aquí nos ocupa (el trastorno antisocial de la personalidad), de la DSM-IV-TR Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) y de la CIE-10 International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems). DSM – IV - TR Criterios diagnósticos generales para un Trastorno de la Personalidad: A. Un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. Este patrón se manifiesta en dos (o más) de las áreas siguientes: 1. cognición (p. Ej., formas de percibir e interpretarse a uno mismo, a los demás y a los acontecimientos). 2. afectividad (p. Ej., la gama, intensidad, labilidad y adecuación de la respuesta emocional). 3. actividad interpersonal. 4. control de los impulsos. B. Este patrón persistente es inflexible y se extiende a una amplia gama de situaciones personales y sociales. C. Este patrón persistente provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo: D. El patrón es estable y de larga duración, y su inicio se remonta al menos a la adolescencia o al principio de la edad adulta. E. El patrón persistente no es atribuible a una manifestación o a una consecuencia de otro trastorno mental. F. El patrón persistente no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. Ej., una droga, un medicamento) ni a enfermedad médica (p. Ej., traumatismo craneal. Criterios para el diagnóstico de F60.2 Trastorno antisocial de la personalidad (301.7) A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o más) de los siguientes ítems: 1. fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención. 2. deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer. 3. impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. 4. irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones. 5. despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. 6. irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas. 7. falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros. B. El sujeto tiene al menos 18 años. C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15 años. D. El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia o un episodio maníaco. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- CIE-10 Incluye trastornos graves del carácter constitutivo y de las tendencias comportamentales del individuo, que normalmente afectan a varios aspectos de la personalidad y que casi siempre se acompañan de alteraciones personales y sociales considerables. Los trastornos de la personalidad tienden a presentarse en la infancia y adolescencia y a persistir durante la edad adulta. Por ello es probable que un diagnóstico de trastorno de personalidad sea adecuado antes de los 16 ó 17 años. A continuación se presentan las pautas generales de diagnóstico correspondientes a todos los trastornos de la personalidad y tras estas pautas, las características complementarias del trastorno antisocial de la personalidad. Pautas para el diagnóstico Se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a otros trastornos psiquiátricos que reúnan las siguientes pautas: a) Actitudes y comportamiento marcadamente faltos de armonía, que afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo, a la afectividad, a la excitabilidad, al control de los impulsos, a las formas de percibir y de pensar y al estilo de relacionarse con los demás. b) La forma de comportamiento anormal es duradera, de larga evolución y no se limita a episodios concretos de enfermedad mental. c) La forma de comportamiento anormal es generalizada y claramente desadaptativa para un conjunto amplio de situaciones individuales y sociales. d) Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o la adolescencia y persisten en la madurez. e) El trastorno conlleva un considerable malestar personal, aunque éste puede también aparecer sólo en etapas avanzadas de su evolución. f) El trastorno se acompaña, por lo general aunque no siempre, de un deterioro significativo del rendimiento profesional y social. Para diagnosticar la mayoría de los tipos citados más abajo, se requiere a menudo la presencia de al menos tres de los rasgos o formas de comportamiento que aparecen en su descripción. F60.2 Trastorno disocial de la personalidad: Se trata de un trastorno de personalidad que, normalmente, llama la atención debido a la gran disparidad entre las normas sociales prevalecientes y su comportamiento. Este trastorno está caracterizado por: A. Actitud marcada Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y falta de capacidad de empatía. B. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación por las normas, reglas y obligaciones sociales. C. Incapacidad para mantener las relaciones personales duraderas. D. Muy baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas de agresividad; dando incluso lugar a un comportamiento violento. E. Incapacidad para sentir culpa y para aprender de la experiencia, en particular del castigo. F. Marcada predisposición a culpar a los demás o a ofrecer racionalizaciones verosímiles del comportamiento conflictivo. Puede presentarse también irritabilidad persistente. La presencia de un trastorno disocial durante la infancia y adolescencia puede apoyar el diagnóstico, aunque no tiene por qué haberse presentado siempre. Incluye: Trastorno de personalidad sociopática. Trastorno de personalidad amoral. Trastorno de personalidad asocial. Trastorno de personalidad antisocial Trastorno de personalidad psicopática. --------------------------------------------------------------------------------------------------------Como vemos, el DSM-IV-TR (APA, 2000) muestra que el trastorno antisocial de la personalidad o TAP, es un conjunto de síntomas caracterizado por un patrón general de desprecio y violación sistemáticos de los derechos de los demás que tiene su inicio en la infancia o a principios de la adolescencia, alargándose hasta la edad adulta. La gran diferencia existente entre ambos sistemas diagnósticos es que, mientras que la DSM-IV-TR exige como un criterio indispensable para diagnosticar un TAP que el sujeto haya presentado algún signo de TAP antes de los 15 años, mientras que la CIE-10 no lo considera un criterio imprescindible y simplemente afirma que padecer un trastorno disocial en la infancia puede apoyar el diagnóstico de TAP. Otra diferencia entre ambos sistemas de clasificación es que en la CIE-10, se refiere al TAP como trastorno disocial de la personalidad. Aunque los criterios de un sistema no son idénticos a los del otro, en líneas generales se hace referencia al mismo trastorno. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS Características clínicas del trastorno antisocial según Caballo Caballo, V. E. (2004) nombra las características clínicas del Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP), en su libro “Manual de Trastornos de la Personalidad”. Ahí los define en función de aspectos conductuales, cognitivos, emocionales y fisiológicos y médicos. También muestra en dicho libro un cuadro donde se relacionan los esquemas mentales de este tipo de personas, sus distorsiones cognitivas y los pensamientos desadaptativos que invaden sus mentes, muy útil para entender cómo piensan. Por último, se presenta un listado de aspectos sobre el posible impacto que puede tener un antisocial en el entorno y otro con las visiones y estrategias personales que pueden, y suelen, llevar a cabo. A continuación se presentan un resumen de las características más significativas de los antisociales en todos los aspectos anteriormente mencionados, acompañados de un pequeño comentario: Aspectos conductuales característicos del TAP: Tienen un comportamiento temerario, precipitado, espontáneo y, sobre todo, agresivo. Mantienen conductas impulsivas dirigidas hacia un objetivo. Se muestran arrogantes de forma continuada. Su conducta aparentemente puede ser encantadora. No mantienen las promesas ni los compromisos de honor. No suelen decir la verdad ni se puede confiar en ellos. Estimulan la compasión de los demás diciéndoles lo que quieren escuchar. Discuten con facilidad. No son cooperativos y provocan peleas. Son vengativos y beligerantes con quienes consideran sus enemigos. Desarrollan comportamientos fraudulentos o ilegales, como si las normas de conducta no se aplicasen a ellos. No se inhiben ante un peligro. Buscan sensaciones nuevas continuamente. Tienen una conducta oposicionista que dificulta las relaciones interpersonales de larga duración. Reaccionan mal ante las derrotas. Se muestran resistentes a la autoridad. Ante todo, los antisociales son personas que buscan activamente el refuerzo a través de su realización personal. Suelen ser ambiciosos, parece que necesitan controlar el ambiente y que no confían en las aptitudes de los demás. Los antisociales suelen entrar en conflicto con las normas sociales y los derechos de los demás, pudiendo incluso, tener problemas con la ley. Son incapaces de controlar sus impulsos, de manera que, suelen decir lo que realmente piensan (aunque ello dañe a otras personas) o actúan de forma violenta o agresiva con cualquier pretexto (por mínimo que sea). Lo normal es que se muestren arrogantes y desagradables pero, a menudo se muestran encantadores y seductores, utilizando dichas actitudes como medio para ganarse la confianza de una persona de la que quiere obtener un beneficio. No suelen mantener sus promesas ni compromisos por considerarlos responsabilidades innecesarias. Para ellos no existe la carga ética no moral que soportan el resto de las personas. Siguiendo esta línea, suelen saltarse las normas sociales y leyes por considerar que ellos están por encima de ellas. Allí donde otros pueden ver peligro, ellos ven una situación que les produce activación y excitación (placer), y están constantemente buscando situaciones de este tipo (por eso a menudo provocan peleas). Aspectos cognitivos característicos del TAP Presentan patrones cognitivos rígidos e inflexibles. No son capaces de hacer planes a largo plazo. No suelen temer al castigo. Son incapaces de aprender de las consecuencias negativas de sus acciones. Falta de consideración por los derechos de los demás. Gran confianza en sí mismos y desconfianza en los demás, a los que considera equivocados. Creencias que carecen de valores éticos o morales. Ven a las demás personas como objetos de los que se puede usar y abusar. Desprecio por las normas sociales. Ausencia de empatía y remordimiento cuando utilizan a los demás. Baja tolerancia a la frustración. Vulnerables al aburrimiento. Incapaces de demorar el refuerzo. Carencia de introspección. Poseen pocos sentimientos de lealtad interpersonal. Perciben el medio externo como hostil y amenazante. Permanecen vigilantes la mayor parte del tiempo. Suspicaces ante la compasión y el altruismo de los demás. Necesidad de controlar el ambiente. En el ámbito cognitivo, tienen la creencia cara e inamovible de que todo el mundo es hostil y amenazante, y que antes de que te ataquen es mejor que ataques tú. La supervivencia para ellos supone regirse por la “Ley del más fuerte”. Lo que está alterado en estas personas es su capacidad de juicio, no su ética. Son incapaces de ponerse en el lugar del otro, y si lo hacen es el sentido racional (nunca emocional). Aspectos emocionales característicos del TAP Impulsividad, ira, intranquilidad, hostilidad e irritabilidad. Ausencia de sentimientos de cordialidad e intimidad. Emocionalmente vacíos, fríos. Frustrados ante la pérdida de control del ambiente. Humor irascible. Hostilidad y agresividad fácilmente activadas. Debido a su limitada capacidad de amar o ponerse en la piel de otras personas, es muy raro que los antisociales tengan una relación de pareja profunda durante más de un año. Emocionalmente se caracterizan por ser agresivos e irritables y suelen tener un temperamento agresivo, impulsivo, hostil, arriesgado, etc. Su baja tolerancia a la frustración les hace “estallar” ante la idea de perder el control de cualquier situación. Como ya se ha dicho antes, tienen nula capacidad de ponerse en la piel de los demás y tampoco muestran remordimiento alguno. Aspectos fisiológicos y médicos del TAP Complicaciones debidas a posibles accidentes, al consumo de drogas y/o a peleas. Mayor riesgo de contraer el VIH. Poca preocupación por su salud, acudiendo al médico en casos extremos. Es lógico pensar que, al no temer las consecuencias de sus actos, los antisociales puedan llevar a cabo actitudes temerarias que pongan en peligro su salud física, tales como conducir a gran velocidad (aumentando su riesgo de sufrir un accidente), el hecho de ir provocando peleas o, incluso, el elevado consumo de sustancias tóxicas. Posible impacto sobre el entono Comisión de delitos que le pueden llevar a prisión. Puede engañar a personas cercanas prometiéndoles dinero fácil o la rápida obtención de fama o notoriedad. Puede abusar de la pareja o de los hijos, dándose a veces el maltrato. Raramente mantienen relaciones íntimas estables o duraderas. Consumo de drogas. Conducción temeraria bajo los efectos del alcohol o las drogas. Conducta laboral inconsciente. Como puede verse, las personas antisociales pueden producir todas estas consecuencias en su entorno y afectar a todos los ámbitos de su vida, ya sea familiar, laboral, conyugal o respecto a sus amigos u otros lugares donde no esté implicado tan frecuentemente. Visión y estrategias interpersonales de los sujetos con un TAP. Visión de uno mismo: o Solitario, autónomo, fuerte e independiente. Visión de los demás: o Hostiles, desafiantes. o Vulnerables, individuos a ser explotados. Estrategia principal: o Arremete, miente, roba, engaña. o Manipula, seduce, exige. Como vemos, los antisociales se ven así mismos como autónomos, fuertes, independientes… El hecho de verse de este modo explica por qué a menudo se muestran tan arrogantes. Al resto de personas las ve, como se ha dicho antes, hostiles y desafiantes (por eso son consideradas como una amenaza) y como seres de los que hay que abusar para sacar el mayor partido. Las personas son para ser explotadas. Por último, como estrategia principal suele arremeter con los demás , como un mecanismo de defensa contra aquellas personas que, está seguro, le atacarán; y por otra parte suelen seducir y manipular a todas aquellas personas de las que espera sacar algún beneficio. Esquemas, distorsiones y pensamientos desadaptativos característicos del TAP: Pensamientos automáticos Distorsiones cognitivas “La única forma de sobrevivir es Sobregeneralización siendo autosuficiente” “La fuerza o la astucia son los Sobregeneralización únicos medios para hacer las cosas” “Vivimos en una selva en la que Sobregeneralización sólo sobreviven los más fuertes” “Me golpeará a mí si no golpeo primero” “No es importante cumplir las promesas ni pagar las deudas” “He sido tratado injustamente y tengo derecho a conseguir por cualquier medio lo que me corresponde” “Los otros son débiles y merecen que los dominen” “Debo hacer todo lo necesario para conseguir lo que quiero” Adivinación de futuro Esquemas Autosuficiencia Superioridad Control del entorno Autosuficiencia Hostilidad del entorno Explotación del entorno Sobregeneralización Minimización Personalización. Afirmaciones de Estar en “tengo que…” derecho Etiqueta global Explotación entorno de Estar en derecho su del Afirmaciones su “debería” Justificación “Si no desplazo a los demás, ellos Adivinación del Hostilidad del me desplazarán a mí” pensamiento entorno “Puedo hacer las cosas y no tengo Idealización extrema Autosuficiencia que preocuparme por las malas Superioridad consecuencias” “Lo que los demás piensen de mí Pensamiento Autosuficiencia no tiene ninguna importancia” dicotómico Minimización Características clínicas del trastorno antisocial según Millon Millon, T. (1998) determinó en su libro “Trastornos de la Personalidad: Más allá del DSM-IV”, cuatro niveles dentro de los cuales explicó varias características en el ámbito funcional o estructural. Nivel comportamental: En el ámbito funcional: o Expresivamente impulsivo: Muchos presentan baja tolerancia a la frustración, incapacidad para retrasar o posponer la obtención inmediata de placer, actúan impulsiva y espontáneamente sin pensar en las consecuencias de sus actos o en otras alternativas. Parecen aburrirse con gran facilidad, no soportan las responsabilidades de un trabajo o un matrimonio ni las rutinas. Tienden a buscar desafíos o riesgos y a pasar de una situación excitante a otra sin pensar en los factores negativos. Aunque es más típico un comportamiento arrogante, desagradable y resentido, cuando las cosas salen como ellos quieren se muestran agradables, inteligentes e ingeniosos. Lo dicho hasta ahora se refiere al prototipo de antisocial, sin embargo, muchos otros muestran unos estilos de vida y comportamientos muy convencionales. Estos antisociales que se salen del esteriotipo, manifestarán su psicopatía en su vida laboral. o Interpersonalmente irresponsable: En sus relaciones interpersonales fracasan o niegan sus obligaciones económicas, conyugales, parentales y laborales. Experimentan placer quebrantando las normas o leyes, codician el poder y las posesiones y prefieren robárselas a otros que ganárselos honradamente. Suelen entran en la vida de otras personas para robarles y cuando ya no les queda nada, los abandonan para buscar a su siguiente víctima. Le proporciona mayor gratificación la desgracia de personas con poder o medios. Han aprendido a confiar sólo en sí mismos y ven a las otras personas como medios para obtener un fin. Por regla general, infundiendo miedo en los demás tratan de anular los sentimientos de inferioridad característicos de su infancia. Toda esta búsqueda de poder y medios a través de los otros es fruto de un gran sentimiento de resquemor y deseo de venganza y retribución. Sin embargo, la característica más distintiva de un antisocial es pasar por alto las normas y autoridad (como si él estuviera por encima de ellas). Muestran desde la adolescencia una desobediencia sistemática y adoptan formas de vestir, actitudes, valores…nada convencionales (en contra de la norma). Muchos de ellos son completamente encantadores y seductores, talento que emplean para convertirse en grandes estafadores e impostores. Sin embargo, el placer que obtienen de estas acciones desaparece al lograr la recompensa. Nivel fenomenológico En el ámbito funcional: o Cognitivamente desviado: Muchos antisociales construyen su propia realidad y la interpretan de acuerdo a sus creencias. Desaprueba los valores y normas sociales y tradicionales. Para intentar conseguir que sus comportamientos san tolerados o, al menos, entendidos, suelen inventar excusas en relación con sus “experiencias desagradables pasadas” o su “triste infancia”. Con esto pretenden ser eximidos de culpa y, si les pillan mintiendo repetidamente, actúan como inocentes afirmando que se les ha acusado injustamente. En el ámbito estructural: o Autoimagen autónoma: Hay que comentar dos aspectos principales en cuanto a la imagen que tienen de sí mismos: 1. Les agrada la idea de ser poco convencionales, de salirse de la norma y rechazar los valores que sigue la mayoría de la gente. De este modo, menos se parecen a la “gente normal” y más a gusto se sienten consigo mismos. 2. Desean librarse de las restricciones sociales y las responsabilidades que conllevan las lealtades a otras personas. De este modo, no se siente atado a personas, rutinas, obligaciones, lugares… sino que tienen un sentimiento de autonomía y autosuficiencia que hace mejorar la imagen que tienen de sí mismos. Por otro lado, los antisociales nunca creerán que alguien actúe de forma desinteresada o sincera y tienden a hacer lo que creen que es correcto para ellos. Un dato curioso es que algunos antisociales no están de acuerdo con los comportamientos violentos de otros con su misma personalidad e, igualmente, los antisociales violentos desprecian a los que no lo son por considerarlos cobardes. o Representaciones objetales degradadas: Los antisociales ven el mundo como un lugar lleno de frustración y dolor donde deben protegerse de la maldad de los demás. Están convencidos de que no se puede confiar en los demás, y que si confías te quitarán las cosas que quieres y te dominarán. Estos pensamientos son los que llevan a arrebatar a otros sus medios y poderes (para que no puedan utilizarlos en su contra) y a no intimar demasiado con las personas (por considerarlo una decisión peligrosa). Los objetos internalizados de este tipo de personas son recuerdos e imágenes desagradables y corruptos que estimulan los impulsos y actitudes desconfiadas y vengativas. Nivel intrapsíquico En el ámbito funcional: o Mecanismo de defensa: impulsividad-actuación/proyección: Mientras la mayoría de las personas controlan sus emociones y no las muestran o, si lo hacen, lo hacen con delicadeza; los antisociales suelen descargar directamente sus emociones y pensamientos sin pensar en el daño que puedan a hacer a los demás y sin sentir culpa ni remordimiento. El antisocial se siente sometido a la violencia y hostilidad de los demás y, por este motivo, cuando da rienda suelta a sus impulsos, lo justifica echándole las culpas a los demás. Al sentirse perseguidos, se ven en su derecho de vengarse y contraatacar. Siempre están dispuestos a identificar los comportamientos o comentarios más causales como ataques de los demás. En el ámbito estructural: o Organización indisciplinada: La estructura morfológica interna que, en todas las personas, contiene los impulsos, en los antisociales está poco o nada desarrollada. Igualmente, tienen escaso o nulo control sobre las energías y actitudes refractarias, lo que supone una mínima capacidad para controlarse, un umbral muy bajo para las acciones irresponsables y desviadas, así como descargas eróticas y hostiles; una autoexpresión sin ningún impedimento (llevando y luciendo bienes extravagantes que se salen de la norma) y una gran intolerancia a la frustración o a la demora o no obtención del placer. Nivel biofísico En el ámbito estructural: o Estado de ánimo insensible: Este tipo de personalidad supone que los impulsos no son elaborados o retenidos, sino que se expresan de manera directa y espontánea. Dicen las cosas directamente, sin andarse por las ramas y sin tener en cuenta si ofende o hace daño a otras personas. Estas acciones se dan en muchos casos por su deseo de impresionar a los demás. Igualmente, los antisociales tienden a mostrarse muy irritables y agresivos y muestran un déficit de consideración social, compasión, remordimientos, etc. Son personas que buscan ante todo la excitación y el placer (incluso a costa de otras personas). También les gusta mucho probar los límites de su propia tolerancia al dolor, por tanto parece que está más orientada a buscar la intensidad y excitación, más que hacia el placer como un fin en sí mismo. Otro rasgo característico es que muestren una gran falta de civismo y un desprecio por el bienestar y seguridad propios o de los suyos. Semejanzas y diferencias en las características clínicas según Millon o Caballo Como ya se ha visto anteriormente, ambos autores coinciden de manera general en las características clínicas habituales para este tipo de trastorno. Simplemente las organizan en diferentes grupos o niveles. Haciendo un análisis más profundo, nos encontramos con que los aspectos conductuales y cognitivos de Caballo, prácticamente, se corresponden con los niveles comportamental y fenomenológico de Millon respectivamente. más típicas La diferencia es que Caballo enumera las características mientras que Millon las agrupa en dos o tres grandes características que engloban la totalidad de las nombradas por Caballo. En cuanto a los aspectos cognitivos hay que decir que Millon hace una descripción bastante más extensa y clara que Caballo, explicando con mayor precisión la forma que tienen los antisociales de interpretar la realidad y la imagen que tienen de sí mismos y de los demás. En cuanto a los aspectos emocionales característicos del TAP (Caballo) podemos decir que se relaciona con el nivel biofísico de Millon, donde describe el estado de ánimo insensible tan típico en estas personas. En consonancia con esta última característica, Caballo nos habla de los aspectos fisiológicos y médicos del TAP. Como diferencias principales entre ambos autores hay que destacar la mención que hace Caballo sobre el posible impacto que puede tener la presencia de un antisocial en el entorno social, familiar, conyugal, laboral y sobre su salud. También es interesante la visión que tienen de sí mismos, de los demás y la estrategia principal que suelen emplear en su vida diaria. Una de las cosas más interesantes que introduce Caballo es el cuadro que nos muestra con esquemas, distorsiones y pensamientos desadaptativos característicos en estas personas. En dicho cuadro se ve, con ejemplos claros, la distorsión cognitiva que se da y el esquema mental que tiene el individuo en ese momento. Sin duda, es una de las mejores formas para saber cómo piensan estos sujetos. Por su parte, de todos los niveles que describe Millon, uno de los más reveladores es el nivel intrapsíquico, donde describe las actuaciones, a menudo impulsivas y agresivas, como un mecanismo de defensa ante los demás. Igualmente, en dicho nivel, da una explicación biológica de por qué no pueden controlar sus impulsos. SUBTIPOS DE TAP En este apartado vamos a referirnos a una serie de tipos de personalidad antisocial según Millon (1998), aunque bien es cierto que todas comparten o tienen en común dos características: el egocentrismo y el desprecio hacia los demás. El antisocial codicioso Estas personas se caracterizan por la envidia y el deseo de ser recompensados, creen que han sido privados del apoyo emocional y las recompensas materiales que merecían. Estos sujetos pretenden adquirir poder y eso lo expresan a través de la codicia y la voracidad. Apoderarse de las cosas que quieren o pretenden los demás es la mayor recompensa de los antisociales de este tipo. El antisocial codicioso experimenta una sensación de vacío muy importante, una necesidad poderosa del amor y el reconocimiento que no tuvo en la infancia. No importan el éxito o las posesiones adquiridas, se sienten vacíos. Como piensan que seguirán privados de cosas, manifiestan muy poca empatía hacia las personas que explotan o engañan. Estos antisociales no consiguen tener un sentimiento profundo de satisfacción y siempre se sienten incompletos a pesar de los éxitos que hayan podido tener, por lo que permanecerán siempre insatisfechos e insaciables. El antisocial que defiende su reputación Este tipo de personalidad se caracteriza por que los sujetos desean defender o potenciar su reputación y su posición. Realizan actos antisociales para que las demás personas los reconozcan y piensen que son invencibles y formidables, indomables e inviolables, y que poseen cualidades de fuerza e invulnerabilidad. Esta gente no permite que nadie usurpe su posición, reaccionan con gran intensidad si ocurre esto. Para ellos la reputación es muy importante, la defensa de esta sobre todo en adolescentes, refleja su posición social y su status de grupo. Debido a una necesidad interna y a la reputación publica, estas personas tienen que actuar de manera que demuestren que tienen unas cualidades especiales. Esto se puede observar a través de un liderazgo agresivo o mediante actividades que impliquen riesgo, normalmente de naturaleza criminal (por ejemplo luchas entre bandas). El antisocial arriesgado Lo que mueve a estos sujetos es la excitación que provocan determinados comportamientos, la sensación de sentirse vivo y “enganchado” a la vida. Son personas impulsivas, responden antes de pensar, irreflexivos e incontrolados. Normalmente no tienen miedo a experiencias que para los demás son peligrosas o amenazadoras. Podemos decir que estos antisociales son intrépidos, audaces e imprudentes. A estos, a diferencia de los otros antisociales donde observamos engrandecimiento y venganza, podríamos decir que buscan una necesidad de excitación y estimulación, aventuras momentáneas y fugaces que son intrínsecamente peligrosas. Son buscadores de peligros que se sienten fácilmente seducidos por las oportunidades de probarse a si mismos o ampliar sus posibilidades, lo que les hace antisociales son la independencia y la irresponsabilidad de sus acciones. El antisocial nómada Son individuos que buscan huir de una sociedad por la que se sienten despreciados, aislados y abandonados. Son personas que se lamentan de haberse distanciado de todo lo que es socialmente convencional, porque sienten que tienen poca influencia sobre los demás y temen ser rechazados de nuevo. En estas personas existe resentimiento e ira, y la menor provocación o como consecuencia del abuso de alguna sustancia como pueda ser el alcohol, manifiestan conductas impulsivas de tipo sexual contra personas débiles y agresiones brutales. Este tipo de personalidad representa una mezcla de las características antisociales y de las más propias de las personalidades esquizoide o evitadoras. El antisocial malevolente Quizás esta sea la variante antisocial menos atractiva ya que forman parte de ella individuos que son especialmente hostiles y vengativos. Tienen sentimientos de odio y de destrucción hacia la vida social convencional. Desconfían de los demás y le dan mucha importancia a la traición. Adquieren sangre fría y deseo de venganza por los malos tratos recibidos en la realidad o en su fantasía cuando eran niños. Atacan a aquellos de los que desconfían o a los que creen que les pueden destruir. Descriptivamente hablando son personas beligerantes, mordaces, rencorosos, viciosos, brutales, insensibles, truculentos y vengativos. Además son especialmente insensibles al miedo y a la culpa. Las principales características de estos individuos se parecen a las de las personalidades paranoides o sádicas. No obstante al contrario que los sádicos, los antisociales, reconocen los limites de lo que pueden hacer para satisfacer sus propios intereses. EPIDEMIOLOGÍA Y CURSO Es importante decir sobre el TAP, que en este tipo de trastorno la conciencia sobre el mismo es nula por muy inadaptado que este el sujeto. Acceden ha ser tratados en circunstancias muy diversas, según su conducta psicopatológica. Es relativamente frecuente que estén en prisión. La incidencia del TAP en la población normal es de 1% a 3% y del 3% al 30% en muestras clínicas según la APA. Cabe destacar que los incrementos mas notables se encuentran en estudios con muestras de personas que se encuentran en prisión, donde las tasas de prevalencia pueden llegar al 75%. La prevalencia del TAP es más elevada en hombres que en mujeres. Según la DSM – IV –TR existe una prevalencia del 3% en varones y del 1% en mujeres en lo que a muestras de población general se refiere. El TAP se relaciona con un estatus socioeconómico bajo y con el medio urbano, aunque a la hora de diagnosticar, el clínico debe tener en cuenta el contexto socioeconómico y cultural del sujeto para evitar posibles confusiones con otras conductas antisociales similares ( muchas pueden realizarse por supervivencia). El curso del TAP es crónico, aunque a medida que el sujeto tiene más edad puede ir remitiendo. La mejoría es mas clara cuando el sujeto no actúa de forma delictiva, comportamientos psicoactivas. también es antisociales, mas así probable como el que disminuyan consumo de otros sustancias DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Y COMORBILIDAD Si el TAP aparece asociado a un trastorno por consumo de sustancias psicoactivas, no se diagnosticará salvo que cumpla el criterio relacionado con el hecho de que debe haber presentado los signos del trastorno antisocial en la infancia y que estos no hayan remitido hasta la edad adulta. Si el comportamiento antisocial aparece solamente en el transcurso de una esquizofrenia o episodio maniaco no deberá ser diagnosticado tampoco como TAP. Respecto al diagnostico diferencial con otros trastornos de la personalidad hay que destacar por ejemplo que comparte muchas características con el trastorno narcisista, pero en este ultimo no se presentan características como la impulsividad, la agresión o el engaño, ni suele haber presentado comportamientos delictivos. El TAP hay que diferenciarlo del THP (trastorno histriónico de la personalidad), lo sujetos histriónicos no solo son mas exagerados emocionalmente, sino que no llegan a involucrarse en actos delictivos ni antisociales. Por otro lado, tanto los sujetos con un THP como los que padecen un TLP (trastorno limite de la personalidad) manipulan a los demás, pero para captar su atención, mientras que los antisociales lo hacen para obtener beneficios, como poder u otros bienes materiales (APA, 2000). Según Gunderson, J. G. (2002) tanto los antisociales como los límite presentan mucha hostilidad, pero la de los primeros suele ser más extrovertida. En cualquiera de los dos suelen existir antecedentes de alienación negligencia y abusos, así como problemas conyugales, abandono, abuso de sustancias o violencia. Además, ambos puntúan similar en neuroticismo (alto) y responsabilidad y amabilidad (bajo). Como hemos visto, se parecen en la mayoría de las características, pero sin duda, la gran diferencia se encuentra en el sexo. Mientras el 75% de pacientes diagnosticados con TLP son mujeres, el 75% de los pacientes diagnosticados de TAP son hombres. En lo que se refiere a la comorbilidad del TAP con otros trastornos, se debe señalar que los estudios de comorbilidad cobraron fuerza debido a la relación entre los trastornos de personalidad y conductas adictivas. Estudios han mostrado que aproximadamente dos tercios de los adictos a opiáceos, presentan algún tipo de trastorno de la personalidad, siendo el TAP el mas característico. La inestabilidad afectiva de los adictos con trastorno de personalidad podría convertirse en un trastorno del eje I. También existen investigaciones epidemiológicas sobre la prevalencia de los trastorno de personalidad relacionados con el juego patológico. Los resultados muestran tasas de un 71,4% de jugadores patológicos en los que los rasgos antisociales aparecen con una frecuencia del 35% al 40%. Con respecto a los trastornos del eje II, parece que el TAP presenta comorbilidades con el trastorno narcisista, el histriónico y el límite. Se ha comprobado también la aparición de comportamientos antisociales en sujetos con un trastorno paranoide de la personalidad (TPP) motivados por su deseo de venganza (APA, 2000). ETIOLOGÍA Algunos autores señalan que aunque existen indicadores sobre la naturaleza biológica que predispone a la adquisición de un patrón antisocial de personalidad, los factores psicológicos y sociológicos influyen de manera importante en el moldeamiento del carácter de las personas, en la forma en que se expresan las disposiciones de la personalidad o en la propia historia de aprendizaje del sujeto. Algunos estudios ponen de manifiesto que la presencia de factores biológicos predispone al desarrollo del TAP. Dentro de lo biológico por ejemplo podemos hablar de genética. El papel que desempeñan los factores genéticos en el desarrollo del TAP ha sido estudiado de manera exhaustiva. Por ejemplo, tener un padre sociópata o alcohólico predice el TAP en la vida adulta. La criminalidad de los padres es un factor de riesgo para la delincuencia de la descendencia cuando se combina con un bajo estatus social. También es interesante hablar de los factores hormonales que predisponen el TAP. En 1990, Dabbs y Morris proponen que alteraciones en la glándula tiroidea producen niveles elevados en la testosterona, pudiendo causar trastorno de hiperactividad con déficit de atención y comportamiento agresivo en edades más tempranas, así como TAP en edad adulta. Por tanto podemos relacionar el TAP con niveles altos de testosterona. Podemos hacer referencia también a los patrones de neurotransmisión, algunas aproximaciones han encontrado que la dopamina y la serotonina están relacionadas con el comportamiento antisocial, es decir, niveles bajos de serotonina y altos en dopamina se asocian con comportamientos agresivos, violentos e impulsividad del TAP. Diversos estudios como el realizado por Robins en 1966 han demostrado que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, de inicio temprano, supone un riesgo para el desarrollo del TAP. Otra línea de investigación sugiere la existencia de una disfunción del lóbulo frontal en aquellos sujetos con TAP. Algunos individuos con alteraciones en este lóbulo y también en el temporal presentan un mayor grado de comportamiento antisocial (agresividad, obscenidades y robos) y conductas impulsivas. La existencia de alteraciones en las funciones del lóbulo frontal puede alterar la iniciación y planificación de conductas orientadas a metas, a la anticipación de contingencias de refuerzo y castigo, y a los sistemas motivacional y emocional de los sujetos con TAP. En lo que se refiere a factores evolutivos y ambientales que contribuyen a la génesis del TAP, cabe destacar los factores familiares y los relacionados con el aprendizaje. En la familia por ejemplo se entiende que tienen lugar una serie de procesos que pueden ser antecedentes del TAP. Con esto nos referimos a pautas de crianza, al uso excesivo del castigo, la incoherencia, los diferentes niveles de supervisión parental, la hostilidad, el consumo de drogas, los trastornos afectivos parentales, la delincuencia familiar, la discordancia familiar, los conflictos conyugales, la violencia física, las separaciones o divorcios y la falta de afecto, Los niños que sufren de negligencia, indiferencia e incluso hostilidad, van a percibir su mundo como un lugar frío y desolador y van a presentar falta de sensibilidad humana y de sentimientos de apego; además, estos niños empiezan a incorporar resentimientos, un modelo parental de indiferencia y falta de empatía. La falta de figuras parentales puede provocar que el niño explote el mundo sin la guía y las limitaciones que se derivan del afecto y del control parental. Un elemento esencial de los trastornos de la personalidad es que la manera en que hacen frente al mundo es en si misma patológica, por lo que ellos mismos crean acciones que acaban siendo autofrustrantes. Esta gente piensa que no pueden confiar en los demás ya que trataran de ejercer poder sobre ellos y explotarles, por eso quieren conseguir todo el poder por si mismos. Piensan que si contrarrestan las acciones de lo otros podrán resistir a su insensibilidad y hostilidad. Solo a través de la autosuficiencia y la decisión pueden superar la indiferencia o los peligros de su ambiente, y, por tanto, conseguir las cosas buenas de la vida. Las acciones defensivas de las personas antisociales están también movidas por una necesidad de venganza, de deseo de humillar y dominar a los demás. Para estas personas la autonomía y la dominación son formas de aliviar las injusticias del pasado, y, además, como ocurre en la mayoría de las estrategias de afrontamiento, obtienen un éxito parcial en la consecución de recompensas en el presente. EVALUACIÓN Para una evaluación completa y correcta del TAP, no sólo es necesaria la presencia de los criterios diagnósticos de la CIE o la DSM, ni tampoco una serie de autoinformes y entrevistas. Será imprescindible realizar una biografía del paciente, en la que se incluye información acerca de las relaciones, los logros en el estudio y el trabajo, la lista de detenciones y condenas, así como las circunstancias que se dieron en su vida cuando éstas ocurrieron, su salud física y la historia de su consumo de drogas principalmente. Es muy importante recoger información de fuentes adicionales, es decir, no sólo hay que basarse en los datos que nos proporcione el paciente. Esto es así porque las personas que padecen un TAP, son personas en las que no se puede confiar, ya que mienten y son deshonestos, por eso es esencial contar con la colaboración de la familia, amigos, pareja, etc. Los instrumentos, propiamente dichos, que actualmente se utilizan para evaluar este trastorno los encontramos básicamente divididos en cuestionarios autoinformados y en entrevistas clínicas estructuradas. Aunque también hay que destacar una serie de propuestas para la evaluación de las funciones llevadas a cabo por el lóbulo frontal, debido a los resultados de una serie de una serie de investigaciones, en las que se asocia el TAP al esta área cerebral. - Medidas de autoinforme: o Escala para la Evaluación del Trastorno Antisocial de la Personalidad (ETAPA) (ALUJA, 1986): contiene 47 ítems que se ajustan a los criterios diagnósticos que aparecen en la DSM-III. En 1993, Chico destacó la existencia de 3 factores en esta escala, los cuales son: conducta agresiva, desestructuración social y desestructuración escolar. Cabe mencionar que ninguno de estos 3 factores tiene una fiabilidad menor a 0.77. o Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA) (Luengo, Carrillo, Otero y Romero, 1994): contiene 82 ítems y evalúa el nivel de conducta antisocial. Los ítems en cuestión, exploran la frecuencia con la que ocurren una serie de conductas tales como vandalismo, robos, agresiones, violación de las normas y uso o comercio con drogas. o Otros instrumentos generales para la evaluación del TAP: a parte de los dos instrumentos comentados, también podemos utilizar otra serie de escalas que evalúen los trastornos de personalidad de una manera general, como puede ser el MCMI-III (Millon et al, 1994), la escala de Desviación Psicopática del MMPI-2 y el CEPER para evaluar los estilos de personalidad antisocial. (Caballo y Valenzuela, 2001). - Entrevistas: Ejemplos de entrevistas estructuradas que se pueden utilizar para evaluar los trastornos de la personalidad de una forma general son la SCID-II y la IPDE entre otras. Pero cuando hablamos de llevar a cabo una entrevista con sujetos antisociales, el tema es ligeramente diferente, básicamente por la dificultad que esto entraña. Estos sujetos nunca van a acudir a una consulta por un problema de comportamiento en sí mismo, sino por otros que estén asociados o relacionados, como pueden ser el consumo de drogas, conseguir un certificado que les exima de realizar cualquier trabajo o para evitar ir a la cárcel después de cometer algún delito y así poder alegar cualquier problema mental, que, a pesar de todo, saben que no padecen o, mejor dicho, creen saber que no padecen. La relación que el terapeuta tiene con este tipo de pacientes es bastante problemática y conflictiva, ya que cuando el sujeto ve que el terapeuta no le sigue el juego es más que probable que se enfade y le critique. Por lo tanto, es complicado conseguir un buen vínculo, pero no sólo por su deshonestidad, sino también porque no se implican lo suficiente para tratar problemas como el control emocional o su incapacidad para actuar de manera responsable. La principal estrategia que tiene que utilizar el terapeuta a la hora de tratar con este tipo de personas es la empatía, sobre todo en lo referente a las consecuencias que para sus vidas está teniendo el comportarse de la forma en la que lo están haciendo. Si se hace esto, los pacientes verán al psicólogo como un aliado que entiende su situación y no como una figura autoritaria, por lo que será más probable que esa persona quiera cooperar con el terapeuta. Hay que tener en cuenta siempre que tratemos con estos pacientes, que son personas a las que les gusta mucho captar la atención, y para ello utilizará cualquier método que esté en su mano, destacando la mentira y la presunción. Pero el terapeuta puede utilizar sus propias armas para sacarle información y hacerle hablar, esto es induciéndole a presumir con preguntas o comentarios tales como: “Menudo liante debe ser usted” o “¿Sabía pelear bien?”. - Evaluación de las funciones ejecutivas: o “Test de Clasificación de Cartas de Wisconsin” (Heaton et al., 1993): es una medida de estas funciones que requiere estrategias de planificación, indagaciones organizadas y utilización de feedback ambiental para cambiar estrategias de trabajo. Todo esto se relaciona con el funcionamiento frontal o prefrontal. o “Test de Colores y Palabras de Stroop” (Golden, 1995): evalúa la flexibilidad cognitiva, la resistencia a la interferencia procedente de estímulos externos, la creatividad y la complejidad cognitiva. Estos factores determinan la habilidad individual para afrontar situaciones cuya solución requiera procesamiento de informaciones complejas. o “Torre de Hanoi” (Simon, 1975): valora las funciones ejecutivas, entre las que se incluyen la capacidad para planificar, para llevar a cabo ensayos mentales y para trabajar bajo unas normas establecidas. o “Mini Examen Cognitivo” (MEC) (Lobo, 1979): mediante esta prueba se evalúan las demencias y las funciones cognitivas, tales como orientación, memoria, lenguaje, praxis y reconocimiento de objetos. o “Entrevista sobre Daño Colateral Cerebral” (Collateral Head Injury Interview; Martzke, Swan y Varney, 1991): evalúa las alteraciones psicosociales y neurocomportamentales. Es importante destacar que en la adaptación española, que fue llevada a cabo por Pelegrin en 1995, se describen cuatro factores, que son: apatía, desadaptación social, pseudopsicopatía y alteración de las funciones ejecutivas. o “Entrevista de Habilidades para la Vida”: se compone de cinco subesacalas que se encargan de evaluar el nivel de autocuidado personal, el comportamiento social interpersonal, la comunicación-contacto social, el comportamiento social no personal y la capacidad para llevar a cabo una vida normal. Es muy importante cumplimentar toda esta información con la que ofrecen los familiares del paciente. o “Escala neurocomportamental” (Neurobiological Rating Scale, NRS): explora la orientación, la memoria, el lenguaje y los síntomas derivados de lesiones del lóbulo frontal, como desinhibición, escasa planificación e introspección inadecuada. A parte de estos cuestionarios y entrevistas que se han citado, también hay dos importantes técnicas proyectivas, que se pueden utilizar como instrumentos a la hora de evaluar un TAP. Estos instrumentos son el test de Rorschach y el TAT. En lo referente al Rorschach, se observa cierta incoherencia entre el comportamiento del sujeto y las respuestas que éste refleja. Estos pacientes se muestran despreocupados e indiferentes cuando van a llevar a cabo la tarea, es decir, se muestran confiados e, incluso en ocasiones, ofensivos. Sin embargo, las contestaciones que ofrecen son defensivas. Como ejemplo de respuesta defensiva, podemos señalar que el protocolo puede contener varias láminas de rechazo que provocan en la persona suspicacia e irritabilidad. Además, las percepciones que tiene el sujeto, suelen ser vagas y poco detalladas. En las láminas que contienen colores, las respuestas se dan con mayor lentitud, y cuando responden suelen contener elementos tales como sangre y armas. El número de ítems suele ser reducido, pero especialmente destacan las respuestas relacionadas con el movimiento, que son excesivamente limitadas. Los porcentajes de formas positivas también suelen ser bajos, mientras que las respuestas globales y de animales suelen ser proporcionalmente altas. En cuanto al TAT, es un test cuyas tarjetas provocan defensividad o expansión, al igual que ocurre con los pacientes que sufren de un trastorno de personalidad narcisista. Lo que se observa en este test es que el mundo de muchos antisociales parece fijado en la edad juvenil, ya que es en torno a esta edad los temas de las historias que quedan reflejadas. TRATAMIENTO La primera idea que debe quedar clara en este punto es que el TAP es un trastorno que tiene muy difícil tratamiento. Esto no se debe al tratamiento en sí, sino a la implicación que tienen estos pacientes. Los sujetos con TAP no suelen acudir a una consulta para recibir tratamiento a no ser que se vean obligados a ello. Aún así, cuando van a la consulta, el tratamiento no suele ser eficaz. Como se ha dicho antes, esto se debe a la implicación de estos sujetos en el tratamiento, lo que a su vez se fundamenta en las características básicas que definen el trastorno. Estas características son la falta de empatía, la incapacidad para establecer relaciones fiables y su desprecio por las normas sociales. Hay casos específicos en los que el trastorno se manifiesta en su mayor extremo (incapacidad para anticipar las consecuencias a largo plazo de sus acciones, incapacidad para reflexionar sobre su pasado, moderado trastorno del pensamiento formal, deterioro en la comprensión del significado implícito de las palabras, etc.) y donde es casi imposible que un programa de intervención tenga el más mínimo impacto sobre el sujeto. Sin embargo, esto no quiere decir que no se haya intentado llevar a cabo un tratamiento con las personas que padecen este trastorno. De hecho, ha habido muchos programas que se han realizado con sujetos que se encuentran recluidos en cárceles y que cumplen los criterios diagnósticos del TAP. En estos casos, se sacaron una serie de conclusiones, que son: Si la persona se encuentra en el nivel moderado del trastorno los programas de intervención son mucho más eficaces. También es más eficaz el tratamiento cuando se abordan aspectos que conducen a la conducta delictiva, como los valores y actitudes antisociales, relaciones con otros delincuentes, dependencia de las drogas y déficit educativolaborales. El tratamiento debería enseñar y fortalecer las habilidades interpersonales y modelar las conductas prosociales. Si se da la circunstancia de que los sujetos se encuentran internos en algún tipo de institución, donde el ambiente pueda ser manipulado sin ningún problema y así poder utilizarlo como técnica terapéutica, se han planteado una serie de intervenciones: Programas de economía de fichas. Comunidad terapéutica, que ha alcanzado resultados especialmente negativos hasta el día de hoy. Programas llevados a cabo en la naturaleza. Por otro lado, hay dos autores, como son Marshall y Fernández, que presentaron en 1997 un programa cognitivo-conductual sistemático para el tratamiento de delincuentes sexuales donde los objetivos de la intervención se dividen en dos áreas: Objetivos específicos al delito, que incluyen superar la negación y la minimización, mejorar la empatía con la víctima, cambiar las creencias y actitudes distorsionadas, modificar las fantasías inapropiadas y desarrollar un plan de prevención de las recaídas. Objetivos relacionados con el delito, que hace referencia a temas que son precursores o que influyen en el delito. Podemos destacar habilidades deficientes de relación, pobre solución de problemas, consumo de sustancias psicoactivas, escaso control de la ira y habilidades para la vida inadecuadas. Hay que reseñar que este programa de intervención no está pendiente de más investigaciones acerca de sus resultados y su eficacia. También hay que destacar la propuesta de otros autores que sostienen que lo importante es el tratamiento de aspectos concretos del TAP. Entre estos autores podemos nombrar a Turkat (1990), quien dice que hay que modificar dos comportamientos fundamentales. Estos dos comportamientos son la ira y el control de impulsos, y ambos tienen un tratamiento similar; esto es, elaborando una jerarquía de los estímulos que provocan tanto la ira como la falta de control de impulsos, para luego utilizar respuestas competitivas (en el caso de la ira sería la relajación y en el caso del control de impulsos serían respuestas contrarias a las ganas de actuar impulsivamente). Las respuestas que se suelen utilizar son básicamente estrategias de distracción, que pueden ser internas (como, por ejemplo, cogniciones incompatibles con las ganas de actuar de forma impulsiva) o externas (modificación de algún aspecto del ambiente que llame su atención). Básicamente, la idea principal del tratamiento de este trastorno es que dicho tratamiento o terapia es, en la mayoría de los casos, la elección alternativa a ser expulsados del trabajo o del colegio, a la ruptura sentimental o de cualquier otro tipo de relación o, incluso, para poder evitar la cárcel u obtener la libertad condicional. Otras veces, el tratamiento es obligado, ya que muchas de las instituciones en las que se encuentran este tipo de personas tienen dentro de su programa el seguimiento por parte del sujeto de una terapia. Lo que parece casi seguro es la frustración del psicólogo que vaya a tratar al paciente en cuestión, debido tanto a la nula motivación del paciente para cambiar como a su nula capacidad introspectiva; y es que, los individuos antisociales no perciben que las conductas que llevan a cabo sean problemáticas para ellos y, además, lo que les suceda a los demás no les interesa para nada, no es de su incumbencia. Hay que destacar cuál será la actitud que el paciente adopte ante el terapeuta. Esta actitud puede ser de dos tipos. Una de ellas es intentar convertir al psicólogo en un aliado y compinche, para así poder beneficiarse de ello y ponerlo en contra de las personas que le llevaron a la consulta. Otra actitud que puede adoptar el paciente es que colabore con el terapeuta en todo lo que éste le pida, con el único fin de alcanzar todas las ventajas posibles de estar recluido en cualquier institución. La actividad principal que el terapeuta debe llevar a cabo es intentar hacer comprender al sujeto las pocas ventajas que va a sacar con el comportamiento que ha estado llevando hasta ahora. A pesar de ello, las posibilidades que tiene la terapia de funcionar en este tipo de pacientes son muy escasas, por no decir que es casi imposible. En lo que respecta a este tema, hay algunos autores que consideran que esta posibilidad aumenta cuando la edad del individuo se ve incrementada. Esto puede tener su explicación en dos puntos interesantes. El primero de ellos es que muchas de estas personas acaban cumpliendo condenas penales durante periodos de tiempo muy prolongados, y cuando salen ya no tienen la vitalidad ni las ganas de seguir con su vida anterior. La segunda posible explicación es que las personas que no acaban en prisión y se adaptan de una forma relativa a la sociedad, acaban canalizando sus tendencias impulsivas y violentas en maneras de comportarse que sean más aceptables y adaptativas. Se podría decir que la base de su personalidad sigue estando ahí, pero la manifestación de ella se realiza en formas sociales menos evidentes. El objetivo de cualquier tratamiento que se lleve a cabo en el TAP es que estas personas consigan un mayor afecto por el resto de las personas, disminuyendo así sus conductas violentas dirigidas a los demás, encontrando ahí su recompensa. La clave principal de todo esto es convencerles de que el cambio que han de experimentar es esencial y es la mejor opción que pueden manejar si quieren conseguir objetivos positivos para ellos de manera inmediata. Para tratar a estas personas, hay que tener una frase clara, que ellos tienen en mente de manera permanente: “Explotar antes de que me exploten”. Esta idea que ellos manejan de una forma tan básica en sus pensamientos se debe, principalmente, al trato que han podido recibir en su infancia, donde, con casi toda seguridad, fueron tratados injustamente o de manera hostil. Entonces fue donde empezaron a percibir a las personas como explotadores en potencia, adoptando así una actitud defensiva, porque realmente la conducta violenta no es más que una actitud de defensa. Teniendo esta idea clara, hay que reseñar que la intervención terapéutica debe centrarse en el manejo del continuo Yo mismo- Los demás, haciendo que el resto de personas se perciban como gente buena que no tiene intención de explotar a nadie. Algo clave para entender este comportamiento es que cualquier signo o acontecimiento que suceda lo malinterpretan de manera negativa, creyendo que es una amenaza o un comportamiento desleal por parte del otro. Además, los posibles signos positivos que los demás emitan los ignoran. Una estrategia que se puede utilizar es aumentar la satisfacción y la estabilidad personales, ya que esto puede tener como consecuencia una disminución de la conducta delictiva y de esa rebeldía que tanto les caracteriza, además de motivarlos para trabajar por cambiar a otro estilo de vida con ventajas más evidentes. Sin embargo, hay otros campos donde es muy difícil conseguir algo positivo, por ejemplo en el terreno cognitivo, que consiste en un desdén por los ideales, una condena de las reglas, normas y leyes. El temperamento de estas personas se caracteriza por la insensibilidad y la nula o escasa empatía de la que hacen gala, lo cual se pone de manifiesto en la indiferencia que sienten por los demás. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, lo que la terapia consigue es que se enmascaren o se escondan estas características, pero no cambian. Uno de los principales desafíos que tiene un terapeuta que trate con una persona que padece de TAP es establecer una relación con él. Algo que nunca se ha de permitir en la terapia son las luchas de poder. Para ello, en 1985 Frances sugirió que el psicólogo hablar de una forma abierta y normal sobre la vulnerabilidad de la terapia ante la posible manipulación que el paciente pudiera llevar a cabo, de esta forma se muestra al paciente que no se le va a desafiar en ningún momento. Hay autores que mantienen que las características principales que ha de tener un terapeuta son: una objetividad fiable pero no infalible, un estilo interpersonal relajado y no defensivo, un sentido claro de los límites personales, un gran sentido del humor y seguridad en sí mismo. En 1993, Benjamin habla de la necesidad de proporcionar a este tipo de pacientes calidez consistente y bien modulada, para ello dice que no hay que tratar el posicionamiento cínico y suspicaz del paciente con estrategias de afabilidad y ayuda, sino, por el contrario, ignorarle. Cuando se haya familiarizado el paciente con este programa de intervención se puede introducir el castigo si no cumple lo acordado. En función de que el paciente, adopte comportamientos más acordes con lo establecido se le irá proporcionando mayor independencia e interacciones más amistosas. La cooperación con el grupo se trata a través de la terapia salvaje. Esta terapia se basa en la confianza que unos pacientes tienen que depositar en otros, por ejemplo, hay ejercicios en los que unos pacientes requieren la ayuda de otros, como el hecho de que unos no puedan ver y otros les tengan que guiar. Benjamín afirma que cuando se ha iniciado este proceso de interdependencia, el paciente puede adquirir la capacidad para colaborar con el terapeuta. Este apartado no puede concluir sin hacer una referencia al tratamiento farmacológico que se ha utilizado para combatir el TAP. Hay algunos síntomas que sí que parecen responder de manera positiva a la utilización de fármacos, como son la impulsividad o la irritabilidad (que pueden responder al mismo). Sin embargo no existe ningún tratamiento farmacológico que se encargue de erradicar los síntomas centrales del trastorno, es decir, el comportamiento delictivo, la falta de remordimientos, el engaño o la irresponsabilidad. Para terminar, hay que dejar claro que por mucho que se intente cambiar el estilo de vida de estos pacientes con cualquier intervención terapéutica, son muchas las ventajas tanto emocionales como materiales que estas personas consiguen, logrando así reducir la efectividad de la terapia. Los sentimientos de control, poder e ira producen un estado de activación y una descarga de adrenalina que el paciente no quiere abandonar. Si el paciente coopera sin ningún reparo, es una indicación para sospechar que realmente estamos ante una máscara, aunque es muy difícil que los antisociales que eligen la terapia por no ir a la cárcel participen de una forma activa en ella. Hay terapeutas que pueden sentir el deseo de seguir con la terapia a pesar de cualquier dificultad porque piensan que se puede reinsertar a esa persona en la sociedad sin necesidad de que ésta acuda a cualquier prisión. Pero realmente lo que logran con eso es que el comportamiento del delincuente se refuerce, ya que ve cómo evita la condena o el castigo que le debería haber sido impuesto por cometer esos actos. También hay que tener cuidado con la contratransferencia, ya que el terapeuta puede llegar a sentir suspicacia y ira por verse engañado y manipulado, puede sentir frustración e indefensión sobre el aparente fracaso del tratamiento y el desdén y disgusto que causa, de por sí, el paciente antisocial, así como su estilo de vida. COMENTARIO PERSONAL Partiendo de la base de que este trastorno era el que mas nos gustaba y nos llamaba mas la atención, a cumplido nuestras expectativas ya que hemos recabado mucha información que nos ha ayudado a comprender, y ha aprender mucho sobre este trastorno y sobre las personas que lo padecen. Ningún punto del trabajo lo consideramos innecesario, ni siquiera el mas mínimo ejemplo, porque cada párrafo de cada epígrafe es necesario para abordar este interesante pero a la vez complicado trastorno. Creemos que la elaboración del trabajo ha sido positiva ya que hemos adquirido conocimientos que podemos poner en práctica el día de mañana si tenemos la suerte o el reto de encontrarnos con un paciente de estas características. Si algo nos ha quedado claro de este trabajo es la enorme dificultad que entraña el tratamiento del TAP. También nos ha servido para desmentir ciertos estereotipos o ideas preconcebidas como el hecho de que por tener TAP tengas que ser psicópata, porque como queda claro en los criterios diagnósticos, no hace falta haber asesinado a alguien para sufrir este trastorno. Cabe reseñar la idea de que para este trastorno exista poca esperanza de obtener efectos positivos con la terapia y el tratamiento, debido a su enorme dificultad y su difusa etiología. BIBLIOGRAFÍA CABALLO, V.E. (coord.) 2004. Manual de trastornos de la personalidad. Descripción, evaluación y tratamiento. Madrid. Síntesis. CEBRIÁN, J. A. (). Psychokillers. Nowtilus GUNDERSON, J. (2002). Trastorno Límite de la Personalidad: Guía Clínica. Barcelona. Ars Médica. MILLON, T. (1998). Trastornos de la personalidad. Más allá del DSM–IV. Masson. American Psychiatric Association. (2002). DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Texto revisado. Masson. CIE-10. (1992). Trastornos mentales y del comportamiento. Madrid. Meditor. Psicomed. (2007). DSM-IV-TR. Recuperado en Octubre 20, 2007, de la World Wide Web: http://www.psicomed.net/dsmiv/dsmiv16.html#f60.2 Psicomed. (2007). CIE-10. Recuperado en Octubre 20, 2007, de la World Wide Web: http://www.psicomed.net/cie_10/cie10_F60.html#f60.2 Todo asesinos. (2006). Ted Bundy. Recuperado en Octubre 25, 2007, de la World Wide Web : http://www.todoasesinos.com/Asesinos_y_asesinatos/Ted_Bundy/T ed_Bundy.php Vencedor en Bocaya. (2007). Ted Bundy: Adicto al crimen. Recuperado en Octubre 24, 2007, de la World Wide Web: http://vencedorenboyaca2.wordpress.com/2007/07/page/2/