TRASTORNO - psicomed

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TRASTORNO
ANTISOCIAL
DE LA
PERSONALIDAD
Hecho por:
Mario de la Calle Real
Rafael Cortés Cabello
Belén Fernández – Hidalgo Arroyo
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Página 2
TIPO DE PERSONALIDAD
Página 5
CASO CLÍNICO
Página 10
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
Página 14
CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS
Página 19
SUSBTIPOS DE TAP (Millon)
Página 31
EPIDEMIOLOGÍA Y CURSO
Página 34
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Y COMORBILIDAD
Página 35
ETIOLOGÍA
Página 37
EVALUACIÓN
Página 40
TRATAMIENTO
Página 41
COMENTARIO PERSONAL
Página 52
BIBLIOGRAFÍA
Página 53
INTRODUCCIÓN
Composición del trabajo
El presente trabajo consta de trece apartados bien diferenciados. El
contenido de cada uno de ellos se muestra a continuación:

Introducción: en este punto básicamente se explican las partes de las
que consta el presente trabajo, así como el contenido de cada una de
ellas; y la metodología empleada para realizarlo (reuniones
mantenidas por los miembros del grupo, cómo se ha producido la
comunicación, qué parte del trabajo realizó cada uno, etc.).

Tipo de personalidad: aquí se muestra una descripción general del
trastorno, en términos más divulgativos; para que la gente
comprenda de manera adecuada las características del TAP.

Caso clínico: se trata de, mediante un ejemplo de un personaje real,
mostrar los rasgos y patrones de conducta característicos en estas
personas.

Criterios diagnósticos: en este punto se presentan los criterios
diagnósticos de las dos clasificaciones principales de enfermedades
relacionadas con la salud mental: la CIE10 y la DSM-IV-TR. Así
mismo, se presenta un comentario con las diferencias y semejanzas
principales entre ambas.

Características
clínicas:
en
este
apartado
se
muestran
las
características clínicas más típicas en este tipo de personalidad,
según lo reflejan dos autores muy importantes en sus libros. Esos
autores son Caballo, V. E. (“Manual de Trastornos de la
Personalidad”) y Millon, T (“Trastornos de la personalidad: Más allá
del DSM-IV”). Tras las características, aparece un pequeño
comentario sobre las semejanzas y las pocas diferencias que existen
entre ambos autores.

Subtipos de Trastorno Antisocial de la Personalidad: este epígrafe
describen de manera breve los diferentes subtipos de TAP.

Epidemiología y curso: en este punto se trata de ofrecer datos
aproximados acerca del porcentaje de personas que sufren este
trastorno en la población general, así como el número de casos
nuevos que aparecen en una población determinada (incidencia).
Igualmente, se explica la evolución típica que se da en este tipo de
personalidad.

Diagnóstico diferencial y comorbilidad: aquí se explican las
diferencias existentes entre el TAP y otros trastornos del Eje I y el Eje
II. También se hace referencia a la relación que existe entre el TAP y
los
trastornos
correspondientes
a
los
Ejes
anteriormente
mencionados.

Etiología: en este apartado se indican y explican las posibles causas
por las que se desencadena este trastorno.

Evaluación: en este epígrafe se habla de los instrumentos principales
empleados para evaluar la presencia y/o gravedad de este trastorno.
Metodología empleada
El trabajo, en nuestra opinión, está compuesto por dos partes bien
diferenciadas: en primer lugar se encuentra la parte práctica y más creativa en
la que se describe el trastorno de forma divulgativa y se buscan y explican
ejemplos claros de este tipo de pacientes en los que se puedan ver sus
características.
Para
este
primer bloque
del trabajo, la
metodología
empleada
básicamente consistió en reuniones entre los miembros del grupo donde cada
uno expuso sus ideas y posibles ejemplos para posteriormente someterlos a
evaluación y decidir cuáles eran más adecuados. En prácticamente todas las
propuestas, los tres miembros del grupo coincidíamos, llegando pronto a un
consenso.
Una segunda parte del trabajo consiste en el bloque teórico, donde se
muestra de manera específica y analítica, tanto los criterios diagnósticos, como
las características clínicas, epidemiología, comorbilidad, etc. En esta parte se
buscó la bibliografía a emplear de forma conjunta y tras supervisar todas las
partes entre todos, se repartieron los distintos epígrafes de manera equitativa.
Una vez realizados los epígrafes, se pusieron en conjunto para comprobar el
que el resultado final era el adecuado.
TIPO DE PERSONALIDAD
El trastorno antisocial de la personalidad o TAP, es uno de los once
trastornos de la personalidad, y uno de los más conocidos, así como de los
más graves.
En este apartado vamos a explicar en qué consiste este trastorno, y lo
haremos de una manera divulgativa, de tal forma que quede claro para
cualquier persona que se disponga a leer esto y se atreva a asomarse a esta
ventana para ver el complejo mundo de las personas que sufren este trastorno.
Cuando hablamos de un antisocial, nos suele venir a la mente todos
aquellos personajes que aparecen en las películas, los cuales aparecen con un
cuchillo lleno de sangre tras haber matado a su séptima víctima. Estas
personas son psicópatas, y se podría hacer un trabajo a parte sólo de ellos,
pero el trastorno antisocial incluye a muchas otras personas, sin necesidad de
que éstas cometan un asesinato en su vida. Este matiz lo veremos más
adelante, concretamente en el apartado donde se exponen los criterios
diagnósticos del TAP.
Este tipo de trastorno de la personalidad es de los más graves y
complicados, sobre todo a la hora de ser tratados, ya que ellos no perciben que
su comportamiento sea un problema, por lo que no tienen ningún tipo de
intención en ir a una consulta, a no ser que con ello puedan librarse de ir a la
cárcel o de cumplir algún tipo de pena. HOUSE
En lo referente a este tipo de personas, se puede decir que encuentran
una especial satisfacción en el incumplimiento de las normas establecidas y en
causar algún tipo de daño a los demás. Son personas que están en continua
relación con la policía, ya que entran y salen de la cárcel de manera repetida.
No paran con su primer delito, sino que cuando han cumplido el castigo
impuesto, vuelven a la calle y vuelven a delinquir sin pensárselo dos veces.
Otra característica que hay que destacar de los antisociales es su mentira
patológica. Mienten de manera continua, solapando unas mentiras con otras.
Todas las personas mentimos, pero lo que llama la atención de estos pacientes
son las razones por las que lo hacen. Contando mentiras y engañando a los
demás de cualquier forma, ya sea estafando o con cualquier otro método, ellos
sienten un intenso placer. Esa es la razón principal que les lleva a esa acción,
otra razón puede ser el hecho de beneficiarse con alguna mentira, es decir,
sacar algo positivo con ello, pero no siempre es así, porque no siempre buscan
conseguir algo mintiendo, a excepción del intenso placer que les produce.
Además, son personas que no ven más allá del mañana. No tienen planes
a largo plazo y no piensan antes de actuar. Esta es otra gran diferencia con el
resto de personas, ya que una persona que no tiene ningún tipo de trastorno es
capaz de pensar las posibles consecuencias que puede tener un determinado
acto. Estas personas actúan sin pensar, no tienen control sobre sus impulsos.
Un ejemplo de esto lo podemos ver en los asesinos en serie; la base que
sustenta los asesinatos de estas personas son fantasías que tienen y que
llevan a cabo sin pensárselo dos veces. Fantasean y se excitan con eso, por lo
que lo hacen, no se controlan.
Las peleas son frecuentes. Son irritables y se ven participando en
enfrentamientos con mucha facilidad. Con cualquier comentario que no les
guste o, simplemente, porque buscan esas peleas y es entonces cuando las
provocan.
También tienen comportamientos que ponen continuamente su vida en
peligro, y no solo la suya, sino que las demás también. Aquí podemos destacar
todas esas personas que conducen de una forma alocada, sin respetar las
leyes que hay en la carretera y que en cualquier momento pueden tener un
accidente y no sólo hacerse daño ellos mismos, sino hacérselo a cualquier
persona que tuviera la mala suerte de estar en el momento menos oportuno en
el lugar menos indicado.
Otra característica que hay que destacar en estas personas es lo poco
que les dura cualquier trabajo. Cambian constantemente porque no aceptan las
normas internas a las que tienen que obedecer, además, no son responsables
y no pueden atender las obligaciones que se les impone.
Por último, la falta de remordimientos, de arrepentimiento y de
culpabilidad es una de las características más típicas que aparecen en este tipo
de personas. Tras cometer cualquier ilegalidad o delito, no se sienten culpables
y, además, disfrutan teniendo esos comportamientos tan violentos y peligrosos.
Para clarificar algo más los comportamientos y pensamientos de estos
sujetos, a continuación presentamos algunos personajes de series o películas
que cumplen algunos de los criterios anteriormente nombrados:
Gregory House
El protagonista de la serie con su mismo nombre, es un brillante médico
especialista en el diagnóstico de enfermedades infecciosas extrañas. Es el
mejor en su trabajo, pero su antipatía general hacia todo y su adicción a la
vicodina, lo convierten en una persona muy difícil de tratar. House muestra un
desprecio generalizado por la especie humana, a la que considera “estúpida”,
así como a la sociedad y a la mayoría de las normas de su hospital (que se
salta constantemente sin importarle el hecho de crearle grandes problemas a la
directora del hospital donde trabaja). Una vez, incluso, le pillaron falsificando la
firma de su mejor amigo para firmar recetas de la vicodina (cuyas dosis le
habían reducido para intentar que disminuyera su adicción). En este caso
House no sólo utilizó a su mejor amigo (Wilson) para sacar un beneficio propio
(conseguir su droga), sino que se despreocupó por él mismo y por su amigo. Lo
que vino tras esto fue el despido del trabajo de Wilson, que para encubrirle
admitió haber firmado todas esas recetas. En este momento, Wilson podría
haber vuelto al trabajo con una simple confesión de House, pero lejos de esto,
no sólo dio la cara sino que encima no se mostró agradecido a Wilson, más
bien lo contrario.
Por otro lado, suele hacer comentarios que duelen a los demás. Uno de
los más impactantes fue cuando le dijo a Cuddy (la directora del hospital donde
trabaja) que menos mal que no había conseguido ser madre, porque sería una
madre pésima (sabiendo que este era su gran sueño y que le estaba costando
quedarse embarazada). Estos son sólo algunos de los comportamientos en los
que se pueden apreciar claramente patrones antisociales de personalidad.
Lisa Rowe
Es uno de los personajes protagonistas de “Inocencia Interrumpida”,
película
bien
conocida
por todos
nosotros.
Lisa
es una
chica
de
aproximadamente unos 25 años con una personalidad antisocial, que esta
ingresada en un psiquiátrico del que en repetidas ocasiones escapa. La
conducta de Lisa esta marcada por una constante actitud provocativa hacia la
demás personas, disfruta provocando a los demás, ya sea tanto dentro como
fuera del psiquiátrico. Se podría decir que Lisa es una sociópata, escapa
periódicamente del hospital y pocos días después la policía la lleva de vuelta al
psiquiátrico. Esta chica es una ex drogadicta, que casi nunca duerme, come
poco y disfruta organizando disputas y alterando el orden en el psiquiátrico.
Dos ejemplos claros de la personalidad de Lisa se observan en dos
escenas de la película: en una de ellas, el grupo de chicas del psiquiátrico
salen a tomar un helado. Mientras están en la heladería una mujer mantiene
una conversación con una de ellas y la hace un determinado comentario, al oír
ese comentario y ver la actitud de la señora con Susana (la amiga de Lisa),
esta muestra una reacción de ira y comienza a provocar a la mujer hasta tal
punto de cogerla por el brazo y amenazarla. Si no llega a ser por la cuidadora
monta un escándalo público que habría sido motivo de detención policial.
En otro momento de la película con Lisa fuera del psiquiátrico, se observa
como manipula a una ex compañera de este, hasta el punto de que esta se
acaba suicidando debido a los comentarios que Lisa hace sobre ella. Aquí Lisa
no tiene en cuenta que lo que hace que se suicide la chica son sus
comentarios. Además cuando ve que la chica ha acabado con su vida no siente
ningún tipo de remordimiento, sino que le quita su dinero y se va sin más.
James Ford (Sawyer)
Este personaje de la serie de televisión “Perdidos”, es perfecto para
ejemplificar ciertos criterios del trastorno antisocial de la personalidad y
especialmente el de “deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar
un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer”.
Sawyer es un estafador profesional que ha dedicado su vida a hacer creer a
muchas mujeres que estaba enamorado de ellas para, en el momento preciso,
robarles todos los ahorros de su vida. El modus operandi consiste en mostrarse
locamente enamorado de ellas y convencerlas para embarcarse en una
inversión que, seguro, les hará millonarios (con el dinero de ellas, obviamente).
Cuando ellas le dan el maletín con el capital, él se esfuma dejándolas solas y
sin blanca. Tras esto, no sólo no muestra remordimiento alguno, sino que se
siente orgulloso de ello. Además, Sawyer no es su nombre real, sino que es un
apodo que emplea constantemente en su vida diaria (lo cual demuestra su
deshonestidad constante).
Sean Bateman
Es el protagonista de la película “Las reglas del juego”. En este caso nos
encontramos con un chico universitario algo perturbado que nuevamente sólo
se relaciona con la gente para sacarles beneficios. Este ejemplo es preciso
para explicar el criterio “despreocupación imprudente por su seguridad o la de
los demás”. Este chico, como tantos otros en su universidad, compra cocaína a
un traficante al que le debe mucho dinero que no tiene para pagarle. El
traficante le advierte que no vuelva hasta que no tenga el dinero ya que si no le
matará. En un momento de la historia, Sean vuelve a pedirle más droga (pero
no a devolverle la deuda), pero esta vez lo hace acompañado de otro chaval.
Cuando llegan al sitio, el traficante y sus secuaces comienzan a amenazar a
Sean y éste les dice que es su acompañante quien tiene el dinero (poniendo en
grave peligro su vida y quitándose de encima el problema). Es entonces
cuando los traficantes van hacia él y le amenazan peligrosamente. En ese
momento, Sean les dice que era mentira, que su amigo no tenía el dinero pero
él tampoco. En ese instante, cuando parece que las amenazas de los
traficantes van a cumplirse, Sean arremete con ellos con un cuchillo para poder
huir. Una vez llegan al coche, Sean no se muestra asustado, sino más bien
eufórico y emocionado por lo que acaba de pasar (búsqueda de experiencias
intensas). Como se ha podido ver aquí no sólo pone en peligro su vida, sino
también la de su colega; además no muestra arrepentimiento. Forma de
conducir.
CASO CLÍNICO
Theodore Robert Bundy nació en el año 1946, en Vermont, y creció
creyendo que su madre era su hermana y que sus abuelos eran sus padres.
Debido a las duras críticas que recibían las madres solteras en aquella época, la
madre de Ted se fue a vivir con sus padres, los cuales hicieron creer a la
sociedad y al propio Ted que su madre era su hermana mayor con el único
objetivo de proteger a su hija de la gente y sus habladurías. Esto provocó un
gran daño en Ted, que creció bajo el engaño de su propia familia, marcando con
fuego en la profundidad de su ser el rechazo de sus abuelos y de su propia
madre. Además, Bundy vio cómo su abuelo pegaba repetidamente a su abuela y
nadie hacía nada por evitarlo. Igualmente, Ted sufría una importante falta de
afecto, ya que en su hogar predominaba la hostilidad y la agresividad. El modelo
parental que vivió era el inculcado por su abuelo, que era más bien autoritario y
poco cariñoso.
Como veremos más adelante, los factores psicológicos y sociológicos
influyen de manera decisiva en la configuración de la personalidad de las
personas. Igualmente, las experiencias vividas por un sujeto, le predisponen a
que en el futuro se comporte de un modo y otro. En este caso, Bundy se crió en
un ambiente donde predominaba la violencia física hacia la que creía que era su
madre (su abuela). Igualmente, el hecho de que su propia familia le mintiera, se
puede considerar otro suceso traumático que puede estar implicado en la
génesis de su trastorno.
Esta situación tuvo su segunda parte en la adolescencia (a los 13 años), ya
que se convirtió en una persona muy tímida y retraída, que siempre buscaba la
soledad. Su comportamiento distaba mucho de ser el comportamiento de un niño
normal, ya que hacía cosas tales como robar con asiduidad cosas que no
necesitaba en absoluto o torturar animales.
A la edad de 21 años, Ted encontró su primer amor. Se trataba de una
chica morena, con pelo largo, llamativa y muy ambiciosa, es decir, a pesar de
que se había convertido en un hombre guapo y atractivo, a ella no le bastaba con
eso. Stephanie Brooks, que así era como se llamaba, era una persona que
buscaba a un hombre que le resolviera la vida y le pudiera ofrecer todo aquello
que se le antojara. La familia de Ted Bundy no era una familia a la que le sobrara
el dinero precisamente, por lo que Stephanie rechazó a Ted, provocando en él
un inmenso dolor que marcaría el resto de su vida.
Fue tan grave el trauma, que luchó por conseguir llegar a ser alguien
importante. Se graduó en Psicología y estudió la carrera de Derecho con el fin de
conquistar a Stephanie. Cabe destacar que cumplió sus objetivos y consiguió
que ella se enamorara de él, pero esta vez fue Ted quien la abandonó, tras
mucho tiempo de insultos y vejaciones, en señal de venganza.
Como se mostrará más adelante, las personas que sufren un trastorno
antisocial de la personalidad sienten que todo el mundo es hostil y desagradable.
Todos están en contra de ellos y predomina la “Ley del más fuerte” y la idea
arraigada de “antes de que me hagan daño a mí se lo hago yo a ellos”.
Siguiendo con esta idea, es muy posible que Ted Bundy añadiera dicha
cognición en su repertorio, no sólo por el mal trato que recibió en su casa siendo
niño, sino también por la mala experiencia sentimental con su primera novia.
Ted se sentía dentro de una sociedad que no le comprendía, había sido
rechazado durante toda su vida, y eso provocó un profundo odio en él.
Empezaron a invadirle fantasías sexuales que con el tiempo no pudo reprimir,
comenzando así su carrera criminal.
Su primer asesinato lo realizó en 1974, y en todos llevó a cabo el mismo
ritual. Al principio seguía a las chicas que elegía por la calle, de noche, luego las
estrangulaba o golpeaba con una barra de metal. Cuando las chicas estaba
inconscientes o semi-inconscientes, practicaba cualquier tipo de sexo con ellas,
incluso, en ocasiones, lo hacía una vez que ellas estaban ya muertas.
Una persona normal puede tener fantasías sexuales algo extrañas (como
practicar sexo con personas muertas), pero los antisociales, concretamente los
psicópatas, no se conforman con que estas fantasías se queden en su cabeza,
sino que, debido a su gran impulsividad, tienden a hacerlas realidad.
Con el paso del tiempo, y viendo que sus crímenes no eran localizados por
la policía, Bundy se confío y comenzó a asesinar por el día. Se hacía pasar por
un profesor de universidad que tenía un brazo roto, por lo que no podía llevar los
libros a su clase. De esta forma, pedía ayuda a la víctima que él elegía. Cuando
la víctima se prestaba para ayudarle, éste le propinaba un golpe con una barra
metálica que siempre llevaba y la metía en su Volkswagen para llevar a cabo sus
fantasías. No es necesario decir, que en todos estos casos, Ted Bundy no se
preocupaba por la integridad ni el bienestar de ninguna de las personas a las que
asesinaba.
Ted Bundy no asesinó en un único sitio, sino que se movía continuamente
buscando nuevas chicas. Así, dejó víctimas en distintos estados como
Washington, Utah, Colorado y Florida. En todos los casos, las mujeres
asesinadas guardaban un gran parecido físico con Stephanie: pelo largo negro,
lacio, con raya en medio y, en todas las ocasiones, vestidas con pantalones.
Un ejemplo de su sangre fría lo podemos observar en su conducta tras
haber asesinado a dos chicas en Florida, ya que tras cometer los crímenes,
volvió con su novia a disfrutar de un día en la playa. Este y otros actos,
manifiestan claramente el diagnóstico de Ted Bundy, ya que uno de los rasgos
característicos de los antisociales es que no sienten remordimiento alguno por
haber dañado, o incluso matado a otra persona.
En una ocasión le detuvieron gracias a la identificación que hicieron dos
chicas que escaparon de él, pero consigue ser exculpado y no ser juzgado ante
la falta de pruebas concluyentes. Estuvo libre el tiempo suficiente para seguir
cometiendo más asesinatos. El último de ellos lo sufrió una niña de tan solo doce
años de edad. Previamente a ese crimen, Bundy había intentado asesinar a una
chica que logró escaparse, pero su ansia por matar era tan fuerte que buscó
desesperadamente alguna otra mujer que supliera a la que consiguió huir. Esa
mujer no fue otra que una niña de doce años, sobre la que descargó toda su ira.
Finalmente, gracias a un testigo que vio la furgoneta en la que se movía
Bundy en los últimos días, éste fue capturado y condenado a morir en la silla
eléctrica. Fue el propio Ted quien se defendió durante el juicio, negando siempre
que él cometiera los crímenes. Cuando quedaban días para su ejecución, Bundy
llamó a los policías interesados en conocer su caso, asegurándoles que contaría
todo lo acontecido en los crímenes que cometió. Durante la primera entrevista
que mantuvo, solo dio vueltas alrededor del primer asesinato. Cuando se dio
cuenta de que el tiempo había finalizado, le dijo al policía que se unieran todos
para pedir que retasaran el día de su ejecución y así poder contar con detalle
toda su historia. Aquí se puede observar una característica típica de los
psicópatas: la manipulación. Esta estrategia no le funcionó, ya que había tenido
tiempo de sobra, concretamente 10 años, para dar su versión de los hechos. Por
lo tanto, fue ejecutado el 24 de enero de 1989 en una cárcel de Florida.
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
Para hacer un diagnóstico de cualquier trastorno de la personalidad,
podemos, y debemos, ayudarnos de los dos grandes sistemas de clasificación
de los trastornos vigentes hoy en día: el DSM-IV-TR y la CIE-10.
A continuación presentaremos los criterios diagnósticos necesarios para
hacer un correcto diagnóstico, tanto de un trastorno de la personalidad, como
de la especificación de dicho trastorno que aquí nos ocupa (el trastorno
antisocial de la personalidad), de la DSM-IV-TR Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders)
y de la CIE-10 International Statistical
Classification of Diseases and Related Health Problems).
DSM – IV - TR
Criterios diagnósticos generales para un Trastorno de la Personalidad:
A.
Un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento
que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del
sujeto. Este patrón se manifiesta en dos (o más) de las áreas
siguientes:
1. cognición (p. Ej., formas de percibir e interpretarse a uno mismo,
a los demás y a los acontecimientos).
2. afectividad (p. Ej., la gama, intensidad, labilidad y adecuación de
la respuesta emocional).
3. actividad interpersonal.
4. control de los impulsos.
B.
Este patrón persistente es inflexible y se extiende a una amplia gama
de situaciones personales y sociales.
C.
Este patrón persistente provoca malestar clínicamente significativo o
deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad
del individuo:
D.
El patrón es estable y de larga duración, y su inicio se remonta al
menos a la adolescencia o al principio de la edad adulta.
E.
El patrón persistente no es atribuible a una manifestación o a una
consecuencia de otro trastorno mental.
F.
El patrón persistente no es debido a los efectos fisiológicos directos
de una sustancia (p. Ej., una droga, un medicamento) ni a
enfermedad médica (p. Ej., traumatismo craneal.
Criterios para el diagnóstico de F60.2 Trastorno antisocial de la personalidad
(301.7)
A.
Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los
demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican
tres (o más) de los siguientes ítems:
1. fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta
al
comportamiento
legal,
como
lo
indica
el
perpetrar
repetidamente actos que son motivo de detención.
2. deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un
alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por
placer.
3. impulsividad o incapacidad para planificar el futuro.
4. irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o
agresiones.
5. despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
6. irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de
mantener un trabajo con constancia o de hacerse cargo de
obligaciones económicas.
7. falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la
justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros.
B.
El sujeto tiene al menos 18 años.
C.
Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la
edad de 15 años.
D.
El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el
transcurso de una esquizofrenia o un episodio maníaco.
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CIE-10
Incluye trastornos graves del carácter constitutivo y de las tendencias
comportamentales del individuo, que normalmente afectan a varios aspectos de
la personalidad y que casi siempre se acompañan de alteraciones personales y
sociales considerables. Los trastornos de la personalidad tienden a presentarse
en la infancia y adolescencia y a persistir durante la edad adulta. Por ello es
probable que un diagnóstico de trastorno de personalidad sea adecuado antes
de los 16 ó 17 años. A continuación se presentan las pautas generales de
diagnóstico correspondientes a todos los trastornos de la personalidad y tras
estas pautas, las características complementarias del trastorno antisocial de la
personalidad.
Pautas para el diagnóstico
Se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no
directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a
otros trastornos psiquiátricos que reúnan las siguientes pautas:
a) Actitudes y comportamiento marcadamente faltos de armonía, que
afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad, por ejemplo,
a la afectividad, a la excitabilidad, al control de los impulsos, a las formas
de percibir y de pensar y al estilo de relacionarse con los demás.
b) La forma de comportamiento anormal es duradera, de larga evolución y
no se limita a episodios concretos de enfermedad mental.
c) La forma de comportamiento anormal es generalizada y claramente
desadaptativa para un conjunto amplio de situaciones individuales y
sociales.
d) Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o
la adolescencia y persisten en la madurez.
e) El trastorno conlleva un considerable malestar personal, aunque éste
puede también aparecer sólo en etapas avanzadas de su evolución.
f) El trastorno se acompaña, por lo general aunque no siempre, de un
deterioro significativo del rendimiento profesional y social. Para
diagnosticar la mayoría de los tipos citados más abajo, se requiere a
menudo la presencia de al menos tres de los rasgos o formas de
comportamiento que aparecen en su descripción.
F60.2 Trastorno disocial de la personalidad:
Se trata de un trastorno de personalidad que, normalmente, llama la
atención debido a la gran disparidad entre las normas sociales
prevalecientes y su comportamiento. Este trastorno está caracterizado por:
A. Actitud marcada Cruel despreocupación por los sentimientos de los
demás y falta de capacidad de empatía.
B. Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y despreocupación
por las normas, reglas y obligaciones sociales.
C. Incapacidad para mantener las relaciones personales duraderas.
D. Muy baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas de
agresividad; dando incluso lugar a un comportamiento violento.
E. Incapacidad para sentir culpa y para aprender de la experiencia, en
particular del castigo.
F. Marcada
predisposición
a
culpar
a
los
demás
o
a
ofrecer
racionalizaciones verosímiles del comportamiento conflictivo.
Puede presentarse también irritabilidad persistente. La presencia de un
trastorno disocial durante la infancia y adolescencia puede apoyar el
diagnóstico, aunque no tiene por qué haberse presentado siempre.
Incluye:
Trastorno de personalidad sociopática.
Trastorno de personalidad amoral.
Trastorno de personalidad asocial.
Trastorno de personalidad antisocial
Trastorno de personalidad psicopática.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------Como vemos, el DSM-IV-TR (APA, 2000) muestra que el trastorno
antisocial de la personalidad o TAP, es un conjunto de síntomas caracterizado
por un patrón general de desprecio y violación sistemáticos de los derechos de
los demás que tiene su inicio en la infancia o a principios de la adolescencia,
alargándose hasta la edad adulta.
La gran diferencia existente entre ambos sistemas diagnósticos es que,
mientras que la DSM-IV-TR exige como un criterio indispensable para
diagnosticar un TAP que el sujeto haya presentado algún signo de TAP antes
de los 15 años, mientras que la CIE-10 no lo considera un criterio
imprescindible y simplemente afirma que padecer un trastorno disocial en la
infancia puede apoyar el diagnóstico de TAP.
Otra diferencia entre ambos sistemas de clasificación es que en la CIE-10,
se refiere al TAP como trastorno disocial de la personalidad.
Aunque los criterios de un sistema no son idénticos a los del otro, en
líneas generales se hace referencia al mismo trastorno.
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CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS
Características clínicas del trastorno antisocial según Caballo
Caballo, V. E. (2004) nombra las características clínicas del Trastorno
Antisocial de la Personalidad (TAP), en su libro “Manual de Trastornos de la
Personalidad”. Ahí los define en función de aspectos conductuales, cognitivos,
emocionales y fisiológicos y médicos. También muestra en dicho libro un
cuadro donde se relacionan los esquemas mentales de este tipo de personas,
sus distorsiones cognitivas y los pensamientos desadaptativos que invaden sus
mentes, muy útil para entender cómo piensan. Por último, se presenta un
listado de aspectos sobre el posible impacto que puede tener un antisocial en
el entorno y otro con las visiones y estrategias personales que pueden, y
suelen, llevar a cabo.
A continuación se presentan un resumen de las características más
significativas de los antisociales en todos los aspectos anteriormente
mencionados, acompañados de un pequeño comentario:
Aspectos conductuales característicos del TAP:

Tienen un comportamiento temerario, precipitado, espontáneo y, sobre
todo, agresivo.

Mantienen conductas impulsivas dirigidas hacia un objetivo.

Se muestran arrogantes de forma continuada.

Su conducta aparentemente puede ser encantadora.

No mantienen las promesas ni los compromisos de honor.

No suelen decir la verdad ni se puede confiar en ellos.

Estimulan la compasión de los demás diciéndoles lo que quieren escuchar.

Discuten con facilidad.

No son cooperativos y provocan peleas.

Son vengativos y beligerantes con quienes consideran sus enemigos.

Desarrollan comportamientos fraudulentos o ilegales, como si las normas de
conducta no se aplicasen a ellos.

No se inhiben ante un peligro.

Buscan sensaciones nuevas continuamente.

Tienen
una
conducta
oposicionista
que
dificulta
las
relaciones
interpersonales de larga duración.

Reaccionan mal ante las derrotas.

Se muestran resistentes a la autoridad.
Ante todo, los antisociales son personas que buscan activamente el
refuerzo a través de su realización personal. Suelen ser ambiciosos, parece
que necesitan controlar el ambiente y que no confían en las aptitudes de los
demás. Los antisociales suelen entrar en conflicto con las normas sociales y los
derechos de los demás, pudiendo incluso, tener problemas con la ley.
Son incapaces de controlar sus impulsos, de manera que, suelen decir lo que
realmente piensan (aunque ello dañe a otras personas) o actúan de forma
violenta o agresiva con cualquier pretexto (por mínimo que sea).
Lo normal es que se muestren arrogantes y desagradables pero, a
menudo se muestran encantadores y seductores, utilizando dichas actitudes
como medio para ganarse la confianza de una persona de la que quiere
obtener un beneficio.
No suelen mantener sus promesas ni compromisos por considerarlos
responsabilidades innecesarias. Para ellos no existe la carga ética no moral
que soportan el resto de las personas. Siguiendo esta línea, suelen saltarse las
normas sociales y leyes por considerar que ellos están por encima de ellas. Allí
donde otros pueden ver peligro, ellos ven una situación que les produce
activación y excitación (placer), y están constantemente buscando situaciones
de este tipo (por eso a menudo provocan peleas).
Aspectos cognitivos característicos del TAP

Presentan patrones cognitivos rígidos e inflexibles.

No son capaces de hacer planes a largo plazo.

No suelen temer al castigo.

Son incapaces de aprender de las consecuencias negativas de sus
acciones.

Falta de consideración por los derechos de los demás.

Gran confianza en sí mismos y desconfianza en los demás, a los que
considera equivocados.

Creencias que carecen de valores éticos o morales.

Ven a las demás personas como objetos de los que se puede usar y
abusar.

Desprecio por las normas sociales.

Ausencia de empatía y remordimiento cuando utilizan a los demás.

Baja tolerancia a la frustración.

Vulnerables al aburrimiento.

Incapaces de demorar el refuerzo.

Carencia de introspección.

Poseen pocos sentimientos de lealtad interpersonal.

Perciben el medio externo como hostil y amenazante.

Permanecen vigilantes la mayor parte del tiempo.

Suspicaces ante la compasión y el altruismo de los demás.

Necesidad de controlar el ambiente.
En el ámbito cognitivo, tienen la creencia cara e inamovible de que todo el
mundo es hostil y amenazante, y que antes de que te ataquen es mejor que
ataques tú. La supervivencia para ellos supone regirse por la “Ley del más
fuerte”. Lo que está alterado en estas personas es su capacidad de juicio, no
su ética. Son incapaces de ponerse en el lugar del otro, y si lo hacen es el
sentido racional (nunca emocional).
Aspectos emocionales característicos del TAP

Impulsividad, ira, intranquilidad, hostilidad e irritabilidad.

Ausencia de sentimientos de cordialidad e intimidad.

Emocionalmente vacíos, fríos.

Frustrados ante la pérdida de control del ambiente.

Humor irascible.

Hostilidad y agresividad fácilmente activadas.
Debido a su limitada capacidad de amar o ponerse en la piel de otras
personas, es muy raro que los antisociales tengan una relación de pareja
profunda durante más de un año. Emocionalmente se caracterizan por ser
agresivos e irritables y suelen tener un temperamento agresivo, impulsivo,
hostil, arriesgado, etc.
Su baja tolerancia a la frustración les hace “estallar” ante la idea de perder
el control de cualquier situación.
Como ya se ha dicho antes, tienen nula capacidad de ponerse en la piel
de los demás y tampoco muestran remordimiento alguno.
Aspectos fisiológicos y médicos del TAP

Complicaciones debidas a posibles accidentes, al consumo de drogas y/o a
peleas.

Mayor riesgo de contraer el VIH.

Poca preocupación por su salud, acudiendo al médico en casos extremos.
Es lógico pensar que, al no temer las consecuencias de sus actos, los
antisociales puedan llevar a cabo actitudes temerarias que pongan en peligro
su salud física, tales como conducir a gran velocidad (aumentando su riesgo de
sufrir un accidente), el hecho de ir provocando peleas o, incluso, el elevado
consumo de sustancias tóxicas.
Posible impacto sobre el entono

Comisión de delitos que le pueden llevar a prisión.

Puede engañar a personas cercanas prometiéndoles dinero fácil o la rápida
obtención de fama o notoriedad.

Puede abusar de la pareja o de los hijos, dándose a veces el maltrato.

Raramente mantienen relaciones íntimas estables o duraderas.

Consumo de drogas.

Conducción temeraria bajo los efectos del alcohol o las drogas.

Conducta laboral inconsciente.
Como puede verse, las personas antisociales pueden producir todas estas
consecuencias en su entorno y afectar a todos los ámbitos de su vida, ya sea
familiar, laboral, conyugal o respecto a sus amigos u otros lugares donde no
esté implicado tan frecuentemente.
Visión y estrategias interpersonales de los sujetos con un TAP.

Visión de uno mismo:
o Solitario, autónomo, fuerte e independiente.

Visión de los demás:
o Hostiles, desafiantes.
o Vulnerables, individuos a ser explotados.

Estrategia principal:
o Arremete, miente, roba, engaña.
o Manipula, seduce, exige.
Como vemos, los antisociales se ven así mismos como autónomos,
fuertes, independientes… El hecho de verse de este modo explica por qué a
menudo se muestran tan arrogantes.
Al resto de personas las ve, como se ha dicho antes, hostiles y
desafiantes (por eso son consideradas como una amenaza) y como seres de
los que hay que abusar para sacar el mayor partido. Las personas son para ser
explotadas.
Por último, como estrategia principal suele arremeter con los demás ,
como un mecanismo de defensa contra aquellas personas que, está seguro, le
atacarán; y por otra parte suelen seducir y manipular a todas aquellas personas
de las que espera sacar algún beneficio.
Esquemas, distorsiones y pensamientos desadaptativos característicos
del TAP:
Pensamientos automáticos
Distorsiones
cognitivas
“La única forma de sobrevivir es Sobregeneralización
siendo autosuficiente”
“La fuerza o la astucia son los Sobregeneralización
únicos medios para hacer las
cosas”
“Vivimos en una selva en la que Sobregeneralización
sólo sobreviven los más fuertes”
“Me golpeará a mí si no golpeo
primero”
“No es importante cumplir las
promesas ni pagar las deudas”
“He sido tratado injustamente y
tengo derecho a conseguir por
cualquier medio lo que me
corresponde”
“Los otros son débiles y merecen
que los dominen”
“Debo hacer todo lo necesario para
conseguir lo que quiero”
Adivinación de futuro
Esquemas
Autosuficiencia
Superioridad
Control
del
entorno
Autosuficiencia
Hostilidad
del
entorno
Explotación del
entorno
Sobregeneralización
Minimización
Personalización.
Afirmaciones
de Estar
en
“tengo que…”
derecho
Etiqueta global
Explotación
entorno
de Estar
en
derecho
su
del
Afirmaciones
su
“debería”
Justificación
“Si no desplazo a los demás, ellos Adivinación
del Hostilidad
del
me desplazarán a mí”
pensamiento
entorno
“Puedo hacer las cosas y no tengo Idealización extrema
Autosuficiencia
que preocuparme por las malas
Superioridad
consecuencias”
“Lo que los demás piensen de mí Pensamiento
Autosuficiencia
no tiene ninguna importancia”
dicotómico
Minimización
Características clínicas del trastorno antisocial según Millon
Millon, T. (1998) determinó en su libro “Trastornos de la Personalidad:
Más allá del DSM-IV”, cuatro niveles dentro de los cuales explicó varias
características en el ámbito funcional o estructural.
Nivel comportamental:
En el ámbito funcional:
o Expresivamente impulsivo:
Muchos presentan baja tolerancia a la frustración, incapacidad para retrasar
o
posponer
la
obtención
inmediata
de
placer,
actúan
impulsiva
y
espontáneamente sin pensar en las consecuencias de sus actos o en otras
alternativas.
Parecen
aburrirse
con
gran
facilidad,
no
soportan
las
responsabilidades de un trabajo o un matrimonio ni las rutinas. Tienden a
buscar desafíos o riesgos y a pasar de una situación excitante a otra sin pensar
en los factores negativos.
Aunque es más típico un comportamiento arrogante, desagradable y
resentido, cuando las cosas salen como ellos quieren se muestran agradables,
inteligentes e ingeniosos.
Lo dicho hasta ahora se refiere al prototipo de antisocial, sin embargo,
muchos otros muestran unos estilos de vida y comportamientos muy
convencionales. Estos antisociales que se salen del esteriotipo, manifestarán
su psicopatía en su vida laboral.
o Interpersonalmente irresponsable:
En sus relaciones interpersonales fracasan o niegan sus obligaciones
económicas,
conyugales,
parentales
y laborales.
Experimentan
placer
quebrantando las normas o leyes, codician el poder y las posesiones y
prefieren robárselas a otros que ganárselos honradamente. Suelen entran en la
vida de otras personas para robarles y cuando ya no les queda nada, los
abandonan para buscar a su siguiente víctima. Le proporciona mayor
gratificación la desgracia de personas con poder o medios.
Han aprendido a confiar sólo en sí mismos y ven a las otras personas como
medios para obtener un fin.
Por regla general, infundiendo miedo en los demás tratan de anular los
sentimientos de inferioridad característicos de su infancia. Toda esta búsqueda
de poder y medios a través de los otros es fruto de un gran sentimiento de
resquemor y deseo de venganza y retribución.
Sin embargo, la característica más distintiva de un antisocial es pasar por
alto las normas y autoridad (como si él estuviera por encima de ellas).
Muestran desde la adolescencia una desobediencia sistemática y adoptan
formas de vestir, actitudes, valores…nada convencionales (en contra de la
norma).
Muchos de ellos son completamente encantadores y seductores, talento
que emplean para convertirse en grandes estafadores e impostores. Sin
embargo, el placer que obtienen de estas acciones desaparece al lograr la
recompensa.
Nivel fenomenológico
En el ámbito funcional:
o Cognitivamente desviado:
Muchos antisociales construyen su propia realidad y la interpretan de
acuerdo a sus creencias.
Desaprueba los valores y normas sociales y
tradicionales. Para intentar conseguir que sus comportamientos san tolerados
o, al menos, entendidos, suelen inventar excusas en relación con sus
“experiencias desagradables pasadas” o su “triste infancia”. Con esto
pretenden ser eximidos de culpa y, si les pillan mintiendo repetidamente,
actúan como inocentes afirmando que se les ha acusado injustamente.
En el ámbito estructural:
o Autoimagen autónoma:
Hay que comentar dos aspectos principales en cuanto a la imagen que
tienen de sí mismos:
1. Les agrada la idea de ser poco convencionales, de salirse de la
norma y rechazar los valores que sigue la mayoría de la gente.
De este modo, menos se parecen a la “gente normal” y más a
gusto se sienten consigo mismos.
2. Desean
librarse
de
las
restricciones
sociales
y
las
responsabilidades que conllevan las lealtades a otras personas.
De este modo, no se siente atado a personas, rutinas,
obligaciones, lugares… sino que tienen un sentimiento de
autonomía y autosuficiencia que hace mejorar la imagen que
tienen de sí mismos.
Por otro lado, los antisociales nunca creerán que alguien actúe de forma
desinteresada o sincera y tienden a hacer lo que creen que es correcto para
ellos. Un dato curioso es que algunos antisociales no están de acuerdo con los
comportamientos violentos de otros con su misma personalidad e, igualmente,
los antisociales violentos desprecian a los que no lo son por considerarlos
cobardes.
o Representaciones objetales degradadas:
Los antisociales ven el mundo como un lugar lleno de frustración y dolor
donde deben protegerse de la maldad de los demás. Están convencidos de que
no se puede confiar en los demás, y que si confías te quitarán las cosas que
quieres y te dominarán. Estos pensamientos son los que llevan a arrebatar a
otros sus medios y poderes (para que no puedan utilizarlos en su contra) y a no
intimar demasiado con las personas (por considerarlo una decisión peligrosa).
Los objetos internalizados de este tipo de personas son recuerdos e
imágenes desagradables y corruptos que estimulan los impulsos y actitudes
desconfiadas y vengativas.
Nivel intrapsíquico
En el ámbito funcional:
o Mecanismo de defensa: impulsividad-actuación/proyección:
Mientras la mayoría de las personas controlan sus emociones y no las
muestran o, si lo hacen, lo hacen con delicadeza; los antisociales suelen
descargar directamente sus emociones y pensamientos sin pensar en el daño
que puedan a hacer a los demás y sin sentir culpa ni remordimiento.
El antisocial se siente sometido a la violencia y hostilidad de los demás y,
por este motivo, cuando da rienda suelta a sus impulsos, lo justifica echándole
las culpas a los demás. Al sentirse perseguidos, se ven en su derecho de
vengarse y contraatacar.
Siempre están dispuestos a identificar los comportamientos o comentarios
más causales como ataques de los demás.
En el ámbito estructural:
o Organización indisciplinada:
La estructura morfológica interna que, en todas las personas, contiene los
impulsos, en los antisociales está poco o nada desarrollada. Igualmente, tienen
escaso o nulo control sobre las energías y actitudes refractarias, lo que supone
una mínima capacidad para controlarse, un umbral muy bajo para las acciones
irresponsables y desviadas, así como descargas eróticas y hostiles; una
autoexpresión
sin
ningún
impedimento
(llevando
y
luciendo
bienes
extravagantes que se salen de la norma) y una gran intolerancia a la frustración
o a la demora o no obtención del placer.
Nivel biofísico
En el ámbito estructural:
o Estado de ánimo insensible:
Este tipo de personalidad supone que los impulsos no son elaborados o
retenidos, sino que se expresan de manera directa y espontánea. Dicen las
cosas directamente, sin andarse por las ramas y sin tener en cuenta si ofende
o hace daño a otras personas. Estas acciones se dan en muchos casos por su
deseo de impresionar a los demás.
Igualmente, los antisociales tienden a mostrarse muy irritables y agresivos y
muestran un déficit de consideración social, compasión, remordimientos, etc.
Son personas que buscan ante todo la excitación y el placer (incluso a costa de
otras personas).
También les gusta mucho probar los límites de su propia tolerancia al dolor,
por tanto parece que está más orientada a buscar la intensidad y excitación,
más que hacia el placer como un fin en sí mismo. Otro rasgo característico es
que muestren una gran falta de civismo y un desprecio por el bienestar y
seguridad propios o de los suyos.
Semejanzas y diferencias en las características clínicas según
Millon o Caballo
Como ya se ha visto anteriormente, ambos autores coinciden de manera
general en las características clínicas habituales para este tipo de trastorno.
Simplemente las organizan en diferentes grupos o niveles.
Haciendo un análisis más profundo, nos encontramos con que los
aspectos
conductuales
y
cognitivos
de
Caballo,
prácticamente,
se
corresponden con los niveles comportamental y fenomenológico de Millon
respectivamente.
más típicas
La diferencia es que Caballo enumera las características
mientras que Millon las agrupa en dos o tres grandes
características que engloban la totalidad de las nombradas por Caballo.
En cuanto a los aspectos cognitivos hay que decir que Millon hace una
descripción bastante más extensa y clara que Caballo, explicando con mayor
precisión la forma que tienen los antisociales de interpretar la realidad y la
imagen que tienen de sí mismos y de los demás.
En cuanto a los aspectos emocionales característicos del TAP (Caballo)
podemos decir que se relaciona con el nivel biofísico de Millon, donde describe
el estado de ánimo insensible tan típico en estas personas. En consonancia
con esta última característica, Caballo nos habla de los aspectos fisiológicos y
médicos del TAP.
Como diferencias principales entre ambos autores hay que destacar la
mención que hace Caballo sobre el posible impacto que puede tener
la
presencia de un antisocial en el entorno social, familiar, conyugal, laboral y
sobre su salud. También es interesante la visión que tienen de sí mismos, de
los demás y la estrategia principal que suelen emplear en su vida diaria.
Una de las cosas más interesantes que introduce Caballo es el cuadro
que nos muestra con esquemas, distorsiones y pensamientos desadaptativos
característicos en estas personas. En dicho cuadro se ve, con ejemplos claros,
la distorsión cognitiva que se da y el esquema mental que tiene el individuo en
ese momento. Sin duda, es una de las mejores formas para saber cómo
piensan estos sujetos.
Por su parte, de todos los niveles que describe Millon, uno de los más
reveladores es el nivel intrapsíquico, donde describe las actuaciones, a
menudo impulsivas y agresivas, como un mecanismo de defensa ante los
demás. Igualmente, en dicho nivel, da una explicación biológica de por qué no
pueden controlar sus impulsos.
SUBTIPOS DE TAP
En este apartado vamos a referirnos a una serie de tipos de personalidad
antisocial según Millon (1998), aunque bien es cierto que todas comparten o
tienen en común dos características: el egocentrismo y el desprecio hacia los
demás.
El antisocial codicioso
Estas personas se caracterizan por la envidia y el deseo de ser
recompensados, creen que han sido privados del apoyo emocional y las
recompensas materiales que merecían.
Estos sujetos pretenden adquirir poder y eso lo expresan a través de la
codicia y la voracidad.
Apoderarse de las cosas que quieren o pretenden los demás es la mayor
recompensa de los antisociales de este tipo.
El antisocial codicioso experimenta una sensación de vacío muy
importante, una necesidad poderosa del amor y el reconocimiento que no tuvo
en la infancia. No importan el éxito o las posesiones adquiridas, se sienten
vacíos.
Como piensan que seguirán privados de cosas, manifiestan muy poca
empatía hacia las personas que explotan o engañan.
Estos antisociales no consiguen tener un sentimiento profundo de
satisfacción y siempre se sienten incompletos a pesar de los éxitos que hayan
podido tener, por lo que permanecerán siempre insatisfechos e insaciables.
El antisocial que defiende su reputación
Este tipo de personalidad se caracteriza por que los sujetos desean
defender o potenciar su reputación y su posición. Realizan actos antisociales
para que las demás personas los reconozcan y piensen que son invencibles y
formidables, indomables e inviolables, y que poseen cualidades de fuerza e
invulnerabilidad.
Esta gente no permite que nadie usurpe su posición, reaccionan con gran
intensidad si ocurre esto. Para ellos la reputación es muy importante, la
defensa de esta sobre todo en adolescentes, refleja su posición social y su
status de grupo.
Debido a una necesidad interna y a la reputación publica, estas personas
tienen que actuar de manera que demuestren que tienen unas cualidades
especiales. Esto se puede observar a través de un liderazgo agresivo o
mediante actividades que impliquen riesgo, normalmente de naturaleza criminal
(por ejemplo luchas entre bandas).
El antisocial arriesgado
Lo que mueve a estos sujetos es la excitación que provocan determinados
comportamientos, la sensación de sentirse vivo y “enganchado” a la vida.
Son personas impulsivas, responden antes de pensar, irreflexivos e
incontrolados.
Normalmente no tienen miedo a experiencias que para los demás son
peligrosas o amenazadoras.
Podemos decir que estos antisociales son intrépidos, audaces e
imprudentes. A estos, a diferencia de los otros antisociales donde observamos
engrandecimiento y venganza, podríamos decir que buscan una necesidad de
excitación y estimulación, aventuras momentáneas y fugaces que son
intrínsecamente peligrosas.
Son buscadores de peligros que se sienten fácilmente seducidos por las
oportunidades de probarse a si mismos o ampliar sus posibilidades, lo que les
hace antisociales son la independencia y la irresponsabilidad de sus acciones.
El antisocial nómada
Son individuos que buscan huir de una sociedad por la que se sienten
despreciados, aislados y abandonados. Son personas que se lamentan de
haberse distanciado de todo lo que es socialmente convencional, porque
sienten que tienen poca influencia sobre los demás y temen ser rechazados de
nuevo.
En estas personas existe resentimiento e ira, y la menor provocación o
como consecuencia del abuso de alguna sustancia como pueda ser el alcohol,
manifiestan conductas impulsivas de tipo sexual contra personas débiles y
agresiones brutales.
Este tipo de personalidad representa una mezcla de las características
antisociales y de las más propias de las personalidades esquizoide o
evitadoras.
El antisocial malevolente
Quizás esta sea la variante antisocial menos atractiva ya que forman parte
de ella individuos que son especialmente hostiles y vengativos. Tienen
sentimientos de odio y de destrucción hacia la vida social convencional.
Desconfían de los demás y le dan mucha importancia a la traición.
Adquieren sangre fría y deseo de venganza por los malos tratos recibidos en la
realidad o en su fantasía cuando eran niños.
Atacan a aquellos de los que desconfían o a los que creen que les pueden
destruir.
Descriptivamente
hablando
son
personas
beligerantes,
mordaces,
rencorosos, viciosos, brutales, insensibles, truculentos y vengativos. Además
son especialmente insensibles al miedo y a la culpa.
Las principales características de estos individuos se parecen a las de las
personalidades paranoides o sádicas. No obstante al contrario que los sádicos,
los antisociales, reconocen los limites de lo que pueden hacer para satisfacer
sus propios intereses.
EPIDEMIOLOGÍA Y CURSO
Es importante decir sobre el TAP, que en este tipo de trastorno la
conciencia sobre el mismo es nula por muy inadaptado que este el sujeto.
Acceden ha ser tratados en circunstancias muy diversas, según su conducta
psicopatológica. Es relativamente frecuente que estén en prisión.
La incidencia del TAP en la población normal es de 1% a 3% y del 3% al
30% en muestras clínicas según la APA.
Cabe destacar que los incrementos mas notables se encuentran en
estudios con muestras de personas que se encuentran en prisión, donde las
tasas de prevalencia pueden llegar al 75%.
La prevalencia del TAP es más elevada en hombres que en mujeres.
Según la DSM – IV –TR existe una prevalencia del 3% en varones y del
1% en mujeres en lo que a muestras de población general se refiere.
El TAP se relaciona con un estatus socioeconómico bajo y con el medio
urbano, aunque a la hora de diagnosticar, el clínico debe tener en cuenta el
contexto socioeconómico y cultural del sujeto para evitar posibles confusiones
con otras conductas antisociales similares ( muchas pueden realizarse por
supervivencia).
El curso del TAP es crónico, aunque a medida que el sujeto tiene más
edad puede ir remitiendo. La mejoría es mas clara cuando el sujeto no actúa de
forma
delictiva,
comportamientos
psicoactivas.
también
es
antisociales,
mas
así
probable
como
el
que
disminuyan
consumo
de
otros
sustancias
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Y COMORBILIDAD
Si el TAP aparece asociado a un trastorno por consumo de sustancias
psicoactivas, no se diagnosticará salvo que cumpla el criterio relacionado con
el hecho de que debe haber presentado los signos del trastorno antisocial en la
infancia y que estos no hayan remitido hasta la edad adulta. Si el
comportamiento antisocial aparece solamente en el transcurso de una
esquizofrenia o episodio maniaco no deberá ser diagnosticado tampoco como
TAP.
Respecto al diagnostico diferencial con otros trastornos de la personalidad
hay que destacar por ejemplo que comparte muchas características con el
trastorno narcisista, pero en este ultimo no se presentan características como
la impulsividad, la agresión o el engaño, ni suele haber presentado
comportamientos delictivos.
El TAP hay que diferenciarlo del THP (trastorno histriónico de la
personalidad),
lo
sujetos
histriónicos
no
solo
son
mas
exagerados
emocionalmente, sino que no llegan a involucrarse en actos delictivos ni
antisociales.
Por otro lado, tanto los sujetos con un THP como los que padecen un TLP
(trastorno limite de la personalidad) manipulan a los demás, pero para captar
su atención, mientras que los antisociales lo hacen para obtener beneficios,
como poder u otros bienes materiales (APA, 2000).
Según Gunderson, J. G. (2002) tanto los antisociales como los límite
presentan mucha hostilidad, pero la de los primeros suele ser más extrovertida.
En cualquiera de los dos suelen existir antecedentes de alienación negligencia
y abusos, así como problemas conyugales, abandono, abuso de sustancias o
violencia.
Además,
ambos
puntúan
similar
en
neuroticismo
(alto)
y
responsabilidad y amabilidad (bajo).
Como hemos visto, se parecen en la mayoría de las características, pero
sin duda, la gran diferencia se encuentra en el sexo. Mientras el 75% de
pacientes diagnosticados con TLP son mujeres, el 75% de los pacientes
diagnosticados de TAP son hombres.
En lo que se refiere a la comorbilidad del TAP con otros trastornos, se
debe señalar que los estudios de comorbilidad cobraron fuerza debido a la
relación entre los trastornos de personalidad y conductas adictivas.
Estudios han mostrado que aproximadamente dos tercios de los adictos a
opiáceos, presentan algún tipo de trastorno de la personalidad, siendo el TAP
el mas característico. La inestabilidad afectiva de los adictos con trastorno de
personalidad podría convertirse en un trastorno del eje I.
También existen investigaciones epidemiológicas sobre la prevalencia de
los trastorno de personalidad relacionados con el juego patológico. Los
resultados muestran tasas de un 71,4% de jugadores patológicos en los que
los rasgos antisociales aparecen con una frecuencia del 35% al 40%.
Con respecto a los trastornos del eje II, parece que el TAP presenta
comorbilidades con el trastorno narcisista, el histriónico y el límite.
Se ha comprobado también la aparición de comportamientos antisociales
en sujetos con un trastorno paranoide de la personalidad (TPP) motivados por
su deseo de venganza (APA, 2000).
ETIOLOGÍA
Algunos autores señalan que aunque existen indicadores sobre la
naturaleza biológica que predispone a la adquisición de un patrón antisocial de
personalidad, los factores psicológicos y sociológicos influyen de manera
importante en el moldeamiento del carácter de las personas, en la forma en
que se expresan las disposiciones de la personalidad o en la propia historia de
aprendizaje del sujeto.
Algunos estudios ponen de manifiesto que la presencia de factores
biológicos predispone al desarrollo del TAP.
Dentro de lo biológico por ejemplo podemos hablar de genética. El papel
que desempeñan los factores genéticos en el desarrollo del TAP ha sido
estudiado de manera exhaustiva. Por ejemplo, tener un padre sociópata o
alcohólico predice el TAP en la vida adulta. La criminalidad de los padres es un
factor de riesgo para la delincuencia de la descendencia cuando se combina
con un bajo estatus social.
También es interesante hablar de los factores hormonales que
predisponen el TAP. En 1990, Dabbs y Morris proponen que alteraciones en la
glándula tiroidea producen niveles elevados en la testosterona, pudiendo
causar trastorno de hiperactividad con déficit de atención y comportamiento
agresivo en edades más tempranas, así como TAP en edad adulta. Por tanto
podemos relacionar el TAP con niveles altos de testosterona.
Podemos hacer referencia también a los patrones de neurotransmisión,
algunas aproximaciones han encontrado que la dopamina y la serotonina están
relacionadas con el comportamiento antisocial, es decir, niveles bajos de
serotonina y altos en dopamina se asocian con comportamientos agresivos,
violentos e impulsividad del TAP.
Diversos estudios como el realizado por Robins en 1966 han demostrado
que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, de inicio temprano,
supone un riesgo para el desarrollo del TAP.
Otra línea de investigación sugiere la existencia de una disfunción del
lóbulo frontal en aquellos sujetos con TAP.
Algunos individuos con alteraciones en este lóbulo y también en el
temporal presentan un mayor grado de comportamiento antisocial (agresividad,
obscenidades y robos) y conductas impulsivas. La existencia de alteraciones
en las funciones del lóbulo frontal puede alterar la iniciación y planificación de
conductas orientadas a metas, a la anticipación de contingencias de refuerzo y
castigo, y a los sistemas motivacional y emocional de los sujetos con TAP.
En lo que se refiere a factores evolutivos y ambientales que contribuyen a
la génesis del TAP, cabe destacar los factores familiares y los relacionados con
el aprendizaje.
En la familia por ejemplo se entiende que tienen lugar una serie de
procesos que pueden ser antecedentes del TAP. Con esto nos referimos a
pautas de crianza, al uso excesivo del castigo, la incoherencia, los diferentes
niveles de supervisión parental, la hostilidad, el consumo de drogas, los
trastornos afectivos parentales, la delincuencia familiar, la discordancia familiar,
los conflictos conyugales, la violencia física, las separaciones o divorcios y la
falta de afecto,
Los niños que sufren de negligencia, indiferencia e incluso hostilidad, van
a percibir su mundo como un lugar frío y desolador y van a presentar falta de
sensibilidad humana y de sentimientos de apego; además, estos niños
empiezan a incorporar resentimientos, un modelo parental de indiferencia y
falta de empatía. La falta de figuras parentales puede provocar que el niño
explote el mundo sin la guía y las limitaciones que se derivan del afecto y del
control parental.
Un elemento esencial de los trastornos de la personalidad es que la
manera en que hacen frente al mundo es en si misma patológica, por lo que
ellos mismos crean acciones que acaban siendo autofrustrantes.
Esta gente piensa que no pueden confiar en los demás ya que trataran de
ejercer poder sobre ellos y explotarles, por eso quieren conseguir todo el poder
por si mismos. Piensan que si contrarrestan las acciones de lo otros podrán
resistir a su insensibilidad y hostilidad. Solo a través de la autosuficiencia y la
decisión pueden superar la indiferencia o los peligros de su ambiente, y, por
tanto, conseguir las cosas buenas de la vida.
Las acciones defensivas de las personas antisociales están también
movidas por una necesidad de venganza, de deseo de humillar y dominar a los
demás.
Para estas personas la autonomía y la dominación son formas de aliviar
las injusticias del pasado, y, además, como ocurre en la mayoría de las
estrategias de afrontamiento, obtienen un éxito parcial en la consecución de
recompensas en el presente.
EVALUACIÓN
Para una evaluación completa y correcta del TAP, no sólo es necesaria la
presencia de los criterios diagnósticos de la CIE o la DSM, ni tampoco una
serie de autoinformes y entrevistas. Será imprescindible realizar una biografía
del paciente, en la que se incluye información acerca de las relaciones, los
logros en el estudio y el trabajo, la lista de detenciones y condenas, así como
las circunstancias que se dieron en su vida cuando éstas ocurrieron, su salud
física y la historia de su consumo de drogas principalmente.
Es muy importante recoger información de fuentes adicionales, es
decir, no sólo hay que basarse en los datos que nos proporcione el paciente.
Esto es así porque las personas que padecen un TAP, son personas en las que
no se puede confiar, ya que mienten y son deshonestos, por eso es esencial
contar con la colaboración de la familia, amigos, pareja, etc.
Los instrumentos, propiamente dichos, que actualmente se utilizan para
evaluar este trastorno los encontramos básicamente divididos en cuestionarios
autoinformados y en entrevistas clínicas estructuradas. Aunque también hay
que destacar una serie de propuestas para la evaluación de las funciones
llevadas a cabo por el lóbulo frontal, debido a los resultados de una serie de
una serie de investigaciones, en las que se asocia el TAP al esta área cerebral.
- Medidas de autoinforme:
o Escala para la Evaluación del Trastorno Antisocial de la
Personalidad (ETAPA) (ALUJA, 1986): contiene 47 ítems que se
ajustan a los criterios diagnósticos que aparecen en la DSM-III.
En 1993, Chico destacó la existencia de 3 factores en esta
escala, los cuales son: conducta agresiva, desestructuración
social y desestructuración escolar. Cabe mencionar que ninguno
de estos 3 factores tiene una fiabilidad menor a 0.77.
o Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA) (Luengo, Carrillo,
Otero y Romero, 1994): contiene 82 ítems y evalúa el nivel de
conducta antisocial. Los ítems en cuestión, exploran la frecuencia
con la que ocurren una serie de conductas tales como
vandalismo, robos, agresiones, violación de las normas y uso o
comercio con drogas.
o Otros instrumentos generales para la evaluación del TAP: a parte
de los dos instrumentos comentados, también podemos utilizar
otra serie de escalas que evalúen los trastornos de personalidad
de una manera general, como puede ser el MCMI-III (Millon et al,
1994), la escala de Desviación Psicopática del MMPI-2 y el
CEPER para evaluar los estilos de personalidad antisocial.
(Caballo y Valenzuela, 2001).
-
Entrevistas:
Ejemplos de entrevistas estructuradas que se pueden utilizar para
evaluar los trastornos de la personalidad de una forma general son la SCID-II y
la IPDE entre otras. Pero cuando hablamos de llevar a cabo una entrevista con
sujetos antisociales, el tema es ligeramente diferente, básicamente por la
dificultad que esto entraña.
Estos sujetos nunca van a acudir a una consulta por un problema de
comportamiento en sí mismo, sino por otros que estén asociados o
relacionados, como pueden ser el consumo de drogas, conseguir un certificado
que les exima de realizar cualquier trabajo o para evitar ir a la cárcel después
de cometer algún delito y así poder alegar cualquier problema mental, que, a
pesar de todo, saben que no padecen o, mejor dicho, creen saber que no
padecen.
La relación que el terapeuta tiene con este tipo de pacientes es bastante
problemática y conflictiva, ya que cuando el sujeto ve que el terapeuta no le
sigue el juego es más que probable que se enfade y le critique. Por lo tanto, es
complicado conseguir un buen vínculo, pero no sólo por su deshonestidad, sino
también porque no se implican lo suficiente para tratar problemas como el
control emocional o su incapacidad para actuar de manera responsable.
La principal estrategia que tiene que utilizar el terapeuta a la hora de
tratar con este tipo de personas es la empatía, sobre todo en lo referente a las
consecuencias que para sus vidas está teniendo el comportarse de la forma en
la que lo están haciendo. Si se hace esto, los pacientes verán al psicólogo
como un aliado que entiende su situación y no como una figura autoritaria, por
lo que será más probable que esa persona quiera cooperar con el terapeuta.
Hay que tener en cuenta siempre que tratemos con estos pacientes, que
son personas a las que les gusta mucho captar la atención, y para ello utilizará
cualquier método que esté en su mano, destacando la mentira y la presunción.
Pero el terapeuta puede utilizar sus propias armas para sacarle información y
hacerle hablar, esto es induciéndole a presumir con preguntas o comentarios
tales como: “Menudo liante debe ser usted” o “¿Sabía pelear bien?”.
-
Evaluación de las funciones ejecutivas:
o “Test de Clasificación de Cartas de Wisconsin” (Heaton et al.,
1993): es una medida de estas funciones que requiere estrategias
de planificación, indagaciones organizadas y utilización de
feedback ambiental para cambiar estrategias de trabajo. Todo
esto se relaciona con el funcionamiento frontal o prefrontal.
o “Test de Colores y Palabras de Stroop” (Golden, 1995): evalúa la
flexibilidad cognitiva, la resistencia a la interferencia procedente
de estímulos externos, la creatividad y la complejidad cognitiva.
Estos factores determinan la habilidad individual para afrontar
situaciones
cuya
solución
requiera
procesamiento
de
informaciones complejas.
o “Torre de Hanoi” (Simon, 1975): valora las funciones ejecutivas,
entre las que se incluyen la capacidad para planificar, para llevar
a cabo ensayos mentales y para trabajar bajo unas normas
establecidas.
o “Mini Examen Cognitivo” (MEC) (Lobo, 1979): mediante esta
prueba se evalúan las demencias y las funciones cognitivas, tales
como orientación, memoria, lenguaje, praxis y reconocimiento de
objetos.
o “Entrevista sobre Daño Colateral Cerebral” (Collateral Head Injury
Interview; Martzke, Swan y Varney, 1991): evalúa las alteraciones
psicosociales y neurocomportamentales. Es importante destacar
que en la adaptación española, que fue llevada a cabo por
Pelegrin en 1995, se describen cuatro factores, que son: apatía,
desadaptación social, pseudopsicopatía y alteración de las
funciones ejecutivas.
o “Entrevista de Habilidades para la Vida”: se compone de cinco
subesacalas que se encargan de evaluar el nivel de autocuidado
personal,
el
comportamiento
social
interpersonal,
la
comunicación-contacto social, el comportamiento social no
personal y la capacidad para llevar a cabo una vida normal. Es
muy importante cumplimentar toda esta información con la que
ofrecen los familiares del paciente.
o “Escala neurocomportamental” (Neurobiological Rating Scale,
NRS): explora la orientación, la memoria, el lenguaje y los
síntomas derivados de lesiones del lóbulo frontal, como
desinhibición, escasa planificación e introspección inadecuada.
A parte de estos cuestionarios y entrevistas que se han citado, también
hay dos importantes técnicas proyectivas, que se pueden utilizar como
instrumentos a la hora de evaluar un TAP. Estos instrumentos son el test de
Rorschach y el TAT.
En lo referente al Rorschach, se observa cierta incoherencia entre el
comportamiento del sujeto y las respuestas que éste refleja. Estos pacientes se
muestran despreocupados e indiferentes cuando van a llevar a cabo la tarea,
es decir, se muestran confiados e, incluso en ocasiones, ofensivos. Sin
embargo, las contestaciones que ofrecen son defensivas. Como ejemplo de
respuesta defensiva, podemos señalar que el protocolo puede contener varias
láminas de rechazo que provocan en la persona suspicacia e irritabilidad.
Además, las percepciones que tiene el sujeto, suelen ser vagas y poco
detalladas.
En las láminas que contienen colores, las respuestas se dan con mayor
lentitud, y cuando responden suelen contener elementos tales como sangre y
armas.
El número de ítems suele ser reducido, pero especialmente destacan las
respuestas relacionadas con el movimiento, que son excesivamente limitadas.
Los porcentajes de formas positivas también suelen ser bajos, mientras que las
respuestas globales y de animales suelen ser proporcionalmente altas.
En cuanto al TAT, es un test cuyas tarjetas provocan defensividad o
expansión, al igual que ocurre con los pacientes que sufren de un trastorno de
personalidad narcisista. Lo que se observa en este test es que el mundo de
muchos antisociales parece fijado en la edad juvenil, ya que es en torno a esta
edad los temas de las historias que quedan reflejadas.
TRATAMIENTO
La primera idea que debe quedar clara en este punto es que el TAP es
un trastorno que tiene muy difícil tratamiento. Esto no se debe al tratamiento en
sí, sino a la implicación que tienen estos pacientes.
Los sujetos con TAP no suelen acudir a una consulta para recibir
tratamiento a no ser que se vean obligados a ello. Aún así, cuando van a la
consulta, el tratamiento no suele ser eficaz. Como se ha dicho antes, esto se
debe a la implicación de estos sujetos en el tratamiento, lo que a su vez se
fundamenta en las características básicas que definen el trastorno. Estas
características son la falta de empatía, la incapacidad para establecer
relaciones fiables y su desprecio por las normas sociales.
Hay casos específicos en los que el trastorno se manifiesta en su mayor
extremo (incapacidad para anticipar las consecuencias a largo plazo de sus
acciones, incapacidad para reflexionar sobre su pasado, moderado trastorno
del pensamiento formal, deterioro en la comprensión del significado implícito de
las palabras, etc.) y donde es casi imposible que un programa de intervención
tenga el más mínimo impacto sobre el sujeto.
Sin embargo, esto no quiere decir que no se haya intentado llevar a cabo
un tratamiento con las personas que padecen este trastorno. De hecho, ha
habido muchos programas que se han realizado con sujetos que se encuentran
recluidos en cárceles y que cumplen los criterios diagnósticos del TAP. En
estos casos, se sacaron una serie de conclusiones, que son:

Si la persona se encuentra en el nivel moderado del trastorno
los programas de intervención son mucho más eficaces.

También es más eficaz el tratamiento cuando se abordan
aspectos que conducen a la conducta delictiva, como los
valores
y
actitudes
antisociales,
relaciones
con
otros
delincuentes, dependencia de las drogas y déficit educativolaborales.

El tratamiento debería enseñar y fortalecer las habilidades
interpersonales y modelar las conductas prosociales.
Si se da la circunstancia de que los sujetos se encuentran internos en
algún tipo de institución, donde el ambiente pueda ser manipulado sin ningún
problema y así poder utilizarlo como técnica terapéutica, se han planteado una
serie de intervenciones:

Programas de economía de fichas.

Comunidad
terapéutica,
que
ha
alcanzado
resultados
especialmente negativos hasta el día de hoy.

Programas llevados a cabo en la naturaleza.
Por otro lado, hay dos autores, como son Marshall y Fernández, que
presentaron en 1997 un programa cognitivo-conductual sistemático para el
tratamiento de delincuentes sexuales donde los objetivos de la intervención se
dividen en dos áreas:

Objetivos específicos al delito, que incluyen superar la
negación y la minimización, mejorar la empatía con la víctima,
cambiar las creencias y actitudes distorsionadas, modificar las
fantasías inapropiadas y desarrollar un plan de prevención de
las recaídas.

Objetivos relacionados con el delito, que hace referencia a
temas que son precursores o que influyen en el delito.
Podemos destacar habilidades deficientes de relación, pobre
solución de problemas, consumo de sustancias psicoactivas,
escaso control de la ira y habilidades para la vida
inadecuadas.
Hay que reseñar que este programa de intervención no está pendiente de
más investigaciones acerca de sus resultados y su eficacia.
También hay que destacar la propuesta de otros autores que sostienen
que lo importante es el tratamiento de aspectos concretos del TAP. Entre estos
autores podemos nombrar a Turkat (1990), quien dice que hay que modificar
dos comportamientos fundamentales. Estos dos comportamientos son la ira y
el control de impulsos, y ambos tienen un tratamiento similar; esto es,
elaborando una jerarquía de los estímulos que provocan tanto la ira como la
falta de control de impulsos, para luego utilizar respuestas competitivas (en el
caso de la ira sería la relajación y en el caso del control de impulsos serían
respuestas contrarias a las ganas de actuar impulsivamente).
Las respuestas que se suelen utilizar son básicamente estrategias de
distracción, que pueden ser internas (como, por ejemplo, cogniciones
incompatibles con las ganas de actuar de forma impulsiva) o externas
(modificación de algún aspecto del ambiente que llame su atención).
Básicamente, la idea principal del tratamiento de este trastorno es que
dicho tratamiento o terapia es, en la mayoría de los casos, la elección
alternativa a ser expulsados del trabajo o del colegio, a la ruptura sentimental o
de cualquier otro tipo de relación o, incluso, para poder evitar la cárcel u
obtener la libertad condicional.
Otras veces, el tratamiento es obligado, ya que muchas de las
instituciones en las que se encuentran este tipo de personas tienen dentro de
su programa el seguimiento por parte del sujeto de una terapia.
Lo que parece casi seguro es la frustración del psicólogo que vaya a tratar
al paciente en cuestión, debido tanto a la nula motivación del paciente para
cambiar como a su nula capacidad introspectiva; y es que, los individuos
antisociales no perciben que las conductas que llevan a cabo sean
problemáticas para ellos y, además, lo que les suceda a los demás no les
interesa para nada, no es de su incumbencia.
Hay que destacar cuál será la actitud que el paciente adopte ante el
terapeuta. Esta actitud puede ser de dos tipos. Una de ellas es intentar
convertir al psicólogo en un aliado y compinche, para así poder beneficiarse de
ello y ponerlo en contra de las personas que le llevaron a la consulta. Otra
actitud que puede adoptar el paciente es que colabore con el terapeuta en todo
lo que éste le pida, con el único fin de alcanzar todas las ventajas posibles de
estar recluido en cualquier institución.
La actividad principal que el terapeuta debe llevar a cabo es intentar
hacer comprender al sujeto las pocas ventajas que va a sacar con el
comportamiento que ha estado llevando hasta ahora. A pesar de ello, las
posibilidades que tiene la terapia de funcionar en este tipo de pacientes son
muy escasas, por no decir que es casi imposible.
En lo que respecta a este tema, hay algunos autores que consideran que
esta posibilidad aumenta cuando la edad del individuo se ve incrementada.
Esto puede tener su explicación en dos puntos interesantes. El primero de ellos
es que muchas de estas personas acaban cumpliendo condenas penales
durante periodos de tiempo muy prolongados, y cuando salen ya no tienen la
vitalidad ni las ganas de seguir con su vida anterior. La segunda posible
explicación es que las personas que no acaban en prisión y se adaptan de una
forma relativa a la sociedad, acaban canalizando sus tendencias impulsivas y
violentas en maneras de comportarse que sean más aceptables y adaptativas.
Se podría decir que la base de su personalidad sigue estando ahí, pero la
manifestación de ella se realiza en formas sociales menos evidentes.
El objetivo de cualquier tratamiento que se lleve a cabo en el TAP es que
estas personas consigan un mayor afecto por el resto de las personas,
disminuyendo así sus conductas violentas dirigidas a los demás, encontrando
ahí su recompensa. La clave principal de todo esto es convencerles de que el
cambio que han de experimentar es esencial y es la mejor opción que pueden
manejar si quieren conseguir objetivos positivos para ellos de manera
inmediata.
Para tratar a estas personas, hay que tener una frase clara, que ellos
tienen en mente de manera permanente: “Explotar antes de que me exploten”.
Esta idea que ellos manejan de una forma tan básica en sus pensamientos se
debe, principalmente, al trato que han podido recibir en su infancia, donde, con
casi toda seguridad, fueron tratados injustamente o de manera hostil. Entonces
fue donde empezaron a percibir a las personas como explotadores en potencia,
adoptando así una actitud defensiva, porque realmente la conducta violenta no
es más que una actitud de defensa.
Teniendo esta idea clara, hay que reseñar que la intervención terapéutica
debe centrarse en el manejo del continuo Yo mismo- Los demás, haciendo que
el resto de personas se perciban como gente buena que no tiene intención de
explotar a nadie.
Algo clave para entender este comportamiento es que cualquier signo o
acontecimiento que suceda lo malinterpretan de manera negativa, creyendo
que es una amenaza o un comportamiento desleal por parte del otro. Además,
los posibles signos positivos que los demás emitan los ignoran.
Una estrategia que se puede utilizar es aumentar la satisfacción y la
estabilidad personales, ya que esto puede tener como consecuencia una
disminución de la conducta delictiva y de esa rebeldía que tanto les caracteriza,
además de motivarlos para trabajar por cambiar a otro estilo de vida con
ventajas más evidentes.
Sin embargo, hay otros campos donde es muy difícil conseguir algo
positivo, por ejemplo en el terreno cognitivo, que consiste en un desdén por los
ideales, una condena de las reglas, normas y leyes. El temperamento de estas
personas se caracteriza por la insensibilidad y la nula o escasa empatía de la
que hacen gala, lo cual se pone de manifiesto en la indiferencia que sienten por
los demás. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, lo que la terapia
consigue es que se enmascaren o se escondan estas características, pero no
cambian.
Uno de los principales desafíos que tiene un terapeuta que trate con una
persona que padece de TAP es establecer una relación con él. Algo que nunca
se ha de permitir en la terapia son las luchas de poder. Para ello, en 1985
Frances sugirió que el psicólogo hablar de una forma abierta y normal sobre la
vulnerabilidad de la terapia ante la posible manipulación que el paciente
pudiera llevar a cabo, de esta forma se muestra al paciente que no se le va a
desafiar en ningún momento.
Hay autores que mantienen que las características principales que ha de
tener un terapeuta son: una objetividad fiable pero no infalible, un estilo
interpersonal relajado y no defensivo, un sentido claro de los límites
personales, un gran sentido del humor y seguridad en sí mismo.
En 1993, Benjamin habla de la necesidad de proporcionar a este tipo de
pacientes calidez consistente y bien modulada, para ello dice que no hay que
tratar el posicionamiento cínico y suspicaz del paciente con estrategias de
afabilidad y ayuda, sino, por el contrario, ignorarle. Cuando se haya
familiarizado el paciente con este programa de intervención se puede introducir
el castigo si no cumple lo acordado. En función de que el paciente, adopte
comportamientos más acordes con lo establecido se le irá proporcionando
mayor independencia e interacciones más amistosas.
La cooperación con el grupo se trata a través de la terapia salvaje. Esta
terapia se basa en la confianza que unos pacientes tienen que depositar en
otros, por ejemplo, hay ejercicios en los que unos pacientes requieren la ayuda
de otros, como el hecho de que unos no puedan ver y otros les tengan que
guiar.
Benjamín
afirma
que
cuando
se
ha
iniciado
este
proceso
de
interdependencia, el paciente puede adquirir la capacidad para colaborar con el
terapeuta.
Este apartado no puede concluir sin hacer una referencia al tratamiento
farmacológico que se ha utilizado para combatir el TAP. Hay algunos síntomas
que sí que parecen responder de manera positiva a la utilización de fármacos,
como son la impulsividad o la irritabilidad (que pueden responder al mismo).
Sin embargo no existe ningún tratamiento farmacológico que se encargue de
erradicar los síntomas centrales del trastorno, es decir, el comportamiento
delictivo, la falta de remordimientos, el engaño o la irresponsabilidad.
Para terminar, hay que dejar claro que por mucho que se intente cambiar
el estilo de vida de estos pacientes con cualquier intervención terapéutica, son
muchas las ventajas tanto emocionales como materiales que estas personas
consiguen, logrando así reducir la efectividad de la terapia. Los sentimientos de
control, poder e ira producen un estado de activación y una descarga de
adrenalina que el paciente no quiere abandonar.
Si el paciente coopera sin ningún reparo, es una indicación para
sospechar que realmente estamos ante una máscara, aunque es muy difícil
que los antisociales que eligen la terapia por no ir a la cárcel participen de una
forma activa en ella.
Hay terapeutas que pueden sentir el deseo de seguir con la terapia a
pesar de cualquier dificultad porque piensan que se puede reinsertar a esa
persona en la sociedad sin necesidad de que ésta acuda a cualquier prisión.
Pero realmente lo que logran con eso es que el comportamiento del
delincuente se refuerce, ya que ve cómo evita la condena o el castigo que le
debería haber sido impuesto por cometer esos actos.
También hay que tener cuidado con la contratransferencia, ya que el
terapeuta puede llegar a sentir suspicacia y ira por verse engañado y
manipulado, puede sentir frustración e indefensión sobre el aparente fracaso
del tratamiento y el desdén y disgusto que causa, de por sí, el paciente
antisocial, así como su estilo de vida.
COMENTARIO PERSONAL
Partiendo de la base de que este trastorno era el que mas nos gustaba y
nos llamaba mas la atención, a cumplido nuestras expectativas ya que hemos
recabado mucha información que nos ha ayudado a comprender, y ha aprender
mucho sobre este trastorno y sobre las personas que lo padecen.
Ningún punto del trabajo lo consideramos innecesario, ni siquiera el mas
mínimo ejemplo, porque cada párrafo de cada epígrafe es necesario para
abordar este interesante pero a la vez complicado trastorno.
Creemos que la elaboración del trabajo ha sido positiva ya que hemos
adquirido conocimientos que podemos poner en práctica el día de mañana si
tenemos la suerte o el reto de encontrarnos con un paciente de estas
características.
Si algo nos ha quedado claro de este trabajo es la enorme dificultad que
entraña el tratamiento del TAP.
También nos ha servido para desmentir ciertos estereotipos o ideas
preconcebidas como el hecho de que por tener TAP tengas que ser psicópata,
porque como queda claro en los criterios diagnósticos, no hace falta haber
asesinado a alguien para sufrir este trastorno.
Cabe reseñar la idea de que para este trastorno exista poca esperanza de
obtener efectos positivos con la terapia y el tratamiento, debido a su enorme
dificultad y su difusa etiología.
BIBLIOGRAFÍA
CABALLO, V.E. (coord.) 2004. Manual de trastornos de la
personalidad. Descripción, evaluación y tratamiento. Madrid.
Síntesis.
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