3 - Belver de Cinca

Anuncio
DE CÓMO SER UN BUEN CORTESANO, PASANDO POR LOS MANUALES DE
BUENAS MANERAS, HASTA LAS REVISTAS FEMENINAS. ( Y III )
Decíamos al final del primer capítulo que, junto a los
manuales de etiqueta y
protocolo para las nuevas élites políticas y profesionales, vuelven a estar de moda,
en una especie de “remake” de aquellos manuales renacentistas y dieciochescos,
los libros que enseñan a bien ser, a bien hacer y a bien estar. De los manuales
actuales no vamos a ocuparnos, dado que proponen asépticas series normativas
que obstaculizan la especulación analítica. Sí hablaremos de las revistas de mujeres
porque, salvando las distancias entre El cortesano y Cosmopólitan, en las actuales
revistas femeninas dirigidas a las clases medias urbanas y profesionales también
están presentes nociones contenidas en aquéllos manuales de antaño con lo que,
de alguna forma, cumplen similar función social, eso sí, no tienen ni la frescura ni la
sinceridad que destilaban los viejos manuales. Al contrario, a fuerza de sutiles se
tornan insidiosas y, desde luego, vienen cargadas de publicidad explícita(el 50%),
sin contar la implícita.
En el segundo capítulo, con el código de la prudencia, comprobamos como la vida
pública va tomando un marcado cariz psicológico, que irá a más con el código del
autocontrol, propio de contextos sociales igualitarios, en el que se expresa el
refinamiento del proceso civilizatorio en tanto que auge de la autocoacción. En la
“sociedad interiorizada”, los individuos organizan sus vidas
por medio de la
educación de su subjetividad, magnitud estratégica del universo psicologista. Para
saber como comportarse es necesario acudir a la introspección. El código del
autocontrol se dirige a
la “autoescucha”, a la interpretación del deseo y a la
normativización de la conducta
Las revistas “de mujeres” ( pero que también leen los hombres…)
Elle, Woman, Marie Claire, Mujer21, Dunia, etc.-
-Cosmopólitan,
además de conservar (y
vehicular) la representación social de la desigualdad (sobre todo, a partir de la
“diferenciación…” de género) entre hombres y mujeres, ofrecen
perspectiva psicologista-
-desde esa
consejos para orientar la vida de las mujeres en relación
al trabajo, a las relaciones amorosas, sexualidad, vida familiar, comida, salud,
cuidados y belleza, etc. Así, definen modos de comportamiento que propugnan la
vuelta de un nuevo romanticismo, aunque con distintos perfiles que en el siglo XIX.
Interesa todo lo afectivo y sentimental. “Formar una familia que exhiba valores como
la armonía”, “El amor eterno existe: sigue nuestras cinco fórmulas”, “Las mujeres
tendemos a intimar más”, “Como trabajar y ser una madre estupenda: Michelle
Pfeiffer nos lo cuenta”, “A los 30 mejor que nunca, eso sí, debes cuidarte y, sobre
todo, tienes que creer en ti misma”, “Me he vuelto más femenina, más coqueta con
los años. Procuro sacarle más partido a mi cuerpo”, “Me preocupo y me cuido más
que antes. Tomo comida sana, voy al gimnasio, me doy masajes…”.
Para estas revistas, el trabajo es el escenario de la tensión; la principal herramienta
para manejarnos con las apariencias es la seguridad: “La seguridad es un perfume
que la gente huele muy pronto. Aplícatelo diariamente”. La seguridad, material
primordial para erigir identidades autosuficientes, se vincula a la capacidad en la
toma de decisiones y con una ductilidad proteica (“Sé receptivo/a”). Todo este
aplomo se relaciona con otra virtud, la resistencia, entendida más que como
entereza como autocontrol: “Lo que interesa
cualidad facilita que
es ser resistente, o sea, fuerte. Esta
controles tus emociones y por tanto tu trabajo”. El control se
consigue trazando una diáfana línea, que no se debe traspasar, entre el contexto
laboral y la vida privada: “No te conviene que vayas contando por ahí tus problemas
personales, si lo haces estás llamando a la desconfianza para con tus capacidades”.
Además, como no podía ser de otra manera, se recomienda el autoescrutinio: “Lo
primordial es que analices el tipo de persona que eres realmente. Si te concentras
en las virtudes principales de tu carácter edificarás el mejor yo posible”. Realiza una
evaluación objetiva de la situación... repasa las últimas reacciones que hayas tenido
en tus relaciones laborales”.
“Miedo, esperanza ira, alegría, tristeza, entusiasmo... Los sentimientos impregnan
nuestra vida. ¡No huyas de tus emociones! Pero aprende a conocerlas y utilizarlas
para llevar una vida más inteligente y feliz. Para ello, debes reconocer los propios
sentimientos en el momento en que aparecen. Debes controlar tus emociones.
Tienes que automotivarte y mantener el optimismo a pesar de las frustraciones.
Tienes que sintonizar con los sentimientos ajenos, es decir, experimentar empatía.
Debes comunicarte de modo eficaz en la vida diaria”. “Ser ambiciosa no es nada
malo. Decir que eres ambiciosa es afirmar que sabes lo que quieres. Hoy, la
verdadera ambición consiste en saber, antes que nada, qué es el éxito para ti. Lo
importante es que identifiques tus motivaciones y metas”. A continuación, vinculan
todo ello con la salud física y apostillan; “la hostilidad crónica no sólo revela una
carencia en inteligencia emocional, sino que aumenta considerablemente el riesgo
de enfermedades relacionadas con el estrés y hasta de un ataque cardiaco. Si no
puedes contenerte, “canaliza tus energías hacia algo positivo, hazte ecologista,
colabora con alguna ONG”, “Si no eres feliz en tu trabajo, aprende a que te
agrade. No hay trabajo desmoralizador, sino personas que se desmoralizan”. Esta
especie de estoicismo revestido de psicologismo hace abstración, de sueldo, del tipo
de ocupación, del ambiente laboral, etc.. Lo curioso (o no tanto...), es que hay
mensajes en la línea de suavizar el rigorismo del autocontrol; así, junto al “márcate
metas escalonadas, “apunta arriba después de cada logro”, nos encontramos con
recomendaciones del tipo, “asegúrate de mantener una vida privada separada de tu
trabajo”. De ese modo, la continua recreación de la apariencia es fuente de una
profunda ansiedad... Asimismo (y en la misma línea), en la insistente llamada a la
responsabilidad reflexiva, parece observarse una cierta relajación: “Hay momentos
en no te queda otro solución que aceptar las cosas tal como son”. A la demanda de
construir la privacidad, amortiguadora de inquietudes y agobios del trabajo, se le
agrega el sugerimiento de adoptar actitudes prágmáticas ante lo que se nos escapa.
En cuanto a lo tocante al sexo y las relaciones afectivas esas publicaciones, como
no podía ser de otra manera, continúan en la misma tónica psicologista de tal modo
que el sexo no constituye ya tanto una materia de placer, sino de reflexión: la
inicial recomendación a gozar se viene abajo ante el consejo, más insistente, de
usar el tacto en los terrenos del placer. Así, la previa llamada a la espontaneidad,
ese “ideal democrático”, se torna oscuro ante el rescate del principio tradicional de la
desigualdad armónica; “ten tacto, no lo atosigues..., encaja sin mal humor la
negativa de tu marido demasiado cansado...”. La norma es el ajuste del deseo
femenino al masculino bajo la paradoja de la mudanza de los usos sociales. En
relación al sexo fuera de la pareja, el “no a la promiscuidad”, el “no a los mujeriegos”
y
el “no a los hombres casados”, viene argumentado de la forma siguiente; la
moderna mujer profesional no debe desperdiciar su tiempo en la diversificación del
placer. Las relaciones con promiscuos, mujeriegos y casados “atenta contra tu
autoestima y tu orgullo. Recházalas. Se trata de que realices una buena opción
personal: alguien en quien confiar, un cómplice”. De ese modo, esa especie de
psicologismo social
mujeres
continuidad,
conductista que se contiene en esas revistas orienta a las
-y, al mismo tiempo, a los hombres...el
de
en el buen camino; el de la
la certeza, en el de siempre...¿ Placer?,
“institucional...”. Del placer polimorfo y transgresor, nada de nada.
bueno, pero
No contentas con todo esto, esas revistas relacionan la comida con el higienismo, la
salud y el comportamiento; “tus hábitos alimenticios dicen un montón de cosas de
tu pasado, de tu organismo y de tu carácter”. La comida no es una necesidad, ni
un placer (“tómate un Bio-manan y reemplaza una comida...”).
Los estados de
ánimo o el carácter se transmiten mediante la comida; “comemos cuando nos
sentimos desdichadas/os, cuando nos vemos solas/os, faltas/os de cariño. La
comida es nuestro refugio”. El código higiénico adquiere asi una faz psicológica,
pasando a formar parte de estos “regímenes de la verdad” que tratan de domar la
subjetividad:
“Se debe tener realmente el deseo de adelgazar”, “Hay que
identificarse con la imagen mental que se quiera llegar a tener. Piense en ser
esbelta/o y lo será”. Y cuidado!, “los comedores reprimidos tienen vicios secretos; si
tienes mono de comida deberías hacer caso de ese mensaje que tu cuerpo te
manda. Es posible que estés
entrando en un proceso adictivo” (en términos
parecidos se expresan algunas de las advertencias en relación al sexo...).
Una vez domeñados los sentimientos y la palabra, ahora toca ordenar el control
gestual porque, de acuerdo con el precepto fetichizador de las apariencias, todo
nuestro cuerpo habla de nosotros: “Nuestro carácter más íntimo queda reflejado en
las posturas corporales y, por ello, es primordial ejercer un control total acerca de las
actitudes que adoptemos cuando caminamos, nos paramos o inclusive estando
sentados relajadamente”. No veo, que la intimidad sea, como podría parecer, el
espacio de la libertad. Lean si no: “Si usted piensa que la etiqueta es aplicable sólo
en eventos sociales, y que después, en su casa puede bajar la guardia o conducirse
caprichosamente, está completamente equivocada”. De lo que se trata, pues, es de
reproducir en la esfera privada
-y por lo que parece, de forma más rigurosa-
los
comportamientos que rigen en el espacio público.
La vida entera, así, se convierte en una gran performance donde prevalece la
“buena disposición”, una invitación a la prudencia y a la contención del espíritu y del
cuerpo. En definitiva, ahora se nos exhorta a “reflexionar” -en vez de disfrutar...sobre la cama y la mesa, sobre los grandes placeres. Y todo, con el fin de hacernos
manejables socialmente, claro que nos dicen que, así “seremos libres...” . Menuda
paradoja!
Los tres códigos analizados, el de la civilidad, el de la prudencia y el del autocontrol,
se inscriben en el progreso civilizatorio, pero mientras el primero intenta apartar al
hombre de su animalidad, el segundo procura la sociabilidad, el tercero esconde la
noción habermasiana de la “racionalidad deliberado–racional” orientada hacia el
“éxito”, hacia el logro eficiente de los fines,
inmiscuyéndose gravemente en la
racionalidad comunicativa y deformando, así, la realidad del “mundo de la vida”.
José Luis Burón Alegre
Bibliografía/Notas
Castiglione, B. El Cortesano. De. Bruguera. Barcelona.1972.AA.VV.
Habermas y la modernidad. Cátedra. Madrid. 1988.
Saavedra Fajardo, D. de. Empresas políticas. Planeta. Barcelona. 1988.
Para algunos aspectos de los manuales de civilidad, me ha sido útil el artículo de Helena Bejar, “La
ordenación de los placeres. Civilización, sociabilidad y autocontrol”; en, Los Placeres. Éxtasis,
prohibición y templanza (edición a cargo de Enrique Gil Calvo). Tusquets editores. Barcelona.1992.
En relación a las revistas “de mujeres”, o “femeninas”, mi interés -que venia de tiempo atrás- me
lleva a realizar un ensayo (en él estoy), del que algunas partes y aspectos se han volcado aquí.
Descargar