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REPÚBLICA ARGENTINA
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
REUNIÓN DE LAS COMISIONES DE ECONOMÍA NACIONAL E INVERSIÓN Y DE
PRESUPUESTO Y HACIENDA
Presentación del Programa Monetario 2008 al Senado de la Nación
Salón “Arturo Illia” — H. Senado de la Nación
26 de diciembre de 2007
Presidencia del senador Viana
26/12/2007
Reunión de las Comisiones de Economía Nacional e Inversión
y de Presupuesto y Hacienda
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— En el Salón “Arturo Illia” del Honorable Senado de la Nación, a las 12
y 44 del miércoles 26 de diciembre de 2007:
Sr. Vicepresidente de la Nación (Cobos). — Buenos días a todos. Felicidades. Agradezco la
presencia del presidente del Banco Central, doctor Martín Redrado, quien va a presentar el
Programa Monetario 2008. Brevemente, va a dirigirse a ustedes y va a exponer las inquietudes.
Asimismo, nos ha entregado un trabajo que será distribuido a los senadores para que tengan
mayor información.
Gracias, doctor Redrado.
Sr. Presidente (Viana). — En nombre de las comisiones de Economía Nacional e Inversión y de
Presupuesto y Hacienda, junto con el senador Urquía y el senador Pampuro, damos la bienvenida
al doctor Redrado, quien va a dar cumplimiento de lo que establece la Carta Orgánica del Banco
Central, exponiendo un informe sobre el plan monetario y financiero para el próximo ejercicio.
De esta manera, damos inicio a la reunión plenaria de ambas comisiones. Agradezco la
presencia de los señores senadores, ya que es un día difícil pero hicimos un esfuerzo importante
para estar presentes. También nos acompañan el vicepresidente de la Comisión, el senador
Rodríguez Saá; el presidente de nuestro bloque, el senador Pichetto y varios señores senadores.
A continuación, hará uso de la palabra el senador Urquía.
Sr. Urquía. — Buenos días a todos.
Agradezco a los senadores y a las senadoras, al público que nos acompaña y al
periodismo. Gracias, doctor Redrado, por su presencia.
Pido disculpas por no haber comenzado en el horario que estaba previsto, por motivos
que nos superan, no hemos podido hacerlo.
Como lo expresó el senador Viana, damos inicio a la presentación del Plan Monetario
2008, a cargo del señor presidente del Banco Central, tal como lo requiere la Carta Orgánica de
esa entidad.
Gracias, doctor Redrado, usted tiene la palabra.
Sr. Presidente del Banco Central de la República Argentina (Redrado). — Señor
vicepresidente de la Nación; señor presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda; señor
presidente de la Comisión de Economía Nacional e Inversión; señor presidente provisional del
Senado y señores senadores: muchas gracias.
En realidad, voy a hacer una presentación formal. Si me permiten haré una exposición
que, quizá, no es tan breve, como ha señalado el señor vicepresidente. Dada la presencia de tan
importantes senadores, me parece destacable hacer una evaluación de la política monetaria
durante este año, de particular turbulencia financiera. También quiero hacer una evaluación de la
economía nacional y luego, sí, en la parte final, haré una evaluación de las proyecciones que
tiene el programa financiero, el Programa Monetario 2008.
Desde la última vez que me dirigí al Honorable Senado de la Nación, para presentar el
Programa Monetario del año que termina, la política monetaria y financiera del país se ha visto
enfrentada a una exigente prueba de solidez.
Las turbulencias financieras internacionales han sido una oportunidad única para
comprobar, en acción, la capacidad de respuesta de nuestro esquema monetario y financiero bajo
situaciones de tensión. Quizá la primera que tuvimos desde las crisis de 2001 y 2002.
Puedo decir que la prueba fue superada con creces, corroborando lo acertado de haber
implementado en estos últimos años políticas prudenciales y anticíclicas, con una perspectiva “a
través del ciclo”. Esto es, considerando que las fases de auge no duran para siempre y que es
entonces necesario tomar prevenciones para enfrentar con éxito las circunstancias adversas.
En esta presentación, me propongo, en primer lugar, destacar la evolución de los pilares
de la política monetaria y financiera del Banco Central, su funcionamiento ante los desafíos
planteados por el escenario internacional y las turbulencias financieras en 2007, sin poner en
riesgo el cumplimiento del programa monetario que presentara en esta Cámara hace exactamente
un año.
En segundo lugar, a la luz de nuestra previsión del escenario económico internacional y
local, plantearé los lineamientos y las metas para el programa monetario 2008.
Después de décadas de crisis recurrentes, la noción de sustentabilidad de la política
macroeconómica está en el centro de nuestras preocupaciones. No hay espacio, si me permiten la
expresión, para “comprar” estabilidad de corto plazo hipotecando la sustentabilidad de la
economía argentina en el largo plazo.
Uno de los rasgos distintivos de nuestra economía en los últimos treinta y cinco años ha
sido la presencia de episodios pronunciados y recurrentes de inestabilidad económica. Esa
excesiva volatilidad no es gratuita en términos de bienestar de nuestra sociedad. Buena parte del
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estancamiento productivo previo a la fase de crecimiento actual puede atribuirse a la excesiva
volatilidad que ha sufrido nuestra economía. Muchas veces el régimen monetario se convirtió en
una fuente adicional de incertidumbre al no tomar en cuenta las características del entorno
económico local e internacional, así como la consistencia con el resto de las variables
económicas en curso.
En ese lapso, los regímenes monetarios han oscilado, sin éxito, de un extremos otro del
arco de políticas posibles. Hemos alcanzado períodos de relativa estabilidad, pero efímera a
partir de programas económicos con marcadas inconsistencias. Basta con repasar el final de la
estabilidad de precios de los años noventa, para ver que luego de una apreciación aguda de la
moneda local derivada de un régimen cambiario fijo e incongruente con los déficit gemelos,
tanto déficit comercial como déficit fiscal.
En una economía como la nuestra, con antecedentes de confiscación de depósitos,
hiperinflación, maxidevaluaciones, cesación de pagos, el régimen monetario no puede plantearse
un objetivo excluyente y hacer caso omiso a la salud de la economía y a nuestras
vulnerabilidades. Alcanzar la estabilidad de largo plazo de nuestro sistema monetario y
financiero requiere tener en cuenta nuestra idiosincrasia y nuestra evolución histórica.
En particular, tanto la orientación como los condicionantes de la política monetaria
argentina de estos últimos años, sólo pueden entenderse dentro del marco de una economía en
transición con secuelas aún palpables de una crisis de magnitud. Esto se refleja, como ustedes
bien lo saben, en niveles de pobreza todavía muy elevados o en un mercado de crédito, que aún
podemos denominar, raquítico.
Si bien es cierto que para todo hacedor de política económica, este factor se agudiza en la
economía argentina de hoy, donde al riesgo que subyace a cualquier sistema económico se
agrega una incertidumbre “fundamental” sobre los parámetros de una economía en transición. En
particular, y solo por mencionar un rasgo específico del contexto monetario, los ciudadanos
muestran, desde la crisis, una marcada preferencia hacia formas líquidas de dinero en desmedro
de tener agregados monetarios más amplios.
Si este movimiento es permanente o es transitorio, o se trata de un nivel
“estructuralmente” más alto del que tuvimos en nuestra economía argentina en materia de
demanda de dinero y de medios líquidos de pago, o si se revertirá en algún momento, es una
incertidumbre que por ahora no puede disiparse.
A los elementos que acabo de mencionar se agrega un condicionante crucial. Desde la
crisis, los canales de transmisión “convencionales” que tiene la política monetaria se encuentran
bastante limitados. Y solo muy paulatinamente se van reconstruyendo. Así, fundamentalmente el
crédito al sector privado hoy representa solo el 12 por ciento del producto bruto y es el principal
canal, por parte de las empresas y de las familias, que principalmente tiende a ser restringido,
existiendo una evidencia de racionamiento crediticio en nuestro país.
El mercado de dinero a través del cual opera de manera inmediata la tasa de interés de
referencia que puede fijar el Banco Central se encuentra altamente segmentado. El sistema
financiero, en abierta fase de normalización desde la crisis, se encuentra, sin embargo, expuesto
al riesgo de tasa de interés real.
Los primeros tres puntos mencionados conllevan una baja efectividad relativa de la tasa
de interés de referencia del Banco Central como instrumento de morigeración o de medida para
administrar la demanda agregada. Y con ello, por supuesto, las presiones sobre precios.
El cuarto, implica que el uso de tal instrumento, es decir, la tasa de interés, podría ser
contraproducente, anulando el mismo canal de transmisión de la política monetaria que pretende
recrearse.
En este contexto de incertidumbre surge el modelo de administración de riesgos que
utiliza el Banco Central y que fuera aplicado por varios hacedores de política monetaria. Este
modelo considera no solo el sendero futuro más probable de evolución de variables económicas
sino la distribución de estos resultados factibles alrededor de dicho sendero. A partir de allí debe
efectuarse un juicio informado sobre costos y sobre beneficios de los resultados posibles.
En otras palabras, se trata de agregar a los modelos matemáticos y econométricos que
utilizamos dentro del Banco Central, el valor del juicio propio. En particular, intentando
vislumbrar cambios, oportunidades y amenazas.
Esto implica cuidadosamente evaluar los riesgos y oportunidades asociados a cada
circunstancia, a cada escenario atendiendo a la particularidad de cada caso, anticipando
tendencias, sin sujeción a un esquema intelectual o ideológico predeterminado.
Así, el enfoque de política monetaria basado en la administración de riesgos está
construido en nuestro país sobre tres pilares fundamentales. Primero, el Banco Central asegura y
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garantiza la estabilidad monetaria y el objetivo de asegurar el equilibrio entre oferta y demanda
en el mercado monetario, garantizando las necesidades de medios de pago en la economía.
Este pilar se cristaliza mediante el programa monetario que vengo a presentarles para el
año 2008 y se aplica mediante varios instrumentos que nos permiten absorber los pesos
excedentes que existen en nuestra economía. Entre ellos está la colocación de instrumentos de
regulación monetaria y, por supuesto, también el mercado de pases. Tal absorción se refleja en la
evolución de los medios de pago totales, que muestran una trayectoria descendente y una caída
significativa con respecto a las tasas de crecimiento de los años 2003 y 2004. Se trata de
indicadores claros del sesgo prudencial de la política monetaria.
El Banco Central también lleva adelante políticas financieras anticíclicas, que en el frente
interno se traducen en el gradual desarrollo de un sistema financiero sólido, libre de riesgos de
“descalces” entre monedas, como los tuvimos en el pasado, y en el frente externo se reflejan en
la acumulación de reservas internacionales.
En el primer caso, la estabilidad financiera necesaria para asegurar el funcionamiento
adecuado de los sistemas de pago y de créditos es también una forma de recrear los canales a
través de los cuales puede ser efectiva en el tiempo la política monetaria. La recomposición de la
liquidez y la solvencia ha sido fundamental para recrear un sistema severamente dañado en todos
sus indicadores desde la crisis.
La banca está en la actualidad en una situación robusta frente al riesgo, ya sea de liquidez,
de crédito, de moneda o de mercado. Gracias a la mejora que hemos hecho en el marco
normativo, tenemos hoy un sistema financiero sólido que amortigua las turbulencias en lugar de
amplificarlas, como sucedió en el pasado.
En efecto, las entidades siguen por un camino de normalización tanto en lo referente a sus
activos como también a sus pasivos. Respecto de los primeros, ha descendido de manera
significativa el crédito al sector público a partir de regulaciones específicamente diseñadas al
efecto, en particular por la remoción del sesgo al crédito público en la regulación de capital, un
monto máximo de 35 por ciento del total de los activos, entre otros.
En cuanto a los pasivos, hemos avanzado en la recuperación del fondeo a través de
canales “normales”, los depósitos de la gente tanto a plazo fijo como a la vista en detrimento de
la asistencia financiera del Banco Central, que, como ustedes saben, durante el 2007 fue
cancelada en su totalidad.
Asimismo, la regulación prudencial apunta a extender el plazo de fondeo. Es importante
no perder el dinamismo pero siempre manteniendo la solvencia y la liquidez y la prudencia que
garantizan la continuidad de nuestro aporte al crecimiento económico sostenido en el largo plazo.
En cuanto al atesoramiento de reservas internacionales, las turbulencias de mediados de año
brindaron una oportunidad muy apropiada para probar su utilidad. La magnitud de las reservas
acumuladas en las arcas del Banco Central cumplieron un rol disuasivo, desechando cualquier
movimiento especulativo contra el peso. Como todo seguro, las reservas representan un beneficio
“abstracto” mientras no ocurre la contingencia, pero realmente concreto en situaciones de
turbulencia como la vivida a mediados de 2007. Mientras la arquitectura financiera internacional
no evolucione hacia mejores mecanismos de prevención de crisis y no proporcione un
prestamista de última instancia, la estrategia de autoaseguración será la opción vigente para las
economías en desarrollo.
Por otra parte, la formación de un stock de liquidez en el sistema financiero, en la forma
de instrumentos de regulación monetaria —Lebac y Nobac—, nos permite mantener la dinámica
del crédito, aun en presencia de eventuales reducciones temporarias en el ritmo de crecimiento
de los depósitos. La eficiencia de este mecanismo ha sido probada en el marco de la reciente
crisis.
En tercer lugar, llevamos a cabo una política de tipo de cambio flotante administrado. Se
trata de evitar experiencias recientes en las que se proveía un “seguro de cambio” gratuito a los
inversores, a la vez que se evita la volatilidad de largo plazo del tipo de cambio real, en vista a
sus potenciales efectos perniciosos sobre la estabilidad financiera y sobre la confianza de
consumidores, ahorristas e inversores.
Como en el caso de la acumulación de reservas, es usual que las autoridades monetarias
de los países en desarrollo estén atentas a los movimientos del tipo de cambio nominal: hace
tiempo que se reconoce el rol fundamental que esta variable juega en el mecanismo de
transmisión de economías pequeñas y abiertas. Ante todo, es un determinante muy significativo
de las expectativas de inflación; asimismo, influye en gran medida sobre la competitividad y
otros aspectos reales y financieros; en particular, en economías con dolarización financiera y
movimientos del tipo de cambio. Se traducen en cambios en la riqueza real que pueden ser
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potencialmente desestabilizadores de la economía real y de todo el sector privado.
En nuestro caso, en una economía en transición luego de una crisis profunda, un enfoque
de administración de riesgos no puede prescindir de una estrategia de “administrar cualquier
euforia” respecto del valor del tipo de cambio, más aun cuando las tendencias de corto plazo,
como los precios internacionales y algunas commodities o los flujos de capitales financieros,
pueden desviar al tipo de cambio de su valor de largo plazo.
Como sabemos, la Argentina se enfrenta actualmente a un contexto financiero más hostil
que en el pasado. El mismo se origina en el aumento de los riesgos debido al debilitamiento de la
economía norteamericana, con su potencial impacto en el crecimiento mundial y en la extensión
en el tiempo de los episodios de volatilidad en los mercados financieros internacionales.
Sin embargo, permítanme expresar que vislumbro un escenario favorable en lo que se
refiere a los precios de exportación de los productos argentinos; algunos de los cuales han
alcanzado niveles récord en el año que termina. Esto se explica por cambios estructurales en las
condiciones de oferta y demanda de las materias primas, por las buenas perspectivas de
crecimiento y la creciente participación en la economía global de las distintas economías
emergentes, en particular las de Asia, Europa Central y América Latina.
La evolución de la crisis en los mercados internacionales reafirma la noción de que la
incertidumbre es el rasgo esencial de la política monetaria.
A partir de mediados del presente año, la profundización del deterioro en el mercado
inmobiliario norteamericano y la agudización de los problemas en el segmento de préstamos de
baja calificación de Estados Unidos generaron una fuerte volatilidad en todos los mercados
mundiales. La revalorización de los riesgos y la incertidumbre acerca de la real exposición del
sistema bancario global a las pérdidas asociadas con este tipo de activos deterioraron y
continuarán deteriorando las condiciones financieras en las economías desarrolladas.
Este episodio constituye, a mi juicio, la crisis financiera global más importante de los
últimos diez años, y todo parece indicar que ha venido para quedarse un tiempo con nosotros.
Nos enfrentamos a lo que podríamos llamar “una crisis de información” ya que nadie sabe
cuántas veces se han transferido los riesgos entre las entidades bancarias y quiénes son los que
poseen la mayor exposición a estos riesgos.
Por otra parte, el continuo deterioro del mercado inmobiliario norteamericano no hace
más que ensombrecer cualquier perspectiva de recuperación al verse afectada la calidad de los
activos subyacentes que permitieron esta expansión crediticia. Estos desarrollos comienzan a
expandirse hacia el resto de los mercados de créditos —el mercado hipotecario en general,
prendas, préstamos al consumo y tarjetas de crédito— y, fundamentalmente, ya empieza a tener
efectos en los sectores reales de las economías desarrolladas.
Las presiones de liquidez que hoy se tienen en los mercados desarrollados provienen de
dos fuentes: la primera es una continua incertidumbre acerca del valor de los activos subyacentes
de estas hipotecas que se han transferido, acentuadas por un deterioro en las perspectivas de
crecimiento económico. La otra está asociada al propio rol de intermediación bancaria: los
bancos han tomado una posición de mayor aversión al riesgo demandando, una altísima prima
por ofrecer fondos en el mercado interbancario. Actualmente, esta prima no baja de 100 puntos
básicos, es decir de 1 punto porcentual, la tasa libor respecto de la tasa de fondos que prestan los
bancos centrales. Habitualmente, tenían un spread de 5 ó 10 puntos básicos; hoy está diez veces
por encima de ese spread natural. El resultado de ello es una mayor restricción financiera que
opera sobre la disponibilidad de crédito y, como todos ustedes saben, sobre la economía real.
Los bancos centrales de las principales economías del mundo han respondido a la crisis
con un cambio de sesgo de su política monetaria; aumentaron las inyecciones de liquidez —
fueron excesivamente pragmáticos para mirar la crisis— balanceando sus políticas entre la
necesidad de evitar una propagación innecesaria de la crisis por la vía de la iliquidez, pero sin
exacerbar las tensiones inflacionarias. De esta manera, la reserva federal ha bajado en tres
oportunidades su tasa de referencia desde 5,25 por ciento a 4,25 por ciento. A su vez, el Banco
Central europeo y el Banco Central de Japón suspendieron el proceso alcista iniciado meses
atrás.
En particular, las autoridades monetarias han puesto a disposición, a través de distintas
licitaciones, líneas de financiamiento que van más allá de la tasa interbancaria intra-diaria y han
ampliado el conjunto de instrumentos que pueden presentarse como garantía de estas líneas de
crédito.
A mi juicio, esta acción coordinada disminuirá las presiones en el mercado de crédito de
corto plazo, pero su efectividad será acotada. Es claro que, dadas las necesidades de capital de
las instituciones financieras tanto en Estados Unidos como en Europa, estas medidas no
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modificarán la dirección del ciclo crediticio ni los fundamentos de la economía real; sólo
permitirán eludir situaciones aún más complejas: en cierta forma, apuntan a minimizar la
probabilidad y los costos que conlleva tener que protegerse frente a un escenario adverso
extremo. De todos modos, este efecto no es menor ya que ayuda a descomprimir —como dije
anteriormente— las primas de riesgo y satisface la demanda precautoria de efectivo que tienen
las entidades financieras. Sin duda, esto para los bancos del mundo es fundamental, ya que su
solvencia está ligada directamente a la capacidad que tengan para renovar o cancelar sus pasivos,
en particular, de corto plazo.
Por otra parte, medidas como la ampliación de los instrumentos aceptados como garantía
para operar sin penalidad a través de la ventanilla de redescuentos representan una ineludible
señal por parte de los bancos centrales para atemperar los efectos de la crisis, como es el caso del
Banco de Inglaterra, usualmente poco propicio a este tipo de acciones por cuestiones de “riesgo
moral”. El margen de acción de las autoridades monetarias para adoptar medidas de este calibre,
a mi juicio, estará determinado por cómo evolucione el crecimiento económico y, especialmente,
la inflación mundial en los próximos meses.
Quise hacer una referencia a cómo han actuado los bancos centrales del mundo porque
habitualmente no se resalta el pragmatismo y cómo han visto la administración de riesgos que
han tenido en sus economías. Esto ha llevado a una fenomenal inyección de liquidez que,
muchas veces, cuando se hace en países emergentes está muy sujeta a la crisis.
Por lo tanto, en nuestra proyección sobre la economía de Estados Unidos vemos que
crecerá menos de lo previsto: un 2 por ciento para el último trimestre de este año, y 2,2 por
ciento para todo 2008. Incluso, hemos visto en las últimas semanas mayor propensión a que
podamos tener, dentro de los escenarios posibles, una recesión.
También prevemos una desaceleración mayor en el conjunto de los países desarrollados.
En el caso de Europa, por ejemplo, las expectativas de expansión para el 2008 ya se sitúan por
debajo del 2 por ciento. Ello, como ustedes saben, se transmite al resto del mundo a través del
canal comercial, el de exportaciones e importaciones, el canal financiero, y el de provisión de
financiamiento.
En el primer caso, la caída de la demanda interna en los países desarrollados impulsa una
reducción de las importaciones de otros países con efectos de segunda ronda, dado por los
menores ingresos de los sectores exportadores. Respecto del canal financiero, el aumento de los
rendimientos de los activos del mayor riesgo aumentan los costos de financiamiento,
presionando sobre el gasto interno.
No obstante, nuestra visión del crecimiento económico mundial se mantiene saludable,
fundamentalmente en este momento, descansando sobre el crecimiento de las economías
emergentes. Allí las expectativas de crecimiento se han corregido hacia el alza, a partir del
crecimiento del consumo interno que comienza a tener, en países como China, India o Rusia, un
rol de mayor preponderancia.
En este contexto, las economías de América latina se encuentran mejor preparadas para
afrontar distintas turbulencias internacionales. Políticas macroeconómicas sólidas, junto a la
mejora de los términos de intercambio de la región, han facilitado prácticamente en todos los
países de la región —desde Río Grande hasta Tierra del Fuego— la provisión de superávit.
La combinación de políticas prudenciales y un manejo macroeconómico consistente ha
permitido a las economías de la región responder rápidamente frente a turbulencias en los
mercados internacionales. Esto se ha reflejado en los precios de los activos de las economías
emergentes, que han mostrado una fortaleza mayor a la que tuvieron durante otras crisis.
Uno de los factores que colaboró fundamentalmente con la mejora de estos fundamentos
fue el alto precio de las materias primas, a pesar de la creciente volatilidad de los mercados
financieros estas materias primas resultaron la clase de activos menos golpeados en términos de
cotización.
Esta situación obedeció a que la mayoría de los productos primarios continuaron
respondiendo a la evolución de sus propios fundamentos y no tanto a la restricción de liquidez
que acabo de mencionar, lo que determinó, en promedio, que todos ellos mostraran una
significativa fortaleza.
Al desagregar por tipo de productos, vemos comportamientos diferentes entre los
llamados soft, es decir los productos primarios como el trigo, la soja y el maíz, y los hard
commodities como el oro, el cobre y el petróleo. En particular, los precios de los productos
agrícolas, aumentaron impulsados principalmente por el crecimiento de estas nuevas economías,
el desarrollo de los biocombustibles, cambios estructurales en el desarrollo ganadero, y ciertas
restricciones de ofertas originadas por problemas climáticos.
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Por su parte, el precio del petróleo crudo registró en el último año un fuerte
encarecimiento. Esta situación estuvo determinada por una combinación de problemas de
recortes en los stocks por parte de la OPEP, cierre de refinerías por las temporadas de huracanes
y, como ustedes bien saben, conflictos geopolíticos como los que estamos viviendo en este
proceso instante.
Por el lado de la demanda, el consumo de crudo en Estados Unidos y en China, se han
sostenido en niveles sustancialmente elevados. En el caso del país asiático hemos visto un
incremento de las importaciones de petróleo. El alza del precio de este producto y el
debilitamiento del dólar estadounidense impulsaron, además, récord en el valor del oro.
Finalmente, como era esperado, el dólar continuó perdiendo valor respecto a la mayoría
de las monedas, alcanzando el Euro su máximo histórico. Este debilitamiento contribuyó a una
corrección leve de los desequilibrios globales, aunque el déficit de cuenta corriente de los
Estados Unidos —como ustedes saben— se mantienen en torno a los seis puntos del producto, lo
que es un nivel claramente elevado en términos históricos.
La apreciable mejora del precio relativo de los alimentos y otras materias primas genera,
al menos en el corto plazo, una serie de dificultades y desafíos importantes para los hacedores de
política económica. Dado que la canasta de exportaciones del país se compone de manera
relevante de bienes salario o de bienes que compiten por el uso de los mismos recursos
productivos —como la tierra, en el caso de la soja o el maíz—, el en encarecimiento relativo del
precio internacional de los alimentos genera impactos negativos sobre el ingreso real de los
sectores más vulnerables en países como la Argentina.
Esta situación reactualiza la tensión tradicional en la historia económica argentina,
caracterizada por el dilema existente entre las exigencias de competitividad y las demandas de
equidad que tiene nuestro pueblo, que requiere de parte de las autoridades económicas una
intervención responsable, a efectos de velar por la protección de los intereses y el bienestar de
todos los habitantes, en especial —como decía anteriormente—, de los sectores más
desprotegidos de la sociedad.
Cabe señalar que este fenómeno ha generado tensiones similares en países tan disímiles
como Marruecos, México, Egipto, China, India, Serbia, Ucrania, y Vietnam; y ha conducido a
sus autoridades a adoptar medidas correctivas de diversa naturaleza a fin de lidiar con el
encarecimiento relativo en el precio interno de los alimentos.
Por otra parte, una de las consecuencias del alza de la energía y de los productos
primarios ha sido la aparición de presiones inflacionarias, más o menos intensas, en distintas
economías, aunque el fenómeno se ha dejado sentir con mayor intensidad en el caso de países en
desarrollo. El fenómeno ha alcanzado, incluso, a los países más avanzados. En todos los casos,
durante el año en curso, se han observado alzas importantes en la inflación nivel general, que ha
llegado a duplicarse en algunos casos con respecto a los valores de sólo unos meses atrás y, en
muchos casos, el aumento general del nivel de precios se ha situado en su registro más alto de
una década. Tan relevante y generalizado parece el fenómeno, que ya se ha acuñado incluso un
nuevo término para caracterizarlo en la jerga económica: agflation; es decir, la inflación
provocada por el encarecimiento relativo en los precios del sector agrícola.
Ello ha conducido, tal como ha ocurrido en nuestro país, a una actitud activa de parte de
las autoridades de numerosos países, a fin de evitar que esta aceleración, en principio, sea sólo
transitoria, no tenga efectos de segunda ronda, y no se traslada a expectativas y,
fundamentalmente, no tenga impacto en la inflación núcleo, es decir, aquella que no toma en
cuenta los precios de energía y de alimentos.
En síntesis, el contexto internacional ha puesto a la política monetaria y financiera frente
al desafío de amortiguar los efectos de una crisis financiera externa sobre la economía real. En
este sentido, en 2008 conviviremos con un marco financiero más hostil que lo observado en los
últimos años. Así es esperable una desaceleración del crecimiento económico mundial, a partir
de la situación financiera en las economías desarrolladas.
No obstante, como decíamos, el impulso de las economías emergentes, junto a las
condiciones particulares de oferta y demanda en distintos mercados me permiten afirmar que las
cotizaciones de materias primas continuarán en niveles elevados, dando lugar a favorables
perspectivas en el crecimiento del país y en la región, pero también a presiones sobre precios de
un conjunto importante de bienes que debemos monitorear.
En este marco, el régimen monetario argentino, como comenzaba en esta alocución, ha
tenido una dura prueba que ha logrado, a nuestro juicio, sortear sin contratiempos.
Es difícil encontrar una manifestación más elocuente de los motivos por los cuales hemos
llevado a cabo políticas prudenciales durante estos años. La magnitud del shock recibido entre el
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segundo y el tercer trimestre es comparable a un “Efecto Tequila”. Es decir, la reversión en la
cuenta capital que tuvo nuestro país equivalió a los 5.000 millones de dólares, pero, como
ustedes saben, las consecuencias sobre la economía real y sobre el sistema monetario y
financiero fueron mínimas, yo diría acotándose al mercado de renta fija y al mercado de renta
variable, y lográndose —podríamos decir— un verdadero aislamiento del contagio financiero
que muchas veces la Argentina sufrió durante las décadas basadas.
La evolución de las variables monetarias durante este año mostró dos períodos
claramente diferenciados. Primero, exhibió una dinámica hasta el 25 de julio, que fue similar a la
que vimos durante el año 2006, motorizada por un superávit comercial muy importante y un
fuerte ingreso de capitales. En ese contexto el Banco Central profundizó su política de
acumulación de reservas y de una esterilización de una absorción simultánea de los efectos
monetarios vía la colocación de instrumentos de regulación monetaria y la cancelación
anticipada de redescuentos, mientras el sector financiero y el sector público obraban como
factores contractivos del dinero de alto poder.
En contraste, desde fines de julio hasta fines de octubre el sector privado actuó como un
factor contractivo de la base monetaria. Si bien el superávit comercial siguió siendo muy robusto,
la magnitud de la salida de capitales dio lugar a un resultado negativo en el mercado de cambios,
aunque en cuantía reducida tanto el sector financiero como el público obraron de manera
contractiva. En tanto, el Banco Central actuó entonces para proveer liquidez y evitar los efectos
más adversos de una disrupción súbita en las condiciones de funcionamiento de los mercados
financieros locales, teniendo entonces una inyección de liquidez importante.
La consecuencia inmediata de la volatilidad de los mercados internacionales fue la
desaceleración importante del crecimiento de los agregados monetarios, tanto en materia de
circulante como en materia de depósitos y en cierta tendencia en favor a la colocación en moneda
extranjera.
En los últimos dos meses del año, sin embargo, tanto por las medidas tomadas por el
Banco Central como también por una menor incertidumbre o relativa estabilización en los
mercados internacionales, determinaron que estos efectos fueran revirtiéndose de manera
paulatina. En efecto, ya durante el mes de noviembre los depósitos a plazo fijo recuperaron una
parte significativa de su dinamismo y retomaron los niveles que mostraban antes del inicio de la
crisis internacional.
La contrapartida de la evolución de las cantidades estuvo dada por las tasas de interés,
que como es propio al funcionamiento de los mercados financieros, reaccionaron de manera casi
instantánea a las perturbaciones provenientes del exterior.
Como se desprende de la evolución de los agregados monetarios, durante 2007 el Banco
Central alternó el sesgo de su política de acuerdo a los vaivenes de los mercados internacionales.
El manejo de la crisis atendió tres frentes básicos: primero, el mantenimiento de un
adecuado nivel de liquidez; segundo, la estabilización del mercado cambiario y, tercero, cambios
regulatorios para suavizar el impacto de las turbulencias sobre todo el sistema.
Inyección de liquidez. El estrés de liquidez al que fue sometido debido a la volatilidad
financiera internacional que provocó en el mercado local fue enfrentado a través de medidas tales
como la recompra directa o indirecta, a través de subastas, de parte del stock de nuestros
instrumentos de regulación monetaria, como lo son las Lebac y los Lobac, y la subasta de pases
activos a tasas variables y a tasas fijas, distribuidos entre distintas entidades de acuerdo a su
participación en el mercado en plazos que operaron entre 7 y 30 días.
Estabilización del mercado cambiario. Se destaca la utilidad de mantener, en particular en
la Argentina, un régimen de flotación administrada del tipo de cambio. Cabe preguntarse, en
particular en este escenario, qué hubiera ocurrido si hubiéramos tenido un tipo de cambio
flotante. Probablemente, si no hubiera existido la intervención oportuna del Banco Central, tanto
en el mercado spot como en el mercado futuro, y también la coordinación con los bancos
públicos, el tipo de cambio hubiera tenido un salto muy importante que hubiera retroalimentado
las expectativas inflacionarias.
Y, sin duda, nos queda como factor remanente que todavía la Argentina tiene una
bilateralización nominal con respecto al funcionamiento del dólar en particular. Mientras en el
mundo la importancia de otras monedas comienza a ser claramente crucial, todavía en la
Argentina, producto de nuestra historia económica, la fijación con respecto al dólar sigue siendo
un patrón constante en el ciudadano medio de nuestro país. Por lo tanto, en este camino de
transición nos resulta una prueba claramente elocuente de que para ir hacia un mercado con
movimientos en el tipo de cambio debemos, precisamente, acotarlo para no generar mayor
incertidumbre en los ciudadanos, en los ahorristas y en los inversores.
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También hemos generado cambios regulatorios. La normativa del Banco Central que
brinda el marco legal al funcionamiento del sistema bancario y financiero fue adaptada a las
circunstancias. Los cambios afectaron aspectos operativos, normas contables y regulación de
liquidez.
Desde que comenzó la turbulencia internacional, a fines de julio, hasta fines de octubre,
el Banco Central vendió aproximadamente el 3 por ciento de sus reservas internacionales,
mientras que la paridad nominal peso–dólar tuvo un movimiento de 2,5 por ciento. Para decirlo
en términos de otras economías, el Real tuvo un movimiento de 16 por ciento, el Won coreano
tuvo un movimiento del 7 por ciento, el Baht tailandés tuvo un movimiento del 6 por ciento. Es
decir que tuvimos una variación bastante acotada; y, como ustedes saben, ya hacia fines de
noviembre pudimos recuperar lo que se había vendido y alcanzar un récord de reservas que hoy
alcanzan los 46 mil millones de dólares.
En este sentido, ha sido de fundamental importancia la política de administración de
reservas que muchas veces fuera preguntada por distintos senadores en cada una de mis
presentaciones.
En particular este año, gracias a una mejora en los métodos cuantitativos de
administración de carteras que tiene el Banco Central, hemos alcanzado un récord en materia de
rendimiento de nuestras reservas, ya que alcanzan a un resultado positivo de 2.600 millones de
dólares. Esto ha sido, claro, por un manejo más oportuno de la liquidez, por habernos ubicado
dentro de la curva de rendimiento en activos que le dieron mayor rentabilidad. Esto permite
claramente la mejora de la administración de nuestros activos, lo cual permite disipar la
posibilidad de déficit cuasi-fiscal —vuelvo a decir— tantas veces preguntado en este recinto.
La administración de la crisis no fue un obstáculo para que prosiguiera la consolidación
de otro pilar de la política del Banco Central: la estabilidad financiera, y en particular la
progresiva normalización de la actividad y de la recreación del crédito.
Durante 2007 prosiguieron las tendencias observadas en los años recientes respecto a la
normalización del sistema; en particularidad, la reducción del descalce patrimonial entre bancos
en moneda extranjera. Es decir, el descalce de monedas, el tener activos y pasivos en distintas
monedas, prácticamente lo hemos eliminado del sistema. Hoy tenemos activos en moneda local,
pasivos en moneda local y un prestamista, que es el Banco Central, también en moneda local; lo
que da una minimización del riesgo prácticamente absoluta.
El mantenimiento de la rentabilidad y la sostenida mejora en la solvencia de las entidades
configuran un sistema bancario sólido y con proyección para financiar el crecimiento futuro.
Comparado con tres años atrás, los indicadores de rentabilidad, de liquidez, de solvencia,
de morosidad de cartera y la exposición al sector público están, según cada caso, en línea con los
estándares de la región o más evolucionados que el resto de la región.
A pesar de la desaceleración del crecimiento de los depósitos, los créditos —tanto a
familias como a empresas— continuaron creciendo a tasas significativas. Las financiaciones al
sector privado crecieron en orden al 40 por ciento, incrementándose en 1,6 por ciento en
términos del producto. El crédito, contra el producto, representa el 11,8 por ciento, recordemos
que en la crisis llegó a representar un 8 por ciento. Esto significa que la economía, en efectivo,
en la Argentina, todavía es de un 88 por ciento y solamente el 12 por ciento es el crédito con
respecto al producto, lo que marca también cual es el canal de transmisión del crédito, que en
nuestro objetivo, hacia finales del mandato, en 2010, va a tender a duplicarse.
Adicionalmente, el crecimiento de las financiaciones a empresas llegó a más del 30 por
ciento en los últimos doce meses, con mayor homogeneidad en todos los tramos por montos de
financiaciones.
El Banco Central completa en diciembre de este año dieciocho trimestres consecutivos de
cumplimiento del Programa Monetario, como ustedes saben, el M2, es decir, el circulante más
los depósitos a la vista y cajas de ahorro va a ubicarse —obviamente, estas son medidas
estimativas— cerca de los 146.000 millones de pesos, registrando un crecimiento interanual
aproximadamente de 18,3 por ciento. Volvió así a registrar un crecimiento interanual inferior al
del producto bruto nominal, comportamiento ya verificado durante los últimos tres trimestres del
año. Se trata de una demostración cabal del compromiso del Banco Central con la disciplina
monetaria, en línea con el mandato establecido en la Carta Orgánica y con nuestra
responsabilidad frente a la sociedad.
En consonancia con la coyuntura monetaria descripta en esta sección, el circulante en
poder del público disminuyó gradualmente la tasa de crecimiento interanual.
Respecto de la evolución de los precios, a lo largo de 2007 los diferentes indicadores de
inflación disponibles mostraron trayectorias diferentes. En lo transcurrido del año, el índice de
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precios al consumidor del Gran Buenos Aires continúo con una trayectoria descendente
observada a lo largo de 2006, mientras que el índice a nivel nacional exhibió un ritmo de
crecimiento interanual ligeramente mayor, reflejando la influencia de los indicadores del resto
del país. Por su parte, los precios mayoristas también presentaron una trayectoria levemente
ascendente, obedeciendo a subas en los productos primarios y a encarecimientos en las
manufacturas, destacándose la evolución de los productos alimenticios. En este contexto,
indicadores de precios más amplios como el índice de precios implícitos en el PIB, mostraron
cierta desaceleración a comienzos del año.
En nuestro país, al igual que en varias regiones del planeta, los índices de precios se han
visto influenciados por el impacto que genera la coyuntura mundial de los mercados
alimenticios, como mencioné antes. Además, esta situación se magnifica en las economías en
desarrollo en las que los alimentos tienen un mayor peso en el consumo de la población,
representando en nuestro país cerca de a tercera parte de las canasta de consumo de las familias.
Respecto al cierre del año y a las perspectivas para el próximo, las cifras disponibles del
Relevamiento de Expectativas de Mercado, que efectúa este Banco Central, señalan que dicho
indicador mostraría un alza del 10,1 por ciento para todo el 2008.
En resumen, durante 2007 la política llevada adelante por el Banco Central salió
claramente airosa de una prueba de singular relevancia, reflejando el acierto de haber llevado a
cabo políticas anticíclicas durante la fase favorable del ciclo internacional. Las medidas tomadas
permitieron minimizar los riesgos sobre la estabilidad macroeconómica y garantizar dos bienes
públicos, esenciales que provee y garantiza el Banco Central: la estabilidad monetaria y la
estabilidad financiera. Sobre este último punto, es altamente destacable cómo, durante el año, se
consolidaron los principales indicadores del sector bancario, mientras que continuó con gran
impulso el crecimiento del crédito a las familias y a las empresas. Estos son todos elementos
constitutivos de una estrategia de estabilidad macroeconómica de mediano plazo, que mira
fundamentalmente desde el Banco Central con una visión estratégica más allá del ciclo, más allá
de la coyuntura, con el objetivo de ampliar las bases de sustentación del crecimiento con equidad
y, de esta manera, contribuir al bienestar de la sociedad.
La política monetaria del año próximo, señores senadores, profundizará las líneas
directrices trazadas, fundamentalmente porque garantizan la provisión de la estabilidad
monetaria y de la profundidad financiera, bajo un enfoque de administración de riesgos.
Así, se mantienen los pilares del régimen monetario que permitieron financiar el
extraordinario crecimiento económico del último lustro, fortalecer el sistema financiero
argentino y reducir la vulnerabilidad y la volatilidad de la economía local a los vaivenes
externos, cuya robustez, reitero, fue probada durante las turbulencias financieras internacionales
del segundo trimestre del corriente año.
Evaluadas las implicancias para nuestra economía de la continuidad de la crisis financiera
internacional, cuya resolución está lejos de estar asegurada, el desafío a nivel local es garantizar
medios de pago adecuados para una economía en expansión, sin alimentar riesgos inflacionarios.
El Banco Central prevé que en 2008 el producto exhiba una nueva expansión, por sexto
año consecutivo, en conjunto con una mejora de los indicadores laborales y sociales, en un
marco en el que se mantendrán el superávit externo y el superávit fiscal exhibidos actualmente
por la Argentina.
Luego de crecer en promedio a un ritmo interanual de 8,4 por ciento entre 2007 y 2002, y
acumular una expansión de la economía cercana al 60 por ciento desde la salida de la crisis, se
proyecta que el PIB muestra un incremento del 7,2 por ciento anual. Los crecimientos
trimestrales continuaran siendo elevados, aunque levemente inferiores al promedio de los últimos
años.
El avance del PIB seguiría siendo impulsado por la absorción interna, en respuesta al
incremento del consumo privado y de la inversión, liderada en este caso por el aumento del gasto
en equipo durable de producción que anteriormente, a diferencia, era liderado por la
construcción. En un contexto de mayor uso de capacidad instalada y ajuste de precios relativos
entre los factores de trabajo y capital, que estaría favoreciendo una creciente incorporación de
máquinas y equipos al proceso productivo, este va a ser un factor dinamizador central. Dado que
la inversión volvería a crecer por encima del nivel general de la actividad económica, la tasa de
inversión superaría a precios constantes el 23 por ciento del PIB, alcanzando el mayor nivel de
las últimas décadas.
El incremento de la inversión excedería nuevamente las amortizaciones del stock de
capital, dando lugar a una expansión de la capacidad productiva. Esto permite alcanzar una
mayor producción potencial de bienes y servicios. Por otra parte, la inversión volvería a ser
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financiada principalmente por el ahorro interno, permitiendo una reducción de la exposición a la
volatilidad de los flujos financieros internacionales.
La expansión económica estaría acompañada por mejoras en las variables ocupacionales
e incrementos de los salarios nominales. La tasa de desempleo continuaría con la tendencia
decreciente exhibida hasta el momento.
El balance de la cuenta corriente mantendrá por séptimo año consecutivo un sesgo
positivo, hecho inédito en la historia económica de nuestro país. Este resultado estará sostenido
principalmente por el saldo comercial del intercambio con el resto del mundo, que va a ser
superior, en términos FOB-CIF, a 9.000 millones de dólares, a lo que se le adiciona un resultado
más favorable del saldo en comercio de servicios.
Las exportaciones alcanzarán un nuevo récord histórico en 2008, situándose en torno a
60.000 millones de dólares, a partir del avance conjunto de las cantidades y de los precios de
exportación. De este modo, el superávit externo junto con la política de acumulación de reservas
del Banco Central, que probó su eficacia durante los recientes episodios de turbulencia financiera
a nivel internacional, contribuirán a consolidar la estabilidad del sistema monetario y financiero
local.
En cuanto a la evolución de las cuentas públicas, se proyecta un aumento del superávit
fiscal primario, lo cual contribuirá para alcanzar el equilibrio en el mercado cambiario.
Consistente con este escenario macroeconómico, prevemos una tasa de inflación
comprendida entre el 7 y el 11 por ciento anual. En este contexto macroeconómico es necesario
asegurar el equilibrio entre oferta y demanda de dinero; en particular, para una economía en
crecimiento que muestra, como decía anteriormente, una mayor preferencia por medios de pago
líquidos.
Como todos ustedes saben, el programa monetario del Banco Central plantea metas
cuantitativas de agregados monetarios con frecuencia trimestrales y con foco en los medios de
pago, que reflejan, a lo largo del tiempo, mucha mayor correlación con la evolución del nivel de
precios.
Para ello, mediante un conjunto de modelos econométricos se estima la demanda de
saldos reales de medios de pago acordes al escenario macroeconómico que acabo de describir,
que constituye el centro del rango de las metas del programa monetario.
El escenario base, de acuerdo a las proyecciones de crecimiento, comportamiento de
cuentas públicas y de las cuentas externas, prevé un saldo promedio para el año 2008 —es un
saldo a aproximado— de 172.448 millones de pesos. Esto es el M2 total, que incluye el
circulante y los depósitos a la vista. A diciembre de 2008 esto es una variación del 18 por ciento
interanual con respecto al mismo mes del año 2007.
Asimismo, y con la intención de proveer a los ciudadanos de mayor certidumbre en las
condiciones monetarias y los nuevos canales de control sobre la cantidad de dinero, se prevén en
el presente ejercicio dos instrumentos adicionales. Primero, una meta anual —ya no trimestral—
de los medios de pago privados, es decir, sin tomar los depósitos del sector público, cuyo
escenario base se sitúa en 161.231 millones de pesos, saldo promedio de diciembre de 2007
contra diciembre de 2008.
Esta nueva meta representa una señal inequívoca del compromiso del Banco Central con
la estabilidad monetaria y garantiza mayor homogeneidad que en el pasado en la evolución de
los depósitos del sector público y del sector privado.
Considerar los movimientos del sector privado permite un mayor foco en las decisiones
de ahorro e inversión de familias y de empresas, las que a largo plazo pueden reflejarse en el
comportamiento de precios.
Asimismo, la introducción de este nuevo agregado monetario como meta explícita se
inscribe en la estrategia de reconstrucción gradual de las instituciones monetarias tras la crisis.
Recuérdese que en un primer momento, desde 2003 hasta 2005, donde la prioridad era recuperar
las funciones básicas del dinero, la meta fue la base monetaria.
En esta etapa vale la pena recordar que todos los agregados monetarios crecieron a una
tasa anual de más del 30 por ciento.
En una segunda etapa, de reconstrucción de los canales de transmisión de la política
monetaria y de darle profundidad y robustez a todo el sistema, migramos a un control de los
medios de pago, es decir, de M2. Con este nuevo instrumento el Banco Central también
promueve señales concretas hacia una sofisticación del esquema monetario acorde a una
economía que tiende a normalizarse definitivamente y recupera mayor estabilidad en la
interacción de las variables macroeconómicas.
En segundo lugar —y me parece que esto es central—, a fin de extender el horizonte de
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los ahorristas, de los ciudadanos y de los consumidores sobre las condiciones monetarias, a partir
de 2008 procederemos a incorporar, al final de cada trimestre, una estimación a doce meses vista.
Por ejemplo, a fines de marzo de 2008 daremos una proyección indicativa a marzo de 2009, de
modo que los ciudadanos puedan contar siempre, no solo a fin de año, con un panorama cierto de
los objetivos del Banco Central para los siguientes doce meses.
Como en otros bancos centrales del mundo, el Banco Central focaliza en la evolución
controlada de la cantidad de dinero. En palabras de uno de los artífices del Banco Central
europeo, la política monetaria debe tener la mira puesta en la única condición de compatibilidad
de largo plazo —y subrayo la expresión de largo plazo porque muchas veces nuestros analistas
obvian la relación de largo plazo que hay con la cantidad de dinero y el sistema económico—
que la economía monetaria puede ofrecer, libre de supuestos restrictivos y más allá de modelos
específicos. Y sobre un período de tiempo lo suficientemente extendido, el dinero debe tender a
crecer a una tasa consistente con la tendencia de crecimiento de nuestra economía.
En definitiva, la política monetaria continuará cimentando la estabilidad de largo plazo a
través de un crecimiento de los medios de pago consistente y en equilibrio con la marcha de la
economía real. Pero sería necio desconocer que la dinámica de precios responde a factores de
origen no monetario, como el ajuste de precios relativos, la evolución de los precios
internacionales, la evolución del gasto público o la evolución, también, de la política de ingresos
y otros costos productivos. De allí, la necesidad de profundizar una acción antiinflacionaria
coordinada con todos los brazos de la política económica.
Para concluir, ha quedado demostrado con los hechos que el Banco Central provee y
garantiza estabilidad monetaria y financiera. A tal fin, nuestra estrategia, prudente, flexible, con
gran consistencia teórica, ha probado ser la mejor y la única política monetaria posible para esta
etapa de la Argentina. Su efectividad, como he subrayado, quedó demostrada en estos últimos
meses, donde hemos respondido con celeridad y presteza para mantener la estabilidad monetaria
y financiera frente a un nuevo contexto internacional.
Este esquema indudablemente refuerza la necesidad de un trabajo continúo y exhaustivo
para compatibilizar herramientas con objetivos. Este es también el desafío que enfrentamos, de
construir instituciones y, al mismo tiempo, continuar contribuyendo a un crecimiento con
estabilidad e inclusión social, que es, en definitiva, el fin último de toda autoridad económica con
una visión estratégica. De lo contrario, todo esfuerzo será en vano y caeremos en el clásico
péndulo argentino, donde pasamos, sin solución de continuidad, de un extremo al otro del arco
de políticas posibles.
Se trata, en realidad, de un doble desafío que no es secuencial sino sincrónico: avanzar en
el cumplimiento de nuestros objetivos y construir instituciones en forma simultánea para el
beneficio de las futuras generaciones.
Gracias y quedo a disposición para cualquier pregunta.
Sr. Presidente. — Muchas gracias, doctor Redrado.
Queda abierta la reunión para las preguntas de los señores senadores.
Tiene la palabra la senadora por Santa Fe.
Sra. Latorre. — Doctor Redrado: quisiera que me explique las estrategias pergeñadas desde el
Banco Central para el año 2008 respecto de la política de créditos al consumo, que es, en
definitiva, uno de los temas que más nos interesa.
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el senador Gioja.
Sr. Gioja. — Agradezco la exposición, me pareció muy completa, informativa y formativa.
Quiero tocar un punto que a lo mejor no es central en orden a sus funciones, que tiene que
ver con los niveles de inversión en el país. Me interesa muchísimo definir claramente el origen
de la inversión, pública o privada. Me interesa definir, en la medida que sea posible, los rubros
en los cuales la inversión se va a realizar. Y desde el punto de vista de los que vivimos en el
interior del país, que buscamos siempre resolver este problema de asimetrías económicas y
sociales que tiene la Argentina, la distribución geográfica de esa inversión.
Si fuese posible y usted tuviese esos datos, se lo agradecería.
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el senador Sanz.
Sr. Sanz. — Quiero hacerle dos preguntas.
La primera es: ¿de dónde obtiene el Banco Central los datos vinculados a variación de
precios y variación de índices? ¿Es del INDEC o tiene una base de estadísticas propia?
Y la segunda es: teniendo en cuenta que la meta de M2 para el 2008 baja de 25 a 18
puntos, ¿usted cree que eso va a significar un impacto en el índice de precios al consumidor para
el año 2008?
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador Verani.
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Sr. Verani. — Quisiera hacer dos preguntas porque me parece que no surgen de la lectura: si
hay una restricción de las demandas en los mercados tradicionales, eso significaría
automáticamente una disminución de la exportación y también una repercusión en el Mercosur
en todo lo que significa las desgravaciones a las exportaciones. Es decir, si el consumidor
decrece en la demanda, ¿cómo aumentamos la exportación más allá de los países asiáticos? Por
otra parte, ¿cómo repercute estas retenciones que tenemos dentro del Mercosur, donde ya hay
alguna fisura?
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador Urquía.
Sr. Urquía. — No voy a insistir, como el año pasado, con el tema de volcar las reservas en parte
al crédito. Hay un tema que usted mencionó que me pareció muy interesante referido a que
todavía el mercado del crédito —como usted lo definió— está raquítico. Considero que en
nuestro país estamos necesitando impulsar la construcción de viviendas, fundamentalmente, para
las familias de clase media y baja. Me gustaría saber si el Banco Central tiene algo en mente para
hacer, dado que se trata de una demanda que permanentemente recibimos los senadores.
Quiero aprovechar la oportunidad para decirle que nos acompañan el senador Fuentes, la
senadora Corregido, la senadora Parrilli, el senador Verani, la senadora Pichetti de Sierra
Morales, el senador Rodríguez Saá, el senador Gioja, el senador Ríos, la senadora Latorre, la
senadora Osuna, el senador Pérsico y el senador Sanz. También, el señor senador Pichetto y las
señoras senadoras Escudero y Bortolozzi estuvieron presentes hasta hace un momento.
Sr. Presidente del Banco Central de la República Argentina. — Le agradezco que haya
mencionado a todos los señores senadores. Esta es la cuarta vez que presento el programa
monetario y veo una asistencia muy importante. Por eso, en lugar de hacer una charla coloquial,
me dediqué a hablar en profundidad de todo lo que he venido preparando con mi equipo.
Sobre todo, agradezco las preguntas sobre créditos, tanto las preguntas del señor senador
Urquía como de la señora senadora Latorre. Quizás, en esta presentación que he realizado no he
puesto la especial preocupación que tiene el Banco Central en materia del crecimiento del crédito
para la inversión. Claramente, nos parece adecuado que haya un volumen importante de
préstamos al consumo, como lo hemos visto durante este último trimestre. Sin embargo, nuestra
visión es que no hemos logrado un adecuado equilibrio entre préstamos al consumo y préstamos
para la inversión. Allí estará puesto el centro del enfoque de nuestras políticas y normas
regulatorias.
Creo que la banca pública tiene un rol central en este famoso principio de estar allí donde
no está el sector privado. Estoy convencido de que uno de los problemas clásicos de fondeo que
tiene el sector privado hoy es superado claramente por la banca pública, que gracias a la mejor
salud de las finanzas públicas provinciales y también nacionales, hoy ustedes ven en los distintos
bancos públicos una creciente liquidez por parte de los estados provinciales y nacionales.
En el caso del Banco de la Nación Argentina tenemos depósitos de las distintas áreas del
sector público por 30.000 millones de pesos. Estoy convencido de que debemos —en particular,
ustedes como senadores— darle una atención central y que uno de los ejes de la política
financiera debe estar dado por un nuevo rol mucho más dinamizador de la banca pública. Es
decir, si están estos fondos públicos, la banca pública es aquella que tiene que estar ofreciendo
créditos a más largo plazo, a tasas de interés que sean de acuerdo a su costo de fondeo.
Como ustedes saben también, los depósitos públicos tienen un costo de fondeo
prácticamente cero porque muy pocos de esos depósitos públicos van a plazo fijo y cuentan con
la ventaja de tener el propio control de las autoridades provinciales y, en algunos casos,
municipales, por ejemplo, el Banco Municipal de Rosario.
Quiero mencionar que varios de los bancos públicos provinciales están saliendo de los
planes de encuadramiento que tuvieron con el Banco Central. Mi mensaje central a cada uno de
los presidentes de los bancos, de los gobernadores y aprovecho para hacerlo aquí es que la banca
central, tanto nacional como provincial, debe jugar un rol importantísimo. Vemos que muchos
bancos públicos todavía tienen, por ejemplo, colocada su liquidez en instrumentos del Banco
Central. Yo no le estoy pidiendo a nadie que tome instrumentos del Banco Central. Claramente,
pretendía que, en lugar de tener un stock de instrumentos de regulación monetaria de Lebac y
Nobac muy importantes —prácticamente la mitad de estos instrumentos están colocados en la
banca pública—, esa liquidez pueda ser utilizada en instrumentos de largo plazo.
En segundo lugar, veo una clara complementación —este es otro desafío de la
reconstrucción de instituciones que he planteado— entre el sistema financiero tradicional y el
mercado de capital. Como sabrán, existe una clara articulación que debe darse y en Argentina
hoy tenemos fondos de pensión privados que administran cien mil millones de pesos con un flujo
anual de cuatro mil quinientos millones de pesos, libres de costos de comisiones y de seguros.
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Estoy convencido de que este es un sector donde es dable la colocación de instrumentos de largo
plazo y, prácticamente, ni el sector privado ni el sector financiero han ahondado en esta
complementación.
Mucho más olvidado se encuentra el área de seguros; en particular, un segmento, que es
el inversor tradicional de largo plazo: seguros de vida y de retiro. Como producto de la
confianza, hoy hay 17.000 millones de pesos que están invertidos en seguros de vida y de retiro.
Como ustedes saben, la Superintendencia de Seguros le aprueba los planes de inversión a cada
una de estas empresas. Estoy seguro de que allí, tanto en las administradoras de fondos de
jubilaciones y pensiones como en las áreas de seguros de vida y de retiro, tenemos un tenedor
natural de instrumentos de largo plazo. Es decir, banca pública y complementación con el
mercado de capitales.
¿Qué es lo que está pensando el Banco Central? Está pensando en medidas regulatorias
que tiendan a favorecer el crédito a la inversión. Como todavía está en proceso de elaboración,
cuando el momento sea oportuno, con ambos presidentes de comisiones estaremos dispuestos a
conversarlo con ustedes. Vamos a trabajar en medidas que permitan incentivar el crédito hacia la
inversión. Todas son instrumentos de mercado, algunas las puedo comentar ahora: promover un
mercado de tasas de interés futuro, todavía tenemos tasas de interés de muy corto plazo; también,
promover el intercambio de mercado de tasas fijas hacia tasas variables. En fin, instrumentos que
permitan ir ampliando el horizonte de tasas de interés. Es decir, el Banco Central estará en lo que
técnicamente denominamos como “la curva de tasas de interés”.
Respecto de la construcción, señor senador Urquía, recientemente hemos jugado un rol de
articulador: junto con la Secretaría de Obras Públicas hemos convocado a constructores, bancos
y a los fondos de pensión. En las próximas semanas lograremos un documento de trabajo con
una visión para el debate; sin duda, señor senador, su visión y la del resto del Senado puede ser
muy importante. El crédito hipotecario viene recuperándose; este año ha crecido a una tasa del
40 por ciento; pero no hay que ser conformistas. La verdad es que viene creciendo desde un nivel
muy bajo, es decir, si estamos en un zócalo es fácil que crezca un 40 por ciento. Pero allí
tenemos que trabajar también en instrumentos que permitan expandir este instrumento, que es tan
crítico y central para los años futuros.
En cuanto a los niveles de inversión, eso no responde a nuestra área, pero claramente le
puedo decir que hay un aumento muy importante de la inversión en bienes de capital y en
equipos. Ustedes saben que una de las críticas que se le ha hecho al proceso de inversión de los
últimos tiempos en la Argentina es que estaba sesgado hacia la construcción.
Claramente, hacia el año que viene el incremento en términos de inversión en maquinaria
y capital de equipo va a incrementarse alrededor de un 23 o 24 por ciento, cuando la
construcción estará alrededor del 10 por ciento. Esto nos plantea, senador Urquía, sin duda, un
desafío adicional para que el crédito hipotecario juegue un rol de crecimiento en la construcción
que hasta ahora se ha venido financiando con recursos autogenerados, es decir, con recursos
propios de la generación de utilidades y, por lo tanto, aquí tenemos un cambio.
También estos números que acabo de mencionar —porque habitualmente nos reclaman
maquinarias y equipos— es sin tomar el crecimiento en telefonía celular, que es uno de los
rubros que a veces ensucian la visión de estos niveles. Por supuesto, también en materia de
inversión pública vemos una fuente considerable, y ofrezco seguir conversando en términos de la
distribución regional de esta inversión.
Senador Sanz: con respecto a la variación de circulantes más los depósitos en cuenta
corriente y cajas de ahorro, el crecimiento ha sido del 18,3 por ciento cuando uno toma M2 total.
Por lo tanto, el escenario que estoy previendo es el mismo que el de este año, es decir, un
escenario base. Y respecto de las proyecciones finales, como usted sabe senador, he dado
aproximaciones porque M2 depende de la evolución de los depósitos y esa evolución final recién
la vamos a tener en los primeros días de enero. Obviamente, allí vamos a dar los rangos finales.
Así como el crecimiento del circulante más los depósitos se ha incrementado un 18,3 por
ciento, continuará incrementándose de esa manera. Lo que estamos haciendo es profundizar la
misma política que venimos llevando a cabo, que es una evolución prudencial menor a la
evolución del producto bruto nominal.
Con respecto a los índices de precios que usted manifestó, yo planteé una variedad de
índices de precios en mi presentación. Todos ellos son del INDEC y, por lo tanto, son la
referencia a la cual debemos tomar. Sobre todo, quiero destacar que el Banco Central no ve en
estos ni en otros indicadores alguna aceleración de la inflación núcleo, es decir, de la inflación
sin tomar alimentos y energía. Por eso, he hecho una exposición un poco extensa de la evolución
de alimentos.
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Recuerdo que a nivel internacional, hace un año en las reuniones en Basilea que tenemos
los banqueros centrales, fui el primero que tomando en cuenta el presupuesto, viniendo de un
país proveedor de materias primas agrícolas, advertí sobre el crecimiento de precios, en
particular por cuestiones estructurales. Es decir, no sólo lo que estamos viendo en materia de
demanda, sino lo que está ocurriendo en biocombustibles.
Piense, senador, que el año que viene la demanda de maíz en los Estados Unidos se
incrementará un 56 por ciento, producto, precisamente, de la utilización, a veces, no muy
racional. Porque cuando analiza la ecuación económica, la utilización de energía para producir
biocombustible de maíz, es casi equivalente al producto energético que usted obtiene luego de
utilizar esta materia prima.
Cuando he comentado este tema con interlocutores del resto del mundo, me hablan de
seguridad energética, que es lo que ha planteado aquel país como política de Estado, de una
reducción sistemática de la dependencia del petróleo. Hacia el año 2020 reducirán el consumo en
un 20 por ciento, y esto nos da un escenario que quizás no sea lo más racional desde el punto de
vista estrictamente económico, pero es un dato de la realidad que hoy tiene la Argentina.
Mencioné también el cambio estructural en la economía ganadera, en la utilización cada
vez más de una ganadería intensiva en materia de alimentos —como lo vemos en varias de sus
provincias—, en la utilización de alimentos de granos para, precisamente, alimentar el ganado.
No sólo se da en nuestro país sino en muchos países del mundo.
De tal manera, senador Verani, lo que estamos viendo es que, a pesar de que hay una
ralentización en las economías desarrolladas que, como usted bien señaló, genera menor
demanda de exportaciones y, por lo tanto, una menor demanda de lo que pueden ser productos
primarios, estos motivos estructurales… Para darles un dato, los fenómenos de migraciones que
tiene la economía China desde el campo hacia la ciudad —recuerdo que con el senador Fuentes
fuimos juntos a China en su momento— son 20 millones de personas que se incorporan, lo
mismo ocurre en la India y en países de África, Sudáfrica, Egipto, Europa central. Todos estos
países están mejorando sus niveles de vida y, por lo tanto, su necesidad de alimentos. Lo cual nos
pone en un escenario —como decía antes— de desafíos importantes a quienes tenemos esta
tensión entre mercado interno y externo, pero también en un escenario de precios muy
favorables.
Sin duda, la diferencia de esta crisis financiera y de este escenario internacional es que,
aún con la desaceleración de la economía norteamericana, el crecimiento que observamos en
otras partes del mundo lo va a sentir todo el mundo, no es como en otras oportunidades que todos
estábamos a la locomotora de las economías desarrolladas.
Claramente empieza a verse en el mundo una distinta clase de desaceleración, donde hay
desaceleración en algunos países del mundo pero hay unos continuos cambios estructurales que
nos permiten ver un sostenimiento en materia, sobre todo, de precios de nuestros productos
exportables.
Si no hay otra repregunta, creo haber satisfecho la pregunta de los senadores.
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador Sanz.
Sr. Sanz. — Más que una pregunta, quisiera hacer una reflexión.
Usted recién dijo que se sentía gratificado que hoy estemos muchos senadores
escuchándolo, a nosotros nos parece bien y este es el marco que debería existir siempre. Pero
quiero recordarle que si en otras ocasiones no ha habido tantos senadores ha sido porque la fecha
elegida por usted y por las autoridades del Banco Central no era la correcta, sobre todo en los dos
últimos años. Así que, si en los próximos informes la fecha elegida coincide con el normal
funcionamiento del Congreso, usted se encontrará con muchos senadores escuchándolo.
Sr. Presidente del Banco Central de la República Argentina. — Senador, como dice el viejo
proverbio: se necesitan dos para bailar el tango. Yo jamás tendría la prepotencia de fijar una
fecha; siempre consultamos tanto con los presidentes de las comisiones. Por lo tanto, jamás se
me ocurriría, por respeto a todos ustedes y a la institución en la que estamos, imponer una fecha.
Así que si la fecha no se ha dado ha sido por cuestiones de agenda mutua. De todas maneras,
sabe el senador Sanz porque ha estado en muchas oportunidades, el Banco Central está siempre
abierto a la consulta, a la reflexión y a las inquietudes que cada uno de ustedes tenga.
Sr. Presidente. — También quiero destacar que la reunión estaba prevista para el día viernes y,
en consulta con el senador Sanz y otros senadores, hemos coordinado con el presidente del
Banco Central para hacerlo en el día de hoy debido a la sesión que teníamos.
Si ningún senador va a hacer alguna otra pregunta, quiero agradecerle especialmente al
doctor Redrado por el informe brindado y, en nombre de las comisiones, muchas gracias.
— Son las 14 y 9.
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