EL CONTRATO SOCIAL

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Apuntes de ética: el contrato social.
EL CONTRATO SOCIAL
(Continuación del tema del libro “La Democracia”)
HOBBES
s. XVII England
LOCKE
s.XVII England
ROUSSEAU
s.XVIII Francia
ESTADO NATURALEZA CONTRATO
GOBIERNO
Hombre egoísta
Y completamente
Libre. Guerra civil.
Dictadura
Absolutismo
Pacto de sujección: un
soberano somete a los
demás. Proteger la vida
del hombre
Hombre egoísta
Pacto de unión: el
Y libre, pero en armonía
soberano se compromete
con sus semejantes.
a proteger la vida,
Libertad y propiedad
Hombre bueno por
Voluntad general:
naturaleza, “el buen salvaje” Debe imponerse la
Estado perfecto por
Visión de la mayoría.
excelencia
Soberanía popular.
Parlamentarismo
Liberalismo
División de poderes
Democracia radical
Populismos
1. THOMAS HOBBES
Hobbes (1588-1680) fue un hombre que le tocó vivir en su país Inglaterra toda clase de
desgracias: desde la amenaza de la “Armada Invencible” española hasta las guerras civiles entre
protestantes y católicos, absolutitas y parlamentaristas. Como consecuencia de todos estos
desastres, su visión del hombre y la política va a tener un tinte indudablemente negativo, y va a
traer una nueva forma de entender la sociedad y el origen del gobierno: el contrato social.
Visión del hombre: Hobbes defiende un individualismo radical (la sociedad es una suma
de individuos), y también una visión determinada del hombre, que bajo esa visión mecanicista,
siempre se cumple: el ser humano es egoísta y hedonista: busca el placer y evita el dolor,
y además, es insaciable. Sin embargo, tiene un componente que lo separa del resto de los
animales:
es de naturaleza racional. El ser humano tiene la capacidad de medir las
consecuencias que tienen sus actos sobre el futuro. Por ejemplo: si Eduardo tiene cuatro
manzanas, y sabe que hasta cuatro días no tiene más comida; entonces lo mejor es racionar la
comida que dispone (una manzana para cada día) y no comerse todas manzanas la primera tarde.
Estado de naturaleza: es el estado originario, antes de que los hombres funden una
sociedad. Este mundo hobbesiano no es fácil. Cada hombre atiende a lo suyo, es absolutamente
libre y busca el placer en detrimento del que tiene a su lado. En esa libertad sin límites los
individuos actúan violentamente unos contra otros para lograr saciar su desmedida necesidad de
placer y deseo. De aquí esa famosa cita vinculada a su pensamiento: el hombre es un lobo para el
hombre. En esta trágica posición originaria nos encontramos con un estado de guerra de todos
contra todos: no hay propiedad ni justicia alguna y el hombre teme la muerte violenta.
Contrato social: El estado de naturaleza no es deseable. El individuo siente miedo ante la
violenta y eso le incita a usar su capacidad racional. A pesar de nuestro egoísmo, firmemos un
pacto en el que al menos, tengamos seguridad y nos libremos de ese miedo intrínseco a la muerte
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Apuntes de ética: el contrato social.
violenta en el estado de naturaleza. En ese pacto social, los individuos firmantes pierden su
libertad y todos sus derechos y la traspasan a un régimen político que detentará el control radical
de la violencia. Una vez instituido, los ciudadanos no tienen ningún derecho a la rebelión contra
ese estado.
Gobierno resultante: Vistas así las cosas, Hobbes está legitimando un estado
autoritario o una dictadura, en el que la búsqueda de la seguridad y el orden es más
importante que las libertades de los individuos. El gobierno tiene todos los poderes políticos y
establece las normas que desee. Sin embargo, existe una limitación al poder del soberano: el
estado resultante debe respetar la vida de los gobernados, porque esa ha sido la principal razón
por la que esos individuos han suscrito ese contrato social. Este contrato en definitiva es un pacto
de sumisión (“pacto subjectionis”) del individuo al estado.
Esta ha sido la legitimación tradicional de todas las dictaduras del siglo XX. Pensemos que
los dictadores españoles como Primo de Rivera y Franco creían que la dictadura y un orden fuerte
era necesaria para restablecer el orden y eliminar la anarquía del país.
2. JOHN LOCKE.
Las circunstancias históricas mejoran en la vida de John Locke (1632-1704). Las revueltas
religiosas y sociales se aplacan y vuelve a instaurarse la monarquía absoluta. Pero la poderosa
burguesía mercantil inglesa ha decidido entrar en política y aboga ahora por un golpe pacífico que
dé estabilidad a sus negocios y permita al mismo tiempo un órgano político en el que se de cabida
a sus intereses. Esto aparece en la Revolución Gloriosa (1688), cuando se suprime el absolutismo
en el país y se instaura el parlamentarismo liberal como régimen de gobierno, algo que llega hasta
nuestros días en la actual Gran Bretaña.
Estado de naturaleza: Locke describe el estado de naturaleza de forma mucho más
tranquila que en el caso de Hobbes. El hombre atiende a sus propios intereses y es racional, como
en el caso de Hobbes, pero en este estado de naturaleza existe una especie de armonía
preestablecida, una sociedad natural en la que los hombres gozan, en relativa paz, de ciertos
derechos como la libertad y la propiedad privada (derechos naturales).
La característica más peculiar de Locke es la importancia de la propiedad privada en esa
naturaleza humana: es el fundamento de su felicidad y se consigue mediante el trabajo que un
individuo deposita sobre la naturaleza (eso es lo que le hace portador de un derecho sobre algo
frente a los demás individuos).
Contrato social: Sin embargo, en ese estado de naturaleza, existen ciertas limitaciones.
Como falta una autoridad establecida y un juez imparcial, los crímenes que se cometen contra los
derechos naturales, sobre todo la propiedad, quedan impunes. No existe un árbitro capaz de
imponerse y que juzgue de forma racional las disputas entre los distintos individuos. Estas
consideraciones hacen deseable la entrega de la autoridad a un poder civil en el que se pueda
confiar. De ahí la necesidad del contrato y de crear una sociedad; la finalidad de éste es crear una
autoridad para salvaguardar nuestros derechos naturales, el más importante de los cuales será la
propiedad.
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Apuntes de ética: el contrato social.
El fundamento de esta sociedad es un contrato social, pero un contrato basado en el
consenso o el acuerdo y no la imposición (se reclama ahora un “pacto unionis”). A través de ese
pacto los individuos renuncian a parte de su libertad, para poder gozar de ella con mayor
seguridad, aceptando someterse a la voluntad de la mayoría. Pero ese pacto no es irrevocable y
para siempre, como en Hobbes, y los ciudadanos pueden actuar contra el gobierno en caso que no
respete esos derechos fundamentales. Para Locke el contrato social que instituye el gobierno
implica respetar la regla de la mayoría y los derechos naturales. Así, cualquier forma de gobierno
debe respetar los tres pilares del derecho natural: vida, libertad y propiedad privada, siendo
revocable en caso que incumpla tal compromiso con los ciudadanos.
Gobierno resultante: Locke se convierte en las base de liberalismo contemporáneo.
Las consecuencias políticas de este planteamiento son evidentes: Locke defiende la
separación de poderes como forma de garantizar su correcto funcionamiento (esto lo va a
desarrollar todavía más Montesquieu) y que el gobierno no acumule demasiado poder. Y además,
el poder legislativo (el que crea las leyes) va a estar sometido al cambio: es decir, los ciudadanos
podrán votar para cambiar sus representantes políticos (parlamentarismo, democracia
representativa). Citemos que además Locke defiende el respeto de unos derechos para todos los
ciudadanos: tolerancia religiosa y libertad de expresión, entre otros: a partir de este momento, el
estado no podrá decidir qué religión o qué creencia política pueden tener los ciudadanos.
Sin embargo, Locke está lejos de proponer una democracia: los miembros relevantes de
esta sociedad (con derecho a participar en la política de un país) no son más que una minoría, los
propietarios. Son los que únicos que votan: Locke defiende un sufragio censitario. El regimen
liberal del siglo XIX en España y la Restauración de Cánovas, son herederos de Locke, pero su
influencia llega hasta nuestra propia constitución (tolerancia, división de poderes etc...)
3. J. J. ROUSSEAU.
Este filósofo va a proponer un contrato social diametralmente opuesto al de John Locke, que
defendía la propiedad privada como derecho fundamental de su teoría política. Rousseau (suizo,
muerto en 1776) va a presentar sus ideas en el marco de la Ilustración francesa, siendo el autor que
inspiraría los ideales democráticos de la Revolución Francesa.
Estado de Naturaleza: Para Rousseau, el estado de naturaleza es un auténtico paraíso perdido.
En aquella época, los seres humanos vivían completamente libres y felices, teniendo cada cual lo que
quisiera para él. Esto está en relación con el mito del “buen salvaje”: el hombre no es malo por
naturaleza; tan solo el contacto con la sociedad y la civilización le destruye.
La desaparición de este paraíso vino determinado cuando a alguien se le ocurrió establecer la
propiedad privada y mantener una separación entre las cosas suyas y las de los demás. Y más aún
cuando se le ocurrió que eso era un derecho inalienable. El resultado fue el origen de la desigualdad
entre los hombres y el origen de todas sus desdichas.
Imaginemos por ejemplo que la clase de 4 º A vivió en ese estado de naturaleza maravilloso, a su
aire y viviendo de las frutas del bosque. Pero de pronto, el ingenioso Álvaro F. levantó una empalizada
en torno a sus tierras y el muy listo convenció a los demás que esas tierras eran suyas por el esfuerzo
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que había depositado en ellas, que nadie tenía derecho sobre ellas más que él. El resultado fue que en
poco tiempo el resto de la gente le siguió su ejemplo, y codificaron leyes para que la propiedad se
respetara. Con ello el paraíso idílico se perdió irremediablemente, pues, ¿qué ocurriría con aquellos que
se quedaran rezagados en la obtención de la propiedad?
Contrato social. El estado de naturaleza se ha vuelto terrible, puesto que el hombre está
sometido a la desigualdad más absoluta, sobre todo cuando la propiedad no se legitima en el esfuerzo
personal sino en la suerte, la cuna o en la simple herencia (como en el Antiguo Régimen). Es cierto que
este derecho de propiedad beneficia a unos pocos, pero la inmensa mayoría de la población no tiene
nada y no cuenta con ningún derecho natural para ellos.
La solución va a ser la firma de un nuevo contrato social, por el cual los hombres deciden fundar
un estado político que intente preservar la mayor libertad posible para cada individuo y devolverles en
la medida de lo posible a ese idílico estado de naturaleza que se ha perdido para siempre. Esto
necesariamente implica conceder derechos políticos no solo a los propietarios, como había pretendido
Locke, sino también a aquellos que no poseían nada, para evitar que sean solo unos pocos los que
controlen todo. A partir de ahora, la mayoría será la que decida qué hacer en los asuntos públicos: lo
que Roussseau denominó la voluntad general.
Régimen político: Resultado directo de esto va a ser la democracia, en el que todo ciudadano
va a tener unos derechos básicos independientemente de su posición social. Es por ello que Rousseau
se convirtió en el ideólogo fundamental de la Revolución Francesa. Pero además, es una democracia
radical, en la que el pueblo no solamente decide una vez cada cierto tiempo, sino que tiene el
absoluto derecho a irrumpir en la vida pública en cualquier momento. Dicho de otra forma, la
democracia de Rousseau va más allá de unas elecciones y se concentra en lo que hoy llamaríamos la
sociedad civil, es decir, el conjunto de la sociedad que opina o muestra una participación política a
través de los medios de comunicación, un referéndum, huelgas, manifestaciones etc…
Por desgracia su idea de la voluntad general condujo a una tergiversación de esa democracia.
Según Rousseau, la voluntad de la mayoría siempre tenía que ser respetada y podía atentar contra
aquellas minorías que hubiera derrotado. De esta forma, en nombre de la voluntad del pueblo quedaría
legitimado cualquier intento de destruir toda oposición a esa mayoría popular.
Ese fue el caso de Robespierre, del comunismo de Stalin o incluso del venezolano Hugo Chávez:
en nombre del pueblo de Francia, Venezuela o de los obreros del mundo, se consideraron con
legitimidad suficiente para mandar a todo opositor a la guillotina o a una prisión. De esta forma
también se le ha considerado a Rousseau como una especie de precursor de todos los sistemas
autoritarios populistas de la edad contemporánea.
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