1 5617-2 La concepción del onirismo en la obra de REGIS E. Régis en 1894 refería el carácter nocturno de la experiencia alucinatoria y al igual que Baillarger insistía sobre la producción de estas alucinaciones en las fases entre el dormir y la vigilia señalando que su producción podía tener lugar en todos los niveles del dormir. Razón por la cual y para distinguirlas de las alucinaciones comunes las llamó “oníricas” integrando el grupo de las alucinaciones hipnagógicas (alucinaciones que como decía Maury son como “la embriogenia del sueño”. En 1901 reitera que el delirio onírico es un delirio tóxico, muy característico de las psicosis de autointoxicación. Y en la 6ª edición de su pequeño Manual se encuentra la mejor exposición de la descripción clínica del “Delirio onírico y de su patogenia”. Allí afirma que el delirio onírico es una confusión mental delirante que se observa especialmente en el delirio alcohólico, en delirios de intoxicación y en infecciones: “…Allí es donde se se capta que el delirio onírico es un verdadero estado sonambúlico, un ‘estado segundo’. Como todo estado segundo, está formado por la puesta en juego de la actividad subconsciente o inconsciente; que termina por una especie de despertar, a menudo brusco, y seguido de una amnesia más o menos marcada. A veces puede dejar en la conciencia algunas concepciones…a las que he llamado ideas fijas post-oníricas por analogía con las ideas fijas post-sonambúlicas o hipnóticas. También como ‘estado segundo’ es susceptible de ser influenciado por la hipnosis, la cual puede hacer desaparecer la amnesia y también las ideas fijas post-oníricas.” Es un delirio de sueño que crece y evoluciona en el dormir: constituido por asociaciones fortuitas de ideas, por reminiscencias alucinatorias de imágenes y recuerdos, por escenas de la vida familiar o profesional, por visiones con la mayor frecuencia penosas, por combinaciones de acontecimientos extraños imposibles, móviles y cambiantes o a veces dotados de una cierta fijeza que se impone.... Este conjunto mórbido de confusión mental y de delirio onírico es verdaderamente característico y, desde su punto de vista, siempre implica un delirio de intoxicación. Este trabajo de Régis no puede ser separada de los esfuerzos de la escuela francesa (Delasiauve, Lasègue, Chaslin, Magnan, etc.) de la misma época (todos se interesaron en las crisis, en las psicosis agudas). El aporte de Régis a este trabajo común consistió en enriquecer “oníricamente” a la confusión mental, razón por la cual en Francia la “confusión mental” es un estado de estupor y de obnubilación pero al mismo tiempo una experiencia delirante y alucinatoria. Dice Ey que es por esta razón que el concepto de estado confuso-onírico tan clásico en Francia es muy poco utilizado en el extranjero. En todas partes se hace el diagnostico de “confusión” pero solo para estados cercanos al “delirium” y donde el clínico tiene la impresión de que se trata de una psicosis “tóxica”, de un estado “orgánico” o de una reacción “exógena” (Bonhœffer). Este sentido restringido del concepto de “confusión” tiene que ver con el hecho de que se desconoce 2 el aspecto onírico de la confusión, lo que hace que en cambio se hable de “estado esquizofreniforme” o “esquizofrenia aguda”. En eso radica la originalidad de los análisis clínicos de Régis quien no sólo pensó con Lasègue que el “delirio alcohólico es un sueño” sino que la confusión onírica es una cierta manera de soñar. La alucinación visual es uno de los aspectos más característicos de esta experiencia, en la cual el paciente no solo es un simple espectador sino que, comprometido con esa experiencia, la vive con todas su capacidad psicomotora. La conciencia cae en lo imaginario que es vivido intensamente. Esta concepción de que la conciencia cae en el mundo de las imágenes arrastrada por la confusión (en diferentes niveles de psicosis agudas) ha dotado a la psiquiatría francesa de una perspectiva clínica y teórica que le ha permitido clasificar como “delirios oníricos” formas de experiencia delirantes y alucinatorias que en otros países han engrosado desmesuradamente el grupo de la esquizofrenia. Ey insiste en que la teoría “onírica” de la confusión mental no se limita a este interés “nosográfico”, sino que nos hace penetrar en la patogenia de la desestructuración de la conciencia. Para Régis la enfermedad cerebral no produce una colección de síntomas (especialmente de alucinaciones sensoriales visuales) sino que determina una regresión de la conciencia donde el inconsciente se expresa. Hay un hiato órgano-clínico entre el proceso cerebral y en el cuadro clínico, la confusión es el aspecto negativo, y el onirismo el aspecto positivo. Esa interpretación de la producción onírica como proyección de imágenes recordó a Régis la experiencia onírica del estado hipnótico (‘estado segundo’): todos los mecanismos de proyección de lo imaginario obedecen a la ley común de la expresividad del Inconsciente. Este acercamiento del onirismo con el estado hipnótico ayuda en la distinción de las psicosis agudas y de las neurosis. (a) En el centro de la desestructuración onírica de la conciencia lo imaginario aparece como para hipnotizar al sujeto caído en este sueño patológico, (b) en la neurosis histérica el sujeto se hipnotiza o está hipnotizado hasta el punto de confundir lo real y lo imaginario. Dice Ey que en los dos casos es la fuerza de atracción de las imágenes que hipnotizan al durmiente cuando sueña, la que fascina al histérico y la que “oniriza” al confuso. Porque el sueño no sólo es la vía real que, con Freud, nos hace penetrar en el Inconsciente, sino también la vía real que nos lleva a ingresar en el corazón mismo de todos los problemas psicóticos. ** ** **