"Pongamos los caballos delante del carro" Lic

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"Pongamos los caballos delante del carro" Lic.Rodolfo Lazzarini
25 años en el Enfoque Centrado
en la Persona y algunas cuestiones
- La causa originaria de los problemas psicológicos es un error
perceptivo?
- Reflejar? Reflejar para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y
suficientes?
10º Encuentro Latinoamericano del Enfoque Centrado en la Persona
La Falda. Córdoba. ARGENTINA 7 al 14 de Octubre del 2000
Este 10º Encuentro Latinoamericano del E.C.P. me brinda la
oportunidad de compartir algunas cuestiones que fueron surgiendo como
resultado de este tránsito de 25 años por el Enfoque, por las relaciones
de ayuda psicológica y por la vida.
El título de nuestro Encuentro: “ Entre raíces y alas” me sugiere cómo
ordenar estas cuestiones que quiero compartir con mis compañeros de
ruta. No tengo la menor duda de que la raíz de nuestro Enfoque, es
decir, lo que define las características esenciales del mismo es la
llamada HIPÓTESIS FUNDAMENTAL, la “tendencia actualizante”, como
tendencia constitutiva del ser humano y de la vida misma. Esa tendencia
a la actualización permanente de nuestras potencialidades e incluso a
superar los obstáculos que la interfieren.
Esta hipótesis provoca una inversión copernicana en las relaciones de
ayuda psicológica, o como me gusta decir a mí, inician el movimiento
para poner definitivamente los caballos delante del carro.
El grado de adhesión y convicción con respecto a esta hipótesis, define
a mi parecer nuestro grado de pertenencia al Enfoque.
A partir de esta, para mí, raíz indubitable de nuestro Enfoque me
parece encontrar algunos aleteos que guardan cierta incongruencia con
nuestra raíz y que podrían hacer crecer ramas que crearían un híbrido
no del todo saludable.
Como consecuencia de alguna de estas incongruencias me permito
compartir con ustedes algunas cuestiones al respecto:
- La causa originaria de los problemas y dificultades con los que nos
enfrentamos y traen nuestros consultantes, ¿ es un error perceptivo?
- Reflejar? Reflejar, para qué?
- Las condiciones propuestas por Carl Rogers son necesarias y
suficientes?
Creo que la respuesta a estas cuestiones y a otras que luego surgirán
de ellas puede definir el lugar donde pongamos los caballos.
Comenzando por la primera cuestión, si el problema originario es un
error perceptivo, se me ocurren otras preguntas: Hago consciente lo
inconsciente, luego me curo?; Me doy cuenta, luego...? Reestructuro la
imagen del sí mismo desde una percepción más realista del sí mismo y
luego alcanzo el funcionamiento óptimo de la personalidad? El problema
es que hay una imagen del sí mismo que no es congruente con el sí
mismo organísmico real?
Ésa es la cuestión originaria del problema, o ésta es en realidad la
consecuencia del problema? El problema se armó porque hay algo
inconsciente o hay algo inconsciente porque hubo un problema previo que
provocó que algo se vuelva inconsciente?
Nuestra incongruencia se origina en la construcción de una imagen de sí
mismo distorsionada o poco realista o construimos esta imagen por una
causa anterior que lo provoca? El problema es que el consultante se
percibe mal y tenemos que hacer algo para que se perciba bien?
Vamos a mostrar algunos planteos referidos a estas cuestiones con las
cuales yo no coincido ya que además de no ser demasiado distintos a los
propuestos por otras orientaciones pueden llevar nuevamente a poner lo
caballos detrás del carro.
Dice Marcelo Lerner (uno de los introductores y divulgadores del
Enfoque en Argentina) en su libro: “Introducción a la psicoterapia de
Carl Rogers”:
“Para explicitar estos caracteres conviene resumir la posición del
terapeuta rogeriano ante su paciente. La problemática de éste, el
paciente, es concebida como procedente de un ERROR PERCEPTIVO. Es
decir, de la forma distorsionada en que se percibe a sí mismo y la
realidad interna”.
Marian Kinget en “Psicoterapia y Relaciones Humanas”, libro que firma
junto a Carl Rogers, nos dice refiriéndose al reflejo de sentimiento o
según ella reflejo propiamente dicho:
“Mientras la reiteración facilita el proceso dando al sujeto el
sentimiento de ser perfectamente comprendido y respetado –que no es
poca cosa- el reflejo propiamente dicho –reflejo de sentimiento- trata
de sacar a la luz la intención, la actitud o el sentimiento inherentes a
sus palabras proponiéndolas al cliente sin imponérselo. En términos
gestálticos consiste en iluminar el fondo de la comunicación con el fin de
permitir al sujeto que se dé cuenta de si hay en él elementos
susceptibles de integrarse en la figura, de modificar ésta o de
realzarla”.
De vuelta la inadecuada percepción o el no darse cuenta como causa
original del problema psicológico. Y de vuelta nosotros los terapeutas,
counselors, facilitadores, los encargados de corregir esa inadecuada
percepción, de vuelta el poder en nuestras manos y de vuelta los
caballos detrás del carro.
Según mi parecer, el problema original de todo esto no es un problema
de mala o buena percepción sino que el problema se origina en
situaciones amenazantes reiteradas.
Para ilustrar esta afirmación los invito a observar la reproducción
incluida en este trabajo realizada por Quino, (Joaquín Lavado,
Mendoza, Argentina) brillante y lúcido humorista argentino, creador de
la muy conocida Madalfa. Los buenos humoristas con su especial
intuición y capacidad de síntesis logran con una imagen representar lo
que otros necesitamos páginas y páginas para
explicarlo.
Este niño, el que está en el centro de la imagen, no es que no se
percibe bien.
Percibe claramente que a él le gusta dibujar redondo. Pero tiene
delante de sus narices un dedo amenazante. Ese dedo lo instala en una
situación amenazante. Y no es que no percibe o deja de percibir que le
gustan los redondos. Me imagino que puede estar
pensando: “Al diablo, si yo sigo dibujando redondos éste se va a enojar
más todavía, y por ahí hasta me deja de querer. Al diablo con todo, yo
dejo de dibujar redondos.... en realidad a mí no me gusta tanto dibujar
redondos... es malo dibujar redondos... a mí no me gusta dibujar
redondos”.
Qué pasó? Modificó su percepción y eso inició el problema? o modificó
su percepción a sabiendas para zafar de alguna manera de esa situación
amenazante conservando su fuente de afecto y satisfaciendo así su
necesidad de sentirse aceptado.
Ahora bien. Cómo es esta necesidad de SENTIRNOS ACEPTADOS?
Sentirnos aceptados cómo? SENTIRNOS ACEPTADOS. Ésa es la
necesidad. Pero después empieza la trampa. Sabemos cómo la armamos.
La aceptación no es siempre ni mucho menos incondicional. El papá le
dice al nene con su dedo amenazante: “Yo te voy a aceptar y querer si
me dibujás cuadrados, no si me dibujás redondos”. Y el nene -qué el
nene, los grandes!- como necesitamos esa aceptación... “Y, al diablo,
no dibujo más redondos!”. Pero qué pasa? Dejo de percibir en realidad
que me siguen gustando los redondos? Si realmente dejara de percibir
que me siguen gustando los redondos, no habría conflicto y los
psicoterapeutas, facilitadores y counselors nos moriríamos de hambre.
Sigue percibiendo que le gustan los redondos, pero se hace el
“distraído” para no verse sometido a seguir soportando esa situación
amenazante.
Creo que considerar que la causa inicial del problema es un error
perceptivo es volver a poner los caballos detrás del carro. Y que este
“error perceptivo” en todo caso es una consecuencia que desaparece
cuando desaparece la verdadera causa original que sería la persistente
y amenazante experiencia de no sentirse aceptado y comprendido
auténticamente.
Si lo miramos de la otra manera, es decir, pensando que la causa
original del problema es una percepción distorsionada, obviamente vamos
a tener que hacer algo para que esta persona perciba mejor. Nosotros
diríamos para “facilitar”que esta persona pueda percibirse mejor y para
ello hemos encontrado el “recurso” del reflejo.
Pero el reflejo propiamente dicho es el de sentimiento. Es decir, parece
ser el mejor. Claro, si realmente la finalidad es que la persona perciba
bien, es decir, que es mejor que el fondo se vuelva figura, que se dé
cuenta de lo que está en el fondo de su figura y que si lo dijéramos en
el idioma psicoanalítico: que lo inconsciente se haga consciente. Si ése
es el asunto, y bueno habría que usar el recurso del reflejo y
seguramente si ésa es la finalidad de la relación terapéutica, y sí, me
parece que el reflejo de sentimiento es el reflejo propiamente dicho.
Todo esto sería válido si partiéramos del supuesto de que el problema
originario es un “error perceptivo”.
A mi manera de entender creo que plantear la situación de esta manera
es crear una nueva situación amenazante. “Está usted estructurando
mal su percepción, lo que usted presenta como fondo es en realidad la
figura”. Desde ya como somos rogerianos no lo decimos directamente, lo
decimos en forma de cálido reflejo.
El supuesto fondo de la figura se lo ponemos delante de su cara para
que lo vea. Para que se dé cuenta. Insisto, volvemos a recrear una
situación amenazante. Y a lo mejor, hasta logramos que lo acepte.
Peor. Otra vez claudicó. Estructura su percepción con su figura y fondo
de acuerdo a lo que la autoridad de turno le pide. En este caso, un
cálido y comprensivo terapeuta rogeriano. En vez de desarmar la
trampa, la volvemos a alimentar.
A partir de lo anteriormente expuesto me permito decir que esta
manera de plantear el reflejo constituye una situación amenazante tanto
para el consultante como para el terapeuta, facilitador o counselor.
Porque... “¿Uy, cómo no le hice dar cuenta de lo que no se dió cuenta?”
Y en vez de estar libremente con el otro, en ese transcurrir juntos,
estar comunicándonos y escuchándonos... “Ah no, yo tengo que hacer
algo, reflejarle el fondo, para que se dé cuenta de lo que no se da
cuenta”. El clima amenazante termina envolviéndonos a los dos.
Cuando nosotros encaramos la relación de ayuda en función de hacer
algo para que la persona modifique su forma de percibir, para que vea
lo que no ve, para que se dé cuenta de lo que no se da cuenta, para
que el fondo sea figura, para que haga consciente lo inconsciente, la
sensación que tengo es que estamos agarrando a patadas la puerta. Y
creo, que lo más saludable que esta persona podría hacer es poner
todos los muebles de su casa detrás de la puerta. Porque, quiénes
somos nosotros para entrar donde esta persona no quiere o todavía no
puede entrar o donde no quiere que otros entren?
Esta situación amenazante que se crea al plantearnos el reflejo como
recurso y que se hace más nítida al hablar del reflejo de sentimiento
propiamente dicho aparece muy claramente en los cursos de formación
cuando aparece este tema: Cómo les enseñamos a reflejar? Cómo
aprendo a reflejar?
Se arma un lío bárbaro! Cómo voy a hacer para reflejar? Porque hay
que reflejar bien! Si me quedo en el reflejo reiterativo o simple, con
reflejar lo que dijo, ya está. Pero si pretendo ir un poco más allá para
mejorar la calidad del reflejo tengo que... A ver, eso que está en el
fondo, pescar eso que está en el fondo, para ponerlo adelante. Y si no
me sale? Y se arma un lío bárbaro!
Otra vez los caballos detrás del carro. Ya no escucho más! Porque el
problema ahora es: qué le tengo que decir?, qué le voy a reflejar?, qué
cosa voy a hacer para que el otro vea lo que no ve? Ya está armada la
trampa que nos atrapa a los dos. Él, esperando que yo diga no sé qué
cosa y yo esperando que lo que yo diga sea acertado e ilumine no sé qué
cosa que suponemos que él tiene oscura.
La pregunta correcta no sería qué le digo, sino qué me dice? “Él me
tiene que enseñar a mí lo que a él le pasa, no yo le tengo que enseñar a
él lo que a él le pasa”.”Es él el que me va a decir a mí lo que a él le
pasa. No soy yo el que le va a decir a él lo que a él le pasa”. Y en todo
caso , casi sin darnos cuenta vamos a transcurrir en lo que nos pasa a
los dos. Y creo que cuando nos podemos instalar en esta otra manera ,
el problema original -que no era que había algo inconsciente o que no se
da cuenta o que hay algo que percibe mal- se diluye, se diluye el clima
de amenaza, se diluye el peligro, el temor no nubla nuestra mirada y
como consecuencia el “problema perceptivo” desaparece ya que el
problema perceptivo es la consecuencia y no el problema original.
Para terminar con esta cuestión del reflejo y para qué reflejamos, me
voy a permitir incluir parte de un escrito de Carl Rogers publicado en la
“Person-Centered Review” en noviembre de 1986 referido al reflejo de
sentimiento y que creo que contribuye a iluminar y a poner el tema en
su justo lugar:
“A pesar de que soy parcialmente responsable por el uso de ese término
para describir cierto tipo de respuesta terapéutica, con el tiempo me
he vuelto muy disconforme con él. La razón mayor es que ‘reflejo de
sentimiento’ ha sido frecuentemente enseñado como una técnica y
muchas veces una muy inflexible técnica. Sobre la base de expresiones
escritas de los pacientes, se espera que el alumno confeccione un
‘correcto’ reflejo de sentimiento, o aún peor, que seleccione la
respuesta ‘correcta’ de una lista de varias opciones. Tal entrenamiento
tiene poco que ver con una efectiva relación terapéutica. Por lo tanto
me he vuelto mas y más alérgico al uso del término.
Al mismo tiempo yo sé que muchas de mis respuestas en una entrevista
–como es evidente en esos ejemplos publicados- parecen ser ‘reflejos de
sentimiento’, interiormente me opongo. Definitivamente yo no trato de
‘reflejar sentimiento’.
(... ) Desde mi punto de vista como terapeuta yo no estoy tratando de
reflejar sentimientos, yo estoy tratando de determinar si mi
comprensión del mundo interno del cliente es correcta, (El subrayado es
mío) si estoy viendo esto como él o ella está experienciando esto en
este momento. Cada respuesta mía contiene la pregunta no verbalizada
‘es éste el modo que esto es en usted? Sino yo desearía poner mi
percepción de acuerdo a la suya’.
(... ) Así yo sugiero que estas respuestas terapéuticas no sean llamadas
‘reflejos de sentimientos’ sino ‘probando entendimientos’ o ‘verificando
percepciones’. Estos términos yo creo serían más acertados. Ellos
serían útiles en el entrenamiento de terapeutas. Ellos facilitarían una
sana motivación en responder, con un deseo interrogador más que un
intento de reflejar”.
Es decir, la sana motivación , no sería “reflejar” para que el paciente
corrija su percepción, sino en todo caso modificar la nuestra para
concordarla con la percepción del paciente de forma que éste se sienta
realmente aceptado y realmente comprendido.
Entonces la cuestión ya no sería “reflejar” sino ESCUCHAR,
ESCUCHAR, ESCUCHAR, y así el “reflejo” dejaría de ser un “recurso”
para modificar nada en el consultante, para convertirse en la
comunicación de nuestro auténtico interés por comprender y aceptar al
consultante.
De esta forma aportaríamos las condiciones necesarias y suficientes
para que el consultante haciendo uso de las capacidades que lo
constituyen se haga cargo del “asunto”.
Y aquí aparece entonces la otra cuestión que habíamos planteado en el
inicio de este trabajo, el de las condiciones para Carl Rogers necesarias
y suficientes que facilitarían todo proceso terapéutico o de desarrollo
personal.
Las condiciones a que nos referimos tan conocidas por los adherentes al
enfoque
son: la congruencia o autenticidad, la aceptación positiva incondicional y
la comprensión empática.
Son necesarias y suficientes?
Son necesarias pero no suficientes?
Con respecto a estas condiciones me he encontrado dentro del Enfoque
con posiciones variadas. Carl Rogers desde que las postuló las presentó
como necesarias y suficientes y nunca varió esta postura, pero variadas
voces dentro del Enfoque no lo creen tan así.
Con distinto grado aparecen variantes que van desde el “son necesarias
y suficientes, pero...”, hasta la afirmación de que son “necesarias,
pero no suficientes”.
Nadie parecería discutir que son necesarias, pero no pasa lo mismo con
la afirmación de que son suficientes.
A mi modo de entender estas distintas posturas a sabiendas o no, están
determinadas por el grado de adhesión o convicción con respecto a la
Hipótesis Fundamental del Enfoque, la tendencia actualizante.
Me parece refrescante, alentadora y apuntando en la dirección correcta
la postura al respecto de Gerald Bozarth:
“... más que concluir que las condiciones son necesarias pero no
suficientes, resulta más propio decir que las condiciones no son
necesariamente necesarias, pero siempre suficientes”.
Avanzando en esta dirección apuntamos decididamente a poner
definitivamente los caballos delante del carro, ya que nos paramos con
total convicción sobre la base original del Enfoque Centrado en la
Persona que es la tendencia actualizante
La postura de plantear las condiciones como necesarias pero no
suficientes además de hacer tambalear la base subyacente del Enfoque
plantea a mi parecer una flagrante contradicción lógica, a no ser que
desechemos los fundamentos del Enfoque.
Cuando afirmamos que son necesarias, pero que no son suficientes, qué
queremos decir?; No son suficientes para qué?; No son suficientes para
que el consultante haga algo que desde nuestro lugar de terapeutas
estamos eligiendo como meta suya?; No son suficientes para que el
consultante corrija su error perceptivo?; No son suficientes para que el
consultante perciba desde lo que nosotros, poderosos y sabios
terapeutas, consideramos correcto, acertado o saludable?
Si nos planteamos la cuestión de este modo, la pregunta que me surge
es:
Dónde quedó la aceptación positiva incondicional?
De esta manera a mi entender desaparece totalmente la condición que
planteamos como necesaria de la aceptación positiva incondicional. Esto
no es verdadera aceptación. En realidad lo que estamos ofreciendo es el
fatídico y cálido cebo de la amenazante aceptación condicional. La
trampa cálida y amenazante nuevamente está armada y funcionando. Y
en esta cálida y amenazante trampa quedamos atrapados los dos,
terapeuta y paciente, consejero y consultante, facilitador y cliente.
Nuevamente los caballos detrás del carro.
Entonces las condiciones no son suficientes? No son suficientes o es que
en realidad, no estamos ofreciendo una auténtica, comprensiva y
verdadera aceptación positiva incondicional? No son suficientes o en
realidad, le estamos achacando a las condiciones una insuficiencia
nuestra derivada de nuestra pobre convicción en la tendencia
actualizante del paciente o de nosotros mismos? Estamos realmente
convencidos de nuestra hipótesis fundamental? Creemos verdaderamente
en ella? O es que no está claro a qué nos referimos cuando hablamos de
aceptación positiva incondicional? Será éste un desafío difícil de
aceptar? Yo a veces, así lo siento.
Al respecto me permito introducir partes de un párrafo que Carl Rogers
presenta en “Psicoterapia centrada en el Cliente” que él titula: “La
lucha básica del consejero”, que para mí es la más clara y contundente
definición al respecto:
“Mi experiencia indica que sólo cuando el consejero, a través de uno u
otro medio, ha establecido dentro de él la hipótesis según la cual
actuará, podrá proporcionar una ayuda de máxima al individuo. También
he observado que cuando más firmemente confío en la fuerza y en la
potencialidad del cliente, éste tanto mas profundamente descubre esa
fuerza.
Ha sido evidente, tanto por nuestra experiencia clínica como por
nuestra investigación, que cuando el consejero percibe que acepta al
cliente tal cual es, cuando deja de lado toda evaluación y entra en el
marco de referencia perceptual del mismo, lo libera para que explore
nuevamente su vida y su experiencia, lo libera para percibir en esa
experiencia nuevos significados y nuevas metas. Pero el terapeuta desea
realmente que el resultado sea una plena libertad? Desea genuinamente
que el cliente organice y dirija su vida? Desea que elija metas que son
sociales o antisociales, morales o inmorales? Si no es así, parece dudoso
que la terapia llegue a ser una experiencia profunda para el cliente.
Aún más, desea que el cliente elija la regresión antes que el crecimiento
o la madurez? Que elija la neurosis, antes que la salud mental? Que
elija el rechazo de la ayuda antes que la aceptación? Que elija la
muerte antes que la vida? Me parece que en la medida que el terapeuta
desee completamente que se elija cualquier resultado, cualquier
dirección y sólo entonces comprenderá la fuerza vital de la capacidad y
potencialidad del individuo para la acción constructiva. En la medida en
que acepta que elija la muerte, éste elige la vida; en la medida en que
acepta que elija la neurosis, elige una saludable normalidad. Cuanto más
completamente actúa, según su hipótesis central, más convincente es la
prueba de que la hipótesis es correcta.”
La sensación que me queda después de esta clara, definitiva, rotunda y
contundente postura es que no es mucho más lo que se pueda decir.
Creo que las cuestiones planteadas inicialmente nos ponen frente a un
interrogante contundente, que de acuerdo a cómo lo contestemos,
definirá la congruencia de nuestro Enfoque y nuestra convicción al
respecto. Creo que si aceptamos el desafío propuesto por Carl Rogers
en el párrafo anteriormente citado lograremos poner definitivamente los
caballos delante del carro.
Bibliografía citada
Bozarth, Jerold
“No necesariamente necesario, pero siempre suficiente” en
Brazier, David
“Mas allá de Carl Rogers”
Descleé De Brouwer. Bilbao, 1997, página 85
Rogers, Carl
“Psicoterapia centrada en el cliente”
Paidós. Buenos Aires, 1977, página 40
Rogers, Carl y Kinget G. Marian
“Psicoterapia y Relaciones Humanas”
Alfaguara. Madrid, Barcelona, 1971, página 81
Lerner, Marcelo
“Introducción a la Psicoterapia de Rogers”
Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 1974, página 71
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