ADRIANA-TESTA

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VII Jornadas Anuales de PAUSA
20 de octubre de 2012
Urgencias de la satisfacción
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Escribo esta intervención un poco impregnada por lo que vengo haciendo este año que no
es poco, y en lo personal altamente significativo. Me llevaré un grato recuerdo de esta
función. No sé cuánto trasciende, creo que muy poco, sin embargo por ahí pasan cosas,
muchas.
Me resulta un poco extraño empezar estas Jornadas, en las que participo por primera vez,
diciendo esto, pero en el momento mismo de empezar a escribir, incluso cuando Ricardo
Seldes me llamó para invitarme a participar de esta mesa, recordé, de inmediato, lo que
escribí en el Prólogo del libro que acabamos de publicar del Primer Coloquio-Seminario de
la Orientación Lacaniana, realizado en mayo de este año, en la ciudad de La Plata.
En esa oportunidad tomé como referencia el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario
11”1 , año 1977, donde en muy pocas líneas, J. Lacan da sutiles indicios sobre sus cambios
de perspectivas en relación a cuestiones siempre cruciales. No vuelve sobre los grandes
temas del Seminario 11 con el que inauguró su enseñanza a cuenta y riesgo propio, al ser
desautorizado por la IPA. Jacques-Alain Miller hace hincapié en esa no relación entre el
Prefacio y el libro al que se refiere. Hay que decir que brillan por su ausencia los conceptos
freudianos que elevó al estatuto de fundamentales, en 1964. Sin embargo, persiste por
otros atajos, en la vía abierta por las dos preguntas cruciales con las que inició ese
Seminario: una referida a la praxis del psicoanálisis, y otra al deseo del analista. Dos
cuestiones centrales en relación a la formación de los analistas. Persiste sobre el filo
abierto por esas dos preguntas al ras de dos términos: el inconsciente y la satisfacción.
Jacques Lacan: “Prefacio a la edición inglesa del Seminario11” en Otros Escritos. Paidós. Buenos Aires,
2012, págs. 599-602.
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Es notable el inicio de este texto: “Cuando el esp de un laps…”. Comienza en acto con el
quiebre del discurso por efecto de un lapsus. Comienza con el sinsentido como una
producción del inconsciente que cae fuera del alcance de la interpretación. Lejos está de
decir: formación del inconsciente. Es exactamente al revés, por el lado del bies apunta a la
fisura, a la fuga del sentido. Y es en esa fisura donde despunta el otro término: la
satisfacción… “que no se alcanza –dice- sino por el uso, el uso de un particular”, que es el
del analizante.
En un texto escrito en clave, palabra por palabra, como es éste, es destacar el uso de la
palabra “amistad” en relación al inconsciente. Dice: “No hay allí amistad que a ese
inconsciente lo soporte”, inconsciente al que unas líneas más abajo nombra como real, a
diferencia del que teoriza Freud y del que dice que no es lo que se cree.
En el momento que escribe este Prefacio, ya no está en juego la elaboración de esos
conceptos fundamentales según el orden de las razones después de Freud. El guiño es
otro. O son otros, varios. Allí leemos por un lado, “el psicoanálisis es una ficción”, y por
otro, “de hecho hay analizantes en nuestras comarcas”. Y ya hay una hystoria que escribe
con y griega porque hay historia sólo si hay histeria. La hystoria de Freud, la de él… Es un
Escrito vertiginoso. Fíjense que esa hystoria que él mismo reporta (Freud, el solitario,
teórico indiscutible del inconsciente, él mismo, Lacan, que pone su grano de sal, el
encuentro con Aimée, que fue el encuentro con Freud, captura, por un lado y resultado,
por el otro, su mitesis), esa hystoria que él reporta concluye con una proposición renovada
(puesto que en su trasfondo está la proposición del 9 de octubre de 1967): “el analista no
se hystoriza más que por sí mismo: hecho patente”. Nuevamente, observemos que no
sigue el orden de lo que se da por derecho, sino de hecho. Y continúa con una pregunta
estridente: “Queda el interrogante de lo que puede empujar a alguien, sobre todo
después de un análisis, a hystorizarse por sí mismo. […] ¿Cómo puede ocurrírsele tomar el
relevo de esa función? La secuencia es implacable. No se ahorra nombrar al psicoanálisis
como una profesión recién llegada, que puede interesar para recibir “la guita”, y atender
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las necesidades cotidianas. Pero, aun así, sostiene la pregunta acerca de esa otra razón
que está en juego en ese posible relevo.
La satisfacción que marca el fin del análisis es la otra razón, término al que se llega no sin
pasar por la prueba de la verdad, del “espejismo de la verdad” de la que sólo se puede
esperar la mentira: la verdad en lo Simbólico miente en lo Real.
Inconsciente y satisfacción. Hay que decir que de aquellos conceptos fundamentales sólo
permanecen dos tipos de elementos: los variables que definen un inconsciente que ya no
plantea como concepto fundamental, y los elementos invariables que definen el campo de
la satisfacción.
“Urgencias de la satisfacción” es el tema de estas jornadas.
¿Urgencias del analista o de quien hace la experiencia de un análisis, cualquiera sea el
alcance del mismo? En el Prefacio leemos una doble entrada: la urgencia que preside un
análisis, por un lado, y por otro la pregunta que nuevamente vuelve sobre la función del
analista: ¿cómo alguien puede consagrarse a satisfacer esos casos de urgencia?
El analista en función es un santo, no el beato, sino el que descarida. No se trata de hacer
caridad con “el uno cualquiera de una demanda”. La oferta es anterior por eso no está
demás preguntarnos qué ofrecemos. “Es anterior al requerimiento de urgencia que uno
no está seguro de satisfacer, salvo –dice- por haberla pesado”.
¿Qué diferencia hay entre la satisfacción que un analista no está seguro de satisfacer en
un análisis y la que procura el fin de un análisis?
En términos de la economía pulsional, rápidamente podemos apuntar la experiencia de
satisfacción en relación a la perentoriedad de la pulsión: sabemos que no hay más
urgencia que el empuje de la pulsión que se satisface en su retorno al propio cuerpo. Así
como sabemos que para el psicoanálisis no hay trauma si no es a condición de que una
situación exterior (cualquiera sea) cause la sorpresa y el sentimiento de extraña
familiaridad que remite a una contingencia primera en que la fantasía quedó ensamblada
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con un circuito de la pulsión. El cuerpo siempre se erogeniza en un mal lugar, observa Oscar
Masotta, a propósito de la economía de las pulsiones.2 Troumatisme, nombra Lacan ese encuentro
con lo real que abre un agujero en la trama simbólica. También podemos apuntar esa
experiencia en la repetición, donde algo nuevo se repite sobre las marcas de satisfacción
de experiencias que le anteceden.
De estas experiencias sólo sabemos a través de los avatares de un análisis. Es de allí de
dónde las extraemos y las clasificamos con los semblantes que nombran esa ficción que es
un psicoanálisis, pero no por eso ajeno a lo real.
La diferencia que Miller introduce entre inconsciente real e inconsciente transferencial, es
el artilugio lógico que permite introducir una diferencia entre la satisfacción que
desarregla las relaciones con el saber, la verdad y el goce en la variabilidad de los
síntomas y la satisfacción que procura un nuevo arreglo entre el sujeto y el goce.
De la pregunta que signa un comienzo de análisis: ¿qué quiere decir eso?, en un análisis
que dura –dice Jacques-Alain Miller en Sutilezas analíticas-3 pasamos a otra: ¿qué
satisface eso, de qué modo satisface? Y es precisamente en un análisis que dura donde el
estatuto del goce se modifica. Hay un estatuto del goce que es el del exceso: el goceexceso. Es en ese nivel donde se distingue el placer y el goce, donde se delimita un campo
que escapa a la regulación del principio del placer, y queda por fuera de un estado de
homeostasis. En ese campo, Miller ubica un elemento disruptivo, el a, que sobrepasa los
límites del bienestar y hace confluir el goce y el sufrimiento.
“Es difícil el desengaño del sufrimiento, es difícil porque “hay algo de enamoramiento en
el sufrimiento”, dice una mujer histérica en una posición melancólica, al advertir que es
ella la que quiere pasar por “esa inspiración” que él (un hombre más de la serie) le
provoca al decirle que eligió a otra. Le inspira esa locura, esa pasión que es el llanto, el
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3
Masotta, Oscar: El modelo pulsional. Catálogos. Buenos Aires, 1996, pág. 76.
Jacques-Alain Miller:Sutilezas analíticas. Paidós. Buenos Aires, 2011, págs. 119-120.
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dolor del cuerpo, la desesperación… los pensamientos de suicidio. Una “inspiración” que
toca de un modo masoquista su propio cuerpo.
Es el goce-sentido, un plus de goce. Es el inconsciente transferencial, construido en la
ficción del análisis, construcción en la que tiene incidencia el analista. Porque él está ahí,
el inconsciente cobra sentido y se lo interpreta.
Pero hay un segundo estatuto del goce que comienza con el Seminario 20, es decir con
ese giro fundamental que postula el lenguaje como aparato de goce. Ese segundo estatuto
es el del goce satisfacción, que no es en modo alguno el goce-exceso, por el contrario –
plantea Jacques-Alain Miller- es el restablecimiento de una homeostasis superior. Es el
inconsciente que no se deja interpretar, es el lugar del goce opaco al sentido y el que
podemos, por ficción, emprender la tarea de hacer charlatán.4 Hay aquí una conjunción
entre inconsciente y satisfacción que despunta en el final de un análisis como testimonio
de una hystoria con y griega. No sin pasar por la construcción de ese inconsciente
transferencial que lleva el nombre de verdad mentirosa.
En la medianía de su enseñanza, en el Seminario 10, La angustia, al retomar el caso del
hombre de los sesos frescos, Lacan introduce una diferencia entre acting-out y síntoma.
Una diferencia fundamental:
“Tratándose del síntoma, está claro que la interpretación es posible pero con una
determinada condición añadida, a saber que la transferencia esté establecida. En su
naturaleza el síntoma no es como el acting-out, que llama a la interpretación, puesto que
lo que el análisis descubre en el síntoma es que el síntoma no es llamada al Otro. El
síntoma en su naturaleza, es goce, no lo olviden goce revestido, sin duda, untergebliebene
Befriedigung, no los necesita a ustedes como el acting-out, se basta a sí mismo. Es del
orden de lo que les enseñé a distinguir del deseo como goce” 5.
Hay aquí un claro atisbo de lo que Lacan planteará como aquello del síntoma que
permanece como resto incurable, que escapa a la interpretación, que no se dirige al Otro,
que permanece opaco, pero aun así, sobre el término que bordea ese agujero, es posible
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5
Ob. Cit., págs. 120-122.
Jacques Lacan: El Seminario: Libro 10, La angustia. Paidós. Buenos Aires, 2006, pág. 139.
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un arreglo con ese goce imposible de negativizar. El pasaje por ese agujero, es el que
permite sopesar la posibilidad de satisfacer un requerimiento de urgencia.-
ADRIANA TESTA
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