Actitudes en el apostolado CVX Parte importante del estilo de vida en CVX es la dimensión apostólica. Pero muchos grupos realizan acciones en beneficio de los más necesitados. ¿Cuál es el conjunto de características particulares de estas acciones en CVX? No esperamos ser exhaustivos en la descripción, sino más bien abrir horizontes de crecimiento para que nuestro trabajo apostólico sea cada vez más fecundo. A modo de síntesis: El punto de partida es el encuentro con el necesitado, y es este acontecimiento el que permite orientar las demás actitudes. Podríamos mencionar, en términos generales, que el apostolado CVX busca ante todo la dignidad de los hermanos a quienes servimos, se desarrolla en oración y comunidad, de modo instruido y eficiente. Al final del documento damos cuenta de algunas tensiones que han aparecido en el ejercicio de nuestra misión. El encuentro con el pobre En la pobreza hay una contradicción. Por una parte, la pobreza es miseria humana, no se quiere. Pero, por otra, en la pobreza hay virtud, hay llamado. Ella es una verdadera parábola de nuestra condición ante Dios: la verdad es que no tenemos, ni sabemos, ni podemos nada sin Él. No buscamos esto por ideología, sino porque nos hace libres y hace libres a los demás. Queremos anunciar el reinado de Dios que ya hemos empezado a acoger en nuestros corazones, queremos cooperar en la construcción de ese Reino que hemos descubierto. Deseamos seguir al Cristo pobre y humilde que muestran los Ejercicios Espirituales. Inspirados por Jesús nos introducimos en situaciones de pobreza, sufrimiento e injusticia y llegamos a vivirlas con intensidad, como si fueran nuestras. El contacto con nuestros hermanos más débiles y necesitados, con una realidad social que los margina y les resta posibilidades, nos escandaliza. Nosotros mismos somos cómplices de dicha situación. Esto nos duele porque reconocemos en ellos a nuestros hermanos: personas a las que conocemos y queremos están padeciendo. También en medio de ellos encontramos la bienaventuranza de Dios. Relacionarnos con ellos nos hace auténticos, nos llama a la libertad frente a los medios, nos muestra lo pequeño y vano de nuestras ambiciones. Su presencia en nuestra vida nos cuestiona, nos enrostra la verdad, pero nos abre a la esperanza y la acogida de Dios mismo. En medio del dolor humano surge el amor. La dignidad de nuestros hermanos Frecuentemente nos cuesta equilibrar nuestras acciones apostólicas con el profundo respeto de las personas a quienes queremos acompañar. Sentimos que hay necesidades urgentes que deben ser solucionadas, pero también reconocemos que hay estructuras sociales y modos de relación que impiden que estos hermanos nuestros desplieguen todo el don que Dios ha puesto en ellos. ¿Cómo entender, entonces, al apóstol? Podemos situar al apóstol como quien acompaña a su hermano. Esto implica: 1. Permitir que la gente descubra las cosas por sí misma, porque "no el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el gustar y sentir las cosas internamente”. Aunque las cosas vayan más lentas, la experiencia reflexionada de las personas es lo que más ayuda a crecer. 2. Acompañar a quienes servimos, para caminar con ellos SU camino y no el nuestro. Este acompañamiento debe ser personal y respetuoso de la cultura de cada grupo humano, distinguiendo en ella lo que es evangélico, para acogerlo, y lo que no lo es, para rechazarlo. 3. Acercarse con delicadeza y respeto, porque tenemos frente a nosotros a una persona valiosa y digna, aunque la sociedad muchas veces lo desconozca. Nos sentamos a la mesa como uno más, en una relación horizontal, no como quien “sabe”, ni como quien “puede”, sino como quien “quiere”. Los que saben y pueden son ellos. Algunas veces nos tocará aportar, con humildad, lo que sabemos o vemos. Frecuentemente nuestra labor será de animación o de orientación de un proceso. 4. Ayudar a descubrir criterios de su acción, a descubrir un estilo propio. Esto significará que ellos crezcan en participar del servicio en sus diversas etapas: creando, planificando, ejecutando, evaluando y disfrutando. Hay que formar para ser libres e independientes de nosotros, porque estamos de paso. Esto implica establecer un plan de formación de los líderes o de cooperación entre organizaciones, de modo que puedan funcionar con autonomía y en relación con otros. 5. "Hacerse todo a todos". Ser sencillos con los sencillos (especialmente en el lenguaje), y hablar a alto nivel con quien lo tenga. Dar a cada quien lo que puede digerir, teniendo en especial consideración a quienes les cuesta más. 6. Ayudar a cada uno a conocer sus propias capacidades y aptitudes para no ir donde no puede... e ir donde puede. En oración El apostolado CVX está profundamente unido a Dios. El seguimiento de Jesús es el que nos inspira. Aspiramos a vivir en medio de los hombres con su estilo, con sus sentimientos, con sus gestos... y no otros. Para alcanzar eso, se necesita estar en contacto con él para conocerlo internamente. Discernido El apostolado no puede ser ciego. Si se quiere caminar hay que ver bien claro hacia dónde. Es evidente que nuestro trabajo apostólico no puede ser en todos los lugares. Hay que discriminar entre las varias alternativas, para dirigirnos allá con una intención simple. El discernimiento apostólico busca aclarar ¿qué es lo que el Señor nos pide hoy?1: ¿Cuáles son los conflictos cotidianos que sufre la gente? ¿Qué clamores escuchamos en el país? ¿Qué podemos ofrecer como cuerpo apostólico dados nuestros talentos y situaciones de vida? ¿Qué acciones de nuestra parte serían una buena noticia para ellos? Este discernimiento debería hacerse con frecuencia en la comunidad CVXj y en los mismos Lugares Apostólicos, incluso poniendo en cuestión los lugares donde ya estamos, para ir donde el Señor nos pide. La oración personal y de equipo Esperamos que los voluntarios de nuestros Lugares Apostólicos y quienes han sido enviados a una misión en dispersión sean hombres y mujeres de oración. El desarrollo de su apostolado debe ser ocasión de encuentro con el Señor y debería teñir el resto de su vida. El examen apostólico personal es una buena forma de llevar esto a la práctica, pero también esperamos que exista oración entre los voluntarios, un examen grupal o entre amigos. A veces trabajamos en nuestros Lugares Apostólicos con jóvenes que no son creyentes. Aun así, creemos fundamental poner atención al Señor ofreciéndole nuestro trabajo, discerniendo su voluntad, agradeciéndole los dones recibidos y pidiéndole perdón por nuestras miserias y faltas de cariño. No esperamos que los no creyentes se conviertan, pero sí queremos ser signo de una Iglesia que acude a servir porque sigue a Jesús y no por simple beneficencia o humanismo. Creemos que la construcción del Reino se puede hacer en colaboración con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En comunidad Un equipo que es signo de comunión Los equipos que trabajan en un Lugar Apostólico son enviados a ser signo eficaz del Reino en medio del mundo. Esperamos que trabajen y participen como verdaderas comunidades, donde se pueda compartir la experiencia de construcción del Reino y discernir caminos de crecimiento. Dentro de un cuerpo apostólico El apostolado CVX puede desarrollarse en grupo (Lugar Apostólico) o de modo individual (en dispersión). En ambos casos deseamos que se realice en profundo vínculo con la Comunidad CVXj. Esperamos que cada uno, junto a ella, discierna, sea enviado, acompañado y evalúe los frutos alcanzados. Con otros Lugares Apostólicos y otros compañeros que realizan su apostolado o servicio en dispersión, aspiramos a que exista unidad de corazón, todos con un mismo sentir, porque donde haya un miembro nuestro sirviendo, ahí está la comunidad completa (cf. Mt 10, 40-42). Todos somos corresponsables: responsables de la misión de CVX y responsables de nuestros compañeros. En CVXj hay varios Lugares Apostólicos con misiones diversas. Esperamos que exista comunicación entre grupos apostólicos. Sabemos que no todos hacen lo mismo, pero esperamos poder compartir nuestros recursos y experiencias (Rom 12, 6-8 y 1Co 12). Necesitamos que los voluntarios CVX estén dispuestos a prestar ayuda en otros lugares, ya sea de modo esporádico o de modo permanente en, siempre buscando la mayor gloria de Dios. 1 Sobre los criterios de discernimiento se puede consultar el documento “Concretando la misión”. De modo instruido Reflexionar desde nuestros conocimientos y experiencias El mundo actual es más complejo que hace 20 años. Nuestros hermanos necesitados merecen el mejor servicio y por eso hay que prepararse bien. No basta con hacer cosas grandes si no se hace lo que hay que hacer. En CVX estamos llamados a reflexionar, aportar con conocimientos y experiencias. Necesitamos aprender los lenguajes y ciencias del mundo, para entregar al mundo la palabra y la experiencia de Dios. Leer la realidad de modo sabio y competente es fundamental. Mirar la vida en su complejidad nos acerca a una mejor comprensión y ayuda. Por eso nos sentimos llamados a establecer un diálogo constructivo entre las disciplinas que estudiamos, nuestras experiencias de vida y trabajo, para analizar mejor y tener mejores propuestas. Creemos que nuestro deber es profundizar en nuestros estudios, ahondar en nuestras experiencias y formarnos para un mejor servicio. Esa reflexión adquiere sentido y se hace fecundo cuando se pone al servicio de los más débiles junto con otros. Esperamos denunciar las situaciones de injusticia que nos toca enfrentar. Esto será, sin duda, molesto para quienes no quieren ver la realidad. Sin embargo, la denuncia no es suficiente: también queremos ser capaces de levantar proyectos constructivos, buscar alternativas, soñar otro modo de relación entre los miembros de esta sociedad que el Señor nos ha encomendado. Formación para la misión Si no sentimos la necesidad de formarnos, el apostolado que realizamos no nos desafía. No estamos en el lugar correcto, porque no exige de nosotros lo mejor que podemos dar. La calidad de servicio pide a los voluntarios una formación específica para el servicio que prestan. Es indispensable informarse sobre lo que otros ya hacen en el mismo campo, prepararse en técnicas que faciliten la labor y actualizarse en la utilización de recursos adecuados para ello. Buscando eficiencia El magis nos mueve a elegir los medios que más conducen para nuestro fin. Conscientes de ello creemos que es importante definir algunas características de nuestro trabajo que pueden aportar a ello: Trabajo en equipo Nuestro trabajo en equipo supone una buena organización, pero va más allá. Implica que cada uno participa activamente dentro de un grupo para poner a disposición de la tarea del grupo los talentos y capacidades que tiene. Este estilo muestra lo mejor de una comunidad apostólica que encarna el evangelio. Colaboración y redes de trabajo Estamos conscientes de que la transformación del pecado estructural de nuestra sociedad no podemos hacerla solos: necesitamos la colaboración con otros. Tampoco somos los únicos que trabajan por los demás, ni tenemos siempre la mejor manera de hacerlo. Con humildad hacemos nexo con otros grupos que buscan lo mismo, que complementan su misión con la nuestra, y aprendemos de ellos. Podemos contar todas las organizaciones vivas de la sociedad: Juntas de vecinos, colegios, municipalidades, consultorios, parroquias o fundaciones. Hacer contacto con otros ayuda a expandir nuestra misión a través de otras personas y lugares, transmite nuestra pasión por el Reino y construye comunidad. Creemos en la fuerza de la cooperación con no creyentes, miembros de otras religiones, con instituciones estatales o con vinculación política. Este es un signo evangélico de unión en la sociedad. Planificación y evaluación Nuestro modo de trabajo busca ser ordenado, intentando aprovechar de mejor manera los pobres recursos que disponemos. Esto requiere planificación, definir los objetivos y medios adecuados. La evaluación frecuente y amplia nos ayuda a revisar nuestro modo de hacer las cosas o establecer nuevas direcciones. Es la condición necesaria para aprender y mejorar nuestro servicio. Tensiones que han aparecido en el ejercicio de la misión Nuestro estilo de vida Siempre nos acercamos a la realidad con un punto de vista y un modo de entender las cosas. Inevitablemente nuestras experiencias apostólicas cuestionan nuestras ideas y aquello que consideramos “evidente”. Ello plantea objeciones a nuestro modo de vivir y nuestras verdades. Sería extraño que así no fuese. Aspiramos a tener un estilo de vida sencillo, que relativice las necesidades y costumbres que habitualmente no cuestionamos. ¿Cuánta libertad tenemos ante nuestros bienes o nuestras ideas? ¿Por qué tenemos dichos bienes? ¿Son para el servicio de otros y los dedicamos a ellos, o son más bien para nuestro goce personal? Deseamos una mayor libertad de los medios para acercarnos al Cristo pobre y humilde, y por solidaridad con quienes hemos aprendido a querer en medio de su dolor o necesidad. Algún día esperamos sentirlos nuestros amigos, sin vergüenza o aprehensiones por lo que tenemos, sabemos o podemos. Tensión entre visibilidad y bajo perfil Jesús no pasó “piola". El Evangelio habla de multitudes que lo seguían. Cierto es que no se "creyó el cuento". La humildad verdadera es la de quien sabe su tamaño, la del que se sabe hijo, la de quien se reconoce instrumento; no la del que pasa desapercibido "por principio", ni la de quien adormece sus grandes deseos para irse "a la segura". Si nos han llamado a ser luz del mundo, no podemos escondernos bajo la cama, sino salir a alumbrar (Mt 5, 13-16). ¿Por qué no ser más visibles en nuestra acción? La pregunta de fondo, cuando llegue el momento de denunciar o de compartir los éxitos de nuestro trabajo con otros, es ¿por qué lo hacemos? ¿Por vanidad propia o buscando el bien de otros? Siempre hay que estar alertas a la tentación de lucirse, pero que el miedo a la tentación no detenga nuestra acción. Tensión entre el carisma y la institución Todos buscamos hacer el mejor uso de nuestra creatividad y capacidad. Esto lleva a tomar iniciativas espontáneas que hacen un bien enorme, pero muchas veces se hacen en solitario o concentrando la actividad en torno a uno mismo. Estos pioneros y profetas son necesarios y frecuentemente son la voz del Espíritu en medio nuestro. Y el equipo, ¿dónde queda? Es verdad que, muchas veces, simplemente no se puede trabajar en equipo. Pero, otras, está la tentación de figurar o salvar al mundo uno solo. Si es voluntad de Dios hacer un camino nuevo, ¿te animas, aunque sea solo? Con todo, para que las cosas perduren más allá de nuestra presencia, es importante integrar a otros, entusiasmarlos, especialmente a las mismas personas a quienes servimos. Dejar las experiencias escritas y evaluadas ayuda a que otros puedan replicarlas en el futuro. Al hacerse ayudar por otros se deja la experiencia en personas concretas. Ahora bien, si vas a trabajar solo ¿qué hay de fondo? ¿Te cuesta trabajar con otros? ¿Pides ayuda? ¿Confías en ellos? ¿Eres capaz de asumir su ritmo lento? ¿Quieres atesorar el éxito tú solo? ¿Quizá, honestamente estás buscando la voluntad de Dios y nadie se anima a seguirte? La dinámica de la Encarnación de Jesucristo implicó asumir la fragilidad humana: después de años de trabajo termina muriendo casi solo. Mirar a Dios hecho hombre nos puede ayudar a hacernos acompañar por los demás. Tensión entre calidad y cantidad, entre la medición cualitativa y la cuantitativa Estamos inmersos en un mundo que se maneja por cifras. La economía y la empresa, en su honesta búsqueda de eficiencia, nos han introyectado lentamente sus criterios para evaluar nuestra acción. Se busca productividad, rapidez, mejorar las cantidades y bajar los costos. Muchas veces nos sentimos frustrados por la mala asistencia de las personas a quienes servimos o de nuestros mismos compañeros CVX. Nos gustaría más entusiasmo, que el mundo compartiera nuestra pasión. Algunas veces terminamos transando con los criterios del mundo y utilizamos medios poco evangélicos para hacer crecer los frutos. Ponemos el acento en la gente que no fue y dejamos de ocuparnos de los que sí fueron. Por otra parte, según los evangelios, Jesús fue seguido por multitudes. Pero ello no significó dejar de formar a su grupo pequeño de apóstoles. Al final, la multitud lo dejó, los apóstoles arrancan y queda su Madre y dos mujeres más al pie de la cruz. Él mismo hace ver que el Reino se parece a una semilla de mostaza (cf. Mt 13). Los frutos de la misión de Jesucristo no son cuantificables. Como Jesús, nosotros percibimos la tensión entre nuestros deseos y lo que efectivamente sucede. Hay que buscar modos de verificar que estamos haciendo bien nuestro apostolado. Pero es necesario evitar confundir el magis con un criterio cuantitativo. ¿Miramos lo que el Espíritu está haciendo en medio nuestro para ayudar en esa dirección? ¿o confiamos en que nuestra idea es mejor que la del Espíritu? Y nosotros, ¿buscamos brillar, destacar, ser conocidos? Ojalá el mundo estuviera ya ardiendo, y en eso ponemos nuestro mejor empeño, pero ¿tenemos libertad ante los resultados de nuestra acción? ¿Cuánta confianza tenemos en que Dios puede hacer maravillas más allá de nuestro aporte? Tensión entre apostolado y vida profesional Algunas carreras o estudios se asocian más directamente con el servicio apostólico. Es el caso de algunas carreras humanistas. Además, nos cuesta ver el servicio apostólico en trabajos que no tienen un contacto directo con los marginados o pobres de nuestra sociedad. A veces necesitamos hacer ese trabajo, porque no hay otro. Sin embargo, todo ejercicio profesional puede ser desarrollado en beneficio de los demás o en el propio. Mientras somos estudiantes, la elección o el ejercicio de nuestra carrera se ve tensionado a veces con este tipo de preguntas: por ejemplo, ¿cuánto derecho tenemos de tener un nivel de vida más bajo en un trabajo de servicio directo a los más necesitados, sabiendo que ello perjudica la educación o bienestar de la familia que deberemos mantener? Es verdad, nuestras decisiones afectan la vida de otros. Hay momentos de la vida que exigen una mayor presencia dentro del círculo familiar aún por “fidelidad al evangelio”. Esperamos que el ejercicio de la profesión vaya identificándose progresivamente en dirección a la misión, que la elección de carrera o lugar de trabajo sea efectivamente una elección discernida. Sobre todo la comunidad pequeña ejerce un papel fundamental en este proceso, para no caer en autoengaños “bajo apariencia de bien”. Un punto importante en esta tensión es el servicio público o el trabajo en la empresa privada. A veces el servicio público no se hace “servicio”, o se identifica con niveles altos de salario o la posibilidad de mejorar nuestros contactos. Otras, el servicio privado va complementado con la participación gremial que coopera efectivamente en la búsqueda política del bien común. Frecuentemente uno se encuentra con que no tiene tiempo para estudiar porque hace apostolado, o a la inversa. Quien hoy día sólo estudia, mañana sólo trabaja. Y quien hoy sólo hace apostolado, mañana es un mal trabajador. ¿Justificas tu fracaso académico o profesional con el servicio apostólico? Tu estudio, ¿está encaminado a ponerse efectivamente al servicio de la sociedad, especialmente de los más débiles en ella? ¿Por qué estudias? Si la muerte tocara tu puerta, ¿podrías decir que has gastado bien tu vida? La pregunta de fondo es ¿cómo tu trabajo coopera a la construcción del Reino de Dios? ¿Qué aporte social realizas en el ejercicio de tu profesión? Bien podría hacernos la pregunta el Padre Hurtado: ¿qué haría Cristo en tu lugar?