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FUNDACIÓN
TOMÁS
MORO
CARTAS SOBRE “HUMANISMO Y POLÍTICA”
23ª Carta: Humanismo y actitudes humanas
Querido amigo:
Te hablo de actitudes humanas como distintas de las actitudes políticas, aunque
como verás al final de esta carta, sería deseable que aquellas se proyectaran sobre
estas. Las actitudes políticas son susceptibles de multitud de criterios de clasificación,
como por ejemplo, los que diferencian las actitudes reaccionarias, las conservadoras,
las progresistas, etc.
Pero a las que yo me refiero ahora son a las actitudes vitales del ser humano, es
decir, las que contemplan la condición humana desde el punto de vista personal.
La primera actitud humana a la que me refiero es la del sentido de la reflexión, del
análisis de los problemas y acontecimientos, y de la meditación. No puede negarse que
el hombre actual se ve acosado, prácticamente, las veinticuatro horas del día por todo
tipo de noticias, datos, informaciones, opiniones, tertulias, reportajes, valoraciones, emails, mensajes; y, además, a través de todo tipo de medios: radios, TV, medios
escritos, semanales, móviles. Sin prestar especial atención, es posible que una misma
información o noticia sea recibida en siete u ocho ocasiones a lo largo del día, y
repetidas al siguiente.
Frente a lo anterior se impone, vitalmente, la búsqueda de la autonomía personal, de
la formación de un criterio propio, de tener una opinión diferente. Y ello solo puede
hacerse mediante la reflexión, el análisis y la meditación.
En segundo lugar, el humanismo preconiza una actitud ilusionada ante la vida, a
medio camino entre el realismo y la utopía. Pero estate atento. Para la actitud
conservadora el realismo sirve de pretexto al inmovilismo; mientras que para la actitud
progresista, el realismo es el pretexto y argumento para descalificar a quien se oponga
a su propia posición.
Además, la utopía (al margen del marxismo, que hace de ella un mito totalitario) ha
de ser defendida como la esperanza en un mundo mejor. En definitiva, la ilusión hace
más humanos nuestros objetivos y propósitos, permite el descubrimiento progresivo
del quehacer de la humanidad y acompaña siempre a quien se “compromete” con la
comunidad.
Una tercera actitud, está en relación con el trabajo, y es el sentido del esfuerzo. La
pérdida de este sentido lleva a consecuencias a cual más rechazable: la falta de
responsabilidad, la injusticia de retribuciones iguales para quien sí la mantiene, el
desinterés por cualquier tipo de ideal, la falta de calidad y productividad, etc. No es
infrecuente el caso de quien se esfuerza con gran sacrificio por alcanzar una meta, y
una vez lograda, abandona toda su energía para dejarse “flotar”. Para el humanismo, el
esfuerzo es consustancial con la vida y con el trabajo, y es el signo distintivo de un
“compromiso” personal.
Finalmente, en esta primera aproximación a las actitudes humanas, te prevengo,
querido amigo, contra la tentación de la flojedad. El humanismo no consiste en
amontonar esquemas de derechos, facultades o reivindicaciones. Y tampoco en insuflar
en el hombre sentimientos de abandono, de “pasar”. Ni es una doctrina idílica que
ignora los problemas, las tensiones y los conflictos.
Por el contrario, el humanismo consiste en afirmar que la reciedumbre es condición
necesaria en el ser humano, es decir, la entereza para exigir el ejercicio de los
derechos, para enfrentarse al dolor, para ayudar a los demás, para servir a la
comunidad, porque la justicia, el desarrollo de los pueblos y la paz social siempre
demandan sacrificios, tomar decisiones difíciles y energía personal.
¡Ojalá, querido amigo, pudiéramos encontrar en todos nuestros políticos reflexión,
análisis y meditación; una actitud ilusionada entre el realismo y la utopía; el sentido del
esfuerzo; y la reciedumbre!
Recibe un cordial abrazo de
Fernando Díez Moreno
Vicepresidente
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