MATERIALES DE LECTURA Taller para las alumnas del 8° semestre de la L.I.E. Tallerista: Profra. Claudia G. Nájera Trujillo MAYO – 2008 1 Hacia una actitud lectora Leer es mirar con atención al mundo que nos rodea para “escucharlo”. Leer es preguntarles a los otros y a la naturaleza misma cómo están, qué tal la están pasando, qué necesitan, qué saben o qué quieren. Leer es salir de uno y una misma en busca de los otros. Es interesarse por la vida. Es desear pertenecer y buscar comunicarse. En ese sentido podemos “leer” las nubes que nos hablan del viento y su velocidad, o de la altura a la que están viajando. Podemos preguntarles a las nubes qué imágenes quisieran “platicarnos” con sus formas o qué destino le piensan dar a la figura de una ardilla que descubrimos en medio de sus algodones cambiantes. Podemos pedirle al río que nos cuente –con el lenguaje de su caudal y su color- en dónde y cuándo cayó una tormenta. La tierra húmeda escribe para nosotros los nombres (con el lenguaje de las huellas) de los animales que la han cruzado. Los árboles del bosque con el musgo de sus troncos escriben para nosotros la dirección del norte, si sabemos leerlos. El grosor de la leche nos habla de la salud de una vaca. Los campos dicen cuánto hace que no llueve sobre el texto del pasto. El silencio marca la alta noche. Y los pájaros, como diarios que anuncian las noticias, redactan con sus trinos la llegada del sol y dan la hora exacta. La vida siempre deja huella. La naturaleza está llena de signos, está llena de “textos” que nos invitan a leerla, a decodificarla. Por esto, una manera básica de fomentar la lectura es fomentar desde la primera infancia el amor por la vida, el interés por sus mensajes, la avidez por conocer a los 2 otros, por aprender acerca de sus particularidades, de sus maneras diferentes de ser ellas y ellos mismos. Una manera de fomentar la lectura es rodear a los niños y a las niñas de un ambiente rico en estímulos y al mismo tiempo resguardado y seguro, un ambiente interesante (que genera interés), un ambiente literalmente amable. Tenemos que estar con ellas y ellos cuando lean su ambiente interesante y amable: - para darles palabras que les permitan nombrarlo; - para asegurarles que estamos cerca cuando la lectura que hagan les resulte extraña, o cuando los asuste, o cuando los entristezca; - para escuchar sus lecturas y preguntarles más acerca de ellas; - para alegrarnos con ellas y ellos cuando descubran “lecturas” alegres, sorprendentes o fortificantes; - y muy particularmente, para invitarlos a redactar sus propios textos (con gestos, con ritmos, con dibujos, con barro, con música o con palabras) para que, a través de sus propias redacciones, entren en franco diálogo horizontal con ese mundo que leen y al cual ellos responden como autores, con sus propias preguntas, ideas o emociones personales. Una lectora o lector es como una antena que apunta al horizonte abierto: interesada y valiente, en busca de señales. Un escritor o escritora es como un diamante precioso que – con su brillo- anuncia su presencia diferente. Las niñas y los niños tienen desde su nacimiento la capacidad y la necesidad de leer para preguntarle al mundo por su salud, su nombre y sus características y tienen la necesidad de “escribir” para anunciarle al mundo: existo, pienso y siento. El dominio del alfabeto no hace a un lector o a una escritora. El ser lector y escritor apasionado tiene más bien que ver con una condición espiritual mezcla de fortaleza, autoestima, interés, confianza, respeto, hábito de platicar y alegría de vivir. Tiene que ver con la capacidad de rebasar fronteras, de preguntar, de ir más allá, de 3 enfrentarse a los otros diversos desde la propia identidad y la certeza de que se es querido y de que se pertenece. Desde esta perspectiva y a manera de lluvia de ideas, anotamos aquí una serie de eventos y situaciones que propician actitudes lectoras y escritoras en los niños y niñas menores de seis años: Abundantes momentos de alegría. Seguridad básica y un entorno cotidiano cariñoso, ordenado y manejable. Una serie de experiencias positivas de interrelaciones personales y con la naturaleza. Abundantes oportunidades de escuchar cómo los otros los nombran y hablan de ellos con respeto. Abundantes oportunidades de que los otros se dirijan a ellos para contarles sus asuntos, pare decirles sus puntos de vista, para compartir con ellos sus inquietudes. Abundantes oportunidades de que los demás los escuchen con atención e interés sincero. Oferta abundante de mensajes codificados a través de distintos lenguajes: pintura, danza, música, cine, video, teatro, marionetas, bordados…y la posibilidad de “leerlos” y de hablar de esa lectura con personas interesadas en escucharlos y comentar a lectura con respeto. La posibilidad de recurrir –de manera cotidiana- a diferentes materiales plásticos para expresar sus ideas, deseos, dudas, problemas p propuestas y la posibilidad de que otros lean sus “textos”. Acceso cotidiano a literatura oral, gráfica y escrita. Acceso regular a exposiciones y funciones de teatro, cine, video, pintura y danza. Acceso cotidiano a bibliotecas infantiles y otros acervos como fonoteca, pinacoteca y ludoteca. 4 Múltiples opciones de desarrollo lúdico y creativo de su coordinación visomotriz. El ejercicio permanente de hacer sus propios libros (con solo gráfica o con textos dictados a un asistente y gráfica). La experiencia de leer libros hechos por personas conocidas y la experiencia de atestiguar los procesos por los cuales estas personas manufacturan los libros. La experiencia de recibir como regalo un libro hecho específicamente para ellos y ellas. La experiencia de ofrecer como regalo un libro diseñado y manufacturado por ellas y ellos mismos. Luz María Chapela, marzo de 1997 5 La lectura: puente de afecto entre niños y adultos Por Laura Aguirre Lass de La Mont ¿Por qué es importante la lectura y el contacto con los libros? Se sabe que la lectura es una importante herramienta para la formación integral del niño y un medio privilegiado a partir del cual se apropian del lenguaje y del mundo. A través de la lectura es posible conocer distintas realidades, otras formas de ser y de pensar distintas de la propia, y con ello tener una visión más amplia del mundo. Si bien la lectura no siempre sustituye a la experiencia, sí representa una rica fuente de conocimientos y vivencias: se puede “vivir” a través de los protagonistas de las historias y aprender de ellos. En la literatura están representados todos los seres humanos, con sus virtudes y defectos; es por ello que el niño, al leer, compara las acciones de los personajes con sus propias acciones y con las de las personas que lo rodean, y puede ser capaz de reflexionar y modificar su pensamiento. Es por eso que la lectura no está desvinculada de la vida. Pero no solo eso: la lectura compartida entre niños y adultos constituye un maravilloso puente de comunicación y afecto, un espacio de convivencia entre padres e hijos. A partir de los libros y de las historias que en ellos se narran, los adultos pueden conocer mejor a sus hijos viendo sus reacciones, cómo se emocionan y expresan lo que sienten mientras se les lee o después de la lectura. No importa la edad que tengan los niños: desde que son bebés, los libros les ayudan a reconocer emociones y sentimientos que experimentan pero que aún no saben expresar con palabras; a partir de las historias el adulto es capaz de entrar en el mundo infantil y de comprenderlo mejor. Como dice la bibliotecaria francesa Geneviève Patte: “Se trata de vivir el instante plenamente, sin propósitos educativos, sin pretender que el niño adquiera saberes útiles para el futuro. Es un intercambio totalmente gratuito, como un juego infinitamente valioso.” 1 ¿Qué podemos hacer para que los niños se aficionen a los libros? Para que los niños se apropien de ese fascinante objeto llamado libro es importante, en primer lugar, que dicho objeto les sea familiar. Esto se logra paulatinamente, cuando el niño entra en contacto cotidiano con libros y materiales de lectura diversos desde que nace. No hay que tener miedo. Antes que nada, el libro es un objeto cultural, como lo es la televisión o la computadora. Si somos capaces de colocar a un bebé frente a un televisor sin preguntarnos si entiende o no lo que ahí sucede, ¿por qué dudar cuando se trata de libros? Nunca se es demasiado pequeño para establecer este vínculo, incluso desde el vientre materno. Algunos consejos para acercar a los niños a la lectura: 1 El placer de la lectura antes de saber leer. Bayard Revistas, España. Página 12. 6 1. Crear un entorno lector. Es posible leerle a los niños desde que están en el vientre materno, de recién nacidos o cuando son muy bebés: no se trata de que “entiendan” lo leído, sino de escuchen esa voz que se dirige, afectivamente, a ellos. Contarles historias, cantarles canciones, nanas y retahílas, leerles en voz alta. La lectura del mundo comienza desde que el bebé nace, al leer los rostros de quienes le rodean, las voces, la temperatura ambiental y afectiva, los sonidos, las luces y las sombras. A esta lectura del mundo se suma la lectura de libros, pues los libros contienen lenguaje y suscitan lenguaje: invitan a hablar y a escuchar. Por supuesto, un ambiente lector se hace con libros y con adultos lectores. 2. Destinar un tiempo especial –y si es posible, también un espacio- para la lectura: puede ser por la noche, antes de ir a dormir. La lectura compartida acerca a padres e hijos y aporta historias que relajan al pequeño y lo ayudan a conciliar el sueño. Creer que la lectura es importante es darle realmente un tiempo y un espacio. El contacto físico (cercanía) y la comodidad son dos factores que el niño asociará a la lectura, y en el futuro le resultará una actividad valiosa y placentera. 3. Narrar y leer en voz alta: el niño es sensible al sonido y al ritmo de la voz. Por ello es fundamental leerle en voz alta, con naturalidad y sin prisa. A los más pequeños les gustan las rimas, las canciones y las coplas, pero también disfrutan los libros con imágenes e historias sencillas. A los mayorcitos les gustan las historias más complejas, fantásticas o de tipo realista. Los mismos niños dan la pauta para saber cuáles son los libros que necesitan. 4. Seleccionar los libros más adecuados para cada niño: las historias que pueden gustarle más o los temas que le resulten más atractivos. Por ejemplo: libros en los que aparezcan animales (pueden ser de tipo informativo o cuentos en donde los personajes sean animales: osos, conejos, ratones, etc.) Hay que tratar de no imponer nuestros gustos y preferencias. Los adultos solemos recordar con cariño los libros que conocimos cuando éramos pequeños; sin embargo, estas historias no siempre gustan a los niños de hoy. También es importante no censurar: si lo que tiene el niño en la mano parece “peligroso” (un tema no apropiado para su edad, por ejemplo), es mejor observar y esperar. Lo que le asusta a un adulto no siempre le asusta a un niño; algo que parece estar “subido de tono” muy probablemente el niño no lo entienda de la misma manera. Hay que recordar que los referentes de un adulto no son iguales a los de un niño y, al prohibir estamos, sin querer, invitando a que lean ese material a escondidas. 5. Visitar junto con los niños los lugares en donde se pueden ver o adquirir libros: es posible ir “de paseo” a librerías, bibliotecas y ferias del libro. Es fundamental dejar que ellos mismos elijan lo que les interesa, así conoceremos sus preferencias. Los adultos pocas veces se detienen a observar el tipo de libros que les gustan a sus hijos, y sin embargo esta es una buena manera para conocerlos mejor. La biblioteca de los niños bien puede estar conformada por los libros que ellos elijen y por los que sus padres les escogen. No hay que olvidar que en la variedad está el gusto. 7 6. Tener en casa un espacio destinado a los libros y conformar una biblioteca infantil. Los libros bien pueden convivir junto con los juguetes de los niños y convertirse en otra opción de esparcimiento. 7. Adquirir la costumbre de regalar buenos libros a los niños. Para que a los niños y jóvenes les guste leer es necesario que se vean cómo los adultos cercanos valoran los libros y les dan importancia en la vida cotidiana. Se educa con el ejemplo; leer frente a los niños, adquirir y regalar libros para otras personas son actividades que fomentan el gusto por la lectura. 8. La lectura en el hogar no es igual a la lectura escolar. Los padres de familia no tienen que fungir como maestros, aunque eduquen a sus hijos; la labor pedagógica debe estar en manos del pedagogo. No hagamos a los niños preguntas “de comprensión lectora”; no hay que regañarlos si no leen de manera fluida, ni enojarse con ellos si no terminan de leer un libro, ni menos convertir la lectura en una obligación o un castigo. Con eso no se logra sino alejar a los niños de la lectura. Si se trata de compartir con ellos un momento afectivo, no hay que cobrárselos (no pidamos nada a cambio). 9. Dejar que los niños manipulen y exploren sus libros. Los bebés se apropian del mundo con todo su cuerpo; lo mismo hacen con los libros. Hay que dejarlos “leer” los libros con la boca, con las manos, con cada parte de su cuerpo; seguramente los morderán o los chuparán, los rasgarán o incluso puede ser que lleguen a romperlos. En todo caso, hay que darles libros que resistan estas “exploraciones” y que puedan sustituirse. Para los niños más pequeños existen libros plastificados, de tela o de tapas duras que resisten más. 10. Conseguir catálogos de las editoriales: para estar al día respecto de las publicaciones que existen para niños y jóvenes, no solo en literatura infantil sino también en lo que respecta a libros de divulgación científica, es posible asistir a ferias de libro o a las mismas casas editoriales y pedirles sus catálogos más recientes. Muchos niños se inician en la lectura a partir de obras de tipo informativo (animales, plantas, fenómenos naturales, transportes, historia, culturas distintas, etc.); estos libros se actualizan continuamente y a veces salen del mercado. Por ello es importante saber qué se está editando para el público infantil y juvenil. ¿Cómo integrar la biblioteca infantil con libros de calidad? Si bien no hay criterios únicos para seleccionar libros para niños, sí hay algunos factores que pueden tomarse en cuenta al momento de elegir: Diversidad. Un buen lector no se forma con un único tipo de material de lectura. Aparte de los libros que seleccionen por sí mismos los niños, hay que procurar tener libros de poesía, rimas y canciones, coplas y adivinanzas, chistes y juegos de palabras; libros de gran formato (gigantes) y libros muy pequeños; libros sin texto, únicamente con imágenes, que cuenten una historia (secuencia) o que contengan ilustraciones aisladas; libros de tela, sumergibles, con solapas, con sonido, troquelados, con texturas, en tercera dimensión, etc., sobre todo para los bebés; libros para 8 colorear y recortar (para que el niño aprenda que hay libros que se pueden rayar y otros que no);libros informativos; cuentos y fábulas clásicas en las versiones más completas que haya en el mercado: entre más riqueza literaria mejor. Poco a poco los niños van siendo capaces de apreciar relatos más complejos, y esto los ayuda a expresarse cada vez con un lenguaje más rico y diverso. También es importante que conozcan historias nuevas, de autores e ilustradores recientes: versiones nuevas de los cuentos clásicos y temas que hace años no formaban parte de la narrativa infantil. ¿Espejos o ventanas? La diversidad también tiene que ver con el tipo de experiencia lectora que cada libro es capaz de generar. Así, puede decirse que existen libros que permiten al niño reflejarse o reflejar aspectos de su propia realidad; cuando son muy pequeños, los niños necesitan reconocer los objetos que pueblan su mundo, sus juguetes, las personas cercanas, la casa, el parque, su ropa, los alimentos que conocen. Pero conforme van creciendo van interesándose por “lo otro”, lo que no es ellos o su entorno más cercano; es entonces que necesitan menos “espejos” y más “ventanas” para mirar otras realidades, para ampliar su lenguaje, su experiencia de vida, sus referentes. Otra estética, otros temas: animales exóticos, países remotos, culturas distintas a la propia, otras épocas; el Universo, descubrimientos y proezas humanas que no conocían. Ver más allá de la propia realidad. La lectura tiene, de hecho, ambos elementos: aquello que nos permite reconocernos (de otro modo el libro no nos dice nada) y lo que nos hace “viajar” y entrar en contacto con lo diferente. Sin este último elemento no habría fascinación. Deseo de saber más y de expresarnos. Generalmente, un buen libro es aquél que permanece en la memoria del lector y lo incita a conocer más: del tema, del autor, de determinada época, etc. Un buen libro nos lleva a otro buen libro o a otra manifestación cultural: visitar un museo, buscar en Internet, acudir al sitio en el que se desarrolla la historia, escuchar determinada música, hablar con personas que conozcan del tema, o nos lleva a convertirnos en “autores”, a crear nuestra propia obra (escritura, pintura, representación teatral, marionetas, arte-objeto, composición musical, danza, etc.). Si un libro no deja huella en nuestro interior, tal vez no vale la pena tenerlo. Calidad editorial, recomendaciones, publicidad, etc. Es importante tomar en cuenta estos elementos, aunque no son determinantes. En todo caso, los buenos libros son una mezcla de muchos factores. Un mal cuidado editorial es una pista que puede reflejar un contenido de baja calidad (literaria, gráfica, temática, etc.), pero hay excepciones. Muchas veces La oferta (lo que hay en el mercado) está relacionada con la publicidad; estos libros suelen ser coyunturales y, por tanto, efímeros. Por ejemplo: las versiones editoriales de las películas infantiles no suelen ser buenas: el niño quiere ver la película, con todo su encanto, pero el libro ya no refleja el glamour de la pantalla; son dos medios distintos, incomparables. No está mal tener en casa ese tipo de publicaciones, pero 9 tampoco es conveniente que sea las únicas. La apreciación literaria se desarrolla con la diversidad, no con un solo tipo de propuesta estética. Atreverse a explorar y a descubrir. Tal vez lo más importante dentro de la formación de lectores sea aquello que nos funciona para la vida misma: la capacidad de observación y de asombro, el arriesgarse a conocer cosas nuevas, a dejar atrás los prejuicios y atreverse a ir en la búsqueda de nuevas experiencias. La lectura más que una práctica útil o necesaria, es una actitud. Porque cuando un adulto se abre, inmediatamente comienza a leer: a leer a sus hijos, a leer el entorno con más sensibilidad, a leer a los demás seres humanos y, lo más importante, a leerse a sí mismo y a escuchar. En este sentido, la lectura de libros es una actividad que potencia la apertura y el encuentro con el otro. Un libro es como un puente que une al adulto con el niño, y que les muestra, a ambos, que hay todo un mundo por descubrir, dentro y fuera de ellos mismos. 10 ISABEL Y LOS LIBROS: DIARIO DE UNA PRE-LECTORA Por Evelyn Arizpe Sabemos que el amor por la lectura debe fomentarse desde los primeros meses de edad. Algunos expertos en la materia incluso sugieren comenzar desde el embarazo, leyéndole en voz alta al niño en el vientre. Sin embargo, cuando me embaracé, me sentí un poco ridícula leyendo en voz alta con el libro apoyado en mi enorme panza, y sólo lo hice una vez. En realidad, tampoco creía que los bebés mostraran mucho interés en los libros antes de un año. Lo que sí decidí hacer fue llevar un diario del desarrollo de mi bebé, anotando mis observaciones sobre sus habilidades locomotoras, sociales y lingüísticas. Ahora mi hija Isabel ya cumplió un año y, gracias al diario, me doy cuenta de que un bebé sí desarrolla una relación con los libros desde los primeros meses, una relación distinta a la que tiene con sus juguetes. Quisiera transcribir algunos pasajes del diario y comentar cómo me han hecho reflexionar acerca del fomento a la lectura a temprana edad. 3 meses. Le regalaron a Isabel su primer libro. Tiene cuatro páginas ilustradas con animales. Se las fui enseñando una por una. ¿Fue mi imaginación o Isabel mostró interés en las ilustraciones? 6 meses. Isabel muestra interés en los libros y mira las ilustraciones con detenimiento. Le gusta llevárselos a la boca. Me siento a verlos con ella en mi regazo, frente a un espejo, para poder verle la cara al mismo tiempo que vemos el libro. 9 meses. Su libro favorito es uno con el que jugamos a “aparecer y desaparecer”. En cada página hay un niño distinto con la cara cubierta. Al mover un pedazo de cartón, se descubre la cara. Cuando le pregunto “¿dónde está el bebé?” se alborota y sabe que algo sucederá. Sonríe cuando aparece la cara del bebé y se acerca como si la quisiera lamer. Intenta mover el pedazo de cartón para ver las caras. 12 meses. Isabel está caminando. Cuando quiere un libro, se dirige hacia el rincón donde he puesto algunos para que ella misma los pueda elegir. Los abre y pasa las páginas, ¡ya sabe que habrá algo que ver! Le gustan las revistas con el dedo y a hacer los ruidos de algunos animales cuando los ve en los libros. Estos son algunos de los extractos de lo que se ha convertido en diario de lenguaje y de lectura. Aunque fue sobre todo a partir de los seis meses que Isabel comenzó a participar activamente en la “lectura”, mirando las ilustraciones, escuchando las palabras y luego pasando las páginas y señalando las imágenes, ya desde los tres meses los chupaba y manipulaba. Con cada libro ha desarrollado una relación distinta. He procurado hacer anotaciones sobre cada libro por separado para ver cómo va cambiando la relación, ésta incluye responder a las invitaciones del texto, es decir, responder de la forma en que el autor o lustrador imaginaron que reaccionaría un bebé. Por ejemplo, Isabel jala el cartón para “aparecer y desaparecer” los bebés, sacude la sonaja pintada en el libro y hace los ruidos de los animales. Pero esta 11 relación también incluye una respuesta personal que ella ha desarrollado a partir de sus primeras experiencias. Por ejemplo, uno de los primeros animales vivos que vio y tocó fue un gato. Desde entonces, las ilustraciones de gatos le llaman mucho la atención. Otra de sus ilustraciones preferidas es la de un perro que se parece a nuestro perro, Mapache. Ahora que comienza a hablar, cuando ve la ilustración dice algo así como “mpachi”. También asocia los libros con ciertos momentos en el día, por ejemplo, Buenas noches luna de Margaret Wise Brown, cuya lectura significa que ha llegado la hora de dormir. En este mismo libro hay una ilustración de un plato con una cuchara, cuando lo ve, Isabel dice: “am, am”, su manera de indicar que tiene hambre. Como cualquier lector, Isabel trae a su “lectura” una serie de experiencias personales que tienen que ver con su capacidad para crear ciertos significados. Las experiencias personales también tienen que ver con el contexto en el cual Isabel ha crecido. Su relación con los libros se ve afectada por el hecho de vernos a mí y a su padre, las más de las veces, con un libro en la mano. Últimamente, cuando Isabel me ve con un libro, se acerca a echarle un vistazo. Si no le interesa, me trae uno de los suyos y se acomoda en mi regazo. Y por supuesto que no siempre quiere ver libros. Hay veces que pierde el interés a las pocas páginas y que rechaza un libro en particular durante varios días. Al paso de los días va cambiando su relación con los libros y es difícil anotar las observaciones sobre este cambio. El desarrollo de un bebé es tan rápido que las fechas en que sucedieron las “primeras veces” se olvidan o confunden si no se registran. Si no es posible escribirlas por falta de tiempo, se podrían grabar en audio o video. Vale la pena hacer el esfuerzo. El diario no sólo me ha ayudado en forma práctica, dándome ideas para los tipos de libros que puedo proporcionarle a mi hija, sino también me ha permitido comprender mejor las teorías sobre el desarrollo del lenguaje. Hay padres que han publicado sus diarios como estudios de caso de desarrollo del lenguaje, de lectura y escritura. Un estudio lingüístico clásico es el de Leopold (Speech Development of a Bilngual Child, 1939-1949), quien documentó el desarrollo bilingüe de su hija desde los dos meses hasta los siete años. La mayoría de los diarios publicados se concentran en el desarrollo de la lecto-escritura en niños entre uno y cinco años, como los de White (Books before Five, 1954), Crago y Crago (Prelude to literacy: A preschool child’s encounter whit picture and story, 1983), Bissex (Gyns at work: a child learns to read and write, 1980) y Butler (Cushla and her books, 1975). Este último es una descripción única, escrita por la abuela, de la manera en que aprendió a comunicarse a través de los libros con su nieta autista. Uno de los estudios más detallados y recientes es el de Wolf y Heath (The Braid of Literature, 1992) sobre la interacción entre dos niñas y los libros durante casi diez años. La madre (y a veces también el padre) anotó todos los eventos que tuvieron alguna relación con lo que le iba leyendo a sus hijas, desde la risa que les provocaban ciertas rimas en sus primeros meses hasta las representaciones teatrales de cuentos de hadas que hacían cuando eran más grandes. La socióloga coautora del libro señala lo que significan estos eventos en términos lingüísticos y psicológicos. Las autoras están conscientes de que las emociones de la madre (o el padre) influyen en la observación (¡uno tiende a pensar que sus hijos son increíblemente inteligentes!) y por lo tanto, no puede ser un registro objetivo. 12 Aun tomando en cuenta el contexto particular y la subjetividad de los padres, la aportación que un diario como el de Wolf hace al entendimiento del desarrollo del lector es invaluable, ya que sólo los padres podrían observar tan de cerca de los niños por tanto tiempo. El libro es un ejemplo claro de la forma en que el lenguaje literario contribuye a la construcción del conocimiento del mundo de un niño. Nos muestra cómo cada niño va tejiendo su propia “trenza de la literatura” en la cual se combinan la creatividad, la actitud crítica y las conexiones con el mundo real y el mundo de la ficción. Cabe recalcar que el desarrollo de cada niño es diferente. En el libro de Wolf y Heath, las niñas, a pesar de ser hermanas y encontrarse en el mismo contexto, desarrollan diferentes tipos de conductas lectoras: a una le encanta representar cuentos antes sus familiares; la otra prefiere leer a solas en su cuarto. No se trata de h hacer comparaciones. Es importante animar a la lectura, pero si los padres presionan demasiado, es posible que el niño rechace los libros. Lo esencial es que cada encuentro con un libro sea una experiencia gratificante para el bebé, y si los padres pueden aprender algo de esta experiencia, mejor todavía. El diario me proporciona un espacio para el cuestionamiento y la reflexión: en cierto momento, ¿por qué elige un libro y no otro? ¿por qué le causan risa ciertas palabras? ¿cuándo comienza a aburrirse de un libro? ¿qué consecuencias tendrá el que yo le lea un cuento en español y luego su papá se lo cuente en inglés? Supongo que algunas de estas preguntas se irán respondiendo por sí solas al seguir con el diario. Por medio de los diarios publicados y mis observaciones sobre Isabel, me doy cuenta de que para fomentar la lectura con pre-lectores, no basta proporcionarles libros, sino hay que cantarles y contarles, animarlos a conversar y hacerles juegos con rimas y gestos. Estos estímulos lingüísticos les proporcionan los tabiques para ir construyendo su relación con los libros. Los bebés comienzan a entender que los libros son algo más que un juguete, que son objetos especiales porque con ellos se puede uno entretener una y otra vez y además, pueden compartirse con otras personas. Con cada una de estas personas, el tono de voz, las imágenes y la historia serán un poco distintas. Además, cuando uno está cansado de correr y jugar, un libro es la mejor excusa para acurrucarse entre los brazos de mamá, papá o los abuelos. Creo que a través de los libros y la lectura, Isabel irá tejiendo su propia “trenza de la literatura”, la cual podrá irse enlazando con la mía y la de su papá –para empezar- y luego con la de otros niños y adultos. Más adelante, cuando lea la historia de su propia aventura con los libros, quizá ésta le ayude a comprender mejor esa red de significados que la ha ido formando y que espero le permitirá, entre otras cosas, sentirse más acompañada durante el camino de la vida. Tomado de la Revista “Espacios para la Lectura”, del Fondo de Cultura Económica. Año II, Núm. 5, 2000. 13 SUAVECITO, SIN ARTILUGIOS NI PARAFERNALIAS Por Taller de animación a la lectura del FCE Como todos sabemos, durante muchos años la lectura recreativa fue objeto de las mayores suspicacias por las autoridades preocupadas por la salud moral. La situación cambió hace pocas décadas cuando la lectura recreativa pasó de ser una actividad sospechosa a un ideal promovido por padres de familia, maestros y autoridades de todo tipo. Sin duda hay mucho que agradecer a este cambio. Pero no todo. Antaño se pensaba que los lectores se formaban leyendo, mientras que ahora muchas personas suponen que para formarlos se debe instrumentar todo tipo de técnicas especializadas y montar una atractiva parafernalia de estrategias de animación. Como en los números anteriores de Espacios, en este taller hemos querido responder a la inquietud de nuestros lectores que buscan consejos prácticos para su trabajo cotidiano, al tiempo que queremos dejar claro nuestra desconfianza a las recetas. En nuestra experiencia de trabajo con bebés hemos observado, más que en otros grupos de edad, que la mejor manera de formar un lector es a través de la multiplicación de experiencias reales de lectura, es decir de acercamientos diversos a libros variados y de calidad: en pocas palabras de leerles libros y dejarlos que los contemplen y manipulen. Lo podemos resumir más aún en una sola palabra: disponibilidad: de libros, de tiempo para que los niños los usen y, por supuesto, de ánimo de los adultos cercanos para leerles. Debemos pues darles mucho pan y poco circo, contener nuestros afanes de generar actividades ingeniosas y nuestra voluntad de intervenir. Los bebés nos mostrarán cómo la formación de un lector es más natural de lo que suponen algunos promotores. Una de las muchas cosas que aprendemos de ellos es conocer los límites de nuestra intromisión y la generosidad con la que reciben nuestra confianza en ellos. ¿Por qué entonces redactamos los párrafos siguientes? Porque sabemos que en muchos adultos hay resistencias, temores, dudas e incredulidad para acercar los libros a los niños en su primera infancia. Lo anterior proviene de la herencia cultural, la educación, las experiencias de lectura y desde luego de la peculiaridad de la situación: hablar, leer o relatar ante una persona que no se comunica a través del lenguaje o lo hace precariamente, tiene algo de extraño. Este taller busca alentar a sus lectores adultos a enfrentar estos condicionamientos. Por obvias razones, hemos dividido este taller en dos ámbitos, la casa y la guardería o escuela. EN LA CASA ¿Cuándo comenzar a leer con los bebés? Hasta hace pocos años aún prevalecía la creencia de que a los niños pequeños había que dejarlos “tranquilos”, alejados de estímulos que los perturben. Esta creencia no se ha extinguido del todo ni se limita a los bebés, prueba de ello es 14 que aún es común encontrar rechazo a incluir letras o números en el entorno del niño que aún no sabe leer. Lejos de dejar al bebé “tranquilo”, sugerimos que el encuentro de los niños con los libros puede empezar intrauterinamente. Desde luego no suponemos que el niños comprende las historias antes de nacer, pero estamos ciertos de que percibe la voz y que contar cuentos constituye una rutina más en la construcción del “nido” que acoge al bebé cuando llega. Antes de los tres meses de edad el niño no manipula el libro, pero muestra un sorprendente interés por la voz y sus modulaciones. Canciones, poemas, y todo tipo de juegos de lenguaje fueron el germen de todas las literaturas y también son el origen del gusto literario. De manera que a la pregunta cuándo comenzar, nuestra respuesta es clara: lo antes posible. Las experiencias de lectura en la primera infancia suelen estar ligadas a ritos que se repiten en espacios y momentos determinados, generalmente antes del sueño. La lectura de un cuento, por un narrador privilegiado (el padre, la madre, el hermano mayor) le ayuda al niño a enfrentar angustias y temores y por tanto le facilita dormir. La repetición de esta ceremonia le da seguridad y le permite trabajar o “retrabajar” conflictos, emociones o inquietudes que no forzosamente están en el libro. Pero no es aconsejable limitar las experiencias de lectura a estas ceremonias: los libros pueden acompañar al niño durante muchos otros momentos y espacios: en la cocina, en la sala, en los viajes en auto o en… Hay que dejar libros al alcance del niño en distintos momentos y en distintas situaciones. Si cargamos con los muñecos del bebé o lo entretenemos con una sonaja, ¿por qué no con un libro? La duración de cada experiencia debe estar marcada por el interés del niño. Los bebés pueden interactuar con los libros durante lapsos prolongados, pero no siempre. Por eso no es aconsejable imponer un horario. La sesión de lectura puede darse por terminada cuando el bebé deja de estar a gusto: así de fácil. Sin embargo, es fundamental comprender que la lectura no termina cuando el adulto cierra el libro. Por esto no hay que olvidar la importancia del silencio, de no violentar al niño con preguntas acerca de lo leído. Forzarlo a contestar cosas como “¿te gustó o no te gustó?” “¿quién es tu personaje favorito?” puede contravenir el proceso de apropiación del menor. Ésta es una razón más para aconsejar la coexistencia de momentos de lectura compartida con momentos en los que el niño puede manipular el libro a su ritmo y voluntad. Cómo leer Una de nuestras promotoras suele decir que la efectividad de un proceso lector está ligada a su capacidad de movilizar la afectividad: en los menores la afectividad está generada por una doble condición: la situación de la lectura, una persona mayor que le consagra un tiempo de atención, generalmente acompañado de un gesto afectuoso, pasar el brazo o sentarlo sobre las rodillas. Por la otra, porque la voz de éste convoca situaciones y personajes que movilizan la vida interior del niño. Voz y cuerpo, imaginario y real se mezclan en una situación única. 15 El adulto debe estar dispuesto a correr riesgos y a permitir que ocurra lo impredecible. Un buen principio es abandonar el deseo de controlar la situación y la lectura del menor. Es él quien marca los ritmos, gustos y pautas: el adulto debe afinar su sensibilidad aguzando su sentido de observación. Los mínimos gestos pueden significar mucho. Le aconsejamos que tome nota de sus observaciones y las registre en un cuaderno. Se sorprenderá cuando lo consulte. Es importante que el adulto que lee con un bebé evite utilizar libros con intenciones didácticas. Estar en contacto con los libros propicia muchos aprendizajes, no los anule al hacer de esta experiencia un remedio de la situación escolar. ¿Qué libros incluir en la biblioteca del bebé? Sugerimos incluir libros de diversos materiales, tamaños y formas; así como libros con textos cortos, poesía, juegos de palabras, libros sólo con imágenes, tridimensionales, etcétera. Además de literatura, recomendamos incluir libros científicos o informativos. Es un error pensar que los niños muy pequeños sólo pueden disfrutar de libros de tela y de cartón, o libros-juguete: desde muy temprana edad son exigentes con la calidad literaria editorial. Es importante integrar una biblioteca del bebé. En nuestra experiencia, el mejor librero para niños es una canasta, aunque hemos descubierto que otras personas han convertido cajas, cofres y hasta carritos del súper en bibliotecas ambulantes. Vale la pena reciclar el material: incluir de vez en cuando libros nuevos y sacar los que al niños han dejado de interesarle, además de conservar los preferidos siempre a la mano. Siete propuestas para realizar en casa 1. Multipliquemos las lecturas: Aprovechemos el hecho de que el niño todavía no conoce el código escrito para facilitarle la comprensión de que hay miles de lecturas posibles. ¡El analfabeto sabe hallar en los libros cosas que los alfabetizados ignoran cómo leer! Para ello son especialmente útiles los libros de imágenes e incluso los libros en otros idiomas. ¿Por qué no inventar una o varias historias a partir de una serie de imágenes que no tienen texto, o cuyo texto no comprendemos? 2. Exploremos el libro-objeto: Los libros no son únicamente “portadores del saber”. Son también objetos que pueden morderse, tocarse y explorar con todo el cuerpo. Déle al bebé varios libros de distintos tamaños, colores y formas y permítale que juegue con ellos durante el tiempo que él quiera. Vale la pena incluir libros de plástico, de tela o con texturas, pero no hay por qué limitarse solamente a este tipo de material. 3. La entonadora: Se trata de crear un lenguaje nuevo a partir de palabras inventadas, cuyo sentido está dado únicamente por la entonación de su voz. También es posible jugar con las voces de un texto que resulta incomprensible para el niño: leer el diccionario, un libro de física o un tratado de filosofía dándole a las palabras las inflexiones adecuadas para mantener la atención del bebé. Tanto el niño como el adulto se divertirán. 4. La trituradora: Durante la lectura, “corte” algunas palabras a la mitad. El niño siente mucho placer porque sabe qué es lo que falta y cómo completarlo. 5. El detective: A partir de los seis meses, sugiérale al niño cosas que buscar dentro del libro: un personaje muy reconocido, un objeto o un animal. Se dará cuenta que algunos libros de imágenes se prestan particularmente bien para este juego. 16 6. El niño es el protagonista: También a partir de los seis meses, puede incluir al bebé dentro de la historia narrada: convertirlo en uno de los personajes del cuento. Explore otras variaciones del mismo juego colocándose usted mismo dentro del texto, o a otras personas importantes para el bebé: el papá, la mamá, los hermanos, los abuelos, la mascota, etcétera. 7. El libro familiar: Fabrique un libro en la casa con material diverso, incluyendo en él los acontecimientos importantes que se han compartido con el niño. EN LA ESCUELA O GUARDERÍA ¿Cuándo y cómo comenzar? Para crear un grupo de lectura con bebés en centros educativos o sociales, es fundamental elegir muy bien a los narradores/animadores. Se requieren personas sencillas, abiertas, creativas y dispuestas a aprender; que tengan buena relación con los niños y mucho sentido del humor. Como en el hogar, sugerimos comenzar cuanto antes. Pero a diferencia de lo que acontece en la casa, es preciso pautar las sesiones, nosotros recomendamos por lo menos media hora al día. Es positivo leer con los bebés después de la comida, cuando están limpios y cómodos, pero también una o media hora antes de dormir. Además de ese tiempo fijado, es importante que los bebés tengan acceso libre a los libros en algún momento del día. En esta sesión de lectura hay que prestarle atención a cada niño de manera individual, por lo que consideramos que lo ideal consiste en formar grupos de diez bebés máximo. Cuando esto resulta imposible, sugerimos la participación de otros narradores voluntarios que pueden atender a los bebés, como papás, abuelos, asistentes educativos o personal del centro que tenga disposición a hacerlo. La lectura puede llevarse a cabo al aire libre o en lugares cerrados, siempre y cuando se escoja un sitio cómodo y bien iluminado. Cuando se trata de un lugar cerrado, recomendamos poner colchonetas y cojines, incluyendo, si es necesario, sillas de bebé. Es mejor que todos estén en el suelo: tanto niños como adultos, pues es el lugar natural donde los niños pueden moverse con mayor seguridad. El hecho de que la lectura se haga dentro de un centro educativo no significa que la experiencia deba convertirse en un aprendizaje dirigido o en una excusa didáctica. No se trata de alfabetizarlos precozmente. ¿Qué libros incluir en las bibliotecas de los centros educativos? Es muy importante que la biblioteca del centro educativo sea rica en posibilidades. Muchos niños van a utilizarla, por lo que debe haber suficientes opciones para que por lo menos diez niños puedan elegir sus libros al mismo tiempo. Hay que incluir libros que responsan a las posibilidades y edades de todos los niños que van al centro educativo. Sabemos que no siempre se cuenta con los recursos para hacerlo. En muchos centros se allegan material a partir de donaciones. Es una buena forma pero hay que cuidar la selección y evitar donaciones sin la orientación de los responsables de este espacio. En pocas palabras: es preferible tener pocos buenos libros que llenar la 17 biblioteca de libros viejos y poco atractivos. En las situaciones de mayores carencias los libros más que un lujo son una oportunidad única para alentar el desarrollo del imaginario. Sugerimos libros durables, de fácil manipulación, muy bien ilustrados y escritos, de temas, tamaños, formas y materiales diversos. Los libros gigantes son muy cómodos para el trabajo grupal. También es conveniente elaborar los libros con el apoyo del personal del centro y los familiares. Siete propuestas para realizar en grupo que expresamente contravienen los usos comunes 1. Sacar y meter: En ocasiones, y sobre todo durante la primera etapa, los bebés sólo parecen estar interesados en sacar y meter libros de la canasta, caja o cualquier otro objeto que se utilice como biblioteca. Hay que dejarlos: existen muchas formas de disfrutar, conocer y leer un libro. 2. ¿Dónde está?: Se trata de jugar a las escondidillas con algunos de los libros favoritos o los más conocidos: esconderlos al fondo del librero, atrás del narrador, debajo de los cojines, etcétera, y dejar que los bebés vayan encontrándolos. 3. Cuéntame el cuento: A partir del año y pocos meses se puede invitar a los niños a que sean los narradores. No importa que no sepan “leer” ni tengan fluidez al hablar: antes de haber aprendido a decodificar ya saben muchas cosas acerca del libro. saben dónde está el título, por ejemplo, y quiénes son algunos de los personajes. Al invitarlos a que ellos nos cuenten el cuento, los niños irán descubriendo todo lo que pueden “leer” en un libro. 4. Adivina el libro: Mostrar a lo niños imágenes aisladas de distintos libros e invitarlos a que descubran a qué libro pertenece cada una. 5. Ordenar y desordenar: Lea un cuento mostrando las imágenes. Traiga aparte las ilustraciones del libro fotocopiadas y enmicadas y póngase a reconstruir la historia con los niños a partir de este material. Esta actividad se puede hacer después del año y medio. 6. Son chicos y grandes: Reproduzca, con ayuda de los papás, algunos de los libros preferidos en tamaño gigante, y narre el cuento alternando páginas del libro pequeño y del grande. A los niños les asombra ver que el mismo libro pueda ser de dos tamaños a la vez. 7. Cantar y mover: Hay libros para ser cantados y otros que generan movimiento. Son muy útiles en trabajo grupal porque unos niños aprenden de los otros y se integran al grupo siguiendo sonidos y movimientos. Vale la pena incluir libros con estribillos (Chumba la cachumba, El rey mocho), libros que son conocidos como canciones (como por ejemplo, Lobo ¿estás ahí? Publicado por Conafe) y libros que nos invitan a hacer ademanes o gestos. 8. Éste es mi preferido: Cuando los niños ya han tenido varias sesiones, es conveniente proponerles a los papás que traigan para la próxima reunión algunos de los libros de la casa preferidos por sus hijos. Estos libros se incluyen entre los que se van a compartir dentro del taller. 18 Una pequeña guía en negativo… No imponga ritmos: cada niño tiene su propio ritmo de absorción y de lectura. No se preocupe si el niño pareciera no estar escuchando. No acostumbre culminar cada sesión de lectura con preguntas acerca del texto. No pretenda utilizar los libros para enseñarle al niño lo que ya sabe (por ejemplo, qué está arriba y qué está abajo). Hacerlo es una forma de inducirlo a creer que los libros son objetos planos y no una oportunidad de multiplicar los planos de la realidad. No se coloque siempre en la posición de enseñar. Es mejor aprender con. Los niños pequeños, incluso los bebés siempre hacen su lectura, compartirla es una forma de acrecentar la propia. No llegue con ideas prefabricadas acerca de la capacidad de los niños y/o de la dificultad de los libros. Experimente, juegue, descubra. No exija silencio durante la lectura. No use el libro como excusa didáctica: el placer de la lectura es un fin en sí mismo. No pretenda hacer estimulación temprana ni desarrollar precozmente al niño, es importante respetar el proceso natural de su desarrollo como individuo. No asuma la lectura como un deber, suelte el cuerpo, atrévase a ser espontáneo. 19