orientaciones para el manejo de los sentimientos

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ORIENTACIONES PARA EL MANEJO DE LOS SENTIMIENTOS
1. Los sentimientos o emociones no entran en el terreno de la moral, es decir, no son ni
buenos ni malos en sí mismos.
En teoría, la mayoría de nosotros admitiría que las emociones no son ni meritorias
ni pecaminosas. El sentirse frustrado, el estar enojado, el tener miedo o el encolerizarse
no hacen que una persona sea buena o mala. Pero en la práctica, un buen número de
nosotros no admite lo que decimos. Si nuestra "conciencia censora" no admite
determinados sentimientos, los reprimimos en nuestra subconsciente. Parece cierto que
hay emociones que no estamos dispuestos a reconocer. Sentimos vergüenza de nuestros
miedos, o nos sentimos culpables de nuestra ira o de nuestros deseos físico-afectivos.
Para poder ir discerniendo en nuestra vida lo más verdaderamente posible,
debemos estar convencidos de que las emociones no son una realidad moral sino fáctica.
Mis envidias, mi ira, mis deseos sexuales, mis temores, etc., no hacen de mí una buena o
mala persona. Por supuesto, esas reacciones emocionales deben ser integradas mental y
afectivamente; pero antes de que puedan ser integradas, antes de que yo decida si deseo
seguir esas orientaciones o no, debo permitirles que se expresen y debo oir con toda
claridad lo que están diciéndome. Debo ser capaz de decir, sin el más mínimo de represión
moral, que estoy enojado, o que estoy avergonzado, o que estoy sexualmente excitado.
Ahora bien, para llegar a ser lo bastante libre como para hacer esto, debo estar
convencido de que las emociones o sentimientos no entran en el terreno de la moral, no
son buenos o malos en sí mismos. Y debo también estar convencido de que toda la amplia
gama de sentimientos o emociones que puedo experimentar pertenece a la experiencia
de toda persona, es patrimonio de todo ser humano.
2. Los sentimientos no tienen origen en mi libertad y tampoco depende de mi libertad el
que existan o no; simplemente existen.
Muchas veces caemos en sentimientos de culpa por determinados sentimientos
que experimentamos, diciéndonos algo así como:"yo no debería sentir o experimentar
este sentimiento".
Es importante recordar que los sentimientos son nuestro modo de reaccionar
frente a determinados hechos o pensamientos, pero son un modo no libre de reacción
(otra cosa será si los seguimos o no, como veremos después).La función de los
sentimientos es comparable con la función de las terminaciones nerviosas que tenemos
en toda la superficie de nuestro cuerpo: estas son las
encargadas de trasmitirnos
determinados mensajes que nos indican que algo nos está afectando en buena o mala
forma. La sensación de dolor que yo sienta en determinado lugar de mi piel, solamente
me está indicando que un agente externo está actuando sobre mí, es un "aviso" o
reacción del organismo. Del mismo modo, los sentimientos son "avisos" frente a
determinados hechos internos o externos. Así como sería absurdo sentirse "culpable" de
sentir calor o frío en nuestra piel, también debemos convencernos de lo absurdo de
sentirnos "culpables" de los sentimientos que podamos experimentar. Solo podemos
hablar de responsabilidad, y por tanto de culpa, cuando media la libertad y es claro que no
es el caso con los sentimientos.
Evidentemente, y sin contradicción con lo dicho, sí hay un papel que la libertad
puede y debe jugar con respecto a los sentimientos: yo puedo "alimentarlos" o no, pudo
"echar leña al fuego" o no, puedo seguirlos en mi acción o no. Más adelante volveremos
sobre el tema; lo que interesa ahora es que los sentimientos, en su origen, no dependen
de mi libertad y por tanto no pueden culpabilizarme.
3. Los sentimientos deben ser integrados con el intelecto y la voluntad.
Es sumamente importante comprender este punto. La no-represión de nuestras
emociones significa que debemos experimentar, reconocer y aceptar plenamente
nuestros sentimientos. Lo cual no implica en modo alguno que debamos actuar siempre
de acuerdo a ellos. Sería trágico y demostraría la más absoluta inmadurez el que una
persona permitiera que sus sentimientos o emociones rigieran su vida (actuar por el "yo
siento que...", como criterio absoluto). Una cosa es sentir y reconocer ante uno mismo y
ante los demás que uno tiene miedo, y otra cosa es permitir que ese miedo le venza a
uno. Una cosa es que yo sienta y reconozca que estoy enojado, y otra cosa es que te
aplaste la nariz de un golpe.
Debemos integrar las tres facultades humanas básicas, es decir, debemos aunarlas en un
conjunto armónico. Ellas son: el intelecto o razón, la voluntad y los sentimientos o
emociones.
Si el significado de esta integración está claro, resulta obvio que la mente juzga si
es necesario o deseable seguir determinadas emociones o sentimientos que han sido
experimentadas plenamente, y la voluntad hace efectivo dicho juicio.
Por ejemplo, puede que a mí me dé mucho miedo decirte la verdad sobre determinado
asunto. El hecho es -y ello no es ni bueno ni malo en sí mismo- que estoy sintiendo miedo.
Yo me permito sentir ese miedo y reconocerlo. Mi mente elabora un juicio según el cual
yo no debería obrar de acuerdo con dicho miedo, sino a pesar de él, y debería decirte la
verdad. Consiguientemente, la voluntad ejecuta el juicio de la mente y te digo la verdad.
En síntesis, en la persona integrada las emociones o sentimientos ni están reprimidas ni
ejercen el control sobre la persona. Sencillamente, son reconocidas (¿Qué es lo que
siento?) e integradas (¿Deseo obrar de acuerdo con este sentimiento o no?).
4. Los sentimientos pueden tener dos "salidas": o los verbalizamos o los somatizamos.
Se ha dicho con razón que o verbalizamos nuestros sentimientos o los
somatizamos. Los sentimientos son como el vapor que se acumula en una olla: si se
guardan dentro y se permite que acumulen intensidad pueden terminar haciendo saltar la
"tapa" humana que los reprime, lo mismo que el vapor puede hacer saltar por los aires la
tapa de la olla.
La somatización consiste en que determinadas emociones o sentimientos
encuentran salida en dolores de cabeza, resfríos, diarreas, subidas de presión, dolores
reumáticos, úlceras, etc., (demás está decir que no siempre estos síntomas son
somatizaciones), pero también pueden somatizarse en tensiones musculares, en violentos
portazos, en apretar los puños o los dientes, en llantos, rabietas y en todo tipo de actos de
violencia. Cuando enterramos nuestras emociones, no han muerto, sino que siguen vivas
en nuestro inconciente y en nuestras vísceras, lastimándonos y afligiéndonos. El explicitar
nuestros sentimientos es esencial para nuestra salud física, psíquica y espiritual.
La razón más frecuente por la que no explicitamos nuestros sentimientos es
porque no queremos reconocerlos, por la razón que sea. Tememos que los demás puedan
no pensar bien de nosotros, o incluso rechazarnos o castigarnos. En cierto modo, hemos
sido programados para no aceptar como parte de nosotros determinados sentimientos, es
más, nos producen vergüenza. Es importante en una relación personal el verbalizar los
sentimientos, buscando el momento oportuno, que habrá que ver cuál es: si el momento
en el cual experimentamos el sentimiento o posteriormente.
Es importante recordar que, aún cuando no verbalicemos con otra persona
nuestros sentimientos, es básico e imperioso que los verbalicemos con nosotros mismos.
Es decir, decirme a mí mismo en voz alta qué estoy sintiendo, sin miedo a ponerle nombre
a ese sentimiento, por desagradable o rechazable que me parezca.
Aquí es bueno recordar la diferencia entre "verbalizar", que significa "poner
nombre", y "manifestar" que -en este contexto-, lo entendemos como manifestar a otro lo
que sentimos. En el primer caso es hacernos concientes nosotros mismos de lo que
sentimos, en el segundo caso implica hacer público (aún cuando sea a una sola persona) lo
que sentimos. Puede ser que muchas veces no sea conveniente (o incluso francamente
desaconsejable), el "manifestar" nuestros sentimientos, mientras que siempre y en todo
caso es conveniente y aconsejable "verbalizar" lo que sentimos. Hay aquí que tener en
cuenta no solamente el bien personal sino también el bien del otro.
5. El reconocer, nombrar y aceptar mis sentimientos ayuda a mi crecimiento personal y
a la construcción de mi propia identidad; me ayuda a responder a la pregunta: ¿quién
soy yo?
En la medida que yo soy capaz de reconocer qué siento en cada circunstancia voy
construyendo mi identidad (aunque, evidentemente, no es este el único ingrediente en
esta construcción), ya que me voy encontrando con el yo auténtico y real, con el que soy y
no con el que sueño o creo que debería ser. La identidad se basa en la realidad de lo que
soy; de aquí la importancia de la aceptación de los sentimientos que experimentamos.
Por otra parte, al observar las pautas de nuestras reacciones en el campo de los
sentimientos podremos también avanzar en el camino del conocimiento propio. Y si a la
vez confrontamos con otro estas observaciones, podremos obtener mayor provecho para
nuestro crecimiento.
Si, por ejemplo, yo explicito más o menos regularmente el sentimiento de
"sentirme ofendido" por cosas intrascendentes, iré cayendo en la cuenta de la
hipersensibilidad que en buena medida me domina. En el momento en que yo sea
conciente de esto, podré optar por cambiar ciertas conductas.
6. Las pautas de mis reacciones emocionales pueden ser cambiadas, ya que no son un
puro impulso biológico.
Es importante caer en la cuenta de que "no estamos condenados" a reaccionar
emocionalmente siempre de la misma manera cuando hemos visto que determinadas
reacciones son inmaduras o hacen mal a otros. Una cosa es que yo sienta determinado
sentimiento y otra es que yo actúe movido por el mismo.
Cuando yo explicito mis pautas, las verbalizo, las confronto con mis ideales o con las
reacciones que yo considero como deseables, yo puedo ir cambiando las mismas.
Evidentemente no es un acto instantáneo, es un proceso y que como tal llevará
inevitablemente un período de tiempo y esfuerzo. En la medida en que me convenza de
que es posible cambiar mis pautas de reacción y de la irracionalidad de muchas de ellas,
podré reaccionar de manera diversa.
Ahora bien, pueden presentarse en nosotros sentimientos como reacción frente a
personas o hechos y que no logramos cambiar, al menos al ritmo que desearíamos. ¿Qué
hacer? En primer lugar la aceptación humilde y paciente de que reaccionamos de una
forma que no nos parece apropiada y que nos gustaría cambiar. En segundo lugar
debemos explicitar el sentimiento, decírnoslo a nosotros mismos por su nombre. En tercer
lugar debemos tenernos paciencia a nosotros mismos en el camino del cambio y aceptar
también que no todo está en mis manos en cuanto a los hechos que provocan mis
sentimientos. Hay ocasiones en que debemos honestamente plantearnos la necesidad de
convivir lo más sanamente posible con sentimientos que no desearíamos experimentar.
Volviendo sobre algo ya dicho, no está en nuestras manos el experimentarlo o no, pero sí
está en nuestras manos el seguir o no una determinada conducta. La persona no es un
puro sentimiento.
SINTESIS.
La persona plenamente tal, en cuanto de ella depende, no reprime sus emociones, sino
que permite que salgan a la superficie para poder reconocerlas y nombrarlas. Las
emociones o sentimientos "nos hablan" acerca de nuestra situación y de nuestra persona.
Por otra parte, es importante recordar que esto no supone "abandonarse" a las
emociones o sentimientos como si los mismos fuesen pautas obligatorias de conducta.
Las emociones o sentimientos deben ser integradas armónicamente en el conjunto
de la persona, interactuando con la razón y la voluntad.
Podríamos sintetizar el proceso de hacernos concientes de nuestros sentimientos y de su
integración en cinco pasos:
1. Toma conciencia de tus emociones. ¿Qué estoy sintiendo?
2. Ponles nombre. Envidia, celos, ternura, afecto, ira...
3. Investiga el origen de tus sentimientos. ¿Por qué estoy reaccionando así? ¿Me
ilumina en algo sobre mi vida o situación actual? ¿Puedo rastrear en qué se origina esta
reacción o estos sentimientos?
4. Verbaliza o manifiesta tus sentimientos. Reconoce explícitamente ante tí mismo
y quizá también ante otro lo que sientes, sin miedos ni vergüenzas.
5. Integra tus sentimientos al conjunto de tu persona. Una vez reconocida y
nombrada, deja ahora que la razón te diga qué conviene hacer y que la voluntad ejecute
lo decidido.
Esta lista de sentimientos puede ayudarte cada vez que quieras concientizar o
darle un nombre a los sentimientos que vas experimentando.
A gusto
Abrumado
Admirado
Agitado
Agradable
Agradecido
Agresivo
Airado
Ajeno
Alegre
Amable
Amargado
Amenazado
Amigable
Ansioso
Aprobado
Aspero
Asustado
Aterrado
Aterrorizado
Bajoneado
Basura
Caliente
Callado
Cariñoso
Celoso
Cerrado
Cómodo
Complicado
Comunicado
Confiado
Contento
Contrariado
Copado
Cordial
Cuestionado
Deprimido
Desalentado
Desamparado
Desbordado
Descompuesto
Desconcertado
Descontento
Desesperado
Dudoso
Eléctrico
Embolado
Embroncado
En comunión
Encantado
Enchufado
Engranado
Enjuiciado
Enojado
Envidioso
Esponjado
Estable
Feliz
Frío
Furioso
Histérico
Impávido
Indiferente
Inseguro
Jovial
Jubiloso
Lleno
Malhumorado
Manijeado
Mareado
Melancólico
Metido
Miedoso
Nervioso
Notable
Pacificado
Pensativo
Podrido
Prejuiciado
Preocupado
Quejumbroso
Rabioso
Rebelde
Resentido
Saturado
Seco
Seguro
Sentimental
Serio
Sin remedio
Solemne
Solidario
Solo
Tembloroso
Temeroso
Tenso
Tibio
Tierno
Tranquilo
Triste
Unido
Vacío
Volado
Día
Hecho
SENTIMIENTOS
¿Cómo reaccioné: los
negué, o acepté o integré?
INTELECTO
VOLUNTAD
¿Qué decisión tomé: seguirlos ¿Qué hice? ¿Actué según lo
o no?
decidido?
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