NUMERO: 63 FECHA: Julio-Agosto 1994 INDICE ANALITICO: Violencia Social

Anuncio
NUMERO: 63
FECHA: Julio-Agosto 1994
TITULO DE LA REVISTA: Violencia y Derechos Humanos
INDICE ANALITICO: Violencia Social
AUTOR: Andrea Bárcena [*]
TITULO: Infancia y Democracia: Un País Para Nuestros Niños
ABSTRACT:
En la lucha por los derechos humanos es evidente que la infancia debe ocupar un lugar de
privilegio, porque es el sector más desprotegido.
Un país que abandona a su infancia a su suerte, está condenado sin esperanzas al
subdesarrollo social, a la mediocridad, a la tristeza y a perpetuar la injusticia.
TEXTO:
En el pensamiento verdaderamente moderno del hombre de Estado van ganando lugar
dos premisas básicas sobre la niñez que lo que es buena para los niños es bueno para su
país y que en la planeación del desarrollo es necesario aprender a mirar a la infancia
como un sujeto colectivo en plena y definitiva formación económica y política.
Colocar a la infancia en el centro de la planeación del desarrollo puede ser la clave para
contrarrestar los efectos devastadores de un neoliberalismo a ultranza.
Las garantías económicas y sociales de que disfruta la mayoría de los niños en los países
económicamente más desarrollados no son sólo una consecuencia de ese desarrollo. Por
el contrario, esos países han destinado enormes recursos para la protección de su niñez,
durante décadas, como una auténtica inversión para el desarrollo. En tanto que en los
países con economías subdesarrolladas y dependientes se ha pensado tradicionalmente
que la correcta atención de la niñez llegará sólo como una consecuencia del desarrollo de
la economía. Por este camino hemos pospuesto una y otra vez las inversiones en
programas que garanticen amplia y directamente la alimentación, la salud y la educación
de la parte embrionaria de nuestra sociedad: los niños.
En el discurso seudocientífico del FMI y del Banco Mundial, se considera que los
recursos destinados a la educación y la salud por parte de los Estados deben considerarse
como "gasto social", es decir, como pérdida económica. Pero un somero análisis de lo
que países como México pagan a fin de cuentas en deserción escolar, inempleabilidad,
descontrol demográfico, enfermedad, delincuencia precoz y subdesarrollo psicosocial
masivo, por no haber cuidado el desarrollo de sus generaciones más jóvenes, muestra que
todos los recursos destinados a la niñez y la juventud deben ser ponderados como
inversiones altamente redituables en el no muy largo plazo: en sólo 18 años un niño se
convierte en un hombre.
En nuestro país estas cuestiones son especialmente importantes porque la mitad de los
mexicanos son niños, menores de edad sin derecho a voz ni voto, pero dueños del futuro
inmediato. Y lo que serán capaces de hacer por este país está directamente determinado
por lo que nosotros los adultos seamos capaces de hacer por ellos hoy mismo.
El problema y el reto que todo esto significa no escapa del pensamiento de ninguno de los
actuales candidatos a la presidencia de México. De una o de otra manera los niño están
presentes en su discurso político, pero mientras que casi todos están haciendo durante su
campaña propuestas concretas a los empresarios, a los campesinos, a los obreros y a otros
sectores, no han logrado todavía presentar públicamente una sola propuesta concreta
acerca de cómo enfrentarán la gravísima problemática que viven nuestros niños, víctimas
principales de las crisis y cambios económicos de los últimos 12 años.
Desde 1989, el Centro Mexicano para los Derechos de la Infancia se ha dedicado a
generar conocimientos y propuestas para la protección de la infancia, en su carácter de
principal recurso natural no renovable de México. No siendo nuestra facultad dar a los
niños el voto, hemos querido al menos darles la voz.
Para nosotros, los derechos humanos de los niños son también derechos económicos y
eso significa sobre todo que gobierno y sociedad deben asumir compromisos concretos
para garantizar a nuestra niñez no sólo el derecho a hacer y a sobrevivir, sino a
desarrollarse óptimamente disponiendo de una real calidad de vida, al margen de las
posibilidades de cada familia.
De ninguna manera creemos que debe volverse a un Estado paternalista y populista, pero
sí pensamos en un Estado comprometido que responda en última instancia a la
responsabilidad económica y social frente a la niñez.
¿Cómo hacer cuadrar nuestra condición de "novena economía más fuerte del mundo,
nuevo miembro de la OCDE" con los datos atroces de mortalidad infantil, deserción
escolar, infancia abandonada o trabajadora de México?
El gran reto para nuestro futuro presidente es hacer realidad la igualdad de oportunidades
para nuestros niños, como un principio democrático de raíz, y lograrlo de una manera
moderna, inteligente y creativa, capaz de involucrar en esta fabulosa tarea al conjunto de
las instituciones y de la sociedad.
Las condiciones en las que vive una gran mayoría de los niños mexicanos significan, de
hecho, un ataque precoz al proceso democrático de México: su cancelación por
anticipado. Porque no es posible que surjan adultos activos, creativos, productivos,
capaces de elegir y decidir, si, en su momento de infancia, fueron desprotegidos y
maltratados.
Ser reconocido como la novena economía del mundo por la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo) con el subsecuente ingreso de México al "Club de los países
ricos", con un ingreso per cápita de 4,300 dólares, que creció en un 3.5% de 1990 a 1993,
significa que podemos en definitiva darnos el lujo de diseñar la sociedad del futuro
actuando de inmediato en favor de los niños, de todos nuestros niños. Mientras
trabajamos en la consolidación de la democracia formal es indispensable al mismo
tiempo trabajar por la de cada día, por la de cada generación.
Elementos para formular el problema
Hay en México cerca de 40 millones de menores entre 0 y 17 años de edad. Esto significa
casi la mitad de la población total del país, si atendemos a las cifras arrojadas por el
Censo General de Población de 1990 del INEGI. Para marzo de 1990 la cifra era de
37'140,432 menores, y se estima-de manera optimista que esta población ha crecido un
2% anualmente desde entonces.
La mitad de la infancia nacional vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema (unos
18 millones de menores), de acuerdo con datos de la Facultad de Economía de la UNAM,
de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL Santiago de Chile) y del
Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol).
Si bien la OCDE acaba de considerar a México como la 9a. economía más fuerte, al
mismo tiempo ocupamos el penoso 14o. lugar entre los 32 países con más alta mortalidad
infantil absoluta entre menores de 5 años de edad, con un total de 183 mil muertes
anuales en esa población, según documento de trabajo interno del UNICEF-internacional.
La desnutrición afecta al 40% de los niños mexicanos y en zonas como Yucatán, Chiapas
y Oaxaca la desnutrición afecta hasta al 75% de los menores, según informes del Instituto
Nacional de la Nutrición. La pobreza económica y cultural se suman y potencian
afectando al sector de población que debiera ser el más privilegiado, ya que entre los 0 y
5 años de edad el cerebro crece en un 90%. Es en esta etapa en la que el país pierde
masivamente la oportunidad de generar científicos, artistas, atletas, pensadores, técnicos
o simples hombres productivos. México también puede considerarse como el segundo
país productor de niños callejeros en América Latina, después de Brasil.
La deserción escolar en la educación básica alcanza hasta el 46% y es reciente el
porcentaje de niños (entre 20 y 30%) en edad escolar. que ni siquiera demandan su
ingreso a la educación obligatoria y gratuita. Así, las escuelas se vacían y las calles se
llenan.
Un cálculo conservador con base en todas las estadísticas disponibles permite hablar de
10 millones de menores de 18 años que en todo el país realizan algún trabajo remunerado,
que va desde la limpia de parabrisas hasta el trabajo de maquila clandestina, pasando por
los cerillos de los supermercados.
La maestra Sandra Arenal encontró que tan sólo en la ciudad de Monterrey los menores
realizan casi 50 tipos de actividades remuneradas diferentes, siempre bajo una
explotación que afecta su salud física y mental y que muchas veces les cuesta la vida.
El Cemedín ha calculado que si estimamos conservadoramente un ingreso diario de 5
nuevos pesos por cada niño, en sólo 240 días por año, ellos producen unos 3 mil 870
millones de dólares anualmente, lo que constituye un oscuro e indeseable soporte a las
fallas del modelo neoliberal, ya que alivia la estrecha economía de las familias más
pobres, posponiendo un estallido social.
Dos datos más resultantes de las investigaciones del CEMEDIN acerca del sombrío
panorama de nuestra niñez son: 1) alrededor de un millón de niños mexicanos están
involucrados en la siembra, consumo y/o tráfico de estupefacientes, entre los que merece
un lugar especial el consumo de solventes inhalables, y 2) 35 mil menores están sujetos a
la acción de "la justicia", a través de nuestros patéticos Consejos Tutelares.
Elementos para instrumentar un Plan Nacional de Protección y Desarrollo de la Infancia
Un primer paso para reintegrar a la infancia mexicana al protagonismo histórico y
económico que merece es considerarla, para fines legales, económicos y culturales como
un patrimonio de la nación. Simultáneamente, realizar un diagnóstico profundo de su
realidad, con objeto de valorar los daños sufridos en las dos últimas décadas denominadas "décadas perdidas para la infancia", debido a la tiranía del pago de la deuda
externa- e implementar programas de rescate de emergencia, a la que nos obliga esta
especie de situación de posguerra en la que se encuentra sumida la mitad de nuestros
niños.
Entre las tareas más urgentes y relevantes debe pensarse en las siguientes:
1. Creación de un Ministerio de la Infancia, que debió ser el resultado evolutivo
del plan de protección de la niñez que se inició en 1961 con la creación del INPI
(Instituto de Protección a la Niñez) y que fue abortado con la errática aparición del DIF,
en el que cada sexenio, desde 1977, se ha ido diluyendo la comprensión y el compromiso
con las necesidades específicas de la infancia.
Este Ministerio de la Infancia es la respuesta insoslayable que el Gobierno de
México tiene que dar a su decisión de ratificar en 1990 la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (que es del niño y no de la familia), que la ONU aprobó en 1989 y
que compromete a los Estados Parte a realizar todos los esfuerzos y cambios legales,
administrativos y financieros para que todos las niñas y los niños gocen de los 41
derechos que se consagran en dicha Convención, convertida ya para nuestro país en
instrumento jurídico superior. La novena economía más fuerte del mundo puede y debe
darse el lujo de contar con un Ministerio de la Infancia que atienda, coordine y supervise
todos los programas de protección y desarrollo de sus niños. También puede y debe darse
el lujo de crear la institución de:
2. Un Ombudsman de la Infancia que de manera técnica, jurídica,
administrativa y humanitaria defienda los derechos humanos y económicos de todos y
cada uno de nuestros niños.
3. Debe crearse un programa emergente de nutrición para la población menor
de 12 años.
4. Por la relevancia del desarrollo mental durante los primeros 6 años de la
vida, debe darse carácter obligatorio a la educación preescolar.
5. Es urgente reformular la escuela primaria en cuanto a su auténtica gratuidad
y obligatoriedad, ampliando sus horarios y mejorando su calidad, a fin de convertirla en
un verdadero centro comunitario para la infancia, que responda a la nueva composición
de la familia popular y que sirva de muro de contención al fenómeno "niños de la calle".
6. Abolir definitivamente el Trabajo Infantil, de acuerdo con las leyes
constitucionales que así lo consignan y penalizar fuertemente a quienes exploten a
menores.
7. Reformular los Consejos Tutelares como instituciones de rescate pedagógico
y terapéutico a cargo no de la Secretaría de Gobernación, sino de un Ministerio de la
Infancia que pueda hacer uso de técnicas modernas como la de Libertad Asistida para los
menores infractores.
8. Destinar un buen porcentaje de los bienes que se incauta a los
narcotraficantes a la rehabilitación de nuestros menores drogadictos y a la difusión
masiva de campañas eficaces de prevención de todo tipo de drogas, incluidos el alcohol y
el tabaco, para los menores de edad.
9. Supervisión estricta de la TV para niños, por parte de profesionales del
Ministerio de la Infancia o en su defecto de la Secretaría de Educación Pública.
Infancia: Zona Sagrada
En la infancia queda fuertemente determinado el destino de los individuos y también el
de las naciones. El derecho de todo niño a vivir y a que su vida sea digna de ser vivida
son condiciones básicas para la vida democrática de cualquier país.
En la omisión y violación constantes de los derechos de los niños, el proceso democrático
de México sufre un trastorno de base.
Es inminente generar nuevos modelos de respuesta a problemas tradicionales.
Indispensable que sindicatos y partidos políticos participen en la protección y defensa de
los derechos humanos y económicos de los niños.
En la lucha por los derechos humanos es evidente que la infancia debe ocupar un lugar de
privilegio, porque es el sector más desprotegido.
Un país que abandona a su infancia a su suerte, está condenado -sin esperanzas- al
subdesarrollo social, a la mediocridad, a la tristeza y a perpetuar la injusticia.
CITAS:
[*] Directora del Centro Mexicano para los Derechos de la Infancia (CEMEDIN)
Descargar