1 “SER ESCRITOR”, “SER” CRIMINAL, “SER” FACISTA* Sara Vassallo “Ser” escritor, “ser” criminal, “ser” fascista. Es el caso, por ejemplo, de La infancia de un Jefe, donde el deseo de ser, logra una de sus formas más elementales, según la expresión común: “ser alguien”. “Ya nada vale la pena”, se decía, nunca seré alguien 1. La proyección en exterioridad de su ser, se resume en el sintagma “soy un jefe”, que condensa una serie de seudo-verdades: afirmación masiva de su identidad social y sexual, de valores como la familia, la jerarquía social, el desprecio al extranjero. Antes de abocarse de lleno a estos valores (cuyo análisis hace de este relato un verdadero diccionario de los clichés del fascista común), Lucien Fleurier atraviesa una crisis. La rabia de “no ser nadie” por un instante cree poder resolverla en el suicidio: Lo que se necesitaba era un acto, un acto realmente desesperado, que disipara las apariencias y mostrara a plena luz la nada del mundo. Una detonación, un cuerpo joven sangrando sobre una alfombra, algunas palabras garabateadas en una hoja: “”Me mato porque no existo. Y ustedes también, hermanos míos, ustedes son nada”2. La descripción de la crisis evoca una auto-parodia del hombre Sartre, ya que Fleurier intenta escribir “un Tratado sobre la Nada”3. Como en Las Palabras, debe jugar a ser alguien: “Pensó que estaba harto de jugar a ser Lucien”4. Busca las raíces que le darán un arraigo social: “Lucien Fleurier, un nombre de campesino, un nombre bien francés”5. Cuestiona su identidad sexual (“¿Soy Verdaderamente un pederasta?”6). Al igual que Roquentin, en La Náusea, sale de la crisis forjándose un “ser”. “Seducido” por la lectura de los Déracinés de Barrès, invitado a militar en el grupo nacionalista Acción Francesa, ataca y hiere a un judío en el ojo durante una manifestación, en presencia de un grupo de amigos. Las dudas y las angustias anteriores terminan por encontrar una respuesta: “Soy un jefe” (auto-afirmación de su rol de patrón, rechazo de toda ambigüedad social o sexual, antisemitismo). “Lucien se contempló una vez más; y pensó: Lucien soy yo, alguien que no puede soportar los judíos”7. El relato se cierra con un sentimiento de seguridad que lo protege de la angustia. A la carencia de ser de la crisis inicial, el personaje responde llenando su falta con algo que produce la ilusión de una plenitud: “Creyó durante mucho tiempo que existía por casualidad, a la deriva…”8. Como en La Náusea, la resolución de la crisis se manifiesta por diversas identificaciones con distintas identificaciones simbólicas: ser escritor, ser jefe. El siguiente cuadro muestra por extrapolación de ciertos sintagmas, idénticos o * 1 2 3 Traducción de María Emilia Tijoux. M p. 238. Ibid., p. 178. Ibid., p. 156. 4 Ibid., p. 156. 5 Ibid., p. 223. 6 Ibid., p. 205. 7 Ibid., p. 421. 8 Ibid., p. 239. 2 invertidos, la semejanza de las secuencias narrativas en La Náusea y La Infancia de un jefe (por fuera de los valores morales que ambas obras vehiculan). LA NAUSEA Roquentin se afirma como un excluido de la comunidad de “los jefes” y de los “asquerosos” No tiene padre LA INFANCIA DE UN JEFE Lucien Fleurier aspira a convertirse en un “jefe” Tiene un padre y quiere “continuar” su obra Excluido de los “que tienen derechos”, Quiere casarse y tener hijos quiere quedarse soltero No pasa al acto con el Autodidacta Pasa al acto, le repugna y luego olvida homosexual Pierde el amor de Anny para escribir una El amor de una esposa le dará los derechos novela de “jefe” Sueño del martes de carnaval: “Golpeé a Influenciado por sus amigos, admira a Barrès hasta hacerlo sangrar” Barrès Mata simbólicamente a los “jefes” y los Hiere a un Judío en el ojo durante una “asquerosos” a causa de un libro manifestación Se convierte en escritor contra los “jefes” Consigue un “ser” de jefe para confrontarse a los “métèques9” y los Judíos Decide “ser” para sus futuros lectores Decide “ser” para los inferiores y su temerosa obediencia” (M p. 242) Lo “blando” se atribuye a la carne, lo Lo “blando” se atribuye a la carne de los “duro” a las notas musicales “métèques” (M p. 240), al “desorden social”, lo “duro” a su ser de antisemita: “se alzaba puntiagudo como el filo de una lanza de acero” (M p. 241) Requentin sale del café “rendez-vous des Lucien Fleurier sale del café “la Source” Cheminots” transformado en escritor transformado en “jefe entre los Franceses” (M p. 245) En cambio el relato de Eróstrato, parece escribir la supresión de la contingencia a través de un crimen que el héroe del relato comete por odio, por desprecio temeroso a las mujeres, por soledad y por impotencia social. Matando a un desconocido en el bulevar Montparnasse, el acto de Paul Hilbert coincide con el suicidio frustrado de Fleurier y con la muerte del otro que ocultaba el “Tratado sobre la Nada”: “El, (Lucien Fleurier) imaginaba que las personas al leerlo, se reabsorberían unos en otros como los vampiros con el canto del gallo”10. El héroe de Eróstrato mata al Otro pero no se atreve a suicidarse. Sobre este punto, coincide con un fragmento inédito de La Náusea enfatizado por M. Contat en el manuscrito original (suprimido en la versión de Gallimard): “En todas partes, hasta perderse de vista, se extiende la existencia; nos Este es un apelativo fuertemente despectivo que se le da en Francia a las personas originarias de Africa del Norte, principalmente a los argelinos (Nota de la traductora). 10 (M p. 176) 9 3 ahogamos en la existencia. Solo hay un medio para salir, pero no lo utilizaré nunca, tengo miedo de la muerte”11. Mientras el narrador de La Náusea piensa en un crimen simbólico de los “jefes” (escribiendo un libro que es simultáneamente rechazo de los asquerosos y coartada para distinguirse de ellos), el héroe de Eróstrato decide actuar. Sin embargo, no podríamos resistir la tentación de equiparar a quien pone bombas con el escritor, asimilación que es provocada por el empleo de una misma forma (el modo condicional del verbo) en La Náusea y Eróstrato. En Eróstrato: “Yo también, al término de mi oscura vida, explotaría e iluminaría al mundo con la llama violenta y breve como un relámpago de magnesio (…) Yo era anarquista, estaba ubicado en el paso del zar y portaba una máquina infernal…”12. Al final de La Náusea puede leerse: “Un libro, Una Novela. Hay gente que leería esta novela y que diría: Era un tipo pelirrojo que deambulaba por los cafés”13. El libro, la bomba, la “bomba blanca”, en el Prefacio a las Poesías de Mallarmé: tantos objetos representados en el relato con el cual el texto se representa a sí mismo, designando al escritor como asesino y al lector como asesinado. En La Náusea, el libro debía matar simbólicamente a los “jefes”; en Eróstrato, una carta anónima dirigida a “cien escritores franceses” debía matar a los humanistas: “Señores, ustedes son famosos y sus obras se llegan a vender a treinta mil ejemplares. Les diré porqué: ustedes aman a los hombres, tienen el humanismo en la sangre…”14. El destinatario del odio de Hilbert es difuso y se desplaza a partir de los hombres en general (“los hombres, hay que mirarlos desde arriba…”), hacia los humanistas o al final del relato, a cualquiera, en la persona del hombre anónimo muerto a mansalva en el bulevar Montparnasse (tal vez una parodia del “acto surrealista” por excelencia del que hablaba Breton: “bajar a la calle y descargar el revolver sobre la muchedumbre”). En La infancia de un jefe, el Tratado sobre la Nada debía vampirizar la humanidad; el adolescente Fleurier oscila por un momento entre el suicidio y la escritura, pero su vacilación se detiene finalmente en una moral simplista y abyecta, donde el desprecio es elevado a la categoría de principio. En el caso de Paul Hilbert, un crimen inútil predomina sobre la solución simbólica. Si leemos La Náusea a la luz de los relatos del Muro, vemos que la solución de la escritura pasa previamente por el asesinato o es su desplazamiento. Las Palabras retomarán ese lazo ya establecido entre matar/ matarse/ poner una bomba/ escribir un libro, en ciertos pasajes donde la similitud con Eróstrato vale la pena poner de relieve. Por ejemplo, en éste ultimo relato: “Los hombres, hay que mirarlos desde arriba. Yo apagaba la luz y me asomaba a la ventana: ni siquiera sospechaban que alguien pudiera Cf. Notas y variantes correspondientes a la página 119 de los cuentos del Muro, en la página 1775, en Oeuvres Romanesques, La Pléiade, Gallimard, París. 11 12 13 14 (M p. 88-89). (LN p. 248) (M p. 89) 4 observarlos desde lo alto. ¿Quién pensó en la forma de un sombrero visto desde el sexto piso? (…) En el balcón del sexto piso, allí es donde hubiera querido pasar toda mi vida”15. En Las palabras: “Todo hombre tiene un lugar natural (…) El mío es un sexto piso parisino con vista sobre los techos (…) El universo se extendía a mis pies y toda cosa solicitaba humildemente un nombre, dárselo era a la vez crearla y tomarla. Sin esta ilusión, yo nunca hubiese escrito”16. En Eróstrato: “Iluminaría el mundo con una llama violenta y breve como un relámpago de magnesio…”17. En Las Palabras: “Daré a mis obras la violencia de esos chorros de luz corrosiva y después, en las bibliotecas en ruinas, sobrevivirían al hombre”18. (M p. 79). (LM p. 47) 17 (M p. 88) 18 (LM p. 152). Sin duda que estos y otros pasajes plantean la cuestión del sujeto del texto y de su carácter 15 16 autobiográfico. ¿En qué sentido se puede afirmar que el narrador de Eróstrato o el de La Náusea se identifique con el autor-narrador de Las Palabras? A su vez, el sujeto (Flaubert) del Idiota de la familia, ¿puede identificarse con el escritor Sartre que escribe sobre Flaubert? ¿Cuál es el sujeto de Saint-Genet, comediante y mártir? Y más aún, con mayor complejidad, los textos del escritor “convertido” sobre Paul Nizan (el Prefacio a Aden Arabie) y sobre Merleau-Ponty en 1961 ¿no retoman acaso la historia del auto para poder contar la suya (la de Sartre)? En el texto del convertido, el Para-sí del Ser y la Nada ¿es el mismo que el autor de Las Palabras incrimina cuando escribe: “Más tarde expondré gustosamente que el hombre es imposible (…) Entrampado hasta los huesos y mistificado, escribía yo sobre nuestra miserable condición…” (LM p. 210)? La crítica ha dado muchas respuestas pertinentes a estas preguntas, sobre todo la crítica que, de modo sutil ha adoptado ese aspecto paródico (en el sentido de Bakhtine) de los textos de Sartre (por ejemplo: Claude Burgelin, Burgelin commente les Mots, y Geneviève Idt (tesis de doctorado). Considero por mi parte, que el tema del sujeto (aunque porte el nombre de otros escritores, se confunda con un personaje ficticio en la novela, o se trate del propio Sartre en los escritos autobiográficos) se construye en el vacío dejado entre la primera persona de los textos autobiográficos y la tercera persona de las biografías y de las novelas. La intersección entre ambas produciría un tercer sujeto “en papel” (según le expresión de Roland Barthes). Esto es válido incluso para los textos autobiográficos. Aquí retomo una idea que se ha vuelto banal desde el estructuralismo, es decir, que hablar de si mismo significa no ser más el mismo “sí mismo”, como lo escribe T. Todorov (¿Qué es el estructuralismo?, Seuil, París, 1968, p. 121). Para los enunciados en primera persona Todorov propone la idea de tres sujetos. “En “El corre” esta el “él”, sujeto del enunciado y el “yo”, sujeto de la enunciación. En el “Yo corro”, un sujeto de la enunciación enunciada se intercala entre ambos, tomando de cada una parte de su contenido precedente pero sin hacerlo desaparecer enteramente: No hace sino sumergirlas. Puesto que el “el” y el “yo” siempre existen: el “yo” que corre no es el mismo que el enuncia. “yo” no reduce dos a uno sino de dos hace tres”. El propio Sartre no dejó de designar de manera oblicua este tercer sujeto irrepresentable de la escritura. La serie de metáforas construidas en torno al vacío o la falta de ser constituyen un comienzo de respuesta a la cuestión del sujeto irrepresentable del texto. 5 El conjunto de estos pasajes mucho más tardíos entrelaza, combina y anula mutuamente varias soluciones: 1) matar al otro en la realidad o simbólicamente 2) matar al lector por medio de un libro (cuyo autor y sujeto es construido al mismo tiempo de un modo ambiguo diferenciándose del lector e identificándose con él 3) encontrar un simulacro de ser o una identificación desde el punto de vista social volviéndose jefe para la mirada del otro 4) el suicidio fracasado (de Fleurier) o logrado simbólicamente (de Mallarmé) 5) la solución literaria que condensa las dos soluciones del crimen y suicidio simbólicos, que sustituyen al crimen y al suicidio reales, vanos intentos por reproducir el Acto puro que suprimiría la contingencia y por ende toda alteridad. Los Cahiers pour une morale volverán ulteriormente sobre la idea de la obra como mediación con el otro, que reemplaza al crimen, esta vez en una perspectiva moral: “Renunciar a tener una relación directa con el otro” (…) “El verdadero vínculo se efectúa por intermedio de la obra”19. Estos pasajes mucho más tardíos de Cahiers pour une morale, coronan de hecho un proceso cuya génesis estaba dada en la serie de los sintagmas: matar/matarse/poner una bomba/matar simbólicamente a los asquerosos (o a los humanistas). El crimen de Paul Hilbert reemplazaría en este sentido una obra malograda y los panfletos paranoicos dirigidos a los humanistas, eran un signo anticipatorio del fracaso de la escritura. Esa obra que Paul Hilbert sustituyó por un asesinato y Fleurier por una moral del desprecio, es un horizonte posible, en cambio, el héroe de La Náusea accede a ella pasando por el deseo de matar y la náusea sexual. Esos héroes que no pudieron escribir, no aspiraron pese a su fracaso, a una identificación simbólica: habían querido “ser”. Esta repetición en el texto narrativo de la génesis de la escritura, (que además involucra una relación del escritor con su público) plantea la cuestión de saber de que modo el relato del pasaje de la contingencia a la necesidad se despliega en los diferentes discursos (narrativo, autobiográfico, filosófico) con lagunas, aditamentos o desplazamientos. Sobre todo suscita la necesidad de seguir la articulación de ese pasaje en la autobiografía y las biografías, en la medida en que produce un objeto (el libro) que el texto se representa a través de diversas metáforas.- Vimos que este objeto (silenciado en El Ser y la Nada),se metaforiza en un arma de muerte o por el contrario en un objeto intermediario para evitar la muerte del otro; que por medio de ese objeto el escritor se hará amar u odiar; que por intermedio de él, renuncia, se retira o se protege de la mujer; que se refleja en él, asimismo, la imagen narcisista de un escritor futuro cubierto de gloria (objeto purificado, bello, asexuado). Y que su reverso aparece en Las Palabras asimilado al escritor convertido en cadáver. En algunas de estas figuras el objeto se ve afectado por el “ser”. 19 (CM, p. 487)