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LA AMAXOFOBIA (EL MIEDO A CONDUCIR)
Pese a que, especialmente en las grandes ciudades nos invitan a las prisas, las
carreras, ir a contrarreloj a todos los sitios, lo que nos lleva a hacer unas cuantas
“pirulas” como hablar por el móvil mientras conducimos…. , lo cierto es que conducir
es una tarea compleja que requiere de una considerable capacidad de atención, se suele
decir que hay que poner los 5 sentidos en ello para percibir los diferentes estímulos a
los que estamos expuestos durante el trayecto, procesar los mismos, reaccionar ante
ellos y mantener la calma en situaciones de tensión.
Muchos conductores, especialmente noveles dicen sentirse ansiosos mientras
están en el coche y una vez han aparcado y bajado del mismo, aseguran sentir una serie
de síntomas físicos como calambres, agarrotamiento, dolor de brazos y piernas, dolores
de cabeza, vista cansada, una especie de sudor frío, etc.., así como agotamiento mental
después de haber estado conduciendo. Estas sensaciones se dan también, con más
frecuencia, en personas que han estado tiempo sin conducir y que, usualmente, suelen
desaparecer con la práctica y la experiencia.
No obstante, conocemos a personas que tras sacarse el carnet de conducir no
llegan a hacerlo nunca y otros casos en que, tras un tiempo sin hacerlo, declaran
sentirse tensos, tener miedo al coche, resistirse a conducir, para finalmente y después de
un tiempo, finalmente cesar en el intento. Con frecuencia, detrás de estas declaraciones
nos encontramos con el desarrollo de una fobia a conducir, denominada amaxofobia.
La amaxofobia es un término compuesto por amaxos, que significa carruaje y
fobia (del griego fobos: pánico ) entendida como un miedo desproporcionado e intenso
ante situaciones concretas en circunstancias no amenazantes.
Según Javier Diaz Calero, profesor de autoescuela y psicólogo clínico, el trastorno es
más frecuente en mujeres (87%) que en hombres (13%). Asimismo, la edad media de
aparición del trastorno también varía en función del sexo, 34 años en mujeres y 37 en
hombres.
La amaxofobia se engloba dentro de los trastornos propios de Ansiedad. La
ansiedad es una emoción inherente al ser humano que cumple una función fundamental
para la adaptación del ser humano a su ambiente. Dicha función es la de alertarnos ante
la presencia de un peligro y, por consiguiente que podamos reaccionar ante el mismo,
por tanto, la ansiedad nos ayuda a responder ante determinadas situaciones.
Pero, tendemos a temer a la ansiedad. Y es que, en no pocas ocasiones, la
ansiedad lejos de suponer una ayuda, se convierte en un muro a veces difícilmente
franqueable. ¿Dónde está el límite? Lo que marca la diferencia entre la ansiedad como
una emoción útil y una reacción patológica es que, en el primero de los casos
incrementa nuestra capacidad, mientras en el segundo caso limita e incluso bloquea
dicha capacidad. Relacionado con ello, la reacción de ansiedad que aparece es
desproporcionada con el peligro. Es la diferencia entre un conductor novato y una
persona que padece fobia a conducir.
Quien sufre esta patología percibe la situación de conducir como amenazante;
predicen negativamente las situaciones a las que se enfrentarán, se ven como incapaces
de conducir, se ven a sí mismos como capaces de provocar un accidente, sufrir un
bloqueo al conducir que les impida reaccionar, sufrirán una crisis de ansiedad al volante
y experimentan pensamientos catastrofistas sobre lo que va a suceder. Cuando estos
pensamientos se prolongan en el tiempo acaban transformándose en afirmaciones
descalificativas de ellos mismos y; por consiguiente; menoscabando la propia
autoestima.
En el momento de subir al coche, los amaxofóbicos comienzan a sentir
palpitaciones, sudoración, sensación de no poder respirar, sensación de atragantamiento,
sensación de angustia, diarreas, sensación de mareo e inestabilidad, sensación de ahogo,
algunos dicen tener la sensación de percibir los demás vehículos como más cercanos de
lo que en realidad se encuentran. Sensaciones fisiológicas que en vez de desaparecer
con el paso del tiempo, se incrementan.
Unido a estas autoafirmaciones y pensamientos; las personas que lo sufren
experimentan gran inquietud y malestar desproporcionados, un gran nerviosismo al
subir al automóvil (a veces incluso como acompañantes), unido a la percepción de falta
de control ante la situación. De este modo, comienzan de forma paulatina a no utilizar el
coche como medio de transporte. Esta reducción comienza por determinados lugares
tales como pasar por donde nos dimos un golpe, alguien nos increpó por una
imprudencia, vías rápidas como autopistas o autovías, calles muy transitadas… y en
general lugares donde se percibe facilidad para perder el control. Esta estrategia,
tendente a reducir los efectos desagradables de la ansiedad es, en realidad una trampa
mortífera puesto que conduce a abandonar estas vías como forma de tranquilización,
pues descubren que dejar de conducir es la solución a su miedo y ansiedad, para
posteriormente incrementar las evitaciones hasta llegar a la completa incapacidad que
se asocia a cualquier fobia.
La amaxofobia, como la mayoría de los trastornos fóbicos es altamente incapacitante y
no remite espontáneamente sino que, como hemos mencionado anteriormente, tiende
a generalizarse. Pero el problema es abordable y superable con una adecuada
evaluación y posterior intervención personal. La terapia psicológica cognitivoconductual es muy eficaz en el tratamiento de la amaxofobia y la mejor recomendación
es ponerse en manos de un especialista para resolver este problema.
Ernesto Martín.
Psicólogo de Psicomaster
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